< Previouspresentan están referidos esencialmente a la pronunciación de las consonan- tes en el habla popular cubana —hablantes con menos de séptimo grado de escolaridad—; las transcripciones fonéticas presentadas en este resumen son aproximativas, pues utilizan, para facilitar la comprensión, el alfabeto de la lengua española y no un alfabeto fonético especializado. En el caso del sonido [j], recuérdese que la articulación cubana —y, en general, caribeña— es mucho más débil y relajada que la de otras regiones hispánicas. I]Zona occidental: Pinar del Río, Ciudad de La Habana, Matanzas, Cienfuegos y Trinidad Ésta es una zona innovadora desde el punto de vista fonético, si bien persis- ten restos de usos gramaticales antiguos, como la presencia de pronombres enclíticos en ciertos contextos: díceme, dígole . Los cambios fonéticos más lla- mativos son: asimilación de las consonantes /r/ o /l/ por la consonante siguiente:vuelta[buédta], parque[págke], Alberto[abbédto], Jorge[jóje]; aspiración de /s/ final de sílaba y medial de palabra: desde[déjde], mismo [míjmo], isla[íjla]; aspiración de /r/ ante /n/ o /l/: carnaval[cajnabál], Orlando[ojlándo], dejarla[dejájla]; debilitamiento de /y/ (grafías yo ll) intervocálica: playa[pláia], pepilla[pepíia], desmaya[dejmáia], bello[béio]. II]Zona central: Santa Clara, Sancti Spíritus y Ciego de Ávila En esta zona son perceptibles rasgos fonéticos descritos en la occidental, pero bastante atenuados: asimilación de las consonantes /r/ o /l/ por la conso- nante siguiente:calvo[cábbo], cartera[cadtéra], Albita[abbíta]; debilitamien- to de /y/ (grafías yo ll) intervocálica: Padilla[padíia], camilla[camíia]. Per- sisten con similar intensidad: aspiración de /s/ final de sílaba y medial de palabra: gasto[gájto], bastante[bajtánte], complejista[complejíjta]; aspiración de /r/ ante /n/ o /l/: Carlitín [kajlitín], horno [ójno], diurna [diújna]. III]Zona centro-oriental: Camagüey, Las Tunas, Holguín, Manzanillo y Bayamo Ésta es la zona dialectal fonéticamente más conservadora del país. Es preci- samente en algunas regiones pertenecientes a esta zona donde se han regis- trado restos devoseo(uso del pronombre personalvosen lugar de túy sus formas verbales correspondientes: ¿Qué vos queréi(s)?, ¿Cómo estái(s)?) 5 . Aquí los rasgos fonéticos referidos a las zonas anteriores están sumamente atenua- dos. Sólo persisten con igual intensidad la aspiración de /r/ ante /n/ o /l/: Mirna[míjna], contarle[kontájle]; y la aspiración de /s/ final de sílaba y medial de palabra: mosca[mójka], espera[ejpéra], estudio[ejtúdio]. IV]Zona sur-oriental: Santiago de Cuba y Guantánamo Es también una zona lingüísticamente innovadora; el rasgo fonético más llamativo se refiere a la baja frecuencia de aspiración de /s/ final de sílaba Luis Roberto Choy López 278 encuentro279 y medial de palabra, descrita para las zonas anteriores. En su lugar, es muy frecuente la asimilación de /s/ por la consonante siguiente, lo cual lleva comúnmente a su desaparición: desde[dédde], mismo[mímo], espiritista[epi- ritíta]. También son más frecuentes aquí que en otras zonas los trueques entre /r/ y /l/, que tienen como resultado más general la pronunciación de [l]: por favor [pol faból], parque [pálke], Alberto [albélto], Jorge [jólje]. Muy esporádicamente esta confusión se produce a favor de [r]: dulce[dúrse], vol- ver[borbér]. En esta zona dialectal no se han registrado, sin embargo, casos de aspiración de /r/ y /l/ ante /n/ del tipo carne[kájne]. V]Zona extremo-oriental: Baracoa Ésta es una zona pequeña, durante siglos confinada a un relativo aislamiento con respecto a las otras regiones del país, donde confluyen tendencias lin- güísticas innovadoras y conservadoras. Aquí la propensión a la sustitución de la aspiración por la asimilación o pérdida de la /s/ llega a un grado aún mayor que en las otras zonas del país: después[depué], estudioso[etudióso], especialista[epesialíta]. También son comunes las omisiones de /r/, sobre todo en las formas verbales de infinitivo: fregar[fregá], mortificar[mortificá], perder[perdé]. Por otro lado, no se escuchan aquí aspiraciones de /r/ ante /l/ o /n/, del tipo turno [tújno], y en líneas generales no son frecuentes las modificaciones fonéticas más llamativas en otras regiones. Es sumamente significativo el hecho de que en estas dos últimas zonas (IV y V), con una notable influencia franco-haitiana, sea más perceptible un fenómeno llevado a consecuencias extremas en el francés y en el criollo haitiano: la pérdida de /s/ final de sílaba 6 . 