cinco años de encuentro/ Jesús Díaz • 3 Homenaje a Antón Arrufat 5 nacionalismo y universalismo Aurelio de la Vega • 49 fiestas cubanas/ Roberto González Echevarría • 57 la cultura cubana hacia el nuevo milenio Antonio Benítez Rojo • 75 ¿un REVIVAL del bolero?/ Tony Évora • 81 crudo: el rock cubano de los noventa Arsenio Rodríguez Quintana • 90 salsa de cuba/ Luis González Ruisánchez • 97 permiso que llegó formell Carlos Olivares Baró • 102 En proceso la «raza» y los silencios de la cubanidad Alejandro de la Fuente • 107 Cuentos de Encuentro el pianista árabe / Jesús Díaz • 119 cabeza de exiliado/ Benigno Nieto • 124 el panteón de los héroes / Amir Valle • 136 la camisa de fuerza Antonio Elorza / Marta Bizcarrondo • 139 Dossier El presidio político en Cuba deportación a fernando poo / Anónimo • 156 el presidio rodeado de agua de valeriano weyler José M. Hernández • 168 1902-1959: más narraciones entre hierros Rafael E. Saumell • 176 santa clara, diciembre de 1960. tribunales en la noche / Antonio García-Crews • 186 el primer día/ Byron Miguel • 190 encuentro DELACULTURACUBANA REVISTA Director Jesús Díaz Redacción Manuel Díaz Martínez Carlos Espinosa Luis Manuel García Iván de la Nuez Marifeli Pérez-Stable Rafael Rojas Rafael Zequeira Edita Asociación Encuentro de la Cultura Cubana c/ Infanta Mercedes 43, 1º A 28020 • Madrid Tel.: 91 425 04 04 • Fax: 91 571 73 16 E-mail: asociacion@encuentro.net Colaboradores Eliseo Alberto • Rafael Alcides • Ramón Alejandro • Carlos Alfonzo †• Rafael Almanza • Eliseo Altunaga • Diana Álvarez • Alejandro Anreus • Uva de Aragón • Helena Araújo • Jorge Luis Arcos • Antón Arrufat • Guillermo Abello • Gastón Baquero †• Joaquín Badajoz • Carlos Barbáchano •Jesús J. Barquet • Víctor Batista • José Bedia • Francisco Bedoya• Antonio Benítez Rojo • Beatriz Bernal • Marta Bizcarrondo • María Elena Blanco • Félix Antonio Bonne Carcasés • Rosa Ileana Boudet • Elisabeth Burgos • Atilio Caballero • Madeline Cámara • Wilfredo Cancio • Jorge G. Castañeda • Mons. Carlos Manuel de Céspedes • Luis Cruz Azaceta • René Depestre • Cristóbal Díaz Ayala • Eliseo Diego †• Josefina de Diego • Jorge Domínguez • Antonio Elorza • Norge Espinosa Mendoza • Oscar Espinosa Chepe • Magaly Espinosa • María Elena Espinosa • Abilio Estévez • Tony Évora • Miguel Fernández • Lino B. Fernández • Gerardo Fernández Fe • Joaquín Ferrer • Víctor Fowler • Alejandro de la Fuente • Flavio Garciandía • Antonio García-Crews • Manuel García Verdecia • Alberto Garrandés • Florencio Gelabert • Lourdes Gil • René Gómez Manzano • Roberto González Echevarría • Luis González Ruisánchez • Germán Guerra • Mariela A. Gutiérrez • Pedro Juan Gutiérrez • José Manuel Hernández • Ernesto Hernández Busto • Emilio Ichikawa • Roberto Jíménez • José Kozer • Glenda León• Jorge Luis Llópiz • César López • Maritza Lugo Fernández • Raudelio Machín • Eduardo Manet • Héctor Maseda • Carmelo Mesa-Lago • Carlos Monsiváis • Byron Miguel • Julio E. Miranda †• Carlos Alberto Montaner • Juan Antonio Molina • Gerardo Mosquera • Benigno Nieto • Carlos Olivares Baró • Joaquín Ordoqui • Heberto Padilla †• Enrique Patterson • Patricia Pardiñas • Gina Pellón • Marta María Pérez Bravo • Ileana Pérez Drago • Gustavo Pérez Firmat • José Luis Piñeiro • Antonio José Ponte • Ena Lucía Portela • José Prats Sariol • Tania Quintero • Sandra Ramos • Alberto Recarte • Enrique del Risco • Miguel Rivero • Raúl Rivero • Arsenio Rodríguez Quintana • Guillermo Rodríguez Rivera • Efraín Rodríguez Santana • Marta Beatriz Roque • Baruj Salinas • Miguel Ángel Sánchez • Enrique Saínz • Enrico Mario Santí • Rafael Saumell • Fidel Sendagorta • Ignacio Sotelo • Ilán Stavans • Salvador E. Subirá • José Miguel Torres • Amir Valle • Jorge Valls • Aurelio de la Vega • Carlos Victoria • Fernando Villaverde • Alan West • Yoss (José Miguel Sánchez) • 20 primavera 2001el