< Previousla hoja de parra del castrismo, el último pretexto con que cubrir la vergüenza de su desastrosa gestión económica, responsable absoluta de la penuria actual que padece nuestra isla. Puedo decir esto aquí como lo dije recientemente en Washington ante oficiales del gobierno norteamericano, pero si lo dijese en La Habana iría a parar inmediatamente a la cárcel. Y eso, me parece, marca las diferencias. Mi convicción de que Cuba no tiene que temer a una relación abierta con Estados Unidos, mi certeza de que no somos una fruta madura y de que no caeremos en las garras de nadie, se debe, entre otras razones, a la presencia de ustedes aquí. En efecto, la mayor parte de los ponentes y casi todos los asis- tentes al seminario viven y trabajan desde hace años en este país. No por ello han dejado de ser cubanos; y encima han resultado enriquecidos en sus que- haceres respectivos por el intercambio y el estímulo resultantes de convivir íntimamente con otra cultura particularmente dinámica. ¿Quién se atrevería a afirmar jamás, por ejemplo, que la música de Paquito D´Rivera o la de Celia Cruz no nos pertenecen? Cuba sólo tiene que temerse a sí misma. A nuestra propia incapacidad para entendernos entre cubanos, en paz y en aras de un proyecto común. Estoy convencido de que ese proclamado miedo pánico con respecto a Esta- dos Unidos no es más que una máscara del miedo a asumir nuestra propia libertad, nuestra propia responsabilidad como nación todavía inacabada. Nunca seremos absorbidos porque pertenecemos por naturaleza cultural e histórica a la encrucijada de tres mundos. Somos parte de Latinoamérica, del archipiélago Caribe y frontera con Estados Unidos. Tenemos una relación pri- vilegiada con España y por si todo esto fuera poco la tragedia de nuestra diás- pora nos ha permitido a miles y miles de cubanos convivir con culturas diver- sas, de Suecia a Rusia y de Australia a Canadá. Pero no podemos entrar al siglo XXI con una mentalidad del siglo XIX, en el que el estado-nación era el valor absoluto, prácticamente único, cuando incluso el país que lo inventó, Francia, ha sido uno de los motores de la inte- gración de la Unión Europea. Imaginemos una Cuba democrática integrada al naftajunto a Estados Unidos, México y Canadá, integrada al caricom junto a las restantes islas del Caribe, con fuertes vínculos culturales y económi- cos con España y Latinoamérica y con un tratado con la Unión Europea. Ima- ginemos la riqueza añadida que para nosotros significará la diáspora cubana en ese entonces. Todos sabemos que desde el siglo XVII, cuando la península de la Florida era una suma de pantanos insalubres y Miami no soñaba siquiera con existir, La Habana era ya una de las principales ciudades de América, centro de reu- nión de las flotas españolas, y llave del comercio en el continente. Todos sabe- mos, también, que ese destino insular se siguió cumpliendo hasta la primera mitad del siglo XX, cuando nuestro país, persiguiendo el espejismo de la Uto- pía por el que también yo resulté encandilado, forjó una alianza antihistórica, anticultural y antigeográfica con un imperio euroasiático para mayor gloria del Máximo Líder, participó en guerrillas en toda Latinoamérica y en guerras 8 Cuba, 170 años de presencia en Estados Unidos / introducción Jesús Díaz encuentroregulares en Angola e incluso en el remoto Cuerno de África, donde nuestros soldados acudieron en defensa de un dictador, Mengistu Haile Mariam. Se inició y consumó así una etapa de decadencia que ya dura cuarenta años y que incluyó, entre otros desastres, el presidio político más largo, nutrido y atroz de la historia de América, y una crisis política y económica endémica que ha determinado el exilio del veinte por ciento de la población, amén de fenómenos terribles como el jineterismo y los balseros. Lo cierto es que Cuba necesita de la libertad como del aire, y que ésta sólo puede desarrollarse en el contexto de una democracia fundamentada en un estado de derecho. Desde mi punto de vista la prueba única y verdadera de la independencia cubana sería el establecimiento de dicho estado de derecho sin tener en cuenta el proceder