< PreviousYo y una lujuriosa negra vieja Pedro Juan Gutiérrez Hace años una haitiana en medio de una consulta de vudú / en Guantánamo me dijo que ella volaba sobre mi casa por las noches en forma de lechuza y así fue a partir de ahí / durante muchos años una lechuza pasaba sobre mi casa cantaba tétricamente y seguía volando aprisa También comenzaron a aparecer los extraterrestres Por las noches se hundían en el mar frente a mi casa Alguna vez incursionaron en mi cuarto y en la sala de la vecina y hasta enviaron a uno de ellos con un cuerpo de mexicano de Sonora Por esa época descubrí que mi mujer Era una alcohólica insaciable y belicosa y que yo también era alcohólico-agresivo con pasión asesina hasta las puñalás y los balazos Descubrí además que no me gusta Shakespeare y nada que sea canónico y ejemplarizante Detesto a los teóricos de la literatura con sus etiquetas y sus archivos bien ordenados Tampoco resisto la vida matrimonial ni los gobiernos autoritarios y represivos ni las sesiones de A.A. Descubrí que la vida es peligrosa cuando uno tiene criterios propios / sobre todo cuando uno tiene demasiados criterios propios y que mi generación sobrevive atrapada en el desencanto y la furia y lo mejor que se puede hacer es apartarse de todo Y vivir en una casita pequeña frente al mar 28 POESÍA encuentro29 Una casita de madera donde el viento silbe en las rendijas acompañado por una lujuriosa negra vieja pervertida y desenfrenada Así podría llegar a un final aceptable (ni pensar en un final feliz) Frente al mar con una negra vieja sucia y medio loca igual que yo. POESÍA encuentroLos borrachitos de Belascoaín Pedro Juan Gutiérrez Se mueren poco a poco desaparecen Los más viejos y destrozados quiero decir Se ahogan en su propia mierda Los mata la tuberculosis Se golpean unos a otros pierden la conciencia mueren temblando / cagándose de miedo Y aparecen borrachitos jóvenes Mendigos vagabundos locos Los más viejos se quiebran y sus cadáveres desaparecen se pudren en las cloacas Pero siempre hay borrachitos nuevos en los portales borrachitos que lloran y se lamentan hasta que al fin aceptan su anestesia y vegetan recostados a una columna Hediondos / desgraciados hasta el final Sin saber por qué Eso es lo peor / humo / trapos esperan a las enormes ratas que se los comerán se revuelcan en el fango buscan en la basura y ninguno sabe por qué. 30 POESÍA encuentro31 En la boca del lobo Pedro Juan Gutiérrez Algunos de mis amigos mejores los más honrados y honestos se suicidaron No resistieron la avalancha Algunas de mis mujeres las más dulces y suaves ahora son ácidas y corrosivas Estoy en la boca del lobo y no sé qué hacer intento ganar tiempo ¿Será el instinto de conservación el fantasma de Kavafis los influjos de la luna? Escucho los cantos gregorianos en el crepúsculo con un vaso de ron en la mano y un tabaco / y miro al mar El asco y la mierda se disuelven en la luz dorada y mi mujer / que limpia la casa alejada de todo me dice: «No bebas solo prepárame un trago ponle limón y miel de abeja». POESÍA encuentroEl lunes por la mañana Pedro Juan Gutiérrez A woman invented fire and called it the wheel Grace Paley, Collected Poems El lunes por la mañana los bomberos rescatan el cadáver de un ahogado Es un negro grande y joven Los peces por la noche le comieron pedazos de la cara y la cabeza Seguramente cayó borracho al agua ayer por la tarde Sucede con frecuencia Pescan en los arrecifes del Malecón y se emborrachan poco a poco con ron barato Los hombres rana lucharon dos horas en el oleaje Al fin lo encontraron Le rodearon el torso con una cuerda Y lo izaron hasta el muro Los familiares lo abrazan lloran y gritan Menos una señora silenciosa Que le acaricia la espalda suavemente Hasta que alguien la aparta y meten el cadáver en la camioneta de la morgue. 32 POESÍA encuentro33 E l término pentimento, que tiene su origen en el vocabulario de las artes plásticas, se refiere a aquellos esbozos e intentos primeros del artista sobre el lienzo que, luego, en el proceso de la creación pictórica, van cambiando sutil o completamente y quedan finalmente escondidos bajo varias capas de pintura. Aquellas ideas iniciales sólo pueden ser descubiertas al cabo del tiempo, cuando el cuadro que durante muchos años se consideró la obra final, va deterio- rándose, resquebrajándose y, al perder el lustre, revela final- mente los trazos de los que el pintor se arrepintió antes. Probablemente haya sido Lillian Hellman una de las primeras en recontextualizar el término en pos del discur- so histórico, ampliando un poco su sentido original de «arrepentimiento» al utilizarlo como un proceso de revisi- tación a la