< Previoussin embargo intacto: tres Gracias besan los morros de tres apestosas cabras (veo náyades) el dios de la pezuña se entromete. Uy qué bueno, aquí se va a armar tremendo batey: y yo con sólo asomar medio ojo, ojo pocilguero, gran ojo rascabucheador, me daré el banquete del siglo. Vi cine. Veo al sátiro lamer teta excoriada de cabra. Meto la mano, saco papel. Es posible que se cumpla lo previsto. Avanti. Ánimo y al ánimo. El que pestañea pierde y el que pestapierde ñea. Rajas, abriros: y a seguir pariendo fingimiento. No cabe duda de que (ficción) soy consecutivo. Cumplí noventa años ayer, y estoy hecho un mulo. Bíceps. Tríceps. Tengo casa propia y dinero para comer: de lo demás se hace cargo el Estado, me lo calimbé. ¿Venirme a mí con lecciones de tinieblas? Faramallas. Y un jamón. Para mañana habrá sesión doble, tanta corrida de las nueve a las dos: no hay tarde ni hay temprano, estoy en China. Las aguas, desembocan: por Monsieur de Mauroy y por las lindas náyades yendo a desovar entre nereidas salitrosas. Y yo al corro, la mano, la mano, quién me dará la mano. Recíbeme, dios Pan, de la raja. poemas inéditos 18 homenaje a josé kozer encuentro19 Venias El monje Seng Ni tocó vacío, se pegó un susto, reculó. Seng Ni confía a su maestro el espeluzne del vacío (el asunto, [¿verdad?, se las trae): el maestro guiña un ojo, Seng Ni recula. Sale a las tres bateas del lavadero, pone a remojo la ropa de la [comunidad: meses bataneando (aclarando) tendiendo ropa (incluso, planchar): olor a sol (a calor de la alta montaña de la reducida temporada estival): en cada canasta el monje coloca entre la ropa blanca una rama de espliego. El olor a vacío, galopes del susto, cicatriz del miedo sellando la [entrada del vacío: ¿qué perdura? De la semilla no repunta la flor de la mostaza, del grano no encaña la espiga. Modorra. Las innúmeras tareas del día no impiden el vacío inopinado espesarse en su mirada: insondable, cuanto se lleva a la boca. La insonora inanidad insondable del vacío impalpable, hueca [altura la inasible vertical que eslabona de la cumbre al pie de la (alta) montaña la cadena excrementicia de los muertos: el vacío, ¿arrumbado? Seng Ni se ocupa de sus deberes, sólo una mosca (cumbre quizás [de cumbres) de vez en cuando lo atrae: la negra mosca va y viene verdinegra, se retiene un instante en mitad del aire, punto vacío hila azabache, hila su araña para dar cuatro vueltas alrededor del ojo de la tela: cuatro vueltas en derredor de su propio enjambre (jamás, visible) inanidad: sola mosca cristal del solo espejo o la ventana. homenaje a josé kozer encuentroEl monje guiña un ojo al Maestro que recula de ser mosca: se [quita la careta corriente y moliente de flor de mostaza, se la pasa a Seng Ni: espiga, espliego, del légamo blanqueado la mosca (de nuevo) de nuevo, mosca, maestro, Seng Ni: una venia. Se dan la espalda, ¿quiénes?, ¿pero quiénes? Llega del exterior un primer rumor, diríase chanclo de boj, un primer ruido (diáfano) diríase un cencerro. poemas inéditos 20 homenaje a josé kozer encuentro21 Satori Regula el paso, del comedor a la alcoba. Junta las manos, se inclina, esa manzana es suficiente: el vergel [pertenece a la comunidad, la rotación de las estaciones (pomares) a los dioses. Escupe, se sopla, carraspea: aligera garganta y vientre, ladea la [cabeza a fin de corroborar la materia que lo rodea se halla reducida a su más mínima expresión: jarra, palangana, escudilla, papel, tintero, los tres gruesos volúmenes (lectura en rotación durante la cual las palabras disuelven a las palabras): una lámina cuelga de la pared lateral (cuatro paredes, afincadas). Se distiende. Regula la mirada, al