< Previousdel saber desmarcado de los compromisos éticos; como metafísico habrá encontrado una causa última de todos los males: el sistema. Con Aranguren estaría bien recordar que si bien «el sistema» utiliza al individuo, tras ese acontecimiento puede percibirse también un individuo que se deja utilizar. Parafraseando a Ortega podemos decir que en 1959 el «genio» de las revo- luciones encontró en Cuba su «oportunidad»; el «hombre» revolucionario se hizo con una «circunstancia» adecuada a sus ansias. La propia historia cubana con todas sus frustraciones y metas truncas, así como un contexto internacio- nal propicio (un amigo poderoso que es enemigo de un enemigo poderoso), permitieron que un hombre se elevara a categoría de Padre-líder-carismático de toda una nación. Ahora, al terminar el siglo y con él el milenio, sucede que el contexto internacional se ha vuelto opaco para los grandes líderes, sobre todo para los líderes políticos. En cuanto a la historia de Cuba, no es quizás tanto que no quiera trascendentales líderes políticos sino que ya no los necesita; precisa- mente por haber satisfecho durante estas últimas décadas la demanda de un Padre salvador capaz de articular los sacros discursos de fundación nacional con una práctica política efectiva. Oportunidad ésta que, dicho sea, no tuvo José Martí. Todo parece indicar que en el futuro más que Patria tendremos una Matria; no más un Padre protector y severo que premie y castigue según crea lo que es nuestro bien, que nos atraiga al seno del hogar reteniéndonos a su lado, sino una Madre cálida que nos asuma como realmente somos dejándo- nos partir y regresar a casa cuando lo estimemos. el último de los políticos carismáticos No recuerdo como debiera, pero fue probablemente en una recopilación de Ch. Tilly sobre el nuevo pensamiento historiográfico, donde tuve conocimien- to del siguiente relato: se había extraviado en Los Alpes un escuadrón de mili- tares, estaban a la deriva y a punto de ser capturados por el enemigo cuando un oficial encuentra en su bolsillo, por casualidad, un mapa. De repente recu- peran la calma, se orientan y tras algunas escaramuzas llegan sanos y salvos a su campamento. Al presentarse al Estado Mayor explican lo sucedido mos- trando el mapa salvador. Todo fue comprendido excepto un detalle: el mapa era de Los Pirineos. El suceso servía al historiador para ilustrar la importancia de la teoría general para la investigación social. Aun cuando ésta resulta falsa, es útil por la confianza que aporta y la capacidad de orientar la búsqueda. Por esta razón quiero reflexionar sobre las posibilidades que existen de una sucesión carismática en Cuba desde la teoría weberiana; conociendo, claro está, que el pensamiento de Weber no es universalizable en todos sus aspectos y que ni siquiera se basó para realizar sus construcciones teóricas en toda la experiencia europea (de por sí limitada) sino de algunas zonas de alta densidad histórica cuyos límites son Rusia y los países ibéricos. Súmese a esto la versión parsoniana en que aprendimos este pensamiento centroeuropeo. 8 Emilio Ichikawa encuentroHasta cierto punto podría convenirse en que el sistema de dominación ins- taurado en Cuba después de 1959 ha gozado de una legitimación carismática. Ésta fue posible gracias a una convergencia de factores de dudosa repetición. Destaco tres: inconclusiones acumuladas a lo largo de la historia de Cuba, contexto internacional propicio, características muy personales del líder de la revolución. Es de destacar que esta situación ha sido comprendida incluso por perso- nas que no vieron en la revolución cubana un suceso excepcional sino un «ejemplo» a seguir por países de la región. En curioso razonamiento algunos simpatizantes de la revolución, y en particular de su líder, han concluído que aun cuando esta experiencia histórica fuese deseable, tal alternativa sería inviable pues descansa en propiedades muy singulares de su dirección. Lo más interesante del razonamiento anterior está en que la conclusión es también posible de cara a la situación interna, nadie podría mandar en la isla según el estilo de Fidel («mandar»: la terminología militar es intencional). El futuro político de Cuba parece atravesado ya por una regla y no por una