< Previoushostilidad norteamericana), y si resurge en los 90 es porque existen condiciones sociales que la generan —quiebra de expectativas, frustraciones, empobreci- miento, la diversidad creciente del sujeto social, etc., entre otras posibles varia- bles que escapan a los objetivos de este artículo. Dentro de la oposición organizada en Cuba hay grupos que no tienen vín- culos con Estados Unidos, que han mantenido posiciones verticales frente a la injerencia norteamericana y que plantean alternativas de corte socialista, en oca- siones más socialistas que las que el propio gobierno cubano propugna. Pero son grupos tan reprimidos y coactados como cualquier otro. En esta misma línea de análisis, durante la primera mitad de los 90, en medio de la más dura crisis económica, la sociedad cubana vivió un momento de debate protagoni- zado por grupos académicos, ongemergentes, atisbos de movimientos comuni- tarios autónomos, etc., y que en todos los casos se proponía ofrecer ideas para la reproducción del sistema socialista en la isla. Fue un debate alentado por acciones innovadoras adoptadas por el gobierno, sea en el campo político o eco- nómico. Pero ese debate fue duramente cercenado por las autoridades desde mediados de 1995, utilizando, curiosamente, argumentos cualitativamente simi- lares a los que se usan hoy contra los opositores. Y al hacerlo, el gobierno des- plazó el debate crítico inevitablemente hacia la derecha, negativo en términos lógico/formales para un proyecto político que se denomina de izquierdas, pero perfectamente entendible para un modo de hacer la política que no admite competencias legítimas en la producción de ideas. Y siempre un campo crítico derechista y sospechoso de relaciones con los Estados Unidos puede ser repri- mido y sobre todo anatematizado con mayor aceptación pública. La principal preocupación del gobierno no es en sí la oposición organizada. Su principal ansiedad es que la oposición pueda conectarse con los espacios cre- cientes de descontento y desmovilización que hoy caracterizan a la sociedad cubana. En las pasadas elecciones, por ejemplo, algo más del 10 por ciento de los electores (un millón de personas) desafió en voto secreto el mandato del gobierno de votar por todos los candidatos presentados 2 (según el slogan propa- gandístico, la única manera de votar «por la patria, la revolución y el socia- lismo»), sea anulando sus boletas, votando blanco, no votando o simplemente votando por solamente algunos de los candidatos. Y si no lo hicieron más per- sonas, es porque la mayoría de la población cubana ha optado por soluciones individuales y un intenso ejercicio de la simulación, que no le impide participar en las demostraciones políticas a partir de un simple cálculo de costo/beneficio 3 . 268 Haroldo Dilla Alfonso encuentro miradas polémicas 2 Las elecciones nacionales y provinciales en Cuba se realizan sobre listas que presentan un solo candidato por puesto, por lo que los votantes solamente tienen la opción de no votar por algunos candidatos. Curiosamente, si una persona votara contra todos los candidatos la boleta sería consi- derada nula. La información estadística mencionada puede hallarse en la página web www.Granma.cubaweb.cu . 3 Argumento sobre esto a partir de resultados de encuestas practicadas en Cuba, en mi artículo «Cuba, la gobernabilidad en la transición incierta» En Los recursos de la gobernabilidad en la Cuenca del Caribe», Nueva Sociedad, Caracas, 2002.Esta preocupación cardinal es la que explica la desproporción de las res- puestas gubernamentales a los magros avances públicos de la oposición. El pasado año, por ejemplo, una coalición de pequeñas organizaciones encabe- zada por el democristiano Oswaldo Payá, logró colectar 11.000 firmas de apoyo a una iniciativa legislativa de apertura económica y política que fue finalmente presentada al parlamento. Esta iniciativa —bautizada como Pro- yecto Varela— hubiera pasado sin ser conocido por la opinión pública de no ser por la presentación que de él hizo James Carter ante la televisión nacional durante su visita a la isla. La respuesta inmediata del gobierno cubano fue convocar a una reforma constitucional sometida a referéndum con voto abierto y que declara inmutable al régimen