historia. Decía Hellman: «Perhaps it would be as well to say that the old conception, replaced by a later choice, is a way of seeing and then seeing again» 1 . En este sentido, el térmi- no se relaciona estrechamente con la memoria y la recons- trucción históricas. Revisitar la historia, desandar el pasado, son actividades que tienen, a su vez, mucho de arqueología y corrección, sobre todo, si dicho viaje deliberadamente se enfoca o busca aquellos trazos, o indicios, que se fueron dejando atrás, corrigiendo, silenciando, escondiendo, olvi- dando y, en conclusión, desterrando de la versión, tempo- ralmente final, del gran mural de la Historia. Cuando me refiero, entonces, a los pentimentos de la historia, hago alusión a lo que, tras una versión oficial, quedó escondido, callado, ocultado; aquello que se cambió, se sustituyó, se desechó, se borró… Es decir, todo lo que no quedó escrito, lo que pasó y no se sabe. Y también, llevado hasta sus últimas consecuencias, lo que tal vez no pasó, pero pudo haber pasado. En esta última categoría es donde confluyen y se entroncan definitiva y vertiginosamente el discurso histórico y el discurso literario. encuentro Pentimentos: Historia y literatura en la Cuba del día después Désirée DíazPaul Ricoeur ha estudiado las relaciones entre escritura historiográfica y literatura, sus paralelismos o continuidades, al desarrollarse ambas en un plano textual y narrativo, y sus divergencias o convergencias a la hora de utili- zar el pasado histórico como materia narrativa. En un estudio en que haga- mos coincidir todos los elementos comunes que puedan tener la narración historiográfica y la narración literaria, llevados incluso hasta los extremos, alcanzamos un punto donde la única diferencia entre ambos es el tratamiento de la realidad: si la literatura puede prescindir de la realidad y generalmente se suele aprovechar de este derecho, el discurso historiográfico, por el contra- rio, debe identificarse e intentar respetar «lo real». En su conferencia de 1984 The reality of the historical past, Ricoeur compendia algunas de las tensiones que surgen cuando el discurso histórico se analiza como texto narrativo y se acerca cada vez más a los límites o a la posibilidad del universo de la ficción. El primer movimiento a que nos invita el filosófo es a ampliar el sentido de la historia, a extender ésta más allá de su vocación episte- mológica y adentrarla en el campo de la ontología, la filosofía. Para Ricoeur, apoyándose también en Collingwood, el elemento básico y más elemental de la investigación histórica es lo que él denomina trace, es decir, la huella, el rastro o el trazo. Esta huella o trazo, que puede verse como documento histórico y, por tanto, como garantía de la realidad pasada, incluye en sí mismo y nos informa de dos aspectos: uno exterior, factual y otro interior, subjetivo. Of what, exactly, are documents the trace? Essentially, of the «inside» of events, which has to be called thought. Not that the «outside» of the event, that is to say the physical changes affecting bodies, is itself inessential. On the contrary, action is the union of the inside and the outside of an event. This is why the his- torian is the one who is obliged «to think himself into the action, to discern the thought of its agent». On the other hand, the term «thought» has to be taken in a broader sense than that of rational thought; it covers the whole field of intentions and motivations, to the extent that a desire can figure in the major premise of a practical syllogism by its character of desirability, which is hypothe- sized to be expressible» 2 . La labor del historiador, entonces, no radica sólo en la reconstrucción de los hechos, sino en aventurarse también hacia el campo subjetivo e interno de esos acontecimientos; descifrar los pensamientos y las motivaciones que la ani- maban, acudiendo entonces al método de re-enactment o re-presentación a tra- vés del pensamiento. «[…] re-enacting does not consist in reliving but in rethinking, and rethinking already contains the critical moment that forces us to take the detour by the way of the historical imagination» 3 . Tal lógica de pensamiento conduce a Ricoeur directamente a volver sobre la definición propuesta por Collingwood de la historia como «una pintura imaginaria del pasado». Estamos en el momento en que las fronteras del discurso historiográfico y el literario, amenazan con borrarse, contagiarse, fundirse y entrar a formar parte de una corriente textual común volcada sobre el pasado. La idea de Désirée Díaz 34 encuentro35 repensar la historia propuesta por Collingwood y Ricoeur tiene mucho que ver con lo