< PreviousE SCRIBIRHOYEN C UBACOMOPERIODISTAINDEPENDIENTEES como parir, con la diferencia de que una embarazada dispone de nueve meses para prepararse y nosotros esta- mos siempre contrarreloj. Aquellos que nos elogian por nuestro empeño en dar a conocer la realidad de una nación en decadencia, no pueden ni imaginar las vicisitudes con que cada semana escribimos.Vivimos y latimos al mismo ritmo de la pobla- ción: comemos lo mismo, caminamos por las mismas ca- lles, hacemos las mismas colas y montamos las mismas gua- guas. Sólo que nuestra visión tiene otra graduación y percibimos como si fuéramos parapsicólogos. Y de este re- lacionamiento diario con la gente nacen estas crónicas co- tidianas, objetivas y amenas. No importa que por luz tengamos un mechón, que por asiento el quicio de una acera y por papel el reverso de viejos modelos oficiales tirados a la basura. No nos alcan- zan los bolígrafos; las cintas de las obsoletas máquinas donde mecanografiamos están supergastadas y la tranqui- lidad para escribir apenas existe. No obstante, cada sema- na aquí estamos, reportando desde La Habana. Ninguno de nosotros es un superhombre o una supermujer, esta- mos tan lejos de la heroicidad como del Amazonas, pero padecemos de una enfermedad: la de escribir verdades. Pa’la Shopping “Voy a La Habana”, decían los habaneros antes de 1959 y ya se sabía que iban de compras, porque las principales tiendas radicaban en las calles Galiano, San Rafael, Neptu- no, Reina, Belascoaín, Monte, Muralla, Obispo, pertene- ciente a lo que ahora se conoce como los municipios de Centro Habana y Habana Vieja. Había edificios completos dedicados al comercio minorista y también pequeñas tien- decitas, propiedad de polacos, alemanes y otros europeos que en los años de la Segunda Guerra Mundial hicieron de Cuba su segunda patria. 38 encuentro Desde La Habana Tania Quintero39 encuentro Después del 59, en las tiendas, a nivel nacional, las mercancías comenza- ron a desaparecer de las vitrinas, pero por mucho tiempo todavía en la capital decir “ir a La Habana” era sinónimo de compras, a pesar de las limitaciones del racionamiento impuesto a partir de 1962 y que no sólo abarca los alimen- tos, sino los denominados productos industriales. Desde un carretel de hilo has- ta un par de zapatos: todo comenzó a ser normado. Uno por persona o por núcleo familiar una vez al año. Cuando en 1990 se decretó el periodo especial, ya hacía tiempo que la expre- sión “ir a La Habana” había caído en desuso, pues cada vez era menos lo que el buenagente del Estado nos podía ofrecer por la libreta. Aunque hubo una época en que floreció la actividad comercial con la creación del Mercado Para- lelo , donde a precios más altos se podía comprar por la libre, sin necesidad de la libreta de racionamiento. Ese período coincidió con una política económi- ca inspirada y subvencionada por los países del desaparecido CAME , funda- mentalmente de la ex-Unión Soviética. Hoy la etapa del Mercado Paraleloes recordada con nostalgia, pues fueron tiempos de poder comprar un cake de chocolate por diez pesos y por menos de dos pesos toda clase de jugos, conservas, sardinas, etcétera, etc., provenien- tes de Bulgaria, Albania y la URSS , entre otros países del campo socialista, que en paz descanse junto con todos los burócratas cubanos –muchos de ellos hoy gerentes de firmas extranjeras– que durante décadas les dieron cuerda al revés al reloj y, consciente o inconscientemente nos trataron de inculcar una filoso- fía cuya premisa básica era “hacer difícil lo que es fácil” –el ejemplo más palpa- ble eran los pomos de compota rusa de manzana o de ciruela, de excelente ca- lidad y sabor, pero que para abrirlos había que pasar un mínimo-técnico. A partir de 1993, con la despenalización del dólar, ir de compras se convir- tió en un deporte nacional casi tan popular como la pelota. El afán consumis- ta en una nación que condena “la podrida y decadente sociedad de consumo norteamericana” sólo puede creerse si se vive actualmente en Cuba: no hay cubano que no sueñe diariamente con los benditos “fulas” para resolver desde el