< PreviousNo sé si he alcanzado una cierta armonía, no sé si quien vive escribiendo abrumadoramente puede hablar de armonía, pues, quien escribe en vida 6.000 poemas de la extensión e intensidad, de la variabilidad invariable de los míos, no puede, quizás, hablar por propio derecho, de haber accedido a una armonía. Yo tengo la convicción de haber nacido para el monaste- rio, pero, o no me atreví, o no lo vi a tiempo, o simplemente la circunstan- cia no me lo facilitó: y en su lugar, escalón segundo, hice poemas, que han sido mi Libro de Horas y Devocionario, mi modo de permanecer sentado a la puerta del templo, no como un Kafka tortuoso y atormentado (aun- que no niego que en mi vida y en su trabajo hay bastante de eso), sino como un monje zen. El sabio no produce nada, dice Cioran. Y yo he pro- ducido, de modo que ateniéndonos a esa definición, no soy sabio. Soy, si se quiere, poeta (palabra que me repatea). Y siéndolo, vivo una encarna- ción, en el sentido católico y en el sentido zen budista. No vivo una afición sino, como bien dice tu pregunta, un oficio: ¿noble oficio? Eso depende de quien lo ejerce; todos los oficios son nobles, según quien lo ejerza. Robar, ejercido por Genet, acaba siendo un oficio noble, y Genet un caco noble; o el sadismo de Sade acaba siendo algo noble, a dife- rencia del sadismo no escritural ni verbal de los bestias auténticos que a veces se visten de nazis, otras de politicastros creídos y de mesiánico narci- sismo. Cada vez que ha emanado de mí un poema, he estado atento a la emanación que suele ser bastante rauda, y esa atención ennoblece, pues es la atención del orfebre que quiere ayudar, apoyar y sostener al don recibi- do ejerciendo su oficio y ojo, un ojo que, a estas alturas y tras larga prácti- ca, ya algo conoce y reconoce del misterio de la gestación: entre ambos, el que recibe el don, y el oficiante, se elabora el poema: los dos se necesitan, ambos son caras de la misma moneda, y no se puede decir que uno ocupe el rostro anverso y el otro el reverso, pues ambos se funden y confunden durante el acto poético: esa, para mí, soledad y salvación. Pues, y lo digo con conciencia de causa, de no haber sido por la poesía hubiera sido: a) un hombre infeliz; b) un enfermo mental; c) quizás un suicida; d) un inmaduro ciudadano del orbe y de la urbe (esa urbe que ha sido una de mis ubres, y que en mi caso fue La Habana, y luego, Nueva York). j.l.a. Como tú mismo has reconocido, has transitado como poeta un camino muy soli- tario. Sin embargo, sin renunciar a tu soledad creadora, y sin desconocer la consi- derable difusión que ha tenido tu poesía en el ámbito iberoamericano, creo que en los últimos diez años ha sucedido acaso algo imprevisto en tu vida: eres cada vez más leído y admirado por muchos jóvenes poetas y ensayistas cubanos, algo que no te sucedió con los escritores cubanos de tu generación. Has entrado lenta pero pro- funda e intensamente en el más severo canon de la poesía cubana contemporánea. Incluso, luego de cuarenta años de ausencia, visitaste la isla. ¿Te sorprendió ese reconocimiento tardío? ¿Te sientes parte de alguna familia poética? ¿Ese viaje al légamo de tu infancia y adolescencia, ha significado algo para tu creación? j.k.No puedo dejar de sonreír ante la palabra canon, ese negocio que me parece una ceguera de prepotentes. No me incumben cánones ni cañonas, Jorge Luis Arcos 28 homenaje a josé kozer encuentro29 me incumbe hacer, con prolijidad humilde, mi trabajo, vivirlo en su gesta- ción y culminación diaria, viéndolo, desde su natural desgarramiento inte- rior, caer en un saco de olvido, real en el sentido de que soy incapaz de recordar mis poemas: de hecho, no soy capaz de recordar un poema escri- to ayer y corregido esta mañana. Uno de mis ejercicios zen consiste en recordar todo lo ocurrido durante el día y, por ejemplo, cuando practico ese ejercicio a la noche, suelo recordar casi todo con fidelidad, pero casi nunca