< Previousidiotez, en su celestial esclerosis (...) se me antoja ser el teatro perfecto, perfec- tamente teatral. 3 No se trata de enfrentar la «realidad mayor» con un «género menor» sino de adecuar la opereta al «pathosmonumental» de una historia ridícula. Al contrario de lo que pudiera pensarse, la opereta no está reñida con lo trágico; se trata, quizá, de su última encarnación. Los «monstruos» de Virgilio actúan como los grandes protagonistas trágicos: sin querer hacer nada. Por eso las tra- mas de Piñera son siempre modelos de ambigüedad: en Falsa alarma(1949) aparece «un asesino a pesar suyo», un personaje en busca de su acción, tratan- do de formar parte de un ridículo ballet entre la justicia y el crimen. El juez lo condena, una viuda exige todo el rigor de la ley. De pronto, juez y viuda aban- donan la sala y la estatua de la justicia es sustituida por una victrola donde «Danubio azul» ahoga diálogos inconexos. Luego que el asesino pierde su «rol protagónico», la escena se revierte hasta el punto de engendrar a un No- Asesino, al No-Juez, a la No-Viuda. En Jesús (1948) tenemos a «un barbero al que declaran santo a pesar suyo». «Jesús dependía del Padre Eterno, yo dependo del azar», dice el prota- gonista a uno de sus improvisados discípulos. Nuestro socrático personaje decidirá en un momento confesarse como No-Jesús para desencadenar una trama kafkiana donde el equívoco conduce al sacrificio. Última ironía: el cadáver del impostado Jesús termina siendo sacralizado por el pueblo que, hace sólo unos instantes, se disponía a lincharlo en nombre de «la verdad». Las sucesivas «operetas» de Piñera pueden ser leídas como una saga de los extravíos de la voluntad. Los protagonistas del absurdo tropical han diluido lo voluntario a fuerza de no actuar, o mejor, de hacerlo sin consecuencias. No se trata aquí de la pasividad en estado puro, tautología con la que Beckett nos alecciona en Esperando a Godot. Con Piñera hay un dilema realmente «teatral», un actuar sucesivo que no determina nada, una exclusión de la elección. Todos los actos valen lo mismo (es decir, no valen la nada), puesto que no existe la coincidencia entre lo voluntario y lo correcto. Tanto en el conflicto trágico griego como en los modernos «anticonflic- tos» de la opereta absurda se revela una estructura peculiar: los actos se mani- fiestan en el contexto de una legalidad externa. Para los involuntarios prota- gonistas del absurdo piñeriano es difícil focalizar el origen de los azares y sinsentidos que padecen, sólo saben que «lo real» no está en ellos mismos, sino fuera, en el mundo de «los otros». Comprobamos este círculo vicioso en algunos parlamentos de Electra Garrigó: agamenón: (Persuasivo.) Tengo fe en tu cariño. electra: (Agitada.) Pero no puedo rebelarme. 38 homenaje a virgilio piñera Ernesto Hernández Busto encuentro 3 Witold Gombrowicz: Operetky, Editions Kultura, Paris, 1966. La traducción de Virgilio Piñera que citamos aparece en la revista Albur, Instituto Superior de Arte, La Habana, 1990, p. 45.agamenón:No lo harás. (Pausa.) ¡Mira: te digo; cásate con el pretendiente, abandona el hogar! No lo harás, me quieres demasiado. electra:(Volviéndose al público.)¡Oh, crueldad! agamenón:(Volviéndose hacia las columnas.)¡Oh, Necesidad! La legalidad en la que aparecen los conflictos trágico y absurdo extrae su fuer- za, su condición inexorable, de la simplicidad ontológica y de una mistifica- ción temporal. Las leyes son. Las cosas son como son. Y son así porque así han sido. Obrar desencadena un efecto que viene del exterior, un Afuera tan abs- tracto que ya no hay culpa ni remordimiento. El héroe trágico y el antihéroe absurdo están igualmente alejados de la escena hamletiana. La «relectura trágica» como opereta no fue un descubrimiento de Piñera. En 1920, André Gide, autor de más de una afinidad con el cubano, publica su Prometeo mal encadenado 4 , pequeñas