< Previousde la subasta nacional, por tanto, no son meramente económicas, sino que con- tribuyen a debilitar la legitimidad del gobierno que deja de ser socialista. Este gobierno, además, va creando poco a poco las bases para una nueva oposi- ción nacionalista en el futuro en contra de la expansión y profundización de este proceso de desnacionalización. Ese nacionalismo, por supuesto, podrá servirle de base a un futuro partido comunista de Cuba frente a un nuevo gobierno de Cuba quizás influído por el Miami cubano, y ese nacionalismo podrá permitirle a ese fu- turo partido comunista que gane elecciones como viejos partidos comunistas y ex- comunistas lo han logrado en Hungría, Polonia, y Lituania. No deberá sorprender- nos si algunos de los que hoy promueven la subasta nacional encabezan la futura oposición a políticas similares, si otros partidos y líderes llegan a gobernar al país. Las reformas económicas van más allá de la transferencia parcial o plena de la propiedad. También afectan el comportamiento empresarial y gubernamen- tal. Los nuevos empresarios comienzan a incidir sobre la política nacional. Como ocurre en todo país que se aproxime a una economía de mercado, los empresa- rios buscan y exigen garantías para sus derechos de propiedad. Abogan por la modificación de la Constitución para incluir garantías formales, y lo logran par- cialmente en la reforma constitucional de 1992. Abogan por la modificación de la vetusta ley de inversiones extranjeras. Después de múltiples versiones que indi- can claramente la existencia de un álgido y profundo debate político dentro del gobierno y del partido comunista, la Asamblea Nacional aprueba en 1995 una nueva ley más favorable para el inversionista extranjero. Si bien este proceso político es ya notable, no es menos importante el diseño trazado para promover y controlar la inversión extranjera. El gobierno de Cuba hoy redescubre y construye lo que fue hasta hace poco el típico Estado latinoa- mericano: el Estado que intenta controlar al máximo esa economía con rasgos de economía de mercado. Consideremos un ejemplo de reforma económica. El gobierno podría indicar que, a partir de hoy, se permite todo tipo trabajo por cuenta propia con muy po- cas excepciones. Así no ha procedido el gobierno cubano. Al contrario, insiste en identificar por su nombre cuáles son las actividades de trabajo por cuenta propia que pueden existir. Todo sigue prohibido, excepto lo explícitamente autorizado. De tal forma, se reduce el impacto de la liberalización económica mientras que el gobierno intenta retener el mayor control posible sobre la actividad económica. El mismo estilo político marca la apertura a la inversión extranjera. El gobier- no tiene una concepción monopólica de la empresa en cada sector de la econo- mía. Sólo autoriza la inversión de empresas específicas, identificadas por su nom- bre, en subsectores económicos también específicos, bajo términos que negocia caso por caso. No se trata de una apertura económica generalizada, sino más bien de una politización por concesiones de segmentos de la economía nacional. Este tipo de cambio político-económico implica que cualquier Cuba del futu- ro tendrá que prescindir de este tránsito. Si bien este capitalismo politizado y monopólico no es tan arbitrario, represivo, e ineficaz como el socialismo buro- crático al que reemplaza en Cuba, sí es ineficiente. A lo sumo es un costoso paso intermedio. 