soy capaz de recordar el título del poema que corregí esa misma mañana, mucho menos de lo que trata y, por supuesto, muchísimo menos lo que dice: todo, inexplicablemente, se me ha borrado, con lo cual puedo escribir otro nuevo poema al día siguiente, y con lo cual vivo día a día la dicha de la tabula rasa.Es, para mí, un festín, un jol- gorio: algo espléndido. Lo disfruto haciéndolo, y lo olvido en menos de lo que canta un gallo. Creo estar cada vez más cerca del gallo de Chuang Tzu, que es el gallo de madera, indeterminado, nada imperioso ni gallo, ave inmóvil que en mi caso se moviliza a través de los movimientos de una mano que escribe a mano, o que teclea corrigiendo poemas. Dicho lo anterior, cómo no expresar alegría y agradecimiento, ante la acogi- da que a mi trabajo se le viene dispensando entre muchos cubanos, sobre todo los más jóvenes, unos jóvenes que no se suelen casar ni con Dios ni con el diablo, que son huesos duros de pelar, y que tienen una cultura múltiple, voraz, extraordinaria: si ellos te leen con fruición puedes sentirte dichoso. Y para mí ser leído por Reina, Ponte, Marimón, Saunders, Sánchez Mejías, Pérez de Armas, Juan Carlos Flores, Ricardo Alberto Pérez, Damaris Calde- rón, Soleida Ríos (voz que me atrae desde hace tiempo por su registro inasi- ble y numeroso, numénico) o por un amigo que tengo en España de nom- bre y apellido Jorge Luis Arcos (alias Yoyi) es un verdadero honor. Y no veas acá retórica en la palabra honor, sino que se la ha de ver en el sentido que dio Martí a esa palabra cuando dijo «honrar honra». Me siento honrado de ser leído por estos jóvenes, ellos son mi familia, y a ellos me atengo. Esos poetas cubanos y otros poetas jóvenes de Latinoamérica (Brasil incluido, y mucho) me brindan auténtica alegría, al saberme acogido por ellos: eso, cómo no decirlo, tras una vida de trabajo, y de dar muchos palos de ciego, me tranquiliza, me palía horas a veces muy difíciles de soledad. La verdad (a la verdad, a la verdura) no tenía la menor idea de que mi tra- bajo era apreciado en Cuba, y en particular por los jóvenes (creo que com- parto esa dicha con Lorenzo García Vega, esa viva voz desencajada y poliva- lente que va dejando trazas y destrozos maravillosos por su propio y arduo camino): por supuesto que al percatarme de ese interés fui dichoso, dicha a la que he tenido que poner freno para no caer en tentación de vanidad (Pull down thy vanity, me digo a diario, al anochecer, como especie de man- tra, siguiendo las palabras de un hermoso poema del viejo Pound). He sido un escritor prolífico, pero si algo puedo decir respecto al regreso a Cuba, esa semilla, sémola y semillón, es que desde el regreso me he vuelto aún más prolífico, y ello lo atribuyo a algo que en mí se removió: una remoción Lo hermoso fluye sin espacio homenaje a josé kozer encuentrocuyos flejes de agua siguen reverberando, entrechocando y segregando escri- tura. ¿Cuándo acabará? Esa pregunta, que no me hago a menudo (soy en extremo supersticioso) no tiene sino una respuesta: acabará cuando acabe, sea por mi muerte, o sea porque dejaré de repente de escribir. Cuando ocu- rra, como los poetas chinos de la dinastía Tang, me iré a pescar. j.l.a. Has escrito a menudo sobre Martí, sobre su maravilloso Diario, sobre lo que significó para tu formación poética. Me gustaría que hablaras ahora de Casal, a quien siento tan cercano a ti en una extraña dimensión. ¿Se podrá algún día unir, como imaginó en un poema el poeta suicida Raúl Hernández Novás, a Martí y a Casal? j.k.Leí a Casal hace años, y más lo venero a través del poema que le dedicara Lezama, que a través de su propio trabajo, en el que no he reincidido demasiado. Quizás una característica de mi particular diáspora ha sido un alejamiento de la literatura cubana, que he desconocido mucho más que la alemana, la china, la japonesa, la norteamericana, la francesa, la española o la luso brasileña. Sólo recientemente he vuelto