político cubano. Probablemente la declaración pública anti-marxista más contundente desde los tiempos del Fin de la Historia de Fukuyama. Y por supuesto, que también explica la des- proporción de repartir más de un milenio de cárcel entre 75 opositores mediante procesos sumarios. En otras palabras, no se trata de que la oposición organizada sea fuerte. En realidad es débil, con muy poco arraigo social, y —considerando las excep- ciones de rigor— oportunista e incapaz de producir un programa coherente. Si el gobierno cubano puede alegremente reprimirla es porque los costos internos de la tolerancia son mayores que los de la represión. Se trata de que el sistema político cubano es duro, pero frágil. El estado se encuentra en una compleja posición en que debe atender las nuevas demandas provenientes de los circuitos de acumulación mundial a los que desea insertarse en un con- texto geopolítico desfavorable, y al mismo tiempo atender las demandas pro- venientes de la alianza social básica del proyecto revolucionario. Y aspira a hacerlo sin renunciar a un proyecto de poder burocrático, estatalista y centra- lizado que no admite competencias y que busca infructuosamente aquello que el propio Partido Comunista denominara en una ocasión «el afán irreal de la unanimidad». En resumen, la principal razón de tensión del sistema político es que impone a sus ciudadanos y ciudadanas un nivel de subordinación en abierta contradicción con la riqueza cultural y educativa que estas personas han adquirido en el propio proceso revolucionario. Por lo que habría que consi- derar que la revolución cubana está sufriendo el resultado de sus propios logros y virtudes. el siempre ardiente problema migratorio El tratamiento al problema migratorio no es diferente. El gobierno cubano afirma con razón que Estados Unidos ha utilizado el asunto migratorio como tema desestabilizador contra Cuba, un ejemplo de lo cual es la Ley de Ajuste Cubano —conocida oficialmente en Cuba como la Ley Asesina— que otorga facilidades de entrada y residencia a los migrantes cubanos en la considera- ción de que son prófugos del comunismo. Pero remitir el incremento del flujo migratorio hacia la Florida a la existencia de esta ley parece poco razo- nable. Si bien es cierto que la Ley de Ajuste es un incentivo, no es creíble que 269 Cuba: la compleja coyuntura encuentro miradas polémicaslo sea por si sola como para tomar una balsa improvisada y cruzar con ella el Estrecho de la Florida bajo la codiciosa mirada de los tiburones. Los cubanos emigran bajo las mismas motivaciones que los dominicanos, mexicanos y sal- vadoreños, quienes no tienen leyes propias de «ajustes». Y en los años 80, cuando la sociedad experimentaba crecimientos económicos notables y una expansión del consumo individual y colectivo, los cubanos casi no emigraban, aunque había Ley de Ajuste en sus beneficios. También se argumenta que los Estados Unidos ha manipulado los acuerdos migratorios y ha sido lento en la provisión de las 20.000 visas que debe con- ceder cada año, según el acuerdo migratorio firmado en 1994. Pudiera ser así, pero si aún el gobierno norteamericano satisficiera el acuerdo con lealtad puritana, ello no sería solución al problema. Téngase en cuenta, por ejemplo, que en el último censo de peticionarios de visas que hizo la Oficina de Inte- reses, aplicaron algo más de 700.000 personas de un universo clasificable de algo menos de tres millones, por lo que si Estados Unidos otorgara las visas estipuladas, y asumiendo que nadie más se agregara a la lista, estas personas tardarían hasta 35 años en recibir su derecho a emigrar. No es evidentemente un problema que se pueda resolver fusilando secuestradores y poniendo más celo en el cuidado de las naves cubanas. Por otra parte, ningún análisis serio sobre el tema puede desconocer que el gobierno cubano también ha usado la migración como un arma política contra los Estados Unidos u otros regímenes políticos hostiles. El manejo de las crisis suscitadas en La Habana por la invasión de embajadas extranjeras por parte de ciudadanos cubanos desde los lejanos 80, es un ejemplo de ello. Pero sobre todo, el utilitarismo que ha caracterizado al manejo guberna- mental de las explosiones migratorias. En 1994, por