< Previous■ Ha sido y continúa siendo un ardiente y abierto impulsor de la promoción de ciudadanos negros a la posición de líderes en todos los campos de la socie- dad. Y la promoción de jóvenes generaciones y de ciudadanos negros es extremadamente importante en un país donde dos tercios de la población son jóvenes y negros. ■ Ha sido el arquitecto de intentos y esfuerzos recurrentes en el campo de las reformas económicas y los cambios sociales. Este breve sumario debe servir para demostrar, por encima de cualquier duda, el hecho de que Raúl no ha jugado un papel secundario, sino que ha sido un dirigente de primera clase en igualdad de condiciones con su hermano, aun- que cada uno tenga características diferentes. Se ha comentando mucho acerca de su falta de participación en los asuntos internacionales de la nación. Craso error: ni uno solo de los asuntos relaciona- dos con la política exterior cubana se escapa al dominio de Raúl. Fue un negociador clave durante la crisis cubana de los misiles; estuvo impli- cado en cada acercamiento a Estados Unidos; controló muy de cerca las opera- ciones de la inteligencia desde 1960 y hoy aún más; jugó un papel importantísi- mo en Angola y Etiopía; fue uno de los negociadores claves para lograr los acuerdos con Sudáfrica; fue el anfitrión e interlocutor de cada uno de los almi- rantes y generales retirados del ejército estadounidense que han visitado Cuba; ha sido mentor, asesor y supervisor de todos los acercamientos habidos entre los Gobiernos de China y Cuba, además de ser reconocida su admiración por las experiencias chinas. Aún más, durante la década de 1990 (hasta el fin de la Administración de Clinton), admitió en público varias veces que el peligro de una agresión de ee. uu.a Cuba se había reducido mucho y que ese país constituía cada vez menos una amenaza como nunca lo había sido antes en su historia, mientras hacía que la cooperación y la normalidad a lo largo de las fronteras de la Base Naval de Guantánamo (gitmo) prevalecieran, al igual que con la dea(Drug Enforcement Administration, la agencia antidrogas norteamericana) y la guardia costera esta- dounidense, seguido todo esto de una cooperación cercana tanto con la Interpol como con un gran número de cuerpos de la policía del Caribe y Europa, en rela- ción con el tráfico de drogas. Incluso antes del 11 de septiembre, animó a la Administración de Bush para que empezara las negociaciones con Cuba mien- tras Fidel estuviera vivo todavía. Además de todo eso, durante el curso de los críticos acontecimientos de principios de los 90, sus palabras y acciones mostraron un grado considerable de autocrítica y contención frente a la tentación de usar los medios represivos. Cuando el descontento popular se manifestó en Cojímar y Regla (1993) y luego en las calles de La Habana en 1994, Raúl criticó el alto grado de violencia des- plegado por las fuerzas del mininten Cojímar, y convocó un encuentro donde estas cuestiones fueron discutidas y criticadas, lo que previno cualquier tipo de respuesta violenta en los sucesos de Regla a finales de 1993. Cuando se discutía acerca de las manifestaciones en las calles de La Habana, es sabido que él subrayó que lo que hacía falta más que nada eran frijoles, y que 178 ESPECIAL / ¿CUBA SIN FIDEL CASTRO? encuentro ¿quién es raúl castro?179 ni con armas ni con violencia se mantendrían las protestas bajo control. Pero el hecho aún menos conocido — y que ahora reviste mayor importancia— es el que subrayara que en vista de tales actos demostrativos del descontento y las protestas callejeras, él no iba a ser nunca el responsable «de haber sacado los tan- ques de guerra a las calles». A diferencia del pasado reciente, Fidel Castro tendrá que enfrentarse con el hecho de que el tiempo que le queda va agotándose rápidamente, y de que su estilo de liderazgo y sus poderes de mando se van debilitando cada vez más. Lo más