a leer literatura cubana, la alterno con otras literaturas, y luego se me desplaza (leo, como he dicho, a mansalva). Leí a Martí de muchacho y me cambió la vida. Me alteró. Me convenció de la existencia de algo muy mayor, inalcanzable: creo que me dio el empujón que probablemente necesitaba a los quince años para ini- ciarme como escritor. Mi voz primera se estrena en acopio martiano. Pero, de inmediato me voy; pego un salto y me pongo a leer a los simbolistas fran- ceses, sobre todo a Baudelaire, y al llegar a Nueva York (1960) leo a Lorca (que me deslumbra) y leo a los poetas americanos (no a la generación beat, que nunca me interesó gran cosa ni gran cosa me interesa) sino a Eliot, Pound, Wallace Stevens y, por ahí, ya luego entra el raudal: William Carlos Williams, John Berryman, Charles Olson, mi amado Louis Zukofsky, Ken- neth Patchen, Hilda Doolittle y la inmensa Emily Dickinson. De modo que para contestar con honradez tu pregunta, no podría decir si es factible unir a Martí con Casal, aunque intuyo que todos los poetas están unidos en ani- madversión y disidencia, a la vez que en amorosa fruición de trabajo, de modo que en un sentido lato tiene que ser factible que Martí y Casal consti- tuyan un orbe reunido, una entidad centauro que abreva en Cuba. j.l.a. Eres un poeta donde pervive el contacto sagrado, genésico, primordial con la naturaleza. A veces lo muestras a través de un efecto barroco, otras —como en tus poemas zen, para llamarlos de algún modo— a través de un intenso ascetis- mo verbal. A veces, esos dos movimientos se mezclan, se entreveran (el incesante mestizaje es uno de los secretos de tu estilo). ¿Eres consciente del gran efecto plás- tico que secreta tu poesía? j.k.No lo soy. No sé, en verdad, qué quiere decir plástico. No lo digo ni de broma ni para epatar, no tengo cabeza teórica, y palabras como metáfora, imagen, plasticidad, no me significan nada: no las veo. Pero sí tengo con- ciencia, a contrapelo y de rebote, de que mi poesía participa de un entre- juego de lenguajes, no en el sentido de que mezcle distintas hablas e idio- mas (eso es lo de menos), sino en el sentido de que al escribir, el lenguaje Jorge Luis Arcos 30 homenaje a josé kozer encuentro31 se me desplaza, juega en territorio propio, y yo lo único que hago es seguirle el galope. Y rayos, cómo galopa el muy sinvergüenza: acabo siem- pre jadeando, quietamente sudado, como salido de un embrollo, maraña y berenjenal en el que por poco me ahogo. Ahí se da todo: la palabra cubana que yacía oculta en el légamo interior y que de repente pega el salto de la liebre; o una expresión del yiddish que no había oído desde los tiempos de la casa de Estrada Palma y que ahora transcribo a mi manera en el poema que hago; o, lo que es para mí esencial, un atenerme al propio vericueteo de ese lenguaje, instrumento a medias conocido, para acceder a lo descono- cido, siempre sin éxito: se puede hacer un buen poema, pero no se puede hacer el deseado poema (Wallace Stevens: «Is there a poem that never reaches words...?»). Si algo he alcanzado es un estado de controlada libertad, de oxi- genación abierta, que me permite inscribir registros múltiples, desde una numerosidad moderna o, más que moderna, actualizadora (mas no enaje- nada de la mayor cantidad posible de tradiciones) que entraña la feroz y feraz manifestación de la palabra (mundo) multifacética, polivalente. Y así, yo que soy japonés sin dejar de ser cubano, o que soy judío sin dejar de ser un chino de la época Han, me doy banquete casi a diario escriturando disi- militudes ante las que más bien acabo encogido de hombros, tampoco por mucho tiempo, porque no quiero padecer de artritis. j.l.a. Me gustaría que comentaras esta frase del monje Hugo de Saint Victor: «Quien encuentra dulce a su patria es todavía un tierno aprendiz; quien encuentra que todo suelo es como el nativo, es ya fuerte; pero perfecto es aquel para quien el mundo entero es un lugar