< Previous8 entrevisto olga cabrera - isabel ibarra / manuel moreno fraginals encuentro de colaboradores importante tales como, por ejemplo, Germán Cámara Dámera y Theotonio Dos Santos. Más tarde organicé con un grupo de amigos de la Universidad de Columbia un gran coloquio: Del esclavo al obre- ro asalariado en el Caribe , en el que participaron Sidney Mintz, Herbert Klein y Rebecca Scott, entre otros distinguidos historiadores, y que la Uni- versidad de Baltimore publicó en forma de libro. Más tarde publiqué El ejército español como vía emigratoriay Cuba a través de su moneda. Uno de mis grandes hobbys es la numismática y esa obra es una especie de historia social cubana en la que tomo a la moneda como motivo para enlazar los acontecimientos. Mi ultimo trabajo, en realidad espero que sea el penúlti- mo, es el ya mencionado sobre la historia común de Cuba y España. Ahora me doy cuenta de que no hemos hablado del primero, Visiones cubanas en archivos europeospublicado por el Instituto Hispanoamericano de Geografía e Historia en 1953. Además tengo un montón de folletos y también ensa- yos publicados en revistas de historia francesas, españolas, norteamerica- nas, brasileñas, argentinas, mexicanas, etc. p.:Si fueras a hacer una selección, ¿cuáles de esos folletos publicarías de nuevo? r.: Publicaría Agustín Itúrbide, caudillo , escrito en México bajo la dirección del gran novelista Agustín Yáñez; un trabajo sobre Anselmo Suárez y Romero que incluye un índice detallado de los manuscritos y una bibliografía, además de un estudio sobre el personaje que me parece esencial para interpretar la vida cubana. Quizá publicaría también un folleto que escribí sobre la esclavitud, y especialmente otro texto, Veinte puntos sobre la historia de Cuba, publicado originalmente en la Revista de la Universidad de La Habana, que según el historiador cubano Jorge Ibarra es lo mejor que he escrito. p.:Estamos hablando de una visión antológica, como historiador y como persona, ¿qué no volverías a hacer? r.: No demorarme tanto en sacar los títulos universitarios como patente de corso para entrar al mundo académico. p.: ¿Qué otras cosas no repetirías? r.:No repetiría, por ejemplo, ciertos errores políticos. La primera traducción al inglés de El ingeniofue un compromiso hecho por el Instituto Cubano del Libro con una editorial de gente muy buena pero de segunda catego- ría aunque, por supuesto, superizquierdista. En aquellos momentos la Uni- versidad de Yale me lo estaba pidiendo y lo iba a prologar Sidney Mintz. Yo perdí una oportunidad y aunque creo que El ingenio tuvo siempre una magnífica acogida, pienso también que hubiera caminado mucho mejor que como lo hizo por haber sido dado a conocer en un medio que no era el más notable desde el punto de vista académico en Estados Unidos. Tam- bién estuve menos tiempo en la Universidad de Columbia del que pude haber estado; después que llegué me sentí muy contento pero ya había renunciado a un largo contrato. Y cuando tuve el pulso exacto de lo que era la Universidad de Columbia ya era demasiado tarde. Algo parecido me sucedió en el Wilson Center. En estas decisiones había casi siempre una cosa medio política y un cierto temor a un enfrentamiento cultural con el9 entrevisto Fragmentos de una conversación interrumpida encuentro régimen cubano. No por mí, que nunca he tenido ese miedo, sino por mis hijos, que entonces eran todos pequeños, menores de edad, y yo temía que no me los dejaran sacar de Cuba. No sé, creo que mi manera desordenada de estudiar fue para mí sumamente ventajosa; fui un lector desesperado de novelas y poesías desde que tenía doce años. Creo que eso me vino suma- mente bien. Creo que hay ciertos novelistas que más que novelistas son ensayistas, y creo que la poesía, la gran poesía, la poesía al más alto nivel es una fuente histórica realmente insuperable. No me avergüenzo de ninguno de mis escritos, ni siquiera de aquéllos con relación a los cuales estoy en contra hoy en día, porque fueron hechos con