1.3. El eje social (variación diastrática) A pesar de los cambios ocurridos en la Cuba actual y de la tendencia lingüísti- ca a la homogeneización, son perceptibles claras diferencias entre el habla de los distintos grupos sociales cubanos. Por ejemplo, los rasgos relativos a la variación regional (diatópica) que acabamos de describir, son más evidentes en el habla popular que en el habla culta. En consecuencia, en Ciudad de La Habana, las asimilaciones de /r/ y /l/ por la consonante siguiente, barco [bágko], cerveza[sebbésa], algo[ággo], suelen ser menos frecuentes en profe- sionales e intelectuales que en trabajadores manuales o de servicios. Asimis- mo, en Santiago de Cuba, las omisiones de /s/ final de sílaba y medial de palabra, escuela [ekuéla], peste [péte], asmático [amático], muy frecuentes en el habla popular, son menos perceptibles en el habla de profesionales e intelec- tuales, que prefieren la realización aspirada más común en toda el habla culta de Cuba, escuela[ejkuéla], peste[péjte], asmático[ajmático]. De igual manera, la propensión a estos cambios, tan frecuentes en el habla popular, es, en líneas generales, más observable en los hombres que en las mujeres y más frecuente en los grupos más jóvenes que en los de mayor edad. Por último, debemos des- tacar que una misma persona puede mostrar diferentes tendencias en su Coordenadas del español de Cuba encuentromodo de expresarse de acuerdo con los diversos contextos —situaciones sociocomunicativas— en que se encuentre. Es decir, el habla individual —el llamado idiolecto— funciona en cada persona como un poliedro del cual el hablante muestra, inconscientemente, la cara que más se adecua a la situación en la que se encuentra. Incluso, en una misma situación sociocomunicativa, podemos encontrar una rica variabilidad. Por ejemplo, en una de mis encues- tas sobre el habla popular de Cuba, una de mis informantes de Santiago de Cuba, al referirse a su hijo Agustín, pronunciaba su nombre de diferentes maneras en dependencia de la rapidez, la relevancia, la seriedad o el interés de lo que decía: [agustín] (estilo más formal); [agujtín] (estilo menos for- mal); [agutín] (estilo más relajado). Otro fenómeno de interés es el proceso de popularizaciónque sufre el espa- ñol de Cuba a partir de 1959, el cual se explica por la salida del país de gran parte de los grupos más favorecidos económica y culturalmente, la llegada masiva de individuos de origen obrero y campesino a los cargos de dirección y a las aulas de todos los niveles educativos, y por la connotación sociopolítica negativa que implicaba, en determinados contextos, la utilización de formas en exceso «cuidadas» o «correctas», identificables con manifestaciones «bur- guesas». En las últimas décadas, como consecuencia de la educación masiva, se ha producido, además, una generalización del léxico científico especializa- do, por lo cual términos médicos, filosóficos, técnicos, científicos y políticos han pasado al patrimonio popular. Sin embargo, los altos índices de escolari- zación no han ido acompañados del deseable cuidado y cultivo de la lengua, la cual, si bien ha enriquecido su léxico en ciertos aspectos —a la vez que se ha vulgarizado en otros— y corregido rasgos de su gramática, ha visto descui- dado su aspecto fonético, sujeto al proceso de popularización anteriormente descrito y a las tendencias fuertemente innovadoras que caracterizan las hablas caribeñas hispánicas. Asimismo, las numerosísimas migraciones internas han tenido como destino las mayores ciudades, pero muy especialmente La Habana —«que La Habana no aguanta más», repetía una canción de la popularísima orquesta Los Van Van—, con grupos humanos procedentes de las zonas más deprimidas del país. Estos desplazamientos han arrinconado o extendido algunos usos dialectales, sobre todo en lo referente al léxico. Paralelamente, el control estatal de todas las actividades actúa como elemento «homogeneizador» de ciertas palabras, lo cual se hace patente en las listas de precios, la igualación de las ofertas de com- pra de productos