extraño». j.k.Esa elucubración es para mí verdadera. Apenas tengo nada que añadir. Dice a las mil maravillas, de modo cabal, lo que considero esencial a la per- sona abierta al mundo, a la existencia en cuanto misterio y desconocimien- to profundo. No saber es poder escribir: el que sabe no hace poemas. Mas debo añadir que el movimiento de la cita anterior puede llevarnos a erro- res: la patria es suave y dulce y no se es sólo aprendiz de ella y en ella, se es también ser en estado de búsqueda de perfección si se sabe adherirse a ella. Y la patria, o matria, o como se la quiera llamar (esa irrealidad que señala uno de mis versos) nos puede ceder sabiduría y profundo aprendi- zaje, de modo que no se es sólo aprendiz sino también consumado maes- tro artesano, si se atiene uno a la patria en su sentido ecuménico y amplio: ser cubano no es óbice de nada; nihil obstaten el ser cubano. Lo micro y lo macro no se tienen que separar, están fusionados: y quien vive la experien- cia de un caserío rural con sus tres nubes y dos riachuelos medio secos, puede llegar a comprender la experiencia telúrica y astral. No hay ética limitante, no hay estética unívoca, no hay tierra para unos y no para otros. O el abrazo es abrasador y completo o no vale gran cosa. Cada vez creo menos en los rechazos y más en los altos besos en la frente. Y la frente que besamos siempre es tierra a punto de desmoronarse. Así, más me gustaría permanecer aprendiz en un mundo extraño (aprendiz implica imperfec- ción) que ser perfecto en el mundo entero: ser aprendiz en mi entronque Lo hermoso fluye sin espacio homenaje a josé kozer encuentrocubano, en mi entronque telúrico, en mi relación con el mundo como totalidad (lectora). j.l.a. He tenido a veces la impresión de que vives y de que escribes con y desde una percepción utópica de la realidad (tal vez sería mejor decir: profética). Lo incor- poras todo, como el mar y, como el mar, eres el mismo siempre. Como un caos reconocible: los fragmentos caóticos que dibujan un rostro verdadero. Pero de esa misma natural y salvaje consistencia, emana una incesante extrañeza: una sed, un aviso, un barrunto de cosas desconocidas. Algo así como un légamo reminis- cente. Ni pasado ni futuro sino, acaso, ese «ancho presente» de que hablara María Zambrano, donde todas las formas comparecen, o como dijera ella misma: «La poesía, donde se encuentran en entera presencia todas las cosas». ¿Sentiste algo cercano a esto durante tu estancia en Torrox, Málaga? («¿Me habré muerto y regresado a Cuba?», te preguntaste allí). j.k. Escucha, buen amigo, escucha: toda mi existencia, toda mi interioridad que pugna y se revuelve o no, está hecha de un solo deseo, el deseo más simple de todos los deseos: asir por un instante el presente (que quizás sea el morir). Escribo la palabra pera y lo que quiero es tocar la pera búdica (escribo pera y quiero palpar el contorno luminoso de la pera de Wallace Stevens). Al escribir sólo quiero estar al pie de un peral florido, quizás con- versando o emborrachándome con Li Po o con Tu Fu, o con mi amada Li Ching Chao (la competencia de Guadalupe, que me la cela todo el tiem- po). Yo quiero comer presente. Sólo quiero estar compuesto de presente. Eso en el sentido zen que dice que cuando tengo hambre, como, cuando tengo sed, bebo, cuando tengo sueño, duermo. En ese sentido, hace rato que me morí y que regresé a Cuba. ¿Regresé? Es evidente que quien algo ama siempre está ahí. Nunca me fui de Cuba porque siempre he amado hasta el desgarramiento a Cuba. Y la he amado desde la dicha de la nación natural y por qué no, quién quita, quizás utópica. Al respecto, considérese que todas las utopías que se han escrito, desde Platón hasta las distopías modernas, son abominables, tienden a lo autoritario e impositivo; en ver- dad, leer las propuestas de un utopista es atroz. Así, al decir utopía, me refiero a algo plausible, real y realista, una situación comunitaria y de