< PreviousRafael Rojas(r.r.): Carmelo, me gustaría que comenzáramos esta conversación para los lectores de Encuentro con una evocación de tus días habaneros. Tengo entendido que estudiaste Derecho en la Universidad de La Habana en los años de la brusca transición de Prío a Batista. ¿Qué recuerdas de aquella época? Carmelo Mesa-Lago(c.m-l.): Mi familia siempre vivió en La Víbora y me intrigaba el nombre porque en Cuba no hay ese reptil. En 1979 le pregun- té a Eusebio Leal de dónde salía. Él me contó que esos terrenos original- mente pertenecían a una vieja arpía a quien todo el mundo le decía La Víboray, por extensión, se le quedó el apodo al barrio. Entré en la Univer- sidad de La Habana en 1951, y en marzo del año siguiente fue el golpe de Estado de Batista, de manera que los cinco años de la carrera de Derecho estuvieron interrumpidos por frecuentes cierres de la Universidad, y la incógnita permanente de si concluiríamos o no nuestros estudios. Siendo uno de los redactores de la memoria de nuestro curso, escogí como su sím- bolo «Si llega la Nave de Asia», una figura del Derecho Romano que impli- ca un compromiso aleatorio. Previendo que iban a cerrar la Universidad, escribí mi tesis durante el quinto año de la carrera y la presenté de inme- diato al terminar el último examen de asignatura. Sólo nos graduamos seis en 1956 porque la Universidad se clausuró en octubre y no volvió a abrirse hasta después del triunfo de la Revolución. r.r. Ya desde entonces comienzas a interesarte por los temas de seguridad social en América Latina y Cuba. ¿Por qué no nos hablas un poco de tus estudios de pos- grado en España y de tu interesante experiencia en el primer gobierno revolucio- nario, con el ministro de Trabajo Manuel Fernández? c.m-l.Aunque puedes tener la visión de que soy muy organizado y planifica- do, creo con firmeza que el curso de mi carrera no ha sido el resultado de un plan deliberado, sino trazado por el azar, el destino, la suerte o la divina providencia. Yo no tenía un tema concreto que me interesara en Derecho, 18 encuentro homenaje a carmelo mesa-lago Carmelo Mesa-Lago ENTREVISTO por Rafael Rojas Volver a una Cuba en transición19 aunque sí una inclinación por lo social. Por ello estudié duro para el pre- mio especial de Derecho Laboral y lo gané. Sin embargo, sorpréndete, mi tesis fue sobre un tema abstruso y aburrido de Derecho Hipotecario, pero se publicó y ganó el premio del Colegio de Abogados de La Habana al mejor libro de Derecho en 1958, y me lo entregó Fidel Castro en un acto celebrado en dicho colegio en 1959. Sólo se vendió una docena de ejem- plares de ese libro impenetrable, comprados por familiares y amigos gene- rosos, una clara señal de que tenía que cambiar de tópico. Tenía mucho interés en estudiar un doctorado en Derecho en España y gané una beca en 1957 para hacerlo en la Universidad Complutense, pero seguía buscan- do un tema de especialización. A los pocos días de mi llegada a Madrid, me encontré en un tranvía de la Ciudad Universitaria con una compañera de curso que me habló de un programa que ofrecía la Organización Ibero- americana de Seguridad Social (oiss). Me interesó el tema, me matriculé y terminé escribiendo mi segunda tesis sobre «Planificación de la Seguridad Social en Cuba», la cual ganó el premio del Colegio Iberoamericano a la mejor tesis escrita por un hispanoamericano en 1958. Yo proponía en ella la unificación de 54 «cajas de retiro» (como se le llamaba a los seguros sociales de jubilaciones y pensiones) que había en Cuba y tuve que mante- nerme recio frente al Secretario General de la oissy uno de mis directores de tesis, el cual sostenía que esa propuesta no era factible. Regresé a Cuba en octubre de 1958 y el 8 de enero de 1959 me sorprendió una llamada del ministro de Trabajo Manuel Fernández. En su despacho él me dijo que sabía de mi tesis en Madrid sobre la unificación del seguro social y me pro- puso que me hiciera cargo de ese proyecto. ¿Te imaginas el sueño de un recién graduado de llevar a la práctica lo propuesto en teoría en su tesis? Más aún, tenía la oportunidad de demostrarle a mi maestro, una autoridad mundial en la materia, que mi propuesta