escenas denominadas sotie 5 , donde la lógi- ca de lo grotesco sostiene la teoría gideana del «acto gratuito». Hay un pasaje, que bien pudiera atribuirse a la ironía de Virgilio, donde Prometeo sale a pasear por París, se sienta en un café cerca de la Opera, pide una cerveza y tolera el farragoso discurso del camarero: Durante mucho tiempo pensé que era eso lo que diferenciaba al hombre de los animales: una acción gratuita. Llamaba al hombre: el animal capaz de una acción gratuita. Pero después pensé lo contrario: que era el único ser incapaz de actuar gratuitamente. ¡Gratuitamente! Imagínese: sin razón —sí, ya le entiendo— digamos: sin motivo. ¡Incapaz! Entonces eso empezó a fastidiarse. Me preguntaba: ¿Por qué hará esto? ¿Por qué aquello? (...) ¿Una acción gratuita? ¿Cómo hacerla? Y fíjese que no hay que entenderla como una acción que no reporta nada, porque si no... No, sólo gratuita: un acto que no esté motivado por nada. ¿Entiende? Ni interés, ni pasión, ni nada. El acto desinteresado, nacido de sí mismo; el acto sin tampoco objeto, por lo tanto sin dueño; el acto libre. ¡El acto autóctono! La intención moral de la escena piñeriana deriva de una de las frases del Camarero de Gide: «Imagínese! ¡Un acto gratuito! ¡No hay nada que desmo- ralice tanto!» En toda la obra de Piñera, como en las soties , presenciamos el tiempo convertido en un inmóvil telón de fondo. Todos los personajes partici- pan de un eterno presente, correlativo a la inmediatez de la ley (moral) absurda. Sus acciones sin sentido son la bofetada del teatro a cualquier socie- dad que se autodefine como «condición dichosa». 39 homenaje a virgilio piñera Una tragedia en el trópico encuentro 4 André Gide: Le Prométhée mal enchainé, Gallimard, Paris, 1920 (traducción española de Emilio Olcina Aya en Editorial Fontamara, Barcelona, 1974, 1979). 5 En la historia literaria francesa, la sotie o sottiees una farsa medieval de carácter satírico donde los actores, en traje de bufón, representan a diferentes personajes de un imaginario «pueblo tonto».II. el tedio en la sangre: ascenso y caída de un mito familiar En el prólogo a su Teatro completo , Virgilio Piñera declaraba: Al disponerme a relatar la historia de mi familia, me encontré ante una situa- ción tan absurda que sólo presentándola de modo realista cobraría vida ese absurdo. (...) me ha bastado presentar la historia de una familia cubana, por sí misma una historia tan absurda que de haber recurrido al absurdo hubiera convertido a mis personajes en gente razonable. Piñera confesaba así su distancia frente a uno de los grandes mitos cubanos: la familia. Una distancia que ya se venía insinuando desde su convivencia inquietante con la generación de Orígenes. Frente al «estupor ontológico» de la vida republicana, los origenistas se encargaron de buscar un sentido en el germen, en el protoplasma imaginario de la tradición cubana. Practicaron además —para decirlo con palabras de Lorenzo García Vega— las «pobreto- nas metamorfosis» de una casa y un paisaje en ruinas. 6 Junto con la teleología insular, los escritores de Orígenesdieron continui- dad al mito familiar cubano, convertido en la piedra de toque de un pasado reminiscente. Véase la «hilación genética» de Paradiso y los «linajes» de Oppia- no Licario, así como el ensayo auntobiográfico «Confluencias», de José Lezama Lima; también De Peña Pobre, el bildungsromande Cintio Vitier, ciertos poemas de Fina García Marruz o de Octavio Smith; las «recuperaciones» de la infan- cia hechas por Eliseo Diego... El «idilio insular» de los origenistas fue además una historia de filiaciones, un «idilio familiar». Ellos configuraron esa «escena primordial» que hoy continúa gravitando en la cultura cubana, enemiga de los psicoanalistas. Virgilio Piñera, hijo descastado y bastardo de Orígenes , siempre se burló de las sublimaciones católicas y sus blancos favoritos fueron