< Previous28 PENSAMIENTO M ANUEL D ÍAZ M ARTÍNEZ encuentro Mi mujer y mi hija Claudia me esperaron en la calle, dentro de aquella den- sa y tensa muchedumbre. Las encontré aterradas por lo que vieron y oyeron mientras en el interior de la escuela se desarrollaba el juicio. Esperamos a que salieran la madre y la hija de María Elena para acompañarlas a su casa, y con ellas fuimos en busca de nuestro coche. Los hombres y mujeres que la dictadu- ra había congregado en torno a la escuela para que nos agredieran nos deja- ban paso, y sentí que nos miraban con más curiosidad y respeto que odio. Al calor de estos hechos escribí un artículo para que todo el que quisiera sa- berlo supiera qué son y cómo nacieron los “actos de repudio” y cómo fue el que sufrió María Elena. El artículo se lo di en La Habana al periodista Juan Cruz y apareció en el periódico El País , de Madrid, el 8 de enero de 1992, un día después de haber firmado yo el Proyecto de Programa Socialista Democráti- co con Elizardo Sánchez Santa Cruz, Vladimiro Roca y Gustavo Baguer, entre otros. Aquel 8 de enero recibí llamadas de Madrid, de Sevilla, de Cádiz, de Las Palmas de Gran Canaria: mis amigos españoles, alarmados por el artículo, que- rían saber “si había tranquilidad en mi casa” y si hacía falta hacer algo por mí. Echado del trabajo –en un país en que el Estado es el único empleador–, a expensas de lo que a la dictadura se le ocurriera hacerme y, sobre todo, har- to de vivir en el cepo de Castro, decidí salir de la isla. La Diputación y la Uni- versidad de Cádiz me habían invitado a dirigir un seminario de poesía cubana en aquella ciudad. La carta-invitación que me habían enviado la presenté en el ministerio de Cultura –antes de mi expulsión la habría presentado en la UNEAC – para que allí me gestionaran el permiso de salida, como era habitual. Pero resultó que al ministerio de Cultura no le interesó que yo fuese a Cádiz a hablar de la poesía cubana. El funcionario que me atendió cumplió la orden de decirme, a los once días de tener en su poder la carta-invitación, que yo debía gestionar mi salida del país por vía particular, esto es: internándome en el laberinto cubano de los trámites de emigración, que pueden demorar in- terminables meses y hasta años. Y no me quedó más remedio que iniciar los trámites por la única vía que aparentemente me dejaban, la que, para mí, te- nía obstáculos adicionales. Me di cuenta, tan pronto como di los primeros pa- sos en el laberinto, de que la dictadura había tomado la decisión, muy propia de su estilo y calaña, de no prohibirme la salida, pero no dejarme salir. Des- pués de unas fracasadas gestiones de Pablo Armando Fernández para que el ministerio de Cultura cambiara de actitud hacia mí y de no sé ya cuántas visi- tas mías a negociados, departamentos, direcciones, secretarías, dependencias, sectoriales, unidades, etcétera, sin obtener otra cosa que más confusión y “pe- loteo”, una tarde, de pronto, tropezaron en la puerta de mi casa dos oficiales de inmigración enviados por dos mandos distintos para que me presentara con los papeles en dos sitios a la vez. Al día siguiente, un vecino nuestro, ofi- cial de la Seguridad del Estado, se presentó en casa como comisionado para facilitar todo lo concerniente a la salida. Y en veinticuatro horas nos dieron el permiso para irnos, y en cuarenta y ocho tomamos el avión. Ni tiempo tuvi- mos de hacer las maletas. Ahora estábamos conminados a partir en el acto. Decisivas fueron las gestiones que para lograr nuestra salida de Cuba hicie-29 PENSAMIENTO La carta de los diez encuentro ron el poeta Jesús Fernández Palacios, director de la revista Cádiz e Iberoaméri- ca ; Josefina Junquera, vice-presidenta de la Diputación de Cádiz; el poeta José Agustín Goytisolo; y Manuel Fraga Iribarne, presidente de la Xunta de Galicia y amigo personal de Castro. Casi seguro fue ésta última la que cortó el nudo gordiano. Conté, además, con el generoso y decidido apoyo de los tres