< PreviousCon Camilo Venegas fuimos al paradero de San Fernando de Camarones, su amado pueblecito, recogió el viejo farol que tantos trenes había visto partir y nos alejamos, lloroso él, como presintiendo que tardaría muchos años, casi la eterni- dad, en regresar. Antes de marcharse, pidió pasar por el cementerio de Santa Isa- bel de las Lajas. No se iría sin despedirse del Benny. Si tuviéramos que ubicar en un mapa a los escritores de mi generación, que ya peinamos nuestras primeras canas, se nos haría muy engorrosa la tarea: Daniel Morales se fue a Texas, y después de algún que otro intento por escri- bir, desistió. Fueron locuras de otros tiempos, dijo en una carta. Alberto Garrido se refugió en la religión como en una coraza que lo protegería de cualquier maleficio humano. Ahora es pastor de su iglesia y, como el último de los mohicanos, continúa disciplinado en su oficio literario. Por estos días, intentaron negarle el permiso de salida cubano para viajar a República Dominicana, en visita misionera y evangélica. Su literatura no es contestataria. Su único delito es, quizá, la ingenuidad de creerse en comunicación directa con Dios. Por último, le exigieron, lo obligaron, a desarmar la iglesia, una casita de madera vieja donde en las noches podían verse las estrellas a través de cada hendija dispersa por el techo. Temo que en cualquier momento me llegue la noticia de que abandona el país definitivamente. Sindo Pacheco se fue a Miami, trabaja en un restaurante y escribe hasta que el sueño lo vence, o quizá hasta que un segundo infarto lo sorprenda. A Jorge Luis Arzola no le importó el nuevo apartamento con luz eléctrica otorgado después de su premio nacional. Hace su vida en Alemania. Carlo Calcines sigue por Brasil, alguien dijo que, a veces, venía a visitar a su madre y que es un hombre rico. Marcos, el más loco y talentoso de nosotros, es un furibundo economista, vive encerrado en una oficina atestada de papeles llenos de números, con toda seguridad, para no sentir la tentación de crear. Irónicamente, trabaja en la sede del Instituto Cubano del Libro. Nunca más ha conversado de aquella tan espera- da novela; mejor leer a los amigos, dijo para sellar el tema. Michel Perdomo, ahora, es un gordo que vive en Madrid con dos hijos. Aún guarda su rencor. Agustín Medina vive perturbado con las quemaduras en su piel. Nunca he vuelto a leer un texto suyo. Guillermo Vidal fue vencido por un cáncer en los pulmones. Por mucho que luchó, supo que era el único combate imposible de ganar. Roger Daniel Vilar, luego de convertirse en un exaltado militante religioso, desistió y se casó con una señora del Distrito Federal. A Ronaldo Menéndez, irreconocible en la última Feria del Libro, pudimos identificarlo por la bondad de sus ojos grandes y la ternura de su sonrisa; ha triplicado su peso. Contó que es todo un profesor de una universidad española. Torralbas trabaja en un casino de Las Vegas y, hasta donde sabemos, no escribe. Amir Valle vive en Europa y, ahora, según leemos por noticias de alguna prensa digital, vende muchos libros y ha ganado varios premios. Hizo declara- ciones en España porque deseaba regresar y las autoridades cubanas no se lo permitían. Karla Suárez cruzó, sin utilizar balsa, de Italia para Francia, y tiene éxito con sus libros. ENSAYO 8 encuentro9 Ena Lucía Portela vive su insilio en La Habana, como un fantasma que nadie ve. Y lucha contra el tiempo que vence a golpes de excepcional literatura. Después que lo despidieran de su trabajo, Roberto Uría quería una sociedad donde pudiera llorar como Leslie Caron. Alguien dijo que anda por Miami. En un encuentro de intelectuales en la sede del Instituto Cubano del Libro, a Rolando Sánchez Mejías le prohibieron la entrada, y nosotros, que no supimos reclamar su derecho, vimos perderse en silencio su corpachón entre los árboles del parque de la Plaza Vieja. Vive en Barcelona. Andrés Jorge también está en México, publica en Alfaguara y dirige la revista Selecciones. A Antonio José Ponte lo separaron del gremio de escritores por pertenecer al Consejo de Redacción de la revista Encuentro. Ahora anda por España y alguien me ha dicho que, finalmente, dirige esa revista. Ricardo Arrieta se fue a