una gran sinceridad y con el máximo de estudio que pude ponerles. Creo que cuando uno ha sido since- ro y ha puesto todo su esfuerzo intelectual en una obra no tiene por qué avergonzarse de ella. Creo que tengo en el pasado, en ciertas obras, un marxismo mal entendido, aunque no me he movido, como otros, de la posi- ción marxista a la posición antimarxista. Pero creo que este marxismo un poco de manuales es muy negativo y además no tiene nada que ver con el propio Marx. Y si me preguntaran cuáles son las obras que más profunda- mente me impactaron yo mencionaría obras totalmente distintas e incluso contrarias en su pensamiento teórico. Estudié El Capital con su gran traduc- tor, el español Wenceslao Roses, que estaba por entonces trabajando con el Fondo de Cultura Económica de México. Sin embargo, creo que en un momento dado tuve a Marx, como todos los jóvenes, más allá de su punto real. Me curó un poco una obra que ya cité en esta entrevista, La decadencia de Occidente, hoy a la gente le da un poco de vergüenza nombrarla, pero yo creo que contiene algunas de las páginas más bellas que jamás se han escrito. p.:Entre otras cosas trajo para América Latina la preocupación de problematizar a partir de sí misma. r.: Es que ese ir hacia la filosofía de la historia tiene que estar respaldado en un proceso de investigación de fuentes históricas concretas, en búsqueda de una verdad parcial en cualquier lugar, en cualquier tiempo. Creo, por ejemplo, que aplicarles esquemas a las guerras cubanas —a la misma gue- rra del 98— sólo sirve para disminuir la propia historia de Cuba. Uno se asombra de cómo se trata de escribir una historia de Cuba y se pierde la sensación de esa extraordinaria burguesía cubana de la primera mitad del siglo XIX; a veces ni siquiera se les menciona. Otro ejemplo, es necesario entender la historia de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos sin extremismos, sin odios, sin rencillas personales, que no sea una historia de buenos y malos, de patriotas y antipatriotas. Sencillamente hay que enten- der a la gente. Odio la postura del historiador juez; los historiadores no somos nadie para juzgar a los demás a través del tiempo. Creo que nuestra misión es tratar de entender ese pasado que se nos va entre las manos. Creo que es necesario el estudio de la familia, del día a día, del gran papel de la familia en la institucionalización de un pueblo. Me parece horrendo que los libros no hablen de las mujeres. Uno, con la mujer, tiene que tener un trato igual y desigual.10 entrevisto olga cabrera - isabel ibarra / manuel moreno fraginals encuentro p.:Diferente mejor que igual / desigual. r.: Mujeres y hombres tienen la misma calidad, la misma fuerza, el mismo entendimiento de los problemas. Pero los van a ver como un paisaje que se domina desde dos cumbres distintas; y entonces ese paisaje tiene que ser en parte igual y en parte distinto para ambos. Por ejemplo, el otro día te di las cifras estadísticas de un estudio parcial de mujeres criollas casadas con soldados y oficiales españoles en los años anteriores a la Guerra de Inde- pendencia. Sin entender esos matrimonios, esa vida común, donde el hombre tiene una posición y la mujer tiene otra y otro sentimiento patrio, es difícil entender nada; eso debió haber sido tremendo en la Guerra de Independencia. Quizá el siglo XXI pueda traernos una nueva visión de la historia no pensada en términos de hombres o de mujeres, sino que inclu- ya esa doble visión que se diferencia tanto y que sin embargo tantos puntos comunes cubre. p.:Vamos a volver a tu relación con la literatura, con la novelística. ¿Qué autores cubanos son los que más te interesan en el siglo XIX, por ejemplo? r.:Cirilo Villaverde tiene una cámara fotográfica en la mirada; creo que en eso se parece a Anselmo Suárez y Romero. Son capaces de fotografiar una situación con una justeza tremenda, con un valor gráfico increíble, aun- que no la entiendan, digamos, en profundidad. El fotógrafo no entiende la fotografía (...) Los grandes novelistas cubanos del XIX son pocos pero supieron ver esa realidad del siglo pasado; sin embargo no eran psicólogos ni psiquiatras y se quedaron en el apunte, en la fotografía. O sea, ver la fotografía de un crimen no significa necesariamente saber quién es el cul- pable ni cuál es el móvil, y sin embargo la fotografía es exacta. p.:¿Y si se habla de lecturas hispanoamericanas, digamos de literatura universal lati- noamericana? ¿A quién mencionarías? r.: Uno de mis primeros ensayos fue un análisis de tres obras que leí en el mismo año y que pudiera decir sin exageración que me traumatizaron: Radiografía de la pampa, de Ezequiel Martínez Estrada; Casa Grande y Senza- la, de Gilberto Freire, y Contrapunteo del tabaco y el azúcar, de Fernando Ortiz. (...) A mí me gusta el libro que hace pensar, aunque no sea total- mente cierto, aunque a veces cometa errores. Por ejemplo, todo lo que dice Don Fernando de la cubanía del tabaco es en realidad al revés, hay que hablar de la cubanía del azúcar. El tabaco siempre fue español. p.:El tabaquero era cubano. r.: Me refiero a los dueños, a las posiciones con respecto a Cuba, independien- temente de que los obreros fueran cubanos. También hubo muchos canarios (...) En cuanto a fuentes e influencias, a veces hay gente que tiene como un sentido histórico, un sentido del tiempo. En cierta ocasión le di las gracias en un libro a un viejo de 90 años que conocí sentado en la escalinata exterior de la Catedral de La Habana. Yo me sentaba ahí y al lado mío se sentaba un negro llamado Wenceslao, que había sido esclavo. Pues bien, Wenceslao con- taba cosas de una Habana Vieja vistas desde el punto más bajo de la escala social, y eso me ha quedado impreso en la mente toda la vida. S i algo distingue la obra del historiador cubano Manuel Moreno Fraginals es su pertinaz desconfianza frente a los mitos nacionales que puede acumular una his- toriografía oficial. Como todo revisionista incorregible, Moreno va plagando sus libros con frases como «según la historia tradicional...» o «los historiadores oficiales supo- nen que...», «... pero la realidad histórica es otra», «lo cier- to es que...». Esta idea —plenamente moderna— del saber como una continua desmitificación se percibe en sus tex- tos más difundidos: el estudio sobre José Antonio Saco, los ensayos sobre plantación y esclavitud recogidos en La his- toria como armay El Ingenio, una monumental reconstruc- ción del complejo agro-industrial del azúcar en Cuba, durante los siglos XVIII y XIX. En su último libro, Cuba / España. España / Cuba , el tono desmitificador se acentúa. Tal vez porque en esta obra la batalla parece librarse en el mismo terreno de la historio- grafía tradicional. Moreno incursiona en la escritura de una historia general de la isla, a la manera de Ramiro Guerra, Emeterio Santovenia, Herminio Portell Vilá, Leví Marrero y otros historiadores de la época republicana. El libro abarca —sólo explícitamente— cuatro siglos del tiempo cubano: desde la conquista-colonización , en las primeras décadas del siglo XVI, hasta la pérdida definitiva de la soberanía espa- ñola sobre la isla, en 1898. Y aquí salta a la vista la gran dife- rencia entre este texto y el de la historiografía republicana que, al fin y al cabo, no se ha transformado sustancialmente en la época revolucionaria. A pesar de su narrativa en lon- gue durée, Moreno no intenta historiar la nación cubana desde su época formativa. Su objetivo no es narrar el deve- nir nacional de Cuba a partir de los orígenes coloniales. En este libro, los cuatro siglos del tiempo colonial apare- cen actuando sobre un espacio que no es, fundamental- 11 homenaje a manuel moreno fraginals encuentro Un nuevo pasado para Cuba Rafael Rojasmente, proto-nacional. Cuba, en términos políticos, es narrada como lo que era: nada más y nada menos que un territorio de España. Se trata, como lo reconoce Josep Fontana en su Presentación , del primer intento de historiar a Cuba dentro de España y a España dentro