jabón para bañarse hasta los zapatos para su hijo poder ir a la escuela. Por cierto, a las tiendas ya no se les llama así: ahora son las shoppings. Por obra y milagro del dólar, la moneda del enemigo imperialista, ya los habaneros no dicen “voy a La Habana”, sino VOYPA ’ LASHOPPING . Antaño, la más modesta tienda de cualquier capital de provincia no tenía nada que envidiarle a la más exclusiva shopping de ahora, porque los tenderos eran personas serviciales que si creían o no en el eslogan “El cliente siempre tiene la razón” no lo aparentaban y le atendían a uno con eficiencia y sin per- der la sonrisa. A diferencia de aquellos comercios con tenderos amables, los compañerosque trabajan en las shoppings, a pesar de tener la inmensa mayoría con qué desayu- nar y hasta transporte para que los lleven y los traigan, parece que fueron selec- cionados no sólo por su militancia y su incondicionalidad, sino también por su mal funcionamiento hepático. Salvo excepciones, la consigna revolucionaria “Mi trabajo es usted” a ellos les resbala por los vistosos uniformes que usan. Desde La Habana La gente qué va a hacer, si no le queda otro remedio que ir a carenar allí para hacer más llevadero el calvario del “periodo especial en tiempos de paz”. Las shoppings deben tener las plantillas infladas, porque a pesar de su mal tra- to y demora, tienen montones de empleados vigilando, para junto con las alarmas y las cámaras ocultas de TV tratar de impedir los robos. Algunos ocu- rren entre la propia empleomanía y otros parecen copiados de una película del sábado, como el sucedido no hace mucho en La Sirena, una shoppingubi- cada en la Avenida 51, en la problemática barriada de Marianao. Fue cometi- do por mujeres que llegaron metiendo guapería a la cola: el portero las dejó pasar y ya adentro se adueñaron de dólares de una de las cajas, ante la sorpre- sa de empleados y público. La operación les falló y fueron detenidas. En otro barrio, en La Víbora, en un momento de descuido en uno de los departamen- tos de la shoppingBrimartse llevaron cerca de tres decenas de aretes. Pero lo que más abundan son los ladrones solitarios, que se apropian lo mismo de un paquete de café Cubita que de una lata de jamón Tulip. Este acápite de los robos ya fue previsto por las distintas cadenas de shop- pings(Cubalse, Tiendas Panamericanas, TRD Caribe, Caracol). Están cataloga- dos como faltantes planificados y es consecuencia de una práctica corrupta sur- gida al calor del comercio socialista racionado, que en el 96 cumple 34 años. Si en lo que es atención al consumidor las shoppings dejan mucho que de- sear, en materia de precios es el caos andante. Todas, al fin y al cabo, son pro- piedad del Estado, pero en unas un mismo producto tiene un precio y en otras, otro. El mismo desorden reina en la organización interna, con las mer- cancías no siempre visibles ni debidamente acotejadas. “Pero lo más triste del caso –me decía una amiga brasileña– es que ustedes pagan como si en vez de artículos de primera necesidad estuvieran compran- do oro. En Brasil, por ejemplo, con los cinco dólares que ustedes gastan en un paquete de medio kilo de carne molida de segunda, uno se puede com- prar un buen pedazo de carne de res de primera”. Según esta brasileña, con lo que aquí se gasta en comprar alimentos para una semana, en su país alcanza para la factura de todo un mes. Ella ni muchos visitantes lo entienden. Nosotros tampoco, pero lo importante es que con blo- queo o sin bloqueo, nosotros seguimos yendo PA ’ LASHOPPING , donde no faltan productos made in USA , como el pomo de salsa para espaguetis que una vecina compró, fabricado por The Red Wing Company of New York . Por la Avenida del Puerto No hacía ni una hora que había llegado a la parada final de la ruta 15, en Cu- ba y Desamparados, en La Habana Vieja, cuando avisan que las guaguas están desviadas. En la zona del antiguo muelle de caballería han cerrado la calle por la filmación de una película. Son las ocho y media de la noche. No queda más remedio que caminar. El espectáculo comienza a partir del muelle por donde salen las lanchas 40 T