< PreviousMás decisivo aún sería registrar los grandes temas compartidos por la poe- sía, la narrativa y hasta la ensayística de Diego: la casa o, mejor, las casas de la infancia, sedes del irrecuperable paraíso de la niñez, donde se ejercía sin sa- berlo esa mirada capaz de captar la realidad sin mediación alguna; la vida co- mo sueño; la oscilación entre inocencia y horror; el paso del tiempo; la muer- te. Como, así enumerados, arriesgan disolverse en la generalidad, prefiero pasar la palabra al propio Eliseo Diego, quien ha reiterado una poética válida para el conjunto de su obra. En su conferencia titulada Esta tarde nos hemos reunido, publicada en 1959, dice: “la raíz de mi pequeña obra está en una quinta cercana a la casa donde hoy vivo” [que era, aclaro, su casa natal, recu- perada ya de adulto] “Una quinta desparramada y vieja, rica en galpones, ca- ballerizas y recovecos; en tapias inútiles y patiecillos oscuros. (...) Mientras fui niño me bastó este espacio, y viví de sus riquezas con felicísima inconsciencia –ya que los niños están junto a los pocos escogidos a quienes se concede la plenitud de la poesía sin la exigencia penitencial de la letra. (...) fue sólo cuando todo se hizo nada más que un objeto de la memoria, nada más que un sueño; cuando quise mirar lo que había perdido; fue sólo entonces que nece- sité de la letra”. “Cuanto en el hombre es noble y justo es despojo de su inocencia perdida” –añade en la misma conferencia– y la escritura no sería más que el intento de recrear la mirada infantil, una fidelidad a ese oscuro esplendorque da título a uno de sus poemarios y al texto central de dicho libro. En él se expresa lo mismo: el hombre adulto, separado por una irremediable catástrofedel niño inocente que fue, lo contempla jugar: “Sin quererlo / el niño distraídamente solitario empuja / la domada furia de las cosas, olvidando / el oscuro esplendor que me ciega y él desdeña”. Pienso que es esa misma fidelidad a la inocencia perdida lo que llevó a Die- go a ocuparse con tanta dedicación de la literatura infantil, escribiendo sobre Hans Christian Andersen, los hermanos Grimm, el cuento de La Bella y la Bestia; privilegiando a creadores nada profesionales como el infante Don Juan Manuel y François Villon; desmarcándose del habitual hombre de letraspara definirse co- mo un narrador de historias, heredero de aquél, anónimo, inextinguible, que contaba junto al fuego: “¿Qué hace él junto a su hermano en medio de la no- che sino distraerle el terror de la sombra y recordarle su destino y su gloria? El secreto de todos los cuentos es que no hay más que uno: cómo un joven luchó con la tiniebla hasta vencerla” De ahí su interés por los relatos populares de mis- terio, cuyo terror deleita paradójicamente a los niños, resistiendo el paso del tiempo, y cuya vigencia “prueba para mí cómo, desde que en el principio abri- mos los ojos a la sombra, jamás hemos tenido otro interés real que el infantil por el estruendo y el terror de la batalla –la vasta, y a un tiempo minuciosa, ba- talla entre el derecho y el revés, entre el bien y el mal”. Esa es, para Diego, la se- milla última del cuento ; cuento que, a su vez, es algo más o menos que un género litera- rio , pertenece a la literatura, pero también la desborda como oficio antiquísimo. ¿Pero qué cuenta, al cabo, Eliseo Diego en una narrativa que no he he- cho hasta ahora más que rodear? En las oscuras manos del olvido, tanto sus tres 28 J ULIO E. M IRANDA encuentro29 Sobre la narrativa de Eliseo Diego encuentro relatos originales como los dos agregados posteriormente, pudiera quizás re- sumirse en una situación fundamental: un niño penetra en una casa enorme y laberíntica, la explora, supera su miedo. Ese niño, explícitamente, se llama Eliseo Diego. Y el Eliseo Diego adulto se introduce como narrador también explicitado, para comentar los hechos o quizás más bien su atmósfera (“Pien- so, ahora, (...) En lo difícil de que un niño viva a través de su infancia entre tanta sombra y muerte reunidas”); para multiplicar los desdoblamientos; para comprometerse en primera persona como testigo –asombrado, temeroso– de sí mismo niño y hombre: “Miradme, observad a Eliseo Diego, atento al oído, la mirada atenta, en vela por un niño de seis años. Yo soy el que habla, ya