< Previous28 encuentro homenaje a jesús díaz A Rolando U na desaparición sentida como prematura, en todo caso sorpresiva, redobla su impacto natural y no favorece la valoración desapasionada de una obra multi- forme como la de Jesús Díaz (1941-2002). Estas líneas pre- tenden apenas brindar un testimonio acerca de su aporte en el campo cinematográfico y su inserción en el contexto cubano 1 . Tuve la suerte de conocer a Jesús Díaz en La Habana, durante los años 80, cuando compartimos muchas dudas y algunas esperanzas. Tuve entonces la ocasión de conversar con muchos cubanos vinculados al quehacer cinematográfico, dentro y fuera del icaic (Instituto Cuba- no del Arte e Industria Cinematográficos). Aun habiendo tenido la posibilidad de revisar ciertas películas, mi per- cepción está seguramente muy marcada por la experien- cia personal del investigador e historiador insertado en un momento de expectativas, antes del derrumbe de los 90. Quisiera aclarar de entrada que mis preferencias van hacia las novelas Las iniciales de la tierra (1987) y Las palabras per- didas (1992), y que no pretendo cuestionar para nada la vocación literaria primordial de su autor. Pero las circuns- tancias y la personalidad de Jesús lo llevaron a trabajar en otras expresiones y terrenos que no convendría subesti- mar, incluso por la existencia de vasos comunicantes entre todos ellos: La piel y la máscara(1996) lo comprueba. Si bien nadie parece negar la originalidad de su aporte en la literatura, el teatro o la expresión política dentro y fuera de la isla, tampoco conviene olvidar su contribución Paulo Antonio Paranaguá Diálogo y contemporaneidad en el cine de Jesús Díaz 1 Agradezco a Jorge Ruffinelli su colaboración durante la elaboración de este artículo.homenaje a jesús díaz novedosa en el ámbito fílmico. Por supuesto, valorarla depende de un míni- mo de equilibrio y respeto por los matices. La organización no gubernamen- tal Reporteros Sin Fronteras (con sede en París), la fnacy las Ediciones Montparnasse, editaron en Francia un cd-rom sobre Cuba, en una nueva colección sobre obras censuradas (2002). Gracias a ello, disponemos de copias de P . M .(Orlando Jiménez Leal y Sabá Cabrera Infante), el estupendo Coffea Arabiga(Nicolás Guillén Landrián), Conducta impropia(Néstor Almen- dros), Te quiero y te llevo al cine (Ricardo Vega), aunque no siempre en buenas condiciones de reproducción. El único comentario corre a cargo de Guiller- mo Cabrera Infante, entrevistado especialmente por Zoé Valdés y el mencio- nado Ricardo Vega. El autor de Un oficio del siglo XX declara textualmente: «El icaic ha sido lo que era el Ministerio de Propaganda de Goebbels en la Ale- mania nazi. El icaicha sido la fábrica de propaganda castrista más efectiva que ha habido en Cuba. Ni el Ministerio de Cultura ahora, ni ninguna de las publi- caciones oficiales que se hacían y se hacen, ha tenido el impacto que han teni- do en el mundo los filmes fabricados por el icaic(…). Alfredo Guevara siem- pre ha sido un miembro del aparato represivo del régimen …» (Guillermo Cabrera Infante, Londres, marzo de 2002). Independientemente del ajuste de cuentas aun pendiente cuarenta años después de P . M ., entre dos protagonistas de primera línea del conflicto alrede- dor de Lunes de Revolución, lo más desacertado de tales palabras es la descalifi- cación en bloque de toda la producción fílmica revolucionaria. Aparte de sobrevalorar el escaso volumen productivo del cine y su impacto social respec- to a la televisión, subestima las tensiones que han caracterizado al icaic. Ten- siones no solamente entre personalidades o tendencias distintas e incluso contradictorias, sino también tensiones frente a otros organismos o corrientes activos en el campo cultural. Las divergencias entre el icaice instancias ofi- ciales han desembocado varias veces en crisis abiertas. La historia cultural de Cuba no se ha detenido con la revolución, sino