< Previous8 CUBAENLADÉCADADELOS 90 J ORGE I. D OMÍNGUEZ encuentro capacidad de consumar sus deseos. Ahí radica el inicio del cambio de un régi- men hacia otro. En un régimen autoritario como el que comienza a surgir en Cuba, las per- sonas adquieren un margen de autonomía frente al Estado a pesar de los deseos de éste de impedirlo. Con frecuencia florecen la fe y la participación religiosa, y se amplían los radios de acción de una sociedad civil relativamente indepen- diente del poder oficial, aunque la oficialidad se esmere en dificultarlo. Emer- gen grupos y partidos de oposición que la Seguridad del Estado (o su equiva- lente) golpea e intenta (pero fracasa) lograr su desaparición; de ese intento represivo surge, sin embargo, más prisión política, más violencia, y más inesta- bilidad. Se desarrollan diversas formas de propiedad privada, inclusive la inver- sión extranjera y, como en muchos países de América Latina, crecen extraordi- nariamente las micro-empresas privadas, muchas al margen de la ley. Carece de importancia la ideología oficial; puede existir, pero cada vez menos creen en ella. La capacidad del Estado de organizar, movilizar, y controlar la participa- ción política es débil o, cuando subsiste, va en decadencia. Cuba hoy comienza a aproximarse a este tipo de régimen autoritario, aunque la transición sigue siendo incompleta porque la ambición totalitaria de quienes la gobiernan con- tinúa ejerciendo peso. Ese legado de ambición totalitaria, y de cada vez más de- fectuosa capacidad totalitaria, distingue al actual régimen cubano de otras ex- periencias autoritarias en América Latina y lo asemeja a algunos regímenes políticos en Europa Oriental antes de los grandes cambios de 1989. Al considerar que el régimen político cubano transita hacia tal autoritaris- mo, difiero de quienes aseveran que nada fundamental ha cambiado, aunque coincido con quienes insisten en que Cuba carece de un régimen político de- mocrático, entendiendo que éste, como mínimo, implica una organización del poder político que depende de elecciones libres y competitivas, con alta participación electoral, bajo un régimen constitucional que formalice los pro- cedimientos del Estado y que respete los derechos ciudadanos, y con un go- bierno responsable frente a, y derogable por, el electorado. Es menester precisar que algunos de los cambios que han ocurrido bajo es- te nuevo régimen político se deben a las decisiones voluntariamente adopta- das por la dirigencia del gobierno y del partido en Cuba. Muchos de los cam- bios más importantes, sin embargo, resultan de un proceso que ha adquirido su dinámica propia; no se explican en función de la intención deseada por quienes detentan el poder político nacional. Se trata, por tanto, de compren- der un proceso político en el cual se combinan los deseos de algunos, las pe- nas de muchos, y las circunstancias del devenir social, económico, y político cubano en los 90. En estas páginas, se presenta una descripción del cambio político en Cuba hacia un autoritarismo a través de una comparación somera entre las caracterís- ticas de este nuevo régimen con sus antecesores. A partir de 1959, podemos identificar por lo menos dos regímenes políticos anteriores al actual. El prime- ro marcó por lo general a la década de los 60, y lo llamaré “revolucionario.”Fue el que más se aproximó a un sistema totalitario: altos niveles de movilización9 CUBAENLADÉCADADELOS 90 ¿Comienza una transición hacia el autoritarismo en Cuba? encuentro participativa controlados por la más alta dirigencia oficial; consolidación de una ideología oficial que llega a su momento culminante durante la “ofensiva revolucionaria” de 1968; carencia de instituciones capaces de representar los intereses autónomos de la sociedad civil, incluyendo su heterogeneidad; altos niveles de represión frente a toda oposición; débiles mecanismos burocráticos de diseño, ejecución, y control de políticas del Estado; virtual prohibición de la propiedad productiva no estatal, aparte de un pequeño