de Estados Unidos. Dicho en otras palabras, condicionar el establecimiento de la democracia en Cuba al levantamiento del embargo por parte de Washington es no sólo una prueba de totalitarismo y de miedo a la voluntad popular cubana sino también una vergonzosa mani- festación de espíritu anexionista. Pero Cuba necesita normalizar sus relaciones con Estados Unidos de una buena vez, y a mi juicio esa normalización debe incluir el levantamiento del embargo y la derogación incondicional de la ley Helms-Burton por parte de Washington. En cualquier circunstancia dichas decisiones facilitarán el cami- no hacia el establecimiento de un estado de derecho en la isla. Y para hacer más corto ese camino sería imprescindible también que Estados Unidos se comprometiese a devolver la base naval de Guantánamo al primer gobierno democráticamente electo por los cubanos después del castrismo. Entonces empezaría, literalmente, otra historia. Ya termino. Pero antes, permítanme soñar un poco con esa historia por venir. Si los cubanos fuéramos capaces de protagonizar una transición pacífica en el postcastrismo, si fuéramos capaces de construir una democracia, aun imperfecta, si fuéramos lo suficientemente hábiles como para normalizar en beneficio mutuo las relaciones con Estados Unidos y al mismo tiempo con nuestras restantes áreas de interés, el futuro del país estaría razonablemente garantizado. Es sabido que las remesas de dólares que los exiliados enviamos a nuestras respectivas familias constituyen el primer rubro de ingreso de Cuba, por sobre el turismo y la zafra azucarera, lo que revela la paradoja de que hoy por hoy Miami es el sector más dinámico para la economía de la isla. Imagine- mos, entonces, cómo podría ser el futuro si desde hoy luchamos por la paz y la comprensión entre nosotros. Es previsible que apenas una mínima parte del exilio regresaría a vivir a la isla, pero también lo es que prácticamente todos los exiliados irían de visita con harta frecuencia, lo que significaría el establecimiento de puentes aéreos no sólo entre Miami y La Habana, sino también entre Miami y todas las ciuda- des importantes del país, desde Pinar del Río hasta Santiago de Cuba. Es pre- visible también que muchos de los que hoy ayudamos a sobrevivir a nuestras familias respectivas enviándoles dólares, realicemos junto a ellas pequeñas inversiones productivas que hoy Castro prohíbe para que ninguna indepen- 9 Cuba, 170 años de presencia en Estados Unidos / introducción Las responsabilidades de David encuentrodencia económica rete su poder omnímodo. Sólo esos dos rubros, viajes e inversiones del exilio, equivaldrían a una verdadera lluvia de oro para un país tan empobrecido como el nuestro. Leví Marrero nos enseñó que Cuba había sido capaz de levantarse una vez de sus cenizas después del fin de la guerra de los Diez Años, otra después del fin de la Guerra de Independencia, y predijo que también lo haría una terce- ra, luego del final del castrismo. Yo estoy convencido de que tenía razón y aún de más, de que si conseguimos no sólo producir ese gran encuentro pacífico de la nación cubana sino sostenerlo indefinidamente, Cuba volverá a ser el centro económico y cultural del Caribe, Miami no será otra cosa que un suburbio rico y aburrido de La Habana, y nuestro país recuperará su condi- ción de eje de comunicaciones entre Europa, América del Sur, el Caribe y América del Norte, como corresponde a la condición que hace siglos le reco- nociera Félix Martín de Arrate, la de Llave del Nuevo Mundo y Antemural de las Indias Occidentales. Sé que estamos muy lejos aún de ese momento, pero también que estamos adelantando ese añorado encuentro de la cultura cuba- na con pequeños pasos como el reciente concierto de Los Van Van en Miami o como este mismo seminario, donde vuelvo a agradecerles su presencia. 