sí era factible (la oisseventual- mente publicó mi tesis). Acepté, coordiné la ayuda técnica con la Organi- zación Internacional del Trabajo, dirigí la redacción de la ley que creó el Banco de Seguros Sociales de Cuba (estipulado en la Constitución del 40 pero no materializado hasta entonces), y trabajé seis meses sin sueldo en ese proyecto. Para complicar las cosas, como ganador del Premio Dolz de la Facultad de Derecho, yo tenía un puesto de abogado de oficio en la Audiencia de Matanzas y me asignaron la defensa de criminales de guerra batistianos a los que los abogados pagados no querían defender. Así que viajaba temprano en la mañana para los juicios, los cuales eran muy difíci- les pues la masa se aglomeraba y nos gritaba improperios por defender a los acusados. Aun así saqué libres a varios de ellos que eran inocentes, pero me fusilaron a más. Cuando regresaba a La Habana, me iba al Minis- terio, pero a Fernández le gustaba trabajar por la madrugada y con frecuen- cia tenía que esperar horas para entrevistarme con él. En fin, a mediados de 1959 se estableció el Banco, pero sólo duré unos meses en el cargo de Secretario General, pues ocurrieron varios percances. Carecía totalmente de experiencia política y se me ocurrió hacer un estudio para reducir a la Volver a una Cuba en transición encuentro homenaje a carmelo mesa-lagomitad los 3.000 empleados que había en las cajas de retiro, basado en la uni- ficación de las mismas, y usar el ahorro para aumentar las míseras pensio- nes. Reaccionando a este proyecto, los empleados se lanzaron a una mani- festación callejera pidiendo mi cabeza. Luego Fidel se apareció dos veces en el Banco, solicitando primero 40 millones de pesos (del fondo de pen- siones de los trabajadores) para la reforma agraria y después otros 60 millones. Así que mi breve experiencia como burócrata de la seguridad social terminó con la renuncia: mi puesto (con sueldo) duró lo que un merengue en la puerta de un colegio. r.r. Ya en el exilio, tus primeras aproximaciones a los estudios cubanos están rela- cionadas con el proyecto del Grupo Cubano de Investigaciones Económicas, en la Universidad de Miami, encabezado por el ministro de Hacienda de Prío, José Álvarez Díaz. c.m-l.Cuando decidí irme de Cuba, lo hice a España, pues no tenía conexio- nes en Estados Unidos, pero pronto me percaté de que había un «exceden- te» de abogados en Madrid y que era mejor probar fortuna en los ee. uu.A través de un abogado norteamericano que había conocido en un congreso de derecho internacional en La Habana, conseguí un puesto de instructor de español en la Universidad de Oklahoma (lo único que podía enseñar, pues mi inglés era el aprendido con los libros de Jorrín). Pero aquí de nuevo intervino la suerte o lo que sea. Al llegar a Nueva York en «el ataúd volante» (un avión fletado para transportar refugiados por el International Rescue Committee) llamé a mi hermana, que ya estaba en Miami, y ella me informó de que el Grupo Cubano de Investigaciones Económicas (gcie) de la Universidad de Miami estaba buscando un experto en derecho del traba- jo y seguridad social. Cancelé mi vuelo a Oklahoma y me fui a trabajar con el gciedesde 1962 hasta 1965. Si no hubiese sido por el azar, me hubiera dedicado a la literatura o a la filosofía y estaríamos en competencia. Inda- gué en la Universidad de Miami si era posible hacer una licenciatura en Derecho, pero de los casi siete años que tenía en esa carrera sólo me acep- taban uno de tres que requería la licenciatura. Como ya estaba saturado del derecho y el gcieestaba localizado en el departamento de economía, deci- dí hacer una maestría en esa disciplina. Escribí mi tercera tesis sobre el «Trabajo y la distribución en Cuba socialista» y tuve la suerte de que fuese aceptada casi enseguida para publicación. r.r. Cuéntame de tus estudios doctorales en la Universidad de Cornell y de la Uni- versidad de Pittsburgh, donde has escrito lo fundamental de tu obra y desde donde has impulsado tantos proyectos memorables. c.m-l.Mi director de tesis en la Universidad de Miami me recomendó para el doctorado en la Universidad de Cornell, que tiene uno de los mejores pro- gramas sobre