probable es que él apoye a su hermano con toda la capacidad e influencia que aún le quede. Si éste fuera el caso, las decisiones, el control y la influencia que ejercerá Raúl se verían reforzados. En la mayoría de los posibles escenarios imaginados hasta hace muy poco, se pensaba que la muerte de Fidel haría que Raúl tomara todo el control del poder, pero ahora cabría la posibilidad de que Raúl asuma ese papel con Fidel apoyándolo a lo largo del juego. Bajo estas circunstancias, Raúl tendrá que moverse muy rápido por una razón apremiante: ya tiene 75 años. Sus antecedentes y credenciales apuntan a que avan- zará aceleradamente, reformando completamente la estructura de poder actual de acuerdo a los lineamientos de su proyecto político de principios de los 90 (la redis- tribución completa de los cuatro aparatos de poder concentrados en las manos de Fidel, un efectivo liderazgo colectivo, una mayor participación de los jóvenes), complementado todo esto con el darle un papel más importante aún a las institu- ciones y a las reformas que se realizarán, de una manera similar a como lo hizo China, pero a la escala de la economía y la geopolítica cubanas. Una comparación inevitable viene a la mente. Raúl Castro pudiera muy bien ser la figura provisional que condujera a la apertura y a los cambios dentro del sistema cubano, jugando un papel similar al de Den Xiaoping luego de que falleciera Mao Zedong. En cualquier caso, su contribución a la articulación y reestructuración de la nueva dirección que tomará el Gobierno será decisiva para la sociedad cubana. URL:http://www.cubaencuentro.com/es/encuentro_en_la_red/cuba/cuba-hacia-donde-y-como/nostalgico_del_comunismo_desconfiado_de_ los_intelectuales El delfín castrista o el fin del castrismo Juan F. Benemelis [Escritor y politologo, Miami] ¿Por qué no funcionó en Cuba, tras la debacle del comunismo, el efecto domi- nó? A diferencia de los países del ex bloque soviético, en Cuba no funcionó el modelo político, económico y administrativo de los países comunistas, donde la legitimidad estaba dada por la ideología marxista, la supremacía del Partido Comunista y la existencia de una sólida institucionalización. En Cuba, tales fac- tores existen de manera formal y no conceden autenticidad al régimen. Por eso, al desaparecer el bloque soviético y, con él, la legitimidad política e ideológica del marxismo, ello no afectó al poder central del país. ESPECIAL / ¿CUBA SIN FIDEL CASTRO? encuentro ¿quién es raúl castro?La legitimidad del régimen castrista dimana de una elite y, especialmente, de un caudillo cuyo verbo se considera una verdad superior al marxismo: por la aureola guerrillera y el desempeño militar. La dirección unipersonal impidió la consolidación de una nomenclatura, tan necesaria para la sucesión «raulista», y por consiguiente, en la Cuba actual, las individualidades son más poderosas que las instituciones,y la elite se configura a partir de tales lealtades y no desde pla- taformas políticas o filiaciones ideológicas. Los estudiosos del sistema se han centrado en Fidel Castro y, ahora, en Raúl Castro, sin concederle peso a los estratos sociales contrarios a la concepción ofi- cial, y a otros grupos dentro del entramado del poder. Estos falsos presupuestos, que no responden a la historia interna del castrismo y que contradicen la idio- sincrasia política cubana y su tradición, asumen que el mecanismo de toma de decisiones en Cuba fue y será de corte piramidal, con una estructura lineal, dis- ciplinada y mediocre, donde todos atienden sólo a las funciones de su cargo; que las instituciones fundamentales, ejército y aparato represivo, son y serán entelequias monolíticas pro-raulistas en términos políticos y de lealtades y que, por tanto, fuera de Raúl no se vislumbran instituciones, grupos o personajes capaces de retar al poder. Pero resulta innegable que Fidel Castro tuvo que aplastar