De cuando Gastón Baquero se sentaba a caminar con César Vallejo JOSÉ PRATS SARIOL ■ 3 POESÍA GERMÁN GUERRA ■ 11 EFRAÍN RODRÍGUEZ SANTANA ■ 15 EN PERSONA IVÁN DE LA NUEZ Aproximación (fragmentaria) a Iván de la Nuez JULIÁN RODRÍGUEZ ■ 23 «Ensayar es ensanchar» ENTREVISTO POR ANTONIO JOSÉ PONTE ■ 25 En paracaídas o con paraguas IVÁN DE LA NUEZ ■ 36 Habana Abierta: boomerang JEFFREY MANOEL PIJPERS ■ 41 El azaroso destino de El alambique mágico IVETTE LEYVA MARTÍNEZ ■ 47 CUENTO Patillas de hacha GUILLERMO ROSALES ■ 49 ¡Oh, Pitágoras! GUILLERMO ROSALES ■ 51 ENTREVISTA Un cronista de la diferencia: conversando con El Macho ALEJANDRO DE LA FUENTE ■ 57 DOSSIER CUBA: EL CAMBIO A DEBATE ¿Cambios versus Transición? PABLO DÍAZ ESPÍ ■ 66 Cuba07: abierta a sí misma MANUEL CUESTA MORÚA ■ 68 ¿Más de lo mismo? JUAN ANTONIO BLANCO ■ 77 Un estado de cosas superado por la vida DOMINGO AMUCHÁSTEGUI ■ 81 DIRECTOR FUNDADOR Jesús Díaz † DIRECTORES Manuel Díaz Martínez Antonio José Ponte CONSEJO DE REDACCIÓN Jorge Luis Arcos Elizabeth Burgos Pablo Díaz Espí Josefina de Diego Carlos Espinosa Raúl Rivero Pío E. Serrano JEFE DE REDACCIÓN Luis Manuel García COMITÉ EDITORIAL Eliseo Alberto Rafael Alcides Víctor Batista Beatriz Bernal Velia Cecilia Bobes Manuel Desdín Cristóbal Díaz Ayala Damián Fernández Roberto González Echevarría Carmelo Mesa-Lago Enrique Patterson Gustavo Pérez Firmat Marifeli Pérez-Stable Rafael Rojas Enrico Mario Santí DIRECCCIÓN EJECUTIVA Annabelle Rodríguez DIRECCCIÓN ARTÍSTICA Y DISEÑO GRÁFICO Carlos Caso invierno 2007-2008 47Gramática de la inclusión y del consenso DAGOBERTO VALDÉS ■ 88 Una aproximación desde la Isla CARLOS ALZUGARAY ■ 92 ¿Debatiendo la gobernabilidad en debates gobernables? HAROLDO DILLA ALFONSO ■ 96 ¿Qué proyectan las autoridades? ANTONIO JOSÉ PONTE ■ 103 POESÍA REINA MARÍA RODRÍGUEZ ■ 107 JORGE GUITART ■ 112 Cuba y sus constituciones BEATRIZ BERNAL ■ 117 CUENTO Un día en la vida de Juanito Pérez JORGE DOMINGO CUADRIELLO ■ 125 PERFIL Humberto López Morales: espíritu hispánico FRANCISCO MORENO FERNÁNDEZ ■ 137 EN PROCESO La última adivinanza del mundo FROILÁN ESCOBAR ■ 145 ¿Cubanos con doble ciudadanía? MARIO ANTONIO FERNÁNDEZ PÉREZ ■ 151 PLÁSTICA BARUJ SALINAS El ángel respondiente: son del color soñado JESÚS MORENO SANZ ■ 157 BUENA LETRA ■ 169 LA ISLA EN PESO ■ 181 CORRECCIÓN DE TEXTOS Xavier Ricardo IMPRESIÓN Gráficas Monterreina, S.A., Madrid EJEMPLAR: 7,50 e EJEMPLAR DOBLE: 15 e PRECIO DE SUSCRIPCIÓN ANUAL ESPAÑA: 30 e EUROPA Y ÁFRICA: 45 e AMÉRICA, ASIA Y OCEANÍA:US$ 88.00/67 e No se aceptan domiciliaciones bancarias. D.L.: M-21412-1996 ISSN: 1136-6389 PLÁSTICA EN ESTE NÚMERO: Baruj Salinas PORTADA Icarus. (Fragmento) Acrílico sobre tela, 66 x 68 plg., 2003. CONTRAPORTADA Blue Forest. (Fragmento) Acrílico sobre tela, 38 1/2 x 58 1/2 plg., 2006. EDITA Asociación Encuentro de la Cultura Cubana Infanta Mercedes 43, 1º A ■ 28020 ■ Madrid Tel: 914250404 ■ Fax: 915717316 E-mail: asociacion@encuentro.net www.cubaencuentro.com Encuentro de la Cultura Cubana es una publicación trimestral independiente que no representa ni está vinculada a ningún partido u organización política dentro ni fuera de Cuba. La producción de este número ha sido posible gracias a la generosa contribución de la Consejería de Cultura de la Juntade Andalucía y de la Agencia Española de Cooperación Internacional Esta revista ha recibido una ayuda de la Dirección General del Libro, Archivos y Bibliotecas para su difusión en bibliotecas, centros culturales y universidades de España. AECI3 S e abrazan en la madrileña calle de antonio acuña.acaban de descubrirque son vecinos, pues mientras uno vive en el 5, el otro está enfrente, en el 4. Pero