ejemplo, el gobierno con- sintió una estampida de balseros hacia la Florida con el objetivo de obligar al gobierno de Clinton a firmar un nuevo acuerdo migratorio. Durante varios días era posible presenciar en la costa norte occidental de Cuba cómo zar- paban miles de endebles balsas repletas de personas con la total anuencia de las autoridades, las mismas que unos días antes encarcelaban a los emigrantes ilegales. Muchas de estas personas no llegaban a su destino. La migración legal no escapa de estos usos y de otros relacionados con el control político interno. Durante mucho tiempo el gobierno prohibió casi totalmente las salidas del país por razones privadas, argumentando impera- tivos geopolíticos. Esto fue lamentable. Pero desde fines de los 80 comenzó a vender ese derecho a sus ciudadanos, mediante pagos astronómicos para un bolsillo común en Cuba, lo cual es aún más lamentable. Y siempre mediado por un «permiso de salida» reservado al buen sentido de las autoridades de migración. Toda migración está supeditada a la figura del «no retorno», de manera que si un migrante opta por la salida «definitiva» o permanece durante más de once meses en otro país, pierde de inmediato sus derechos ciudadanos en Cuba y requiere una visa especial para visitar al país en que nació, por la que debe esperar más tiempo que un ciudadano extranjero que desee visitar a Cuba. No hay una ley migratoria, por lo que todo este andamiaje restrictivo se 270 Haroldo Dilla Alfonso encuentro miradas polémicasorganiza en torno a reglamentos y disposiciones discrecionales que tornan al potencial emigrante especialmente vulnerable. El tema migratorio en Cuba es sumamente complejo e implica responsabi- lidades de todas las partes que no son aprensibles mediante el pensamiento simple que caracteriza algunos análisis. Cuando menos sería conveniente que el gobierno cubano abriera un poco las ventanas de esta habitación saturada de humo. sin tiempo para quedarse Nada de lo hasta aquí afirmado implica aceptar en cualquier grado la legiti- midad norteamericana para criticar a Cuba o para aplicar políticas contra este país. Estados Unidos es el principal perpetrador de violaciones de derechos humanos en el mundo y su política de acoso es un excelente estímulo para la proliferación de rasgos autoritarios en el sistema político cubano. Acciones diplomáticas contra la isla, como la ya acostumbrada condena en la Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas es ilegítima e injusta, sencilla- mente porque es una manipulación por parte de Estados Unidos y sus aliados para utilizar un organismo del tan vapuleado sistema internacional para fines particulares. De igual manera, ningún razonamiento crítico sobre la contemporaneidad cubana puede omitir los impresionantes logros sociales y políticos alcanzados por esa sociedad. No puede obviar el significado de la equidad social alcan- zada y de la voluntad del gobierno cubano para preservarla y para asumir su responsabilidad universal con el bienestar de la comunidad nacional. No puede desconocer su vocación internacionalista, que hoy se expresa en la asis- tencia a numerosos países del Tercer Mundo. No puede, en resumen, pasar por alto el escollo que para la ofensiva capitalista mundial implica la propia existencia de una revolución de liberación nacional y vocación socialista. Pero al mismo tiempo, para quienes son solidarios desinteresados de ese proyecto frente a la hostilidad de Estados Unidos y sus aliados, la crítica a sus rasgos negativos, justamente aquellos que niegan su contenido socialista, es imprescindible, a contrapelo de los arrogantes partisanos que ven las treinta monedas de plata en cualquier opinión diferente. No se trata únicamente de condenar los actos represivos de esta fatal coyuntura, sino de condenar el clima de intolerancia dogmática que hoy caracteriza al sistema político cubano. La suposición muy común en el discurso oficial (y oficioso) cubano acerca de la virtual confabulación de toda crítica con los aprestos hostiles norteame- ricanos y eventualmente con una agresión, es sencillamente falsa y oportu- nista. En primer lugar, porque la inminencia de una agresión militar a Cuba es un dato exagerado. En los tiempos actuales, compartir el globo