res- petuosa convivencia al máximo, en la que todos (todos) podamos prospe- rar (material, espiritualmente). La Cuba actual no es modelo de nada, y la Cuba inminente no lo será tampoco: pero tiempo al tiempo, y tal vez en algún momento Cuba alcance su ecuanimidad y sea país emblemático entre países (condiciones no le faltan, pese a su desgraciada historia). j.l.a. Tu poesía es uno de los testimonios más conmovedores que conozco de una suerte de ansia de Paraísodesde las certidumbres de la caducidad. Escribiste en tu diario: «Yo, con la preocupación egoísta del yo y su muerte; y allá una mujer corriendo las cortinas con la tranquilidad de las cosas eternas». Entonces... j.k.Entonces, ¿qué? Seguir ansiando el Paraíso, ¿por qué no?, y a la vez, no ansiarlo. Más que ansia se trata del deseo de una presencia que tal vez de repente, va y sí (chi lo sà) acontece: se cierra un ojo y se ve al querubín de la espada flamígera, se cierra el otro ojo y se ve a Adán saliendo aterrado Jorge Luis Arcos 32 homenaje a josé kozer encuentro33 por la puerta (única) del Paraíso (curioso que el Paraíso no tenga puerta lateral, o trasera): se cierran ambos ojos y de pronto, hemos estado ahí siempre. Cuentan que cuatro rabinos entraron al Paraíso (los rabinos Akiba, Ben Zoma, Ben Azzai y Ajer) : uno al ver murió al instante; otro se volvió loco; el tercero se hizo apóstata (pisoteó y destrozó, se dice, las plan- tas más jóvenes), pero el rabino Akiba entró y salió del Paraíso en paz. O sea, que Akiba siempre estuvo en el Paraíso, dentro y fuera del Pardés (Paraíso en hebreo) porque el Paraíso está a la vez dentro y fuera. Para mí el Paraíso es la escritura, la compañía de Guadalupe, la salud diaria («This health is holy», nos dice Stevens), una llamada telefónica que me indica que mis hijas, en este mundo actual tan difícil, se encuentran bien, luchando pero bien: y así, ando caliente, y si ríe la gente, pues qué bueno, es bueno que la gente ría y que uno ande caliente. Y es bueno hacer cada cosa en su momento ceñido y somero, hacerla como si nunca más fuera a hacerse: comer comiendo, beber bebiendo, escuchar escuchando, juntar las manos en la postura del namasté, a sabiendas de que toda plegaria, toda oración, es un asunto de cada cual. Hay un poemilla que escribí hace mucho tiempo, y que me resulta en parte doloroso. Creo que es el único poema mío (hasta la fecha inédito) que me sé de memoria: Mis padres fueron el Infierno. Mis amigos el Purgatorio. Guadalupe el Paraíso. Podrá imaginarse lo que me duele el primer verso. Podrá comprenderse asi- mismo que se trata de un verso injusto y quizás en gran medida falaz. Pero debo entender todo esto como un movimiento devoto que se encamina al verso tercero, que es el esencial: mi sed de felicidad, mi ansia de Paraíso, ha culminado, está tatuado, en el cuerpo de Guadalupe, que es donde estoy ins- crito, y esa culminación, exenta de desgarramientos e impertinencias, hecha de risa y ternura diarias, sin aspavientos ni comequequería, aleja el ansia y me hace presente el Paraíso. Un Paraíso modesto, incompleto, cuatro pare- des y muchas limitaciones pero, no obstante, un Paraíso. j.l.a. A veces tengo la sensación de que mi única Cuba verdadera es la de mi infancia, aunque sea una Cuba mezclada con mi imaginación. Quiero decir que las únicas cosas perdurables que aún hoy constataba en ella eran las que provenían de sensaciones marcadas desde la infancia: la sombra de los árboles, el olor de la lluvia, el sol hiriente, su luz cegadora a veces, la brisa, la orilla del mar, el rayo verde en el horizonte, la noche confundiéndose con el mar, «el mucho azul y mucho verde», como escribiera Milanés, y ciertos entrañables rituales familiares, o rostros o imágenes amados, o esas conversaciones que uno puede sostener con los amigos, como si sucedieran fuera del tiempo. En cierto modo, después, todo se ensombreció. La experiencia de la Historia ha sido devastadora. De alguna