ANIA Q UINTERO encuentropara Regla y Casablanca, con dúos y tríos de jineteras yendo y viniendo por la Avenida del Puerto. En la bahía no hay muchos barcos anclados, pero ellas se han vestido y perfumado como si fueran a conquistar a Imanol Arias, el actor español protagonista de la película que están rodando esta noche. En el bar Two Brothers, recientemente remozado, una decena de muchachas aguarda. Sólo una, al parecer, ha tenido suerte: está en una mesa bebiendo con un cliente mientras tres se contonean al ritmo del Toca Toca , la canción con la cual Adalberto y su Son hacen bailar a la juventud en este insípido fin de año. Sigo caminando y comienzo a recordar. Por aquí a veces anda Milena, la mulata achinada, madre de una niña de ocho años. Ella prefiere El Vedado o Miramar, porque por esos barrios los “fulas” (dólares) se consiguen más rápi- do. Milena, como Yadira, salen a la calle a “buscar el pan” solamente cuando lo necesitan sus hijos o su familia. “Hay demasiadas enfermedades y maldades y la alimentación está muy mala para estar en esto todos los días”, alegan. A un lado y otro de la Avenida del Puerto hay suficientes servicios gastro- nómicos por dólares. Casi todos están semivacíos. Quizá porque es muy tem- prano o porque es miércoles o porque los marineros han preferido quedarse en sus camarotes. Lo cierto es que como me dijo un dependiente de uno de esos snack-barabiertos las veinticuatro horas: “Si no fuera por losjineterosten- dríamos que cerrar”. Ellos, como los gusanos(exiliados), están contribuyendo a la reanimación económica del país. ¡Quién lo iba a imaginar! Un gentío se arremolina alrededor de la filmación, que no es otra que Ilona llega con la lluvia , una coproducción cubano-colombiano-española. La policía está ocupada controlando el escaso tráfico y los bicicleteros, como abeja tras el panal, se mueven constantemente de un lado para otro. Suena el cañonazo de 41 Desde La Habana encuentro Rolando López Dirube. Figuras sentadas (1951).las nueve de la noche. Minutos después zarpa El Galeóncon su carga de turis- tas torpes intentando bailar la salsa cubana. En la acera opuesta reina la oscu- ridad. Es una zona de árboles que se extiende más allá del Anfiteatro. Cerca está el Arzobispado de La Habana, el Palacio de la Artesanía y el bar-restau- rant Cabañas. En los bancos diviso parejas de cubanos con extranjeros y hasta unos gayscuya nacionalidad no puedo ni adivinar. Nada de eso me sorprende, lo que me molesta es que se trate de tapar el sol con un dedo en este asunto de la prostitución. Porque de que la hay, la hay. Y va en aumento. No sólo hay mujeres: hay hombres también; hay homo- sexuales y hasta niños que practican el sexo oral por un dólar. Hay estudiantes como Vicky y Roxana, que celebraron sus quince años en un hotel capitalino de la mano de sus cincuentones novios italianos, con el visto bueno familiar. Hay jóvenes menos afortunadas, como Fanny, que sólo pudo resolver tres dóla- res la primera vez. Ese dinero al día siguiente lo vendió en el mercado negro y con los 75 pesos que le dieron se fue a comprarle comidita a su hija de dos años. Más triste es el caso de una joven que dejó con una hermana a su bebito de tres meses y cuando se disponía a desvestirse notó como de los pechos bro- taba incontenible la leche. Se echó a llorar, pero él era de los turistas buenos. La abrazó y le dio 50 dólares. A un abogado madrileño le fue menos dura la escena: la mujer, de unos 30 años comenzó a contarle el martirio de nuestra vida diaria. Y de la piscina del hotel no pasaron. Después de invitarla a cenar le regaló cien dólares. Un poco más allá de donde termina la Avenida del Puerto, por el Paseo del Prado, suele moverse Sandra, una escultural negra con un título universi- tario en la gaveta de su cómoda. Ella hace lo indecible por no parecer jinetera y muchos menos prostituta. A sus turistas les habla de arte y de historia; domi- na dos idiomas y hace dieta para no engordar. Su dilema es otro: disponer ca- da día de no menos de 20 dólares para “pagar” a porteros y carpeteros el de- recho a esperar en el lobby del