de Cuba. Una interrelación tan decisiva, en el contexto hispanoamericano, que la independencia no llega a verificarse hasta un siglo después. Un vínculo tan intenso y singular que las élitescriollas, como señala Moreno, nunca, ni siquiera en 1898, logran imagi- narse totalmente como los grupos subalternos de un orden colonial. En fin, una interdependencia tan estrecha que José Martí, el líder del último movi- miento separatista, dedica un poema a la Madre Patria y los soldados españo- les, al final de la guerra, se esconden en el monte para no regresar a la Península. De modo que Moreno Fraginals logra apartarse del paradigma historiográfico nacionalista de la República y la Revolución en la medida en que no recurreal tiempo colonial para describir el nacimiento de la nación cubana. Este escapede la teleología nacional lo consigue reemplazando, en la escritura de la historia, la hegemonía de un discurso político rígido con la de un discurso cultural flexi- ble.Es decir, Moreno, como todo historiador, hace lo que recomendaba Marc Bloch: desenrolla la bobina, va del presente al pasado para narrar, simbólica- mente, desde allí. Sólo que su presente, en vez de ser imaginado como una comunidad política cerrada, se lo representa como una comunidad cultural abierta. La nación no es, para él, el resultado político definitivo del devenir de la isla, sino una construcción cultural viva e inconclusa. Esta perspectiva le permite hacer confluir en el texto varios enfoques his- toriográficos. Así, por ejemplo, en el acápite «La tierra y el mar», se aproxima a la geografía culturológica practicada por la escuela de los Annales y, en espe- cial, por Fernand Braudel en su canónico estudio El mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II . En «Corsarios, piratas, contrabandistas y ofi- cios similares» se percibe la influencia de la historia social inglesa, a la manera de Edward P. Thompson y Eric Hobsbawn, en la que las asociaciones gremia- les son entendidas como grupos donde los miembros comparten un imagina- rio social y una moralidad económica. Los acápites dedicados a la oligarquía azucarera y sus representaciones ideológicas demuestran un uso creativo de la teoría marxista de las clases. Así como los que estudian los ritos culturales de cada estamento social y el imaginario simbólico, generado por la economía azucarera, ilustran una aplicación original de los métodos de la historia de las mentalidades, cuyo paradigma se ha fijado en las obras de Jacques Le Goff, Georges Duby y Philippe Ariés. Sin embargo, tampoco faltan en este libro los pasajes donde Moreno Fragi- nals regresa a las dos avenidas que predominan en sus investigaciones: la histo- ria económica y la demografía histórica. El acápite «Tabaco, azúcar, ganado» es una pequeña muestra de cómo puede interpretarse, en la mejor tradición de Henri See y Ernest Labrouse, la continuidad económico-cultural de ciertas producciones y mercados. Por otro lado, en «Negros y mulatos: vida y sobrevi- da» y «Un nuevo paisaje cubano» se intenta desmontar el cuadro demográfico 12 homenaje a manuel moreno fraginals Rafael Rojas encuentrode la isla, durante los siglos XVIII y XIX, a través del volumen poblacional de cada grupo étnico y su respectivo modo de representación cultural. Llama la atención, en este libro, el eficaz tratamiento del sistema político colonial como un contenido más del orden cultural de la isla. Moreno, al igual que Francois-Xavier Guerra, entiende que en Hispanoamérica la sociabi- lidad política moderna se inicia a finales del siglo XVIII y principios del XIX, con las reformas borbónicas y la Constitución de Cádiz. Pero en Cuba, esos años de descomposición del antiguo régimen son, precisamente, los años en que las élites criollas alcanzan una mayor autonomía administrativa dentro del imperio español. Ésta es una de las condiciones que explica la posterga- ción de la independencia hasta fines del siglo XIX. La pluralidad de enfoques historiográficos se hace acompañar del uso