mane- ra casi fatal continúan vigentes los versos de Heredia: «las bellezas del físico Lo hermoso fluye sin espacio homenaje a josé kozer encuentromundo, los horrores del mundo moral». Acaso por ello me he repetido siempre los versos de Rilke: «Nostalgia de los lugares que no fueron bastante amados en la hora pasajera...» ¿Imaginas a veces una Cuba futura, aunque sea incluso una Cuba donde tú no estés, una Cuba «con todos y para el bien de todos»? j.k. Por supuesto. Y por supuesto que no estaré ahí, de cuerpo presente: el tiempo ya no da. No es que haya ganado o perdido una batalla, sino que me tocó vivir una situación; de una cierta manera, me sucedió así, y así nos sucedió a tantos de nosotros, allá, acá, y acullá, y nos chivamos, o no. Cuba va a estar bien, más allá de mí o de cualquiera de nosotros. El manatí vol- verá a procrear en sus aguas cálidas, la yagua a dar su sombra, la risotada desencajada encontrará su cauce de manantial, quizás más tranquilo: y aunque no comamos perdices, seremos más o menos felices. No está exen- ta Cuba del Paraíso, ni nadie ni nada. ¿Me chupo el dedo? Puede que no. Jorge Luis Arcos 34 homenaje a josé kozer encuentro 1 Su obra poética abarca los siguientes títulos: Padresy otras profesiones (Nueva York, 1972), De Chepén a La Habana (Nueva York, 1973), Este judío de números y letras(Tenerife, 1975), Y así tomaron posesión en las ciudades(México, D. F., 1979), Jarrón de las abreviaturas(México, D. F., 1980), La rueca de los semblantes(León, Espa- ña, 1980), Antología breve(Santo Domingo, 1981), Bajo este cien(México, D. F., 1983), La garza sin sombras (Barcelona, 1985), El carrillón de los muertos (Buenos Aires, 1987), Carece de causa(Buenos Aires, 1988), De donde oscilan los seres en sus proporciones(Tenerife, 1990), Una índole(Caracas, 1993), Trazas del lirondo (México, D. F., 1993), et mutabile(Xalapa, 1995), Los paréntesis(México, D. F., 1995), AAA1144(México, D. F., 1997), La maquinaria ilimitada (México, D. F., 1998), Dípticos (Madrid, 1998), Farándula (México, D. F., 1999), No bus- can reflejarse(La Habana, 2001). En 1999 se publicó el libro de prosas Mezcla para dos tiem- pos(México, D. F.) y en 2003, Una huella destar- talada. Diarios(México, D. F.). Poemas suyos han sido incluidos en más de treinta antologías de poesía cubana y latinoameriana. Ha traducido al español a Nathaniel Hawthorne, Lafcadio Hearn, Delmore Schwartz, Ryunosuke Akutaga- wa, y a numerosos poetas japoneses desde ver- siones al inglés. Una muestra importante del inte- rés que ha despertado su obra en la crítica se puede apreciar en La voracidad grafómana: José Kozer. Crítica, entrevistas y documentos(Méxi- co, D. F., 2002), libro editado por Jacobo Sefamí, y en la monografía de Aida L. Heredia, La poesía de José Kozer. De la recta a las cajas chinas(Ed. Verbum, Madrid, 1994). Su poesía ha sido tradu- cida al francés, portugués, inglés, griego, hebreo, alemán e italiano. 2 Se refiere al seminario La Isla Entera(nov. 1994), por la Secretaría de Estado para la Cooperación Internacional y para Iberoamérica del Ministerio de Asuntos Exteriores de España y celebrado en la Casa de América y la Universidad Complutense de Madrid. Fué precisamente en este evento que se gestó la fundación de la revista Encuentro de la Cultura Cubana.35 Ningún hombre es una isla, algo completo en sí mismo. Todo hombre es un trozo del continente,una parte de la totalidad. Si un pedazo de tierra fuera barridopor el mar, daría igual que pasara en Europa,o en un promontorio, o en la mansión de tus amigoso en la tuya propia;la muerte de cualquier hombre me empequeñece,porque estoy integrado en la humanidad; [ por eso no envíes a nadiea preguntar por quién doblan las campanas, [ porque doblan por ti. John Donne («Meditation 17», Devotions Upon Emergent Occasions,1624) Cada hombre comiendo fragmentos de la isla Virgilio Piñera J osé ángel valente se refiere en LA EXPERIENCIA ABISAL (2004), su último