Estados Unidos. Yosvani Medina, después de convertirse en uno de los mejores dramaturgos de Martinica, se fue para Miami y trabaja en una editorial. Verónica Pérez Konina regresó a Rusia. Alejandro Aguilar vive en Nueva York. A José Manuel Prieto, lo encontramos en Madrid durante el lanzamiento de una antología de Michi Strausfeld publicada por la editorial Siruela. David Mitrani se fue a Italia un tiempo después de recibir de manos del presi- dente un reconocimiento por su destacada labor como joven escritor. Odette Alonso siempre envía un presente fraternal desde México. Luis Rafael Hernández se fue a España. Alberto Guerra, negro comunista con carné, hace mucho tiempo renunció a su militancia, después que lo botaran del lobbyde un hotel por ser cubano. Iba a entrevistarse con unos editores extranjeros. Al final, decidió ser como su abuelo mambí, que luchó por la libertad; él lo haría por la literatura, que es lo mismo. Camilo Venegas vive en Santo Domingo; añora sus trenes que guarda con celo en la computadora o los sustituye por juguetes regados en la repisas de su casa; rememora el vapor de las locomotoras y el sonido de sus máquinas alejándose hasta perderse con su largo silbato y sus vagones llenos de sueños, frustraciones y de amigos. Sólo le queda el viejo farol que alumbró generaciones de ferroviarios y que siempre recuerda en las manos de su abuelo. El farol se había quedado varado en La Habana y, para su sorpresa, lo rescaté y se lo llevé hasta Santo Domingo, con la esperanza de que su luz imaginaria nunca se apague y nos ayude a encon- trarnos nuevamente, en cualquier paradero de una vida a la que mi generación no va a renunciar por muchas tierras que tengamos que abrazar. Sucede que, sin mis compañeros de generación, aquellos con quienes compar- tí sueños y agonías, estoy más solo. Y aunque lo desee intensamente, ya no esta- rán, al menos, en el tiempo perdido. Yo sólo quiero recordarlos así, como eran en aquel entonces en La Habana, tan talentosos y tan infelices. ENSAYO encuentro 1 Grupo literario creado en 1984 en Santiago de Cuba, al que pertenecían los escritores Amir Valle, José Mariano Torralbas, Alberto Garrido y Marcos González. Se desintegra a fines del 90. (Nota del Editor). NOTASTrinidad Rolando. Fotografía, La Habana.11 El animal extraño Juan Carlos Flores (Bellísimos son los ciclones, aunque a su paso por la tierra firme, dejen naturaleza muerta y otros desanclajes), Ángelus, con patitas de mosca, en infotur: «dicho como el que dijo ponme un trago, libre la barra, aleatoria, la música de fondo», (la mesa, sobre la cual escribo, la silla, sobre la cual apoyo región glútea del cuerpo, cuando escribo, las letras, los fantasmas escritos pueden súbitamente estallar, pueden súbitamente volar), Ángelus, con patitas de mosca, en infotur: «dicho como el que dijo ponme un trago, libre la barra, aleatoria, la música de fondo», Ángelus habla solo, mientras ingiere latas de refresco Gran-Tukola, (bellísimos son los bellísimos, aunque a su paso por la tierra firme dejen naturaleza muerta y otros desanclajes). encuentro POESÍALa canción de René Juan Carlos Flores Negro bembón, por qué te pones tan bravo cuando te dicen Negro bembón, si tú eres algo más que un rapero, algo más que una rata roedora de los signos tostados de la hiperrealidad, (las canciones de un romanticismo tardío, cantadas por Nicola di Bari, huelen a perfume o a rosas, sobre la piedra suburbana crecientes, sin embargo), Negro bembón, por qué te pones tan bravo cuando te dicen Negro bembón, si tú eres algo más que un rapero, algo más que una rata roedora de los signos tostados de la hiperrealidad, (esas rosas o esas canciones, tibio, el sol de la Provenza italiana, como si la voz de Guido Cavalcanti aún cantara, en los cables axiales de otra voz), Negro bembón, por qué te pones tan bravo cuando te dicen Negro bembón, si tú eres algo más que un rapero, algo más que una rata roedora de los signos tostados de la hiperrealidad, (esas rosas o esas canciones hacen de ti el amante, aquel que prepara alimentos cocidos a la amada futura, mujer con caracteres de madre, de cerveza espumosa), «Asere mío, qué triste y sola está La Habana, sin amor». POESÍA 12 encuentro13 Cristo