10 Cuba, 170 años de presencia en Estados Unidos / introducción Jesús Díaz encuentro Mardi Grass. Sweet Hearts II (1993) (Enamorados II)Una aproximación demográficaL a historia de la presencia cubana en los Estados Unidos es multifacética, con dimensiones que van de lo político y económico a lo artístico y literario e incluye hasta lo deportivo, como bien se puede apreciar en este número de Encuentro. La base de esa presencia cubana es, antes que nada, demográfica: un proceso de migración, de asentamiento en distintas localidades, y de reproducción y mortalidad de la población de Estados Unidos que se origi- nó en Cuba. Por ello, una visión panorámica del desarrollo demográfico de los cubanos en los Estados Unidos ofrece un marco esencial para el estudio de lo que ha sido una importante presencia cubana en el vecino país norteño. El análisis demográfico representa no solamente un ele- mento fundamental al considerar lo cubano en los Estados Unidos, sino también un quehacer intelectual con un enfo- que inherentemente distinto al análisis político y cultural. La demografía, pudiera decirse, aporta un punto de vista democrático. No es coincidencia que ambos vocablos ten- gan la misma raíz etimológica (del griego, demos, pueblo). En las páginas de este número de Encuentropodemos desta- car, por medio de los colegas que se han dedicado con tanto esmero al estudio de las distintas e importantes actividades que han desempeñado los cubanos en los Estados Unidos, las trayectorias de Varela, Martí, Capablanca, Luque, Kid Chocolate, Arnaz, Pozo, y muchos más. En el análisis demográfico, sin embargo, cada uno de esos insignes cuba- nos pasa a ser, simplemente, uno (o una) más, indistingui- ble del conjunto que nos arrojan las cifras de los censos o los registros migratorios. En esas cifras los notables de la política, la cultura, el deporte, y la intelectualidad se codean por igual con el tabaquero de Ybor City, el comerciante azucarero de Nueva Orleáns, el lavaplatos de Manhattan, el obrero industrial de New Jersey, o la oficinista de Miami. Y es en esas cifras donde encontramos el contexto social más 13 una aproximación demográfica encuentro De Nueva York a Miami El desarrollo demográfico de las comunidades cubanas en Estados Unidos Lisandro Pérezamplio en el cual se desarrollaron las actividades de aquellos cubanos que dejaron huellas visibles y permanentes en los Estados Unidos. En este trabajo se presenta un análisis de los datos disponibles sobre el número, inmigración, y las distintas comunidades de cubanos en los Estados Unidos durante los siglos XIX y XX. Es el resultado de una búsqueda exhaustiva en las publicaciones seriales de las dos fuentes fundamentales para este estudio: los censos de la población de los Estados Unidos y los registros de la agencia oficial de inmigra- ción de ese país. Para facilitar la presentación del análisis, el trabajo está dividi- do en dos secciones cronológicas: 1870 a 1958 y 1959 a 1997. 1870 a 1958 Los datos Tanto en los censos como en los registros migratorios no existen datos específi- camente sobre cubanos hasta 1870; es decir, antes de esa fecha las cifras no están suficientemente desglosadas y los datos sobre los cubanos están incluidos en una categoría más amplia que abarca todos los caribeños (West Indian). Es en 1870 cuando empiezan a aparecer tabulaciones exclusivamente de cubanos, lo cual requiere que esta panorámica demográfica comience cuando al siglo XIX solamente le quedan tres décadas. Los datos censuales gozan de una regu- laridad ejemplar, ya que la Constitución de los Estados Unidos requiere que se realice una enumeración al inicio de cada década, y en efecto así a sucedido desde 1790. Los resultados también se han publicado fielmente, aunque no de forma uniforme con respecto a las tabulaciones disponibles, como ya se ha notado. Esa larga serie de censos, desde 1870, entonces, representa la fuente de los datos censuales que se utilizan aquí, tomados de publicaciones emitidas por la misma entidad: El Buró del Censo (U.S. Bureau of the Census). Los registros migratorios no son tan uniformes como los censos, ya que de 1870 a 1958 la responsabilidad de compilar y publicar esos registros pasa de un departamento federal a otro, ninguno de los cuales tiene como propósito la divulgación de datos (como es el caso del Buró del Censo), sino actuar como la agencia reguladora de la inmigración. En algunos años los datos son casi inexis- tentes o