< Previoustérmino, y la insensatez humana logra almacenar agua dentro de esa cortina de 80 metros de altura, desaparecerán bajo las aguas, no sólo una gran parte de esta reserva natural, sino también los pequeños y únicos asentamientos humanos que han existido en Cuba en armonía con la naturaleza, gracias al cultivo inocuo de cacao y cocoteros en las áreas periféricas del bosque. Si definitivamente no es posible detener esto, la inundación cubrirá gran parte de los cañones de los ríos Toa y Jaguaní y se perderán así, ahogados bajo las aguas, los más importantes bosques de la isla. Para ese entonces, el canto de las aves y de los insectos, la utilización de los ríos por los habitantes, y la belleza de estos parajes tan poco visitados, sólo podrán recordarse mediante la mediocre reproducción que entrañe un programa televisivo, pero nunca más como parte de nuestra realidad. ciénaga de birama y laguna leonero Esta gran área de humedales localizada al oeste de Oriente, es una de las zonas más importantes de Cuba para los estudios migracionales de las aves, gracias a la gran abundancia de especies migratorias que lo visitan (principal- mente acuáticas). Dentro de la ciénaga se creó, hace algunos años, un coto internacional de caza que se ha arrendado exclusivamente a «deportistas» ita- lianos, y dentro de este centro para la actividad cinegética está la Laguna Leo- nero, cuya fauna es muy diversa y rica en especies. Numerosas colonias de corúas, marbellas, garzas de diferentes especies, cocos prietos y blancos, sevi- llas, flamencos, gavilanes cangrejeros, águilas pescadoras, cachiporras, limíco- las y gaviotas de diferentes especies, anátidas, colúmbidos, estrígidos y paseri- formes, son habitantes comunes de la zona. Leonero es, además, un punto clave para la observación de especies migra- torias como la gaviota de pico de tijera, el gavilán sabanero y el halcón pere- grino, que acuden en número difícilmente igualable por las otras reservas del archipiélago. Pero la actividad de caza, a la cual se ha destinado toda la lagu- na, así como la evidente inmunidad que conlleva en la Cuba de hoy pagar en dólares, han dado lugar a que algunos cazadores no profesionales se permitan disparar contra especies no incluídas en la legislación cinegética, contribuyen- do al exterminio de especies tan amenazadas como las rapaces. No obstante este abuso de explotación, el problema mayor no es el que se relaciona con esta forma sui generis de aumentar el listado de especies captura- bles, sino el de la salinidad del ecosistema acuático. Aprovechando la condi- ción de tierras bajas al este, norte y sur de la ciénaga, grandes extensiones han sido utilizadas para el cultivo del arroz; por consiguiente, una considerable cantidad de pesticidas como el ddt, ddey otros productos organoclorados (prohibidos en muchos países por el efecto nocivo que causan a la salud humana y a los ecosistemas) son dispersados regularmente con el auxilio de la aviación, y drenan por gravedad hacia la laguna y pantanos circundantes a través de la vasta red de canales existentes. Paralelamente, la intensa deforestación llevada a cabo en la Sierra Maestra (hasta 1992 era del 63%) ha hecho que el río Cauto, el mayor del país, no sea 18 Carlos Wotzkow encuentrootra cosa que un riachuelo en la época seca. Este empobrecimiento del cau- dal del río disminuye el aporte de agua a la ciénaga donde la salinización ha comenzado a adquirir un ritmo vertiginoso. Así, han disminuído considera- blemente los nutrientes de los cuales dependen muchos microorganismos, crustáceos, peces y aves, y en algunas áreas el paisaje ha adquirido característi- cas verdaderamente desoladoras. Cuellos inertes de pichones de corúas muer- tas por el hambre cuelgan frecuentemente de las palizadas de sus propios nidos. Las orillas del embalse, durante el año 1991, estaban cubiertas por gran cantidad de peces muertos. Éstos son, apenas, algunos de los incontables síntomas que, si bien ignorados, acarrean un mal funcionamiento en el equili- brio ecológico del biotopo en Leonero. A todo lo anterior hemos de añadir