de conceptos provenientes de las ciencias sociales. Las nociones de modernidady modernización, en el sentido que les atribuyó Max Weber, son constantemente referidas en el texto. La idea de semiperiferia, que aparece en la sociología his- tórica de Immanuel Wallerstein, es aplicada a la economía colonial de servi- cios que ofrece Cuba en los siglos XVI y XVII. También los conceptos de inculturación , deculturación y transculturación , acuñados por la antropología, son hábilmente transferidos al estudio de las relaciones de poder entre los distin- tos grupos culturales que forman la nacionalidad cubana. Esta apertura conceptual y metodológica del último libro de Manuel More- no Fraginals contrasta con la rigidez marxista que aún predomina en la histo- riografía de la isla. Dos de los más creativos historiadores cubanos, Jorge Ibarra y Oscar Zanetti, ya reconocen que la escritura de la historia, durante las últi- mas décadas de la Revolución, ha caído en un marasmo dogmático que le impide abordar ciertas zonas del pasado. 1 Todavía en un artículo reciente, el historiador de las ideas, Eduardo Torres Cuevas, defiende una idea de la histo- ria en tanto «oficio con reglas del juego muy precisas», «profesión con perfiles muy definidos» o «ciencia social» autónoma y cerrada, que no debe contami- narse con otras formas del saber. Cualquier infiltración, en el texto historiográ- fico, de nociones procedentes de la filosofía, la sociología o la antropología; cualquier intelección narrativa o poética de la historia, es considerada como un acto de «paracaidismo» intelectual que desvirtúa el trabajo del historiador. Frente a esta imagen hermética, gremial y parcelada del saber histórico, que recuerda las peores manías del positivismo burgués, Moreno Fraginals ofrece una lección de apertura y permeabilidad intelectual. Las referencias y documentos que ordenan las interpretaciones del texto son de una diversidad admirable. Junto a las series estadísticas, aparecen coplas, versos, artículos periodísticos, informes, memoriales y grabados. Toda esta amalgama docu- mental se inserta en una narración animada, que prescinde de los rituales académicos de la cita, la tabla, el gráfico y la nota aclaratoria. En este sentido, 13 homenaje a manuel moreno fraginals Un nuevo pasado para Cuba encuentro 1 Jorge Ibarra, «Historiografía y Revolución», revista Temas, Nº I, La Habana, 1995, págs. 5-17; Oscar Zanetti Lecuona, «La historiografía social en Cuba», en la misma publicación, págs. 119-128.Cuba / España. España / Cubadebe más a las obras históricas del antropólogo Fernando Ortiz, como El contrapunteo cubano del azúcar y el tabaco y su Historia de una pelea cubana contra los demonios , que a los textos canónicos de la historio- grafía republicana y revolucionaria. Como decíamos, el amplio registro de metodologías y referencias que hay debajo de este libro asegura una narrativa histórica cuyo fin primordial es des- pojarse de los mitos nacionales. Moreno desconfía de esa lógica del cambio que los historiadores oficiales, en la impaciencia por llegar al presente, atribuyen al orden —sumamente conservador— del pasado. Así, por ejemplo, Félix Varela, José de la Luz y Caballero, José Antonio Saco y otros ideólogos de mediados del siglo XIX, a quienes se considera fundadores de la nación cuba- na, son caracterizados como representantes tardíos de una cultura criolla blanca, surgida a finales del siglo XVIII, cuyo fundamento es la plantación azucarera esclavista. Este enfoque, que Moreno toma de Raúl Cepero Bonilla y que aparece ya en su temprano ensayo José Antonio Saco. Estudio y bibliografía, le permite concebir la mentalidad oligárquica del criollismo cubano como una estructura de larga duración, que sobrevive a través del siglo XIX. El libro está lleno de discordancias similares con la historiografía oficial. Salta a la vista, por ejemplo, el retrato amable de don Tomás Estrada Palma, quien fuera sustituto de José Martí en la dirección del Partido Revolucionario