< Previous5co Espalda y nalgas breves de Andrés, el reverso que se resiste a ser en negativo, amplia llanura donde acostarme a acariciarle los riscos de la oreja, con todo el peso de mi ser como un náufrago timón en mano viajando por un derrocadero que me convida a hundirme hasta sacarle la castaña a su fuego liberado. 6is Son sólo estas llamas lo que me salva, ya ceniza, de otros fuegos. 118 poesía homoerótica encuentro119 Fiebre de caballos Damaris Calderón Cuando te quedas, Rita, más desnuda que estas paredes yo siento miedo de ser una mujer. Tengo feroces dientes carniceros. Comiérame tus ojos, tus rodillas. Cuando veo un sauce que se agita no me acuerdo de Safo, pienso en mí. poesía homoerótica encuentroEl amante de E.B. frente el árbol de las lamentaciones René Coyra sabemos que tenía un amante, de ojos —tal vez— color de las campanas de alguna iglesia medieval. lo sospechábamos; acaso habíamos apostado por uno que otro nombre: todos queremos ver en otros lo que nuestra carne lacera. imaginábamos aquella Habana, la tarde que enmudece, el árbol de las lamentaciones pugnando con la tierra que apenas se hace tocar por él, la caricia del mar y la sordidez nuestra. tenía un amante, me gusta soñarlo de esa manera, verlos sentados en cualquiera de esos parques que existen gracias al abandono que Dios debe haber sentido en algún momento por nuestras cosas. hemos olvidado la fuente, sus delfines de plata la música de la yerba dentro del agua un parque y un país; vaya qué suerte... mañana tras mañana, un amor como un apuesto lazarillo. prefiero no creer en nada a pensar que puede no ser cierto, los veo irse, juntos, penetrando en la desvastada ciudad, el círculo que forma nuestra vida con la nada. yo pude ser su amante, él pudo escribir todos aquellos poemas para mí. Emilio Ballagas, de qué vale ya avergonzarnos. 120 poesía homoerótica encuentro121 Debut Néstor Díaz de Villegas para R La oscura cantidad que se insinúa debajo de tus blancos pantalones es como un dios detrás de los telones transformándose en héroe. Continúa la acción: el dios escapa entre botones de nácar. Le abre el paso una ganzúa al brillante escenario. Sobreactúa en la parte del rompecorazones. Le hago llegar al brusco camerino un manojo de lágrimas tatuadas y un ánfora del foro —con su vino hecho de aguas metamorfoseadas— cual corresponde a un pícaro divino que ha encarnado el papel del rey de espadas. poesía homoerótica encuentroVestido de novia Norge Espinosa Mendoza Por eso no levanto mi voz, viejo Walth Whitman, contra el niño que escribe nombre de niña en su almohada, ni contra el muchacho que se viste de novia en la oscuridad del ropero. Federico García Lorca. Con qué espejos con qué ojos va a mirarse este muchacho de manos azules con qué sombrilla va a atreverse a cruzar el aguacero y la senda del barco hacia la luna Cómo va a poder cómo va a poder así vestido de novia si vacío de senos está su corazón si no tiene las uñas pintadas si tiene sólo un abanico de libélulas cómo va a poder abrir la puerta sin afectación para saludar a la amiga que le esperó bajo el almendro sin saber que el almendro raptó a su amiga le dejó solo ay adónde podrá ir así tan rubio y azul tan pálido a contar los pájaros a pedir citas en teléfonos descompuestos si tiene sólo una mitad de sí la otra mitad pertenece a la madre de quién a quién habrá robado ese gesto esa veleidad esos párpados amarillos esa voz que alguna vez fue de las sirenas Quién le va a apagar la luz bajo la cama y le pintará los senos con que sueña quién le compondrá las alas a este mal ángel hecho para las burlas si a sus alas las condenó el viento y gimen quién quién le va a desvestir sobre qué hierba o pañuelo para abofetearle el vientre para escupirle las piernas a este muchacho de cabello crecido así vestido de novia Con qué espejos con qué ojos va a retocarse las pupilas este muchacho que alguna vez quiso [llamarse Alicia que se justifica y echa la culpa a las estrellas con qué estrellas con qué astros podrá mañana adornarse los muslos 122 poesía homoerótica encuentro123 con qué alfileres se los va a sostener con qué pluma va a escribir su confesión ay este muchacho vestido de novia en la oscuridad es amargo y no quiere [salir no se atreve no sabe a cuál de sus musgos escapó la confianza no sabe quién le acariciará desde algún otro parque quién le va a dar un nombre con el que pueda venir y acallar a las palomas matarlas así que paguen sus insultos con qué espejos ay con qué ojos va a poder asustarse de sí mismo este muchacho que no ha querido aprender ni un solo silbido para las estudiantes las estudiantes que ríen él no puede matarlas así vestido de novia amordazado por los grillos siempre del otro