diplo- máticos de mayor rango de la embajada de España en La Habana en aquellos momentos: el embajador, Gumersindo Rico; el consejero político, Ignacio Ru- pérez; y el consejero cultural, Jorge de Orueta. Mi casa de Infanta 15 era, en aquellos nuestros últimos días cubanos, como una olla de presión puesta a llama viva. Ofelia y yo –nuestras hijas ya estaban en el extranjero, una en Chile y la otra en Canarias– vivíamos esperando a cada minuto que se desatara el vendaval de insultos y pedradas del “acto de repudio” y que viniera la policía a detenerme. Extraños sujetos montaban guardia duran- te horas junto a la verja de la entrada de mi edificio. Voces desconocidas me amenazaban por teléfono. Por los megáfonos del ministerio de la Industria Bá- sica, donde mi mujer era traductora técnica, el sindicato y el partido difundían comunicados contra la “banda de intelectuales vendidos a la CIA ”, y en mi traba- jo la administración intimidaba a los empleados para que me retiraran el salu- do y me hicieran el vacío. En compensación, mis compañeros de la emisora, pese a sus lógicos temores, me trataban mejor que nunca, haciéndolo discreta- mente, y los vecinos de nuestro barrio, incluidos ejecutivos del CDR (Comité de Defensa de la Revolución) y algunos con los que apenas habíamos tenido trato, nos manifestaban su simpatía de mil maneras. Cuando, estando mi mujer de baja psiquiátrica y cobrando sólo la mitad del sueldo, me echaron de mi trabajo en enero del 92 por figurar entre los fundadores de la Corriente Socialista De- mocrática de Cuba, la gente del barrio, enterada de ello por las emisoras del exilio, comenzaron a presentarse en casa con verduras, huevos, arroz, dulces y otros alimentos, separados de sus exiguas cuotas de racionamiento o consegui- dos a precios astronómicos en la bolsa negra. Ésa fue la misma buena gente que desde balcones y ventanas, sin importarle un rábano el operativo de la Se- guridad que acompañó nuestra partida, nos despidió a voces deseándonos suerte a Ofelia y a mí la tarde en que salimos de nuestra casa para el exilio. (Yo, quizás, pueda regresar algún día a Infanta 15. Para Ofelia es ya imposible, salvo que sea verdad que hay otra vida después de la muerte.) Quizás éste que contaré a continuación sea el episodio más elocuente de la temeraria solidaridad que recibimos de muchos de nuestros compatriotas en aquellos momentos amargos, tan contaminados de vileza y cobardía. En vísperas de nuestro viaje, un equipo de periodistas de la televisión italiana me entrevistó en casa. Tan pronto como se marcharon los italianos sentí unos le- ves golpes en la puerta. Era un vecino, el responsable de vigilancia del CDR . Venía a contarme que, mientras duró la entrevista, agentes de la Seguridad vi- gilaron la entrada del edificio y el oficial que los dirigía fue a ver al presiden- te del CDR para decirle que en mi casa había periodistas extranjeros y que no se me podía dar ningún “acto de repudio”, y que el presidente del CDR le res- pondió: “Pierda el cuidado, capitán, que a esa familia este Comité no le dará30 PENSAMIENTO M ANUEL D ÍAZ M ARTÍNEZ encuentro ningún acto de repudio, ni ahora ni después. Si ustedes quieren hacerlo lue- go, el acto lo tendrán que organizar ustedes con gente de otro barrio porque de éste no van a poder movilizar a nadie para eso”. Pero la dictadura me tenía preparada una despedida especial, sin las pata- das en la puerta, el altoparlante largando injurias, las pedradas en las persia- nas ni la comparsa barriotera del “acto de repudio” clásico, lo cual es de agra- decer. El domingo 23 de febrero del 92, el día anterior al de mi partida, en el suplemento de cultura de Juventud Rebelde(periódico de la Unión de Jóvenes Comunistas), apareció un artículo titulado “Puente de plata”, que cubría de apiñadas letricas mal impresas más de una página del suplemento, que ya son ganas de incordiar. Junto a alabanzas como “un buen poeta, un hombre de in- negable talento, que