terráqueo con los fanáticos fundamentalistas que residen en la Casa Blanca siempre implica un riesgo de exposición. Cuba afronta ese riesgo de manera amplifi- cada por su inclusión, desde hace ya un decenio, en la lista de países terro- ristas, o más recientemente en un «eje del mal» anunciado en uno de los excesos disléxicos del presidente norteamericano. Pero nada indica que Cuba 271 Cuba: la compleja coyuntura encuentro miradas polémicasafronte la inminencia de una agresión militar, ante todo por los altos costos que ello implica frente a la magra magnitud de los beneficios. Y en este sen- tido el país no es una prioridad. Y en segundo lugar, porque lo que sí hace a Cuba más vulnerable en el plano internacional es la aplicación de acciones represivas como las aquí analizadas y el continuo inmovilismo de sus sistemas económico y político. No conozco un solo caso en que la derecha internacional haya tenido necesidad de utilizar los argumentos críticos de la izquierda para alcanzar un objetivo. Es como imaginar a Krasnov y Denikin agitando los planteamientos críticos de Rosa Luxemburgo hacia los bolcheviques para justificar la agresión contra la Rusia Soviética. Aunque si conozco muchos en que la derecha ha utilizado —con la habilidad de siglos que le caracteriza— los errores prácticos de esa izquierda. Si como afirmaba Martí, y gusta a los cubanos proclamar con justificado orgullo, quien se levanta con Cuba se levanta con el mundo, entonces habría que aceptar que se trata de un compromiso que tiene que trascender los apegos carismáticos, los consuelos ideológicos y los pensamientos simples. No creo que alguien tenga respuestas inequívocas para los problemas de la sociedad cubana contemporánea, y que esta coyuntura ha condensado de manera realmente cruel. Pero estoy seguro de que ninguna solución pro- vendrá del pensamiento simple que motiva por igual la retirada de Saramago y el impenitente acompañamiento de Petras. Debe provenir de toda la sociedad, de un debate democrático y soberano que solamente corresponde hacer a los cubanos. Recordando una oración de un antiguo himno emanci- patorio: «sin César, ni burgués, ni Dios». 272 Haroldo Dilla Alfonso encuentro miradas polémicasE ste libro 1 , publicado en cuba con selección y notas de Carlos Espinosa y una introducción de Fran- cisco López Sacha, Presidente de la Asociación de Litera- tura de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba, contiene un número considerable de excelentes narraciones merecedoras de la mayor atención crítica. Las notas de Carlos Espinosa que introducen cada trabajo orientan al lector respecto al narrador seleccionado, aunque al prólogo tiende a desorientarlo. Ignoro las moti- vaciones que llevaron al Instituto Cubano del Libro y a la Editorial Letras Cubanas a su publicación y me referiré básicamente a los textos en sí mismos, aunque resulta casi imposible desconocer el contexto histórico-político que se desprende de la publicación y en particular la interrela- ción de los cuentos con el prólogo de López Sacha. la ética de la crítica Isla tan dulce… tiene un saldo de narraciones tan de pri- mera línea que es imprescindible dejar al lado todo parti- dismo (aunque sea momentáneamente) para sencilla- mente reconocer la calidad de los cuentos. Toda valoración de un texto literario trasciende los límites mismos del escritor como persona, que es independiente, y la crítica tiene una obligación con la escritura, que es su ética, y no con el que la escribe, que es su política. En lo que a mí respecta, la literatura es una escala superior que debe estar por encima de la política, que es el antro de la discordia. Y sin embargo, es un antro que no puede igno- rarse del todo. Muchos de los cuentos aquí reunidos son excelentes. Me refiero específicamente (y no necesariamente en ese orden) 273 encuentro miradas polémicas Matías Montes Huidobro Transgresiones y transgresores 1 Isla tan dulce y otras historias. Cuentos cubanos de la diáspora, Editorial Letras Cubanas, La Habana, 2002, 257 pp.a «El Winchester de Durero», de Rafael Zequeira Ramírez (1950), «Afuera», de Rolando D. H. Morelli (1953), «Lo más sublime», de Enrique del Risco (1967), «En misión» de Luis Marcelino Gómez (1942), todos ellos relacio- nados, directa