de primera necesidad en las diferentes zonas, con indepen- dencia de las preferencias regionales —ahora prácticamente extinguidas—, los menús de restaurantes, las tribunas abiertas, las consignas políticas, las instruc- ciones de la defensa civil y, en fin, la centralización de la enseñanza, la medici- na, la cultura, etc. En consecuencia, existe en la actualidad una tendencia al debilitamiento de las diferencias habla rural/habla urbana. Finalmente, los cambios más recientes, sobre todo en el ámbito económi- co, tímidos o forzados por las circunstancias, abren nuevas interrogantes en torno al futuro de un país que ve en peligro no sólo su subsistencia cotidiana, Luis Roberto Choy López 280 encuentro281 sino, además, las relativas ventajas, en especial en educación y salud pública, conquistadas a finales del siglo pasado, todo sumado a los descalabros morales e «ideológicos» que implica la nueva y zigzagueante política cubana. El reflejo en el léxico no se ha hecho esperar; así, una palabra tan generalizada en el uso cotidiano de los últimos años como compañero / compañera comienza a ser desplazada por otras como señor , señora , señorita , por parecer estas últimas más acordes con los tiempos presentes y con los que se avecinan. 2. el siglo xxi Independientemente de ciertos procesos recientemente sufridos por la socie- dad cubana —tendentes al relajamiento de las normas lingüísticas—, el nivel cultural de su población —muy por encima de la media de los países hispano- hablantes— se refleja en el habla de los cubanos de hoy, sobre todo en su gra- mática y léxico. El futuro, a pesar del incierto presente, está lleno de esperan- zas, temores e incógnitas. Desearíamos una sociedad cubana que lograra sortear y superar los absurdos de su actual «democracia» o de las pretendidas «democracias» latinoamericanas para que su pueblo estuviera cada vez más relacionado con el mundo contemporáneo y sus ideas más avanzadas, y, sobre la base del respeto y la cooperación, con el resto de los países que integran el enorme ámbito hispánico. La conservación de la unidad necesaria de la lengua —que es la garantía para la comunicación sin obstáculos entre nuestros pueblos— y la aceptación de las peculiaridades de cada región —que es el respeto a las diferencias de los otros— son las únicas alternativas para la consolidación de una comuni- dad lingüística que se enfrenta al presente siglo con el reto de ser portadora de una lengua universal. Coordenadas del español de Cuba encuentro 1 Choy López, Luis Roberto; Periodización y orígenes en la historia del español de Cuba; Estudios Iberoamerica- nos, Universitat de València, Valencia, 1999. 2 Del griego koiné . Lengua común surgida por la coinci- dencia, en un determinado territorio, de diversas varieda- des dialectales de una misma lengua, como sucedió en Grecia a partir del período helenístico. 3 Choy López, Luis Roberto; «Los nombres de Cuba en el siglo XVI»; en Aleza Izquierdo, Milagros y Sanmartín Sáez, Julia (editores); Estudios de lexicografía y léxico cubanos; Universitat de València, Valencia, 2004, pp. 85-99. 4 En la actualidad, existen en Cuba 14 provincias y sólo 13 cabeceras provinciales, pues la Ciudad de La Habana es, al mismo tiempo, cabecera de la provincia del mismo nombre y de la provincia Habana. 5 Ver Blanco Botta, Ivonne; «El voseo en Cuba»; en revis- ta Varona; n.º 4-5, 1980, pp. 155-187, y Choy López, Luis Roberto; «Ciencia y ficción de Esteban Pichardo: la geo- lingüística cubana del siglo XIX»; en Panorama de la Investigació Lingüística a l’Estat Espanyol(Actes del I Congrès de Lingüística General), volume IV; Universitat de València, 1996, pp. 55-61. 