que en la Ciénaga de Birama opera un gran número de cooperativas pesqueras. La captura ilimitada de cocodrilos, jicoteas, y peces endémicos como la biajaca, tanto para el consumo local como para la exportación comercial, se realiza allí de forma totalmente irra- cional, en franca violación de la legislación del tratado del citesdel cual Cuba es signataria. área protegida «cayo coco» El inmenso cayo situado al norte de la provincia de Camagüey, a la cual perte- nece administrativamente a pesar de la absurda subdivisión de Cuba en 14 provincias, es una de las mayores áreas entre las que se declaran protegidas dentro del archipiélago cubano. Está cubierto por grandes extensiones de bosques semideciduos en buen estado de conservación, y aunque abundan sobre todo las formaciones botánicas costeras, el bosque interior constituye el principal refugio natural de decenas de especies de aves migratorias y autócto- nas (principalmente paseriformes) a lo largo del año. Bandas de corúas, fla- mencos, gaviotas, garzas, cocos, limícolas, rabihorcados, pelícanos y grupos aislados de sevillas, o individuos de raras especies como las cayamas (cigüeña cubana), grullas, carairas, gavilanes cangrejeros, halcones peregrinos y palo- mas, son frecuentes habitantes de las marismas y bosques ralos aledaños. Sin embargo, Cayo Coco, al igual que otras áreas, no está exenta de varios facto- res degradantes de su naturaleza. El proyecto turístico, iniciado con la participación de algunos hombres de negocio extranjeros (principalmente españoles), ha causado la destrucción de gran cantidad de bosques originales debido a la construcción de una inne- cesaria red de carreteras, así como de un semillero de cabañas e instalaciones hoteleras que la mayor parte del año permanecen vacías. A esto debemos agregar que el incremento notable de actividad humana y la producción de carbón vegetal han creado muchos otros efectos perjudiciales para la fauna local. Ahora bien, sin minimizar los aspectos anteriores, en Cayo Coco se ha cometido la más agresiva de las acciones degradantes de la naturaleza de todo el archipiélago; quizás incluso mayor que el desastroso ejemplo del Mar de Aral. Se trata de la construcción de carreteras rellenando con rocas y tierra los bajos marinos. Éstos son los tristemente célebres «pedraplenes», una idea 19 S.O.S. por la naturaleza cubana encuentrooriginal de Fidel Castro que amenaza con convertir gran parte de la platafor- ma insular en un enorme lago putrefacto de agua salada. Promovidos por tecnócratas que aceptan y estimulan el desarrollismo como la única salida a la crisis económica, los pedraplenes han demostrado ser una barrera que interrumpe la libre circulación de las aguas marinas, tan necesaria para evitar el aumento de la temperatura y la salinidad en aguas poco profun- das y sometidas a una insolación y evaporación constante. Desde 1991, los bos- ques de manglares ya comenzaban a alertar a los especialistas con la desfolia- ción y, desde aquel entonces, la ecología subacuática ya mostraba evidentes síntomas de alteración en su equilibrio ecológico. A lo largo del pedraplén construído entre Cayo Coco y el norte camagüeyano, de más de 20 km de lon- gitud, y con sólo una decena de brevísimos puentes, pudimos observar en aquel año grandes cantidades de peces muertos flotando en la orilla este, donde la tranquilidad del agua contrastaba con el agitado movimiento de las olas en el lado oeste. Las marismas que existían al sur del cayo, habitadas ape- nas un año antes por gran cantidad de aves acuáticas, hoy son desiertos de arena y sal prácticamente aislados de la zona de influencia de las mareas. A estos llamados de alerta de la naturaleza, los «conquistadores euro-revo- lucionarios» no han prestado ninguna atención, sino que por el contrario, continúan con las transformaciones ambientales en busca de un cuestionable y egoísta puñado de dólares. Quien observe hoy la destrucción creada por los hoteles españoles en este antiguo paraíso natural de Cuba, no tendrá lágrimas suficientes para evidenciar su enojo y su frustración. gran parque