cubano Juan Carlos Flores Espíritu retrovisor, gracias te doy, pues por ti he vuelto a poder masticar plantas jugosas: El cimarrón de la edad Kali Yuga, o edad posmoderna, o tiempo de la destrucción, se baña en las alegres cascadas, (lo que el viento franciscano, con su rastrillo itinerante nunca pudo limpiar, el agua corre sobre la piel tatuada y la deja superficie porosa, donde se reflejan todas las figuras, de manera que la naturaleza o la madre, deshollina), espíritu retrovisor, gracias te doy, pues por ti he vuelto a poder masticar plantas jugosas: El cimarrón de la edad Kali Yuga, o edad posmoderna, o tiempo de la destrucción, se baña en las alegres cascadas, (lo que el viento franciscano, con su rastrillo itinerante nunca pudo limpiar, el agua corre sobre la piel tatuada y la deja superficie porosa, donde se reflejan todas las figuras, de manera que la naturaleza, o la madre, deshollina), espíritu retrovisor, gracias te doy, pues por ti he vuelto a poder masticar plantas jugosas. POESÍA encuentroLucha canaria Juan Carlos Flores Bajo el sol tropical, arde la arena sudorosa, arden los cuerpos sudorosos, (los luchadores se colocaban dentro del círculo de arena, cada luchador, tratando de colocar al otro, fuera del círculo de arena, colocado un luchador fuera del círculo de arena, el árbitro dictaminaba un vencedor), bajo el sol tropical, arde la arena sudorosa, arden los cuerpos sudorosos, (alrededor del círculo de arena, los espectadores emitían sonidos guturales, pero los luchadores no estaban atentos a los espectadores no escuchaban los sonidos guturales), bajo el sol tropical arde la arena sudorosa, arden los cuerpos sudorosos, (manteca, he hundido mis dedos en manteca, y tengo manteca, en mis dedos), bajo el sol tropical, arde la arena sudorosa, arden los cuerpos sudorosos, sea yo el respirado, bajo el sol tropical, ardan mis palabras. POESÍA 14 encuentro15 Con su disfraz de visitante triste Carlos Pintado Quién toca el aldabón de los portones Y muy quieto se queda así esperando A nadie, ni a su sombra, ni al fantasma De los pequeños seres silenciosos Que ocultos en las sábanas lamentan El fin inevitable de la noche, Quién desanda, invisible, cabizbajo, Esos vastos espacios de la sombra En que le espero como a nadie nunca. Quién observa tranquilo los vitrales Y al mirar pareciera que no hay nadie O quizás una sombra recogiéndose Como un oscuro perro lloriqueando La pérdida del amo que alimenta Esos instantes en que el hambre viene Con su disfraz de triste visitante, De alguien que llega a un pueblo para siempre. POESÍA encuentroEscrito en 1988 Carlos Pintado Denme la sombra, oscura mansedumbre. Denme la pluma, el ave; denme el sueño. Denme el castillo, el foso y el empeño De nombrar los misterios de la lumbre. Denme la vida, y denme ya la suerte De ver el paraíso y el infierno Y el veneno y la copa y aquel cuerno Que en la sombra alumbró toda mi muerte. Denme la eternidad que poco dura. Denme el breve recuerdo que procura Mis templos, mis ciudades, mis Parnasos. Denme todo el valor, todo el soñado Valor que sólo en sueños he buscado. Y denme amor, la luz y los ocasos. POESÍA 16 encuentro17 James Ensor Carlos Pintado Pues sí, es muy extraño que no exista, James Ensor, en Ostende, algún lugar que recuerde que aquí pintó sus cuadros, que aquí sufrió, usted, su pesadilla. Pero también extraño es ese sueño de las aves dormidas en los cuartos, y el baile de la muerte a medianoche, y el abrazo filial de algún amigo. En Ostende, imagino, ya no hay casas. Faltaba la memoria de algún parque en donde también yo vestí mi cuerpo con sus oscuras ropas, consumido por el horror, la angustia y el deseo. Faltaban a mis noches los jardines, los rostros perseguidos por la tarde, las columnas sagradas como templos. Faltaba la piadosa maravilla y la especulación de algunos hombres, ante la rosa roja de los bosques. En Ostende, imagino, nadie duerme. El eco de mis pasos no retumba sino en un sueño alto e imposible: hoy presiento que un hombre me conjura, y que algo de su miedo ya me alcanza, y que su rostro puede ser mi rostro, y que sus manos pueden ser mis manos y puede que seamos sólo el mismo, deambulando en Ostende por las plazas. POESÍA encuentroNext >