se habían conocido mucho antes, en Santiago de Chuco, un pueblo fundado en el siglo xvipor mineros gallegos, a 3.100metros de altura, en la zona andina septentrional, poco después de que el mulato orien- tal llegara a La Habana de los 30desde su natal Banes. ¿Dónde se conocieron César Vallejo y Gastón Baquero? ¿Dónde dejamos las nociones de «influencia» y de «intertextualidad», y arribamos a una suerte de curiosa «adecuación» entre similares poéticas autorales? Muy por encima de dife- rencias filosóficas, políticas, generacionales y territoriales, las fértiles presencias del peruano en el cubano alimentan la descarnada tesis de Harold Bloom referida al agónque, consecuentemente, evita exagerar contextualizaciones, priorizar fenóme- nosque, en última instancia, apenas rozan la creación artística. Es César Vallejo y, en menor medida, el mexicano José Gorostiza, el latinoa- mericano de mayores comparecencias en los poco más de cien poemas que escri- biera Gastón en su accidentada y polémica vida. «Con Vallejo en París —mien- tras llueve» no es sólo uno de los poemas más fuertes del autor de Magias e invenciones, sino, a la vez, con pocas dudas, el mejor de los escritos al cholo pro- fundo y trágico, tierno y universal, al que muchos coinciden en situar como el más intenso poeta de habla castellana en el siglo xx. La lectura comentada del poema, la referencia a evidentes correspondencias estilísticas en otros textos, un curioso artículo titulado «Oye, mira: esos pasos son los de él» y dos breves ensa- yos: «El poeta puro», de 1959, y «A los cincuenta años de Los heraldos negros», de 1967, me permitirán argumentar las aseveraciones precedentes, pero, sobre todo, posibilitarán que prosiga mis homenajes a quien —sencillez y talento, gene- rosidad y lucidez— enorgullece las letras cubanas. Me parece —sin amagar con una paráfrasis— que el tributo de Baquero alcan- za diversos niveles de lectura, algunos de una sutileza sólo comprensible a partir del profundo, complejo conocimiento que de la obra de su vecino de la calle de Antonio Acuña poseía el autor de Magias e invenciones. Las intertextualidades favorecen el disfrute del poema, dimensionan la recepción, crean un asombro. La erudición, como sucede con las principales voces del grupo Orígenes, nunca tiene encuentro De cuando Gastón Baquero se sentaba a caminar con César Vallejo JOSÉ PRATS SARIOLENSAYO 4 encuentro la torpeza cotorreante de la cita vacua, de la deglución bibliográfica, del profe- sorcillo que hilvana lugares comunes. El horno transmutativo de Gastón — podría afirmar su amigo Lezama— interioriza y transforma, hace suyos los ras- gos esenciales de la estilísticade Vallejo y los convierte en símbolos, los anima; es decir, les vuelve a dar alma. Con el mismo talento con que supo captar la voz de Marcel Proust o de T. S. Eliot, se adentra —nos adentra— en las sesgaduras a la Poesía que, como for- mando un palimpsesto, produjera el más intenso amante de la tristeza que hasta ahora ha tenido el idioma castellano. Los prodigios receptivos que proyecta el poema del cubano verifican la función desafiante que frente al statu quodel len- guaje realiza la literatura, que frente a la comunidad lingüística sin contravencio- nes ni mutaciones debe realizar el poeta. Su primera gracia expresiva radica en el desafío recreador, en el consciente rompimiento de normas que contra la decrepi- tud galopante del amor a la palabra se erige como un sencillo antídoto frente al virus de la trivialización globalizante. El poema es la casa; protege y familiariza, hermana a las dos voces que pre- sienten cuán lejos de sus hogares van a morir. El poema es quizás lo único que puede salvarse