que ha adquirido mayor com- plejidad. Basta ver cómo el viejo binomio nacionalismo-cosmopolitismo se ha complicado con la multiplicación de la diáspora cubana. Aquí, lo que está en juego no es sólo la apreciación del pasado, sino la posibilidad de un futuro: no habrá reconciliación entre los cubanos si a la intolerancia de un lado res- ponde la excomunión del otro. Jesús Díaz entra al icaicdurante el «quinquenio gris», que ha sido negro para muchos y se ha prolongado algo más (como cualquier plan quinque- nal). Justamente, en esa fase, la producción del icaicsufre un proceso de inhibición y autocensura respecto al paradigma, hasta entonces insuperable, de Memorias del subdesarrollo (Tomás Gutiérrez Alea, 1968), o incluso de cen- sura a secas (Mi aporte, Sara Gómez, 1969; Un día de noviembre, Humberto Solás, 1972). La celebración del pasado pasa a conjurar las peligrosas contro- versias del momento. Sin embargo, la legitimidad adquirida a lo largo de la década prodigiosa del 60 y la relativa autonomía preservada en el proceso de 29 Diálogo y contemporaneidad en el cine... encuentro30 Paulo Antonio Paranaguá encuentro homenaje a jesús díaz institucionalización, transforman al icaic en un refugio contra las umap y otros destinos funestos. Después de la disolución del Departamento de Filoso- fía de la Universidad de La Habana y de la revista Pensamiento Crítico, Jesús se integra al icaic. Para un hombre de letras, la escritura de guiones parece el puente natural con el cine. En la medida en que la palabra escrita se transforma en el proce- so de filmación, los proyectos en los que Jesús Díaz estuvo involucrado sólo se le pueden atribuir parcialmente. Sin embargo, de Ustedes tienen la palabra (Manuel Octavio Gómez, 1973) a Alicia en el pueblo de Maravillas (Daniel Díaz Torres, 1991), hay una indudable voluntad de abordar «aspectos problemáti- cos de la realidad cubana posterior a 1959», o sea, «los desafíos de la contem- poraneidad» 2 . Lejos de limitarse al fértil papel de primer interlocutor de la creación colectiva, Jesús se sometió al aprendizaje del lenguaje cinematográfi- co a través del documental, entonces única escuela de acceso a la realización, como una manera de integrarse plenamente al icaicy estar en condiciones de asumir mayores responsabilidades en la gestación y concreción de proyec- tos. Tal adiestramiento fue exitoso, puesto que Jesús filmó uno de los mejores documentales sobre Nicaragua en los años de máxima efervescencia (En tierra de Sandino, 1980). Pero su mayor contribución en el campo documental mues- tra su permanente preocupación ciudadana en ampliar el margen de expre- sión consentida y transformar la percepción de los nudos problemáticos de la sociedad cubana: hablamos de 55 hermanos(1978). Un cuarto de siglo nos separa de 55 hermanos, por lo que resulta fácil incu- rrir en el anacronismo al revisar la película. Después de todo, ahí aparecen Carlos Rafael Rodríguez con un teque contra el consumismo, que el «Período Especial» vuelve grotesco; Armando Hart incapaz de contestar a la pregunta de si los hijos del exilio pueden volver a la isla, y finalmente Fidel Castro y su corte. No obstante, hay que recordar el contexto en el que pretendía incidir 55 hermanos: mientras «dialoguero» era una palabrota en Miami, en La Haba- na cualquier diálogo era tabú y reconciliación aún era prédica de sacristía, absolutamente minoritaria. Si antes y después del Mariel (1980), comunidad del exilio o diáspora eran términos reemplazados por insultos, su visibilidad como conjunto y sobre todo su individuación eran nulas. La apuesta de Jesús Díaz, autor del guión y director de 55 hermanos, fue la de que podía darle caras y vivencias a esta problemática en un documental del icaic, cuando ello era imposible en cualquier otro foco audiovisual de la isla. Los protagonistas de 55 hermanosson la brigada Antonio Maceo, jóvenes de la segunda generación de