excepción. El carisma está vinculado a cualidades que son o «pasan por ser» extraordi- narias; tanto la afirmación como la cota pertenecen al propio Weber. Es más una «relación» que una condición efectivamente distintiva. El líder carismáti- co se suele asociar con lo sobrenatural o sobrehumano, por lo menos con lo extracotidiano. Es lo que ha sucedido en todos estos años con el líder de la revolución cubana, quien públicamente ha sido calificado como «invicto», «invencible» (que es mucho más elevado que invicto pues esta cualidad es sólo una invencibilidad presente, ergo finita), «incomparable» y últimamente de «infalible». Como puede constatarse, la construcción de su imagen pública ha apostado al cabo por el modelo teomórfico. En el carisma es muy importante según Weber la cualidad de «no asequi- ble a cualquier otro»; es decir, el carisma no se comparte y creer que efectiva- mente un liderato carismático está limitado por un conjunto de normas, con- venciones jurídicas, opiniones o contornos teórico-ideológicos definidos es desconocer un elemento básico de la sociología política. El líder carismático subyuga a sus seguidores (Freud, Le Von, Ortega, Arendt, Canetti) y para lograr su acatamiento no tiene necesariamente que satisfacer sus intereses materiales o su régimen moral. Es un dador de sentido y funge también, como han tenido la honestidad de reconocer algunos textos, como fuente de derecho. Más que subordinados el líder carismático tiene adeptos y hasta adictos; según Weber el vínculo que se establece entre ellos está caracterizado por «una entrega plenamente personal y llena de fe surgida del entusiasmo...» Como corresponde, el líder carismático no se rodea de una burocracia profesional elegida en términos de competencia técnica sino de «hombres de confianza» más entrenados en obedecer que en ayudar. Tampoco formaliza en su entorno una jerarquía nítidamente estructurada, por eso, para localizar 9 Tres notas sobre la transición encuentrohacia dónde se han desplazado las simpatías del líder, que es una definitiva señal de la redistribución de poder, hay que recurrir no tanto a los puestos nominales sino a indicadores alternativos, informales, que se dan preferente- mente en el ámbito de la «esfera imaginaria del poder» (el sociólogo mexica- no Roger Bartra la llamó «redes invisibles») que incluye simbología y liturgia. Como ha revelado la historiografía francesa, los ayudas de cámara del Rey Sol estaban más cerca del centro de poder que muchos de sus ministros. Al conformarse los estamentos alrededor del sympathos del líder carismáti- co, no existen preceptos definitivos ni jefaturas inamovibles, no hay garantías para el cargo ocupado y las remociones y promociones resultan tan asombro- sas como inesperadas. La inseguridad, que a veces roza el miedo, se vuelve así una institución en el arte de dominar. En la dominación carismática el «deber» funciona como fundamento de la legitimidad; resulta así una suerte de obediencia auto-impuesta (autovigilan- cia) que se recicla en el nivel ético en términos de fidelidad. Ésta es la razón por la que no hay dimisiones en los sistemas de dominación carismática con base estructural bolchevique (por lo menos no es un uso): cualquier intento de salirse del entramado sería interpretado, incluso por el mismo sujeto que lo intenta, en términos de deslealtad, traición, de ruina moral. Lo anterior vale especialmente para el círculo de los llamados «hombres de confianza». Se explica que Jesús, otro líder carismático, haya sido más enfá- tico en su condena a la traición que a la enemistad. Él también fue herido por uno de sus discípulos dilectos. La dominación carismática es por definición revolucionariay tiene una rela- ción de subversión con el pasado; a diferencia de la tradicional que se susten- ta precisamente en él: la costumbre engendra derecho. Por esta razón en el futuro político de Cuba aparecen reñidos el continuismo y el autoritarismo carismático. Para preservar ese pasado que será este presente habrá que califi- car al futuro y sus actores en términos de «herederos» lo que indudablemente sería un elemento rutinizador de cualquier potencial neo-líder. Sería a todas luces una tarea más extensiva que intensiva. En una hipotética situación