< Previousinformación no documentada que permite verificar la zona dentro de la realidad de sus funciones tanto para el actual panorama sociopolítico como para el espa- cio total de la ciudad. Podría decirse que es apenas ahora cuando parece articu- larse una voluntad teórica en este sentido, y cuando parece comenzar a estructu- rarse, para el contexto cubano, una metodología sobre la construcción de la cultura urbana contemporánea 6 . Con respecto al barrio de El Vedado, éste sigue siendo la zona más moderna y chicde La Habana y nada parece aún sustituirlo. Probablemente, todavía un modelo de apartamento como el del protagonista del filme Memorias del subdesa- rrollo, en el edificio Focsa 7 , siga constituyendo uno de los más caros ideales en cuanto a espacio habitacional, un ideal concretado internacionalmente en la década del 50 como derivación —hacia el consumo y el confort de la clase media y media alta— de las iniciales propuestas racionalistas, y tan ácidamente criticado por J. G. Ballard como proyecto utópico, tanto en la consecución de una convivencia fraternal como de una identidad de estatus burgués. Aunque Tomás Gutiérrez Alea, director de la cinta, explicara reiteradamente sus propó- sitos de crítica hacia ciertas «actitudes» burguesas, las connotaciones de comodi- dad y «buen gusto» moderno, tanto de este edificio como de otros —si no seme- jantes, al menos proyectados dentro de los mismos principios— poseen, especialmente para el contexto cubano, una lectura más independiente. A las conocidas determinantes ideológicas, socioeconómicas y legislativas que han impedido durante más 40 años no sólo la aparición de espacios urbanos y habi- tacionales relativamente equivalentes 8 , sino también la aspiración a ello, parece corresponder una inmovilidad en el imaginario de confort con que se asumen ciertas zonas de la ciudad. Podrá problematizarse El Vedado ideológicamente, pero lo que probablemente no haya podido revertirse es la propensión a asumir la ciudad dentro de una ideología más dependiente de aquella que animaba a El Vedado que de la que, aparentemente, hubo de sustentar cualquiera de las zonas habitacionales construidas durante el período revolucionario, ninguna de las cuales ha llegado a constituirse en un contrapeso plausible para ese imagina- rio de modernidad, aún percibido como utópico, representado por El Vedado. Durante los cuatro años que viví en Tokio, entre 1997 y 2001, tanto japone- ses como extranjeros —latinoamericanos, y latinoamericanos de izquierda incluidos— daban por sentado mi pertenencia a la clase alta o a la clase media. Por más que en la mayoría de los casos se reconocieran como simpati- zantes de los supuestos políticos de la Revolución Cubana, su conocimiento de la realidad de la Isla no rebasaba el imaginario de esos supuestos. Mis argu- mentos por evidenciar mis orígenes —tanto en lo personal como en lo social— eran inevitablemente desestimados a partir de dos premisas de fe, basadas, evidentemente, en las propias experiencias de mis condiscípulos den- tro de sus países y, probablemente, en un asumido estereotipo de lo cubano: o bien estaba mintiendo —nadie con mi apariencia, mis modales y mi educación (los tres factores siempre conjugados) podía provenir de una clase de bajos recursos económicos— o bien, sencillamente —acaso con el propósito de dar una imagen virtuosa de mi país o acaso por mis propias limitantes clasistas—, Emilio García Montiel 8 encuentro9 estaba generalizando contextos que sólo podían pertenecer a estratos privile- giados. En este sentido, muchos de los japoneses que dieron en tener interés en Cuba —especialmente a raíz de la popularidad del filme de Wim Wenders, Buena Vista Social Club— estaban convencidos de la existencia de un racismo extremo, y uno de los argumentos más comunes era el de la mayoría blanca en las fotos de los miembros del Comité Central del Partido. En agosto de 1992, mientras cruzaba el Parque Central de La Habana, un jinetero me preguntó: —«Amigo, ¿italiano o español?»