del naufragio. Ambos coinciden en el sentido. Gastón le había confesado a su amigo Felipe Lázaro en una entrevista: «No concibo eso de sen- tarse a escribir poesíacomo si fuera a colocar ladrillo a ladrillo para levantar una pared, sino que sólo escribo cuando tengo verdaderos deseos de hacerlo. Y esos deseos me asaltan inesperadamente, asomándose a mí a través de un verso suel- to, de un grupo de palabras enlazadas rítmicamente. De ese verso, simiente, sale todo el poema, y lo más frecuente en mí es que ese verso inicial me dicte el argu- mento». Es un verso quien provoca sus versos. Puede ser el último de Trilce: «Canta, lluvia, en la costa aún sin mar». O el más evidente, el que cita casi al final, el que en el poema xvde Trilcesimboliza la transgresión vallejiana: «...ahora me he sentado/ a caminar». Desde ellos sale su homenaje, su tristeza a la tristura, al motivo de las lindes, de las vísperas frustradas, del ya-no. Lo mismo que Vallejo en Desde Europahabía afirmado que es imposible controlar los alcances que pueden ocultarse en un poema, con lo que se burla de la teoría del arte como reflejo,Gastón supo advertir: «Nunca me he planteado narrar un episodio, contar una anécdota, anotar una reflexión: lo que siempre me he propuesto, y me propongo, es hacer un poema, que es una entidad riguro- samente autónoma, desprendida por completo de la anécdota, de las ideas, de los antecedentes no poéticosque tantas veces pueden estar en el trasfondo de un poema. Lo que cuenta y lo que queda en definitiva, si queda, es el poema en sí (por eso es tan difícil hallar buenos lectores de poesía)». Creo que la analogía más importante entre los dos poetas está en saberse, antes que todo, poetas. Desde esta metáfora, etimológicamente, es que los dos exiliados se hermanan, por encima o por debajo de sus ideas y creencias. Aunque esta lección de estética sólo tenga alumnos ya convencidos de la moraleja, su parábola no pierde vigencia, capacidad de conjuro contra los voluntarismos neo- hegelianos. La pertinencia de la literatura al campo de poder —como argumenta- ra, entre otros, Pierre Bourdieu— no le resta impertinencia a su autonomía. Vallejo escribe en Desde Europa: «La sensibilidad política del artista se produ- ce, de preferencia y en su máxima autenticidad, creando inquietudes y nebulosas5 ENSAYO encuentro políticas, más vastas que cualquier catecismo o colección de ideas expresas». Gastón escribe en 1967, al conmemorarse los 50años de Los heraldos negros: «Es tan poderosa la capacidad de poesía que trajo al mundo Vallejo, que ni la filiación política muy definida consiguió destruirle la riqueza de su espíritu. Y eso que es bien sabido que no hay destructor ni corrosivo mayor para la poesía que ciertas filias de fanatis- mo y de obcecación politizante. Lo primero que pierden muchos que se adscriben a supuestos credos de libertad es la libertad, su libertad». La comunión estética fragua la filiación pluralista, libre de sectaris- mos anquilosantes, de bacterias dise- minadas por la demagogia política. Vallejo y Baquero supieron demasiado bien que su oficio carece de mandatos extraños, que su primer deber era con la escritura, con la única autenticidad válida para quien deposita en la pala- bra el sentido de su vida, aunque, por supuesto, ninguno olvida que vive en la calle del obispo degollado por los borgoñones, que los antonios acuñas siempre remiten las cartas. Los dos coinciden en aceptar que el poema es poema y no realidad, que la poesía es poesía y no motivo temático, que escribir y leer son su oficio. Los dos están seguros sobre su tautología. Y sin necesidad de intérpretes. En el poema «Despedida recor- dando un adiós», de Poemas huma- nos, Vallejo dice: «Adiós, hermanos san pedros,/ heráclitos, erasmos, espinozas!