cubanos-norteamericanos, atraídos por ideas de izquierda o deseosos de conocer su país de origen. El diálogo entablado no se limita a las mencionadas autoridades. Las razones del corazón priman sobre 2 Jesús Díaz, «Les défis de la contemporanéité: notes sur le cinéma de fiction cubain», Le cinéma cubain, Paulo Antonio Paranaguá (ed.), París, Centro Georges Pompidou, 1990, pp. 115-121, tra- ducción de François Maspero. Cito a partir del manuscrito original, escrito especialmente por el autor en 1989. Todas las demás citas entrecomilladas sin otra identificación remiten a este texto.31 Diálogo y contemporaneidad en el cine... encuentro homenaje a jesús díaz la sinrazón política desde la primera secuencia en una azotea habanera, ense- guida después de la llegada. El desgarramiento captado por la cámara muestra una voluntad e incluso necesidad de reencuentro y reconciliación entre el pasado y el presente. La cisura generacional, la distancia creada por el tiempo, resulta comparable y tal vez superior a la distancia espacial. El intercambio más intenso ocurre con personajes anónimos, como el viejo comunista para quien las convicciones de cada uno son parte de su intimidad. Un veterano obrero de la construcción se muestra igualmente más comprensivo que el joven isleño preocupado con una eventual reinserción de sus compatriotas de Estados Uni- dos. 55 hermanosreplantea la cuestión de la nacionalidad en nuevos términos, desvinculándola de la geografía y todavía más de los determinismos ideológi- cos. Otra novedad, a la vez dramatúrgica y humana, es el enfoque de un joven totalmente descreído y desesperanzado, el hijo de un preso político: desde los primeros documentales de Sarita Gómez, no se había visto en las pantallas cubanas un personaje tan al margen de todas las convenciones vigentes, y no se lo volvería a ver hasta El Fanguito (Jorge Luis Sánchez, 1990). En el escalafón burocrático del icaic , pasar del documental al largometra- je de ficción supone una promoción. Uno estaría tentado de vincular Polvo rojo(1981) a los Los años duros (1966), si desde la publicación de los primeros cuentos no hubieran cambiado completamente el país y su autor. La dedicato- ria a Ernesto Che Guevara en letras grandes antes de los créditos puede ser vista como un desafío frente a los valores predominantes en la década de la institucionalización a la soviética. También cabe verla como reivindicación o coartada. La impresión que todavía me causa Polvo rojo es la de querer abor- dar una serie de cuestiones conflictivas, como quién toma el toro por las astas. El mejor ejemplo es el del fusilamiento, justificado después de haber evitado un linchamiento, pero presentado con las reacciones naturalmente encontra- das que provoca el paredón (vale la pena recordar que en Nicaragua, la revo- lución sandinista había recién abolido la pena de muerte, a diferencia de la castrista). Polvo rojomuestra «el mecanismo de violentar la realidad a cual- quier costo, característico de la burocracia voluntarista cubana y responsable de muchos de los defectos de nuestra producción», operando desde los oríge- nes mismos del proceso revolucionario, antes de la cristalización de una buro- cracia propiamente dicha. Aparte de discutir las relaciones de trabajo, Polvo rojoevoca la primera ola de emigración y sus consiguientes desgarramientos. Como si quisiera juntar en una misma película los aspectos complejos de «un objeto de dificilísima aprehensión estética», el guionista y director ha multi- plicado los personajes y situaciones, con un aliento épico que recuerda Las iniciales de la tierra. En cambio, Lejanía (1985) se acerca a la música de cámara, con su cuarteto de protagonistas, en sucesivas combinaciones instrumentales, concentradas en una misma locación principal. Lejaníaestá evidentemente emparentada con 55 hermanos, en su intento de restablecer el diálogo entre una madre y un hijo separados por el