frente. Se desentiende. Si le preguntan, tendría que concentrarse para responder si la túnica es azafrán, está por completo desnudo, o si lleva puesto el paño lustroso que cubre sus pudendas. Terminó de comer la manzana. Gong. Luego saldrá a enterrar sus semillas (parte de un ritual particular) por supuesto no nacerá un manzano: los dioses ya dieron todo, no hay nada que procurar. Tres son las preguntas: ¿qué hora es? Dónde está? ¿Cómo se entra [a la Mansión de los Inmortales? La tercera pregunta depende de la segunda. La segunda pregunta no tiene respuesta (la respuesta no correspondería a la solución real que procura la tercera pregunta). Yo estoy aquí no hace homenaje a josé kozer encuentroaparecer la Mansión ni su puerta de entrada. Yo estoy aquí, en un cuarto de papel de arroz y cáñamo, no muestra la sustancia manifiesta de la puerta de entrada de la Mansión: son las ocho en punto de la mañana. ¿Se quiere algo más irreal? ¿Una puerta imperecedera puede estar hecha de cáñamo o papel de arroz? Ocho de la mañana. Apoya (arrodillado) los brazos sobre el alféizar de la ventana: [un mapa a la vista. Pupila, semilla de la manzana, el manzano del pomar, pomares y dioses, Taishan, un río amarillo y un río de aguas coloradas: fin del mundo (pulsan) (¿músicas celestes?) (¿se abrirán las esferas?) le duelen las rodillas (le arde todavía el rasponazo) (¿se abrirán las compuertas?). ¿Hizo falta, como todas las mañanas, plantear las tres preguntas? Tres son los libros que reposan sobre el escabel de pino. La escudilla de azófar recién lavada reluce en la palangana. La palangana muestra una mancha negra (jamás se le ha derramado, la tinta). ¿A qué preguntar? Sale, al paso, paso regulado, rumbo al parque municipal de la pequeña ciudad, los tres templos, la alameda de árboles podados todos a una misma altura: a su regreso, once de la mañana, llena el saco de arroz, el tarro de la poemas inéditos 22 homenaje a josé kozer encuentro23 miel, los dos tinteros (azul de Prusia y su sombra) repone la resma de papel, rellena la vasija de vino de arroz. Sobre el escabel, nueve gruesos volúmenes (siempre el mismo error) se sienta. Junta las manos. Canturrea, vaciando a un lado la cabeza, aguarda la cesación de la voz para reiniciar (hambre) (escritura) (ablución) la tarea imperturbable (diaria) de las propensiones. poemas inéditos homenaje a josé kozer encuentroLa poesía de José Kozer (La Habana, 1940), su escritura en general, que incluye el ensayo o prosa libres, los diarios, la traducción de poesía, un inusual epistolario, incluso sus respuestas a numerosas entrevistas, es una de las experiencias más sin- gulares de la literatura cubana contemporánea 1 . El hecho de haber emigrado a los veinte años y haberse radicado en Nueva York hasta 1997, medió durante mucho tiempo en el poco conocimiento que había en Cuba de su obra. No fue hasta 1994, cuando coincidió en Madrid un notable grupo de poetas que vivían en la Isla con otro que vivía fuera 2 , que su poesía comenzó a conocerse y a publi- carse en el contexto insular. Pero fue la llamada generación de los 80 la que, junto a otros escritores como Enrique Saínz, Reina María y quien esto escribe, encontró en su poesía un referente ineludible. Hoy día, junto a su reconocimiento en el ámbito latinoamericano y en otras latitudes lingüísticas, la poesía de José Kozer forma parte del imaginario poético cubano, tanto dentro como fuera de Cuba, lo cual, desgraciadamente, no es un destino frecuente para otros poetas u escritores que han hecho toda o una importante parte de su obra fuera de su país de ori- gen. Y aunque el tiempo, finalmente, suele situar en su justo lugar la