hotel. Ahí no terminan sus problemas: tres veces han intentado asaltarla al entrar en su casa. La solución es regresar en turistaxi y y pedirle al chofer que aguarde a que ella entre y pase el cerrojo. Eso le cuesta de uno a tres dólares de propina para el chofer. Sin darme cuenta llego a la salida del Túnel. Me siento en un quicio a es- perar. Hace más de una hora no pasa una 15. Un grupo de turistas llama la atención de los que estamos en la misma desesperada situación. Alguien dice: “Coño, pero si son bolos ”. Miro. Efectivamente, parecen rusos, por la forma de vestir y caminar. Van callados y en fila como si fueran a una reunión del parti- do. Alguien hace un chiste. La gente se ríe. Yo no tengo deseos de reír. No por la demora de la guagua, sino porque pienso que despatarramos a la bur- guesía nacional para ahora abrirle las piernas al capital extranjero. Y eso, más el turismo, deja sus secuelas. La prostitución es una de ellas. Es la punta visi- ble del iceberg . Las otras lentamente saldrán a flote. 42 T ANIA Q UINTERO encuentro43 encuentro P ARECEQUELAECONOMÍACUBANANOPODRÁCRECEREN 1997 tanto como en 1996. Al menos, las autoridades del país han venido advirtiendo a sus ciudadanos sobre tal posibilidad. La zafra será peor y los pocos sectores de eco- nomía creciente (turismo, construcción y otros) no serán capaces de compensar la caída de algunas producciones tradicionales. Hace tan sólo dos años (a fines de 1994) en La Habana –no me atrevo a decir en toda la isla– se respiraba un am- biente más esperanzador. En aquel año, por primera vez desde 1989, la contracción de la producción cubana se ha- bía detenido –tras una caída difícil de medir, pero no infe- rior seguramente al 40 por ciento del nivel que registraba al final de la década de los ochenta–, y se habían puesto las bases para ir resolviendo lenta y penosamente el desa- juste macroeconómico del país. El diagnóstico de este desajuste no era en absoluto complicado. Carente el país del apoyo exterior de la anti- gua Unión Soviética e imposibilitado de acudir a los merca- dos financieros internacionales por los problemas irresuel- tos de su deuda acumulada con el Club de París, el nivel de las importaciones de bienes de producción y de consumo necesarios para mantener el funcionamiento de la econo- mía cubana se había reducido en tres cuartas partes. A par- tir de 1989 muchas líneas de producción tuvieron que re- ducirse, multitud de factorías carentes de materias primas o de recursos energéticos tuvieron que parar su actividad y con el paso del tiempo, incluso cerraron sus puertas. La propia producción de energía eléctrica cayó estrepitosa- mente y ni empresas, ni familias ni ciudades (para su alum- brado) disponían del suministro suficiente. Los combusti- bles y carburantes se redujeron drásticamente. La ausencia de fertilizantes, semillas, y de otros factores de producción para la agricultura redujeron las cosechas tanto de produc- tos de exportación (azúcar) como de productos para el consumo interno (todo tipo de alimentos). Cuba: perspectivas económicas Carlos SolchagaLa tecnología industrial cubana de origen soviético y de otros países del COMECON se mostró absolutamente obsoleta tan pronto como los mercados para sus productos dejaron de ser los de estos países y tuvieron que ser susti- tuidos por los mercados internacionales. Todo el esfuerzo de industrialización de tres décadas entró en tela de juicio, primero, para desembocar en la banca- rrota, después. El país no tenía dinero para pagar la reparación y el manteni- miento del equipo de sus plantas industriales. Pero, si lo hubiera tenido, le hubiera servido de poco, porque sus antiguos suministradores en China y los países de Europa Central y Oriental o en la antigua Unión Soviética estaban cambiando sus tecnologías y ya no podrían en el futuro suministrar partes y piezas de sus antiguas maquinarias. La mayor parte del aparato productivo in- dustrial ha quedado tan sólo para chatarra; de ahí la importancia crucial, en este momento, de la inversión internacional como introductora de nuevas tec- nologías que el país por sí