lo he dicho, el que escribe, el que es escrito. (...) Yo soy Eliseo Diego de pie fren- te a su sueño, con los ojos abiertos, y miro a este niño oculto en la penumbra, y la imagen en la pared alta, la ventana abierta a la pesadilla y al caos, por la que asoma una criatura amenazante”. En contraste con la dedicación exclusiva de En las oscuras manos del olvido a eso esencial de la infancia perdida y de alguna manera reencontrada, el se- gundo libro narrativo de Diego, Divertimentos, despliega un alarde fabulador en sus textos muy breves. El muerto que, en su tumba, se sueña en su anti- gua cama; las tres viejecitas dulcemente locas que, al parecer, sí resultan ser las parcas; el corsario en su barco que es levantado por un monstruo (el dueño de la tienda) y entregado al niño que lo compra; la soprano que envejece clavada al escenario, en el teatro vacío, mientras suena la máquina de aplau- sos; el viejo llenando incansablemente con figuras el tapiz que cubre el hue- co negro de la nada, capaz de devorar la tierra; el cazador que sueña al león que lo devora, quien a su vez sueña al cazador que lo mata, quien a su vez sueña al león... mientras “Los huesos van cubriendo todo el valle, ascienden por la noche en una alta torre que no cesa de crecer nunca ” , son algunas de sus fábulas, contemporáneas, medievales, o situadas en ese tiempo intempo- ral de los cuentos infantiles. Igualmente variado resulta el tercer y último conjunto narrativo de Diego, Noticias de la quimera(1975), donde lo inquietante, lo amenazador, las fisuras de lo cotidiano aumentan. Puede ser el furor autónomo de los automóviles, convertidos en asesinos; el silencioso aullido de un cadáver en el laboratorio universitario, que atraviesa las aulas y comienza a invadir la ciudad; el laberin- to vegetal que comunica con otro mundo; la casa y sus habitantes vueltos un mortal juego de ajedrez; la gran escalera de caracol, arrumbada en el patio de un almacén, por la que un día baja alguien, ¿desde dónde?, por la que desa- parece, ¿dónde?, el dueño del depósito. Dejo aquí el catálogo. Quisiera señalar, finalmente, un aspecto que no he visto apuntado –quizás sea mío el descuido– respecto a la narrativa de Diego. La extrema brevedad de la mayoría de los textos de Divertimentosy de algunos de Noticias de la quimera , que cuentan con 100, 180, 200 palabras, ocupando media o una página, y esa misma poética ya citada de concisión, impacto, ten- sión, acorde con sus ideas sobre lo fragmentario(“Luego de la Caída el arte qué iba a ser más que desgarradores fragmentos”) y el silencio (“¿No será elsilencio la más perfecta forma de expresión de lo inefable?”), lo incluyen con todo derecho entre los iniciadores latinoamericanos del llamado cuento breví- simo, minicuento, microcuento o ficción súbita, junto a Juan José Arreola, Au- gusto Monterroso, Virgilio Piñera, Alfredo Armas Alfonzo, Carlos Monsiváis, Edmundo Valdés, Julio Cortázar, Jorge Luis Borges, incluso –gracias a Diverti- mentos– como uno de sus primeros cultivadores. 30 J ULIO E. M IRANDA encuentro Zig-Zag, 1958.31 encuentro L AMISTERIOSAVOLADURADELACORAZADO M AINECON 276tripulantes a bordo, fue el motivo necesario para que Estados Unidos entrara en la guerra anticolonial cu- bana, justo cuando España sólo dominaba las ciudades importantes. La teoría de la fruta madura, la Doctrina Monroe refrendada por el U . S . Navy, fue la causa. A me- diados del XIX , la metrópoli económica de Cuba era ya el vecino del Norte, que acaparaba casi el 60% de su comer- cio; no España. Ahora, la ley Helms-Burton dispara sus andanadas eco- nómicas contra la Isla. Si entonces Estados Unidos se en- frentó a un Imperio venido a menos, que intentó en vano una coalición europea en su ayuda, y al final se resignó a capitular ante la potencia emergente, nunca ante los mambises, verdaderos artífices de la independencia; esta vez se enfrenta a intereses económicos de sus presuntos aliados (mientras no me toquen el bolsillo). En 1898 Estados Unidos acudió a salvar la colonia marti- rizada, aunque para ello aplicara un métodosui géneris, co- mo se desprende del memorándum de J. G. Breckenridge, Secretario de Guerra norteamericano: «[la población cubana] consiste de blancos, negros y asiáti- cos y sus mezclas. Los habitantes son