< Previous¿Se dio cuenta Palomar alguna vez de esta verdad que no se sabe si catalo- gar entre las melodramáticas y dulces o entre las tristes y algo amargas? Palo- mar atendía la entrega de libros en el mostrador de la Económicay, de vez en cuando, se enfurecía, durándole el furor poco tiempo. Domínguez subía y bajaba con los tomazos bien cargados, jovial, persona decente hasta la califica- ción más alta y sabio como antes nunca un cubano lo fue. Yo lo habría casado con Guillermina Castillo, cuyo elogio no hago para no insistir en la semblan- za. Renuncio también a escribir sobre los directores y sobre otros cuyo turno les llegará a su hora. La vida y la obra de Díaz Martínez pasa por lo que estos personajes proyec- tan; conociéndolos, se conoce mejor al poeta. Mario Parajón 28 homenaje a manuel díaz martínez encuentro La sobremesa. Óleo sobre papel, 67,9 x 87,6 cm., 1945. Colección Isaac Lif y familia.29 L os grandes ataques de celos de la poesía se producen frente a la novela. Le molestan los relatos de ficción, odia el ensayo, no puede ni ver el teatro, pero se permite convivir con el periodismo. Ese es el único genero que ella, la avasalladora, la noble, la fidelísima, autoriza después de un trámite que debe hacerse en la primera juventud. Si no es así, la poesía se encastilla, se cierra, se rebela, y deja al poeta sin su rumor, sin magia, sin hondura, sin música y sin fuerza para escribir la palabra niebla y que la hoja blanca se llene de neblina. El pobre Rogelio Sinán me contó lloroso un mediodía en su casa de Panamá que, después que escribió su gran novela La Isla Mágica, no podía conseguir ni un octosíla- bo. Me tiene castigado, ella me tiene castigado, porque considera que la traicioné, me decía el poeta mientras miraba el mar como si la poesía fuera a llegar de pronto en un barco de vela. Manolo Díaz Martínez, un hombre que ha vivido mucho tiempo y ha hecho una obra trascendente, una poesía de la que la lengua castellana ya no puede prescin- dir, sabía eso desde el principio. Por eso, y, como buen conspirador, cuando se le pre- gunta acerca de los primeros textos que escribió en la vida menciona, desde luego, primero, la poesía y, en un discre- to segundo plano, el periodismo. A los dieciséis años escribí los primeros versos y el pri- mer artículo, dice Manolo, cuando estaba estudiando el bachillerato. Creo que la intensa labor periodística de Díaz Martínez se ha mantenido siempre más alejada del foco de la crítica porque la importancia de la poesía la ha relegado. Creo, también, que es un descuido de los estudiosos y de las per- sonas que se han acercado a indagar en la trayectoria lite- raria del autor de Vivir es eso. Su trabajo en el periodismo tiene mucho que ver con su vocación de promotor de la cultura. A lo largo de su vida estuvo siempre en las redacciones de los periódicos, en suplementos literarios y emisoras. homenaje a manuel díaz martínez encuentro Prosa de poeta Raúl RiveroEn los primeros años, sin embargo, se sumergió en el ámbito áspero y tajante del reportaje, la entrevista y el artículo diario, bajo la presión de la hora de cierre, en aquellos espléndidos talleres con olor a tinta donde los artí- culos y los bajantes se empastelaban y los regentes, los correctores y los repor- teros se hablaban a gritos en el fragor de las rotativas. Todavía en los 70, cuando era ya un poeta de renombre, enviaba trabajos de esa categoría a algunos diarios de provincia, como el Adelante, de Cama- guey, donde el poeta Raúl Luis y yo los leíamos, no sólo para conocer la reali- dad de la zona de Oriente, donde estaba Manolo en ese tiempo, sino para tra- tar de aprender a redactar en español. Díaz Martínez fue, en momentos muy complejos en Cuba, jefe de redac- ción de Hoy Domingoy después vivaqueó como pudo en La Gaceta de Cuba, cuando el comunismo criollo llevó el periodismo al nivel de murales de sindi- catos norcoreanos, horizonte perdido donde permanece. Ahora, en el suave ardor de su tercera juventud, el periodista que es Mano- lo colabora con artículos en la prensa canaria y en varios medios electrónicos (Ver Encuentro en la Red). Su periodismo merece un examen sereno y hondo por la calidad de sus textos, la tenacidad y la disciplina del comunicador que