—. «De La Esquina de Tejas», respondí. A partir de entonces, tanto como fui de El Vedado, he sido — así en la Isla como fuera de ella— de cualquier otro país. No soy, obviamente, el único cubano que más de una vez haya sido confundido con un extranjero luego de la gran apertura del país al turismo en los inicios de la década de los 90; sin embargo, la persistencia —y también el desagrado— por devenir objeto de tales equívocos me hizo suponer que quizás algo de cierto había en ello, y que más allá de una estereotipación de fenotipos (tanto por parte de los extranjeros como de los cubanos), en realidad, yo dejaba traslucir mi cansancio de estar en La Habana y mi casi total desinterés por lo que allí sucedía. El tema de los turistas es también el tema del cambio económico, así como de subsecuentes reformulaciones en los atributos de prestigio social —incluyen- do el nuevo estilo de empresarios oficiales—, y que me atrevería a definir como contextos legitimadores para el resurgimiento o la reactivación de valores y comportamientos que apenas unos años antes hubieran significado una sanción irrevocable. Aparte de El Vedado y Miramar, el espacio más importante dentro de este contexto es La Habana Vieja. Si algo se ha invertido verdaderamente en la ciudad, es la percepción de este centro. No únicamente por la reconstruc- ción del casco histórico, por sus condiciones de excepcionalidad administrativa, o por haberse convertido en el rostro de la ciudad hacia el extranjero, sino por- que ha devenido mercado donde se mueven los dólares. Sus habitantes estuvieron deseosos de abandonarlo hasta la aparición de los turistas 9 y la refuncionaliza- ción de las reconstrucciones (tanto por servicios para el propio turismo, por evidencia de soluciones coherentes en reconstrucción e integración comunita- ria de centros históricos, como por la construcción de una nueva imagen urba- na legitimadora del sistema sociopolítico). Más por las ganancias económicas al margen del sueldo oficial que prometían los primeros y menos por la cualifica- ción zonal que provenía de las últimas (que, a fin de cuentas, no iban a ser sino un entorno propicio para ese particular movimiento económico), una parte de la población del casco histórico prefirió mantenerse en las deplorables condi- ciones de las cuarterías y solares en que habían estado viviendo, antes que acep- tar los nuevos apartamentos, lejos de la zona, a los que se les instaba a mudarse por la propia necesidad de las obras. Si bien los trabajos de reconstrucción, las regulaciones administrativas especiales y las obras sociales permitirían presentar el casco histórico y otros sectores aledaños como la convivencia entre la recupe- ración de pasado y el mejoramiento sostenible de la calidad de vida, no es menos cierto que la zona también ha devenido símbolo de una controversial equivalencia que evade tales propósitos: lo extranjero igual a lo futuro . La Habana ambigua encuentroPero La Habana es también otros muchos lugares: sin dólares, sin turismo, sin reconstrucciones y sin reparaciones; lugares que por su implicación en el razonamiento de la cultura urbana sería muy factible considerarlos vírgenes. Como generalmente sucede, es la inmediatez del periodismo la que parece abarcar —siempre dentro de los límites de crítica admitidos por las instancias oficiales— la más sustanciosa información acerca de todo tipo de sucesos dentro de la ciudad 10 . Sin embargo, la recomposición de esas informaciones en análisis consecuentes de los procesos urbanos todavía parece preterida. La memoria urbana, es evidente, no se limita al pasado, sino que incluye un presente enten- dido como susceptibilidad de cambios e, igualmente, los imaginarios de futuro; cambios que, dentro del panorama cubano, han estado sujetos a una muy alea- toria toma de decisiones, especialmente para aquellas zonas con las que no se construye simbolismo alguno. Aunque ciertos entornos habaneros ofrezcan sen- sación de inmovilidad, no es ninguna novedad que el espacio urbano no deja de transformarse: en su visualidad, en su percepción, en sus habitantes, en su len- guaje, en su uso; en las zanjas que se cierran y se vuelven a abrir, en los anuncios oficiales o particulares, en las vicisitudes del transporte, en lo que se dice en la esquina (esa esquinatan importante en el barrio cubano y tan desconocida para los análisis de visualidad y proxémica urbanas), en lo que se vende y lo que se compra, en lo que se viste y lo que se come. Se necesitaría una perspectiva muchísimo más desprejuiciada —tanto en términos ideológicos como metodo- lógicos— para que esas zonas y esos barrios sean reconsiderados con propiedad dentro de los trabajos constructivos y teóricos, y para que generen los recursos que contribuyan a la consolidación de su propia autonomía cultural. Emilio García Montiel 10 encuentro 1 Año de la muerte de Ángel Acosta León. 2 Junto con el colindante barrio de Villanueva, Atarés, El Pilar y El Cerro ya habían desaparecido como entidades administrativas y, con independencia de que en la memoria de sus habitantes aún persistieran antiguos límites, la zona pasaría a ser habitualmente denominada como El Cerro. 