/ ¡Adiós, tristes obispos bolcheviques!/ ¡Adiós, gobernadores en desorden!». En el poema «La esperanza», de 1966, Gastón le hace decir al moribundo que resiste, a puro gerundio intemporal: «humi- llando al sentido común de los sagaces,/ mortificando el prestigio/ de quienes en asuntos de esos poseían una larga autoridad,/ y una irrefutable experiencia». La subordinación de la circunstanciacrea la fraternal simpatía. Y comienza, no por una oposición denotativa sino por una metagoge. El tropo que aplica cualidades o propiedades del sentido a cosas inanimadas, recurso tan querido por los autores modernistas, podría sintetizar las presencias de uno en otro, el sutil prefijo del Con Vallejo en París —mientras llueve Metido bajo un poema de Vallejo oigo pasar el trueno y la centella. «Hay bochinche en el cielo», dice impasible el indio acorralado en callejón de París. Furiosa el agua retumba sobre el techo blindado del poema.EmpréstemeAbraham, le digo, un paraguas, un cacho de nube seca como el chuño enterrado en la nieve. Estoy harto de no entender el mundo, de ser el pararrayos del sufrir, de la frente al talón. Alguien tiene que tenderme una mano que sea como un túnel Por donde al final no haya un cementerio. Dígame, Abraham, Cómo se las arregla para parir el poema que es ruana recia del indio, y es al mismo tiempo hombreante poema panadero, padrote, semental poema. Me cobijo, me enclaustro, me escabullo amigo Abraham en ese parapeto De un poema suyo donde se puede agüaitar, arriba, el paso del hambre que sale por el mundo a comerse gente carniprieta, a devorar pobres y más pobres, requetecienmil pobres tiritando de hambre. Oiga, Abraham, llamado César como un emperador de toga negra y corona de espinas, ¿cómo se las arregla para tristear sus poemas, si nunca cesa de llover miseria humana, y se nos tuercen todos los tacones de los viejos zapatos, y el agua cala impiadosa los remiendos del poncho? Y qué risa me da que use usted nombre de imperial romano. Usted tendría que llamarse eternamente Abel o Adán, pero Abraham está bien: La mamacita de usted le llamaba Abrancito y le decía niño no pienses tanto, que en el pobre pensar no sirve para nada, pensar es sufrir más. Oiga lo que le digo, Abraham: Tanta hambre paso en París que voy al Louvre a comerme el pan y los faisanes de un bodegón holandés. Le arrebato a un hombre de Franz Hals un jarro de cerveza y me harto de espuma. Salgo del museo limpiándome el hocico con el puño cerrado y digo ¿cuándo parará de llover en este mundo, cuándo en el techo de los pobres no rebotarán más piedras, y lloverá maíz en vez de luto? Y agarro el bastón de Chaplin, me subo el cuello de la chaqueta y salgo en busca de un refugio, de un cobijo donde pasar lo que reste de llanto. Me siento a caminarpor la tristura y vengo aquí al providente amigo a pedirle emprestado un jergón para echarme a dormir; déjeme por un siglo no más un poema suyo, testicular semilla, antihambre poema, antiodio poema vallejiano, déme un alarido sofocado por miedo al carcelero, un alarido en quechua o en mandinga, pero con techo y suelo donde echarse a morir, digo, a dormir, me contradigo, me enrosco, me encuclillo, vuelvo a ser feto en el vientre de mi madre; me arrebujo y oigo su rezongar andino sollozante: A París le falta un Aconcagua, y voy a lloverle a Dios sobre su misma cara el sufrimiento de todos los humanos. Alguien dice carcasse y yo digo esqueleto. Hasta de espaldas se ve que está llorando, pero empresta el refugio piadoso que le pido, y me echo a morir, digo, a dormir, acorazado por el poema de Abraham; de