mismo no es capaz de adquirir en proporción sufi- ciente como para recrear una auténtica industria. Las autoridades cubanas respondieron a este enorme proceso de rece- sión económica y de contracción de la producción y el empleo atendiendo a consideraciones de solidaridad –siempre estimables– pero con escaso senti- do práctico. En principio, el cinturón se ajustó para todos. Los sueldos se congelaron, los gastos de la administración pública bajaron y el raciona- miento de bienes de consumo fue adelgazándose con el transcurso del tiem- po hasta llegar a límites próximos a la mera subsistencia. En la estrategia gu- bernamental se impusieron los criterios de reparto de la pobreza sobre los que aconsejaban cómo había que actuar para, con sacrificios, desde luego, tratar de erradicarla. Los trabajadores, trabajaran o no –lo que no dependía de su voluntad, sino de la existencia de materias primas, energía, medios de transporte– seguían cobrando un salario, en un alarde de generosidad. Desgraciadamente, como este era un ingreso sin una contraprestación en forma de aportación social a la producción, poco podían hacer con el dinero ya que no existían bienes y servicios en que gastarlo. La aparición de mercados negros –muy insuficien- tes– con precios astronómicos en comparación con los que teóricamente se aplicaban en el sistema de racionamiento, trajo consigo la reaparición del fan- tasma de la inflación larvada y las amenazas de otra de mayor alcance, confor- me los ciudadanos cubanos iban aumentando sus disponibilidades líquidas en forma de incremento del circulante. La oferta monetaria seguía creciendo, mientras la producción nacional y las importaciones menguaban. Las autoridades cubanas no tardaron en entender que si querían eliminar este espectro inflacionista precisaban reducir el motor que lo alimentaba y que no era otro que el déficit público generado por los números rojos de las empresas productivas. Éstas no podían seguir pagando salarios a una mano de obra que quedaba improductiva. Era, pues, absolutamente necesario aceptar con realismo que la salida “solidaria” a la crisis no podía seguir funcionando en los mismos términos en los que se había establecido. Era un gigantesco es- pejismo hacer como que se pagaba con un dinero que no valía nada a alguien 44 encuentro C ARLOS S OLCHAGA 45 Cuba: perspectivas económicas encuentro que hacía como que trabajaba porque, en realidad, no se daban las condicio- nes necesarias –los otros factores de producción– para emplearlo. Decía Joan Robinson que uno quizá podía tener graves dificultades para definir un elefante, pero que seguramente reconocería uno tan pronto como lo viera. Del mismo modo, los trabajadores cubanos podían tener dificultades para entender la etiología y las características de la crisis económica de su país, pero no para darse cuenta de que la resolución de sus problemas de subsis- tencia no podía confiarse a las empresas públicas que no podían emplearlos productivamente. En el margen de la legalidad aparecieron nuevas y, a veces, sorprendentes actividades productivas que las autoridades tenían que tolerar parcialmente. Cuando, en julio de 1993, se legalizó la tenencia de dólares procedentes de las transferencias (imposibles de distinguir de aquéllos que procedían de otras actividades y distintas fuentes) este mundo de actividad marginal se multiplicó, sobre todo en La Habana. Profesionales desocupados o subocupados se convirtieron en artesanos, horticultores (después de la lega- lización de los nuevos mercados agropecuarios), intermediarios en servicios turísticos y de hostelería, buscadores de oportunidades, oficiantes de servicios domésticos, comerciantes clandestinos y otras cosas menos presentables so- cialmente. La gente tenía que “resolver” su propia subsistencia cada día. Entre tanto, las autoridades se aplicaron a resolver el problema del déficit público, aumentando ingresos a través de impuestos indirectos (tabaco, com- bustible, alcoholes...) y racionalizando el gasto en la administración y en las empresas públicas. Al hacerlo, fueron disminuyendo parte del excedente