relaciones industriales y seguridad social en los ee. uu. Sobrevi- ví los terribles inviernos en Ithaca y el intento fútil de aprender ruso para hacer investigación (una combinación que me hacía sentir en Siberia), gra- cias al matrimonio con Elena, la cual se reirá al leer esto pues siempre está con la cantaleta que yo me casé por hambre y ella es una cocinera gourmet . Mi Rafael Rojas 20 encuentro homenaje a carmelo mesa-lago21 cuarta tesis fue «Problemas de empleo en economías socialistas», comparan- do a Cuba con la urss, China y Yugoslavia. Al terminar, necesitaba empleo, y la Administración de Seguridad Social de ee. uu.me ofreció un puesto, pero me interesaba más el mundo académico. Cuando estaba en la oficina de la mecanógrafa encargada de mi tesis, me encontré con un compañero de cur- sos en Cornell cuya tesis también estaba siendo mecanografiada allí, y éste me informó de que la Universidad de Pittsburgh buscaba un director auxiliar para su programa de estudios latinoamericanos, combinado con una posición de profesor asistente en economía (lo que llamábamos en Cuba una «ley retrato»). Hice la solicitud, obtuve el puesto y me vine a Pittsburgh donde he residido por casi cuatro décadas. Si no hubiese sido por ese encuentro casual en la oficina de la mecanógrafa, hubiese regresado a la carrera de burócrata de la seguridad social, aunque quizás con más suerte que en Cuba. En la Universidad de Pittsburgh fui ascendiendo hasta que me nombraron director del Centro de Estudios Latinoamericanos y después me crearon un puesto (chair) de catedrático distinguido en economía y estudios latinoame- ricanos. En 1971, por encargo de la Biblioteca del Congreso, fundé Cuban Studies/Estudios Cubanos, que primero fue un boletín, luego una revista, y por último, un anuario. También desarrollé lo que quizás fue en su cenit el mejor programa de estudios sobre Cuba en Estados Unidos. Como parte de ello organicé media docena de seminarios internacionales sobre Cuba (uno incluyó académicos de la Isla), todos los cuales se convirtieron en libros, y auspicié el primer festival de cine cubano, así como la traducción y presenta- ción de obras de teatro cubano. La colección de Cuba revolucionaria en la universidad se convirtió en una de las mejores del mundo. En 1979 fui elegi- do presidente de la Asociación de Estudios Latinoamericanos (lasa) y con- seguí que se celebrara su congreso de 1980 en la Universidad de Pittsburgh; como resultado de mis esfuerzos, a dicha reunión por primera vez asistieron académicos cubanos. r.r. Carmelo, muchos colegas y discípulos tuyos destacan que uno de tus principa- les aportes a los estudios cubanos, desde principios de los 70, con Revolutionary Change in Cuba , fue la atención que siempre le concediste al trabajo con las estadísticas oficiales, al procesamiento de la información primaria de la Isla. c.m-l.Revolutionary Change in Cuba(Cambio Revolucionario en Cuba), producto de uno de los seminarios internacionales en Pittsburgh, fue una de esas compilaciones de múltiples estudios en las que el editor —si hace un buen trabajo— llega a la conclusión de que hubiese sido más fácil escribir todo el libro. Resultó ser un pionero por su carácter multidisciplinario (incluía temas de economía, política, sociología y humanidades) y por su intento de analizar un tema tan controvertido con un enfoque académico objetivo. La parte de economía (en la que yo tenía dos contribuciones) reunía abundan- tes estadísticas y utilizaba fundamentalmente información procedente de Cuba. Pero antes de ese libro publiqué mi larga (¿aburrida?) monografía sobre la disponibilidad y confiabilidad de las estadísticas cubanas, que para mi sorpresa fue aceptada en Latin American Research Review, en un mes, sin Volver a una Cuba en transición encuentro homenaje a carmelo mesa-lagocambios, y publicada (debido a su extensión) en dos números consecutivos de la revista. No ahondo en esto porque este tema es tratado en detalle en otra parte de este número por Jorge Pérez-López y Jorge Domínguez. r.r. ¿Qué podrías decirnos sobre la tensión permanente entre análisis e ideología que experimentamos los académicos e intelectuales del