6 Choy López, Luis Roberto; «La frecuentísima elisión de /s/ en dialectos dominicanos y extremosurorientales cubanos ¿Influencia franco-haitiana?»; en Atti del XXI Congresso Internazionale de Linguistica e Filologia Romanza; Centro di studi filologici e linguistici siciliani, Università di Palermo, 18-24 settembre, 1995. Tubingen, Niemeyer, 1998, volume V. Sezione 5. Dialettologia, geo- linguistica, sociolinguistica, pp. 121-128. NOTAS282 encuentro L a crítica y escritora cubana eliana rivero acaba de publicar un libro que recoge ensayos y artículos suyos de las últimas dos décadas sobre, básicamente, la identidad de los cubanos residentes en Estados Unidos (Discursos desde la diáspora; Aduana Vieja, Cádiz, 2005). Rivero, latinoamericanista de larga, variada y enjundiosa trayectoria, especialista en la producción cultural de los hispano-estadounidenses, y, más en particular, la de los cubano-estadounidenses, estudia su tema desde varias perspectivas teóricas y también desde un punto de vista personal. Consigue, de ese modo, enriquecer nuestro conocimiento del problema que la ocupa y provocar a la reflexión, especialmente a quienes, como el que esto escri- be, comparten con la autora origen nacional y la expe- riencia que ella llama «diaspórica». Rivero lleva muchos años explorando lo que la autora del prólogo, Madeline Cámara, llama la «cubanidad dislo- cada» (p. 10), a través de las conferencias, artículos y pre- sentaciones, en inglés y en español, reunidos en este libro en el idioma en que fueron escritos. Su punto de partida es la experiencia propia, que es la de una cubana que llega a Miami en 1961, a los veintiún años, completa sus estudios y se doctora en Estados Unidos, y, desde 1967, se desempeña como profesora de literatura latinoamericana en una uni- versidad del suroeste del país, la de Tucson, Arizona. A par- tir de esa experiencia, Rivero va a explorar las nociones de exilio, destierro y diáspora; el bilingüismo; la integración de los cubano-estadounidenses (es decir, los «Cuban-Ame- ricans») con otros inmigrantes «latinos»; el concepto de cubanidad o cubanía visto desde dentro y fuera de Cuba; la situación particular de las cubano-estadounidenses (pues, Julio Rodríguez Luis De exilios,diásporas eidentidadeshíbridas A propósito de Discursos desde la diáspora, de Eliana Rivero283 Rivero mantiene a través de todo el libro un enfoque feminista); el papel de la música popular «cubano-latina» en el desarrollo y afirmación de esa nueva cubanía «multiétnica» o «transnacional»; la experiencia de los cubanos asen- tados en áreas de Estados Unidos alejadas de la Florida; la identidad, en fin, de los cubano-estadounidenses. Rivero se apoya, para desarrollar su análisis de esa identidad, en abundan- tes referencias a, y citas de, la obra de escritores cubano-estadounidenses y latinos (Cristina García, Elías Muñoz, Achy Obejas, Dolores Prida, Pablo Medina, Alurista, Esmeralda Santiago), por una parte, y, por otra, en los argu- mentos de estudiosos de varias disciplinas especializados en la identidad de los cubano-estadounidenses y de los latinos, y de las minorías étnicas estadou- nidenses en general (Ofelia Schutte, Gustavo Pérez Firmat, Andrea O´Reilly Herrera, Gloria Anzaldúa, Mary Louise Pratts, Dorinne Kondo). De esa aguda —y en extremo amena, pues, a veces, como Rivero misma señala, adopta el ritmo de una actuación ante el público («performance»)— exploración de la cubanía trasplantada a Estados Unidos, llevada a cabo por alguien con una formación académica muy sólida, que maneja con gran des- treza la teoría crítica contemporánea, y que ha dedicado buena parte de su vida al estudio de la literatura «latina», incluida la cubano-estadounidense, se van desprendiendo una serie de conclusiones, a saber: Los cubano-estadounidenses no son sólo exiliados, sino inmigrantes en proceso de asimilación. Su cubanía es, pues, un proceso continuo de construcción de una identidad transnacional (p. 41, a propósito de una afirmación de Rafael Rojas). Existe una Cuba transnacional que trata de trascender su pasado y contemplar de modo realista su presente y su futuro. Los cubano-estadounidenses son cubanos másotra cosa, la que les añade su experiencia estadounidense, y la cual, a su vez, los une al resto de los hispanos o «latinos» de Estados Unidos. La identidad de los cubano-estadounidenses no es, verdaderamente, como se viene diciendo (Anzaldúa, Emily Hicks) de la de los chicanos o mexicano-esta- dounidenses, una identidad fronteriza ( «border identity» ), ni tampoco está defini- da por el guión que, al nombrarlo, separa o une lo cubano de lo estadounidense (Pérez Firmat, Life on the Hypen), sino que es, más bien, algo que no se acaba de posar («hovering»), no dependiente de, o afirmado en algo específico, sino que depende simultáneamente de varios puntos alrededor de los cuales gira (p. 36). En tanto que la categoría «cubanoamericano» se refiere a una