< PreviousVidrieras Tuve aquellas muñecas de El Encanto que un día volaron hechas trizas. Las vi caer sobre un callejón sin salida, descuartizadas. Tuve la razón, la conformidad de una ciudad con sus vestidos caros y baratos y sus muñecas frígidas. «Soy frígida» —dijo su voz a mi oído y fingió (entonces) sentir. Porque paseábamos, sin otra voluntad que fingir una dedicación absoluta a un atavismo, cuando todas las avenidas se cruzaban bajo el mar y uno sentía pudrirse los sentidos de los otros con la pisada todavía caliente encima del tapiz metálico de las alcantarillas, contra esa prosperidad tan esperada, un desliz. La casualidad puso ante mí esas muñecas caras, «con su despreocupada alegría de vivir» engañándome. Y si alguna vez cosí un botón de nácar con un cabello arrancado con los dientes lo puse con mi boca sobre tu camisa, la humedecí un poco «brujería»—dijiste— ¿de qué sirvió poseerte y fingir? Como los cuellos de esas muñecas caras estalló por debajo el desdén, la imposibilidad. Cuellos quebrados por el enclavamiento de la trama y retorcidos unos contra otros después, sufriendo lo que no llegó a ser. Poemas inéditos 8 encuentro homenaje a reina maría rodríguez9 Hacia el final del paseo la curva en serpentina (rota) del tiempo y la vidriera sustituida por cartón. «Nada sustituye hacia el fondo del día, una imagen malograda de las cosas» —me dices. Fueron aquellas muñecas decapitadas de la infancia con sus trajes de matelassé, y sus deseos cortados de cuajo. Poemas inéditos encuentro homenaje a reina maría rodríguezLas brutas Cuatro mujeres se ahorcaron en el altiplano. Degollaron con paciencia a sus animales sus veinte cabras sus dos perros de raza, y los cuerpos colgaron al vacío. Pero el vacío tenía una luz morada ese día y había pájaros presenciando el desangramiento de aquella sangre joven. Eran hermanas y los perros eran amantes y las cabras pastaban sobre la misma colina cruzaban y descruzaban sus patas delanteras con lento movimiento de felicidad. Al levantarse, uno no estaba con ánimo de asistir al paisaje. Uno no oyó el canto de las cabras al concluir su camino. Uno no oyó ladrar a los perros (su silencio es la muerte) y no hay que volver los ojos sobre las cumbres nevadas con las cuatro mujeres colgantes (pueden ser de arcilla a esta distancia) figuras de paja seca al sol, (espantapájaros) alguna ilusión de ceniza en lo alto. Detrás, sigue pasando el río. Cada vez más claro, más manso. El viento a cada rato las mece. Nadie se atreve todavía a descolgarlas. Nadie quiere concebir el aullido sin eco de altiplano. Mujeres sin hombres (bestias) con las rodillas flacas —no fueron ellas las del grito, las de la queja— fue más bien de los animales la lamentación. Suena un cuerno de caza medieval. El hombre en una niebla de pasión, recuerdos Poemas inéditos 10 encuentro homenaje a reina maría rodríguez11 y amargura (baja) pero ha llegado tarde a rescatarlas. Luciana se casaba la próxima semana. No pudo aplazar la decisión colectiva, el rito de morir de sus hermanas. Justa zurcía para un orfelinato y Quisque daba de comer a los animales. Unas vidas sencillas… Quisque, Justa, Lucía y Luciana reventaron el cordel que juntas las ató. Las brutas, les decían. Las sabias, murmuraban. Contradicción de la representación. Formalidades. Cuatro figuras, veinte cabras y dos perros de raza caen como semillas en la escarcha. Una mano, el lomo de un perro, la falange, un cuello cortado en cruz mi hocico, el tuyo. ¿El cordel que las funde es el límite? ¿El límite ese grito que nadie escuchó? ¿Cómo virar los ojos de un paisaje sin perros ni cabras? Poemas inéditos encuentro homenaje a reina maría rodríguezCéline y las mujeres «Soy el hijo de una zurcidora de puntillas antiguas —decía Céline, reclamando un espacio— y por eso conozco las delicadezas del infierno. Soy uno de esos pocos hombres que sabe diferenciar la batista de los encajes de Valenciennes de los de Brujas. Hasta cortarlos sé.» Con una tijera de mango rojo he cortado la sangre. Y toda la ceremonia del amor no era más que un coágulo. Una mancha caliente. Por eso tengo a mi cargo «la puntilla del tiempo», esa que pende de los finales y los remates bien estirados. Y no hay nada más relacionado con el estilo que un tejido de encaje en la sábana —esto lo apunta ella cuando vuelve de esconder el supuesto cesto de la costura de los ojos de él. Hay una vela derritiéndose a mi lado, una llama que no se volverá a encender. Es la llama de mi madre y, con ella, toda mi vida desciende. Cuánto esperma regado por el plato, sobre el mantel, entre la sábana de anoche. Ese es su triunfo: caer, decaer. Cada mancha en los brazos —pobre sabiduría de marcar los espacios (la enormidad) de esas zonas pegajosas, embadurnadas de pasado y desconfianza. Son cosas de los dos. Mi madre y él tejían a propósito de una destrucción seguida de otra, con ahínco. Poemas inéditos 12 encuentro homenaje a reina maría rodríguez13 Cansado de ser un gozador (y ella de ser una zurcidora) se acuesta sobre su regazo ahora. Criatura de esperma que se va derritiendo