o indirectamente, con la problemática cubana contempo- ránea. Les siguen casi al mismo nivel «El edificio», de Lorenzo García Vega (1926), «Las moscas», de Manuel Cachán (1942) y «El esplendor de la entrada», de José Antonio Arcocha (1938), desubicados de la problemática nacional. De otro carácter pero parecida calidad son «Isla tan dulce», de Julio E. Miranda (1945) y «La gloria eres tú», de Jorge Luis Llópiz (1960) que es un cuento fuera de serie. Quizás a partir de este punto (salvo en los dos últimos cuentos de la colección) mi clasificación no sea tan precisa, pero «Rodrigo de Triana», de Lourdes Casal (1938), «Solo en Frankfurt», de Severo Sarduy (1937) y «Ante todo, hombre de familia», de Achi Obejas (1956) son buenos cuentos, aunque no excepcionales, mientras que «Con los cartuchos contados», de Fausto Masó (1934), «Y de pronto un viernes», de Uva de Aragón (1944) y «Hologramas», de Roberto G. Fernández (1944), son merecedores de aparecer en la colección, pero se quedan algo cortos con respecto a los demás. Esta opinión es independiente de la obra total de estos autores como narradores, y se circunscribe a mi reacción crítica ante los textos. En un penúltimo lugar coloco «Él», de Lourdes Tomás (1954) y en último, a buena distancia, «Dorso de diamante», de Mayra Montero (1952), que viene a ser la oveja negra del libro. Obsérvese, entre paréntesis, las fechas de nacimiento, que representan una panorámica cronológica digna de considerarse positivamente. de la pornografía a la metafísica No deja de ser desconcertante que un crítico de la solidez de Carlos Espinosa reúna en una misma colección cuentos de la maestría técnica de «El Win- chester de Durero» o «Lo más sublime», con la simpleza estilística y la ridi- culez argumental de «Dorso de diamante», que desde el título de telenovela llega a las mayores cursilerías. Sea mi lector testigo: «Mi pecho, mis pezones tensos, se arrimaron a su espalda; mi vientre, que quedaba a la altura de su trasero, sintió aquella presión eterna». Mayra Montero logra algo casi impo- sible de conseguir: escribir un cuento con descripciones francamente porno- gráficas que no llegan a excitar a nadie. No menos sorprendente es que el prologuista afirme que el lesbianismo está desarrollado con una «precisión extraordinaria», una «delicadeza» y un «temblor en la materia erótica que convierte este cuento en nada menos que una obra maestra». Sobre todo, «delicadeza»: «No le dije una palabra, primero la besé en la boca, un beso apresurado y frío, y luego le chupé los pezones» (p. 161). «Dorso de dia- mante», es una mala muestra del lesbianismo burgués en las letras contem- poráneas, como si ser lesbiana fuera algo tan de ocasión como irse a comprar un vestido en oferta de fin de temporada. Quizás en Cuba, donde han habido grandes represiones a la sexualidad, este cuento «pegue», pero leído fuera de Cuba donde el lesbianismo en la literatura (y en la vida real) tiene 274 Matías Montes Huidobro encuentro miradas polémicasya tan largo recorrido, este episodio, tratado además de forma elemental y sin aportes estilísticos, llueve sobre mojado. En cuanto a la metafísica, el cuento de Lourdes Tomás cae como una pesada losa sobre el lector. Quizás exagero, pero las ambiciones del texto compiten con la Biblia, yendo al punto de partida de la creación del mundo. No niego su importancia (la de la creación del mundo) y ahí tenemos a Una- muno, y también a Borges en sus momentos más pesados y menos lúcidos. Pero Lourdes Tomás se toma demasiado en serio y no alivia la densidad del texto con algo, el humor o la ironía, por ejemplo, ante las consecuencias de tan magno evento. tela por donde cortar Afortunadamente, mis restantes opiniones sobre los otros cuentos, que son la mayoría, son en general positivas, inclusive en el caso de los de Uva de Aragón y Roberto Fernández, cuyos textos no se encuentran entre mis favo- ritos. No obstante ello, la distorsión que caracteriza a ambas narraciones está bastante bien lograda. En el caso de «Y de pronto un viernes», la sátira del desempleo y las obsesiones del protagonista que lo conducen a la locura, tienen un buen desarrollo, y la irrealidad crítica de Fernández en «Holo- gramas» es una muestra de un humor paródico