constantemente los brotes y balbuceos contrarios a su política, tanto de los cuadros oficiales favora- bles a una reforma, como de los opositores y disidentes. El castrismo que hereda Raúl jamás fue un bloque monolítico ausente de pugnas intestinas, de corrientes políticas diversas, de conflictos de grupos de intereses que iban desde los refor- mistas socialdemócratas hasta los ortodoxos estalinistas. Se estaba, y se está, ante una ecuación de patrono y clientela política dentro del Partido, del Estado, del ejército y de la economía, que en cada momento se hace sentir en la política interna y externa del castrismo, y se hará sentir con mayor intensidad en lo adelante. Las máximas figuras en la cumbre cubana siempre se han movido dentro de las instituciones, acompañados de su clientela, sus fieles y adeptos, al estilo de los patricios romanos. No hay que olvidar que las campañas africanas fueron también un mecanismo utilizado por Fidel Castro para desviar la presión interna de círculos que buscaban reformar el sistema. La incapacidad de aprehender esta dinámica grupal está llevando a algunos observadores a la imposi- bilidad de pronosticar la actual situación, en la cual muchas camarillas relacionadas con la cúpula de antaño pueden sobrevivir a la desaparición del Líder Máximo y transformarse en fuerzas políticas o económicas dentro de la actual transición. En la práctica, la potestad real de dirección y de ejecución fue y se resume en la siguiente tríada: la coactiva, en manos del Ministerio del Interior; la legitima- dora, en manos del Ministerio de las Fuerzas Armadas, y la ejecutiva, en manos de los siempre ignorados, pero poderosos, primeros secretarios del Partido Comunista en las provincias. Así, la estabilidad ha gravitado sobrelas Fuerzas Armadas, integradas al sistema político, con un papel cardinal en el control y manejo de la sociedad. Todo lo demás ha sido y es superfluo para el estilo de dirección central, sea de Fidel o de Raúl. Sin embargo, no hay que olvidar que los primeros secretarios del pccen provincias disponen de una autoridad absoluta, 180 ESPECIAL / ¿CUBA SIN FIDEL CASTRO? encuentro ¿quién es raúl castro?181 feudal, en su base territorial, ejerciendo el mando directo de las empresas y de los servicios. Sus jurisdicciones trascienden lo político y reproducen a escala la manera en que Fidel Castro ha manejado la nación. Estos primeros secretarios quedan como piezas cardinales para cualquier esquema sucesorio. Las Fuerzas Armadas garantizan el orden y la estabilidad de una sucesión, pero no pueden conceder legitimidad. El minfarno está subordinado al Parti- do; su generalato no es monolítico ni mayoritariamente pro-raulista en térmi- nos políticos o de lealtad. Los tres ejércitos en que se divide el país y sus unida- des más importantes están en manos de veteranos de las guerras africanas que sirvieron bajo el general Arnaldo T. Ochoa. Lejos de lo que se piensa, el meca- nismo de sucesión con un Fidel Castro sin facultades ejecutivas no facilita el que Raúl ocupe más fácilmente este vacío de poder al tener tiempo para ir con- solidando su equipo y modelo. Para legitimar su ascenso, Raúl Castro necesita la unción de los Comandantes de la Revolución: Ramiro Valdés, Juan Almeida y Guillermo García. La jerarquía de Raúl es sólo institucional: proviene de sus cargos como ministro de las fary segunda figura en el pcc. Si bien cuenta con el apoyo de viejos guerrilleros de la Sierra Cristal, su autoridad moral es débil y, por tanto, puede ser fácilmente retada. No goza de la magistratura de líder, como su her- mano; no tiene el soporte popular del cual el Líder Máximo obtiene su ascen- diente; no es, como éste, primusentre pares; su lugar en las filas revolucionarias proviene inicialmente de su relación familiar y es visto por muchos como un igual. Sus pocos lazos con los viejos fidelistas, jóvenes talibanes y generales «afri- canos», hacen que su imagen incolora resulte poco atractiva para la nueva gene- ración tecnócrata que anhela una reforma profunda. Las prerrogativas de Raúl disminuirán sensiblemente cuando Fidel desapa- rezca, pues no abarcará la totalidad del Estado y de la economía; tendrá que compartir el poder, como ya lo está haciendo, con Ramiro Valdés y con jóvenes «talibanes» no vinculados a su esfera tradicional. A pesar de la proclama y de la propaganda, el impulso hacia una dirección colectiva –que no es parte de la his- toria política del país, incluida la del castrismo– no es evidente. Aspirantes a heredar el poder vertical ya existen, están en vías de creación, e incluso podrían formarse nuevos actores. En la percepción popular, e incluso dentro de la elite, la cara fea y represiva de estas cuatro décadas se asocia a Raúl Castro, a los generales Abelardo Colomé Ibarra y Carlos Fernández Gondín, y a Ramiro Valdés. El resto de los jefes mili- tares es visto como profesionales no relacionados con la represión y sus agendas políticas tienden hacia una transición mucho más flexible, proclives a un desen- lace democrático con participación de otras corrientes políticas. La oposición proviene de los muchos enemigos en los estratos de la nomen- clatura; de elementos nuevos; de anti-militares promovidos por Fidel a la direc- ción estatal; de los generales curtidos en las campañas africanas que ascendieron por sus actuaciones de guerra y no por escalafón burocrático otorgado por Raúl. Al otorgar espacio a Ramiro Valdés para evitar pugnas intestinas, el sucesor ini- cia su período realizando una concesión sustancial. ESPECIAL / ¿CUBA SIN FIDEL CASTRO? encuentro ¿quién es raúl castro?Algunos grupos o corrientes reformistas (Ramiro Valdés, Carlos Lage, Jaime Crombet, Ramírez Estenoz, Yadira García), quieren apostar «al seguro» y por eso se inclinan a una variante china, con el dominio político del Partido Comu- nista y un modelo económico pragmático, incluyendo, de ser posible, la relación comercial con Estados Unidos. Ello les permitiría conservar el carácter represivo de sus instituciones y suprimir cualquier oposición interna. A diferencia de los tecnócratas, la vieja guardia raulista (Machado Ventura, José R. Balaguer, Raúl Muñoz, Julio Casas, Enrique Luzón) teme, por razones históricas, incluso a las reformas chinas, y se opone diametralmente a un sistema democrático abierto que desvanecería su razón de ser en el poder. Raúl Castro está obligado a lograr con rapidez mayor productividad y volú- menes de producción para resolver la crónica carestía en la canasta familiar. Es indudable que realizará cambios profundos en la dirección administrativa y empresarial, buscando elementos más calificados y que, a la vez, no le sean opuestos. Pero las medidas de reorganización empresarial en el minfar, trasplan- tadas al resto de la economía, no son en sí una reforma (al estilo del Nuevo Sis- tema Económico de Humberto Pérez, allá por la década del 70), ni aportarán producción con eficiencia; son sólo un perfeccionamiento del control adminis- trativo y la introducción de la contabilidad empresarial, sin incluir una reforma de precios, vinculación del salario con la producción y contabilización de costos a precios del mercado mundial. A diferencia de ello, el grueso de los gerentes cubanos de las recientes empre- sas mixtas y de otras orientadas al mercado internacional (integradas por ex miembros del minint) aspira, paradójicamente, a mayor flexibilidad que sus colegas militares. Los nuevos tecnócratas y burócratas ministeriales y empresa- riales se inclinan hacia una reforma económica y una renovación política que no parece estar en los planes del sucesor. Raúl Castro puede ofrecer sólo dos tipos de transición: 1] sucesión ortodoxa del castrismo, y 2] reforma «a la China», introduciendo una economía de mer- cado pero manteniendo una estructura