plan de trabajo forzado en isla de pinos Roberto Jiménez • 198 a sangre fría/ José Miguel Torres Calero • 203 tres crisis/ Salvador E. Subirá • 206 un médico en presidio/ Lino B. Fernández • 219 los trabajos forzados en cuba Héctor Maseda • 224 pueblos cautivos/ José Luis Piñeiro • 228 camino de la cárcel/ Martha Beatriz Roque • 232 prisión de mujeres de occidente Maritza Lugo Fernández • 236 documento de los tres Félix Antonio Bonne Carcassés / René Gómez Manzano Martha Beatriz Roque Cabello • 239 Miradas polémicas 241 Poesía teatro y otros poemas / Rafael Alcides • 281 Textual el amanecer de reinaldo arenas Eliseo Alberto • 289 para que se respeten los derechos humanos Jorge Castañeda • 292 Visión de América escribir el caribe que somos / René Depestre • 297 aventuras y desventuras de la evangelización en la américa latina Mons. Carlos Manuel de Céspedes • 303 la resistencia imaginaria/ Raudelio Machín • 317 eugenio florit: una rama de aire que se mece Manuel García Verdecia • 321 Buena Letra 327 Cartas a Encuentro 353 La Isla en peso 357 Portada, contraportada e interior, Joaquín Ferrer Contraportada Arbre nº 3. Óleo sobre lienzo (2000) Portada Arbre de vie. Óleo sobre lienzo (2000) diseño gráfico Carlos Caso maquetación KSOcomunicación impresión Navagraf, S.A., Madrid Ejemplar: 1.000 ptas. / 6,01 euros Ejemplar doble: 2.000 ptas. / 12,02 euros Precio de suscripción (4 núm.): España: 4.000 ptas. / 24,04 euros Europa y África: 6.650 ptas. / 39,97 euros América, Asia y Oceanía: 7.900 ptas. / $ 55.00 / 47,48 euros No se aceptan domiciliaciones bancarias. Encuentro de la cultura cubana es una publicación trimestral independiente que no representa ni está vinculada a ningún partido u organización política dentro ni fuera de Cuba. Las ideas vertidas en cada artículo son responsabilidad de los autores. Todos los textos son inéditos, salvo indicación contraria. No se devolverán los artículos que no hayan sido solicitados. D.L.: M-21412-1996 ISSN: 1136-63893 encuentro introducciónintroducción Cinco años de Encuentro Jesús Díaz E n el verano de 1996 apareció el número 1 de nuestra revista, hoy, cinco años después, aparece el 20. En la presentación de aquella remota primera entrega, escribimos: «La revista Encuentro de la Cultura Cubanatendrá como objetivo primordial el constituirse en un espacio abierto al examen de la realidad nacional. En nuestras páginas hallarán cabida tanto contribuciones de cuba- nos que viven en la Isla como de aquellos que residen en otros paí- ses, y también, desde luego, reflexiones de intelectuales extranjeros sobre nuestro país y su circunstancia. Pretendemos contribuir así a que nuestra cultura aparezca en su diversidad, en su vocación con- temporánea e internacional, como una de las principales esperanzas de la nación». Agradecemos a nuestros colaboradores y lectores, cubanos y no cubanos, de la Isla y del exilio, el habernos permitido cumplir ese objetivo. Agradecemos asimismo a nuestros promotores, patrocina- dores, anunciantes y suscriptores el apoyo que ha hecho posible este empeño, y también el de nuestro diario digital Encuentro en la Red(www.cubaencuentro.com), que pronto ofrecerá a sus visitan- tes, digitalizada, la colección completa de la revista, muchos de cuyos números están totalmente agotados. En nuestra primera presentación escribimos también: «Encuentro de la Cultura Cubanano representa ni está vinculada en modo algu- no a ningún partido u organización política de Cuba o del exilio. La revista no publicará ataques personales ni llamados a la violencia y sólo aplicará el criterio de calidad en la selección de sus colabora- ciones. A partir de esas premisas, Encuentro de la Cultura Cubana estará abierta a puntos de vista contradictorios e incluso opuestos, dará acogida y aun estimulará las polémicas, prefigurando así la sociedad plural que deseamos para