donde un existir cotidiano adquiere matices impersonales de ciencia ficción. Es lamentable que de Fer- nández, que es un excelente narrador, no se presentara un mejor ejemplo. Es natural que estos dos cuentos que satirizan la vida norteamericana sean miel sobre hojuelas entre ciertos lectores cubanos, entre ellos el prologuista, ya que los mismos no hacen más que confirmar, de una forma bien caracteri- zada en el primero e ingeniosa en el segundo, la supuesta deshumanización de la sociedad capitalista, como en Cuba se ha venido diciendo por más de cuarenta años. Ni corto ni perezoso, López Sacha aprovecha la oportunidad, afirmando que «en estos relatos se siente la vida norteamericana a escala familiar y la sociedad aparece dibujada como una empresa, como algo mode- lado desde afuera que hace triunfar o fracasar a los individuos exclusiva- mente dentro de sus metas económicas...» Pero a la larga, para cualquier lector perspicaz puede resultar aburrido por no haber ninguna novedad. Si yo viviera en Cuba estaría hasta el último pelo de este discurso. Esto, sin embargo, tiene una gran virtud: confirma que en los Estados Unidos, aunque exista algún desempleado que se pegue un tiro en la sien cualquier día de la semana y una anciana a la cual se deje sola en un asilo de anciano con sus hologramas (que como de Aragón y Fernández parecen saber, son cosas que pasan todos los días), a ningún cuentista se le persigue porque diga y escriba lo que le de la gana. No faltan tampoco en «Ante todo, hombre de familia» sus implicaciones negativas sobre la vida norteamericana, pero tienen un carácter marginal, de telón de fondo. Si uno compara el cuento de Mayra Montero con el de Achy Obejas nos damos cuenta del abismo que hay en cuanto al desarrollo de caracteres, las relaciones entre los personajes, y la autenticidad y profundidad 275 Transgresiones y transgresores encuentro miradas polémicasdel conflicto. En el caso de «Ante todo, hombre de familia» la relación homo- sexual está dada a diferentes niveles, mostrándose no sólo los conflictos de la identidad sexual sino las implicaciones sociales que van más allá de los dos personajes, todo perfectamente ambientado y posiblemente de gran interés para lectores residentes en Cuba. El problema que plantea el cuento dentro de la colección es que se trata de una traducción, lo que distancia a la autora de la identidad a través del idioma, que a niveles literarios es muy seria. Para un pintor o un músico, el idioma no juega un papel en el proceso creador, pero para un escritor es otra cosa y es un factor determinante del estilo, parti- cularmente cuando el escritor no es el traductor de sus propios textos. La fenomenología del escritor cubano-americano es muy compleja y plantea pro- blemas únicos. Como Rogelio, que no quiere reconocer su homosexualismo, el escritor tiene que definir su identidad a través del idioma, porque no puede ser dos cosas al mismo tiempo. En opinión del prologuista estos tres cuentos nos colocan en «un mundo cercano al grotesco donde las viejas predicciones de Bradbury y Asimov ya son realidad» (el de Fernández), dándonos «un viaje al interior de la sociedad nor- teamericana» que es «una auténtica pesadilla» (el de Aragón), en el cual se des- tacan «los prejuicios y las prohibiciones de una sociedad utilitaria y machista» (el de Obejas). Esta retórica dinosáurica contradice a un crítico que le pone a sus comentarios música de rock y más le hubiera valido dejar los cuentos por su cuenta. Tanto Fausto Masó en «Con los cartuchos contados», como Julio E. Miranda con «Isla tan dulce», nos llevan directa o indirectamente a Vene- zuela, siendo el cuento de Miranda muy superior al de Masó. Lo es por la estructura fragmentada y el estilo cortado («sincopado» como bien dice López Sacha) que le da a la narración un ritmo que va a saltos, musicalmente, populachero casi, en completo acorde con la caracterización. Masó, que es un excelente narrador con gran sentido del humor (como lo demuestra en Des- nudo en Caracas, novela apenas conocida), no está a la altura de lo que podría esperarse de él. Justo es decir que la caracterización de un viejo verde cubano en el exilio con «los cartuchos contados» pero dispuesto a morir con «las bolas puestas» no