contaba con prestigio y reconocimiento intelectual”, “pa- ra admitirlo en su seno, la Academia Cubana de la Lengua debe haber tenido en cuenta sus buenos versos, que sin duda son la mayoría”, etcétera, con las que se busca impresionar bien al lector para que no dude en acoger como cierta, justa y equilibrada la aviesa imagen que de mi vida y milagros le ofrece, el articulista se burla con acierto (acto fallido), con una sorna que sin duda parte de sus propios e inconfesados desengaños, de mis viejos ardores comu- nistas. Donde se muestra chapucero es en las mentiras que se atreve a decir, confiado en la impunidad que supone el absoluto control que ejerce sobre la prensa la dictadura que le ordenó infamarme. Antes de ese artículo, no pensé jamás que mi obra fuera tan asiduamente leída ni que sería objeto alguna vez de un elogio tan alto. Después de la devoción de un lector, el odio de una dic- tadura es el mejor premio a que puede aspirar un poeta. Lo único que real- mente me disgusta, porque ahí reside la verdadera ofensa, es que, para ocul- tar el nombre del auténtico autor de la diatriba encargada para despedirme, hayan escogido el del mecanógrafo que la copió al dictado, un hombre tan poco escritor y tan patoso. La presencia constante de periodistas y escritores extranjeros en Infanta 15 y mi condición de miembro correspondiente de la Real Academia Española fueron, a mi entender, factores que nos libraron a Ofelia y a mí del “mitin de repudio” y de otras felonías similares con que el gobierno de Castro suele ator- mentar a quienes no se le doblegan. En nuestros últimos días en Cuba tuvimos la suerte de recibir varias veces la visita del hispanista italiano Antonio Melis, que ese año era jurado del premio literario de la Casa de las Américas, y de los periodistas españoles Diego Talavera (director del diario La Provincia , de Cana- rias), Fernando Orgambides y Juan Cruz (ambos del madrileño El País). Diego Talavera fue quien condujo el automóvil en que nos trasladamos al aeropuer- to, y permaneció a nuestro lado, junto a mi padre y al poeta cubano Rafael Al- cides Pérez, hasta que el avión de Iberia que nos sacaría del jardín de los supli- cios levantó vuelo. Las Palmas de Gran Canaria, 7 de abril de 1996.31 PENSAMIENTO encuentro E LPERIODISMOCUBANOENFRENTAHOYUNASITUACIÓNLÍMI - te en la que se debaten sus opciones de sobrevivencia. La crisis económica de la isla ha traído drásticas conse- cuencias para los medios de comunicación. A partir de 1990, cuando el gobierno puso en práctica el primer cor- te a las publicaciones periódicas y espacios informativos, las restricciones han sido de un 80 por ciento en la circu- lación de la prensa escrita y casi de un 40 en la programa- ción radial y televisiva. La tradicionalmente limitada circu- lación informativa dentro de la isla podríamos decir que atraviesa hoy por su etapa de minimalismo . En términos cuantitativos, el reordenamiento de los medios de comunicación cubanos a raíz del denominado “período especial en tiempos de paz” ofrece cifras verda- deramente dramáticas. Según datos oficiales, de las 733 publicaciones existen- tes en Cuba hasta 1990, sólo han continuado editándose 265; de ellas 212 son revistas y folletos de carácter científi- co-técnico, cuya circulación es vital para posibilitar el in- tercambio de información especializada por concepto de canje con universidades, bibliotecas y organismos interna- cionales. Sólo existe un diario nacional –Granma, órgano oficial del Partido Comunista de Cuba– que se edita de martes a sábado, con ocho páginas en formato tabloide, El periodismo en Cuba: otra vuelta de tuerca * Prácticas comunicativas y desafíos profesionales bajo el modelo de prensa socialista Wilfredo Cancio Isla * Ponencia presentada durante el panel Política y Cultura en Cuba, en la 43ª Conferencia Anual de The South Eastern Council on Latin American Studies . Universidad Internacional de la Florida, Miami, 11-13 de abril de 1996. W ILFREDO C ANCIO I SLA 32 PENSAMIENTO encuentro pues los otros periódicos nacionales se han convertido en semanarios (Juven- tud Rebelde y Trabajadores ) y los periódicos provinciales no sobrepasan, en la mayoría de los casos, una tirada semanal. 