arrojan pocos detalles. Aún así, es sorprendente la cantidad de datos disponibles, a pesar de que hay que compilarlos año por año de diversas fuen- tes. Afortunadamente, hay una uniformidad a través de todos estos años en una variable esencial: la forma de definir el origen nacional del inmigrante. El con- cepto que se aplica consistentemente es el de raza o pueblo (race or people), una definición basada más bien en el lugar de nacimiento inclusive en la iden- tidad propia, no en la ciudadanía jurídica. La definición utilizada, claro, favore- ce el estudio de los cubanos, ya que no sería posible identificarlos durante el siglo XIX si se hubiera aplicado un concepto jurídico de nacionalidad. 1 14 una aproximación demográfica Lisandro Pérez encuentro 1 Los datos de inmigración que se utilizan en esta sección (de 1870-1958) provienen todos de las siguientes fuentes: U.S. Bureau of Statistics, Inmigration into the United States, Showing Number, Nacionality, Sex, Age, Occupation, Destination, etc., from 1820 to 1903 (Washington, D.C.: Treasury Deparment, sin fecha), p 4351; U.S. Congress, Senate, Reports of the Inmigration Commission:Número e inmigración El gráfico Nº 1 presenta el número de personas nacidas en Cuba que aparecen en cada censo estadounidense de 1870 a 1950. 2 La cifra de poco más de 5,000 en 1870, aunque relativamente baja, es realmente respetable para la fecha, sobre todo si se toma en cuenta que mientras más antiguo es el censo, más posi- bilidad tiene de sufrir deficiencias en lograr un conteo completo. A partir de 1900 hay un aumento notable en el número de cubanos, pero después de 1910 las cifras se demuestran estables. En 1950, sin embargo, se registra un aumento realmente súbito, casi un 100 por ciento por encima de la cifra de 1940. El factor determinante de estas tendencias en el número de cubanos es, por supuesto, los niveles de inmigración. El gráfico Nº 2 representa los cuba- nos que fueron admitidos a los Estados Unidos como inmigrantes entre 1871 y 1958. Es importante tener en cuenta que estas cifras se refieren exclusiva- mente a los cubanos que al entrar al país se declararon como inmigrantes, es decir, con intención de residir permanentemente en los Estados Unidos. Hay evidencia que como resultado de la proximidad entre los dos países, existía 15 una aproximación demográfica De Nueva York a Miami encuentro Statistical Review of Immigration 1820-1910, 61st Congress, 3rd session, document nº 756 (Washing- tong, D.C.: U.S. Government Printing Office, 1911), pp. 90-91; Commissioner-General of Immi- gration, Annual Report (Washington, D.C.: Government Printing Office, ediciones para cada año de 1908 a 1932; and U.S. Department of Justice, Immigration and Naturalization Service, Annual Report (mimeo, ediciones para cada año de 1942 a 1958). 2 Con la excepción del censo de 1890, para el cual no existen datos exclusivamente para cubanos, ya que para ese año se volvió a la antigua (pre-1870) práctica de poner a los cubanos en la catego- ría más amplia de West Indian. En el censo de 1890 no existen datos exclusivamente sobre cubanos La cifra para 1940 es un estimado Gráfico 1 Personas nacidas en Cuba residentes en Estados Unidos, según los censos de 1870 a 1950un flujo bastante numeroso de cubanos que entraba a los Estados Unidos de forma temporal, y viajaba con frecuencia a través del estrecho de la Florida. 3 El gráfico 2, entonces, no refleja la totalidad de ese movimiento demográfico, sino solamente a los que llegaban de Cuba con fines permanentes (condición más afín al concepto real de inmigración). En el gráfico Nº 2 se pueden apreciar las condiciones migratorias que resultaron en las tendencias del primer gráfico. No es hasta después de 1885 que realmente aumenta la migración de Cuba, y se mantiene a niveles relati- vamente altos hasta 1915, cuando empieza a disminuir, para resurgir en forma dramática después de 1945. Como se demostrará más adelante, el factor que más influye en ese ciclo de aumento y descenso que cubre más o menos el período de 1885 a 1915 es el auge y la posterior disminución de la industria tabacalera que establecieron los cubanos en la Florida. Es importante destacar el aumento después de 1945 en los niveles migrato- rios. Obviamente representó un proceso de bastante importancia, pero muy poco se ha escrito sobre esta migración, sus causas, y su proceso de adapta- ción en los Estados Unidos. 