8 J ORGE I. D OMÍNGUEZ encuentroEsta experiencia sugiere la hipótesis de que Cuba hoy es víctima de una inter- pretación marxista vulgar sobre el capitalismo. Ese marxismo vulgar enseña que el capitalismo es salvaje, lo que explica el mercado ilegal; cualquier cosa puede pasar ya que el capitalismo no es más que el asalto de los pocos contra los mu- chos. El marxismo vulgar también enseña que el capitalismo es monopólico; los grandes pulpos controlan la economía, lo que explica la política oficial con rela- ción a las concesiones específicas a empresas extranjeras. A diferencia de este marxismo vulgar, la Cuba del futuro –cualquiera que sea su gobierno y sus gobernantes– requiere construir una economía de mercado bajo reglas normales, y debe promover una plena economía de mercado sin los vicios y las taras que el gobierno cubano aprende de lo peor de la experiencia económica latinoamericana. Esta economía política es por excelencia el caldo de cultivo de la corrupción. La corrupción no se inventó ayer en Cuba, ni resulta un legado específico del proceso político iniciado en 1959. Pero en los 90 se han dado en Cuba las tres condiciones clásicas para un auge de la corrupción en cualquier país: 1) una economía con rasgos de economía de mercado; 2) un Estado que insiste en in- tentar controlar en lo que fuere posible los detalles de la economía; y 3) la dis- crecionalidad en el ejercicio del poder y en la determinación de las políticas a desarrollar, de las medidas que se harán cumplir, y de las excepciones que se per- mitirán a cada persona y a cada empresa extranjera. A LGUNOSOBSTÁCULOSALADEMOCRATIZACIÓN No todo ha cambiado, por supuesto. La intención de retener el poder a toda costa sigue caracterizando a lo que en Cuba, con connotación autoritaria, se si- gue llamando “la dirección nacional.” Y hoy, como en el pasado, a veces es nece- sario entenderse con el Diablo, si contribuye a retener el poder. Consideremos un ejemplo. En 1962, Fidel Castro demoró durante un mes, y puso en peligro la resolución de la crisis nuclear, por oponerse a la inspección norteamericana in situ del territorio cubano. En 1994 y 1995, el gobierno de Cuba pactó con el go- bierno de Estados Unidos ante a la crisis migratoria, comprometiéndose Cuba a aceptar la inspección norteamericana en territorio cubano para constatar que aquellos balseros devueltos a Cuba por Estados Unidos no sufrirían violaciones de sus derechos humanos. La dirección nacional paga este “costo” porque así lo- gra “normalizar” un aspecto importante de la relación con Estados Unidos, y re- ducir la presión de su gobierno sobre el de Cuba. Muchas de las formas de retener el poder tampoco han cambiado. La ley electoral de 1992 codifica los intentos de impedir que las elecciones sirvan efi- cazmente para permitir y promover la expresión democrática y representativa de los deseos de la ciudadanía. Cuba conserva un partido único y, en las elecciones nacionales de 1993, el gobierno insistió en que el número de candidatos para la Asamblea Nacional sería idéntico al número de escaños parlamentarios. La cen- sura oficial, a través de mecanismos formales y especialmente informales, conti- núa impidiendo la libre y plena difusión de la información. La discrecionalidad y arbitrariedad en el ejercicio del poder del Estado no se 9 La transición política en Cuba encuentrolimitan a los temas económicos. Las leyes autorizan al ejecutivo a hacer y desha- cer con pocas limitaciones. Y el Código Penal compite en la Olimpiadas represi- vas por su severidad. Aun en estos casos, sin embargo, se observan cambios, aunque sean modes- tos. En comparación con los procesos electorales de los 70 y 80, por ejemplo, el número de abstenciones ha aumentado sensiblemente en las elecciones celebra- das en los 1990. Y, a pesar de los intentos represivos, los abrumadores detalles de supervivencia cotidiana afligen también a los agentes de Seguridad del Estado. Frente a las violaciones masivas de las leyes económicas, el Ministerio del Inte- rior se repliega para concentrar sus esfuerzos sólo en las violaciones más flagran- tes o en castigos ejemplares. El Leviatán criollo tiene los pies de barro. L APERSISTENTEFORTALEZADELRÉGIMENPOLÍTICO A pesar de todo, sin embargo, el régimen político cubano retiene una gran forta- leza que le ha permitido lograr lo