1 De las revistas canceladas a comienzos de los noventa, algunas han podido subsistir o reaparecer gracias a ediciones en el extranjero financiadas por ins- tituciones académicas y culturales, o con donaciones de fundaciones y grupos de amigos. Otras han readecuado su perfil informativo y se orientan hacia el mercado del turismo, con ventas exclusivamente en moneda convertible. Du- rante 1995 aparecieron dos nuevas revistas, Arte cubanoy Contracorriente, bajo los auspicios del Instituto Cubano del Libro, pero en todos los casos se trata de publicaciones con limitadísimo acceso al público nacional. El uso de la fotografía periodística cubana –avalada por una sólida tra- dición desde los primeros años de la República– ha quedado reducido al mínimo de sus posibilidades ante la carencia de película, papel y espacio funcional. En cuanto a la radio y a la televisión, el impacto de la crisis ha sido tam- bién demoledor. La programación televisiva se redujo a 135 horas semanales (con anterioridad eran 213) y en estos momentos los dos canales con cobertu- ra nacional transmiten en el horario de 6:30 a 11:30 p.m., exceptuando los sá- bados, cuando se prolonga hasta las 2:00 a.m., con la tradicional presentación de un filme de medianoche –en el 85 por ciento de los casos de procedencia norteamericana. Los siete telecentros provinciales ofrecen una hora diaria de programación. Las transmisiones de radio han disminuido en más de 100 ho- ras semanales en todo el país. El noticiero ICAIC Latinoamericano, una popular revista cinematográfica semanal que durante los últimos treinta años acompañó las funciones de las salas de cine, desapareció por falta de recursos financieros y de equipamiento tecnológico. Pero en realidad estas restricciones no son más alarmantes que otros pro- blemas de fondo del periodismo cubano. Las limitaciones económicas y la cri- sis ideológica de la sociedad cubana de los noventa no han hecho más que acentuar el agotamiento del modelo comunicativo partidista –herencia de las concepciones leninistas acerca de la prensa–, que se aferra a la centralización de las decisiones y al control estricto de la información. El estatismo del modelo de prensa cubano se sustenta en principios ejecu- tivos que revelan cada día más su inoperancia social y su pérdida de credibili- 1 Nunca antes en la historia del país la prensa periódica había estado en una situación tan preca- ria. Durante los años cincuenta, que fueron de gran crecimiento y diversificación de los medios de comunicación nacionales, Cuba ocupaba el quinto lugar entre los países de América latina y el Caribe en cuanto a distribución percápita de ejemplares de prensa: 70 por cada mil habitantes (Estadísticas de la UNESCO ). En el Registro del Seguro Profesional de Periodistas de Cuba, de 1954, aparecen inscritos 19 periódicos y catorce revistas de La Habana, y otros 13 periódicos de localidades del interior del país, sin incluir en estas cifras publicaciones de tirada, circulación y permanencia limitadas, muchas de las cuales jugaron un importantísimo rol en el panorama cul- tural cubano de esos años. El periodismo en Cuba: otra vuelta de tuerca 33 PENSAMIENTO encuentro dad pública. Se trata de un clásico modelo ejecutivo de comunicación 2 , donde la información sólo es bien recibida (y aceptada) si contribuye a la ejecución de la política. Su funcionamiento –como sucedía en los países del bloque socialis- ta del Este europeo– está basado en un esquema transmisivo lineal, verticaliza- do, con una concepción de los medios informativos como meros instrumen- tos ideológicos. Es importante apuntar que las críticas a este modelo se hicieron frecuentes en el propio sector periodístico cubano durante el último decenio y ya en 1990 el entonces presidente de la Unión de Periodistas de Cu- ba ( UPEC ) afirmaba que “el modelo que podemos llamar oficialista, apologéti- co o unanimista (había agotado) sus posibilidades” (sic) y se hacía necesario intentar un camino propio. 