tiene desperdicio, aunque le falta la más refinada ironía de Miranda. López Sacha clasifica al protagonista de Masó como el «burgués des- tronado, pero radiante, que aspira a cumplir meticulosamente con los fatuos objetivos de su vida en el exilio», siendo esta una de las pocas veces que utiliza la palabra «exilio», siempre en oposición a lo que llama «nuestra diáspora», como si unos fueran mejores o peores que otros, sin darse cuenta quizás (como le ocurre a otros con opuestos objetivos) que la diáspora (¿recuerdan a Hitler y a los judíos?) es peor todavía. No se nos esconde que en el exilio, como en todas partes y mucho más dentro del contexto hedonista cubano que tanta fama y divisas le ha dado al castrismo, hay arquetipos de la chulería como el protagonista de Masó, pero obviamente esta distinción léxica des- cubre la trastienda de la intención. Ambas narraciones están vinculadas, además, por una buena dosis de cinismo. 276 Matías Montes Huidobro encuentro miradas polémicasEl título del libro está tomado del cuento de Miranda, lo cual resulta iró- nico, en primer término porque la «Isla tan dulce» no aparece por ninguna parte. ¿Por qué el título del libro se identifica con las palabras que dice «un tipo social, dañino aquí, allá y dondequiera» (un cínico) con un «desinterés real por Cuba», según indica López Sacha? No pasemos por alto que López Sacha titula el prólogo «aquí, allá y dondequiera», refiriéndose en mayor o menor grado a los escritores aquí reunidos, o a todos los cubanos, y después le pone el mismo rótulo al protagonista de «Isla tan dulce», tocándoles a ellos, de refilón, las faltas que le atribuye al divertido pícaro cubano. No hay dudas que el título se las trae, dado el contexto, y dejo las conclusiones abiertas para que decidan ustedes. «una estética radical y transgresora» Severo Sarduy, Lourdes Casal y José Antonio Arcocha son tres escritores falle- cidos cuya inclusión es bien merecida. Los tres nos llevan por un quehacer de anti-héroe existencialista de las décadas de los 50 y 60, a veces dentro de una atmósfera misteriosa con tintes de irrealidad. «Solo en Frankfurt» de Sarduy es el menos imaginativo de los tres, pero muy convincente en esa desolación del escritor que navega por un espacio desértico. El de Lourdes Casal nos lleva a una parecida desolación en un ambiente kafkiano (quizás demasiado deliberadamente kafkiano), donde el existencialismo adquiere un tinte de mayor irrealidad. «El esplendor de la entrada», que es el que más me gusta de estos tres, es uno de esos cuentos en blanco y negro (no sé por qué) que nos va sumiendo en una irrealidad donde el existencialismo va anudado al sus- pense ; todo también muy borgiano. Los finales de estos cuentos son desola- dores, enfrentándonos a un vacío que se abre como un abismo, tanto en el nocturno desamparo urbano del de Sarduy, come en la fosa ante la puerta del apartamento del cuento de Casal; pero, principalmente, en ese vacío total de abismo en gris de Arcocha. Son, realmente, tres cuentos muy buenos y, además, muy cubanos, en esa medida tradicional del escritor como un creador sofisticado y anti-folclórico que cree que el intelecto es la mejor medida de nuestra nacionalidad. Todo, por cierto, muy década del 50, residuos perma- nentes de una elegancia intelectual que deambula por las letras cubanas como un fantasma. Pero no hay duda que dentro de estos términos uno de los que va más lejos es Lorenzo García Vega con «El edificio», que es realmente un cuento excepcional. Carlos Espinosa comenta que «resulta curioso» que el autor de mayor edad «sea uno de los que representan una estética más radical y trans- gresora». Yo diría que resulta lógico. Su cuento entronca con lo que quería hacer o hizo la intelectualidad cubana que se gestó en la década de los 50, cuya «estética radical y transgresora» fue mutilada por la revolución, que no sólo les enseñó a los cubanos a comportarse groseramente sino también, y lo que es peor, a escribir con el mayor descuido. Lo que hace Lorenzo García Vega es demostrar la vigencia de un estilo, «contar lo plástico» con una con- ciencia de escribir sin mensaje mediante un abstraccionismo pictórico cuyo 277 Transgresiones y transgresores encuentro miradas polémicasNext >