mo- netario, equilibrando las cuentas públicas, frenando la caída de la producción –al asignar más racionalmente los escasos recursos productivos disponibles en- tre dichas empresas públicas– y deteniendo, aunque a un nivel muy bajo, la caída del consumo de las familias. Pero, al mismo tiempo, y de manera inevita- ble fueron creando enormes bolsas de desempleo en el sector público (que ronda el 95 por ciento de la mano de obra del país) que ahora ya no se podían disimular. Hubo que crear un subsidio de desempleo que representara un coste inferior al de los salarios, abrir la mano en las posibilidades de autoem- pleo de los trabajadores excedentes, ser más comprensivos con las necesida- des de los inversores extranjeros, poner al ejército a producir bienes agroali- mentarios e industriales en vez de gastar recursos insuficientes, reducir burocracia administrativa y, lo que era más duro, reconocer –eso sí, nunca cla- ramente– que un número entre medio millón y un millón de trabajadores cu- banos excedentes en las empresas públicas no podrían ser ocupados en la ac- tualidad ni previsiblemente en un plazo medio. Con todo y con eso, al acabar 1994 el ambiente en La Habana era menos ominoso que en los años anteriores. Nuevas financiaciones para la zafra o la cosecha de tabaco y unas condiciones meteorológicas menos inclementes au- guraban un aumento del producto social en 1995. El ajuste fiscal había dejado a muchos sin empleo (sin trabajo ya estaban antes) y las subidas de impuestos habían absorbido el ahorro, nominal que no real, de las familias más modes- tas. Las perspectivas de consumo estaban extraordinariamente limitadas, peroel aumento de la oferta de alimentos con la legalización de los mercados agro- pecuarios y la mejora del cambio del peso en los mercados libres arrojaban una luz tenue de esperanza sobre este asunto. Happy days were not here again pero, lo peor podía haber pasado. A pesar de las duras pruebas experimentadas, la so- ciedad no se había “desvertebrado” y el sentido ciudadano y solidario seguía siendo un valor predominante en Cuba. Las críticas al sistema eran mayores y la moral social, como luego veremos, se había resentido en la nueva situación. Se habían producido incluso llamaradas de conflicto social que, luego, habían sido apaciguadas, no sin dejar algún rescoldo. Y en efecto, en 1995 creció, por primera vez después de muchos años, la producción cubana. Tasas del 4 o el 5 por ciento de crecimiento parecían al al- cance de la mano. Las autoridades económicas daban la impresión de ir dispo- niendo, poco a poco, de las palancas de control de la situación. En noviembre de ese año hice mi último viaje a Cuba. El motivo era una reunión bilateral de periodistas y representantes cubanos en torno a unas “Jornadas sobre Cuba y la Unión Europea” 1 , en las que expuse una ponencia sobre las perspectivas de la economía cubana. Los oyentes y participantes en el coloquio eran fundamen- talmente periodistas españoles y cubanos, hombres de empresa de España y miembros de la Asamblea Nacional y de la Administración cubana, además de algunos cuadros del Partido Comunista de Cuba. La discusión fue, en general, franca, aunque menos espontánea por parte de los participantes cubanos –o eso me pareció a mí– de lo que hubiera sido deseable. En ella defendí la tesis de que tasas de crecimiento del 4 o el 5 por ciento –o entre el 7 y el 8 por cien- to como la que parece haberse registrado en 1996– difícilmente resolverían el problema económico cubano, tal y como yo lo entendía. Como en aquel momento mi mayor interés era argumentar en términos de estrategia política, mis consideraciones se centraron en los aspectos tempo- rales de una estrategia de crecimiento como la prevista y en los riesgos políti- cos que entrañaba. En el fondo, mi principal interés era llamar la atención de mi audiencia sobre los riesgos de un proceso demasiado premioso de transfor- mación sistémica, y poner en sus justos términos –o en lo que a mí me parecía que eran sus justos términos– los riesgos de carácter objetivo, no temporal, in- herentes a dicha transformación. No