exilio de la primera. La secuencia de la azotea, con vista a los techos de La Habana y el Caribe por horizonte, está directamente inspirada en32 Paulo Antonio Paranaguá encuentro homenaje a jesús díaz la secuencia inicial del documental. Como Fresa y chocolate (Tomás Gutiérrez Alea y Juan Carlos Tabío, 1993), la película de Jesús Díaz propugna el diálogo en su propia construcción dramatúrgica, centrada en sucesivos diálogos entre los personajes. A pesar de la concentración en la familia dividida, Lejanía rehuye la simplificación e intenta preservar la densidad y complejidad de las relaciones familiares a través de una sucesión de tres diálogos estrechamente imbricados: el diálogo madre e hijo, el diálogo entre la madre y la nuera, el diálogo entre los dos primos. «Miami es nuestra Coblenza, nuestro Versalles», escribió Jesús Díaz. Por primera vez, el cine cubano abordaba esa «interrela- ción que constituye una de las dinámicas sociales más significativas de nuestra contemporaneidad». No obstante, el autor admitió: «no me siento satisfecho con ella. Entre otras cosas porque considero que (...) peca de un moralismo que se manifiesta, por ejemplo, en que el personaje de la madre no sea tan complejo como debiera. Esto disminuye en el filme una ambigüedad que considero necesaria y que sólo se logra plenamente, a mi jui- cio, en las relaciones entre el protagonista y su prima. Pero más allá de sus defectos y posibles virtudes, Lejaníaprovocó un fuerte impacto polémico en la sociedad cubana; sin embargo, la casi totalidad de la crítica cinematográfica nacional, al no saber cómo situarse ante un tema tan álgido, guardó un silencio vergonzoso frente a ella, dando un ejemplo de como no asumir los desafíos que la contemporaneidad le impone.» El happy end de Lejanía es parte de las convenciones moralizantes que el mismo Jesús lamentaba en el texto citado, así como en nuestras primeras con- versaciones. El final abierto de Ustedes tienen la palabra, la suprema ambigüe- dad de Memorias del subdesarrolloseguirían siendo excepcionales. Aunque la severidad y la humildad de Jesús Díaz sean dignas de consideración, Lejanía dio carta de ciudadanía a un tratamiento adulto del tema de la nación cubana desgarrada por la diáspora. Basta recordar el monólogo de Mirta en Papeles secundarios(Orlando Rojas, 1989), el emotivo episodio de Ana Rodríguez en Mujer transparente (1990), el mencionado Fresa y chocolate . En fin, hay que subrayar un hecho fundamental: Jesús Díaz y Tomás Gutié- rrez Alea ejercieron un verdadero liderazgo intelectual dentro del icaic, al final de los años 80. La última ilusión compartida por ambos —y por muchos otros en la isla— fueron las discusiones previas al 4°Congreso del Partido Comunista Cubano, en las que tanto uno como el otro tuvieron destacadas intervenciones 3 . La «década gris» de los 90 se encargaría de reducir hasta la 3 Como testimonio de la ascendencia intelectual de Jesús Díaz en el medio cinematográfico, puedo remitir a mis dos largos artículos escritos en la época, desprovistos por lo tanto de cual- quier sospecha de homenaje póstumo: «Nouvelles de La Havane: une restructuration du cinéma cubain», Positif, N°328, París, junio de 1988, pp. 23-32 («News from Havana: a restructuration of Cuban Cinema», FrameworkN°35, Londres, 1988, pp. 88-103); «Nuevos desafíos del cine cubano», Encuadre N°31, Caracas, julio-agosto de 1991, separata, 32 p. («Le cinéma cubain au défi», Cinémas33 Diálogo y contemporaneidad en el cine... encuentro homenaje a jesús díaz mínima expresión las esperanzas de un cambio gradual. Cada uno expresaría a su manera una nueva postura frente al inmovilismo oficial. Probablemente, uno de los últimos textos de Jesús Díaz sea «Parábola vital de Tomás Gutiérrez Alea»4, su participación escrita a un coloquio organizado por la Universidad de Dijon sobre La muerte de un burócrata(1966), película incorporada al programa del concurso de