nacional «ciénaga de zapata» Situada al sur de la provincia de Matanzas y con más de 4000 km 2 de superfi- cie, la subregión de Zapata es uno de los principales humedales en la región Neotropical del planeta. El 75% está constituído por áreas cenagosas y el 25% restante, por diversos tipos de biotopos que varían desde los bosques ralos de vegetación costera, sabanas naturales y marismas, hasta los bosques semideci- duos sobre roca caliza que en la época de lluvia se inundan recordando los famosos «Everglades» de la Florida. La Ciénaga de Zapata incluye unas 15 especies de mamíferos, más de 160 especies de aves, 27 de reptiles, 3 de anfibios y una innumerable lista de inver- tebrados, sin contar su rica y endémica vegetación, sobre todo aquélla que existe en una franja de más de 30 km entre Guamá y Playa Girón. Al norte de estos bosques, la Laguna del Tesoro es el mayor embalse natural de agua dulce en Cuba; en sus aguas habitan varios peces endémicos, como el manjua- rí y la biajaca, así como los cocodrilos endémicos y el manatí, un sirenio fuer- temente amenazado debido a la captura indiscriminada e ilegal a la que se ve sometido en toda la isla. La Península de Zapata es, conjuntamente con la Ciénaga de Birama, una de las áreas más ricas en especies de aves. De las 20 especies endémicas exis- tentes en Cuba, 17 han sido reportadas en esta localidad. Ejemplos únicos de estos endémicos son la ferminia, la gallinuela de Santo Tomás y el cabrerito 20 Carlos Wotzkow encuentrode la ciénaga, que se encuentran restringidos a la zona norte de Santo Tomás y en extremo peligro de extinción. Sin embargo, otras especies como la palo- ma perdiz, la cotorra, el sijú platanero, el sijú cotunto, el pájaro mosca, la car- tacuba, los carpinteros escapulario y churroso, o paseriformes como la chilli- na, el cabrero, el chichinguaco, el mayito de ciénaga y los tomeguines de la tierra y del pinar, también son extremadamente vulnerables en la actualidad a consecuencia de las constantes transformaciones que se realizan en sus habi- tats. Dentro de la fauna de mamíferos, el murciélago pescador es uno de los mayores de las Américas; asímismo, el antes mencionado manatí y la jutía rata, ya en vías de extinción, están entre los más significativos pero también, entre los más escasos. La destrucción de los ecosistemas es tan acelerada aquí, que incluso de un año a otro es notable la transformación del ambiente. La rebautizada Empre- sa Forestal Integral, en cuyas oficinas radica el cuerpo de guardabosques de la ciénaga, está ejecutando brutales talas no selectivas para la producción de car- bón; pero, en la mayoría de las ocasiones, dejan podrir la madera a la orilla del camino por falta de medios para transportarla a tiempo. El ya menciona- do Plan Turquino, cuyo método en la ciénaga se caracteriza por el desbroce total de bosques naturales para el cultivo de autoconsumo, no ha dado ni dará los frutos esperados dentro de las áreas deforestadas a tal efecto. Por el contrario, sólo dejará como herencia la destrucción total del parque y una ampliación absurda de caminos por los cuales jamás saldrán los productos para los que fueron ensanchados. La continua caza de jutías, que realizan los campesinos para suplir el olvi- do gubernamental de abastecimiento, y la tala de las palmas endémicas, que son utilizadas por los psitácidos, estrigiformes, piciformes, trogónidos y otras especies de la avifauna para construir sus nidos, se han incrementado en los últimos años. Debido al aumento de personal del Ejército Juvenil del Trabajo que, en ausencia de sanciones y en complicidad con los mismísimos guarda- bosques del área, derriban diariamente las palmas en búsqueda de pichones de cotorras, como un medio lucrativo de pasar el tiempo en el servicio militar, palmares enteros que aparecen citados en la literatura científica ya hoy no existen más, y no cabe duda de que en muy pocos años, de no ponerse fin a esta destrucción irracional, la Ciénaga de Zapata dejará de ser el importante enclave natural que un día fue. parque nacional «la güira» Dentro del complejo montañoso Sierra del Rosario, en la provincia de Pinar del Río, la Güira tiene bosques submontanos, siempreverdes estacionales y bosques monotípicos de pinares, eucaliptos, tecas o casuarinas resembrados a finales de la década del 60. En sentido general, pero nunca del todo sustentable, los bos- ques naturales se encuentran mejor conservados en las laderas más inclinadas de la sierra o al pie de las paredes verticales de roca caliza que abundan hacia el oeste, donde la topografía cambia producto de un diferente origen geológico, y donde la cadena montañosa toma el nombre de Sierra delos Órganos. 