generalmente indo- lentes y apáticos. Es evidente que la inmediata anexión de estos elementos a nuestra propia Federación sería una locu- ra y, antes de hacerlo, debemos limpiar el país (...) destruir todo lo que esté dentro del radio de acción de nuestros ca- ñones (...) concentrar el bloqueo, de modo que el hambre y su eterna compañera, la peste, minen a la población civil y diezmen al ejército cubano. Este ejército debe ser emplea- do constantemente en reconocimientos y acciones de van- guardia, de modo que sufra entre dos fuegos, y sobre él re- caerán las empresas peligrosas y desesperadas [...]» De cómo el lobo feroz se hizo cómplice de la Caperucita Roja Luis Manuel GarcíaUn siglo después, los cañones modelo Helms-Burton intentan salvar a los nativos de la dictadura castrista y forzar un tránsito a la democracia... de los que sobrevivan a su aplicación. El restablecimiento de los derechos humanos merece cualquier sacrificio, incluso el de la vida... de los cubanos. La Helms-Burton, o “Ley para la libertad y la solidaridad democrática cu- banas de 1996”, “procura sanciones internacionales contra el Gobierno de Castro en Cuba, planificar el apoyo a un gobierno de transición que conduzca a un gobierno electo democráticamente en la Isla y otros fines”. Su presupues- to básico es sancionar y reparar “el robo por ese Gobierno (el de Castro) de propiedades de nacionales de los Estados Unidos”, haciendo de ello un ins- trumento para la democratización de Cuba. He leído varios artículos que in- vocan el carácter justiciero de la Ley, que salvaguarda el sagrado derecho a la propiedad. Ninguno ejemplifica con el terrateniente expropiado o la United Fruit Company. Suenan demasiado a monopolio, expoliación, riqueza desme- dida flotando en un océano de miseria. Se invoca al pobre galleguito que su- fragó su bodega con años de sudor y malcomer, para que Fidel se la quitara. Yo recordé al chino de Genios e Industria, que vino huyendo de Mao, montó su almacén, apareció Fidel y terminó de asalariado en Miami. Pero el chino y el gallego, así sean ciudadanos norteamericanos, sólo podrán recuperar su bo- dega “si el monto de la reclamación supera la suma o el valor de 50 000 dóla- res sin considerarse los intereses, gastos y honorarios de abogados” (sic). De modo que ya sabemos quiénes serán los presuntos beneficiarios. Y será el Presidente de los Estados Unidos quien determine cuándo existe un gobierno de transición. 1 Dimanar de elecciones libres e imparciales y una clara orientación hacia el mercado, sobre la base del derecho a poseer y dis- frutar propiedades, son las condiciones adicionales para que el mismo Presi- dente concluya que se trata de ungobierno elegido democráticamente, mo- mento en que la felicidad reinará en la Isla, ya que el bienestar del pueblo cubano se ha afectado, según la ley, por el deterioro económico y por “la re- nuencia del régimen a permitir la celebración de elecciones democráticas”. La primerarazón esobviamente correcta. La segunda, indemostrable. Tai- wán, Corea y Chile, por un lado; Haití, Nicaragua y Rusia, por el otro, de- muestran que la democracia de las urnas y la democracia del pan no forman un matrimonio indisoluble. Pero, ¿es verdaderamente democracia y derechos 32 encuentro 1 Siempre que haya legalizado todas las actividades políticas, dado la libertad a los presos políti- cos, disuelto la Seguridad del Estado, los Comités de Defensa y las Brigadas de Acción Rápida; se haya comprometido a realizar elecciones libres a más tardar en 18 meses bajo supervisión inter- nacional, dando espacios equitativos de difusión a las diferentes formaciones, haya levantado las interferencias a Radio y TeleMartí, respete los derechos humanos, establezca un poder judicial independiente y permita la libertad sindical, de expresión y de prensa, garantice la distribución de la asistencia al pueblo cubano, demuestre su voluntad de tránsito de la “dictadura comunista” a la “democracia representativa”, permita el establecimiento de observadores internacionales, ex- tradite a delincuentes buscados en Estados Unidos, reponga la nacionalidad cubana a los exilia- dos y devuelva o indemnice a los estadounidenses expropiados desde 1959. Y sobre todo, que ex- cluya a Fidel y Raúl Castro. L UIS M ANUEL G