imposible más de una vez. Imposible pareció sobrevivir a la desaparición de la Unión Soviética y de sus subsidios económicos, políticos, y militares. Parece ser que Carlos Marx, escribiendo en el Museo Britá- nico, realmente tenía a Cuba en mente. La represión y la arbitrariedad explican en parte, por supuesto, la continui- dad del sistema. Lo explica algo también la emigración masiva, que ha tenido co- mo consecuencia (y, a veces, por intención oficial) la exportación de la oposi- ción. Estos factores se conocen y se reconocen. Por tanto puede ser más útil recordar otros que son menos populares entre los enemigos del actual gobierno de Cuba. En Cuba se desarrolló una genuina revolución social en 1959 y en los años posteriores. Como ocurre en toda revolución, este proceso desgarró la vida so- cial, política, y económica de la nación. Para millones de cubanos que participa- ron en, y apoyaron, ese proceso, esa fue “nuestra revolución”. 2 No fue para ellos meramente un proyecto de Fidel, ni un proyecto comunista, ni un golpe de Esta- do. Fue realmente una epopeya nacional en la que muchos pensaron que habí- an, por fin, tomado en sus manos, colectivamente, las riendas del futuro del país. Para muchas de estas personas, hoy por lo general mayores de cincuenta años, los errores cometidos en el transcurso de los años no son sencillamente de Fidel sino de todos. Compartieron los logros y los fracasos, los extremismos y las exal- taciones. Retienen una deuda moral con algo que fue la “revolución cubana.” Y retienen también una deuda moral con Fidel Castro. Comparándole con la gran mayoría de los actuales jefes de Estado y de go- bierno, Fidel Castro se parece a Blancanieves entre múltiples enanos. Fidel Cas- tro ha sido el líder político de mayor peso en la historia de Cuba, y ha logrado formar, moldear, exaltar, dirigir, controlar, reprimir, motivar, y, sobre todo, go- bernar a ese pueblo ya por un largo tiempo. Aún en el ocaso de su vida persiste como un factor clave en la continuidad del régimen político. 10 J ORGE I. D OMÍNGUEZ encuentro 2 En honor a la verdad, esta nunca fue mi posición.También ha tenido importancia el prestigio invidividual de miembros del partido comunista, aun cuando el partido como institución parece carecer de respaldo o de respeto. El proceso de selección de miembros del partido comu- nista ha sido imperfecto, y a veces corrupto. Sin embargo, muchos de los miem- bros del partido a través de los años sí han cumplido los requisitos formales de membresía: buenos trabajadores, buenos vecinos, buenos padres de familia, bue- nos amigos. A pesar de las dudas que tengan, o de los deseos de profundos cam- bios que ellos mismos alberguen in pectore, su continuada afiliación al partido constituye un vínculo más entre la ciudadanía y el poder. Cuba ha tenido un pueblo heroico. Su heroicidad se ha manifestado de diver- sas formas, una de ellas, por supuesto, en los campos de batalla en Angola y Etio- pía. Es menester recordar que los miles de soldados que lucharon con eficacia y coraje en las sabanas de Angola y en las estepas de Etiopía no fueron búlgaros o polacos; fueron cubanos. Es preciso también recordar que, durante la Guerra Fría, la Unión Soviética, en última instancia, tuvo solamente un aliado confiable –Cuba. Cuba fue el único país comunista capaz de enviar reiteradamente cientos de miles de soldados a través de un océano para defender propósitos cuya relación con la defensa de los intereses de la nación, y con la protección del territorio na- cional, eran difíciles de justificar y aún más de explicar. En relación a su pobla- ción, Cuba mantuvo en suelo africano una proporción superior a la de Estados Unidos en Vietnam en el año largo de su aporte militar a esa guerra (1968). Lo que Estados Unidos pudo sostener solamente durante un año, Cuba lo logró du- rante quince años. Las tropas cubanas en suelo