Cubano y primer Presidente de la República de Cuba. En la ideología revolu- cionaria este personaje es una encarnación de todos los males del pasado: agente del imperialismo, anexionista, corrupto, traidor, etc., etc. Moreno, en cambio, habla de la «vida vertical..., completa honestidad y dedicación absolu- ta a la causa cubana» de este político. Su juicio no podría ser más comprensi- vo: «obró de acuerdo a su formación social y cultural, haciendo siempre lo que pensó que era lo mejor». De ahí que arremeta contra aquéllos que «en un acto de soberbia a destiempo derribaron la estatua que le levantó el pue- blo de La Habana». Sin embargo, la mayor desmitificación es que este libro concluya sin un desenlace nacionalista. El último acápite, «La huella indeleble», dedicado a la intervención de los Estados Unidos en la guerra de independencia, se aleja demasiado de la imagen histórica oficial. Aquí Moreno desarrolla la idea de que en 1898, al sumarse los Estados Unidos al conflicto separatista, se desató una intensa comunicación entre españoles, cubanos y norteamericanos que aceleró la integración nacional. Este «acercamiento mutuo» permitió el mon- taje político de la República, no como una imposición neocolonial, sino como un pacto entre las élites políticas involucradas. Moreno insiste en que dicho entendimiento tuvo un punto negativo: la población negra. Este grupo, que representaba uno de los elementos originarios de la nacionalidad, quedó al margen del pacto republicano. De modo que el final de la narración se ubica en la caída del orden colo- nial español. Pero ni siquiera en ese momento, es decir, en los inicios de la época republicana, la nación es un sujeto enteramente conformado. Las ten- siones entre los grupos étnicos y culturales se mantienen bajo nuevas formas. 14 homenaje a manuel moreno fraginals Rafael Rojas encuentroLa independencia no interrumpe el proceso de españolizaciónde la isla, ni el régimen republicano logra la integración social del negro. Este desenlace abierto, o esta falta de desenlace, permite comprender el devenir cubano más allá de las rupturas simbólicas que la ideología oficial impone. Para Manuel Moreno una historia de la Cuba colonial no es la teleología nacionalista de la Cuba independiente, sino la narrativa de un proceso cultural continuo e ina- cabado. Por ese camino sus textos van descubriendo el territorio de un nuevo pasado cubano. 15 homenaje a manuel moreno fraginals Un nuevo pasado para Cuba encuentroE ste libro ha nacido de dos pasiones: el amor a la historia y el amor a Cuba. El amor a la historia «como arma», que tal era la función que para ella reclamaba Manuel Moreno Fraginals en un apasionado trabajo, el primero de los suyos que pude leer, hace ya muchos años. Aquel texto estaba dedicado al comandante Ernesto Gue- vara, el hombre que facilitó, con su apoyo explícito, que se publicara la primera edición de esa obra maestra de la investigación histórica que es El ingenio, cuyo manuscrito había tenido que enfrentarse a las reticencias de algunos académicos cubanos, «pacientes trabajadores de la hume- dad, el polvo y las polillas», como los había calificado Moreno, con demasiada generosidad tal vez, olvidando que también había entre ellos algún que otro roedor movido por el despecho y la envidia. A esos historiadores «oficiales», que se encargarían de cerrarle al autor el acce- so a la enseñanza universitaria, les molestaba la audaz novedad de un libro que hablaba de los hombres y sus tra- bajos sin recurrir a las fórmulas de la liturgia establecida, y les escandalizaba, sobre todo, que se atreviese a denunciar a quienes se planteaban su trabajo de historiadores como una mera inversión en su carrera personal. Este libro es fruto también, como he dicho, del amor a Cuba: a una Cuba más allá de cualquier contingencia parti- dista. Manuel Moreno Fraginals colaboró con la revolución en sus horas de esperanza y se distanció críticamente, dolo- rosamente, de ella, cuando creyó ver defraudadas unas