nación hispanoa- mericana específica, Cuba, la de «latino» une a quien se la aplica a sí mismo a cierto grupo minoritario de Estados Unidos (actualmente el más numeroso, hay que agregar). La cubanía se conserva, incluso cuando está combinada con otras identidades nacionales o supranacionales. «La ‘cubanoamericanidad’… incorpora todo lo que florece en la inmigración fuera y lejosde la Florida» (p. 64); es decir, que rompe con el paradigma de De exilios, diásporas e identidades híbridas encuentroidentidad cubana preconizado por la comunidad exiliada de Miami. Esto, a su vez, sirve para afirmar la auténtica cubanía del «cubano-americano-latino fren- te a quienes, desde Cuba, insisten en rechazar toda versión de lo cubano que se desarrolle fuera de la Isla (ver p. 48, sobre la afirmación de «que los cubanos exinsulares que no aceptaban o apoyaban el socialismo en la Isla sufrían de una ‘cubanidad castrada’»). Los cubano-estadounidenses han ido desarrollando, con el transcurso del tiem- po, una conciencia «panlatina», lo que resulta en afirmar su propia cubanía al situarla en un contexto mayor que, por su propio peso, el de los «latinouniden- ses» la refuerza como presencia en Estados Unidos. En definitiva, los cubanoamericanos son entidades fronterizas tanto en un sentido espiritual como social, dentro del panorama político de la nación estadounidense, dentro de la cultura latina, y, en el caso de algunos de ellos, incluso dentro de su propio subgrupo etnonacional (las mujeres lo son aun más, lo que aumenta su marginalidad genérica); son islas, apéndices de conti- nentes, penínsulas apenas unidas al continente, puentes; seres híbridos, situa- dos fuera del centro, mas que parecen, al mismo tiempo, estar reclamando una identidad colectiva, tanto existencial como pública, que termina benefi- ciándose de esa condición híbrida al escapar a las limitaciones que conlleva el ser percibido de una manera definida por la sociedad en general o por otros subgrupos (pp. 218-19). Los cubano-estadounidenses no son «ni de aquí ni de allá», pero pueden asentarse en ambas partes sin acabar de pertenecer a ninguna, lo cual es la consecuencia de haberse transformado de inmigrantes en miembros de una minoría étnica (p. 219, n.°27, sobre textos de David Rieff y de Pérez Firmat). Puesto que la diáspora cubana provocada por el régimen castrista (no se puede ya hablar de «Revolución Cubana» sino como un acontecimiento del pasado cada vez más remoto) llevó a sus víctimas a muchos otros países ade- más de Estados Unidos, cabe preguntarse, ante todo, si esa visión que elabora Eliana Rivero de una identidad cubano-estadounidense cada vez más rica en posibilidades, es aplicable en alguna medida a otros cubanos diaspóricos; es decir, a los cubanos que no se establecieron en Estados Unidos. Para elucidar esa cuestión y explorar la noción de una identidad cubana extraterritorial (en relación a Cuba misma), lo cual es el objeto último de estas líneas, creo que conviene comenzar por indagar en la noción de exilio o destierro, intrínseca a la emigración cubana que se produce a partir de 1959. Desde que existe una nación cubana, o sea, desde los albores del siglo xix , ha habido cubanos que decidieron marcharse de la patria por razones políti- cas (reformistas, independentistas y anexionistas, primero; integristas y auto- nomistas, al cesar la dominación española) o económicas (en este caso, sobre todo, en dirección a Estados Unidos, una vez que se estrechan los vínculos económicos de la Isla con su vecino norteño). Los obreros del tabaco que se marchan a Tampa y Cayo Hueso cuando, al aumentar Estados Unidos los aranceles a los habanos, se trasladan a esas ciudades desde Cuba algunos Julio Rodríguez Luis 284 encuentro285 fabricantes de cigarros, debían continuar sintiéndose cubanos a finales del siglo xix, cuando Martí y otros revolucionarios acuden a ellos en busca de ayuda económica, y la reciben, y muy generosa, por cierto (sería interesante saber cuántos de ellos regresaron a Cuba después de 1898). En haber produ- cido tanto emigración política como económica, Cuba no se diferencia de otras naciones americanas o europeas. Sin embargo, la emigración que tiene lugar a partir de 1959 se distingue de otras en que las condiciones que han dado lugar a ella terminan uniendo