de sucesión podríamos analizar, siguiendo el pensamiento weberiano, las posibilidades que existen de resolver en un nuevo líder la conservación de una «comunidad carismática». Éstas serían las vías para sustituir al líder carismático en statu nascendi con un nuevo líder continuador: a) Búsqueda de un nuevo líder a partir de determinadas señales que debe dar el líder fundador. b)Por revelación, oráculo, sorteo u otras técnicas de selección. c)Por designación del sucesor hecha por el portador actual del carisma y su reconocimiento por parte de la comunidad. d)Por designación del cuadro administrativo. e) Por la idea de que el carisma es una cualidad de la sangre, «carisma hereditario». Hasta donde percibo, ninguna de las posibilidades de sucesión carismática son claras en Cuba; de cualquier manera no creo que en rigor ninguna sea 10 Emilio Ichikawa encuentroviable: la época histórica de los grandes carismas políticos (sobre todo los políticos) se agota ante nuestros ojos. Aquí podría ser interesante una digresión metodológica. A pesar de sus aristas tautológicas puede aceptarse, con Durkheim, que el objeto de la socio- logía son los «hechos sociales», considerando a éstos como una suerte de núcleos estructurantes del mundo de la vida. Apenas habría que añadir que no toda sociedad se organiza en torno a los mismos «hechos sociales» o insti- tuciones; por ejemplo, mientras que un estudio del Parlamento Británico sería importante para comprender a la comunidad política inglesa, no ocurre lo mismo con la Asamblea Nacional del Poder Popular cubana. Si bien for- malmente es ésta la última instancia de soberanía, es el Buró Político del Par- tido y su Secretario General el centro efectivo de un poder constituído que desborda el poder constituyente y cuya realidad es supra y pre-legislativa. Sin embargo, es notablemente grande el poder que formalmente tiene el presi- dente del legislativo cubano; de ejercerlo, no habría gobernabilidad sin su consentimiento. (Puede recordarse que en un determinado momento Gorba- chov apenas pudo gobernar con la propia Duma roja.) Por supuesto, el análisis pormenorizado de esta serie de cauces queda pen- diente, se trata tanto de reflexión como de observación a la evolución de la política cubana. Las señales muy bien podrían estar implícitas o quizás pue- dan empezar a darse en un futuro próximo. El presagio ya sería otro asunto, para no decir que un asunto de otros. Sí hay entre todo una señal inequívoca en el horizonte: las faenas políticas se vuelven cada día más administrativas y menos mesiánicas. Rectificando una analogía de Habermas, podemos decir que aunque lo fuimos un día, hoy somos progresivamente menos contemporáneos de los jóvenes hegelianos. La política se trivializa y a la larga será ella quien tenga que amoldarse a la lógica de lo cotidiano. después de fidel, ¿qué? I.En 1969 el líder comunista Santiago Carrillo escribía el más conocido de sus manifiestos: Después de Franco ¿qué?Inquisición lógica si se tiene en cuenta la irrepetibilidad con que ciertos hombres marcan la manera de vivir y sentir de los pueblos. Desdichadamente son hombres que, por muy resonantes que sean a su paso por la tierra, no son más que criaturas efímeras a los ojos de Dios o modos finitos de la sustancia, para decirlo a la manera de Espinosa. En el mejor de los casos una obligación ética, en otro, una prospección en aras de un reacomodo político. «Después de Franco» no era un simple estado de la sociedad española, era nada menos que la experiencia de una nueva dimensión histórica. Pensar sobre ella fue, cuando menos, un ejercicio de prudencia. Comenzar a pensar nuestro destino como personas a partir de Fidel me resulta incómodo desde diferentes puntos de vista. Él es la condición de nues- tro nacimiento, «El padre omnipresente»; sobre todo para aquéllos que, naci- dos después de 1959, no tenemos otra imagen pública que su imagen, otro 11 Tres notas sobre la transición encuentrocontexto que su condición. Y tan significativa me resulta una reflexión de este tipo, que no puedo seguir adelante sin aclarar algunos de los términos impli- cados en el título. Digo Fidel y no Castro (como si Carrillo hubiese dicho Francisco) porque en el código de intercambio político cubano el nombre