sector agrícola; po- der político monolítico y personalizado en manos de Fidel Castro y las inci- pientes entidades del partido comunista. El segundo régimen político comenzó a surgir a comienzos de los 70, y le llamaré “burocrático-socialista.” Este segundo régimen político no desplazó del todo al primero (así como el más novedoso, “autoritario,” retiene legados de sus antepasados). Se caracterizó por el desarrollo de una mejor capacidad burocrática de diseño, ejecución, y control de las políticas del Estado, y por una burocratización de los mecanismos políticos v.g., un partido comunista relativamente bien organizado, con una vida interna propia, y un eficaz y am- plio control de las organizaciones de masas. Hubo un intento serio, aunque fallido, de institucionalización. Se reduce el papel cotidiano del Presidente Fi- del Castro, quien concentra su energía en la dirección de las relaciones inter- nacionales y de la participación cubana en las guerras en África. Decaen pero no desaparecen el fervor participativo, la fe ideológica, y el peso de la repre- sión; se reduce sensiblemente el número de presos políticos. Continúa el Esta- do impidiendo el desarrollo de la propiedad privada sobre los medios de pro- ducción y servicios, así como se impide la autonomización de la sociedad civil. Se puede, por supuesto, distinguir las modalidades del régimen político cubano con más detalle, pero esta organización tripartita recoge los rasgos esenciales. Pasemos ahora a analizar las características del régimen político autoritario que nace en Cuba, muy lentamente, pero nace en los 90. DESIDEOLOGIZACIÓN La modificación del texto constitucional en 1992 señala el abandono formal de ciertos conceptos ideológicos centrales en la organización del Estado cuba- no. Busca la nueva constitución ser tan cubana como las palmas y, por tanto, suprime las referencias a la desaparecida Unión Soviética, deja de ser atea, y se aleja de la lucha clases. El Preámbulo de la Constitución de 1976 señalaba que Cuba se guiaba por la victoriosa doctrina del Marxismo-Leninismo; en el Preámbulo de la de 1992, se inserta una cita a José Martí. En 1976, el Partido Comunista, según el Artículo 5, era la vanguardia de la clase obrera; en 1992, es la vanguardia de la nación cubana. El documento de discusión con vista al V Congreso del Partido Comunista de Cuba 2 también soslaya los temas Marxista-Leninistas y hace hincapié en el 2 Con gran sentido del humor, se llama “Proyecto: El partido de la unidad, la democracia, y los derechos humanos que defendemos,” Granma internacional(27 de mayo de 1997).10 CUBAENLADÉCADADELOS 90 J ORGE I. D OMÍNGUEZ encuentro nacionalismo, el conflicto con el gobierno de Estados Unidos, y los procesos y “logros históricos” asociados con la Revolución con “R” mayúscula. Ausente –aunque no del todo– de estos documentos y de los discursos más frecuentes de la dirigencia del gobierno y del partido están otros temas revo- lucionarios pero mucho más criollos: el hombre nuevo, el trabajo voluntario, el internacionalismo combatiente. En los reiterados intentos de explicar cómo justificar las nuevas medidas económicas adoptadas en los 90 dentro del marco de un régimen político inalterable, predomina la confusión y un estilo de redacción abrumado por la incoherencia. El “Informe del Buró Político,” leído por el General del Ejérci- to Raúl Castro el 23 de Marzo de 1996, es un buen ejemplo. 