las fabulaciones entremezcladas de la familia y la ínsula bucólica, nuevoGénesiscon el cual dar sentido a coartadas decimonónicas. Por eso Cintio Vitier, albacea simbólico de aquellos credos, ajusta cuentas con Virgilio en Lo cubanoen la poesía(1958): Es obvio en el tono y la tesis de este poema [«La isla en peso»] el influjo de visiones que (...) de ningún modo y en ningún sentido pueden corresponder- nos. Nuestra sangre, nuestra tradición, nuestra historia (...) nos impulsan por caminos muy distintos. Evidentemente, no hay mucho lugar para las pesadillas piñerianas dentro de las inspiradas visiones y las cuidadas genealogías deOrígenes.Según el veredicto 40 homenaje a virgilio piñera Ernesto Hernández Busto encuentro 6 Lorenzo García Vega encuentra en el siglo XIX el origen de cierta mistificación, una metamor- fosis grandilocuente del pasado que aparece en toda la cultura cubana y que la generación de Oríge- nesllevó a su máxima expresión. Véase «La opereta cubana en Julián del Casal». Los años de Orígenes, Monte Ávila Editores, Caracas, 1979.de Vitier, Piñera se mueve en los mundos sombríos del negrismo, el surrealis- mo y el existencialismo para darnos «un testimonio falseado de la isla». En realidad, lo que Vitier no le puede perdonar a Piñera es la inoculación del virus, la destrucción por el absurdo de los mitos origenistas, y sobre todo, su crítica a la sacralización católica del orbe familiar e insular. 7 El gran tema del mejor teatro de Piñera (Electra Garrigó, Aire frío, El no, Dos viejospánicos...) es, como en la tragedia, el enfrentamiento de la familia a una exterioridad. Exterior que comienza siendo una atmósfera de tedio social y termina por asfixiar la sociedad misma. En Elnoes bastante obvia la referen- cia a la legalidad de la tradición, al ahogo del «deber ser», a la ley del «sí», representada primero por los padres y luego por «hombres» y «mujeres» anó- nimos. Poco a poco, el orden represivo de la familia se va ampliando hasta que, en el último acto, la familia es sinónimo de la sociedad: los «vecinos», los «otros» se convierten en los vengadores morales de Laura y Pedro: la policía se encarga de una «reconstrucción de los hechos» (paródico teatro dentro del teatro) para terminar anunciando la «culpabilidad» de los protagonistas. Al final, se decreta el castigo: hombre:(Caminando hacia la puerta.)Decir no ahora, es fácil; veremos dentro de un mes. (Pausa.)Además, a medida que la negativa se multiplique, haremos más extensas las visitas. Llegaremos a pasar las noches con ustedes, y es probable, de ustedes depende, que nos instalemos definitivamente en esta casa. (Sale, seguido por el auditorio.) Frente a la destrucción anunciada de la diferencia entre la Casa y el Exterior, los protagonistas de El no deciden suicidarse. Con gas, por asfixia, metáfora tanática del ahogo, del aire enrarecido que se viene respirando en el teatro de Piñera desde los interiores sofocantes de Electra Garrigó o Aire frío. Reinaldo Arenas, en un ensayo clásico sobre Piñera, ha asociado este ahogo con la omnipresencia solar de la isla, con una luz de la que nunca pudo escaparse: Esa luz, ese animal cósmico y doméstico, esa ferocidad sin límite y sin campo para expandirse, es lo que nos retrata y refleja y a la vez nos proyecta, convir- tiéndonos en el rebelde, es decir, el aborrecido de los dioses establecidos, el 41 homenaje a virgilio piñera Una tragedia en el trópico encuentro 7 El enfrentamiento entre Cintio Vitier y Virgilio Piñera tiene una larga historia. Pasa por reseñas en Orígenes y Ciclón hasta que finalmente Piñera resulta encerrado por la crítica origenista en una serie de visiones teológicas sobre el problema del mal. A propósito, Antonio José Ponte dice de las opiniones de Vitier: «Conjeturas de teólogo para explicarse la voluntad del mal, procura des- torcer lo retorcido: la escritura piñeriana como retorcimiento