en sílabas primero —supongo que será el origen— sin demostraciones después. Balbucea el remate, la cicatrización. Ella es más hombre, él más mujer. Así se han comprendido provocando un corte, un estilo. La palabra que encuentran en el semen de-rre-ti-do dice «unificar». Luego, «poseer». Él la sigue mirando por el hueco sin remate. Ella oprime la mano que tiembla, pero no afloja la puntada. Saldrá una letra, un coágulo de nata de insoportable olor que también se agrietará. Por más que pretendieran armar este tejido juntos, se zafa. Es la familia, Céline, la voz de trueno de mi padre quien no me dejará torcer la palabra final con ese hilo tan blando que va quedando rezagado, pero que sube al fin por la frágil esquina del paño y dice: «traición». No me quejo, la veo bien, casi la toco, a distancia. Antes de que la vela y mi rostro dentro del tuyo se apaguen. (Poemas pertenecientes al poemario inédito El libro de las clientas) Poemas inéditos encuentro homenaje a reina maría rodríguezNo, no oigo a Bach por ninguna parte —mientras la señorita tocaba el último acorde de la fuga de Bach— Las fusas (garrapatas dobles sobre el pentagrama las llamaba Fe) con la gravedad que tanto trabajo costaba interpretar. La intensidad perdida de aquellas semifusas con insatisfacciones. Cantatas sacras de un subterfugio cualquiera y salir por la ventana del baño hacia la mañana de un domingo lluvioso. El piano encerrado todavía dentro de la casa enloquecido por los arrebatos de Melchor sobre sus cuerdas rotas. Un vulgar programa de música clásica por la radio donde una mano cualquiera, lo golpea indiferente. Y ella buscando atrás, atrás, una fuga sin terminar, ciento veintinueve compases que simbolizan la palabra obsesión y luego el llanto. Ya no oigo a Bach por ninguna parte en la versión de Wanda Landowska. No oigo los tropeles (esos devaneos), sus cizañas. De manera que a mi sensibilidad la corrompieron también esas esquirlas que sin querer nos sobrepasan. Todo mi dinero invertido en comprar aquellos discos gradualmente sonándoles más la inconformidad, —menos la devoción cada vez— tras un deseo ingrato por las cosas que no vienen rayadas en la placa. Oírte regresar por la escalera del arpegio con futilidad, con desdén. Poemas inéditos 14 encuentro homenaje a reina maría rodríguez15 Ruidos, atropellos, sarcasmos... (Contrabando en la Casa de la Cultura Checa que tampoco existe ya en P y 23.) Iba a los conciertos los domingos con aquel vestidito de seda gris y el hueco es cada vez más profundo, más repugnante, entre aquella muchacha sencilla, y yo. ¿Será que anduve de viaje por la inutilidad de sentir? ¿Será que el teatro se quemó bajo una cúspide de resonancia frágil? La casa se derrumbó una mañana de domingo hacia la esquina de Neptuno, y las teclas sonaron sin Fe sobre mi espalda abotonada al nácar de un teclado que había dado la vuelta (en redondo) al mundo de una esquina, sobre amarillos arrancados de cuajo —a una tecla, a un botón, a las aproximaciones de mis manos— con esa pobre indiferencia de las muchachas comprometidas con nada, (pero con algo aprendido de aquella vanidad pecaminosa) sospechando que valdría muy poco sostener aquel sí definitivo. «¿Para quién?»—me preguntaba Fe desde el teclado. Fue mi pasión, lo sé, trucar los dedos de un semitono equívoco. En fin, no me quejo. Pero queda esa desazón, esa vaga nostalgia que se llamaba música contra los pedales al chocar Poemas inéditos encuentro homenaje a reina maría rodríguezmuy des-pa-cio primero (aprisa luego) con arrepentimiento de bronce mal pulido bajo la piel, corrompiéndose allí (reverberando) en el dorado champagne de otras imágenes pasadas por los dedos. «¡Un delirio mal tocado!»—gritaba ella— un dolor de las fusas clavadas en el pecho, a contrapunto, alta traición de un tiempo desmedido, pero «absolutamente medido» —decía muy segura— entre un compás y otro, contra el miedo. Poemas inéditos 16 encuentro homenaje a reina maría rodríguez17 Tamaño de las manzanas «calculando siempre el tamaño de las manzanas exportadas» Marina Tsvietáieva «Manzanas de Vuelta Abajo» —dice mi madre. Y el sueño del otoño empieza a descender con ellas por el esófago hasta el centro hundido del ombligo que termina en un hilo rojo azucarado intenso para sujetarme a trabajar, a trabajar... ¿Qué más puedo hacer? He perdido las ilusiones de los sabores, de las cosas. Me reduzco a confiar en lo mínimo. Termina el siglo y la pasión. Las noticias parecen territorios donde el deseo penetra sin saber qué habrá después. Una incertidumbre sin religión, sin fe. Una fuga de las fuerzas del mal celestial. Debería tener un bosque por donde caminar contra la arenilla del viento. Debería saber que alguien me quiso alguna vez. Pero, humildemente, me siento a trabajar con el puré de manzanas revueltas en mi estómago. Con ese fruto contagioso del árbol prohibido. Quiero fingir que seguiré, que seguiré… La mente está vacía, los deseos se fueron y la rutina desplaza a la imaginación hacia el fondo. Poemas inéditos encuentro homenaje a reina maría rodríguezNext >