21 S.O.S. por la naturaleza cubana encuentroAunque la zona es aceptable por la diversidad de aves que alberga, su atrac- tivo científico fundamental se debe a la paleontología y a la fauna cavernícola que en esta región, como en ninguna otra del archipiélago, tuvo condiciones muy favorables para desarrollarse. Sin embargo, su avifauna tiene también especies muy interesantes como el aparecido de San Diego, el ruiseñor cuba- no, el sinsontillo, el juan chiví, el gavilancito cubano, el sijú de sabana, y otros táxones endémicos. Pero la salud del ecosistema, alterada primero por la tala indiscriminada y luego por la repoblación forestal con especies exóticas, ha disminuído la diversidad biológica en muchas áreas donde el gobierno siguió el ejemplo de países con climas nada afines al de la isla. Estos bosques resem- brados carecen del sotobosque original tan necesario y están en su mayoría enfermos; por tanto, la explotación de madera que allí se pensaba realizar nunca ha dado los volúmenes esperados ni la calidad óptima requerida. A todo lo anterior hemos de agregar los dañinos efectos que ha traído con- sigo el denominado «Campismo Popular», una modalidad recreativa incenti- vadapor Roberto Robaina para satisfacer malamente las expectativas recreati- vas de los jóvenes cubanos a quienes les resulta prohibitivo hacer uso de los hoteles reservados para el turismo que paga en dólares. Como producto de esta mala idea han aumentado los incendios forestales en muchas reservas cubanas, pero el gobierno jamás lo reconocerá como un error, mientras los dólares con- tinúen siendo más importantes que el patrimonio mismo de la nación. ¿por qué entonces este S.O.S. por la naturaleza cubana? Porque la política de conservación ambiental del gobierno de Castro adolece de los siguientes problemas medulares: Inoperatividad de la Ley 33/81 que la Asamblea Nacional elaboró como instrumento de protección del medio ambiente hace más de 15 años, cuya implementación legal no parece sea nunca puesta en práctica. Duplicidad de funciones (protección y explotación) dentro de todas las instituciones encargadas del cuidado de la naturaleza, cuyo poder ejecuti- vo, tanto como el apoyo económico del gobierno, recaen en los departa- mentos dedicados a la explotación y no sobre aquéllos encargados de la conservación. Bajo aprovechamiento de los técnicos y poca oportunidad de participa- ción de especialistas en la discusión de proyectos sobre el uso directo de los recursos naturales. Una crisis económica que en los últimos siete años ha sido tomada por el gobierno como justificación para pasar por alto las más elementales nor- mas de manejo del medio ambiente. A estos cuatro factores esenciales deben agregarse otros que, durante años, se han ido convirtiendo en costumbre por la falta de interés estatal: la inexis- tencia de una educación ambiental para la población, las interpretaciones personales de los dirigentes y caciques locales que dan oportunidad para que dentro de muchas áreas protegidas se realicen actividades ilegales (caza, pesca, recolecta o tala), o la tendencia generalizada de convertir (por la vía de 22 Carlos Wotzkow encuentrolas imposiciones políticas y bajo amenaza de despido) a los especialistas en tristes sustentadores de las ideas de un solo hombre, de sus más pésimos pro- yectos, y de las decisiones inapelables dictadas por su gobierno. Entonces, un S.O.S urgente es más que necesario si entendemos que la protección de la naturaleza cubana no puede ser asumida por un pequeño grupo de científicos cubanos con conocimiento de la amenaza, pues éstos se encuentran solos y están silenciados por la censura estatal. Así, este S.O.S. está más que justificado, porque la vida silvestre de Cuba es también un patrimo- nio natural del mundo que todos disfrutamos, y porque tanto los cubanos como los extranjeros tenemos la obligación moral de actuar en favor de lo que durante tantos años de desdén, y muchas veces por desconocimiento, hemos contribuído a destruir juntos. 