del espíritu. María Zambrano lo habrá pensado a su manera al escribir que la poesía de Virgilio tiene mucho de confesión al re- vés. Regresamos a la génesis de la escritura por antagonías. Sólo que ahora el antagonista vive dentro de Virgilio y ese romanticismo inconfesado al que se refería Cintio es la almendra de su escritura. Virgilio Piñera es su propio antagonista, figura poética que repitió en su poesía última: el eterno tironeado de sí».maldito. Toda la obra de Piñera es la obra de un expulsado. Tocado por la mal- dición de la expulsión, entrar en su mundo es entrar en el infierno, o, cuando menos, sentirnos absolutamente remotos del paraíso. 8 El exceso de luz en Piñera es la metáfora de una indiferencia entre interior y exterior, un agente que disuelve los vínculos de sangre, que socava las filiacio- nes. Luz Marina, protagonista de Airefrío,padece todo el tiempo esa ilumina- ción corrosiva y el calor asfixiante que propicia el infierno doméstico. De la isla iluminada hemos pasado a la isla sofocante, al tedio permanente de una luz única. El idilio insular se ha convertido en círculo del infierno. El drama de Piñera —nos dice Arenas— es, pues, el drama intrínseco del hom- bre tropical e insular, el drama de la intemperie y las sucesivas estafas, el drama de la desnudez y el desamparo ante la vasta tachadura de un paisaje que sucum- be perpetuamente ante invasiones sucesivas. Ese hombre ofendido, desposeído y sin dioses, contando sólo con su desarraigo, es una figura grotesca, patética y absurda que en medio del resplandor se bate y debate entre una explanada y un muro dominados por un foco aún más descomunal. 9 Con un notable juego irónico, Piñera pone a los protagonistas de la tragedia cubana en una representación de la hybrispor defecto: si los clásicos griegos concebían un castigo divino para la exageración de las pasiones y el afán dioni- síaco del exceso, en El nolos personajes principales se «pasan de la raya» en el sentido opuesto, violan el orden establecido desde el extremo contrario al desenfreno carnal: un ascetismo apolíneo es lo que los convierte en «mons- truos». De cómo Apolo, divinidad solar, se metamorfoseó en Dionisos tropical. III. de teocracias y parricidios —Nunca los dejaré— decía en voz baja: aunque me claven en la cruz, aunque me escupan me quedaré en el pueblo. Y gritaré con ese amor que puede gritar su amor hacia los cuatro vientos, eso que nuestro pueblo dice a cada instante: me están matando pero estoy gozando. Virgilio Piñera (1962) 42 homenaje a virgilio piñera Ernesto Hernández Busto encuentro 8 Reinaldo Arenas: «La isla en peso con todas sus cucarachas»,Necesidad de libertad,Kosmos Edito- rial S.A.. México, 1986, p. 116. Arenas cita un estudio de la iluminación en el teatro de Piñera hecho por Matías Montes Huidobro: Persona, vida y máscara en el teatrocubano,Ediciones Univer- sal, Miami, 1973. 9 Reinaldo Arenas, op. cit., p. 117.«La tragedia nace —nos dice Walter Nestle— cuando se empieza a contem- plar el mito con ojo de ciudadano». De manera similar, podría afirmarse que la opereta trágica de Piñera se acomoda en la crisis de la política cubana inte- grada al absurdo moderno. Para Piñera, la revolución cubana tiene bastante de teatro, de nuevo deco- rado en una historia viciada de raíz. La «renovación revolucionaria» no va mucho más allá de la hipocresía republicana, a la que agrega el afán eugenési- co del «hombre nuevo». La «reforma moral» no es un mal nuevo en la literatura de la isla. Pueden citarse, como extraídos de una larga «historia clínica», los reproches del jesui- ta Salmerón a los «extravíos poéticos» de Tristán de Jesús Medina, o las refe- rencias al «cáncer decadentista» de Julián del Casal, hechas lo mismo por reaccionarios pro-españoles que por independentistas consumados: Fray Can- dil o Manuel de la Cruz; el estigma de la locura de Milanés, las consideracio- nes