exilio? c.m-l.Ciertamente he sufrido toda mi vida esa tensión. Por una parte, como seres humanos tenemos prejuicios que son difíciles de erradicar o, al menos, controlar, los cuales vienen de nuestra formación, principios, etc. Por otra parte, está el deseo de enfocar los temas controversiales de la manera más objetiva posible. Yo siempre digo que es imposible ser 100 por 100 objetivo en las ciencias sociales, pero he tratado de ser lo más impar- cial posible, aunque no siempre con éxito. Esta actitud me acarreó la críti- ca de ambos extremos del espectro ideológico cubano: de la derecha del exilio, a la que le molestaba que yo reconociera los avances sociales de la Revolución y, en la otra orilla, de la dirigencia cubana irritada por mis crí- ticas a sus descabelladas políticas económicas. r.r. Alejandro de la Fuente ha recordado que algunos de los miembros de nuestra generación escuchamos hablar de tu trabajo, por primera vez, en conversaciones con Manuel Moreno Fraginals. En mi caso, recuerdo que Moreno se refería a menudo al dilema entre idealismo carismático y pragmatismo institucional que debió de enfrentar la política económica de la Isla en los años 60 y 70, y que tú desarrollaste en tu libro Dialéctica de la Revolución Cubana(1979). ¿Qué ha pasado en las dos últimas décadas? ¿Crees que aquella disyuntiva ha persistido? c.m-l.Como todo maestro y escritor, una de mis satisfacciones mayores es conocer que tenemos influencia en la nueva generación que eventualmen- te nos sustituirá y profundizará el conocimiento. Pero me es especialmente grato saber que mi obra ha tenido impacto en los intelectuales cubanos, en particular en los jóvenes. Mencionas a Manuel Moreno Fraginals y quiero decir algo sobre él; por supuesto que yo había leído (bebido como guarapo) su insuperable El ingenio, así que decidí invitarlo a que diese una conferencia en Pittsburgh sobre la situación de la industria azucarera cubana. Fue una revelación por su conocimiento deslumbrante, candidez inusual, atrevimien- to peligroso y lucidez. Este primer encuentro cimentó nuestra amistad y le dediqué a él —así como a Leví Marrero y Carlos Díaz Alejandro, los tres grandes historiadores económicos cubanos contemporáneos— mi libro Bus- cando un modelo económico para América Latina ¿Mercado, socialista o mixto?, una modesta —en relación con la obra de los tres maestros— indagación de his- toria económica comparativa de Cuba, Costa Rica y Chile. Déjame ahora responder a tu pregunta central sobre el conflicto entre el idealismo carismático y el pragmatismo institucionalista en las dos últimas décadas. En los años 70, después del fracaso de la zafra de los 10 millones y el subsiguiente descalabro económico, parecía que la institucionalización adquiría fuerza, pero el poder omnímodo de Fidel eventualmente prevale- ció y se reafirmó a mediados de los 80 con el despidoy juicio a Humberto Pérez, quien había estado a cargo de la planificación por más de una década Rafael Rojas 22 encuentro homenaje a carmelo mesa-lago23 y contribuido al crecimiento económico más alto durante toda la Revolu- ción. Es ilustrativo que Fidel escogiera a Raúl Castro, que había enviado a Humberto a entrenarse en la urss, para presidir el juicio y que, después de su condena, Humberto desapareciera de la historia. En los 90 de nuevo pare- ció que Fidel, acosado por la crisis más tremenda bajo la Revolución, cedía parte del poder económico a las empresas, al sector no estatal, a la inversión extranjera y al mercado, todo lo cual promovió la recuperación económica a partir de 1994. Pero en 1996 se paralizó la reforma y en los dos últimos años ha tenido lugar un retroceso hacia la centralización estatal y el control eco- nómico por la cúpula del poder. Ojalá que Carlos Lage y José Luis Rodríguez no sigan el mismo camino que Humberto Pérez. La historia socialista de Cuba demuestra que Fidel ha cedido una pequeña parte de su poder cuando el régimen se ha visto amenazado pero, una vez superado el peligro, ha reco- gido velas y reforzado su control. La lógica política ha prevalecido por casi medio siglo sobre la lógica económica y el bienestar del pueblo. r.r. Carmelo, tú llevas