3 Cita y defiende el documento las medidas económicas autorizadas en los 90, y cita igualmente muchos resultados nocivos –desde la perspectiva ideológica tradicional del partido– que se desprenden de esas mismas medidas, sin resolver esta contra- dicción. Parece ser un texto redactado por una comisión que carece de cabe- za pensante. Durante los 60, una gran parte de la población, y su alta dirigencia, expre- saban, vivían, y creían en la nueva ideología revolucionaria. Los conceptos del “hombre nuevo” o del “trabajo voluntario” –si bien fueron en muchos casos motivos de tergiversación, abuso del poder, y coerción– calaron con profundi- dad en la experiencia colectiva y personal de muchos cubanos. A partir de 1970, hubo un intento consciente, detallado, y pormenorizado de adaptar las instituciones cubanas, y los valores oficiales del Estado y del partido, a los con- ceptos Marxista-Leninistas. En comparación con esas experiencias, la Cuba de los 90 es relativamente desideologizada, como es de esperarse en un régimen autoritario. Quizás el cambio más fundamental, sin embargo, es la desaparición de la fe en que la marcha de la historia acompaña al actual régimen político. El proceso revolucionario en los 50 y los 60 se fundó, en parte, en una fe absolu- ta en que la nación había tomado en sus manos las riendas de su historia. El Marxismo-Leninismo añadió la confianza de que Cuba marchaba por un buen camino para lograr un futuro mejor. Hoy esa fe histórica ha desapareci- do, reemplazada por el temor, la esperanza, y la duda. El actual régimen polí- tico depende tanto de la persona de Fidel Castro que su futuro se identifica, quizás más que nunca, con su supervivencia biológica. Esta pérdida de fe rom- pe las bases ideológicas del antiguo régimen. LASFUERZASARMADAS : CAMBIODEPAPEL Las Fuerzas Armadas Revolucionarias ( FAR ) tuvieron su primera experiencia de combate frente a un enemigo externo en abril de 1961, luchando contra la fuerza invasora de cubanos, auspiciada por Estados Unidos, que desembarca en Playa Girón. En 1963, las FAR participan del lado Argelino en la guerra de 3 Granma, 27 de marzo de 1996.11 CUBAENLADÉCADADELOS 90 ¿Comienza una transición hacia el autoritarismo en Cuba? encuentro Argelia frente a Marruecos. Y, en distintas ocasiones durante los 60, oficiales de las FAR participaron en diversos procesos revolucionarios en América Lati- na –particularmente en Venezuela– y en el África portuguesa. El internacionalismo, como valor personal y profesional, llegó a su apoteo- sis en los 70 y 80. Las FAR , la burocracia más eficiente –junto a la Seguridad del Estado– construída por el régimen político cubano, opera en suelos aje- nos con gran éxito. Sus victorias en Angola (1975-76 y 1987-88) y Etiopía (1977-88) fueron notables e impresionantes a nivel mundial. Las FAR ganaron las tres guerras en las que participaron, distinguiéndose así de los ejércitos de los Estados Unidos y la Unión Soviética que, respectivamente, perdieron las guerras en Vietnam y Afganistan. Además, con la derrota de los movimientos contrarrevolucionarios hacia fines de 1965, las FAR se desprenden plenamente de la obligación y del riesgo de tener que defender con las armas al gobierno frente a algún segmento del pueblo cubano. En los 90, las FAR son sólo una sombra de su pasado heroico. Ya no hay mi- siones internacionalistas idóneas para una organización militar. Los equipos y armamentos de guerra envejecen, carecen de mantenimiento apropiado, y se rompen sin fácil reparación por la escasez y el costo de las piezas de repuesto. El tamaño de las FAR se ha achicado notablemente, y se ha reducido su presu- puesto. 4 En el verano de 1994, las protestas y disturbios en la ciudad de La Habana despiertan la posibilidad y el temor de que unidades de las FAR reciban la or- den de disparar contra una masa de cubanos. Durante esas mismas semanas, el General Raúl Castro juega un papel central en la organización de reunio- nes del partido que desembocan en la decisión de autorizar los llamados mer- cados agropecuarios –la resurrección de un procedimiento muy similar al mercado libre campesino suprimido en 1986 por orden personal de Fidel Cas- tro. Como señaló Raúl Castro con escueta elocuencia, “Hoy [septiembre de 1994] el problema político, militar e ideológico de este país es buscar comida.” 