nuestro país». Sólo nos resta ratificarnos en esos objetivos radicalmente demo- cráticos. En los inicios de un nuevo siglo la cultura sigue siendo una de las principales esperanzas de la nación, y Cuba está más necesitada de esperanza que nunca.5 encuentro homenaje a antón arrufat C erca de esta hora, alrededor de las cuatro de la tarde, durante nueve años exactos, desde 1971 a 1979, de lunes a viernes, con cuatro horas de trabajo los sábados, salía yo de la biblioteca de Marianao caminaba varias cuadras, subía una ruta 22 y cincuenta minutos des- pués estaba en mi casa de Centro Habana. Cumplía con una sanción misteriosa: no tenía tiempo señalado e ignora- ba la cuantía del delito. Había cometido al escribir Los siete contra Tebas , un delito que nunca se me dijo en qué consis- tía realmente ni qué tiempo debía pagar por cometerlo. ¿Quiénes debían decírmelo y quiénes debían perdonarme? Tampoco lo supe nunca. Es decir, nunca oficialmente, como supongo deben conocerse estas cosas, sino mediante rumores, comentarios y puertas que se mantenían cerra- das. Para mí se convirtió en el delito de escribir, de escribir una obra teatral juzgada como atentatoria, según reza el prólogo que esta institución misma puso en aquellos años a la edición de la pieza, atentatoria contra principios de la Revolución. Creo que ha llegado el momento de contar públicamente el hecho. Si vivimos en una sociedad que rectifica sin declarar que se ha equivocado, no me parece sano continuar haciéndolo así. Sólo diciendo ciertas cosas ganaremos conciencia sobre ellas y un poco de lucidez. No debemos negarnos a aprender de la Historia porque nos veremos obligados a repetirla. En el almacén de la Bibliote- ca de Marianao, formando paquetes de revistas con un car- tón y una soga, sin poder recibir ni hacer llamadas telefóni- cas, con las visitas personales prohibidas, observado por la directora, esperé nueve años. Mi capacidad de resistencia ha sido siempre fabulosa. Creo que se fundamenta en un mecanismo de defensa inconsciente muy simple: cuando termino de hacer algo, lo olvido. O dicho con mayor preci- sión: me entrego de inmediato a otro hacer. En una mesa de madera rústica que había en el almacén, coloqué el manuscrito deLa caja está cerrada, que tenía ochocientas Antón Arrufat Pequeña profesión de fe Homenaje a Antón Arrufatpáginas en letra menuda, y comencé a pasarlo en limpio, aprovechado los momentos en que la directora dejaba de observarme. Felizmente, como el manuscrito era tan cuantioso, las páginas duraron hasta que la sanción termi- nó en 1987. Vino entonces la rehabilitación con su ritmo pausado, gradual, según ocurren estas cosas en nuestra sociedad. Y aquí estamos, finalmente, con varios libros publicados, como cualquier otro escritor. Si menciono este hecho en público y por mi boca, es con el fin de exorci- zarlo. El caso de Los siete contra Tebasestá en conocimiento de todos y subyace en este acto como algo secreto. Permítaseme, al menos por una vez, que deje de ser secreto y que lo asumamos entre todos. No conozco otro modo de ponerle punto final. Después de compartido, entreguemos el asunto a los his- toriadores futuros. Si además lo hago no es por resentimiento, que mis amigos saben que no padezco, ni por vanagloriarme de mi capacidad de resistencia, la que es un don natural que tan sólo me es dado ejercitar, ni por proclamarme víctima del Estado: lo hago por algo que tiene relación con la ética del escritor: es un profesión de fe. En cualquier momento de la Historia y en cualquier sociedad, la relación del artista con el Estado o con el poder, no resulta fácil ni placentera. Mejora a veces y luego empeora. Lo que es imprescindible es escla- recerla, y que cada cual mantenga el lugar que le corresponde. Aspiremos a una especie de equilibrio entre el Estado y el individuo. Ni un Estado tan fuer- te que nos