sobre la «histeria pictórica» y el «metaforismo delirante» de Martí... Modelos decimonónicos, ecos tropicales de la crítica de Bourget y de Guyau al modernismo baudeleriano. Pero también crítica cauterizadora, ortopedia literaria que incorpora nuevos prejuicios con el positivismo y llega hasta la censura socialista, «medicina social» declarada por el Gobierno Revoluciona- rio en el tristemente célebre Congreso de Educación y Cultura (1971) y en la «ejecutiva» ley 1267, publicada en la Gaceta Oficial del 12 de mayo de 1974, que adicionaba a un edicto de diez años antes el incisoj)sobre «homosexua- lismo ostensible y otras conductas socialmente reprobables que proyectándose públicamente incidan nocivamente en la educación, conciencia y sentimientos públicos y en especial de la niñez y la juventud por parte de quienes desarro- llen actividades culturales o artístico-recreativas desde centros de exhibición o difusión». Sería largo enumerar aquí las peripecias policiales que envolvieron a Piñe- ra y su obra 10 : baste decir que padeció la vocación jesuitica de la «renovación social» desde una inevitable marginalidad. Por esta razón, su crítica de la «teocracia casera» se lee también como sáti- ra de la teocracia revolucionaria. Virgilio Piñera y Reinaldo Arenas hacen una política del deseo cuando describen la saga de la carne, o como leemos en Dos viejos pánicos, de la «carne con miedo». Por una simpática coincidencia, la represión del homosexualismo en el tea- tro cubano se acompaña de una vocación por los temas helénicos. El «bacilo griego» que inoculó Piñera no fue una simple mímesis pasajera. Leyendo Los siete contra Tebas(1968), de Antón Arrufat, entendemos que el trasfondo del «ciclo griego» no es otro que el problema del poder, la pregunta por el hrátos. 43 homenaje a virgilio piñera Una tragedia en el trópico encuentro 10 Una descripción detallada del «caso Piñera» puede encontrarse en el citado ensayo de Arenas, uno de Guillermo Cabrera Infante («Tema del héroe y la heroína». Mea Cuba, Editorial Vuelta, México, 1993) y en el texto de Enrico Mario Santí «Carne y papel: el fantasma de Virgilio» (revis- ta Vuelta,Nº 208, marzo 1994).En El no, el cuestionamiento de Piñera utiliza los límites más evidentes de la política para llegar a la médula (existencial) del problema de la autoridad. Vicente y Emilia son obligados a «poner las cosas en claro» y resultan víctimas de un «derecho consuetudinario» que ha encarnado en el populismo socializante. Así, en el juicio improvisado y kafkiano del último acto, el protagonista declara: vicente: Todos ustedes tienen una justicia muy especial: pueden decir «no», y es un «no» tan incondicional que para sostenerlo se constituyen en tribu- nal. Pero si Emilia y yo decimos «no», es un «no» infamante. Es curiosa esta conjura de la tradición intolerante y de la legalidad revolucio- naria: ambas conforman una misma pulsión unificadora, limitan por igual la diferencia de los comportamientos. Pero Eros lleva a Tanatos. Una muerte sórdida ronda a casi todos los per- sonajes de Piñera, incluyendo a los dos de El no. La muerte es la última estra- tegia y la última negativa, pero no tiene un significado trascendente. Resulta —recordando un título del propio Piñera— una de las «pequeñas maniobras» de la supervivencia. 44 homenaje a virgilio piñera Ernesto Hernández Busto encuentro Castillo de los Tres Reyes del Morro de La Habana antes de 1762.Miami, 15 de julio de 1999 Distinguido profesor: He recibido su extraña carta de fecha 13 de junio, con documentos anexos que forman un total de 16 hojas en la forma siguiente: carta personal dirigida a mí de dos páginas con copia al Dr. Oscar Zanetti y al Lic. Manuel López (tarjeta suya personal adjunta con su dirección en Venezuela); copia fotostáti- ca del documento manuscrito, en papel timbrado de Johns Hopkins Univer- sity, por mi amigo el Prof. Franklin