ARCÍA 33 De cómo el lobo feroz se hizo cómplice... encuentro humanos lo que se reclama para Cuba? Si nos atenemos a la historia de nues- tro continente, un pliego de demandas como éste habría hecho inadmisibles a Somoza, Pinochet, Duvalier, Batista, Trujillo, etc., etc., dictaduras apoyadasy con frecuencia instauradas por Washington. Habría garantizado la existencia de Allende, Jacobo Arbenz, Joao Goulart. Pero aceptemos que la política norteamericana ha cambiado. ¿Acaso el petróleo concede un tinte democrá- tico a las feroces dictaduras árabes? ¿Por qué los chinos mantienen el status de nación más favorecida? Cedo la palabra al destacado periodista norteame- ricano Robert Novak: «¿No será que estoy inclinando la cabeza ante el pode- río chino y ensañándome con la débil Cuba? Confieso que así es. (...) Mante- ner buenas relaciones con el creciente gigante de Asia es un interés nacional indiscutible.» No comments . Sólo me queda claro un derecho que Occidente defiende sin reticencia: “la garantía del derecho a la propiedad privada”, co- mo reza la ley. ¿Cómo restablecer en Cuba ese derecho?, es una pregunta que intenta res- ponder el tándem Helms-Burton. En teoría, logrando mediante medidas de presión el desmoronamiento del gobierno cubano. En la práctica, estrangu- lando al pueblo cubano por cualquier medio, incluso “un embargo interna- cional obligatorio” de la ONU , hasta que la subversión brutal a cualquier costo sea el único y estrecho pasadizo hacia la supervivencia probable. Claro que aún las más drásticas medidas (no importa sobre quién recaigan) están justificadas, dado que “el Gobierno de Cuba ha planteado y continúa planteando una amenaza a la seguridad nacional de los Estados Unidos”. Y rei- tera en varios párrafos “las amenazas de terrorismo constantes del Gobierno de Castro”, e incluso advierte que “la terminación y explotación de cualquier instalación nuclear” y “cualquier nueva manipulación política del deseo de los cubanos de escapar que provoque una emigración en masa hacia los Estados Unidos, se considerará un acto de agresión que recibirá la respuesta adecua- da...”. De esto cualquier lector ingenuo derivaría las siguientes conclusiones: 1º.El monstruoso bloqueo y las continuas amenazas que la potencia castrista impone a los pobrecitos Estados Unidos justifican cualquier medida defensiva. Y 2º.Según el derecho de reciprocidad, el gobierno cubano puede decidir qué instalaciones nucleares norteamericanas son admisibles. Y un lector no tan ingenuo detectaría que la ley padece cierta amnesia, re- sultado quizás del “Síndrome Mariel”: la emigración cubana post-revoluciona- ria, que muy en sus inicios pudo ser política –Estados Unidos acogió incluso a criminales de guerra buscados por la justicia cubana, con lo que sentó un pé- simo precedente que Castro ha reciprocado–, se convirtió muy pronto en ma- yoritariamente económica; con la diferencia (respecto a los mexicanos, por ejemplo, que sí emigran masivamente) de que siempre fue objeto de manipu- lación política por ambos bandos: Estados Unidos obstaculiza la emigración legal y alienta la ilegal. Cuba abre y cierra a conveniencia la válvula de escape. Unas dantescas elecciones donde los cubanos sólo han votado con sus cadáve- res, arrastrados por la Corriente del Golfo a algún cementerio secreto del Atlántico Norte. La “amenaza castrista” permite a la ley incluso apelar a la extraterritoriali- dad y sancionar a terceros países, dado que “El derecho internacional reconoce que una nación puede establecer normas de derecho respecto de toda conduc- ta ocurrida fuera de su territorio que surta o está destinada a surtir un efecto sustancial dentro de su territorio” (sic). No sólo a entidades y personas que “trafiquen con propiedades confiscadas reclamadas por nacionales de los Esta- dos Unidos”, sino a quienes aporten personal técnico, asesor o colaboren de al- gún modo con la central nuclear de Juraguá (obra del actual gobierno cubano en colaboración con la Unión Soviética, e.p.d.); a quienes establezcan con Cu- ba cualquier comercio en condiciones más favorables que las del mercado; do- nen, concedan derechos arancelarios preferenciales, condiciones favorables de pago, préstamos, condonación de deudas, etc. Es decir, todo lo que proporcio- ne al