obra de valor de cualquier escritor, más allá de las fatalidades inherentes a la diáspora o a la experiencia traumática de la historia, es justo que se reconozca en vida la calidad de una obra que nos enriquece a todos. Es muy curiosa la final concurrencia de su poesía con la de la llamada genera- ción de los 80 y 90 en Cuba. Hijas ambas de una experiencia formativa y epocal común, la del conversacionalismo que, desde fines de los años 50, predominó como norma poética en el ámbito iberoamericano, la poesía de Kozer y la de muchos de aquellos poetas terminó por desbordar aquella retórica y aventurar- se en diversos registros estilísticos y, sobre todo, en un orbe cosmovisivo de pro- yección universal. Si bien la poesía de Kozer mantiene un vínculo natural pero a la vez enfático con el habla cubana y, a través de ella y de su memoria afectiva y poética, recrea constantemente su pertenencia a una cultura insular, las condi- cionantes familiares —hijo de judíos checos y polacos—, la dilatada experiencia 24 homenaje a josé kozer encuentro José Kozer ENTREVISTO por Jorge Luis Arcos Lo hermoso fluye sin espacio25 de su exilio newyorkino, y sus intensas vivencias de la cultura española y latino- americana, su libre vocación por la poesía y cultura japonesa, la profunda y tan personal incorporación de la cultura judía, más una avidez de índole universalis- ta, han terminado por conformar un orbe poético muy singular. Tan singular y, en este sentido, tan extraño, como aquellos que terminan por reconocerse como creadores de mundos inéditos, desconocidos. La crítica ha empleado ya términos como «Efecto Kozer»(Adolfo Castañón), «sintaxis-Kozer» (Reynaldo Jiménez), «El alfabeto de Kozer» (Orestes Hurtado) o «voracidad grafómana» (Jacobo Sefamí). Yo mismo he aventurado otro: «efecto barroco»... Su obra, que puede soportar miradas desde el multiculturalismo, la diáspora, el postmodernism, el neobarroco, todos, miradores críticos de la contemporaneidad, afortunada- mente, va mucho más allá de cualquiera de esas legítimas perspectivas. El poeta ha hecho de su poesía una segunda patria, o segunda naturaleza y, con naturali- dad y perseverancia, ha ido dibujando una especie de mapa caníbal, una suerte de alephkozeriano, desde donde se desplaza de su cuerpo al universo y viceversa. Como Martí, como Lezama, como Carpentier, Kozer es un incorporador de mun- dos a través del lenguaje. Si, como escribiera María Zambrano, «poesía es sentir las cosas en status nacens», Kozer se proyecta adánicamente, con el sentido gené- sico de nombrar las cosas, pero no sólo desde una inocencia utópica, sino también desde el conocimiento vital de la errancia y la expulsión. En todo caso, su crea- ción es inocente por ese su apego esencial a la experiencia de un nacimiento ince- sante, pero, a la vez, es furiosa y alegremente culpable de una como promiscui- dad integradora, recreadora de todos los órdenes de lo real. En este sentido, el poeta podría suscribir la actitud creadora, enunciada por Eliseo Diego en «El segundo discurso: aquí un momento», de En la calzada de Jesús del Monte: «y ahora es el tiempo de levantarme y de trazar mi amplio gesto diciendo: / luego de la primera muerte, señores, las imágenes, / invéntense los jueves, / los unicor- nios, los ciervos y los asnos / y los frutos de la demencia / y las leyes, en fin, / y el paño universal del sueño / espeso de criaturas, de fábulas, de tedio...», o en el final del poema «Nombrar las cosas», del mismo libro: «Y nombraré las cosas, tan despacio / que cuando pierda el Paraíso de mi calle / y mis olvidos me la vuelvan sueño, / pueda llamarlas de pronto con el alba». Que así sea. Jorge