W. Knight donde se estipula que usted fue incluido entre los académicos autorizados, por la Licencia C-36680 del Depar- tamento del Tesoro de Estados Unidos, a viajar a Cuba como participante en el Congreso Anual de Historiadores del Caribe celebrado en La Habana. Adjunto a este documento hay dos páginas fotocopiadas de dicha licencia. En otra página aparecen fotocopiados el mensaje dejado por mi hija Beatriz Moreno Masó a usted en el Hotel Habana Tryp y una tarjeta de la Dra. Sherry Johnson del Departamento de Historia de Florida International University, con su dirección y su nombre tachados, y el mío escrito a mano en la parte superior; finalmente, un grupo de hojas fotocopiadas y presilladas que inclu- yen la portada de la revista Debates Americanos, Nº 2, Julio-Diciembre 1996, el índice de contenido de dicha revista, y el artículo «Cuando reinaba su majes- tad el azúcar. Entrevista a Roland T. Ely» por Pablo Mariñez, comprendiendo esto último un total de ocho hojas (pp. 65-72). Este inusitado exceso documental en una carta a alguien que usted mismo califica de «estimado y apreciado amigo» enmascara lo que en realidad no es más que una acusación sumamente delicada que usted ya hizo pública en la entrevista que aparece en Debates Americanos, la cual yo desconocía. Se trata del destino que debe dársele a un grupo de documentos históricos que usted me entregara en Caracas, sin darme detalles sobre su procedencia, y que yo repatrié a Cuba. En Caracas, donde estuve poco tiempo en esa ocasión, no tuve oportunidad de revisar dichos documentos. Dice usted en la citada entrevista que Don Julio Lobo, a quien usted conoció en Cuba (p. 69), le había dado los mismos «para cuidar» (p. 71). Añade que usted los tenía en Estados Unidos y luego los trasladó a Venezuela, donde al fin me los entregó a mí (p. 71). Por lo 45 encuentro Carta abierta al Sr. Roland T. Ely Manuel Moreno Fraginalstanto se trata de un patrimonio histórico cubano que yo no saqué de Cuba, sino reintegré a Cuba, mi patria. Una vez en Cuba tuve ocasión de verlos detenidamente. Para mí no conte- nían información nueva. Se trataba de cartas cruzadas entre Tomás Terry y Moses Taylor. Tomás Terry me era una figura muy familiar, no sólo por la importancia extraordinaria que tuviera en el siglo pasado, sino también por- que mi padre, Elpidio Fausto Moreno y Uría, fue administrador del Ingenio Juraguá que Terry fundara. En mi obra El Ingenio(premio Clarence H. Haring de la American Historical Association para el quinquenio 1977-1982), defino a mi padre como hombre de memoria prodigiosa que me trasmitió su enorme experiencia como administrador de grandes ingenios, entre los que también se encuentra el otro ingenio que usted citara en la entrevista, el Sole- dad de la familia Atkins (p. 69). Mi padre conoció muy de cerca los negocios azucareros de Atkins y Terry. Por mi padre conocí la vieja oficina de Terry donde entre el polvo y los años se guardaban esos documentos de los que usted habla. Se equivoca usted nuevamente al declarar que los documentos de Terry «nadie los había tocado durante cerca de 80 años» (p. 67), ya que fueron los primeros que consulté en la difícil etapa de aprendiz de historia- dor a finales de la década del treinta. Allí se encontraban cartas de Moses Tay- lor a Terry, como en la Biblioteca Pública de Nueva York se encuentran cartas de Terry a Moses Taylor. Estos documentos los vi, anoté la información y los dejé en el lugar correspondiente. Véase mi artículo publicado por la revista Luxen La Habana en 1941 (cuando yo tenía veinte años) «Del esclavo al obrero asalariado». Cuando vi los documentos que usted me entregó, recono- cí de inmediato su procedencia. Además de afirmar que Julio Lobo le entregó dichos documentos, declara usted que él «tenía ganas de escribir un libro, o usar un libro manuscrito por otro, para ponerle su nombre» (p. 69). Conocí a