Gobierno Cubano “beneficios financieros que mucho necesita (...) por lo cual atenta contra la política exterior que aplican los Estados Unidos”. De mo- do que el planeta Tierra y sus alrededores quedan advertidos: cualquier acción que contradiga la política exterior norteamericana respecto a Cuba, queda ter- minantemente prohibida. El resultado hasta ahora: sólo 16 empresas han sus- pendido sus negocios con Cuba. ¿Razones? Helms y Burton no tomaron en cuenta que esas actividades económicas son también beneficiosas para los in- versionistas; y como la primera ley del capital es la ganancia, y la primera liber- tad democrática es la libertad de empresa, y el primer deber de un gobierno es defender a sus ciudadanos, y si son empresarios, más aún, la protesta ha sido unánime: la Unión Europea está dispuesta a dar batalla y prepara sanciones si al fin Clinton decide aplicar la ley tal cual; México y Canadá han elevado pro- testas formales; incluso la hasta ayer dócil OEA ha repudiado la ley, consiguien- do de rebote la solidaridad hacia el pueblo cubano (que de un modo u otro se convierte en apoyo al gobierno de Fidel Castro). En lugar de quedar “aislado el régimen cubano”, la ley ha conseguido aislar a los Estados Unidos. Está claro que Fidel Castro jamás aceptará las decisiones de una corte nor- teamericana, de modo que no será él quien pague las propiedades que expro- pió. ¿Quién las pagará entonces? Aunque la Ley Helms-Burton estipula que el Presidente de Estados Unidos podrá derogarla una vez se democratice la Isla, las reclamaciones anteriores a esa fecha tendrán que ser satisfechas (incluso la voluntad de satisfacerlas es condición para que el nuevo gobierno sea acepta- ble); de modo que se da el contrasentido: una ley dirigida contra Castro sólo afectará al gobierno de transición o al “democráticamente electo” que lo suce- da –los que, al menos teóricamente, propugna la ley–. Gobierno que no sólo heredará un país arruinado por el desbarajuste económico, sino también una deuda que no contrajo. A lo que se sumará la mediatización impuesta por las preferencias, posiblemente decisivas, de Estados Unidos sobre el futuro políti- co de Cuba. Aunque la ley Helms-Burton afirma “No dispensar ningún trata- miento de preferencia a persona o entidad alguna ni influir a su favor en la selección que haga el pueblo cubano de su futuro gobierno”, de entrada veta a los Castro, y de salida exije el levantamiento de interferencias a Tele y Radio Martí (lo lógico sería su desmantelamiento una vez concluida la beligerancia), 34 L UIS M ANUEL G ARCÍA encuentro35 De cómo el lobo feroz se hizo cómplice... encuentro que se convertirían en medios de propaganda electoral no sujetos a la equitati- va distribución de espacios entre formaciones políticas que la propia ley exige a las futuras autoridades cubanas. Como si no bastara la diferencia “de león a mono amarrao” entre la solvencia económica de las formaciones políticas del exilio, en especial la que constituye el lobby de presión más fuerte de Washing- ton, y cualquiera que recién aparezca en la Isla. Si el propósito es fomentar el nacimiento de una democracia precaria, está muy bien pensado. Al parecer, el famoso pragmatismo norteamericano falla cuando se trata de lidiar con Fidel Castro, superviviente del embargo y el desastre económico, del rechazo internacional, el descontento y el éxodo, incluso de la caída de la URSS . Lección clara: la ley del garrote sólo consigue incrementar el repudio mundial hacia una política incompatible con el derecho internacional (e ineficaz, de contra); y aunque el embargo (que la ley pretende recrudecer) haga más difícil la vida del cubano de a pie, su efecto político es contradictorio: en 37 años, ca- da presión no ha hecho sino consolidar al pueblo alrededor del líder y frente al enemigo externo. Ahí viene el lobo, grita la Caperucita Roja. Y el lobo viene, como si se hubieran puesto de acuerdo para comerse a la abuelita que hace la cola para el pan en La Habana Vieja. De modo que el embargo carga las culpas que le corresponden, y algunas más de contrabando. Si alguna vez Estados Uni- dos comprendiera esto y lo levantara, la ineficaz burocracia cubana desfilaría en manifestación denunciando “esa nueva maniobra del Imperialismo”. Pero me asombra