Luis Arcos(j.l.a.). Escribiste en tu diario: «En este momento histórico hay que dar el salto de la ironía a la fe, esa inocencia». En estos tiempos en que nos ha tocado vivir —«tiempos de desprecio», decía María Zambrano, citando a Ter- tuliano—, donde el escritor se ve a menudo entrampado en los peligrosos vericue- tos de la política, has mantenido y defendido una inusual actitud que puede recordar aquel pasaje de Lezama: «Mientras el hormiguero se agita —realidad, arte social, arte puro, pueblo, marfil, torre— pregunta, responde, el Perugino se nos acerca silenciosamente, y nos da la mejor solución: prepara la sopa, mien- tras tanto voy a pintar un ángel más ». La creación como una segregación, una extensión natural de la persona. ¿Apuestas por una ética de la escritura, Lo hermoso fluye sin espacio homenaje a josé kozer encuentrode la creación? ¿Una ética poética, que es como decir una ética cósmica, natural? ¿Alcanzar un ritmo, una respiración donde la persona se realice plenamente como un árbol, un atardecer, una supernova? JoséKozer(j.k.).El año pasado, durante una estancia de varios días en Chile, Sandra, la esposa de un íntimo amigo, que es el poeta, crítico y traductor Armando Roa Vial, de pronto va y me espeta: Kozer, su proyecto de poesía, para poder subsistir, continuar, tiene que depender del acarreo continuo de lo inmediato (no entrecomillo, pues éstas no son sus palabras exactas, más bien las parafraseo). Le di toda la razón, y más o menos suscité en mí, como suelo, el olvido de esas palabras, para que no interfirieran justo con esa continuidad del proceso poético que, es evidente, tanto necesito. Sus palabras implican un estar todo el tiempo con las narices metidas, incrus- tadas, en la inmediatez. E implican un incesante traer a la escritura mate- riales de acarreo, desperdicios, sobras, amén de materiales de lenguaje, lectura, y de todo aquello que en la instantaneidad de una reverberación me conmueve. Recuerdo que escribí en un poema: «Yo no como abstracciones». En efec- to, no las como, y de ellas no hago mi trabajo. Mi trabajo surge todo el tiempo, quiero decir, día a día (desde que regresé de mi viaje a Cuba en febrero de 2002 he escrito todos los días, todos, un poema) de la manera más natural, y en su proceso, lo que experimento es un no darme mucha cuenta de lo que estoy haciendo, más allá de percatarme de que hago un poema, que éste se hace, y mientras se hace, se mueve por caminos pro- pios, a su aire, y recurre, cuando así lo precisa, a lo inmediato: que puede ser, y muchas veces es, el libro que está sobre la cama, el aura tiñosa que acaba de pasar rozando la ventana del dormitorio, la voz de Guadalupe canturreando en la sala o, de pronto, su entrada en la habitación, entrada que para mí siempre es una resurrección, una cotidiana conmoción de la carne y del espíritu (no los separo) y que hace que su figura (presencia) se inmiscuya, se incruste, de diversas maneras, en el poema. Entonces sí: preparar la sopa mientras escribo un poema más. Pienso que desde hace lustros mi vida es mayormente eso: escribir otro poema, leer otra tonelada de libros (que leo a mansalva, ya que no estoy en la Acade- mia ni tengo que leer como profesional, sino que leo por amor y necesi- dad interior extrema) escuchar música clásica (Bach, que empecé a amar con particular fruición vía la poesía de Louis Zukofsky) o, últimamente, ver cine en casa, acompañado de Guadalupe. Una vida feliz, que diría Mar- cial (a veces digo en broma que la única queja que tengo es que no tengo quejas, y un judío que no se queja empieza a ser un ave demasiado rara). Así, comer día a día a una mesa donde en ágape