23 S.O.S. por la naturaleza cubana encuentro Carlos Alfonzo. De la serie South Miami Hospital.(1990)E n 1995 el filósofo, historiador y pedagogo cubano Juan Antonio Blanco publicó un libro que se alza sobre cinco premisas para explicar cuál es el cambio más urgente a las puertas del próximo siglo: «la revolución del pensamiento ético humano». El sentido de esta reflexión es contrario al ensayismo preciado por Rafael Rojas tanto en la relectura de la nación cubana a lo Iván de la Nuez, como en los intentos de aclarar el lado público de Julián del Casal (Víctor Flower), fragmentar la totalidad poética de Orígenes(Antonio José Ponte) o soslayar lo político en Martí (Ernesto Hernández). Juan Antonio Blanco adopta el mismo patrón crítico en doble perspectiva que estrenó Marx y perfeccionaron las generaciones sucesivas de la Escuela de Francfort, pues no sólo interpreta el contexto sociohistórico actual como «crisis del paradigma moder- no», sino que también interpela a los destinatarios poten- ciales de su obra con intención de «abrir la puerta al calle- jón sin salida, ecológico y social». Este diagnóstico del presente con la mira puesta en el futuro, presupone arrojo intelectual. En una encuesta sobre la poesía del año 2000, Pablo Neruda admitió: «Si esta pregunta me saliera al paso en un callejón oscuro, me llevaría un susto de padre y señor mío». Juan Antonio Blanco merece otro linaje de encomio, que no sea la rese- ña lisonjera, porque además enjuicia su propio ensayo Ter- cer Milenio: Una visión alternativa de la posmodernidad (1995), como «síntesis y punto de partida para nuevas reflexiones». Tal convite al ejercicio de la razón abre la posibilidad de rebatir aquellas cinco premisas y adelantar así la desconfianza del aficionado, frente a las pretensio- nes de tender algún puente sociocientífico para escapar de la modernidad. la sagrada familia «La humanidad sólo podrá aspirar al futuro que sea capaz de hacerse por sí misma», reza la premisa inicial y con ella queda sellada la suerte de todo el libro: abundar en tesis más o menos irrelevantes acerca de cuál es el desideratum, 24 Arturo Jiménez encuentro El puente de los asnos Miguel Fernándezy echar a un lado el problema elemental de cómo lograrlo. Incluso si esta pri- mera proposición del ensayista fuera autoevidente, no sería lícito concederle importancia, ya que la clave problemática del futuro siempre ha estado en el modo de forjarlo. Acaso lo atendible resida en que se abjura de esta conclusión marxista: «La lucha de clases conduce necesariamente a la dictadura del proletariado». Nin- guno de los actores sociales, repone ahora Juan Antonio Blanco, tiene su «éxito asegurado». Pero el concepto de humanidad que maneja en esta pre- misa, se resiente de la misma abstracción fustigada por Unamuno al compás de su soliloquio sobre los hombres «de carne y hueso». Así queda en suspenso la respuesta concreta de quiénes (y por qué) acometerían la tarea sagrada de marchar, unidos como en familia, hacia determinado futuro posible. la ideología alemana El ensayo establece como segunda premisa que la ética «juega un papel cru- cial en el quehacer histórico». Tanto es así que uno de los historiadores galar- donados por primera vez con el premio Nobel de Economía (1993), Robert Fogel, comprobó el influjo decisivo de las fuerzas morales sobre la abolición de la esclavitud en la Unión Americana. Con auxilio de modernas técnicas estadísticas, Fogel indagó el pasado económico de los estados sureños, mas no debe haber desdeñado que por ellos pasaron los ejércitos del Norte sin mucha deferencia para con