César, digo; quiero decir, Vallejo.romanticismo finisecular en sus poéticas autorales. A través de un autor hoy bastan- te olvidado, el uruguayo Julio Herrera y Reissig, el motivo dinámico ofrece el víncu- lo, el amor por la experimentación del lenguaje. Desde aquel precursor de las van- guardias se establece la alianza. La metagoge del uruguayo pasa como actitud tropológica a Vallejo; la recibe Gastón cuando visita Trocadero 162, en La Habana, y reflexiona junto a su amigo Lezama la cantidad hechizada, un destinosimilar al que el amigo peruano avizora cuando dice: «el sol poniente sangra su despedida». Desde la metagoge se puede ir del cisne de Rubén Darío al búho de González Martínez, al cóndor de Santos Chocano, al avestruz de Vallejo, al pavo real de Gastón. Los sesgos que el cubano transmuta —que también le enseñara José Martí— se inscriben en la tradición de la ruptura que observase con tanta sagaci- dad Guillermo Sucre en el estudio que a plena intención tomara como título un verso de Lezama Lima: La máscara, la transparencia. Nada más lógico, en conse- cuencia, que admire a quien «fabricó una realidad tan nítida, tan rotunda, que da la impresión de estar presente, en persona, diciéndose a sí mismo por entero a medida que el poema avanza» —como escribe en «El poeta puro», ensayo de exac- ta ironía desde su título, donde llama a Vallejo «misteriosa piedra de obsidiana». Donde coincide con los más relevantes exégetas del peruano en que «la realidad es que en Vallejo no hubo más moda que la de ser Vallejo». Es por ello que con su temida sagacidad —la misma que lo convirtiese en uno de los grandes periodistas cubanos del siglo xx— Gastón coloca un preciso epígrafe de Friedrich Hebbel: «...el verdadero poeta haría poesía hasta en una isla desierta y escribiría sus versos sobre la arena aunque viese ya al rinoceronte dispuesto a reducirlos a cieno». Escéptico ante las posibles recepciones de cualquier texto literario, Gastón se solidariza entrañablemente con las penurias editoriales que padeciera Vallejo, hasta morir sin ver la primera edición de sus Poemas humanos(1939), ni de España, aparta de mí este cáliz (1939), ambos publicados un año después de su muerte a los cuarenta y seis años, el 15de abril de 1938, en París, con hambre y aguacero —como consigna su amigo y biógrafo Juan Espejo Asturrizaga. Mientras uno lo intuye, el otro lo reflexiona: «La gente lee poesía como si fuese un acta notarial, y no hay manera de que se detengan en el poema: van al argumen- to, en busca de confesiones, de chismes posibles, de tonterías. Nunca me he pro- puesto plantear problemas, sino plantar, sembrar poemas. Uno intenta inventar, y a la postre comprueba que la gente sólo ve en el esfuerzo el relato más o menos bonito de algo que ha ocurrido» —dice Gastón, tal vez, recordando los disparates que la crítica al uso en 1922perpetró contra Trilce; los silencios que él mismo padeciera casi hasta el magnífico homenaje que le dispensara la Cátedra de Poética Fray Luis de León, de la Universidad Pontificia de Salamanca, en 1993, y en la Cuba posterior a 1959, hasta la conferencia que tuve el privilegio de dictar en la Cátedra Latinoa- mericana y del Caribe de la Universidad de La Habana, el 26de enero de 1994. La siembrade poemas de uno y otro rompe, por suerte, cualquier función que jerarquice loreferencial divorciado de lo connotativo, cualquier disparate explícito o implícito. En este aspecto se observa una coincidencia entre ambos que admite muy pocas dudas. Fue también en Desde Europa, donde Vallejo afirmó: «Como hombre puedo simpatizar y trabajar por la revolución, pero, como artista, no está en manos de nadie, ni en las mías propias, el