política de corte autoritario. Por eso, en el plano exterior, enfrenta una inusitada disyuntiva entre abrazar a China o normalizar las relaciones con Estados Unidos, sin que se interprete internamen- te como una concesión. De ahí que la sucesión no se circunscribirá a un proce- so de reforma económica; provocará una batalla política que, como elemento central, se debatirá entre una agenda de economía abierta y otra de economía planificada, y que deberá definir con quién se explotará el petróleo perspectivo en el Golfo de México, si con Estados Unidos o con China. Aquí las alianzas políticas tendrán más peso que el argumento de si la economía militar de las Fuerzas Armadas es un proceso más flexible y experimental que el resto de la economía nacional. La débil historia democrática del país, la violencia política, la presencia de grupos en pugna dentro de la nomenclatura y del ejército, el caudillismo, la militarización de la sociedad, la cantidad de organizaciones internas de oposi- ción y disidencia, el aislamiento del país con respecto a sus vecinos, el desconoci- miento general sobre el retablo político interno, más allá de Fidel y Raúl Castro, y 182 ESPECIAL / ¿CUBA SIN FIDEL CASTRO? encuentro ¿quién es raúl castro?183 la perspectiva de vastos yacimientos de petróleo y gas, son piezas esenciales que se hallan en el centro del tablero. Para identificar las opciones, los intereses, la modalidad política y los proble- mas del poscastrismo, es necesario abandonar el análisis piramidal del contexto cubano y analizar desde un prisma de grupos a la cúpula del poder. Constituiría una garrafal miopía política el aceptar el supuesto «hecho consumado» del raulis- mo y soslayar la dinámica grupal en el contexto de la disidencia, del poder, en el propio ejército, en las provincias, amén del grave problema racial con su mayoría demográfica y el hecho regional-oriental ligado a ésta. Si la sucesión, e incluso la transición en Cuba, no tienen formas ni mecanismos para escapar a tal destino, entonces hay que considerar de qué manera es posible influir desde ahora en ese retablo del poder, en busca de una solución no traumática para el pueblo y afín a la ética política, la seguridad y los intereses de los países de la región. Castrismo, imagen y puesta en escena Elizabeth Burgos [Historiadora y ensayista, París] Lo que comúnmente se llama «Revolución Cubana» es, ante todo, una eficiente maquinaria publicitaria que ha alcanzado la dimensión de una multinacional de difusión de imágenes, difícilmente equiparable con otras de su especie. Si se le otorgara el puesto que debería tener en la historia contemporánea, la Revolu- ción Cubana debería ostentar el título de pionera en materia de política espectá- culo. Es el primer intento político del siglo xxcuyo éxito es proporcional a la importancia rotunda alcanzada por la televisión en ese ámbito, pues ambos fenómenos son contemporáneos. La habilidad de Fidel Castro consistió en haberse percatado del impacto de la transmisión de imágenes como arma de combate y haber puesto esa técnica al servicio de su proyecto. La mezcla del empleo de los medios más modernos de comunicación, y el anacronismo ideológico del imaginario castrista, han seduci- do a las multitudes. Aunado a su destreza del manejo de la imagen, Fidel Castro posee el don de la puesta en escena. No existe, en su largo historial político, un solo episodio que no haya sido objeto de una minuciosa organización de un escenario previa- mente concebido. En la actualidad se lleva a cabo ante los ojos del mundo la que tal vez sea la más espectacular: una suerte de ensayo general de la que sería la última escena en la que Fidel Castro aparece como actor principal antes de su desaparición real: su sucesión en el poder es la trama del libreto que se está desarrollando. No es la pri- mera vez que desaparece de la escena pública y el rumor de su gravedad