africano lograron tres veces lo que los norteamericanos no pudieron hacer en Vietnam, y lo que los soviéticos no pudieron hacer en Afganistán. Los cubanos ganaron. Este ha sido un pueblo heroico más allá de lo estrictamente militar. Ha sido heroico también en términos de su experiencia cotidiana como nación, de sus sacrificios y de sus luchas en el quehacer laboral, en el desarollo diario de la vida en un contexto tan difícil particularmente durante los años 90. Y este pueblo de- rivó su heroicidad de su compromiso con “su” revolución. La continuidad del sistema político cubano depende también de ciertos te- mores. Uno sigue siendo la hostil relación con Estados Unidos. Sin exagerar las consecuencias sobre Cuba de las políticas del gobierno norteamericano hacia el país, es cierto que la intención de esa política es que, por ejemplo, Cuba no pue- da importar alimentos. Asimismo, cuando Estados Unidos invade Panamá en 1989 y Haití en 1994 por buenas (y malas) razones, no es imposible pensar en una acción similar en un futuro de Cuba. Se requiere mucha fe, más fe de la que se puede esperar en estos casos, para creer que todas las intenciones, medidas, comportamientos y consecuencias de la futura política norteamericana hacia Cu- ba serían benignas y beneficiosas. El temor a Estados Unidos todavía permite, por tanto, la movilización de muchos en torno a los símbolos patrios. Otro temor se relaciona con Miami. Si Cuba se encuentra económicamente en sus rodillas, Miami se manifiesta triunfal, y a la espera de triunfos mayores. En un paso de magistral estupidez política si lo que se busca es facilitar un cambio profundo en Cuba, algunos dirigentes de la derecha política cubana en Miami 11 La transición política en Cuba encuentro J ORGE I. D OMÍNGUEZ 12 encuentro insistieron en promover y apoyar un proyecto de ley en el Congreso de Estados Unidos, bajo los auspicios del senador Jesse Helms y el representante Dan Bur- ton, que resaltaba la importancia y valor supremo de las propiedades de ciudada- nos cubanos confiscadas por el gobierno de Cuba después de 1959. Este proyecto de ley facilitó así que la “dirigencia nacional” en Cuba desarrollara el argumento de que Estados Unidos se refería a la democracia, pero realmente buscaba la de- fensa de los intereses de los antiguos propietarios; facilitó también que cubanos humildes temieran aún más que podrían sufrir del revanchismo miamense, o, por lo menos, sufrir el deshaucio si hubiera un cambio de régimen político. El post-socialismo podría ser aún peor, han pensado algunos, reflexionando sobre la experiencia de muchos en la ex-Unión Soviética, y alertados ante esa posibili- dad por la ley Helms-Burton. Por último, es útil recordar que el mismo mercado ilegal ha contribuido a re- solver muchos de los problemas de supervivencia cotidiana. Alivia el peso de la crisis. Y, por tanto, el repliegue represivo sobre este mercado ilegal se debe en- tender, en parte, como un cálculo racional del gobierno. La ilegalidad “salva al socialismo”. C ONCLUSIÓN La transición política ya comenzó, no como un deseo de Fidel Castro, no como la preferencia de quienes ejercen el poder en Cuba, sino como el resultado de un mundo que ya él y ellos no pueden controlar. No cambia, por supuesto, la in- tención de retener el poder a toda costa, lo que incluye la disposición de pactar con el diablo aunque se llame Bill Clinton. Persiste el intento de controlar los procesos electorales, de seguir censurando la información, de ejercer un poder arbitrario, recurriendo cuando lo estimen útil a la represión y a la prisión políti- cas. Y persisten también factores de apoyo y de temor al cambio que demoran y dilatan la transición política. Esta transición política apunta hacia un nuevo amanecer. En marzo de 1994 visité La Habana brevemente. Caminando por La Habana vieja vi un letrero gi- gantesco que, en letras rojas