5 Y, mientras más comida, más innecesaria e impensable será una or- den a las FAR de que dispare contra un grupo de civiles. Las FAR en los 90 carecen de las misiones profesionales que marcaron sus treinta años anteriores. Hoy se preocupan principalmente por la legitimidad y eficiencia de un régimen político debilitado, y en esta nueva función se pare- cen mucho más a los militares de cualquier país Latinoamericano, sin duda a los autoritarios. Muy similar a otras experiencias autoritarias en América Latina ha sido la transformación de militares en empresarios. El crecimiento de “Sociedades Anó- nimas”, que dan empleo, entre otros, a ex-militares, es un fenómeno novedoso 4 P HYLLIS G REENE W ALKER , “Cuba’s Revolutionary Armed Forces: Adapting in the New Environ- ment,” Cuban Studies 26 (1996): 61-74. 5 L UIS B ÁEZ , “Entrevista a Raúl Castro,”Los Trabajadores, 19 de septiembre de 1994.12 CUBAENLADÉCADADELOS 90 J ORGE I. D OMÍNGUEZ encuentro de la Cuba de los 90 con características similares a la experiencia autoritaria Latinoamericana. Allá son empresas del Estado; en Cuba, empresas turísticas como “Gaviota,” emplean a militares por diversas razones, sin excluir la antici- pación de una posible y eventual privatización. Estas nuevas empresas que emplean a militares se distinguen de las empre- sas propias de las FAR o de las actividades económicas del Ejército Juvenil del Trabajo; éstas últimas son típicas de la evolución organizativa de las FAR desde los 60, contribuyen a la economía nacional y proveen ciertas necesidades ma- teriales de las FAR sin afán de lucro personal. Por el contrario, las nuevas em- presas de ex-militares en los 90 son empresas con fines de lucro personal. DESINSTITUCIONALIZACIÓN El régimen político cubano nunca adquirió altos niveles de institucionaliza- ción. Sin embargo, sobre todo en los 70 y de cierta manera también en los 80 hubo un intento serio de ordenar y formalizar los procedimientos de las insti- tuciones del partido y del Estado, y hacer lo posible por cumplir sus propias reglas. La expresión entonces de moda fue la “legalidad socialista.” Los congresos del partido se reunían quinquenalmente; los Plenos del Par- tido se reunían semestralmente. La Asamblea Nacional fielmente se congrega- ba en julio y en diciembre. Las elecciones para la Asamblea Nacional se cele- braban cada seis años. En los 90, estas actividades se celebran más bien cuando convengan. Tanto el cuarto como el quinto congreso del partido se retrasaron un año. La Asamblea Nacional ya carece de fecha fija para su reu- nión a mediados de año. Las elecciones para la Asamblea Nacional que debe- rían haberse celebrado en 1992 se postegaron hasta 1993. Y en los 90 sólo lle- garon a celebrarse la mitad de los Plenos del Partido que correspondían. Por supuesto, el principal elemento de falta de institucionalización ha sido la personalización del poder supremo en manos de Fidel Castro. Así ocurrió en los años formativos del régimen político revolucionario. A partir de 1970, Fidel Castro retuvo el papel político fundamental en el régimen pero delegó muchas tareas administrativas, y algunas importantes decisiones, a otras perso- nalidades. Se especializó en el manejo de las relaciones internacionales de Cuba, siempre importantes, y más aún cuando decenas de miles de tropas cu- banas cumplían su cometido en otras latitudes. En los 90, se observa una nue- va centralización del poder en manos de Fidel Castro. Estos cambios son consistentes tanto con un retorno a los años revolucio- narios como con un régimen autoritario –este último depende principalmen- te de una gran figura y posee instituciones débiles. De por sí, no podemos dis- tinguir entre estas opciones pero, conjuntamente con los otros cambios que se presentan, es evidente que son parte del síndrome autoritario. PÉRDIDADELPODERDELESTADO Decir que el Estado cubano era fuerte tanto en los 60 como en las décadas posteriores es quedarse corto. Nunca en la historia de Cuba, y nunca por tan- to tiempo en la experiencia Latinoamericana ha sido tan poderoso un Estado13 CUBAENLADÉCADADELOS 90 ¿Comienza una transición hacia el autoritarismo en Cuba? encuentro nacional. El Estado cubano en los 90 sigue siendo extraordinariamente podero- so pero, en comparación con su propia historia, se ha debilitado