se disemi- na por el mundo, para luego reaparecer cual ave Fénix emergiendo de sus cenizas. Circunstancias, seguramente graves, condujeron a la primera figura a darle visibilidad protagónica al sucesor, su hermano Raúl Castro; sin embargo, el documento que lo oficializa, tuvo el cuidado de estipular que se trata de una ESPECIAL / ¿CUBA SIN FIDEL CASTRO? encuentro ¿quién es raúl castro?medida provisoria. Toda la capacidad de maniobra de Fidel Castro y su pasión por el poder quedan expresados en ese documento, que no descarta la posibili- dad de una mejoría y de su regreso a ocuparse de los asuntos del mundo. Mientras, la puesta en escena sigue su curso: conjeturas y declaraciones ofi- ciales se suceden y las redes internacionales del castrismo son convocadas a manifestarse y a enviar los clásicos mensajes de solidaridad y de denuncia del «imperialismo americano» firmados por premios Nobel, escritores célebres, o por profesionales de la solidaridad, lo cual permite hacer una demostración del apoyo internacional con que aún cuenta el castrismo y evaluar la posible reac- ción de la comunidad política internacional ante el cambio que se operaría con la salida de Fidel Castro del poder. Por su parte, la opinión pública internacional centra su atención en una figu- ra que hasta ahora había despertado poco interés: Raúl Castro. El antiguo ana- lista de la cia, Brian Latell, encargado de analizar los discursos de Fidel Castro desde el comienzo del poder castrista y que continúa haciéndolo tras su jubila- ción (ahora en el ámbito académico), es el único en haberse interesado por el personaje del hermano. En un interesante libro de publicación reciente, After Fidel. The Inside Story of Castro’s Regime and Cuba’s Next Leader, Latell afirma que Fidel Castro y Raúl Castro conforman una pareja absolutamente comple- mentaria y que, sin la colaboración de Raúl Castro, Fidel Castro no hubiera per- manecido tanto tiempo en el poder, ni hubiera podido desarrollar su vocación de liderazgo mundial. Raúl ha sido el aliado indispensable, el forjador de la institución que es el pilar por excelencia del Estado: las Fuerzas Armadas. Talentos, estilos y gustos se complementan en uno y en otro. Y las debilidades de uno son compensadas por cualidades complementarias del otro. En donde Raúl falla —comunicación, pla- nes estratégicos, manejo de las crisis—, Fidel es el maestro absoluto. En cambio, Fidel flaquea en sentido de organización y en gestión, campos en los cuales Raúl es el experto. En el tándem que forman ambos hermanos, Fidel Castro sería la figura del director de teatro mientras que Raúl Castro sería el productor. De hecho, apunta Latell, Raúl demostró sus dotes de organizador militar desde la guerrilla, cuando en la Sierra Cristal, en el Segundo Frente, mostró un sentido de la organización excepcional e incluso logró controlar una zona mayor que la de su hermano. Allí elaboró un modelo de administración que le sirvió de base al alcanzar el poder. En su Diario de campaña, Raúl Castro menciona que llegó a formar ese frente con cincuenta y tres hombres, y al cabo de nueve meses el grupo lo integraban unos mil hombres. Organizó un servicio de inteligencia, escuelas, hospitales y ser- vicios administrativos que sirvieron de núcleo para el futuro Estado cubano impuesto por la Revolución. Se percibe en ese diario una obsesión por la adminis- tración, y es por ello que, gracias a su conducción, a su sentido de trabajo en equi- po, la única y verdadera meritocracia en Cuba emerge de las Fuerzas Armadas. Y si Fidel Castro aparece como el médium de los sueños de grandeza de una Isla que se mide con el mundo, Raúl Castro es el pragmático que brinda a esos sueños una estructura real. 184 ESPECIAL / ¿CUBA SIN FIDEL CASTRO? encuentro ¿quién es raúl castro?185 Según Latell, los secretos de la historia de la Revolución Cubana serán visi- bles el día que se conozcan