los docentes de español en Francia. Jesús partía de un ensayo publicado en el primer número de la revista Encuen- tro de la cultura cubana 5y concluía con la fábula yoruba de Guantanamera (Tomás Gutiérrez Alea y Juan Carlos Tabío, 1995), «en que nadie moría, los viejos no cedían el mando y los jóvenes vivían asfixiados», deseando que «llue- va mucho, interminablemente, pacíficamente, sobre Cuba.» d’Amérique Latine, N°0, Toulouse, 1992, pp. 18-37; «Letter from Cuba to an Unfaithful Europe: The Political Position of Cuban Cinema», FrameworkN°38-39, 1992, pp. 5-26; «Cuban Cinema’s Political Challenges», New Latin American Cinema, Michael T. Martin (ed.), Detroit, Wayne State University Press, 1997, vol. 2, pp. 167-190). 4 Jesús Díaz, «Parábola vital de Tomás Gutiérrez Alea», Voir et lire Tomás Gutiérrez Alea: La mort d’un bureaucrate, Emmanuel Larraz (ed.), Dijon, Université de Bourgogne, Hispanistica xx, 2002, pp. 13-16. 5 Paulo Antonio Paranaguá, «Tomás Gutiérrez Alea(1928-1996), Tensión y reconciliación», Encuentro de la cultura cubana, N°1, Madrid, verano de 1996, pp. 77-88.34 encuentro homenaje a jesús díaz E n octubre de 1966, pocos meses después de su brillante ingreso en la arena literaria con Los años duros, el joven de veintinco años que entonces era Jesús Díaz sorprendió a propios y extraños al estrenarse como dramaturgo con Unos hombres y otros. Más allá del hecho insoslayable de pertenecer al mismo autor y de haber sido creados por las mismas fechas, el libro de cuentos y la pieza teatral tienen unos estrechos vínculos sobre los cua- les vale la pena que nos detengamos. A estas alturas, es un lugar común afirmar que la publi- cación de Los años durossignificó para la narrativa cubana un iluminador y saludable revulsivo. En su prólogo a la antología La Isla contada, Francisco López Sacha resumía esto de manera categórica, al afirmar que «después de Los años duros , el cuento cubano fue otro», a lo cual añadía como argumento: «Jesús Díaz logró sintetizar con el espíri- tu del boomlas tradiciones de universalidad y cubanía de los grandes cuentistas anteriores. A partir de su libro, que fue revelador, y de otras colecciones de cuentos (...), los conflictos sociales y políticos, y la disyuntiva de la integra- ción o el rechazo a la Revolución, encontraron un nuevo lenguaje» 1 . Hasta entonces, la prosa de ficción escrita en la isla continuaba insistiendo en un catálogo temático que, de una u otra manera, tenía que ver con la denuncia del pasado inmediato. Eso respondía, por un lado, a que se tra- taba de textos que, en muchos casos, fueron creados años atrás, y por otro, a lo que José Manuel Caballero Bonald definió como «el prudente tanteo intelectual o la prudente cauta actitud frente a una sacudida aún no asimilada en toda su radical intensidad» 2 . Los cuentosde Jesús Díaz Carlos Espinosa Un dramaturgo de obra breve 1 Francisco López Sacha: «La casa del sol naciente», La Isla contada. El cuento contemporáneo en Cuba, Gakoa Liburuak, Donostia, 1996, p. 19. 2 José Manuel Caballero Bonald: «Introducción», Narrativa cubana de la revolución , Alianza Editorial, Madrid, 1968, p. 13.homenaje a jesús díaz contribuyeron además a ganar otra batalla que se venía produciendo de modo menos abierto: la del empleo de las llamadas palabras obscenas en la literatura. Polémica escasamente difundida y, felizmente, pronto resuelta, fue recordada por José Rodríguez Feo en su prólogo a otra antología, Aquí once cubanos cuentan. Allí se refirió a cómo el falso moralismo de algunos funciona- rios culturales, empeñados en que en Cuba sólo se escribiese una literatura edificante, los había llevado a impedir en varias ocasiones la publicación de textos que consideraban «atrevidos». Rodríguez Feo apuntaba que «cuando Jesús Díaz ganó el premio de cuento en el Concurso Casa de las Américas, la literatura cubana sintió un gran alivio. El libro está escrito en un estilo donde