es —no hay que olvidarlo— el codirector de esta revista. Cuando se le preguntó hace poco en qué género se sentía más cómodo, Manolo respondió enseguida: en la poesía. También en el artículo de opinión y en la crónica. La poesía y el periodismo conviven, en las complejidades del amasiato, en la espaciosa residencia cordial que debe ser el corazón del poeta. Raúl Rivero 30 homenaje a manuel díaz martínez encuentro31 C reo que estamos muy cerca, en latinoamérica, de dar en el blanco de una poesía o, en términos más generales, de un lenguaje, y hasta de un estilo literario que, por individual y nacional que sea, responda, en lo esencial, a una problemática de la escritura y de la vida común a todos los escritores y lectores latinoamericanos, y que eventualmente alcance a traspasar, como se dice, «las barreras del idioma». Se me dirá que otras generaciones cumplieron ya esta tarea. Conforme. Sólo que su relación con la poesía no es ya la nuestra, de modo que, no sin atender a su obra como a una lección más o menos magistral, debemos empezarlo todo por el principio. Plantearnos, por primera vez, el problema de la creación poética; desnudar los motivos por los cuales también nosotros tenemos necesidad de hacer poesía; establecer las condiciones o el método que emple- aremos para satisfacer esa necesidad, y acceder, finalmen- te, si ello es posible, a un nuevo tipo de universalidad. Vivir es eso, de Manuel Díaz Martínez, es un libro que me interesa. Yo no escribiría dos palabras sobre él sin que una de ellas fuera el germen de una «discusión de princi- pios poéticos». Los jurados del Concurso «Julián del Casal» estuvimos acordes en que Vivir es esoes un libro de madurez. Se habló, seguramente, del dominio del oficio o bien del amplio registro temático o del dramatismo soterrado del poemario. Es la nomenclatura que se emplea cuando no hace falta lle- gar a un fallo a través de una discusión radical. Confieso que esos modos de significar valores que yo mismo empleo, me irritan. Un escritor maduro, de oficio, con muchos temas a su haber y todo lo demás, puede ser también un perfecto majadero. Los poemas que a mí me interesaron en el libro como expresiones de madurez literaria no son aquellos en los que el poeta parece reconciliado con las palabras; son esos en que el comienzo de la poesía es duda. «Soy —escribe Díaz Martínez en «Discurso para un camarada»— de una extraña raza en nuestros días: mi homenaje a manuel díaz martínez encuentro Vivir es eso 1 Enrique Lihncabeza está en el capítulo de las que dudan. Mientras vivo, mis ojos devoran el caos que es el mundo; cuando sueño, reproduzco el caos, lo despierto y lo azuzo. Y sólo el poema me calma» . En el capítulo de los que dudan no siempre el poema calma al poeta y lo dispensa del caos en que se entrecruzan la vida y el sueño. Es la poesía misma la que se encuentra emplazada, muy a menudo, a responder por su sentido; la que toma, a los ojos del hablante, el aire de la duda, un aspecto equívoco. El pequeño poema «La palabra», con que se inicia el libro, afirma, para empezar: «La palabra es la desgracia», y desarrolla toda una filosofía negativa del lenguaje que reaparece luego en otras composiciones y toma distintas tonalidades afectivas según se le niegue, a su vez, como en «In situ» o se la confirme, amargamente en «Epitafio»: «Es inútil escribir palabras que nos sus- tituyan, / que sean testimonio de lo que anhelamos ser, / espuma de la vida que ejercimos». Lo que se niega de la palabra, en el primero de los textos citados —»La palabra»— es, en último término, la posibilidad, deseada por el poeta, de identificarse ontológicamente con ella. En la realidad la palabra es un instrumento —«Ella me sirve, / me sirvo de ella». En el deseo o en el amor imposible que lo alimenta, ser y escribir ten- drían que consumarse en un mismo acto. No quiero dejar la impresión de que Díaz Martínez practica lo que se ha dado en llamar poesía filosófica. Sino, simplemente, la de que su libro está sostenido por una constante preocupación por la poesía que viene a ser así uno de los temas constantes de su poesía obsedida por las posibilidades e imposibilidades del lenguaje. En este sentido es un poeta intelectual, pero tampoco este calificativo me