expresa cierta cerca- nía que no lo hace el apellido; así, evidencio que no hablo de algo que miro desde lejos sino como refería Jorge Mañach en su texto El drama de Cuba, me las estoy arreglando con los «trapos» en casa. Adentrarse en temas como éste puede ser considerado tanto una audacia como una imprudencia, tiene que ver más con una nueva dimensión de la conciencia que con un replanteamiento intelectual. Fidel es una época, una manera y una frontera del entendimiento cubano; si la sociología hubiese cuantificado, o al menos establecido por consenso, cuándo un experimento político puede ser considerado en términos de tradición, entonces habría que reconsiderar el tratamiento en términos de anomia de fenómenos que se van naturalizando por su práctica continuada. Resulta que para la conciencia cubana el autoritarismo que supone un ordenamiento social ejecutivista se ha cotidianizado peligrosamente. El «después» es también un término arduo. Por una parte no quiero que se interprete como el tiempo que sucederá a una muerte, siempre lamentable por la estela de dolor que deja entre los amigos y familiares cercanos; que más allá de los lutos oficiales momentáneos, son quienes verdaderamente sufren una muerte. Pero tampoco soy ciego a las suspicacias que implica un «des- pués» asumido como distanciamiento del poder aún en vida de quien lo ostenta. Asunto totalmente ajeno a esta escritura. La posibilidad de que exista una fórmula política basada en un retraimiento del poder es poco realista; Fidel manda en Cuba, si algo ha demostrado en estos años es precisamente gobernar a los cubanos, los de dentro y los de fuera, haciendo para ello los más insólitos malabarismos. Fidel ha corregido a Bismarck: ha llevado al marco de la eficacia política incluso el arte de lo imposible (reflexionemos un instante: ¿muchas de las posiciones políticas de la revolución cubana no se basan paradójicamente en acuerdos con los norteamericanos?). Personalmen- te opina, reconozcamos que no muy equivocadamente, que a los que se reti- ran nadie les hace caso; una institución política como la «expresidencia» en Colombia o los eeuu , o el «maximato» en México es de momento impensable en Cuba donde, a pesar de todo, el estado está por constituir. Por otra parte hay que agregar que las posibilidades anteriores carecerían de interés para una personalidad de la fuerza de Fidel. No caben dudas de que la duración biológica es una variable esencial a la hora de considerar las perspectivas del actual ordenamiento político cubano. En fin de cuentas, lo que quiero señalar es el hecho de que los cubanos hemos pensado muy poco en el momento histórico en que este país no se pueda dirigir más como lo hace Fidel; porque él es, además de un ser huma- no concreto, una manera de mandar y hasta un estilo de ejercer el poder: en un ministerio, en una universidad, en un restaurante y hasta en un hogar. Él 12 Emilio Ichikawa encuentroes la cifra de un comportamiento que a la altura de casi cuarenta años tiene pretensiones de tradición. II. La revolución de 1959 satisfizo el ánimo antibatistiano de gran parte del pueblo cubano y permitió la emergencia de un líder, la situación liminal en que vivía el país contribuyó a que su protagonismo histórico alcanzara cum- bres hasta entonces desconocidas en Cuba. Ninguna de las nuevas lecturas de nuestra historia desmienten el hecho de que el carisma de Fidel prendió en amplios sectores de la población cubana, incluyendo a intelectuales libe- rales y a duros críticos hoy exiliados. En la revista Bohemia , por ejemplo, en fecha tan temprana como abril de 1959, pueden encontrarse sendos artícu- los que apelan enfáticamente a las dotes políticas individuales del máximo líder de la revolución cubana; se titulan «Fidel, no nos falles» y «Los chipo- jos», ambos están firmados por una de las voces anticastristas más radicales del exilio miamense. Si bien se han recompuesto hechos a favor del protagonismo de Fidel en detrimento de algunos de sus compañeros, fieles suyos, por demás, ninguna historiografía puede desmentir el hecho de que Fidel encabezó aquella revo- lución triunfante legitimada negativamente en un movimiento anti-dictato- rial. A diferencia de Franco, que tiene detrás una querella contra