ilu- siones colectivas que había compartido. Sin que ello signifi- que que se pasaba al enemigo, porque la Cuba que él quería no era ni la de los unos ni la de los otros, sino la tierrade razón y libertad que habían soñado construir. En La historia como armahabía proclamado la obliga- ción moral que el historiador tiene de comprometerse con la sociedad en que vive, y de sentir, por ello, «la alegría infi- 16 homenaje a manuel moreno fraginals encuentro Presentación 1 1 Prólogo a Cuba / España. España / Cuba. Ed. Grijalbo-Mondadori, Barce- lona, 1997. Josep Fontananita de estar aquí, en este mundo revuelto y cambiante, peligroso y bello, doloroso y sangriento como un parto, pero como él creador de nueva vida». No sólo en Cuba. Fuimos muchos los que, en otras latitudes, compartimos este empeño y tuvimos que experimentar, al cabo, decepciones parecidas a la suya. De ellas salieron algunos para el desengaño, el conformismo o la trai- ción. Otros, como Manuel Moreno, se mantuvieron en las mismas posiciones que siempre habían sustentado, a costa de quedarse solos, convertidos en con- ciencia crítica que molesta por igual a los dos bandos. Quien haya leído con anterioridad La historia como armao El ingeniopodrá advertir que este nuevo libro no se distingue de aquéllos en los substancial de su carácter. Su autor no ha tenido que hacer ninguna reconversión: no ha cambiado su lenguaje, porque nunca empleó la retórica oficial, y no ha cam- biado tampoco sus principios. El Manuel Moreno Fraginals que recordaba en 1974, en el prólogo a la segunda edición de El ingenio, al «comandante Ernes- to Che Guevara, para siempre presente», es el mismo que denuncia ahora la miseria del «marxismo-leninismo» catequístico impuesto por una errada disci- plina partidista. No hay contradicción alguna en ello. A mí, que conservo vivo el recuerdo del revolucionario cabal y buen amigo que fue Juan Pérez de la Riva, y que nunca he estado ni estaré al lado de los enemigos de la revolución cubana, Manuel Moreno Fraginals me merece res- peto como hombre, además de admiración como historiador. Hace muchos años que aprendí de Isaac Deutscher la diferencia que existe entre los herejes y los renegados, y que lamento que la izquierda no haya incluido entre sus principios el de «conviene que haya herejes», enunciado hace cerca de dos mil años por Pablo de Tarso. Entre otras razones porque, con el paso del tiempo y la acomodación de los dirigentes, sucede con frecuencia que los herejes aca- ben siendo los únicos que se mantienen fieles al espíritu de la vieja ortodoxia. Este libro, que debería ser de lectura obligada para los cubanos, tiene, ade- más, un interés muy especial para los españoles. Cuba no fue una parte más del viejo Imperio, sino que estuvo asociada a la metrópoli en mayor grado que cualquier otra colonia, no sólo porque la unión duró más tiempo, sino por- que los lazos personales entre peninsulares y cubanos fueron más intensos, lo que explica que no se rompieran ni siquiera con la separación política. Nadie ha contado tan bien, con tanta objetividad y tanta comprensión, la historia del desencuentro que culminó en 1898 como el autor de este libro, que nos descubre que muchos de los soldados españoles derrotados se escondieron para no abandonar Cuba, y se integraron así en ese colectivo de centenares de miles de inmigrantes que acentuaron la españolización de la isla. Si la historia de Cuba hasta 1898 no puede contarse separada de la historia de la metrópoli, la de España en el siglo XIX no cobra pleno sentido si ignora- mos la importancia que tuvo en ella la Cuba azucarera, como fuente de rique- za y de influencia política para los de arriba, o como esperanza de trabajo y de fortuna para los de abajo. Quienes quieran comprender, en concreto, la crisis española de 1898 —sobre la que tanto se ha escrito en vano y sobre la que temo que tanto se va a volver a escribir, y no menos en vano, con el pretexto de 17 homenaje a manuel moreno fraginals Presentación encuentroNext >