lado del puente siempre del otro lado [del aguacero Siempre en un teléfono equivocado no sabe el número tampoco él se sabe Está perdido en un encaje y no tiene tijeras así vestido de novia como en un pacto hacia el amanecer Con qué espejos Con qué ojos. poesía homoerótica encuentroDesde un ventanal de la isla de Gran Bretaña Jesús Jambrina Desde un ventanal en la isla Gran Bretaña Peter O´Toole contempla a los reclutas cubanos. Entra con ellos al cine Payret y en la oscuridad palpa sus falos precio barato. En un cuarto de hotel los labios ingleses desabotonan las verdes camisas: «Ésta es Europa, disfrútenla sin miedo», dicen. Otra noche Peter sale y encuentra nuevos muchachos; esta vez los invita a Finca Vigía donde el Nobel convierte los gatos en fieras y Ava Gardner busca el fin de su vagina. La noche es una fontana de aguas sulfatadas listas para ser utilizadas por los frustrados de sexo. Peter O´Toole regresa a su casa complacido mientras en La Habana Lezama rompe siete poemas verdugos y un niño se enamora en silencio de la foto del Che. 124 poesía homoerótica encuentro125 Mi vida con Antínoo José Félix León La belleza del rostro es lo que importa, y luego la belleza de la nada. Los artistas romanos copiaban en sus talleres los originales griegos, las estatuas votivas de Alejandro, cierta posición del brazo contra el muslo, algo con la gracia del tallo de un jacinto o un junco que se dobla. Hace frío en la isla y te contemplo sobre el fondo negro de un cartel que alguien compró en El Prado para mí. No estoy solo ni sostengo la belleza del mármol, el deterioro del labio superior y la nariz, tanta serenidad que se desploma en los mullidos lechos, en la elegía amorosa de la Roma Imperial, en el rostro del muchacho que vi ayer bajo la lluvia en un jardín de la calle Paseo. La edad vendrá en que otros poetas se fijarán en ti y esculpirán con sus palabras más o menos griegas o latinas algún verso que te nombre. Ahora me desnudo para entrar al agua, ondas de calor que nos separan más que los siglos o la historia del lenguaje y pienso que nunca estaré solo ante ti, que me contemplas desde la eternidad de la pared del baño. poesía homoerótica encuentroSoy Aquiles, que besa… Chely Lima Soy Aquiles, que besa por primera vez la boca de Patroclo. Soy Aquiles, que pide su derecho: la más bella de las cautivas de guerra es suya. Soy Aquiles, que aúlla frente al mar, y ordena una pira donde incinerar el cuerpo mil veces amado, mil veces desnudado con manos temblorosas, mil veces defendido cuando bajaban al campo de batalla, mil veces interpuesto entre Aquiles y su destrucción. Soy Aquiles, plantado sobre el muro, que grita con una voz tan desgarrada, descuartizada de odio y amor, que los caballos retroceden, relinchando, y los rostros de los hombres palidecen y sus corazones se aprietan. Soy Aquiles, que persigue a Héctor sobre la arena de Troya, sin piedad por el padre anciano, ni por la esposa que lo espera en las murallas, ni por el hijo tierno. Soy Aquiles que sólo quiere desangrar a su enemigo. Soy Aquiles, vencedor, herido de sí mismo, que se retira en silencio, escoltado por la sombra de Patroclo. Soy Aquiles, hijo de Ochún y Yemayá, mitad mortal y mitad divino. Y estas son mis miserias, y estas son mis glorias. 126 poesía homoerótica encuentro127 Rubliov, el mar, una escopeta al agua Félix Lizárraga Ala playa han llegado tres muchachos. Han venido cargados con sus avíos de pesca. Escopetas, arpones, una cámara, un par de patarranas. Ninguna cosa es nueva, a no ser los muchachos mismos que las cargan, que las tiran al agua. Sus gestos al tirarlas son habituales, exactos, vigorosos, de algún modo rebosantes de gracia. La trusa de un muchacho, del más fino, ofrece desafiante el pesado racimo genital. Otro tiene ojos claros, bajo el arco tendido, perfecto, de las cejas. El tercero, un mulato, luce como fundido en una sola pieza de bronce reluciente. Ya se tiran al agua, ya se alejan. No sé, no sabré nunca, cuál ha sido la vida que han llevado, qué vida llevarán cuando salgan del agua. Pero el mar y los gestos precisos de la pesca los invisten, en este mediodía, de una inocencia inmemorial. Pienso, mientras miro alejarse a los muchachos por las olas antiguas, en unos vasos rebosantes de gracia. En ánforas. En cálices. En los tres ángeles de oro que bendicen un cáliz, pintados por Rubliov. Así pudieron ser esos varones a los que Lot dio albergue. Una carne de bronce, unas cejas como un arco tendido, ofrecidas las frutas del amor. Intocables, lejanos, sin embargo. Protegidos, como por una torre transparente, por la inocencia precisa de los gestos que se hacen junto al mar, arrojando una escopeta al agua. poesía homoerótica encuentroNext >