una repúbli- ca, Fidel se yergue contra un tirano. Si alguna analogía soporta el caudillo español en este punto es precisamente con Batista y no con Fidel. Después de casi cuarenta años ese carisma sigue, a pesar de los consabidos elementos rutinizantes, funcionando. La dominación de legitimización caris- mática se da, como señala Weber, en statu nascendi; corresponde pues a los fundadores, a los líderes que ponen una simiente sobre la que se enraíza un sistema de valores y creencias. Es el caso de Fidel. La revolución cubana es de alguna manera su revolución , lleva su signo: es su reflejo. Ha acabado por serlo. El halo político de Fidel es de magnitud tal que a veces parece que se ha apoyado más a un hombre que se canaliza a través de un proceso que a un pro- ceso que se representa en un hombre. Su figura no sólo sobresale entre sus antepasados políticos (cuyo personalismo continúa y desborda), sino que prác- ticamente anula a todos los que hoy le rodean en la cúpula dirigente cubana. No quiero afirmar que habría una crisis de sucesión, sino sencillamente que no habría posibilidades efectivas de una sucesión carismática; que no habría lugar para que alguien tratara de reencarnar el mesianismo político. Aunque apenas se menciona hoy, hace unos años habló de la posibilidad de una dirección colegiada; es sin duda algo a tener en cuenta por el debilita- miento de la figuración política que ésta supone. Fidel ha agotado el modelo de gobierno ejecutivista en la historia de Cuba; reeditarlo después de él, y aún más aceptarlo, es haber tirado por la borda cuatro décadas de existencia histórica. Sería una irresponsabilidad con quienes hemos tenido que vivirlo. Creo que desde el punto de vista de la his- toria política cubana éste es el gran mérito de Fidel: no ha dejado ya más espacio que para el estado nacional de derecho. 13 Tres notas sobre la transición encuentroSi se revisa la membresía del aparato político cubano se comprobará la ausencia de hombres capaces de heredar su estilo de mando; su autoridad indiscutida entre militares, intelectuales, obreros y funcionarios; tampoco de alcanzar sus resonancias internacionales. En cuanto a la manera de dialogar en los eventos de masas, su arte oratoria ha anulado la diversidad de esta tra- dición tribunicia cubana que gustara destacar Manuel Sanguily. Desde el sim- ple responsable de aula al secretario provincial del partido, desde un deportis- ta a un gerente hotelero, los oradores no hacen sino imitar su estilo que incluye gestos y vocabulario. (Recientemente, a raíz de un trágico suceso, un inversionista italiano realizó una comparecencia televisiva donde calcaba las palabras, los énfasis y hasta los ademanes de Fidel.) Pero no sólo la oratoria de los políticos de segundo orden, hasta el propio pensamiento social se aferra a sus palabras, llegando a convertir en paradig- mas conceptuales giros que en sus discursos apenas tratan, siguiendo a Quin- tiliano, de lograr un efecto simpático a través de la relajación jocosa. Así, lo más contundente que la sociología cubana ha dicho públicamente (no me refiero a la «opinión privada» sino a lo escrito y publicado) como balance de lo acontecido en Europa del Este es que se trató de un «desmerengamiento». Ni más ni menos. A esta altura sabemos muy poco del resto de los dirigentes del país; de sus gustos, sus lecturas, sus entretenimientos. Dicen ellos que siguen al pie de la letra los principios de la revolución; eso está muy bien, pero resulta que los principios no todo el mundo los trabaja y los porta de la misma manera. Es evidente que el pensamiento político revolucionario de los más jóvenes no puede ser el mismo; ni se educaron con sus libros, ni tuvieron sus maestros. Este silencio hace casi imposible la emergencia de un nuevo carisma pues a éste, igual que a todo lo demás, hay que cultivarlo; por esta razón celebro per- sonalmente tanta discreción. III. Esta situación tampoco es privativa de Cuba. En este fin de milenio esta- mos asistiendo a la revelación cardinal de la historia humana (apocalipsis es revelación): el fin de las «ingenuidades» totalizantes que durante siglos desvia- ron al hombre de su propio ser esencial. Al fin comprobamos que el hombre está solo: ésa es la premisa de la más