más, incluso me aterroriza, que la comunidad cubana de Miami se decante abrumadoramente por esta solución; sabiendo –no hay que ser muy perspicaz– que con ley o sin ella, si a alguien faltará lo elemental, no será a Fidel Castro, sino a mi hermana y a tus primos, cuyo único derecho es soportar el peso de la pirámide, para que ahora se le sienten encima Helms, Burton y un millón de exiliados. No importa cuántos mueran por falta de un medicamento o de una intervención quirúrgica (que en el último año se han reducido casi a la mitad). Es el castigo por haberse quedado en Cuba. El go- bierno norteamericano, que a mediano y largo plazo (obviemos ese cíclico in- terés cuatrianual por el exilio cubano) responde a sus intereses, puede pasar por alto esta pequeña circunstancia. Los cubanos, no. Si lo que se pretende es una Cuba mejor, libre y democrática (ningun político reconocerá lo contra- rio), deberán tener en cuenta algo que Tucídices ya sabía hace dos milenios: que la ciudad no son sus murallas sino sus gentes. Y los habitantes de la Isla se- rán los primeros en sospechar de quienes pretenden inmolarlos “por su bien”. Alguno ha afirmado que se trata de “alentar” a los cubanos a “derrocar la dictadura”. Una especie de “Sublevación o Muerte”. Sólo que quienes ins- tan al martirologio ya votaron con los pies y sólo lo verán por televisión. “Duro oficio el exilio”, dijo Nazin Hikmet. Duro oficio el insilio, añadiría yo, pensando en los que permanecen en la Isla. Lo cierto es que para ninguna orilla de la cubanía han sido un lecho de rosas estos 37 años. Va siendo hora de que la política sea un acto de servicio; que el odio, la desconfianza y la re- vancha no sean el pavimento de nuestro destino. Que los nostálgicos se acos- tumbren a que la Cuba de 1958 y la de 1984, esas no volverán, como bien dijoBécquer. Hora de preguntarnos con realismo: ¿cuál sería el camino menos doloroso de Cuba hacia el futuro? Pero antes: ¿de qué futuro hablamos? Obviamente, la ultracentralizada economía socialista, tal como se ha puesto en práctica, sólo genera ineficiencia. Y la distribución equitativa de la miseria ha resultado al cabo, más injusta. El teorema de una clase gubernamental que encarne y ejerza, sin control democrático, la voluntad popular, sólo ha servido de coartada ideológica a la autocracia. En cambio, la voluntad socializadora ha permitido índices educacionales y sanitarios propios del desarrollo. La pregunta se completa: ¿cuál sería el camino menos doloroso de Cuba hacia una sociedad democrática y una economía de mercado, atemperada por una política social que reduzca la distancia entre los más y los menos favo- recidos? Respondamos por exclusión: Aplicar a rajatabla las fórmulas neoliberales, aún cuando se implante por decreto una democracia representativa de corte occidental, no haría sino in- currir en la fórmula rusa: hambre con democracia. Fórmula que en buena parte del Tercer Mundo ha demostrado su ineficacia, porque la primera de- mocracia es la del pan. Mantener el statu quo sería quizás peor: desde el desplome económico, que colocó al gobierno cubano entre la espada y la pared, es decir, entre el embar- go y su propia ineficiencia, más que gobernar, han ejercido el equilibrismo so- bre la cuerda floja del descalabro. Evitando introducir profundas transforma- ciones económicas (que pondrían en peligro el monopolio del poder político), han optado por vender en porciones la Isla (capitalismo para ex- tranjeros que subvencione el socialismo para cubanos) y paliar la miseria me- diante tímidas aperturas. Pero sin un plan coherente y a largo plazo. ¿Prue- bas? En apenas cinco años, el gobierno ha contradicho reiteradamente su propio discurso: desde la negativa rotunda al Mercado Libre Campesino, has- ta su reapertura; desde “el capital extranjero sólo operará mediante empresas mixtas en cooperación con el estado” hasta empresas 100% extranjeras; desde las condenas a prisión por tenencia de dólares hasta su despenalización; des- de la caza de jineteras hasta la admisión de que son “las más cultas del mundo” (F.C., dixit); desde la prohibición de la pequeña empresa privada, hasta la pro- liferación del timbiriche –aunque acosado hasta la asfixia por restricciones e impuestos; no así el inversionista extranjero, de