abundan las malas palabras y las situaciones más audaces». Y concluía califi- cando el de Díaz como «un caso alentador porque con su obra es posible ya enfocar con seriedad y valentía temas que hasta hace poco nuestros escritores habían rehuido por temor a ser considerados inmorales» 3 . Algo similar significó para nuestro teatro Unos hombres y otros. Siete años después del triunfo de la Revolución, los dramaturgos cubanos continuaban con el ajuste de cuentas con el pasado aún cercano, al que en cierta medida trataban de exorcizar a través de sus obras. El presente apenas había asomado en los escenarios, y obras como La casa vieja, de Abelardo Estorino, y Santa Camila de la Habana Vieja, de José R. Brene, no pasaban de ser honrosas excepciones. Los autores se resistían además a sacar la cabeza de las cuatro paredes del ámbito hogareño, y la familia conservaba intocable su hegemonía como microcosmos a través del cual se auscultaba a la sociedad. La obra de Jesús Díaz representó un punto de giro para nuestra dramaturgia, y aunque su influencia no tuvo una respuesta tan inmediata como la que halló Los años duros, abrió un camino por el cual ineludiblemente el teatro cubano habría de transitar. Con su agudeza característica, Rine Leal comentó que con Unos hombres y otrosel teatro cubano entra «de lleno en los duros años revoluciona- rios, y la familia deja su paso a problemas de clases sociales y enfrentamientos sangrientos. El tono de la obra es áspero, violento, pero su espacio escénico es abierto, y las relaciones entre los personajes se definen en términos de luchas colectivas, no individuales. Y curiosamente, si Estorino, Brene, Triana, Quinte- ro y Arrufat nos ofrecen una impresionante galería de personajes femeninos, en la pieza de Díaz no aparecerá una sola mujer. El viraje es radical» 4 . Me referí antes a los estrechos vínculos que unen a Unos hombres y otrosy Los años duros. Jesús Díaz partió precisamente de tres de los cuentos de ese libro, «Los bandidos», «Erasmo» y «La negativa», para escribir su pieza. Él mismo, no obstante, reconocía que no se trataba de una simple adaptación, y prefería llamarla una recreación. De hecho, y aunque el núcleo central del texto dramático se hallaba en las narraciones, hay escenas —concretamente, pienso en el cuadro de la cárcel del segundo acto- en que sólo aparece como 35 Un dramaturgo de obra breve encuentro 3 José Rodríguez Feo: «Prólogo», Aquí once cubanos cuentan, Arca, Montevideo, 1967, p. 8. 4 Rine Leal: Breve historia del teatro cubano , Edit. Letras Cubanas, La Habana, 1980, pp. 149-150.36 Carlos Espinosa encuentro homenaje a jesús díaz intención, como asunto no desarrollado. Una prueba de que tras Unos hombres y otroshay algo más que una mera traslación de personajes e historias de un lenguaje a otro, lo es que esa escena, que en los cuentos no existe como tal, constituye a juicio de Sergio Corrieri, quien dirigió la obra de Díaz cuando el Grupo de Teatro Escambray la reestrenó en 1969, como una de las mejores del teatro cubano 5 . Unos hombres y otroses la primera pieza escrita por un autor joven que ade- más no había tenido hasta entonces experiencia alguna en el teatro. En ese sentido, es una obra imperfecta, con cierto desbalance entre el primer acto y el segundo, con algunos personajes bien construidos junto a otros que se que- daron en el esbozo. Esos defectos, sin embargo, tienen como contrapeso equi- librador unos diálogos breves, precisos, vigorosos (a propósito del uso de las palabras obscenas, la primera expresión que se dice en la obra es una de las muchas que se escuchan: «¡Maricón!»), una fresca elementalidad y un gran talento «para estructurar ideas, no en función de manual o de escuelita, sino en función de vida, dialécticamente, en función de pelea, de espasmo y de alteración endocrina, en función psico-fisiológica, con la pasión del sujeto y sus contradicciones» 6 . Esto último está dado en