perdurable utopía. Y no es que las utopías políticas estén cuestionadas políticamente en su dimensión ilusiva, tan necesaria al hombre; resulta que todas han pasado por el poder y no han hecho más que encontrar justificaciones para dejar las cosas tal y como estaban. Si el socialismo o el liberalismo, si el sionismo o el maoís- mo, no hubieran ostentado el poder aún les quedaría el pretexto de lo poten- cial. Pero ya la historia conoce adónde llegaron. Al irse desacreditando las grandes metas de la historia, los gobernantes no deberían tener otra «misión» que la de propiciar una felicidad centrípeta, la utopía de la soledad. No han de ir más allá del establecimiento de garantías para que el hombre viva feliz consigo mismo y con su familia. Esta redención vestal no debe evaluarse como complacencia; téngase en cuenta que en una 14 Emilio Ichikawa encuentroconciencia crítica educada en la ubicuidad de la retórica de una izquierda en el poder, los exorcismos suelen producirse en el ámbito de la derecha radical. Se comprende entonces que en estas nuevas condiciones un político no tenga muchas posibilidades legítimas de encantar o fanatizar a sus seguidores. Chur- chill, por ejemplo, debía guiar a una nación en una guerra donde se jugaba el destino de una civilización, mientras el actual primer ministro debe vérselas con el tragicómico asunto de las vacas locas. El primero debía solicitar para tan alta empresa el consejo de un Toynbee, el segundo de un equipo de ejecu- tivos. Por su parte De Gaulle, como confesó a Malraux, fue una suerte de resistente opuesto a los poderosos; gran destino comparado al de un Chirac que tiene que decidir cómo resolver el problema de la seguridad social. De similar manera Franco y hasta Suárez encararon duras pero energizantes bata- llas políticas, en tanto los gobernantes españoles posteriores tuvieron que enfrentar el problema del excedente de sandías o vino para encontrar un lugar en la Comunidad Europea. Esta situación internacional se cruza en Cuba con la visible falta de deman- da de nuevos líderes carismáticos, lo que evidencia una vez más que no es sólo cubana la cuestión cubana. Y no es que el liderato político haya fracasado en Cuba, sino que se agotó. Algún pretendido sucesor histórico carismático signi- ficaría una repetición que, como gustaban decir Hegel y Marx, primero resul- taría trágico y después cómico. El futuro político cubano no podrá ser un «anti» sino sencillamente un «post»; el estudioso cubano Iván de la Nuez ha señalado que Miami se confi- gura definitivamente como una ciudad postcomunista, eso, después de haber sido rotundamente anticomunista. Algo similar ocurre en la isla con Varade- ro, Cayo Largo y otras zonas de exclusividad para el turismo occidental, evolu- cionan de civitas sacrificiales a postguevaristas. Quizás otros pueblos de la región deban agotar demandas de líderes nacionales intensos, nosotros debemos declarar cubierto ese camino. En medio de esa faena histórica cubierta no sin sacrificio resuenan como para nosotros estas palabras que Goethe dijo a su querido Eckermann: «... con que se enseñase (...), según el método de los ingleses, menos filosofía y más ener- gía activa, menos teoría y más práctica, ya estaríamos casi redimidos, sin que fuese necesaria la aparición de un personaje sublime, de un segundo Jesucris- to, para salvarnos». 15 Tres notas sobre la transición encuentroRecuerdos de infancia. Los árboles aún no tenían forma de muebles y los pollos circulaban crudos por el paisaje. Nicanor Parra S ituado en el centro del «mediterráneo americano» (norte del Mar Caribe), el archipiélago cubano, dada sus riquezas naturales y situación geográfica, constituye un lugar de atracción permanente para los aficionados y profe- sionales interesados en la naturaleza. La gran diversidad de su flora y fauna, así como la de sus paisajes silvestres, nos brinda en muchos casos exclusividades únicas en el mundo debido a su elevado índice de endemismo. En momentos en que los recursos disponibles no han permitido a los cien- tíficos estudiar en profundidad su patrimonio natural, la actual crisis económica, el gran poder ejecutivo de las empresas desarrollistas apoyadas por el gobierno, y el buro- cratismo y duplicidad de funciones