que se proponía Lillian Hellman cuando hablaba del pentimento como «ver y volver a ver otra vez». Desde el discurso literario, por su parte, no he encontrado mejor explica- ción del mismo método que en las notas introductorias de Reinaldo Arenas a su novela El mundo alucinante : «Esta es la vida de Fray Servando Teresa de Mier, —declara Arenas— tal como fue, tal como pudo haber sido, tal como a mí me hubiese gustado que hubiera sido» 4 . Más adelante, Arenas protesta su verdad frente a la historia, incapaz de captar lo no visible. Por eso he desconfiado de lo «histórico», de ese dato «minucioso y preciso». Porque, ¿qué cosa es en fin la Historia? ¿Una fila de cartapacios ordenados más o menos cronológicamente? ¿Recoge acaso la Historia el instante crucial en que fray Servando se encuentra con el ágave mexicano o el sentimiento de Heredia al no ver ante el desconsolado horizonte de su alma el palmar amado? Los impulsos, los motivos, las secretas percepciones que instan (hacen) a un hombre no aparecen, no pueden aparecer recogidos por la Historia 5 . A Arenas parece responderle Ricoeur cuando abre la necesidad de la ima- ginación en la reconstrucción del pasado histórico para lograr abarcar toda la extensión de motivaciones, intenciones y hasta deseos que condicionan tam- bién el curso de la historia. PENTIMENTOS A LA CUBANA Durante siglos, amplias zonas de la literatura y la cultura cubanas se han des- arrollado bajo el signo y la impronta de la Historia. Habría que distinguir, sin embargo, al menos dos conceptos diferentes de historia y cómo se han entroncado en el discurso literario cubano 6 . Por un lado, está la Historia que se ha dado en llamar oficial, aquella que establece un canon de aconteci- mientos, discursos, personajes, con la intención de fijar el pasado histórico y, con ello, una supuesta evolución e identidad de cierto grupo humano o espacio físico, de la que se encarga básicamente el texto historiográfico. Por otro, están la historia y el tiempo como posibilidades infinitas, como el espa- cio que se abre y se despliega frente al hombre y al narrador para elaborar su vida, su obra. En la literatura cubana, la primera noción ha sido articulada muchas veces como crónica y reflejo de la realidad social o ha reflexionado sobre el pasado histórico y sus ecos, privilegiando los aspectos epistemológicos y sociológicos del discurso histórico; la segunda ha ahondado más en su carácter ontológico y hermenéutico. Pero en cualquiera de estas dos variantes generales, el texto literario ha puesto en práctica procedimientos propios del historiador y, apro- vechándose de los imperceptibles límites que distinguen la narración históri- ca de la narración literaria, ha hurgado en el pasado para revelar los penti- mentos de la historia. Pentimentos: Historia y literatura en la Cuba... encuentroEn el período revolucionario, como sabemos, la historiografía legitimada y puesta en circulación por la Revolución Cubana se ha caracterizado por un categórico contraste entre la fuerza, el impacto público del discurso y la retó- rica propagandística y, por el otro lado, el total silenciamiento o disyunción de todo aquello que no pueda, o no quiera, entrar dentro de dicha lógica y retórica. Frente a un canon histórico oficial inamovible y cerrado, la posibili- dad ficcional y especulativa del arte y la literatura es la que ha permitido que durante varios años los discursos literario y artístico dentro de Cuba se hayan convertido en sucedáneos de las Ciencias Sociales, no sólo reflejando la histo- ria y la vida del país, sino también cuestionando y poniendo en solfa muchos de los postulados que el discurso público gubernamental sigue dando por sentados. En los últimos años, en un período impreciso —justamente por innombrable— que Iván de la Nuez ha denominado convenientemente como «el día después» 7 , la literatura de la Isla no sólo ha confrontado a la historia oficial sino que, asumiendo la función de la historiografía, se ha adentrado en ciertas zonas innombrables, borradas u olvidadas para desvelar esos denosta- dos o temidos pentimentos. La Cuba del día después se abre al futuro desde el presente, y su propio indeterminismo temporal es lo que logra captar ese proceso de transición en el que la Revolución Cubana dará paso a otra cosa, mientras que denota, a la vez, toda la sensación de esperanza, de cansancio y de incertidumbre históri- cas y vitales que rodea a dicho proceso. Ese momento tantas veces anunciado y hasta decretado sin llegar nunca o, por el contrario, de tantas maneras tam- bién pospuesto y repudiado; ese instante tan deseado por unos, temido por otros, está, al fin, tomando