Don Julio y admiré su enorme capacidad empresarial, así como su integridad y su amor a la historia. A Don Julio le debemos el más grande museo Napoleónico fundado fuera de Francia. Gracias a Don Julio Cuba posee la mejor biblioteca azucarera del mundo. Gra- cias a él llegaron a Cuba documentos de todo el mundo azucarero y nunca per- mitió que esta riqueza documental se sacara de Cuba, ni necesitó que alguien le escribiera un libro sobre un tema que él conocía mejor que nadie. Finalmente, una palabra más sobre Don Julio Lobo a quien tanto debe la cultura cubana. ¿Cómo puede usted afirmar que Don Julio adquiría ingenios «para darse categoría social» (p. 69) mientras «los inversionistas norteameri- canos más astutos» vendían los suyos (p. 69)? Demuestra así usted una inson- dable ignorancia azucarera. Don Julio, como usted menciona, controlaba «la venta de la mitad de la zafra de azúcar de Cuba, y la tercera parte de Puerto Rico» (p. 69). Para llevar este control necesitaba tener siempre, y ahora voy a utilizar la frase de Don Julio, «más de medio millón de toneladas en la muñe- ca». Esto se entiende cuando se conoce la diferencia entre el azúcar físico, que producen los ingenios, y el azúcar bursátil que era el negocio al que se dedicaba astutamente Don Julio, y que lo llevó a convertirse en el hombre 46 Manuel Moreno Fraginals encuentromás rico de Cuba. Eso sólo se lograba poseyendo ingenios, aunque algunos de ellos dejaran pérdidas. Don Julio negociaba en la bolsa, no con sacos llenos de azúcar, pero como protección tenía que tenerlos «en la muñeca» en caso de que fuese necesario. Después de revisar los documentos que usted me entregara en Caracas, quedaba el problema de a dónde destinarlos para que sirviesen como fuente a futuros investigadores. Tomar esa decisión se me planteó en un momento en que sabía que los archivos de las asociaciones de hacendados azucareros y colo- nos cañeros estaban siendo destruidos por incuria oficial. También sabía que no se estaban haciendo esfuerzos por preservar este tipo de documentos, pues yo personalmente doné película de microfilm con el propósito de fotografiar documentos que estaban desintegrándose en archivos y bibliotecas nacionales y no pude conseguir que los funcionarios se interesaran en esa labor. Conocía las dificultades burocráticas que jóvenes investigadores tenían que salvar para consultar cosas tan elementales como periódicos de tan sólo diez o quince años atrás: hasta para eso necesitaban un permiso especial. Así que decidí mantenerlos en mi poder donde siempre estuvieron, junto con mi biblioteca, a la disposición de investigadores nacionales y extranjeros. Es precisamente por esta ayuda prestada a investigadores norteamericanos que la American Histori- cal Association me honró ese año haciéndome Socio de Honor. Creo que fue a finales del año 1991-1992, cuando le entregué muchos de los documentos históricos que tenía en mi poder, incluyendo parte de los que usted me dio, al Dr. Eusebio Leal Spengler, por considerarlo un excelente curador e íntegro funcionario. El resto de los documentos, que usted ahora califica patrimonio nacional, se encuentra como usted indica en mi casa en Miramar, es decir en Cuba . Es muy posible que continúen deteriorándose, como usted menciona en su carta, por las actividades destructoras de insectos y hasta ratones. Sin embargo, en cuanto al patrimonio nacional se refiere creo que la destrucción de insectos y ratones ha probado ser históricamente mucho menor a la que actualmente está teniendo el dólar. A pesar de ello, le he indicado a mi hija que los entregue a las autoridades pertinentes. Y, quien sabe si a la larga tendrán nuevamente que ser repatriados. Sin otro particular a que hacer referencia, me despido de usted apreciado amigo. Atentamente Manuel Moreno Fraginals Cc: Franklin W. Knight 47 Carta abierta al Sr. Roland T. Ely encuentroNext >