3 Durante largos años ha existido un reclamo latente entre los periodistas cu- banos para favorecer su ejercicio profesional y diversificar los contenidos de los espacios informativos. Es curiosos observar cómo los documentos programáti- cos emitidos por las instancias del Partido y el Gobierno con el propósito de impulsar estrategias informativas más adecuadas a las necesidades de la pobla- ción, han sido sistemáticamente bloqueados por sus propios gestores con plan- teamientos tácticos de las funciones de los medios de comunicación, argumen- tando los “peligros de apertura” en coyunturas políticas comprometidas. El llamado “síndrome del misterio” en el periodismo cubano (ocultamiento de información bajo censura deliberada con el pretexto de que revelar deficien- cias internas es entregar armas al enemigo), ha sido la deformación burocrática de una actitud de fiscalización de los diversos niveles y dependencias gubernamen- tales en la vida del país. La llamada mentalidad de fortaleza sitiada ha generado durante años un temor colectivo a la revelación y a la diversidad expresiva, en- cubriendo toda información sensible y toda aparente divergencia en aras de la unidad frente a la inminente confrontación. Como ha observado Armand Mat- telart, “el peligro de la racionalidad de la guerra es que es alérgica a la noción de contradicción. (...) Ninguna estrategia de guerra se construye a partir de la duda, la hipótesis, sino a partir de la creencia y las certidumbres”. 4 Desde esa perspectiva paralizante, el discurso oficial ha subvertido la res- ponsabilidad social de la prensa en un concepto de utilidad totalitaria. Defini- dos como trabajadores ideológicos, los periodistas cubanos han tenido que ejer- cer su función informativa bajo un férreo tutelaje de las disposiciones partidistas. El contexto inhibe la iniciativa personal y los intereses periodísti- cos quedan sujetos, en última instancia a la estrategia de conducción política. 2 La definición pertenece al teórico Leonard L. Chu, que ha estudiado detalladamente el funcio- namiento de los medios de comunicación en China. Ver Chu, Leonard: “De la Revolución a la evolución: treinta años de comunicación en China”. Diálogos de Comunicación, nº. 24, junio 1989, pp. 50-59. 3 “En una cuerda fina y tensa” (Entrevista con Julio García Luis). Juventud Rebelde, 21 oct. 1990, pp. 8-9. 4 Matterlat, Armand: “La comunicación en Nicaragua: entre la guerra y la democracia”. Estudios So- ciales Contemporáneos, nº. 41, may-ago. 1986, pp. 25-25. W ILFREDO C ANCIO I SLA 34 PENSAMIENTO encuentro Según las resoluciones del Partido Comunista de Cuba 5 , la política infor- mativa de cada órgano de prensa “corresponde de manera intransferible a su director”. Se trata de una de las bromas más colosales de la censura partidista, pues las designaciones de directores de órganos de prensa están regidas por la llamada políticade cuadros, que prioriza el factor de confiabilidad político- ideológica por encima de las cualidades profesionales. Por esta razón, la histo- ria más reciente del periodismo cubano acumula entre sus “cuadros confia- bles” a muchos burócratas acémilas –valga la redundancia–, cuya función esencial es servir de amanuenses de las directrices partidistas. Es antológica la anécdota de la designación del primer director del perió- dico Escambray , en la provincia de Sancti Spíritus. Entre los candidatos para di- rigir la publicación figuraban varios periodistas de formación universitaria con una trayectoria profesional notable, pero sin que hubieran demostrado fehacientemente su “firmeza ideológica”. Después de largas jornadas de con- sultas y aprobaciones, la dirección partidista optó por designar