de molde, decía: AMANECERDEVICTORIA . Intenté ima- ginarme a qué victoria de ese pueblo heroico se refería. Pudo referirse a muchas victorias de un pueblo que se sacrificó y luchó en muchos casos con éxito y hon- ra. Ese letrero reflejaba el orgullo nacional en esas victorias, así como el orgullo individual de su anónimo redactor. Pero el letrero estaba inscrito en la única pa- red que quedaba en pie de un elegante edificio que se había derrumbado. En el medio de los escombros, un hombre comenzaba la reconstrucción. Recordemos, pues, la tragedia de esa nación, la fe en ese futuro de posible re- construcción, y la voluntad de muchos de intentar reconstruir un país con un fu- turo tan difícil y triste. La historia de ese futuro ya comenzó, y promete también otro nuevo amanecer de victoria.13 TEXTUAL encuentro Documento de la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba L A I GLESIA C ATÓLICAEN C UBAACABADECELE - brar, con resultados muy positivos y prometedo- res, su Segundo Encuentro Nacional Eclesial. El paso del tiempo, diez años desde que tuvo lugar nuestro Primer Encuentro, ha per- mitido verificar el valor de signo y la riqueza de contenidos de aquella reunión, cuyo docu- mento final tiene plena vigencia, tanto en sus enfoques pastorales, como en lo referente a las relaciones entre fe y cultura y a la presen- cia y acción de la Iglesia en medio de la Na- ción Cubana, de la cual forma parte. El diálogo que postulaba aquel Primer En- cuentro Eclesial sigue siendo una aspiración de la Iglesia en Cuba en sus relaciones con el Estado y, además, en las relaciones de todos los cubanos entre sí, sean o no cristianos o cre- yentes en Dios y estén dentro o fuera del país. Este Segundo Encuentro asumió válida- mente todo lo expresado en el Encuentro del año 1986 con relación al diálogo. Ese llama- miento a la interrelación respetuosa, madura y responsable se halla implícito en las mismas prioridades elegidas por la asamblea, sobre todo, en la que propone un proyecto de humani- dad solidaria que reconcilie a las personas entre sí en el seno de nuestro pueblo, y se fundamenta en un proyecto de anuncio de la persona y del mensaje de Cristo que reconcilie al hombre con Dios. La noción de diálogo es reasumida así por el Segundo Encuentro Nacional Eclesial, con una connotación particular, en el término re- conciliación , que es más que convocar al diálo- go, pues, quienes responden a este llamado, deben superar no sólo prejuicios o simples distanciamientos, sino heridas, algunas muy profundas, que marcan de diversos modos nuestra historia nacional y la vida personal y familiar de muchos hermanos nuestros. Los Obispos cubanos conocemos bien el poder inspirador de la fe cristiana para acep- tar y transitar los caminos escarpados de la re- conciliación, pero constatamos cómo, entre algunos cristianos, se da un rechazo, a menu- do explícito y en plena contradicción con el mismo Evangelio y con la mejor tradición cris- tiana, de cualquier propuesta reconciliadora para nuestro pueblo. Nos extraña menos que se produzca este rechazo, a veces radical, en quienes no profesan nuestra fe. En compensa- ción hallamos, entre algunos de estos últimos, verdaderas actitudes, y aún gestos, que tien- den a fomentar la reconciliación. Ello resulta de veras alentador en nuestros esfuerzos. Cuando la Iglesia en Cuba se propone, dentro de su misión profética, coadyuvar a la promoción del cubano en su persona, dentro de su medio, convocándolo a la reconcilia- ción, está haciendo una opción decisiva para esta hora de nuestra historia y para construir el futuro inmediato y lejano de nuestra Patria. Somos conscientes de lo singular de nues- tra postura por el mismo hecho de estar apo- yada en las más duras exigencias del Evangelio de Jesucristo: Ustedes oyeron que fue dicho: Ama- rás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo, pero yo les digo: amen a sus enemigos y oren por quienes los persiguen a ustedes.