notablemente. Hoy el Estado es incapaz de controlar la vida económica de los cubanos tal y como había sido su costumbre durante tantos años. La existencia, y sobre to- do la ampliación desmedida, del mercado ilegal o mercado negro es un dato clave. La autorización y la eventual ampliación del trabajo por cuenta propia representa una concesión gubernamental importante al proceso de debilita- miento de los controles económicos del Estado, aunque ese trabajo esté some- tido a altas tasas de impuestos y otras regulaciones. El crecimiento del trabajo por cuenta propia al margen de la ley –en parte para evadir esos impuestos y regulaciones– es otro fenómeno igualmente importante. La decisión en 1997 de autorizar el alquiler de apartamentos es otro ejemplo de la pérdida del control económico del Estado. El Estado había prohibido esos alquileres, pe- ro ahora los permite porque resultó ser incapaz de impedir el auge de un pro- ceso ilegal de alquileres, aunque intente regularlos y fiscalizarlos. En muchos de estos casos, inclusive éste último, se observan simultáneamente la continui- dad del deseo oficial de controlar lo más posible, conjuntamente con el reco- nocimiento de que el Estado ya es incapaz de retener el control que indiscuti- blemente tuvo en décadas anteriores. El desarrollo de una “segunda economía,” 6 legal e ilegal, y principalmente el crecimiento de una economía informal representan un cambio estructural en la relación Estado-sociedad, con amplias consecuencias políticas. PÉRDIDADELTEMORALESTADO El Estado cubano reprimió a sus enemigos sin misericordia durante los 60. Pa- redón, prisión, y exilio son también un legado de esos años revolucionarios. Ningún régimen político Latinoamericano tuvo tantos –y tan lamentables– “éxitos” represivos. Durante los 70, por tanto, era necesario usar una lupa pa- ra encontrar movimientos políticos de oposición al régimen. (Siempre hubo, por supuesto, figuras individuales que mantuvieron su postura disidente.) Durante los 80, y en particular en los 90, ha surgido una oposición organi- zada en Cuba. El gobierno los llama “grupúsculos,” en parte porque desea fervorosamente que sean pequeños y en parte porque, en efecto, lo son. Sin embargo, a través de los años 90 el número de estos grupos ha crecido rápida- mente, así como la participación en ellos. Esta oposición organizada ha sido reprimida reiteradamente. Sus figuras más prominentes han sido encarcela- das, apaleadas, y hostigadas. Una nueva ola de exilios ha sido provocada por esta represión. Sin embargo, persisten estos esfuerzos de estructurar la oposi- ción al régimen. El 10 de octubre de 1995, 140 de estos grupos acordaron fundar una nueva coalición, Concilio Cubano, comprometida con un proceso de cambio pacífico y respetuoso de la Constitución y las leyes. Notable fue el tamaño de la coalición, 6 Ver especialmente J ORGE P ÉREZ -L ÓPEZ ,Cuba’s Second Economy(New Brunswick: Transaction, 1995).14 CUBAENLADÉCADADELOS 90 J ORGE I. D OMÍNGUEZ encuentro el arcoiris de orientaciones ideológicas dentro de un compromiso democrático, y el coraje de sus miembros quienes intentaban ampliar la escasa libertad de aso- ciación vigente en Cuba. El 15 de febrero de 1996 el gobierno prohibió todas las reuniones de Concilio Cubano y encarceló a algunos de sus dirigentes. Estos procesos de oposición política difieren marcadamente de la expe- riencia cubana de las tres décadas anteriores. El evidente debilitamiento de la capacidad del Estado dota de valentía a una oposición latente, mayor y más dispuesta a arriesgarse. Esta pérdida de temor al poder del Estado se deriva en parte del aumento de la presión internacional sobre el gobierno cubano para que respete los derechos humanos, y sobre todo de una fe en que un cambio de régimen ocurrirá eventualmente. En muchos casos, estos movi- mientos de derechos humanos y de oposición representan corrientes de pen- samiento que han adquirido un peso considerable en las esferas intermedias del partido y del gobierno. Esta realidad preocupa