cuerpo y ensayándose en obras literarias de un período histórico que, por el momento, renuncia a las fechas y los hechos y se complace a sí mismo en establecerse desde su propia condición textual. Dos obras como La novela de mi vida, de Leonardo Padura, y Muerte de nadie , de Arturo Arango, exploran algunas de las ansiedades que al discurso historiográfico de la Isla le son vedadas por el momento, o lo que es lo mismo, dan otra vuelta de tuerca a la relación entre historiografía y literatura que analizaba Paul Ricoeur. La ficción ocupa así el lugar de la historia para descifrar los pentimentos de una nación, de un proceso o de un proyecto cul- tural; práctica que, por lo demás, es normal en tiempos de transición. En La novela de mi vida, Fernando, un profesor de literatura, estudioso de la obra de José María Heredia que abandonó Cuba hace casi dos décadas, decide regresar a la Isla movido por la posibilidad de encontrar unos docu- mentos perdidos del poeta. La búsqueda de lo que parece ser una novela autobiográfica de Heredia donde se revelarían muchos secretos sobre su vida, va guiando a Fernando a indagar sobre el sentido de su propia existen- cia y la verdad de los acontecimientos que lo llevaron a salir de Cuba. Para- lelamente, asistimos a la narración de las memorias de José María Heredia para constatar, al final, que lo que hemos leído hasta el momento es la misma novela que busca Fernando. Estos dos planos narrativos principales están entrelazados con un tercero que añade información sobre el destino Désirée Díaz 36 encuentro37 del antiguo manuscrito que estamos leyendo y que Fernando busca en vano. La verdad sobre la vida y la muerte de Heredia parecen quedar fuera del alcance de Fernando, pero no de nosotros, que asistimos, finalmente, a la publicación de la novela de su vida. Los episodios de la vida de Heredia y los avatares actuales de Fernando se leen unos como metáfora de otros. En ambos, la amistad y la traición, las utopías frustradas y las añoranzas, los secretos y las confesiones, se convier- ten en pilares de la trama. Y, a la vez, los recuerdos aparecen como algunos de esos pentimentos de los cuales la historia, en términos de canon históri- co, ha ido renegando siempre y ha escondido en las más oscuras gavetas pero que, ahora, en esa Cuba del día después que ya comenzamos a imagi- nar (o, lo que es lo mismo, a historiar) empiezan a florecer como fantasmas, tal vez, inútiles, pero de cualquier forma inevitables: las traiciones entre amigos y las confabulaciones maquiavélicas en nombre de un ideal o de una ideología que pueden identificarse como la revolución y el socialismo a fines del siglo xxo como la configuración de la cultura cubana a inicios del xix, y que han llevado a tantos a padecer humillación, exilio o muerte, aflo- ran sin prejuicios en la novela de Padura, aunque se arriesgue a cuestionar o a indagar sobre la legitimidad de algunos de los iconos de la cultura cuba- na en un procedimiento que no deja fuera ciertos elementos de la novela de misterio, tan cara a Padura. El procedimiento que supone revelar los penti- mentos históricos es claramente expuesto por el narrador: A José de Jesús lo tranquilizaba el convencimiento de que la historia se escribía de ese modo: con omisiones, mentiras, evidencias armadas a posteriori, con protagonismos fabricados y manipulados, y no le producía ninguna turbación su empeño en corregir la historia de su propio padre: los dueños del poder lo hacían constantemente y la verdad histórica era la puta más complaciente y peor pagada de cuantas existieran… 8 . Así se declaran también los grandes temas de La novela de mi vida: la historia como elaboración y construcción de los hombres, la ética de la memoria y la vida como novela «esto es, como ficción, como creación ajena a nosotros mis- mos, como si pudiéramos ser personajes movidos a su antojo por un oscuro demiurgo» 9 . Si Reinaldo Arenas jugó con las posibilidades de lo que pudo haber sido la vida de fray Servando Teresa de Mier e intentó revivir la emoción del sacerdote mexicano frente al ágave encontrado en medio de Italia, Padura ha intentado algo parecido con la existencia atormentada e infeliz de José María Heredia. En este sentido, la obra rebasa lo contingente y momentáneo para pasar del plano epistemológico a una dimensión hermenéutica de la historia y, sobre todo, de la vida y la obra de Heredia. Se destaca entonces otro de los temas que atraviesan toda la novela y a sus personajes: la ética de la memoria frente a la amenaza del olvido. Y no cabe duda de que Padura apuesta por la Pentimentos: Historia y literatura en la Cuba... encuentroNext >