4 Indudablemente que la situación política que 16 una aproximación demográfica Lisandro Pérez encuentro 1871-75 1876-801881-851886-90 1891-95 1896-1900 1901-051906-10 1911-15 1916-201921-25 1926-30 1931-35 1936-40 1941-45 1946-501951-551956-58 Gráfico 2 Cubanos admitidos a los Estados Unidos como inmigrantes, 1871-1958 3 Committee on Immigration, United States Senate, Proceedings of the Cuba and Florida Immi- gration Investigation (52nd Congress, 2nd session, report nº 1263, February 1893, p. 3. 4 Prácticamente lo único que se ha escrito que nos da una visión de esa migración son las novelas de Oscar Hijuelos, sobre todo Our House in the Last World, publicada en 1983.atravesaba la isla a finales de la década de los cincuenta contribuyó a aumen- tar los niveles de esa migración. Pero es probable que por lo general ese flujo migratorio, que se encaminaba predominantemente hacia Nueva York, res- pondiera más que nada a condiciones del mercado laboral, con una dinámica muy parecida a la migración puertorriqueña de la misma época. Este fenóme- no puede ser interpretado como una indicación de lo que pudiera haber sido la situación migratoria cubana en décadas posteriores a 1960 si no hubiera ocurrido el proceso revolucionario iniciado en 1959. Comunidades En 1870 las tres comunidades más grandes de cubanos en los Estados Unidos estaban en Nueva York, Cayo Hueso, y Nueva Orleáns. En la primera (inclu- yendo a Brooklyn que entonces era una ciudad independiente) se enumera- ron a 1,565 personas nacidas en Cuba; en Cayo Hueso 1,058; y en la ciudad portuaria de Luisiana unos 936. La única otra ciudad con un número notable de cubanos era Filadelfia con 320. Es muy probable, aunque no existen los datos censuales para confirmarlo, de que Nueva Orleáns, en la primera mitad del siglo XIX tuviera una población cubana mucho mayor a la que aparece en el censo de 1870. En época anterior a esa fecha, las industrias azucareras de Cuba y Luisiana habían estado en auge, y el contacto entre las dos zonas era considerable. 5 Ya para 1870, después de la guerra civil norteamericana y pasa- do el boom azucarero cubano, es de esperar que la presencia cubana en esa ciudad hubiese mermado. En 1880 se encuentran aún menos cubanos en Nueva Orleáns, 568, lo cual indica que efectivamente ya era una comunidad en descenso. Nueva York, sin embargo, continuó creciendo. En 1880, el año en que llega José Martí a esa ciudad, Nueva York ya contaba con más de 2,000 cubanos. Cayo Hueso, que para 1840 ya tenía chinchales con tabaqueros cubanos, recibió a partir de 1868 los refugiados del conflicto que se inició en Cuba en ese año. Entre ellos se encontraba Vicente Martínez Ybor, de origen valencia- no y dueño de una fábrica de tabacos en Cuba. Estableció su negocio en el Cayo, pero años después lanzó una atrevida empresa comercial destinada a convertir a una zona contigua al poblado de Tampa, en la costa oeste de la Florida, en un centro para la manufactura de puros elaborados con hojas cubanas. 6 Las primeras fábricas tampeñas abrieron en 1886 y así se inició el crecimiento vertiginoso de esa comunidad, la cual llegó a ser la comunidad cubana más grande de Estados Unidos en el siglo XIX. 17 una aproximación demográfica De Nueva York a Miami encuentro 5 Realmente está de más anotar que la evidencia histórica más conocida de la conexión Cuba-Luisia- na es la fatal expidición de Narciso López, la cual partió de Nueva Orleáns en 1850 llevando a Cuba la primera bandera de la estrella solitaria, la cual hizo su inaguración en un asta de esa ciudad. 6 Los detalles de la fundación de Ybor City en Tampa constituyen una historia interesante. Véase Lisandro Pérez, «A Cuban Catholics in the United States», en Puerto Rican and Cuban Catholics in the United States, editado por Jay P. Dolan y Jaime R. Vidal (Notre Dame: University of Notre Dame Press, 1994).Next >