controlar los alcances políticos que pueden ocultarse en mis poemas». ENSAYO 6 encuentro7 Las aventuras receptivas, el carácter plurisémico de las lecturas potenciales, encabezadas por las subjetividades y objetividades del lector individual, se pro- yectan hacia lo inefable como recurso, como resignación del emisor ante los insospechados vericuetos exegéticos que un texto puede suscitar. Aquí también los dos poetas coinciden. Gastón, en el «Explico» que precede a Poemas invisi- blesdice: «El vacío es también un hecho real, un no-vacío. En esa perplejidad nos encogemos de hombros, nos desentendemos de la trampa extraña (el plane- ta), y nos entretenemos con el juego de la Poesía en libertad. La Poesía, connu- bio del Enigma y de la Nada». Otro connubio, otra unión metafórica, se produ- ce entre ellos a partir de la certeza del vacío, de la perplejidadque los aparta del ateísmo, que los hace víctimas conscientes del Enigma y de la Nada, que los lleva a jugarcon la Poesía. Desde las hermandades precedentes se viabiliza puntualizar, en un nivel menos general, las presencias estilísticas de Vallejo en Gastón, bajo la premisa de que la relación no es exclusiva, pues el cubano —reconocido como uno de los más voraces lectores de habla hispana y excelente conocedor del inglés y del francés— también pudo recibir determinado artificio de otras fuentes. Y, por otro ángulo, tampoco es Vallejo propiedad privada de Gastón dentro de los autores relevantes del grupo Orígenes, pues se sabe que Fina García Marruz y Cintio Vitier sienten la misma predilección hacia el autor de «Aldeana» y de «La de a mil»; distantes de la poca relevancia que le concedieron Eliseo Diego, Leza- ma y Virgilio Piñera, aunque, desde luego, lo habían leído con el detenimiento que merece; algo común para cualquier escritor contemporáneo y hasta para el lector medio, como demuestra el hecho de que Vallejo encabece la lista de poetas de habla hispana más antologados durante el siglo xx, por encima de Pablo Neruda y de Jorge Luis Borges, de Federico García Lorca... Algunos de los sesgos de estilo que el desaparecido poeta Raúl Hernández Novás apunta en el polémico prólogo a su edición cubana (1988) de las poesías de César Vallejo, son perfectamente rastreables en la obra poética de Gastón Baquero, desde los Poemasy desde Saúl sobre la espada, de 1942. Entre los más evidentes se halla esa actitud que semeja la del niño cuando comienza a apren- der las palabras, que se traduce en una deformación según las necesidades expresivas. Otro se encuentra en la afición ontológica por las paradojas, que se traduce en figuras retóricas como la antítesis, el oxímoron y la antífrasis. Qui- zás el más entrañable sea la riqueza de matices en el uso del diminutivo, aunque en Vallejo predomine el sentido cariñoso sobre otros significados. Y con menor especificidad las llamadas rupturas de sistemas, los neologismos y provincianis- mos, la asociación insólita de palabras por su sonoridad, la deslexicalización de frases coloquiales, el magistral uso del endecasílabo a partir de un sentido de los períodos rítmicos que hace ver una familiaridad con los clásicos, que hace admi- rar las eufonías de su oído. Creo que el poema «Palabras escritas en la arena por un inocente» —como intenté mostrar en mi ensayo «Gorostiza, Baquero, los misterios»— da sobrada argumentación sobre el primer sesgo estilístico. La voz del niño alcanza allí toda la fuerza expresiva vallejiana. Baste recordar que la tercera persona que narra se vuelve en un momento con Shakespeare hacia la nada, hacia la arena donde el niño garabatea. Desde esa actitud se establece la analogía con Muerte sin fin, del ENSAYO encuentroNext >