más de tres décadas de relación polémica con académicos y funcionarios de la Isla, con los cuales tienes diferencias ideológicas y políticas. ¿En qué estado se encuentra, actualmente, ese intercambio? ¿Qué reflexión deri- vas de esa larga y difícil comunicación? c.m-l.Mis lazos con muchos académicos cubanos son excelentes y admiro la obra de varios de ellos, pero mis relaciones con los dirigentes y funciona- rios siempre han sido muy tensas y actualmente nulas. En 1978 regresé a Cuba para el diálogo, y la relación con la burocracia fue difícil pero sopor- table. Volví en 1979, y con varios colegas me fui a la Biblioteca Nacional para indagar si los libros que habíamos entregado en la visita anterior esta- ban catalogados, pero no lo estaban. En una reunión pública y nutrida con Alfredo Guevara le pregunté por qué no estaban catalogados nuestros libros; él me contestó que sí lo estaban pero en una colección especial abierta sólo para lectores cualificados; yo le espeté que eso me recordaba el Índice de los Libros Prohibidos de la Iglesia Católica, que sólo podían leer los que tenían una fe probada; un Guevara touchéme respondió que algún día mis trabajos se darían a conocer, pero con «la crítica necesaria». Regresé en 1980 para asistir a un seminario del Instituto de Estudios Cuba- nos en La Habana, en el que el enfrentamiento llegó al máximo. Recuerdo que llegué de noche y pedí que me entregaran las estadísticas que nos habí- an prometido, no dormí preparando mi presentación, que demostraba que el plan quinquenal de 1976-1980 había fracasado. Muy temprano en la mañana me fui al salón de la conferencia y llené la pizarra con mis cifras demoledoras. Cuando llegó el equipo cubano se quedó boquiabierto. Alfre- do Guevara se encargó de la contraofensiva, que consistió en tratar de divi- dirnos (nosotros éramos 15 y todos pensábamos distinto, mientras que ellos constituían un bloque monolítico). Una de sus tácticas fue acusarnos de que nuestro trabajo crítico ayudaba a «la ciay otros enemigos de la Revolución» y yo argumenté que, por el contrario, podía ayudar al gobierno cubano si tomaba en serio nuestras críticas para corregir sus errores económicos. Volver a una Cuba en transición encuentro homenaje a carmelo mesa-lagoComo había predicho Guevara, mis trabajos fueron dados a conocer con la crítica necesaria; ello ocurrió en 1983-85 como parte de una pelea cubana contra los demonios: la llamada «Cubanología». José Luis Rodríguez escri- bió varios trabajos en los que, además de criticar mi obra, me acusaba de ser el dirigente de una campaña supuestamente académica, manejada desde Pittsburgh, para desacreditar a la Revolución. Dos cosas positivas resultaron de este enfrentamiento: una carta de Moreno en la que me decía que él no criticaba, sino que admiraba mi trabajo, y la publicación, en revistas económicas en Cuba, de dos de mis respuestas a la crítica, seguidas de apostillas de José Luis Rodríguez. En mis tres primeras visitas, había trabajado para desarrollar el primer intercambio académico entre una universidad cubana (la de La Habana) y una norteamericana (la de Pittsburgh). En 1985, Wesley Posvar, el rector de nuestra Universidad, iba a viajar conmigo a Cuba para firmar el conve- nio preliminar, pero me negaron la visa; a pesar de esto, yo apoyé que Pos- var fuera de todas formas, él firmó el convenio preliminar y yo lo revisé después en Pittsburgh. Cuando el rector de la Universidad de La Habana, Fernando Rojas, tu padre, pidió la visa a los Estados Unidos para firmar el convenio final en Pittsburgh, se la negaron. Lo que indica que la intransi- gencia de ambas partes puede más que la razón. Viajé otra vez a La Habana en 1990 para participar en un seminario sobre la economía de Cuba, en el que participó, entre otros, José Luis Rodríguez, y fue una actividad muy fructífera creo que para ambas partes. También me invitaron a dar algunas conferencias a las que asistió mucha gente y conocí a varios economistas jóvenes cuyos trabajos había leído. Cuba estaba entonces encarando el derrumbe del campo soviético y aparentemente se abría a varias alternativas. En esa reunión limamos asperezas y José Luis Rodríguez