a la Seguridad del Estado y a las altas esferas de la dirigencia oficial, por una parte, y por otra también es- timula el crecimiento de la oposición abiertamente organizada. No ha decaído el deseo del Estado de reprimir, pero sí el temor al Estado y a su eficacia. Bajo un régimen autoritario, pueden existir –y existen– autotitu- lados opositores que, pese a terribles dificultades y obstáculos, divulgan sus ideas y propagan sus criterios. El surgimiento de esta oposición, por tanto, es una señal clave del cambio de régimen ya en marcha. Este nivel y tipo de opo- sición habría sido imposible sin un comienzo de transición al autoritarismo. ¿ AUGEDEVIOLENCIA ? La pérdida de poder del Estado, y la pérdida del temor al Estado, nos llevan hacia otra hipótesis: aumenta la violencia tanto criminal como política. En efecto, aunque los niveles de criminalidad violenta en Cuba siguen siendo in- feriores a los vigentes en otros países de América Latina y en países europeos que se rigieron por gobiernos comunistas, la prensa cubana informa con re- gularidad sobre hechos inusitados de crímenes perpetrados por maleantes ar- mados. Si algo controló el gobierno eficazmente por muchos años, fue el ac- ceso a las armas. El auge de la criminalidad violenta, dañino para todos, es de esperarse y, lamentablemente, probablemente seguirá creciendo. 7 Menos evidente es la violencia política. Sin embargo, los disturbios frente al puerto de La Habana el 5 de agosto de 1994 fueron los primeros de tal tipo y magnitud en treinta años. Los motivos para este malestar social, económico, y político ya existían en años anteriores. Demoró algunos años, sin embargo, el que ese malestar latente se transformara en protesta abierta, aunque espon- tánea y carente de organización y dirigencia. Que el gobierno dominara esa protesta rápidamente y con profesionalismo –no se produjo un Tiananmen 7 Ver también discusión sobre el auge del delito en reunión plenaria del IV Congreso del Parti- do. IV Congreso del Partido Comunista de Cuba: Discursos y Documentos(La Habana: Editora Política, 1992), pp. 141-156.15 CUBAENLADÉCADADELOS 90 ¿Comienza una transición hacia el autoritarismo en Cuba? encuentro habanero– no sorprende. La verdadera sorpresa fue la disposición de miles de personas de arriesgarse a confrontar a la policía y a la Seguridad. Bajo un régimen autoritario, aumenta el número de personas dispuestas a confrontar al gobierno. El tamaño, sitio, y la frecuencia de tales protestas va- riará pero su existencia ya no debe sorprender, si bien nos habría sorprendido bajo un régimen revolucionario o burocrático-socialista, cuando estos hechos no ocurrían. Las explosiones (o descubrimientos) de bombas en hoteles y centros turís- ticos a mediados de 1997 no han sido bien explicadas hasta la fecha. Suponga- mos, sin embargo, que la reacción oficial del gobierno refleje los hechos: son la labor de agentes que provienen del extranjero. Bien, pero es la primera vez en treinta años que la Seguridad del Estado es incapaz de impedir estos he- chos. Y sería difícil que agentes provenientes del exterior lograran perpetrar tales crímenes y escapar si carecen de colaboración dentro del país. La criminalidad, el terrorismo, y la protesta política son fenómenos muy distintos. Los dos primeros socavan las bases de convivencia ciudadana y re- presentan no sólo un reto sino una amenaza para cualquier futuro ordenado, preferiblemente democrático, del país. Sin embargo, estos tres fenómenos provienen de una raíz común: el debilitamiento del Estado, típico de un pro- ceso que lleva a Cuba hacia un régimen autoritario. Desde la segunda mitad de los 60, estos hechos no ocurrían. Cuba ha cambiado no porque la dirigen- cia del partido y del gobierno lo desee sino porque ya no lo puede impedir. LASOCIEDADCIVILRESURGE El primer gran paso para ampliar los espacios de la sociedad civil en Cuba lo dio la Iglesia Católica con la convocación y celebración del Encuentro Nacio- nal Eclesial Cubano ( ENEC ) en 1986. La preparación de