la ética liberal. Mientras no se explicite cómo los valores morales dejarán de realizarse al estilo de la Ilustración, de manera privada y ocasional, el asunto seguirá plan- tado en el mismo sitio donde midieron sus armas los viejos gurús del pensa- miento ideológico alemán. Hegel tachó ya de abstracta la ética de Kant, porque no entrañaba identidad colectiva alguna capaz de conformar las identidades individuales sobre principios universalistas.Lo relevante ahora estribaría en debatir hasta qué punto será crucial una ética orientada al futuro: ¿cómo se daría el paso revolucionario en la dimensión histórica de la inteligencia moral, después que el socialismo real vínose abajo y la conciencia burguesa se ha tor- nado cínica? Juan Antonio Blanco cifra sus esperanzas en «la unión y acción de la gente decente» frente a la injusticia; también Vaclac Havel aboga, en sus Meditaciones de verano (1991), por ser decente para fomentar la justicia social, pero es casi seguro que estos intelectuales cubano y checo se refieran a decencias dispares. miseria de la filosofía De acuerdo con la tercera premisa, la política debe ser «el arte de lo imposi- ble» en vez del «arte de lo posible», que se ha convertido en «una consigna desmovilizadora y paralizante». Así lo recalca el director del Centro Félix Varela, doctor Juan Antonio Blanco, al ser entrevistado para el número prínci- pe (1995) de la revista ilustrada Habanera . Cabría entonces reemplazar el pre- cepto político enunciado hacia 1816 por el padre de la corriente democrática cubana, Félix Varela: «Hacer en cada momento lo que es posible hacer». 25 El puente de los asnos encuentroMas el fundamento de repuesto semeja otra consigna no menos entumece- dora: «Exigir lo imposible (...) parece el único modo de conocer, finalmente, lo que resulta posible en este mundo». Se trata de la idea platónica que sus- tenta lo político en el conocimiento, pero lo político no atañe al conocer, sino al hacer juntos lo acordado. Aunque todo saber ayuda, no se toman decisio- nes políticas para tantear lo imposible y así conocer lo posible; se adoptan más bien para encarar los conflictos prácticos a medida que éstos van surgien- do. La política –decía Martí– «es como cera blanda, que se ajusta a un molde inquieto, variable y hervidor». Lo imposible radica, por tanto, en concebirla sin el sentido mismo del aquí y el ahora. La tercera proposición de Juan Antonio Blanco confirma, por reducción al absurdo, que «la política es la ciencia y el arte de lo bueno posible» por decirlo a la manera de Monseñor Carlos Manuel de Céspedes. Además de que la pieza conceptual de Platón no encaja como recambio, las nociones de Varela y Martí distan mucho de ser obsoletas. Desde la perspectiva crítica de reconstrucción del materialismo histórico, la Escuela de Franckfort viene religando lo político a la praxis mudable y azarosa, en la cual los saberes conciernen a las circuns- tancias. Exigir lo imposible obedece a otra ruta filosófica, que probablemente conduzca hacia la indigencia prevista por algún personaje cervantino en el alto riesgo de Que, pues lo imposible pido / lo posible aún no me den . Herr Vogt La cuarta premisa del libro «está vinculada al criterio de ‘éxito’ y ‘fracaso’ que puedan asumir las fuerzas sociales». El autor plantea la disyuntiva moral de tejer la autobiografía o la historia. Al hombre demediado que escoja la segun- da opción, le sugiere comprometerse con la causa común incluso si no creyera tener «un margen razonable de posibilidades de éxito durante o más allá de su propia vida». Este consejo enlaza también con la exigencia de «lo imposible», que despierta la sospecha de otra propensión platónica: el desprecio a la masa. En carta a un amigo europeo, divulgada por la revista de pensamientoCon- tracorriente(octubre-diciembre 1995), Juan Antonio Blanco le atribuye a Cuba el doble carácter de «museo y promesa» para sentarla como «laboratorio social», en el cual pudiera validarse una fórmula novedosa de desarrollo. Sin embargo, aquel «criterio de compromiso ético con el quehacer histórico» no debe encarnar