discutí en aquella ocasión la viabilidad de dicha estrategia, no tanto porque diera ésta por garantizada, como por mi deseo de demostrar que aun- que fuera factible técnicamente tenía pocos visos de realizarse políticamente. En este artículo me gustaría extenderme en un análisis global de lo que pare- ce ser la estrategia de política económica del gobierno cubano tal y como yo la entiendo, tratando de explicar por qué me parece no factible desde el pun- to de vista económico e inviable desde el punto de vista político. Las autoridades cubanas parecen convencidas de dos hechos: en primer lugar, que la contracción económica ha tocado fondo y la economía sólo puede 46 C ARLOS S OLCHAGA encuentro 1 Ver Cuba despierta en la sección LIBROSRECIBIDOS , p.47 Cuba: perspectivas económicas encuentro crecer después de tal acontecimiento; en segundo lugar, que la mayor parte del ajuste macroeconómico (déficit fiscal excesivo y sobreabundancia de liqui- dez en el país) está ya realizado y bastará con una cierta vigilancia sobre las va- riables presupuestarias para evitar que se ponga en marcha un nuevo desajus- te. Con estas dos premisas garantizadas, las autoridades cubanas apuestan por una estrategia de vuelta a la normalidad; es decir, al modo de vida modesto, pero aceptable, de la segunda mitad de los años ochenta. La mayor parte de las concesiones políticas a la liberalización económica (libre tenencia de dólares, mercados agroalimentarios, cierto nivel de auto- empleo, modesta apertura del país a las inversiones internacionales) se consi- deran pasos irreversibles mientras dure el proceso de “vuelta a la normali- dad”. Obviamente, producirán un sinnúmero de “contradicciones internas” (diferencias sociales según en qué sector se trabaje y en qué moneda se perci- ban los emolumentos, diferencias de renta y de riqueza, desarrollo de activi- dades ilegales en fuerte contradicción con la moral política del régimen, dete- rioro significativo de los incentivos al estudio y al trabajo a la vista de la arbitrariedad de la retribución del esfuerzo y del capital humano invertido en la formación profesional) pero las autoridades parecen confiadas en poder controlar los efectos políticos que se derivan de dichas concesiones sin que corra riesgos la estabilidad del régimen, a la vista de la experiencia del último quinquenio (1992-1996). No hace falta decir que ésta es una hipótesis basada más en el wishful thinking que en la aplicación del sentido común a la observación de los hechos. Por es- ta misma razón la hipótesis es más formal que real. Sin embargo, para el go- bierno cubano, reconocerlo sería poner en grave riesgo sus propias posibilida- des de cumplimiento. En este proceso de recuperación de la normalidad seguirán adelante de- terminadas reformas administrativas, como la implantación de un nuevo aun- que primitivo sistema tributario, y alguna modernización del sistema moneta- rio y bancario, que ya se han iniciado. Pero prácticamente, nada más. En el mejor de los casos, si resulta absolutamente indispensable, puede que se lleve a cabo alguna regulación, seguramente insuficiente y recelosa, sobre creación de pequeñas empresas y cooperativas privadas de trabajadores. Con estos mimbres se propone armar una estrategia según la cual el creci- miento económico, en un período no muy largo, permitirá alcanzar niveles de producción y de renta por habitante semejantes a los que se disfrutaban al final de los años ochenta –lo que después de la penuria de los noventa sería juzgado muy favorablemente por la población. Y este objetivo que se habría conseguido sin desvirtuar el sistema económico y social en lo fundamental, asegurando, además, la estabilidad política. Para comprender el valor de esta estrategia no hay que ponerla en compara- ción con la que llevarían a cabo otros dirigentes con otras ideas políticas, ni tam- poco confrontarla con otras estrategias de crecimiento en países que no parten de regímenes comunistas. Lo que los dirigentes cubanos tienen en la cabeza al tratar de poner en pie esta estrategia –dejando a un lado la defensa cerrada deNext >