en las instituciones encargadas del aprovechamiento racional de los recursos naturales, amenazan con despojar a la isla –y a la humani- dad– de gran parte de sus maravillosos predios silvestres. La inevitable impresión que se siente al visitar cual- quiera de sus principales reservas naturales sólo es compa- rable con la que experimenta el que asiste, como último testigo, a la ejecución de un condenado a muerte. Varios ejemplos de destrucción ambiental observados dentro de diferentes áreas protegidas convergen hacia un denomina- dor común: la acelerada degradación de la naturaleza vir- gen en función de cuestionables intereses económicos. El presente artículo no tiene otra intención que llamar a la reflexión y al razonamiento, a cubanos y extranjeros, para ayudar de alguna forma a salvar un tesoro del cual nos despojamos de manera lamentable e irreparable. Sin otro 16 encuentro S.O.S. por la naturaleza cubana Carlos Wotzkowpropósito que cuidar la naturaleza cubana, sirvan pues estas líneas, para que todos pensemos antes de decidir sobre el uso inapropiado de estas áreas. reserva de la biosfera «cuchillas del toa» Ubicada en el macizo montañoso de Sagua-Baracoa, en la región más oriental de la isla de Cuba, esta reserva ocupa una gran parte del territorio este de la provincia oriental. Con una gran diversidad de formaciones botánicas que van desde los exuberantes bosques pluvisilvas, nublados y montanos, hasta los pinares más antiguos, los charrascales, los cuabales y los bosques secundarios, esta área ha sido recientemente objeto de la atención científica mundial debi- do al redescubrimiento, el 16 de marzo de 1986, de una de las especies de pájaro carpintero más raras del planeta. En efecto, el carpintero real, que se consideraba extinto ante la falta de todo tipo de evidencias acerca de su exis- tencia, al parecer mantiene allí su última morada. La increíble buena conservación de muchos de estos bosques ha favoreci- do también habitats óptimos para la supervivencia de muchas otras especies interesantes como el almiquí, las jutías, diferentes especies de murciélagos, y aves como el gavilán colilargo, la cotorra, el catey, la siguapa, el pájaro mosca, el tocororo, la pedorrera, y otros muchos táxones que superan ampliamente las ocho decenas. Pero, además, abundan los más desconocidos reptiles, moluscos tan preciosos como los del género Polymita, y los invertebrados más llamativos, entre los que sobresalen la mariposa transparente y el papilio de Gundlach, especies éstas de gran tamaño y belleza. Desafortunadamente, tanto jutías como almiquíes sufren la amenaza de los perros cimarrones que, alejados de los asentamientos humanos debido al abandono de sus dueños, predan sobre éstos continuamente. Asímismo, la incontrolada extracción que sufren las Polymitas para su comercialización, pudiera ser uno de los factores determinantes de la precariedad del gavilán caguarero. El dañino método de agricultura migratoria incentivado por el Plan Turquino (proyecto gubernamental auspiciado por Raúl Castro para promover la producción de autoconsumo en las zonas más alejadas de los centros demo- gráficos), es una calamidad ya que las laderas son desbrozadas para los cultivos que, al cabo de uno o dos años, se tornan irrealizables porque la delgada capa fértil desapareció bajo el efecto de las lluvias. Así, nuevas áreas son taladas cada año por este procedimiento que arrebata espacio a la naturaleza de forma irre- parable. Por esta causa, y de forma poco apreciable para el ojo humano, desa- parecen en toda Cuba cientos de especies de invertebrados que, en su inmensa mayoría, nunca fueron conocidos por la ciencia. Sencillamente, se extinguen organismos que nunca supimos que existían y se esfuman, sin dejar ninguna huella, y haciendo cada día más pobre el terruño que habitamos. Sin embargo, todo lo anterior podríamos considerarlo secundario si pen- samos en el proyecto que el gobierno de Cuba está llevando a cabo en coope- ración con la República Popular de Corea del Norte. Decididamente, debería constituir una alerta mundial la realización de la hidroeléctrica del río Toa y el desvío del Duaba para aumentar el cauce del primero. Si esta obra se lleva a 17 S.O.S. por la naturaleza cubana encuentroNext >