3 El famoso Estadio Latinoamericano tampoco escapa de ello; también por otros motivos: más de una vez me pre- guntaron que cómo con esos poemas tan finos que escri- bía podía gustarme el béisbol. 4 Carpentier, Alejo; «Sobre La Habana (1912-1930)», en El amor a la ciudad ; Alfaguara, España, 1997, pp. 140- 149. El texto del artículo está tomado de una conferen- cia filmada por el ICAIC en 1973. 5Diego, Eliseo Alberto; Informe contra mí mismo; Alfa- guara, México, 1997, p.129. 6 Invención de La Habana, de Emma Álvarez-Tabío Albo, que habré de comentar en otro momento, puede conside- rarse uno de los primeros pasos en la instrumentación de tales perspectivas. 7Diseñado por Ernesto Gómez Sampera y construido en 1956. 8 Equivalencia no en el sentido de construir al modo de edificios como el Focsa, el Someillán o el Naroca, sino en tanto que ausencia de un desarrollo urbano y habitacio- nal competitivo con los paradigmas de hace más de cin- co décadas. 9Otro ejemplo de las actuales limitantes en cuanto a apropiación territorial de la ciudad (y del país) por parte de sus ciudadanos es la asunción del término turista como sinónimo de extranjero. 10 También la música: las incisivas crónicas habaneras de la orquesta Los Van Van han sido, quizás, la manifes- tación más inmediata de una relativa conciencia crítica sobre los cambios en el ambiente urbano y su incidencia en la vida cotidiana. NOTAS11 Filos de la encerrona Alessandra Molina Y fue la noche blanca de su captura, trampa de noche entera con que su misma sangre lo perdió: de una sombra a otra sombra que era el saco ensanchado de los hombres. Ya dentro de ese túnel (terso como su cuerpo) que el forcejeo anuda. Ya dentro de ese enredo como una vez la bolsa que de un pujo lo puso en la maleza. Con dos varas cruzadas lo suspenden, sobre un trillo lo llevan dando tumbos, sobre la hierba baja y florecida. Ya en la mañana oscura cuando el rabo del ojo le descubre contra la cal del muro una cosa doblada, áspera sobre sí, y en flanco propio muerde. POESÍA encuentroOtras maneras de lo sin hueso Alessandra Molina Para Lorenzo García Vega Lujo secreto de esta casa. Lujo de esta casa por sí mismo olvidado como una aguamarina que fuera desplazada hacia el meñique. Como un existir de andar rozando todo con esa piedra roma, encarnada molestia. Con esa piedra roma no se rebana un dedo ni se hace el rococó de otro pequeño círculo, enganche que estrangule un lagrimal de lámpara. Y, aun así, no tenemos nosotros esos lujos ni su eslabón alquímico lograría avanzar, retroceder a gran escala en nuestros sueños. No heredamos, ni hemos sido eficaces en la hora rapaz, ni lucimos voraces. Como un perro detiene con mandíbula floja nos tardó la elegancia, el disimulo de asentar pertenencia por ley o por justicia en los saqueos. Lujo secreto de esta casa, nuestra madre no sabe con la mano o labor que ella lo toma. Nuestro padre no sabe en cual de sus sopores lo deslíe más. Nuestro hijo no entiende con ventajas su intercambio porque no habrá entendido, conocido, la fortuna en la cumbre de los días, sus soportes de umbral y de poniente en la historia de un hombre. Sin labio de cuarzo púrpura o negrero, sin cuello de marfil o capataz, quién podría decirnos la desvergüenza, el crimen ante los que ha ganado su valor. Como si se tratara de la honra por la boca entreabierta se nos pierde el deseo de nombrarlo, de continuar su elogio, de maldecir que vuelva y no golpee nunca de una vez. Por la boca entreabierta se nos pierde el deseo de nombrarlo, se nos vuelve un secreto, un lujo que no terminaremos de decir ni en comadreos: todo eso que se arranca de la vida cotidiana para ser al instante vida cotidiana. 12 POESÍA encuentro13 Patria del idioma Alessandra Molina El invierno no había terminado pero en los árboles sonaba el corazón de una hoguera, el rumor de los brotes que hinchan la vieja piel y parten las puntas más finas de las ramas una a una. Con sus alas, con su breve posarse, con su pico y sus garras minúsculas, los pájaros llenaban el aire del color y los fragmentos de aquel fuego primaveral que volvía a hacer sus primeros anuncios. A semejanza, teníamos el ánimo de unos estudiantes extranjeros que hubiesen llegado al país un poco antes de la fecha acordada. Sobre la mesa los cítricos mostraban un lustre incandescente que aquella mañana no nos parecía artificial. Convidábamos y hasta hubo un momento de refutación poco solemne, alborotada, cuando alguien advirtió –se lo había dicho su madre– que