(Mt 5, 43-44). Sin embargo, los Obispos estamos persuadidos de que éste es el sentir de la Iglesia en Cuba, de los sacer- dotes, diáconos, religiosos, religiosas y laicos católicos y de gran parte de nuestro pueblo,14 TEXTUAL encuentro tal y como lo ha expresado el Segundo En- cuentro Nacional Eclesial y según lo señalado por la Comisión Episcopal Justicia y Paz. Consecuentemente queremos fijar nues- tra mirada como Iglesia en dos hechos dolo- rosos que gravitaron sobre todos y cada uno de los participantes en nuestro Segundo En- cuentro: la no autorización de la reunión que se habían propuesto los diversos grupos de distinto pensamiento político integrados en Concilio Cubano, con la subsiguiente deten- ción o prisión de muchos de sus participan- tes, y el derribo de dos pequeños aviones pro- cedentes de Estados Unidos. Esta última acción es más lamentable aún, porque inclu- yó la muerte de cuatro ocupantes de las naves aéreas. Sobre este triste incidente no pretendemos hacer un análisis jurídico ni político, pero, con sentido humano y cristiano pensamos que, aunque las repetidas incursiones aéreas fueran imprudentes y hubieran exacerbado los áni- mos, la respuesta fue desmesurada y violenta y sus efectos demoledores para quienes susten- tan la moderación como vía de solución a las crisis y, en el caso de nuestra Iglesia en Cuba, la reconciliación entre los cubanos todos, in- cluyendo a los que viven en el extranjero. La deploración de lo acontecido con la frustrada reunión de Concilio Cubano y sus participantes no emana tampoco de ninguna consideración política, sino de nuestra preo- cupación de pastores de la Iglesia, que no he- mos cesado de proponer la concertación y el diálogo como camino de reconciliación para nuestro pueblo. El bien común de la Nación se alcanza con la participación de todos. El aporte de diversas ideas e iniciativas constitu- ye una riqueza y es un derecho reconocido a todo ciudadano. En este andar penoso hacia la verdadera reconciliación, que la Iglesia Católica desea y promueve entre todos los cubanos, ambos acontecimientos constituyen un nuevo escollo difícil de superar. Porque parecen salir triun- fantes de estas situaciones las posturas más in- transigentes, sea en Cuba, sea en los Estados Unidos de América, incluyendo a cubanos que viven ese país o en otros lugares. Palabras como provocación, bloqueo total, respuesta contundente y todo el viejo vocabulario de la guerra fría, vuelven a ser de uso frecuente. OBISPOSCATÓLICOSDECUBA PosadaPor eso, en momentos de tanta tensión, hicimos los Obispos de Cuba, por medio del Cardenal Jaime Ortega, Presidente de nuestra Conferencia, un llamado a la moderación y a la cordura. En la ceremonia de recordación en alta mar de los pilotos trágicamente desa- parecidos, todas las partes dieron pruebas de sensatez. ¿Será necesario alcanzar la ecuani- midad sólo cuando nos vemos inmersos en la catástrofe y afligidos por la pena? Hay mu- chas cosas que podían haberse alcanzado an- tes, evitando tantos sufrimientos si hubiera primado el buen sentido. Pero, si como consecuencia de aquel sen- sible acontecimiento triunfa la confrontación y la lógica de la escalada violenta y, aprobada ya en los Estados Unidos de Norteamérica, la ley Helms-Burton, se aumenta el cerco a Cu- ba con otras medidas que afectan directa o in- directamente a nuestro pueblo, esto equival- drá a alejar las probabilidades de hallar medios pacíficos que lleven a la reconcilia- ción de todos los cubanos. Así las fuerzas de la Paz quedarían derrotadas. Por esto y por los riesgos de acrecentar los sufrimientos del pueblo cubano, los Obispos de Cuba reitera- mos nuestro rechazo a cualquier recrudeci- miento de las medidas económicas contra nuestro país. Además, hacemos un llamado a los que tienen altas responsabilidades en el