el personaje de Erasmo, a tra- vés del cual el autor expone la necesidad de que, ante todo y más allá de ideo- logías y convicciones partidistas, el ser humano piense y actúe bajo su respon- sabilidad individual, en una velada crítica al mecanicismo y la obediencia irreflexibla a consignas dogmáticas e inapelables. Asimismo otro de los mili- cianos, Carmenati, expresa sus dudas e incertidumbres sobre si debe partici- par o no en el pelotón que fusilará a los alzados. Y si bien al final decide hacerlo, en el espectador quedan sus inquietantes razonamientos: aunque se trate de sus enemigos de clase, no dejan de ser seres humanos que, además, están desarmados. Todo eso, unido al estupendo montaje de Liliam Llerena y al excelente nivel logrado por el elenco de Taller Dramático, explican la muy favorable acogida que tuvo la obra cuando se estrenó. Una acogida que se repitió cuan- do se presentó dentro del VI Festival de Teatro Latinoamericano, organizado por la Casa de las Américas entre noviembre y diciembre de 1966. Artistas y críticos de una veintena de países coincidieron al expresar que Unos hombres y otrosera el teatro que esperaban ver en Cuba. Esa opinión fue refrendada por el jurado del evento, que otorgó al montaje la primera mención. Taller Dra- mático representó después la obra en la programación cultural de las Olim- piadas de México de 1968. El texto de Jesús Díaz tuvo asimismo una segunda vida a partir de 1969, cuando el recién creado Grupo de Teatro Escambray decidió incorporarlo a su repertorio. Pasar del reducido espacio de la sala El 5 Carlos Espinosa Domínguez: «Conversación con unos y otros», Conjunto, N°39, enero-marzo 1979, p. 46. 6 Alejo Beltrán (seudónimo de Leonel López Nussa): «Unos hombres y otros», Unión, octubre- diciembre 1966, p. 165.37 Un dramaturgo de obra breve encuentro homenaje a jesús díaz Sótano a los escenarios naturales donde se desarrollaron los hechos en los que la pieza se inspira, significó una auténtica prueba de fuego que Unos hom- bres y otrosconsiguió pasar muy bien. Su permanencia en el repertorio del grupo hasta 1975 y un público que en total suman treinta mil espectadores, son datos más que elocuentes y que no dejaban de sorprender al propio autor, que se preguntaba al respecto: «¿por qué esa permanencia tratándose, como en este caso, de una obra escrita coyunturalmente, con limitaciones y esquematismos innegables?» 7 . Tras aquella primera obra, Jesús Díaz no volvió a incursionar, aparente- mente, en la creación dramática. La narrativa, el ensayo, la labor como profe- sor del Departamente de Filosofía de la Universidad de La Habana, el trabajo como director de El Caimán Barbudo ycomo miembro del consejo de redac- ción de Pensamiento Críticoy, posteriormente, el cine, acapararon todo su tiem- po y su actividad intelectual. Pero aunque es algo que muchos ignoran, de su participación como guionista en el largometraje Ustedes tienen la palabra (1973), que dirigió Manuel Octavio Gómez, surgió la que es su segunda pieza teatral, un texto de igual título al del filme y que no llegó a publicarse ni estrenarse. Jesús me habló sobre él en 1978, cuando preparé un largo reporta- je sobre Unos hombres y otrosque apareció en la revista Conjunto. Tenía enton- ces el proyecto de recopilar en volumen varias obras de autores cubanos y me interesó mucho conocer la suya para su posible inclusión. Jesús prometió revi- sarla para después dármela, pero absorbido como estaba por el cine y la litera- tura, supongo que no pudo acordarse más de su promesa, y tampoco yo tuve la precaución de recordárselo. No sé qué habrá sido de aquella pieza. Ojalá que en algún momento alguien nos dé la grata sorpresa de su hallazgo. En todo caso, me pareció oportuno recordar esta faceta muchas veces olvidada de un creador cuyo talento dejó su impronta en todos los géneros en los que incursionó. 7 Carlos Espinosa Domínguez: op. cit ., pp. 39-40.Next >