los entretelones de las relaciones entre los dos herma- nos, que el analista americano compara a los muros de piedras superpuestas, perfectamente encajadas entre sí, de las construcciones incas que se ven en el Cuzco, Macchu Picchu y otras zonas de Perú. En todo caso, se trata de una relación excepcional y tal vez única en el pano- rama histórico del poder latinoamericano, e incluso del mundo: el que un jefe de Estado le confíe la organización y el mando de las Fuerzas Armadas, de por vida, a un hombre, porque sabe que jamás va conspirar en su contra ni intentará tomar el poder. Fidel Castro ha podido gobernar libre de la angustia de la trai- ción en su estamento más inmediato. Ha contado con un grado de confianza y de seguridad del que ningún jefe de un régimen de la índole del cubano gozara, ni por tanto tiempo. Incluso durante sus tumultuosas relaciones con la Unión Soviética; pues, según Latell, si Raúl Castro integró el psp(Partido Socialista Popular, antiguo Partido Comunista) en los años previos a la Revolución, fue por orden de Fidel Castro, quien quería contar con el apoyo soviético, pero sin verse acusado de simpatías comunistas que le hubiesen restado apoyo en sus propias filas. (Moscú pensaba contar así con su hombre en La Habana, cuando lo que realmente sucedía es que Fidel Castro contaba con su hombre en Moscú). Y, ahora, Raúl ha subido a las gradas como personaje principal de la escena, pero invisible, pues su presencia está supeditada al carácter provisional de la delegación de poderes que se le ha conferido. Si el actor principal se recobra, por poco que sea, es indudable que volverá a ocupar su puesto habitual, aunque sea como esos ancianos muy disminuidos, a los que se les coloca en un sillón del salón los días de festejos familiares. Si Raúl Castro logra asumir públicamente un poder que, de hecho, parece haber ejercido hasta ahora detrás del trono, cambiará el estilo, pero no la naturaleza del régimen. Sin embargo, ese cambio de estilo, aunque no de con- tenido, representa en sí un cambio radical, pues clausura la época de la fábrica de ilusiones y la del afecto incautado. Las imágenes quedarán huérfanas, pues ya no contarán con el médium que les daba vida. Ya nadie será rehén de una ficción, y la subjetividad de los cubanos (y de muchos otros en el mundo), quedará libre y recobrará el raciocinio del pensamiento político que permite pensar la democracia. Desprovisto del mesianismo carismático de Fidel Castro y de su omnipresen- te imagen tutelar que, de alguna forma, representa el ideal de la identidad viril cubana, desprovisto también del afecto real de amor y de odio (o de amor-odio) que despierta la persona de Fidel Castro, el talante poco carismático de la perso- nalidad de Raúl Castro dejará al desnudo la verdadera naturaleza del régimen: una dictadura de corte estalinista, o como las otras que se han conocido en el resto de América Latina, sin ningún atractivo, similar a las que imperaron en los diferentes satélites que conformaban la urss. Tal vez, entonces, la oposición pacífica del interior deje de ser minoritaria, y los cubanos que viven en la Isla se sumen masivamente a ejercer una oposición activa que prefigure la futura democracia cubana, tal como se viera en los países ESPECIAL / ¿CUBA SIN FIDEL CASTRO? encuentro ¿quién es raúl castro?del Este y en otros del continente. Los cubanos se sumarían así al verdadero y gran debate que atañe a toda la América Latina: la naturaleza de la democracia que queremos y necesitamos. En cuanto al mayor tabú que atañe a Cuba, el de sus relaciones con Estados Unidos, me inclino a citar el luminoso ensayo de Jesús Díaz «La responsabilidad de David», en el que él expresa de manera diáfana, sin tergiversaciones, cómo Cuba debe encarar esas relaciones tomando ella la iniciativa, actuando de mane- ra activa y decidida: «Cuba sólo tiene que temerse a sí misma. A nuestra