ese evento requirió la autorización gubernamental, pero la Iglesia tomó la iniciativa, redactó sus propios documentos, y organizó la participación de sus feligreses. A partir de la ENEC , crece la membresía en la Iglesia, se profundiza la calidad de la partici- pación en su vida sacramental, y se libera la voz de sus Obispos para expresar criterios sobre la situación del país. Es posible que los cultos afrocubanos –es difícil saberlo con precisión– cuenten con mayor participación social que la Iglesia Católica, pero la Iglesia posee, sobre todo en comparación a los cultos, una jerarquía y organización muy desarrollada, con recursos y vínculos internacionales. 8 En todo caso, en los 90, los Obispos Católicos han comentado reiterada- mente los temas más álgidos y complejos de la experiencia del país. Si bien lo 8 En noviembre de 1994, el 20 por ciento de quienes contestaron a una encuesta de CID-Gallup indicaron su asistencia a una iglesia durante el mes previo. N=1,002; se excluyen las provincias orientales. The Miami Herald , 18 de diciembre de 1994, p. 37A. Analizando un concepto afín aun- que distinto, René Cárdenas Molina, del Centro de Investigaciones Sociológicas y Psicológicas, informa que entre el 13 y el 15 por ciento vive una religosidad vinculada a una organización reli- giosa. Ver su “Religión, producción de sentido, y Revolución,” Temas, Nº 4 (1995), p. 8.16 CUBAENLADÉCADADELOS 90 J ORGE I. D OMÍNGUEZ encuentro han hecho con diplomacia, no han carecido de claridad. Por ejemplo, el 12 de marzo de 1996 los Obispos criticaron la prohibición oficial de las reunio- nes de Concilio Cubano, y calificaron el derribo de dos aviones civiles por la Fuerza Aérea sobre un espacio internacional como “desproporcionado y vio- lento.” Brindándole seguimiento a la reflexión espiritual y social de los Obis- pos al ejercer su magisterio, diversas diócesis comenzaron en los 90 a publicar revistas –entre otras, VivariumyPalabra nueva– que comentan sobre los temas más variados, sin excluir los económicos y políticos. Manteniendo un estilo respetuoso frente al gobierno, estas revistas trazan claramente su propia línea, proveen al lector con esquemas intelectuales independientes, y ofrecen infor- mación y análisis distintos de los oficiales. Asímismo, en los 90, gracias a donaciones internacionales (principalmente europeas y norteamericanas), Cáritas, instrumento de la Iglesia para la distri- bución de alimentos, medicinas, y otros recursos asistenciales, se convirtió en la principal fuente de apoyo, aparte del Estado, a aquéllos carentes de recur- sos. Cáritas involucra a muchas personas en la organización y distribución de sus recursos, facilitando, por tanto, el crecimiento y desarrollo de una autono- mía social independiente del Estado. El papel de la Iglesia en Cuba en los 90 se asemeja al que le ha correspondi- do, en diversos momentos, bajo regímenes autoritarios en otras latitudes. La ex- periencia dinámica, pujante, y confiada de la Iglesia en Cuba en los 90 es dra- máticamente distinta de su situación en décadas anteriores. Pero la expansión de los espacios de la sociedad civil en Cuba no se limita a la acción de la Iglesia. El debate sobre los temas económicos en Cuba se remonta a la década de los 60. Ernesto (Che) Guevara fue uno de los célebres polemistas. Los debates económicos se reanudan periódicamente a través de los años. Sin embargo, con el crecimiento de los centros de investigación establecidos en primera ins- tancia por el partido, y la profesionalización de la labor en las Universidades y en los institutos directamente vinculados a los ministerios, el número y tipo de participantes en los debates económicos se va ampliando a mediados de los 80 y, particularmente, en los 90. 9 Ya en los 90 los debatientes académicos contribuyen activamente 10 y proponen ideas verdaderamente novedosas que, de ser adoptadas, implicarían cambios importantes en la organización de la economía. 