satisface. Yo diría, lo más simplemente posible, que se ha quemado las pesta- ñas escribiendo versos y que estos se han convertido para él en esas tristes pasiones de las que habla en «Regreso de Escardó»: «¡Qué tristes pasiones te dieron la poesía! / Estás más pálido que nunca / y no veo que te atraiga el brillo de las fondas». Todavía en la época del simbolismo los poetas eran augures, profetas, grandes sacerdotes, y la poesía una religión, una magia, un sistema de creen- cias, un mito. Todo eso se ha derrumbado y queda en su lugar, para decirlo con un verso de Díaz Martínez: «un corazón trabajando su mundo como un artesa- no» pero que todavía quiere eternizarse situándolas (las palabras) —dice el poeta dirigiéndose a otra criatura perdida y desecha en el tiempo— «de modo que vuelvas a nacer desde siempre / para siempre». Otra característica que comparte Díaz Martínez con sus compañeros de ruta latinoamericanos se refleja en el aspecto objetivista de algunos de sus poemas. La primera persona, que no abulta en ninguno de ellos, se adelgaza enton- ces hasta identificarse por completo con el poema objeto. Es, en un sentido diametralmente opuesto, el mismo repudio del senti- miento o de la efusión sentimental que practicó el simbolismo como «medio Enrique Lihn 32 homenaje a manuel díaz martínez encuentro33 irregular —dice Marcel Raymond— de conocimiento metafísico», contra el subjetivismo romántico, puesto que, en este caso, dicha impersonalidad apun- ta a una suerte de revelación de lo real. Uno de los mejores poemas de Vivir es esoes, a mi juicio, el que se titula «La guerra» y que sólo consta de seis versos exactos, impasibles: Todos los aviones regresaron a sus bases. Pero no todos los hombres regresaron a sus casas. Pero no estaban todas las casas de los que regresaron. Pero no todos los que regresaron encontraron a todos en sus casas. K____________________ Vivir es eso homenaje a manuel díaz martínez encuentro 1 Presentación del libro de Manuel Díaz Martínez Vivir es eso, que obtuvo en 1967 el Premio de Poesía «Julián del Casal», de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba. Lihn integró el jurado junto a los cubanos Nicolás Guillén y Eli- seo Diego y los españoles Gabriel Celaya y José Ángel Valente. Cuatro mujeres en azul, fondo naranja. Óleo sobre lienzo, 54,6 x 76,2 cm., 1954. Colección Cheri y Raúl Gómez Estremera.E scribir no siempre es un placer para quien realiza esa labor bajo la Mirada inquisidora de la Academia Norteamericana. Un desliz impresionista, el uso del len- guaje popular o el olvido de una cita pueden invalidar la importancia de un texto ante el juicio de quienes otor- gan el tenure a un profesor, y el tenure es la permanencia, aumento de salario, descanso seguro, en fin, la paz, sobre todo para el académico en exilio. Por esas razones, a veces, escribir es un sufrir, un cercenamiento, un simu- lacro, y momentos como éste en que escribo con libertad y gozo son una fiesta, máxime si es para honrar a un gran creador y un buen amigo a quien, a veces, llamaré aquí, permítaseme la familiaridad, Manolo, nuestro Manuel Díaz Martínez. Todo gran poema, como son los suyos, es una conver- sación abierta con otros hechos creativos, una especula- ción placentera sobre los temas humanos de siempre. No osaré reducirlos a un listado, pero ellos aletean en forma de certezas y preguntas sobre los libros que hoy reposan junto mí y van armando este texto: La Patria, ¿dónde queda la Patria para el escritor Manuel Díaz Martínez? La ética, ¿cómo salvarla sino a través de la comunicación humana?, nos interroga Emmanuel Levinas. La tradición literaria, ¿qué sería sin ella el escritor para T. S. Eliot? El exilio, ¿qué significa para María Zambrano? «Eso y algo más es Patria / si cabe ahí la libertad./ Si no cabe, yo prefiero / morirme de distancia 2 » (p. 376), declara el poeta en su última antología, donde le encontramos con una voz lírica cada más vez más jugosa en resonancias, dueño de una perfecta economía de palabras, maestro en cincelar la expresión superflua o manida. Lugar no hay ahora para nostalgia quejosa, como tampoco hubo antes para naciona- lismos exaltados. Por eso, la definición de Patria no es aquí ambiciosa, ni sufriente, es sólo el nombrar la pérdida exor- cizando la distancia. Se equivocaba Cavafis respecto al desti- no del escritor exiliado, cuando auguró en aquellos versos: «No hallarás nuevo país, no hallarás otra orilla». 