me contó que, para poder referirse públicamente a mis trabajos, él había tenido que hacer una crítica muy fuerte de los mismos. Luego José Luis Rodríguez fue nombrado ministro de Economía y Planificación y mantuvi- mos por un tiempo un intercambio de publicaciones y mensajes, que even- tualmente se interrumpió. En 2002 me invitó la viceministra de Trabajo y Seguridad Social para parti- cipar en un seminario internacional de seguridad social en La Habana. Yo envié mi ponencia, mi nombre apareció en el programa e incluso había concertada una entrevista con dos funcionarios del Ministerio de Finanzas para discutir un trabajo mío sobre la reforma de pensiones en Cuba (la vuelta a la semilla). Solicité la visa por dos vías distintas y nunca la recibí. Allá en La Habana, varios colegas se quedaron esperando. Pienso que la negación de la visa se debió a la publicación ese año de mi libro Buscando un modelo económico en América Latina, en el que Cuba sale mal parada en las comparaciones socioeconómicas con Costa Rica y Chile. Respondiendo a tu pregunta después de este largo exordio, la reflexión tris- temente cínica que derivo de casi tres décadas de relaciones con funciona- rios cubanos es que ellos probablemente abrigaron la esperanza inicial de Rafael Rojas 24 encuentro homenaje a carmelo mesa-lago25 que me «ablandarían» a cambio de permitirme viajar a la Isla, o sea, que pretendían que mi crítica se suavizase y, quién sabe, tal vez se trocase en loa. Pero como yo no mordí el anzuelo y mantuve mi posición de análisis terca- mente objetivo, ellos llegaron a la conclusión de que yo era «incorregible» y que estaban perdiendo el tiempo. r.r. En el homenaje que se te rindió en el Instituto de Estudios Cubanos, el pasado verano en Miami, confesaste que todavía sueñas con regresar a la Universidad de La Habana. ¿Quieres hablar un poco de ese sueño, o te lo reservas para tus tardes en Pittsburgh? c.m-l.Ya que mencionas el homenaje, quiero resaltar que éste no fue sólo para mí, sino también para mi esposa Elena, que por treinta y ocho años ha escuchado con paciencia mis preocupaciones, ocupándose de las cosas fundamentales mientras yo cosechaba laureles. Si he tenido éxito en mi carrera, se debe a su amor, apoyo y alegría constantes. Siempre sueño con Cuba en Pittsburgh, antes aún más en el invierno, pero ahora los paso en Miami, donde también añoro a la Isla. Te ratifico lo que dije en el homenaje: mi mayor ilusión es regresar a la Universidad de La Habana y dar una conferencia en el Aula Magna Félix Varela, donde pronuncié unas palabras en representación de mi curso en 1956. Espero vivir para volver a una Cuba en la transición hacia la prosperidad y la democracia, con justicia social y esperanza de un futuro mejor. Volver a una Cuba en transición encuentro homenaje a carmelo mesa-lago Conocimiento II, Óleo sobre fotomontaje, 1982.¿ C ómo es posible que al mismo tiempo que la economía cubana sigue en un interminable período especial y el producto nacional bruto per cápita en 2004 todavía se sitúa por debajo del correspondiente a 1989, la tasa de desempleo sea del 3 por 100 la más baja del conti- nente? ¿Cómo se explica que a pesar de la crisis financiera que azota al país, la reducción sensible de importaciones vitales y la caída en la inversión extranjera, Cuba reporte que su economía creció en 2,6 por 100 en 2003, casi el doble del promedio de la tasa de 1,5 por 100 en que crecie- ron el resto de las economías latinoamericanas en ese año? Estos son dos ejemplos de un sinnúmero de incógnitas y contradicciones de las estadísticas socioecónomicas cubanas, las cuales constituyen un verdadero rompecabezas, no sólo para el público en general sino aun para los especialistas sobre Cuba. Sólo un investigador como Carmelo Mesa-Lago, quien ha dedicado prácticamente su carrera profesional al estudio y evaluación de las estadísticas cubanas, ha podido resolver muchos de los rompecabezas. Los que hemos tenido la suerte de beneficiarnos de su estudio minucioso y dedica- ción sin par, tenemos una gran deuda de gratitud con él. el primer estudio completo sobre las estadísticas cubanas Sin duda, el trabajo de recopilación y evaluación más com- pleto y detallado de las estadísticas socioeconómicas cuba- nas bajo la Revolución fue publicado por Carmelo en 1969 en la prominente revista académica Latin American Research Review, órgano de la Asociación de Estudios Latinoamerica- nos (lasa) de los latinoamericanistas norteamericanos 1 . 