11 La ampliación de la pluralidad de participación en los debates económicos se deriva directamente de la política del gobierno y del partido al crear centros 9 P EDRO M ONREAL , “The Economics of the Present Moment,” Toward a New Cuba?Legacies of a Re- volution , ed. Miguel Angel Centeno y Mauricio Font (Boulder: Lynne Rienner, 1997), pp. 204-206. 10 G ILLIAN G UNN C LISSOLD , “Cuba’s Employment Conundrum Pushing the Limits of Debate: Ja- nuary to July 1995,” Cuba Briefing Paper Series , no. 14 (May 1997). 11 Por ejemplo, J ULIO C ARRANZA V ALDÉS , L UIS G UTIÉRREZ U RDANETA , y P EDRO M ONREAL G ONZÁLEZ , Cuba: La restructuración de la economía, una propuesta para el debate(La Habana: Editorial Ciencias Sociales, 1995).17 CUBAENLADÉCADADELOS 90 ¿Comienza una transición hacia el autoritarismo en Cuba? encuentro de investigación. Sin embargo, la denuncia explícita en el “Informe del Buró Político”, leído por el General Raúl Castro el 23 de marzo de 1996, de la labor de algunos de los mejores centros de investigación indica que los resultados de esa ampliación del espacio participativo no fue del agrado oficial en todos sus aspectos. A pesar de las medidas represivas adoptadas contra ciertos cen- tros y diversos investigadores, la gran mayoría de los investigadores aludidos continúan con su labor investigativa, aunque vinculados a otros centros. El alcance represivo, por tanto, resultó ser menor de lo que pudo inferirse por la agresividad verbal del ataque de marzo de 1996, en parte porque se descubrió que estos investigadores, fundamentalmente, exponían corrientes de opinión que recibían calor y apoyo entre funcionarios de mediano y alto nivel. También, en parte, hubo una reacción importante de la sociedad civil internacional, inclusive de investigadores de filiación izquierdista en diversos países quienes protestaron en defensa de su colegas cubanos. Es la primera vez desde la constitución del régimen revolucionario que intelectuales acusa- dos de un comportamiento aparentemente no aceptable logran salir relativa- mente ilesos del incidente. Tanto la ampliación de la temática y de los participantes en el debate, co- mo la limitación de la represión, subrayan una vez más el inicio de la transfor- mación del régimen político. Bajo los regímenes políticos vigentes en décadas anteriores, la represión probablemente no habría titubeado. La sociedad civil se amplía en Cuba también en sus bases. En septiembre de 1993, el gobierno cubano aprobó la transformación de las granjas estatales en Unidades Básicas de Producción Cooperativa ( UBPC ). Como era quizás de esperarse, en sus instancias iniciales “en el ejercicio de las relaciones autoges- tionarias la mayoría de las empresas había comenzado a actuar con los méto- dos de gestión centralizada y verticalizada similares a los que regían la rela- ción granja-empresa.” 12 Lo novedoso, sin embargo, es que los investigadores logran fácil y abiertamente recoger las protestas de los cooperativistas que co- menzaban a insistir en que querían participar eficazmente. Un interesante estudio de caso en Quivicán (provincia de La Habana) in- dica un mayor margen de posibilidades participativas en la UBPC . 13 En octubre de 1994, a un año de su establecimiento, por primera vez varias propuestas de la junta de administración son rechazadas por la asamblea de cooperativistas de la UBPC “Abel Suárez.” Este suceso ocurrió accidentalmente. Los represen- tantes de la empresa y del sindicato municipal, quienes asistían puntualmente a las asambleas, se retrasaron. Después de un titubeo inicial, se decidió proce- der con la asamblea, sin ellos, porque había quorum. El resultado liberó a los 12 N IURKA P ÉREZ R OJAS y C ARY T ORRES V ILA , “UBPC: hacia un nuevo proyecto de participación,” en Cuba: la participación y los retos del futuro , ed. Haroldo Dilla (La Habana: Ediciones CEA, 1996), p. 179. 13 B EATRIZ D ÍAZ , “Cooperativización agrícola reciente: estudio de caso en Cuba,” ponencia presen- tada en el Congreso Internacional del Latin American Studies Association, Washington, DC, sep- tiembre, 1995.Next >