34 homenaje a manuel díaz martínez encuentro Palabra poética 1 Madeline Cámara35 No ha sucedido así en la poética de Manuel Díaz Martínez. Patria por ausencia pero presente en el acto de la palabra que recupera realidades: «un mar, unas casas, unas calles, ...algunas frustraciones... un guiso, una canción... una manera de decir las cosas... los padres que van envejeciendo en un patio de provincia» (p. 376). Aparentemente, un poema coloquial: la sencillez de los sustantivos, la estructura aditiva, el tono menor, la suavidad del ritmo, y, sin embargo, se produce un efecto de «enumeración diversívoca» 3 , «una cons- trucción exuberante», sin ser barroca, «un despliegue semántico» dentro de un verso estructuralmente simple. La fragmentación espacio-emocional es sólo la superficie gramatical del poema; en el fondo, como debajo de la ola, está la fuerza de la síntesis: luga- res, personas, afectos, hábitos recuperados a través de la memoria y de la magia connotativa de la palabra artística que parece darle una segunda opor- tunidad al exiliado, la de la vida recreada en el recuerdo. Nótese que el conjunto poético creado no busca significar la patria a través de viejos y pesados símbolos, sino dibujarla con la levedad de trazos de una evo- cación íntima. Por eso, la figura de la sinécdoque es la única posible, la única suficientemente pudorosa, pero sin concesiones al chato coloquialismo que tien- de a convertir la anécdota personal en metáfora universal. No se privilegia ni jerarquiza lo privado sobre lo público: «Quizás una utopía» se añade para conti- nuar la definición de Patria, en referencia, pienso, al lugar de la Revolución Cubana en la vida del poeta; pero esto, junto a la mención de los accidentes del clima tropical, ¿por qué no? «un régimen de lluvias» también nos caracteriza. El poema, que por su escueto puntillismo no admite lecturas altisonantes, sorprende entonces con el giro de la última estrofa, la decisión es firme: «Morirme de distancia» elige el poeta en exilio, y, subrayo, no de nostalgia, evitando Díaz Martínez, tanto en la vida como en la obra, la mala jugada de los lugares comunes donde suelen reposar, juntas, mediocridad y cobardía. He cambiado de cigarros, de sueños de sintaxis, de país... me aficioné al futuro, me jugué la esperanza, toda la esperanza a una profecía y terminé regresando por mis trajes viejos. (…) Ahora permítanme fumar, beber algo y les sigo hablando en un momento (p. 346). «Converso con el Otro que siempre va conmigo», hábito machadiano que parece compartir Díaz Martínez. «Adónde un hombre puede regresar / que no sea a su sombra» nos ha dicho (p. 372). Pero, más que al soliloquio reflexi- vo, creo que el poeta cubano es dado al diálogo con sus seres queridos o con su lector 4 , como en este poema antes citado que se me antoja escrito en una de esas tardes de café de la España del Sur, que Manolo ha hecho suya. Palabra poética homenaje a manuel díaz martínez encuentro Arturo Jiménez 36 homenaje a manuel díaz martínez encuentro Varios textos ilustran esta poética de la conversación, que no necesaria- mente conversacional. Pienso en los dedicados a la madre, desde el antológi- co «Mi madre, que no es persona importante» hasta los más recientes: «Te escribo a la vieja dirección» y «Meditando con mi ausente madre»; más ligeros y alegres, dulcemente didácticos, los dedicados a las hijas: «Esto que ves, Gabriela» o «Balada para Claudia». Profundamente nostálgico «La noria de la memoria», que se lee como un caminar de la mano con la esposa amadísima que le robó al poeta «la Oscura Jueza». Interesante observar en este recorrido por su producción poética, que se atiene —advierto— a lo compilado en Un caracol en su camino, que el poema dialogado es la forma preferida por Díaz Martínez para hablar con las muje- res amadas de su vida: la madre, las hijas, la esposa, mientras que para recor- dar al padre y al abuelo reserva formas más tradicionales de la voz lírica, como sucede en «Para siempre es ido mi abuelo Pedro Martínez», «Funerales de Manuel Díaz