quien depende que los nive- les de miseria no alcancen el punto crítico de la desesperación–. Puras medi- das de supervivencia cuya única lógica es la perpetuación del poder. Así se in- cumple una verdad universal postulada por José Martí hace cien años: “Gobernar es preveer”. El terror a la aparición de una burguesía nacional, su- mado a la acelerada venta del país al capital foráneo, es la mejor combinación para que un día los cubanos heredemos un país que no nos pertenezca. La negativa a cualquier fórmula democrática (por tímida y paulatina que sea), incluso al diálogo con la oposición más amable, sumado a un vago proyecto de sucesión dinástica que ya nadie cree viable, pueden producir, por un error de cálculo o tras la muerte del líder, un vacío de poder en el que todo sea po- sible: desde un neoestalinismo tropical hasta la rebatiña entre facciones, el 36 L UIS M ANUEL G ARCÍA encuentro37 De cómo el lobo feroz se hizo cómplice... encuentro reparto del pastel en la piñata de la burocracia, la entrega incondicional al mejor postor, o la peor y menos probable: la confrontación civil. De modo que la perpetuación del statu quo resulta óptima para el cumplimiento del axioma: “Después de mi, el caos”. ¿Cuál sería entonces el camino menos doloroso...? Una transición ordenada y rápida, bajo la égida de Fidel Castro, me resulta pura ciencia-ficción: salvo raras excepciones, ninguna autocracia se suicida. Tampoco hay indicios de que las tímidas reformas transgredan lo indispensa- ble para mantenerse en la silla “hasta que la muerte nos separe”, y evitar otro agosto del 94, más peligroso mientras menos posibilidades tenga de abrir la balsa, perdón, la válvula de escape. ¿Queda alguna opción? Quizás la única: Aunque el riesgo de desnacionalizar la Isla deje de ser mera hipótesis, no quedaría otro camino que la inversión masiva de capital, precisamente lo que la nueva ley pretende evitar. La solución Breckenridge-Helms-Burton o la pasi- va espera a una transición dictada por la necrología, me resultan soluciones in- finitamente más penosas. ¿Y esas inversiones no apuntalarían al gobierno ac- tual? A corto plazo, sí. Pero también aliviarían la hoy dramática supervivencia de los cubanos que viven en la Isla, cuyo sufrimiento no puede ser la moneda con que se compre una presunta “transición democrática”. Y a mediano plazo, cada empresa que se deslice a otro tipo de gestión demostrará la ineficacia de la economía estatal ultracentralizada al uso, debilitará los instrumentos de con- trol del individuo por parte del estado. La descentralización de la economía desverticalizará paulatinamente la sociedad, abrirá nuevos márgenes de liber- tad y concederá al pueblo cubano una percepción más universal, más abierta, y de ahí una mayor noción de sus propios derechos, o de su falta de derechos, en contraste con los que se otorgan al extranjero en su propia tierra, desmitifi- cando el camino trazado desde arriba como el único posible. Amén de que la dinámica del capital exigirá nuevos espacios, nuevas aperturas. Y a esta reflexión no es ajeno el gobierno cubano, de ahí que le infunda más pánico la inversión (descentralizadora) que el embargo (aglutinador) y sólo muy cautelosamente la vaya permitiendo. Aunque más teme toda iniciati- va privada de los cubanos, porque el dueño de una paladar contrae, con su in- dependencia económica, el germen de su independencia política. Cuando a fines de los setenta, los cubanos de Miami recién llegados a La Habana abrieron sus maletas cargadas de bisutería, demolieron veinte años de propaganda. Hoy los turistas y los empresarios extranjeros corroen más que cualquier embargo las doctrinarias exhortaciones al sacrificio. Muchos empiezan a sospechar que el porvenir no queda hacia delante, por la línea trazada que se pierde más allá del horizonte y cuyo destino es por tanto invisi- ble, sino hacia el lado. Más al alcance de la mano. En La Habana, ciudad que por falta de mantenimiento constructivo e in- versión inmoviliaria puede ser declarada inhabitable en un 50% a fin de siglo, se invierte el cemento en una red de refugios antiaéreos (ahí viene el lobo, de nuevo). Pero el gobierno sabe que no hay refugio posible si el bombardeo es con dólares. Helms y Burton todavía no se han enterado. Next >