libro de ensayos (publicado póstuma- mente), a la palabra tsimtsum, en hebreo, que significa retirada, contracción, retracción; con ella alude a una cos- movisión de Isaac de Luria, en la que el exilio ontológico es necesario para generar el espacio vacío, la nada que permite el acto creador (siguiendo esta idea, Dios se tiene que retraer de sí para poder concebir el mundo). El exilio en términos absolutos sería, de este modo, indispensable para la creación. Pero, obviamente, en términos más mundanos, el exilio —voluntario o involuntario—, la retirada, implica vacia- miento, pérdida, olvido, marginación. En este sentido, el exiliado se ve obligado a recobrar la memoria, la nostalgia de un tiempo anterior, la reinvención (inscripción) en soli- tario de un cuerpo (social, individual) desaparecido. Ya sea que comprendamos el destierro como una expulsión del jardín edénico, o como un fenómeno políti- co, las reacciones y las maneras de hacer frente a esa expe- riencia dolorosa son múltiples. homenaje a josé kozer encuentro Jacobo Sefamí Todo hombre es una isla La Cuba de José KozerEl ser colectivo de la sociedad cubana se encuentra resquebrajado y cada individuo enfrenta esa retirada a su propio modo; no se encuentra ninguna cohesión social que remotamente pueda equipararse a la metáfora de un bien común («No man is an island»,según la meditación célebre de John Donne apuntada en el epígrafe), sino cientos de miles de islas, pequeñísimos islotes de tierra que deambulan buscando la Isla con mayúscula, el continente perdi- do de una identidad común. En estas páginas me concentraré en los modos en que el poeta José Kozer (La Habana, 1940) se vincula con su lugar de origen. Desde sus inicios como escritor, ha mantenido el ámbito cubano como uno de los temas que le dan unidad a una vastísima obra. Estoy convencido de que el análisis de lo cubano en Kozer (édito e inédito) daría suficiente material para escribir una tesis. Aquí me restringiré a algunas observaciones: 1. La circunstancia biográfica remite a lo plural como síntoma de los flujos migratorios familiares. Kozer explica: «Vengo de una familia mestiza en la que hay checos y polacos, húngaros y rusos; hay una tía mulata, y en la generación siguiente hay católicos y hay judíos». (La voracidad, p. 91). Ade- más, la experiencia del exilio hace que lo cubano conviva (además de con lo judío) con lo español y con la multiplicidad cultural latinoamericana. Un poema que se ha usado como modo de ilustrar esta peculiaridad es «Gaudeamus» (de Bajo este cien , 1983). El yo, al no hallar una definición unívoca de sí, se multiplica: es el todos. Esto se da (al menos) en tres pla- nos diferentes: el lingüístico, el físico y el espiritual. El primero aparece al principio: «En mi confusión / no supe ripostar a mis detractores, aquellos / que me tildan / de postalita porque pronuncio la ce a la manera castella- na o digo tío por tipo (me privan) los mestizajes / (peruanismos) (mexica- nismos) / de la dicción y los vocablos» (Bajo este cien, p. 44). A pesar de que hay cubanismos claros como «ripostar» (contestar, usado sobre todo en el boxeo) y «postalita» (falso o pretencioso), el hablante dice estar inmerso en «los mestizajes de los vocablos». Obviamente, en el contexto del poema esto puede incluir cualquier otra región donde se hable espa- ñol. En el aspecto físico se describe a una persona inimaginable, puesto que tiene rasgos enteramente contradictorios: «ni soy uno (ni otro) ni soy recto ni ambiguo, bárbaramente romo/ y narigudo (barbas) asirias (ojos) oblicuos...». Ser romo (chato de nariz) y narigudo a la vez implica, necesa- riamente, que también en lo físico se intenta dar una totalidad: alguien que se enmascara, se autorrepresenta con las figuras de los demás. Y en el aspecto espiritual se combina el « Gaudeamus Igitur » (el canto católico) con el shofar(el sonido que se emite en la celebración judía del Yom Kippur, el día del