aplaste ni tan débil que no deje indefensos. Lo que a nosotros corresponde es realizar nuestra obra, ser fieles a ella e insobornables. Aprendí de Lezama y de Piñera que su oficio, para un escritor verdadero, es el más elevado, y bien merece la resistencia y la espera. Vivos o muertos, realizada la obra, ocupará su lugar. Con su hachuela de desgracias y júbilos, la vida me ha pulido el corazón. Cuando era joven pensaba que el momento de agradecer no llegaría. Iba por la vida como quien todo se lo merece y a quien todo ha sido dado, escupien- do a diestros y a siniestros. El cuerpo me cantaba. Era mía la luz, para mí la noche ocurría, míos eran el porvenir y la posteridad… ¿A quién agradecerle si era mío todo? Al cabo llega el momento de la reverencia, de la inclinación. Ahora, a los sesenta años furiosamente cumplidos, cuando comienzo a recoger y ordenar papeles, a releer cartas, ahora que las fotos me emocionan como un presagio, y están en ellas tantos amigos muertos, ahora, que pienso que todos tienen derecho a cantar aunque no lo hagan bien, ahora, que aprendí a pasar de largo con la escupida tras los dientes, y llego a comprender que las cosas pertenecen a otros, que estaban, cuando empecé, en manos de los otros: de ellos era la rosa que veía como nueva y que mis ojos la veían a tra- vés de los suyos, ahora que hay tantos muertos a mis espaldas, permitidme que los invoque. Si pueblan mi mente, pueblan también esta sala y están para- dos detrás de sus cristales. Alzan las cabezas para saludarme. Yo les soy fiel, y no les temo. Muchos ratos paso en su compañía. Escuchad. Empieza el desfile de los muertos amados. Antón Arrufat 6 encuentro homenaje a antón arrufatEscuchad, sombras mías. Agradezco a mi padre el haberme engendrado en una noche de amor. Mi padre me llevó ante el vacío de la escritura y me dijo: «¿es cierto que quieres? Escribe algo. Si vale, te dejaré en paz. No serás abogado». Mi madre, con su cabellera de mora y su diente montado. «Hijo mío, perse- vera. Yo no entiendo lo que escribes, pero sé que debes hacerlo». Los dos murieron antes de que el hijo escribiera un libro. Agradezco a Virgilio Piñera, que me ofreció amistad —creadora, crítica, dolorosa, acerba—, como debe ser. Cuando él murió, no tuve con quien hablar. El mundo se me empobreció. Nadie sabía como él lo que era escribir. Con sus ojos enormes veía el horror. Desde la muerte alza todavía la mano para ayudarme a cruzar. Agradezco a mis amantes muertos, hombres y mujeres, que me entregaron una porción de felicidad posible. Dondequiera que estén, sepan que no olvi- do ese amor, vuelto contra la oscura pared, en la cama en que me hundo cada día y resucito. A Calvert Casey, que me acompañó hasta su partida. A José Rodríguez Feo, que me llevó a Ciclón cuando yo era solamente un muchacho, y tuvo fe y me pidió que escribiera. A Olga Andreu, que me llamaba «imbécil» con todas sus letras y me quería tanto. A Eloína, que me mandaba cada mediodía un plato de comida, sin pedir- me nada a cambio. Sólo que le leyera lo que escribía. Murió, y la llevé al cementerio. No la he vuelto a ver. Tengo tantas páginas que leerle desde entonces... Al hombre que yo fui, y que miro espantado en los retratos, como si hubie- ra muerto. A Raúl Martínez, que hizo la portada de mis libros de juventud, y mueve la hoja seca de un árbol con su mano de pintor. Escuchad, sombras mías. Gracias, gracias… Es todo. Con la publicación, en exclusiva, de este relevante texto, leído por el poeta Antón Arrufat en el reciente homenaje que la uneacle ofreciera por sus sesenta años, La Revista del Vigía se une a la celebración de tal aniversario y anuncia la próxima aparición de Celare Navis y otros poemas, en la colección Del San Juan. (La Revista del VigíaVol.6: nº 2; Matanzas, 1995, pp 107-110.) Pequeña profesión de fe 7 encuentro homenaje a antón arrufatNext >