Torres, mi abuelo», «Este hombre que es mi padre» o «Déci- ma a la muerte de mi padre». No obstante, no propongo una lectura de géne- ro sesgada pues, como ya veremos, entablará diálogo con varios grandes poe- tas hombres en la abundante producción que dedica a homenajearlos. Ha advertido, con razón, el crítico Virgilio López Lemus 5 que 1967 es un año que muestra un cambio en la poética de Díaz Martínez, con su adscrip- ción a la corriente conversacional. No es éste el lugar para establecer una valoración comparativa entre el poeta y otros compañeros suyos de la genera- ción llamada de los 50, que practicó esa tendencia estilística también conoci- da como coloquialismo 6 . Pero quiero enfatizar que lo que distingue el colo- quialismo en Manuel es una búsqueda existencial del sí mismo en el Otro mediante el diálogo. Por eso, en los momentos del desamparo total del exilio, el poeta busca la plática con los que aún siguen acompañándole, con los Otros que amó y le amaron, pues ellos le permiten revelar poéticamente un ser que pareciera estar amenazado por la soledad, por las jugarretas que la incertidumbre de futuro nos juega a todos, como si no tuviésemos un pasado. Emmanuel Levinas, empeñado en salvar la filosofía contemporánea de la crisis ética en que se encuentra, nos recuerda algo que halla eco transparente en la poesía que discutimos: Es banal decir que existimos en singular. Estamos rodeados de seres y cosas con los cuales mantenemos relaciones. A través de la vista, el tacto, la simpatía y el trabajo en común somos con los otros 7 . (…) En principio el yono se crea a tra- vés de la primera persona, sino que se apoya para su existir en el mundo 8 » (la trad. es mía). Si aceptamos esta intención, digamos más bien justificación profunda, de la necesidad del conversar como un alcanzar al Otro en el Uno, se entiende el refinamiento estilístico de la lírica de Díaz Martínez, que nunca carenó en el uso facilista del lenguaje popular que permite el coloquialismo. Nótese esa atmósfera en los versos dedicados a la esposa: Madeline Cámara 37 Surges, de pronto, a la luz desde una puerta imprevista, y me tomas una mano. Estás triste. No me miras. Un silencio tembloroso se pone a andar a mi lado (p. 365). Toda la mise en scèneque supone el poema, basado en la evocación de una figura ausente, perdida, y luego rescatada, precisa de un ritual, una magia que requiere la más delicada poesía, pues sólo entonces Ofelia pasará a ser una espiritualidad encarnada 9 . Y atención, toda la atención les ruego: no caer en la trampa de pensar que la Poesía está en las cosas (…) Estoy en condiciones de afirmar rotundamente, con el viejo búho Stephan Mallarmé, y siguiendo mis propias experiencias, que la poesía habita sólo en el idioma (…) Poesía eres tú, Gustavo Adolfo .... y lo soy yo, y no porque seamos musas ni modelos, sino porque somos los que hablamos: sin nosotros no hay mirada (pp. 331-332). Estas citas, como todas las anteriores, obligatoriamente fragmentadas, pro- vienen de ese extenso e intenso poema titulado paradójicamente «Mínimo discurso sobre el poeta, la palabra y la poesía». Ellas me sirven para orientar- me hacia las que propongo como claves de una definición retórica, entiénda- se esta palabra a la antigua usanza «como arte que enseña las reglas del buen decir», de la poética de Díaz Martínez. Dos certezas parecen vislumbrarse para él: La poesía sólo existe en las palabras, y a su vez éstas sólo existen poéti- camente al ser creadas por el poeta. Nótese el doble énfasis y la solución de la contradicción, como gustaría a Lezama: la materialidad de la poesía a través de su encarnación en el idioma, y su espiritualidad, que mana del origen sub- jetivo: el poeta. Mediante el injerto de palabras, o lo que solemos llamar intertextualida- des, anotadas en cursiva, proveniente de poetas de la lengua española, Manuel nos entrega «su» (y de ellos también) definición de poesía: «agua dis- cursiva, oscura pradera, rosa melancólica, carnívoro cuchillo, grano de trigo en el silen- cio, guitarra del mesón de los caminos, manotazo, águila audaz, guijarro, mosca, miedo, mástil, horizonte, todo menos acta notarial…» (p. 330). Palabra poética homenaje a manuel díaz martínez encuentroNext >