al frente de Es- cambraya una dirigente “confiable”, enfermera de profesión, cuyas credencia- les eran su declarado disfrute de la lectura y su disposición a aprender los secretos del periodismo en el fragor del combate. Las apelaciones de las instituciones estatales y partidistas a que se desarro- lle un periodismo crítico han constituido parte fundamental del juego de la noria. Los documentos de los sucesivos congresos de la Unión de Periodistas de Cuba han declarado ese propósito con el respaldo de la dirección política del país, insistiendo en que la prensa debe ser una fuerza activa en la solución de los problemas nacionales. Pero el requerimiento de que los trabajos periodísticos sobre deficiencias internas ofrezcan proposiciones concretas de cómo resolverlas, ha sido otra de las máscaras favoritas de la censura y de su derivación más estilizada, la auto- censura. El axioma para neutralizar las visiones críticas de la realidad es muy elemental, pero resulta operativo para la estrategia del poder: el periodista no debe plantear problemas sin ofrecer posibles soluciones, evitando así insatisfac- ciones innecesarias en la población. Muchos artículos de prensa, emisiones ra- diales y reportajes televisivos con sentido crítico han terminado atenuando sus señalamientos después de consultas y sugerencias de los niveles gubernamenta- les o, simplemente han sido engavetados. Una de las alternativas que se pusie- ron en práctica durante los años ochenta ante casos como estos, constituía un verdadero contrasentido de la actividad periodística: el resultado periodístico no se difundía masivamente, sino que se iba a discutir con los responsables de la institución o el caso criticados. De hecho, los esfuerzos de muchos periodistas por ejercer su función in- formativa con un enfoque científico y moderno, han tenido resultados frag- mentados y discontinuos. Ha sido muy frecuente en el quehacer profesional 5 Acuerdo del Buró Político del Partido Comunista de Cuba del 4 de marzo de 1976, dado a co- nocer públicamente y discutido entre los periodistas. El periodismo en Cuba: otra vuelta de tuerca 35 PENSAMIENTO encuentro de estos años, trastocar la actitud de búsqueda y replanteo del conocimiento en un acto pseudoinvestigativo mediante el cual el periodista se aproxima a la realidad a seleccionar ejemplos para validar una propuesta preconcebida sobre esa realidad y no para formular nuevas interrogantes a través de su in- vestigación. La lección, los contratiempos a la hora de publicar o transmitir impone una etapa de incertidumbre –sobre todo si se trata de un joven pe- riodista–, pero se llega a asumir con resignación: es más eficiente y menos conflictivo registrar sólo las respuestas previstas. Si bien la crisis de los noventa ha potenciado una revitalización propagan- dística de los contenidos de la prensa con su consiguiente carga retórica, el panorama de los últimos cinco años merece una reflexión más amplia a partir de temas como los retos profesionales de los periodistas, el papel diferencia- dor de algunas publicaciones culturales, la formación de los futuros periodis- tas y el surgimiento de alternativas independientes del periodismo en Cuba. Para comprender la situación actual de los medios de comunicación y de los profesionales del periodismo es necesario remitirnos a acontecimientos significativos de la segunda mitad de la década de los ochenta, que fueron in- dudablemente años de reactivación y dinamización para el pensamiento so- cial y la vida cultural del país. La crisis y el desmoronamiento de los regímenes de Europa del Este com- probaron la atrofia comunicativa de los sistemas de prensa del llamado “socia- lismo real”, desacreditando las concepciones miméticas que habían sido tras- plantadas a la experiencia periodística cubana. No puede olvidarse que el diario Granma llegó a publicar una sección titulada “De la vida del Partido” (tal y como lo hacía su colega soviético Pravda), mientras que