comer mandarinas en exceso era causa de una enfermedad llamada escorbuto. El invierno volvió, arremetió, el rumor de los brotes se apagó contra el viento, los pájaros aparecían a deshora. Sólo las frutas, con sus pulidos destellos conseguían retener aquella promesa de la primavera. Primavera. Mandarinas. Escorbuto. ¿Dé que gajo secreto, torcido y nudoso, colgaban las palabras? ¿Y hacia dónde colgaban con su error o su verdad? Recordé con vergüenza tan fácil refutación, y a su madre, que desde hacía años estaba muerta… POESÍA encuentroSistema de palabras Alessandra Molina ¿De dónde sacaría la niña esa palabra? Seguramente de nosotros mismos. Y no es que esa palabra nos guste tanto, está de moda y por eso, aunque ya la conocemos y sabemos que se hablaba con ella sobre nuestra vida, no la usamos. (¿Recuerdas la niña fantas- ma de Kafka? Yo ahora la recuerdo. Un cuerpo delicadísimo que no debe ser visto. El deseo, que siempre tiene algo de aparición). Hace poco llegamos aquí y hace poco también que la niña habla con esas palabras. Dice esas cosas ingeniosas que nacen del roce, de oír siempre lo mismo sin llegar a entendernos. Adivinanzas, sinsentidos que de pronto salieran de su boca a llenarlo todo. «Oh, sí, recuerdo: ¡Nuestro todo totalitario!». Fue entonces que la niña dijo: «el totalitario eres tú, que le tienes miedo a todo». Su hallazgo debió sorprenderle mucho y se fue, sin volver a lo dicho, altiva, risueña. Hablábamos en la mesa y fastidiada o aburrida por nuestras quejas de siempre, nuestro país, nuestra vida allá que ella apenas conoció, dijo esa cosa. Y la palabra, traída por los pelos, consiguió dar una voltereta. Escapar de nosotros, nuevamente; los procreados prácticos del miedo. 14 POESÍA encuentro15 Poesía Michael H. Miranda ...entre dos puntos hay un hombre que se acerca Locke a lejémonos de todo cuanto redunde qué intento demostrar tomemos como ejemplo el castigo o la consumación de todos los castigos dibujamos el punto donde reposar saltamos sobre el punto al compás de pistoletazos no quisiera reposar en el país de adobe me apuro en inventar otro punto al que llamar país para bien o para mal alejémonos de todo cuanto redunde la idea fija el sobresalto asimilar otras ausencias cada nuevo territorio es la llama que contiene: golpes negaciones un morir de abajo y siempre el kilómetro cero en bienvenida qué trato de demostrar sencillo lo que no tuve ni voy a tener he colocado en tu noche un fuego de alas el alcohol me vence y retornamos a la una o a las dos salto sobre el punto las plazas las calles de adobe para desfiles (punto: paisaje lunar flotando en humo o alcohol) creo ser yo quien se levanta y comienza la máquina a pelear POESÍA encuentroConversación con Álvaro de Campos Michael H. Miranda es así un puerto donde alguien llega y pregunta no contesta nadie no no va a contestar nadie a menos que las cartas dicen siempre afectos y la visión del mar es la visión de una insondable profundidad pero ahora no contesta nadie en teoría no nadie responde otro cuerpo de voz muriendo diariamente publicándose diariamente hay nuevos hastíos siempre esperándonos con paciencia de bestias dormidas el hombre que llega adonde no nadie lo espera hace la revolución en vasos de cerveza leer los anuncios que matan enemigos míos pero dónde cómo es que alguien nace a esta hora de llegar cómo es que nadie puede detener una catástrofe es así todos esos puertos de mi país hacia catástrofes convidando a escenas a gambitos a humedades siempre digo no en el fondo viendo un velero desprenderse sacos de arena simular un aleteo del otro lado hay colores lo sabíamos ¿lo supimos? el silencio tiene tal vez algún color vivo algún tono de paz que sumábamos a las franjas de azogue del verano es así en estas islas de oxígeno con puertos hacia la nada donde llegan veleros desde la nada y no contestan ni con rumores de muerte contestan. 16 POESÍA encuentro17 Cerré a la realidad las puertas de la dicha Michael H. Miranda Para Guillermo Vidal y Jorge Luis Hernández la sangre comienza a ser lodo no hagamos más difícil esto de una pared y otra pared la raíz del hielo está creciendo como isla a la deriva hacia ningún lugar de la tierra llamado paraíso defunciones rupturas viajes si no siento que me llaman cómo les rompo la máquina de odios los trenes de espuma y óleo surcan ahora el miedo a morir lo que se deja en herencia no simula altares vagas noches el cepo de dios la isla enferma mis puntos cardinales de lo precario se oye el aleteo de ave migratoria las dosis de amar que el tiempo resta. POESÍA encuentroNext >