26 encuentro homenaje a carmelo mesa-lago El rompecabezas de las estadísticas cubanas Jorge Pérez-López 1 Carmelo Mesa-Lago, «Availability and Reliability of Statistics in Socialist Cuba» [Disponibilidad y confiabilidad de las estadísticas en Cuba socialis- ta], en: Latin American Research Review, parte I, volumen 4, nº 1, invierno, 1969, y parte II, volumen 4, nº 2, verano, 1969.27 Una señal de la importancia que los editores de dicha revista reconocieron en este trabajo fue que decidieron publicarlo enseguida, sin enmiendas y en su totalidad, en dos partes, en números consecutivos de la revista. El trabajo alcanzó un total de 72 páginas, una extensión insólita en revistas académicas norteamericanas. Comenzaba yo mis estudios posgraduados de economía cubana, cuando apareció este trabajo de Carmelo. Para mí fue fundamental en mi decisión para dedicarme a estudiar la economía cubana, a pesar de los problemas y desafíos que ello presentaba y que sigue presentando más de treinta años después. En ese trabajo, Carmelo presentó y evaluó sistemáticamente las estadísti- cas de la primera década de la Revolución cubana con respecto a nueve áreas: [1] demografía; [2] cuentas nacionales; [3] agricultura, silvicultura, ganadería y pesca, incluyendo la industria azucarera; [ 4 ] industria manufactu- rera y transporte; [5] comercio interior y exterior; [6] empleo, salarios y orga- nizaciones sindicales; [7] salud pública, vivienda, educación y seguridad social; [8] condiciones de vida y equidad, y [9] asuntos políticos. Además, incluyó información detallada sobre las fuentes de información estadística y su periodicidad, así como los cambios estructurales en la economía cubana realizados por la Revolución (por ejemplo, la planificación centralizada) y su impacto sobre las estadísticas socioeconómicas. Carmelo dividió su evaluación de la confiabilidad de las estadísticas cuba- nas en dos partes. Primero, documentó exhaustivamente la autocrítica de las estadísticas cubanas hechas por miembros del mismo gobierno revoluciona- rio. Estos líderes y administradores expresaban su insatisfacción con la calidad de las estadísticas oficiales y señalaban sus puntos débiles. Y segundo, Carmelo identificó sistemáticamente casos de uso incorrecto de estadísticas cubanas, algunos con la intención de engañar o por lo menos de dar falsa impresión al público sobre el desarrollo socioeconómico del país bajo la Revolución. Los ejemplos de contradicciones y tergiversaciones estadísticas que Carmelo identificó en su artículo, no sólo tenían importancia coyuntural, sino que identi- ficaban problemas genéricos con las estadísticas que han estado presentes a tra- vés de los años. Uno de éstos es subestimar la situación socioeconómica del país antes de la Revolución o en un período anterior, para manipular las estadísticas y obtener mejorías más notables (por ejemplo, en el área de la salud pública, elevando las cifras prerrevolucionarias de mortalidad infantil, para que los avan- ces posteriores parezcan más impresionantes). Otro es reportar el desarrollo de ciertos sectores en términos de valor o de números índice sin saber a ciencia cierta qué se incluye en ellos y los precios a los cuales se valoran los productos. Relacionado con esto último, se halla la técnica de ajustar las cifras a precios constantes utilizando estimados de inflación que no han sido publicados y cuya metodología se ignora. Y luego, también existe el fenómeno de la desaparición de series estadísticas cuando ellas podrían mostrar tendencias negativas. La conclusión de Carmelo sobre las estadísticas cubanas en este trabajo y en estudios posteriores, no es que todas estén falseadas y que deban ignorarse, sino que deben ser utilizadas con cautela luego de ser examinadas cuidadosamente El rompecabezas de las estadísticas cubanas encuentro homenaje a carmelo mesa-lagoNext >