en los docu- mentos del IV Congreso de la Unión de Periodistas de Cuba se insta a estudiar “la rica y vasta experiencia de los medios de comunicación masiva de la comu- nidad socialista en el ejercicio de la crítica, fundamentalmente la de la Unión Soviética” 6 para su aplicación en la prensa nacional. Pocos años después, cuando soplaban los aires de la glasnoten la antigua Unión Soviética, las transformaciones ocurridas en publicaciones como Sput- niky Novedades de Moscú–ambas de gran circulación en la isla– recibirían un agresivo cuestionamiento de la dirección política cubana, que suprimió por decreto su entrada y distribución en el país. Sin embargo, las páginas de Sput- nik y Novedades de Moscú habían esparcido ya un fermento emancipador y un claro mensaje para los periodistas cubanos. La creciente influencia de Radio Martí a partir de 1985 y la agudización de las dificultades internas, silenciadas o escamoteadas por la censura partidista, pueden señalarse como factores que influyeron sobre las estructuras de poder y los colectivos profesionales para formular un proyecto de apertura informa- tiva –se hablaba de una nueva política informativa–, definido en el documento El periodismo en Cuba: situación actual y perspectivas (1986). 6 Memorias del IV Congreso de la UPEC . Editora Política, La Habana, 1981. W ILFREDO C ANCIO I SLA 36 PENSAMIENTO encuentro Esta nueva política informativa planteaba, en esencia, el otorgamiento de mayor autonomía a los órganos de prensa, acceso real a las fuentes de infor- mación y respeto por los intereses de actualidad de la ciudadanía, y permitió circunstancialmente la aparición de algunos artículos y programas con una perspectiva de ejercicio polémico en relación con temas considerados tabú. La demostración de su inviabilidad en la realidad cubana constituyó acaso una de las más rotundas decepciones para el sector profesional, que había apostado hasta entonces por una apertura informativa como un proceso nece- sario para las radicales transformaciones que necesitaba el país. Hacia 1988, en una encuesta interna del Centro de Estudios de los Medios de Comunicación Masiva ( CEMEDIM ) 7 , el 66,6 por ciento de los más de 500 pe- riodistas cubanos entrevistados dijo sentirse insatisfecho con la aplicación de la política informativa. El 97,2 por ciento consideró que en el medio donde laboraban era difícil ejercer un periodismo de nuevo tipo, mencionando co- mo dificultades la censura, la presión de las instituciones criticadas y la ausen- cia de respuestas a sus expectativas profesionales. Durante una investigación que dirigí en 1991 sobre el proceso de produc- ción de noticias en el Noticiero Nacional de Televisión 8 –el espacio informati- vo de mayor audiencia del país–, el 24,3 por ciento de los periodistas dijo tener preferencia por cubrir informaciones ( make-news ) sobre afectaciones cotidia- nas de la población, pero paradójicamente la lista de prioridades se concentra en reuniones políticas, resultados productivos, planes económicos y actividades de la juventud comunista ( UJC ). La elección de los acontecimientos noticiables –según los propios entrevistados– se hacen a instancias de las fuentes informa- tivas y muy pocas veces son resultados de una búsqueda personal activa. En cuanto a los valores-noticias (requisito que deben cumplir los aconteci- mientos para ser procesados y convertidos en ítems informativos en el Noti- ciero de TV), un 19,1 por ciento considera, en primer lugar, la trascendencia político-ideológica, por encima de los valores de actualidad e interés humano, en virtud de que los criterios de selección hacen prevalecer los hechos que ge- nera el sistema político. Sobre el punto de exclusión de acontecimientos en la agenda noticiosa, el 22 por ciento mencionó como causa a agentes externos (personas que no trabajan en el medio), que presionan para que no se ofrez- can cobertura a ciertos temas. En definitiva, el derecho a la información del ciudadano cubano –escamo- teado en el Artículo 53 de la Constitución de la República 9 de 1992– se ha re- 7 Encuesta sobre la marcha de la política informativa, CEMEDIM , 1988 (Documento mimeografiado). 