risueño comparto las viandas de la buena mano y la magnífica cocina amistosa de Guadalupe, a la vez que escribo, leo, escucho, miro, constituye mi segregación: esa babo- sa entre vulnerable y protegida que soy, corre, del modo más natural, a diario, un mismo riesgo: el de una escritura abierta, influenciable, fluc- tuante y hecha al meandro (escritura que por ende mea escritura) procura Jorge Luis Arcos 26 homenaje a josé kozer encuentro27 pliegues y repliegues, vórtices y vértices, y se sabe siempre cercana al espanto del borde, el abismo al filo del despeñamiento: pues, cómo no decir que yo estoy loco (un loco con su locus) y cómo no decir que me enfrento, por mor de escritura, con lo mayor: Dios, la Muerte, el Amor; y aunque escriba estas palabras recurriendo a la mayúscula decimonónica, aseguro que para mí esos fundamentos no son abstracciones, sino carne ígnea desgarradora que hace, siempre, de acicate de mi trabajo. Ese quehacer, de alfarero, de ente gremial, obrero de la construcción, me acerca, considero, a una ética que para nada se separa de una estética: me endereza el cuerpo en estado de zazen; me proyecta a la supernova que plantea tu pregunta; rectifica, en sentido confuciano, todo el tiempo (todo el tiempo) mi existencia. Me ayuda a no temblar ante la muerte, y me ayuda a amar con naturalidad a la mujer con la que comparto mis días y sus noches (a veces atroces, dado que el timor mortis conturbat me está más presente a la noche) desde hace treinta años; o me ayuda a no temblar ante mí mismo dada la monstruosidad de una actividad que ya suma cerca de 6.000 poemas (justo cuando respondo esta pregunta he acabado de corregir el poema número 5.912, de modo que en este momento llevo escritos 5.912 —poemas, pues sobre la cama hay un poema demediado, que más tarde retomaré, y sé, completaré): y créeme que no guapeo; se trata de una existencia que tiene esa, entre otras, característica: la de una actividad, en la que sin aferrarme, me permite ser, en efecto, árbol (sea el abedul de mis antepasados eslavos o la mata de mango de mi lugar natural y oriundo). O me facilita el acceso a una respiración zen, práctica a la que me atengo, a solas y a mi manera, desde hace lustros (una práctica de pro- pia y varia invención a la que ni siquiera Guadalupe tiene acceso, dado que la realizo hacia el atardecer, encerrado en un cuarto de la casa). Entonces, acarreo segregación, disciplina, persistencia, búsqueda y encon- tronazo, apertura y día a día cerrar, trancar, poemas: un modo de estar, que en mi caso, me resuelve. j.l.a. Si recuerdas ahora a aquel muchacho de La Víbora, que a la hora de la siesta sentía un irrefrenable y extraño vértigo que lo impelía a escribir, y lo comparas con el poeta otoñal que ya ha rebasado los 6.000 poemas, ¿crees que ha sido posible el conocimiento? ¿Crees que has dibujado un destino armonioso? ¿Qué marcas ha dejado esa perseverancia en tu cuerpo, en tu mente? ¿Crees que la poesía, entendida como un oficio —un antiguo y noble oficio—, ha transforma- do con y en algún sentido tu naturaleza? j.k. Aquel muchacho huía, se replegaba asustado; este hombre otoñal, no. Y de ser así, en gran medida lo debo a la poesía, su ejercicio. La mano del muchacho era masturbatoria, la mano del hombre otoñal acaricia el rostro de Guadalupe, se acaricia su propio rostro envejecido, tranquilizado (en gran medida) y piensa que esa caricia no es narcisista sino abarcadora y comprensiva: más madura. Madurez, que de ser como pienso y digo, la debo en gran medida a la tarea de hacer y rehacer, cada vez que puedo y he podido, poemas. Lo hermoso fluye sin espacio homenaje a josé kozer encuentroNext >