Gobierno de Cuba y en el de los Estados Uni- dos para que no abandonen vías alternativas a la rigidez o a la violencia y en este sentido nos dirigimos también a nuestros hermanos cuba- nos que viven fuera de la Patria. En todo lo expuesto sabemos que, por no coincidir exactamente con las políticas de unos u otros, podemos resultar incomprendi- dos por quienes tienen poder de decisión o de influjo, pero la Iglesia no puede alinearse sim- plemente a políticas de gobierno o a corrien- tes de opinión cuando se trata de actuar según la verdad y en plena fidelidad a la misión que Jesucristo le ha confiado: ser fermento de uni- dad y de paz en medio del mundo. Si conside- ramos el sufrimiento de nuestro pueblo y si te- nemos en cuenta la solidaridad cristiana de la Iglesia Católica en América Latina y el Caribe, Canadá y Estados Unidos y, sobre todo, nues- tra total comunión con el Papa Juan Pablo II , cuyo magisterio siempre nos ha iluminado, te- nemos la certeza de no estar solos cuando ha- blamos el lenguaje evangélico del amor. A la comunidad de Naciones Latinoameri- canas, a Canadá y a los países de la Unión Eu- ropea les pedimos que contribuyan con su es- fuerzo para que la ponderación y el equilibrio puedan abrir paso a relaciones fundadas en la justicia, el respeto y la paz. Debe haber tam- bién una acción común que evite nuevas tra- gedias, llame a la cordura y haga posible vías justas de reconciliación para todo el pueblo cubano. Favorecer el camino de la reconciliación, con participación activa de todos los implicados e interesados, dentro y fuera de nuestro país, nos pa- rece ser la única oportunidad posible para el futuro de la nación cubana. Rogamos a Dios, por intercesión de la Vir- gen María de la Caridad, que disponga los co- razones de quienes reciban este llamado para que sea acogido en su justa medida, como una súplica por la armonía y la paz del pue- blo de Cuba. El Cobre, 12 de marzo de 1996. 15 TEXTUAL encuentro + J AIME Cardenal Ortega, Arzobispo de La Habana, Presidente de la COCC. + P EDRO , Arzobispo de Santiago de Cuba. + A DOLFO , Obispo de Camagüey. + H ÉCTOR L UIS , Obispo de Holguín. + F ERNANDO , Obispo de Santa Clara. + J OSÉ S IRO , Obispo de Pinar del Río. + M ARIANO , Obispo de Matanzas. + E MILIO , Obispo de Cienfuegos. + M ARIO , Obispo de Ciego de Ávila. + D IONISIO , Obispo de Bayamo-Manzanillo. + A LFREDO , Obispo Auxiliar de La Habana. + C ARLOS , Obispo Auxiliar de La Habana. Documento de la Conferencia de Obispos Católicos de CubaConclusiones y recomendaciones del Informe sobre la situación de los derechos humanos en Cuba, presentado por el Relator Especial, Sr. Carl-Johan Groth, en el 52º período de sesiones de la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas celebrado en Ginebra en el mes de abril de 1996 16 TEXTUAL encuentro 76. L APERSISTENCIADELASVIOLACIONESDELOS derechos humanos durante 1995 obliga al Re- lator Especial a reiterar, básicamente, las mis- mas recomendaciones al Gobierno de Cuba que el año anterior. Se trata de medidas que mejorarían sustancialmente la situación de los derechos humanos y que, en muchos ca- sos, requieren decisiones puramente adminis- trativas: a) Cesar en la persecución y castigo de los ciudadanos por motivos vinculados al ejerci- cio de la libertad de expresión y asociación pacíficas. b) Adoptar con sentido de urgencia medi- das destinadas a poner en libertad sin condi- ciones a todas aquellas personas que cumplen condenas por delitos contra la seguridad del Estado y otros conexos, así como por intentar abandonar el país de manera irregular. c) Permitir la legalización de grupos inde- pendientes, en particular los que intentan de- sempeñar actividades en el ámbito político, sindical, profesional o de derechos humanos, dándoles la posibilidad de actuar dentro del marco de la ley, pero sin injerencias indebidas por parte de los poderes