8 B ARREDA , L ISBET , R OLANDO N ÁPOLES y R OLANDO S EGURA : La construcción de la noticia en Cuba. Tra- bajo de Diploma para la Licenciatura en Periodismo, facultad de Comunicación, Universidad de La Habana, 1991. 9 El artículo 53 de la Constitución de la República (1976) que fue reformada en 1992 dice: “Se reconoce a los ciudadanos libertad de palabra y de prensa conforme a los fines de la sociedad so- cialista. Las condiciones materiales para su ejercicio están dadas por el hecho de que la prensa, la radio, la televisión, el cine y otros medios de difusión masiva son propiedad estatal o social y no El periodismo en Cuba: otra vuelta de tuerca 37 PENSAMIENTO encuentro ducido a la elección entre una escasísima variedad de lo mismo, lo que lo ha llevado a optar por otras fuentes informativas para configurar una imagen del mundo y de la realidad nacional. Dentro del panorama de los noventa es importante señalar el papel desem- peñado por publicaciones socio-culturales, editadas por instituciones artísticas y centros de investigación. Aunque sin un acceso masivo a la población, revis- tas como La Gaceta de Cubay Temashan logrado desmarcarse un tanto del con- trol oficialista e incluir en sus páginas artículos que problematizan la realidad del país desde una perspectiva más analítica, eludiendo el lenguaje panfletario agitativo de los periódicos y espacios informativos de mayor circulación y au- diencia. No es de extrañar que en el más reciente informe del Buró Político del Partido Comunista de Cuba se ataque a un grupo de esas publicaciones, afirmando que éstas han incluido en sus páginas materiales que “apenas se di- ferencian de los que hacen académicos norteamericanos enemigos de la Revo- lución (sic), con un lenguaje supuestamente revolucionario que parece desti- nado a servir de cortina de humo a sus verdaderas intenciones” 10 Pero el acontecimiento más relevante del período lo constituye el surgi- miento y proliferación de asociaciones de periodistas independientes. La in- mensa mayoría de estas agencias y grupos de trabajo están integrado por pro- fesionales del periodismo que durante años laboraron en los medios de comunicación oficiales y muchos de ellos acumulan una vasta experiencia pe- riodística; sus reportajes y artículos asumen temas y enfoques excluibles de la agenda informativa del Estado. El auge del movimiento de prensa independiente ha recibido como res- puesta gubernamental la prohibición y las represalias por asociación ilícitas. El periodismo no se incluye entre los más de 160 trabajos por cuenta propia autorizados en los decretos-ley de 1995, por lo que el desafío frontal de estos periodistas al mecanismo centralizado de la información es considerado un doble desacato a la autoridad. Las redes de periodistas independientes, organizados en agencias como Cu- ba Press, Habana Press, Patria y Buró de Prensa Independiente de Cuba, fun- cionan en condiciones desfavorables, bajo asedio y vigilancia. Algunas agencias han llegado a agrupar hasta 30 reporteros, que envían informes manuscritos, mecanografiados o por teléfono a una oficina receptora, emplazada en la vi- vienda particular de alguno de sus miembros. Como no hay posibilidad de cir- culación interna de esas informaciones, los despachos son enviados al exterior por vías diversas y ya han comenzado a localizarse en INTERNET a través de los servicios de CubaNet, una red de voluntarios que proporciona información desde Miami y España. pueden ser objeto, en ningún caso, de propiedad privada, lo que asegura su uso al servicio exclusi- vo del pueblo trabajador y del interés de la sociedad”. Constitución de la República de Cuba, Editora Política, La Habana, 1992, p. 26. 10 Informe del Buró Político. Encuentro, verano de 1996.Next >