mayoritariamente y menos entre cubanos. Aunque mantene- mos «el sentido de lo ético», tal y como reconoce Miguel Barnet en un reporta- je de citas que publicara la revista artístico-literaria Unión (enero-marzo 1995), actuamos con ese «sentido práctico de la existencia» que arguye Virgilio Piñera en un artículo presentado a (y nunca publicado por) el periódico Revolución (1959-65). Uno y otro sentidos se concilian en el criterio martiano: «depende el éxito de no decir más que aquello que sea de realización posible». Detrás del criterio del doctor Blanco, en cambio, no puede menos que esconderse la falacia naturalista de hilar consecuencias éticas a partir de supuestos ajenos a la moral. Una trayectoria silogística semejante describió Karl Vogt al conjeturar que «el pensamiento se encuentra casi en la misma 26 Miguel Fernández encuentrorelación con el cerebro que la bilis con el hígado...» La base metafísica del compromiso recomendado por Juan Antonio Blanco consiste en que el tiem- po puede ser favorable de algún modo. Nada de ética universalista renovada, sino mera tradición judeocristiana que antepone al mismo hombre creyente pintado por Karl Löwith: «Tiene fe y también esperanza. No hallándose satis- fecho con su presente experiencia pero forzándose hacia el futuro, goza con- fiadamente de aquello que aguarda con ansiedad y por lo cual lucha». En La filosofía como anhelo de la revolución(1976), Fernando Savater se rebe- la contra el propósito de que la historia continúe «resencionando nuestras vidas», y enfatiza que sujetar las expectativas a la flecha del tiempo «aplasta las presentes posibilidades de alegría en nombre de una triste perfección futu- ra». Sería refrescante dar la tángana posmetafísica junto a Savater, pero el otro Fernando (Ortiz y Fernández) nos recuerda en Los factores humanos de la cubanidad(1949) que son cardinales para nuestra cultura «las tres virtudes, dichas teologales, de fe, esperanza y amor». Puestas a la altura humana, tales dichas encontrarán siempre portadores «de carne y hueso» que se contentarían con llevar adelante el objetivo común sin preocuparse por algo situado más allá del consenso legítimo entre ellos mismos. Y así como nadie (o casi nadie) se enamora de o tiene fe en su pareja porque espera que desempeñe con excelencia el rol de abuela o abuelo, la gente (o la mayoría) suele empecinarse en hilvanar primero autobiografía y luego historia. Ante la prescripción de encrucijadas o virtuosismos rocambo- lescos, casi todos aprendemos a vivir con doble rasero y algunos hasta comen- zamos a simpatizar con los pecados de lesa historicidad, como aquel poema de Gastón Baquero en que Manuelita Saenz y Giuseppe Garibaldi bailan el rigodón final de la existencia. el capital «La quinta y última premisa del presente ensayo es que la nueva era hacia la que transitamos está decisivamente vinculada al cambio en el modo de hacer his- toria(sic.) que hasta el momento hemos conocido», postula Juan Antonio Blanco y explana así la innovación: pasar de «una historia hecha desde las éli- tes» a «una historia en que las masas se erigen en arquitectos autónomos de su propio destino». Tal parece que por fin se aborda la cuestión de cómo sobrevendrían esos fenómenos sociales que harán época, porque el ensayista ha descartado la lógica del capital como clave del desarrollo, para ceñirse a la lógica expositiva de El Capital(1867). Sin embargo, los argumentos devienen antistróficos, es decir, acaban retorciéndose contra el propio postulante. El doctor Blanco asevera que la crisis de la modernidad no tendrá desenla- ce fatal, «sólo si las masas encuentran un modo organizativo eficaz». Lejos de discutir entonces cierta praxis organizativa de ilustración ecologista y subver- sión de masas, prefiere notificar la urgencia a opresores y oprimidos revistién- dola de maldición mitológica: «Nuestro tiempo termina el próximo siglo». Pasa por alto que el fin del mundo siempre está a punto de llegar, mas el ingenio humano viene postergándolo desde siempre. Luego fabrica un sujetohistórico 27 El puente de los asnos encuentroNext >