públicos. d) Ratificar los principales instrumentos de derechos humanos de los que Cuba toda- vía no es parte, en particular el Pacto Interna- cional de Derechos Civiles y Políticos y sus dos Protocolos Facultativos (el primero sobre comunicaciones individuales y el segundo destinado a abolir la pena de muerte), así co- mo el Pacto Internacional de Derechos Eco- nómicos, Sociales y Culturales. e) Eliminar de la legislación penal figuras delictivas con arreglo a las cuales los ciudada- nos pueden ser procesados por ejercer su de- recho a la libertad de expresión y asociación, tales como propaganda enemiga, asociación ilícita, clandestinidad de impresos, etc.; así co- mo limitar el uso de otras que, aunque en sí no tengan este objetivo pueden, en la prácti- ca, ser utilizadas de manera tal que produzcan los mismos efectos, como por ejemplo, el deli- to de rebelión. f) Revisar en profundidad las disposicio- nes legales sobre el estado de peligrosidad y las medidas de seguridad, con el fin de elimi- nar los aspectos susceptibles de lesionar los derechos y libertades individuales. g) Eliminar de la legislación todas aque- llas disposiciones que implican discrimina- ción entre los ciudadanos por motivos políti- cos, en particular en los ámbitos laboral y educativo, así como la adopción de medidas dirigidas a reparar en lo posible excesos co- metidos en este sentido en el pasado, tales co- mo la reintegración en sus anteriores puestos de trabajo a personas que fueron expulsados de ellos. h) Eliminar las disposiciones legales que se oponen a que los ciudadanos cubanos pue- dan ejercer su derecho a entrar o salir del paíslibremente sin necesidad de au- torizaciones administrativas pre- vias. Ello conlleva igualmente el que cese la discriminación de fac- to respecto a personas que han intentado establecerse en el ex- tranjero y que, al no haberlo lo- grado, han sido repatriadas. En cuanto a las personas de origen cubano residentes en el extranje- ro, especialmente aquellas que detentan la nacionalidad cubana, deberían gozar de este mismo derecho una vez cumplidos re- quisitos administrativos mínimos. i) Reformar la legislación procesal con miras a asegurar que las garantías del debido pro- ceso, incluida la independencia del poder judicial, son adecuada- mente salvaguardadas, de confor- midad con lo establecido en los instrumentos internacionales. Es- ta reforma debe, en particular, incluir medidas que hagan posi- ble el acceso libre y efectivo a la asistencia letrada de todo proce- sado, incluido en los procesos por delitos contra la seguridad del Estado, asistencia que deberá ser proporcionada por abogados que ejerzan su profesión de ma- nera totalmente independiente. También de garantizarse la igualdad de armas entre acusa- ción y defensa en los procesos de este tipo. j) Investigar exhaustivamente los inciden- tes que rodearon el hundimiento del remol- cador 13 de Marzoy la muerte de un número elevado de personas, con el objeto de sancio- nar a los responsables y de otorgar compensa- ción a los familiares de las víctimas. k) Aplicar medidas de mayor transparen- cia y garantías en el sistema penitenciario, con el fin de evitar incidentes de excesiva vio- lencia y sufrimiento físico y psíquico en la po- blación penal. En este sentido, constituiría un logro sustancial la renovación del Acuerdo con el Comité Internacional de la Cruz Roja, así como permitir el acceso a las prisiones por parte de organizaciones no gubernamentales con fines humanitarios. l) Permitir, con más frecuencia, el acceso al país a las organizaciones no gubernamenta- les de derechos humanos que trabajan en el ámbito internacional, con el objeto de que puedan evaluar la situación de derechos hu- manos y brindar su competencia y colabora- ción para lograr mejoras. 17 TEXTUAL encuentro Informe sobre la situación de los derechos humanos en Cuba Lázaro JordanaNext >