perdón, como recordatorio del llamado a la ley religiosa), como si la autodefinición de la identidad judía no bastase al hablante. La plurali- dad, así, es lo que signa al yo. La noción de desarraigo y exilio es clara hacia el final del poema, cuando la persona poética se declara «sin nación». De hecho, Kozer usa este poema como ejemplo al explorar el vín- culo entre la ausencia de la referencia territorial y la lengua misma. Jacobo Sefamí 36 homenaje a josé kozer encuentro37 2.Hay cierta tendencia a rememorar el pasado, reconstituirlo en sus contras- tes con el presente. Dado que Kozer salió a los veinte años de edad, existe siempre un vínculo mnemónico entre Cuba y la infancia / adolescencia. El poeta señala al respecto en una entrevista: «...la memoria juega un papel pri- mordial en mis textos y tal vez en los textos de los exiliados... Todo desarrai- go... es doloroso (e incluso, doloso y culpable) y en cuanto tal, tiene que desear, al menos inconscientemente, que todo permanezca estable y, por así decirlo, anterior al momento de la ruptura y del exilio, anterior al desastre... Es como si al escribir el inconsciente dijera una y otra vez, aquello del des- arraigo no ocurrió... todavía estoy allá, soy niño o soy un adolescente, soy ‘feliz’ y no un desarraigado ni un extrauterino». (La voracidad, pp. 98-99). En los autorretratos que aparecen en Trazas del lirondo, el lector encontrará varios ejemplos en que el sujeto se desdobla: se retrata degradado en el pre- sente, pero ineludiblemente acude a su pasado, a su juventud, en busca de un momento de vigor y plenitud. En el quinto autorretrato que aparece en el libro se lee: «Un suéter carmelita claro al último grito pantalón azul de tiro corto, ceñido a los tobillos: tocado por una gorra visera de cuero... / El lindo del lugar. Rey tíbiri». La alusión tiene un tono irónico: «el lindo del lugar» señala un sujeto que deambula en las calles y es apreciado y adulado por el resto. Eso contradice diametralmente el principio del poema (que alude a la descomposición del cuerpo en el presente) puesto que el sujeto no se recluye (por apestado) sino que sale a la calle y se convierte en el «rey tíbiri». La palabra «tíbiri», por otro lado, podría situar esta mínima referen- cia en Cuba, puesto que es un coloquialismo que viene de la frase «Aquí, en el tíbiri, tábara...» que denota alegría y felicidad. Pero la sensación de estar bien dura muy poco tiempo. El sujeto advierte su «descomposición» en una introspección (microscópica) en su organismo: «La nubecilla del ojo y la bizquera, males menores, muy poca cosa: ahí donde la vena cava, cruzan a mares la blanca yedra de los fagocitos, la doble pieza germinativa, del micro- bio». Comienza con las dificultades de la vista y con un mirar torcido. El sujeto distorsiona de inmediato el elogio a través del efecto de la «bizque- ra». Después, se introduce en los conductos del corazón y «retrata» («foto- grafía venal», dice más adelante) el tránsito del microbio por los conductos del corazón (órgano principal de la vida). Así, frente a los vanos intentos del sujeto por verse «emperejilado», revestido con las ropas de la juventud y del pasado, este poema insiste en el «intrínseco desconchinflamiento» del cuerpo. El contraste no puede ser más intenso. Cuba, por efectos metoními- cos, está irremediablemente asociada con la energía vital del vigor juvenil. 3.Dado que la poesía de Kozer opera siempre en función del lenguaje (fundamento de todo su trabajo), Cuba se convierte en una disquisición lingüística. De modo semejante a los cabalistas españoles medievales, que se refugian en el Pentateuco bíblico (la Torá), estudiándolo y analizándolo con un exceso que parece desproporcionado, la poesía de Kozer es el resultado de su obsesión con el lenguaje. Ha escrito cerca de 6.000 poemas y continúa escribiendo con una fruición exacerbada. Todos sus temas Todo hombre es una isla homenaje a josé kozer encuentroNext >