propia incapacidad para entendernos entre cubanos, en paz y en aras de un proyecto común. Estoy con- vencido de que ese proclamado miedo pánico con respecto a Estados Unidos no es más que una máscara del miedo a asumir nuestra propia libertad, nuestra pro- pia responsabilidad como nación todavía inacabada. (…) Dicho en otras pala- bras, condicionar el establecimiento de la democracia en Cuba al levantamiento del embargo por parte de Washington es no sólo una prueba de totalitarismo y de miedo a la voluntad popular cubana sino también una vergonzosa manifesta- ción de espíritu anexionista». (Encuentro de la Cultura Cubana; nº. 15, invierno de 1999/2000, pp. 8-9). URL: http://www.cubaencuentro.com/es/encuentro_en_la_red/cuba/cuba-hacia-donde-y-como/castrismo_imagen_y_puesta_ en_escena 186 ESPECIAL / ¿CUBA SIN FIDEL CASTRO? encuentro ¿quién es raúl castro? Accidente. Impresión fotográfica digital sobre papel, 60 x 72 pulg., 2001.187 E n sendos libritos, TERROR AND LIBERALISM (2003) y DEMOCRACY AND POPULISM (2005), Paul Berman y John Lukacs captaron la paradoja fundamental de nuestra época: mientras la filosofía de los derechos humanos se vuelve cada vez más universal, los mecanismos internacionales de promoción y defensa de la democracia se hacen cada vez más limitados. Hoy por hoy, cuando el valor de la libertad es apreciado como nunca en la historia y casi todos los países del mundo cuentan con instituciones que aseguran su respeto, los dos principales desafíos contemporáneos al orden liberal, el fundamentalismo y el populismo, resultan más difíciles de combatir que regímenes antidemocráticos del pasado, como el comunismo o el fascismo. Los nuevos Gobiernos antiliberales saben aprovechar a su favor la actual polarización internacional entre el unilateralismo de la guerra preventiva y el relativismo de la corrección política global, que justifica cualquier dictadura en nombre de la «identidad» o la «soberanía». Regímenes autoritarios, como los que conforman el fundamentalismo iraní y el populismo chavista, no se relacionan con la democracia y el mercado desde la absoluta negación, como los viejos totalitarismos, sino que los instrumentan para consolidarse en el poder. Chávez y, en menor medida, Morales, fundamentan su legitimidad en las libertades públicas, las oposiciones legales y la competencia electoral que aún se pre- servan en Venezuela y Bolivia. Los pocos regímenes comunistas que quedan en el mundo, China, Vietnam, Corea del Norte, se han abierto cautelosamente a la econo- mía de mercado. Cuba, en cambio, es el único país del planeta que no avanza, ni siquiera un paso, hacia el mercado o la democracia. Sus líderes se colocan en el punto más distante del orden liberal, republicano y democrático porque piensan, honesta- mente o no, que han producido un sistema social distinto y superior. Todos esos regímenes, como pudo verse en la pasada cumbre del Movimiento de los No Alineados en La Habana, comparten una agenda de oposición a la hegemonía mundial de Estados Unidos. De ahí que en sus políticas exteriores, La Habana, Caracas, Teherán y Pyongyang hablen de «acatamiento de las normas internacionales», «respeto a la diversidad», «multilateralismo», «diálogo», «pluralismo» y «solución negociada de los conflictos». Todos, principios muy defendibles, propios de un Estado de derecho a nivel mundial, que apenas se está construyendo, pero que esos regímenes desconocen soberanamente en el trazado de sus políticas domésticas. En los discursos de inaugura- ción y clausura de la cumbre, Raúl Castro, el canciller Pérez Roque y el vicepresidente Lage Dávila utilizaron todas esas palabras. De manera que Cuba, donde sólo existe un partido, la oposición carece de derechos y la economía está en manos del Estado, es una dictadura nacional, partidaria de un orden democrático mundial. textual encuentro El autoritarismo subalterno Rafael RojasNext >