los factores políticos y los económicos de tal forma que el regreso se hace imposible, tanto para los cubanos que abandonaron la Isla por rechazar el régimen castrista como para los que, en general, varias décadas después, lo harían buscando una mejora de su situación económica en vista de las desas- trosas condiciones materiales creadas por el mismo régimen. En tanto no cambie éste, y, con ello, la situación política y económica que ha generado, esos cubanos no regresarán; o, más bien, ni siguiera se plantearán regresar. Al mismo tiempo, la absolutamente extraordinaria longevidad del castrismo, que supera a la de cualquier otra dictadura de la época contemporánea —lo que crea también una situación única en otro aspecto—, va haciendo tal regreso cada vez más improbable, a medida que el exiliado, político o econó- mico, va echando raíces en el país donde se ha asentado. (Aunque el térmi- no «exilio» implica que la salida de la patria se debe a razones políticas, insis- to en que en el caso cubano las razones económicas para esa partida se hacen una con las políticas, ya que el causante es el mismo. Está claro que algo semejante podría decirse del franquismo —otra larguísima dictadura, bien que no tanto como la castrista— en las décadas que siguieron a la con- clusión de la Guerra Civil en 1939, y seguramente que también de otras tira- nías, pero, en tanto que la situación económica de España mejoraría notable- mente a partir de mediados de los 60, con el consiguiente cese de la emigración masiva, la de Cuba continúa empeorando). Hay otro factor a considerar en el caso del exiliado cubano, y es que, excepto en casos muy contados de personas que se han opuesto abiertamente al régimen castrista o cometido acciones que han provocado su cólera, la mayoría podría regresar a Cuba, ya que el castrismo, aunque acosa a los disi- dentes políticos, tolera cierto margen de disidencia antes de perseguirla y cas- tigarla, y, desde luego, no interfiere con quienes se callan sus posibles opinio- nes políticas contrarias al régimen. La decisión, pues, de no regresar, por parte del exiliado, no se basa, casi nunca, en un peligro concreto que lo ame- nazaría de hacerlo, sino que es, en sí mismo, un acto político de contenido abstracto. Dicho lo cual, es menester llamar la atención sobre el hecho de que el estado castrista no distingue entre exiliado económico y político. En cuan- to que la concesión del permiso de salida, para ambos, conlleva la confisca- ción de sus bienes y el que se les despoje de sus derechos ciudadanos, tal y como si fuera un enemigo del régimen, pues para éste, el marcharse de la Isla lo convierte en tal. Todo ello diferencia al exiliado cubano no sólo de otros exiliados (y emigrantes económicos), sino, más concretamente, del resto de los De exilios, diásporas e identidades híbridas encuentroinmigrantes hispanoamericanos a Estados Unidos o a España (que suman ya centenares de miles en el caso de este país), aun y cuando él también, como esos inmigrantes, se halle allí para mejorar su situación económica. También lo hace sentirse diferente del resto de la población, hispanoamericana como él mismo, de los países (Puerto Rico, Venezuela, Panamá, México) hispanoa- mericanos donde pueda haberse asentado. El exiliado cubano ha estado muy consciente de esa diferencia y, muy a menudo, se ha escudado tras ella para no mezclarse con esos otros hispanoamericanos, sean nativos o inmigrantes, de los países donde vive. A pesar de que el exilio cubano pos-1959 dura ya 46 años, en el curso de los cuales los exiliados han tenido hijos y hasta nietos, a Rivero le parece que esa condición exiliada no sólo persiste en quienes, como ella misma, han pasado ya más de dos terceras partes de la vida fuera de Cuba, sino que puede aplicársele a cubanos llegados a Estados Unidos cuando niños o adolescentes, y hasta a los descendientes de los primeros exiliados, o, al menos, a algunos de ellos. Ello es consecuencia de la interacción de la cubanía de esos exiliados de primero o segundo nivel con las esencias nacionales de otros hispanoame- ricanos dentro del contexto social «latino». No dudo que así sea, en efecto, y Rivero aporta abundantes pruebas de que el fenómeno que le interesa está sucediendo, a través de testimonios, textos, análisis críticos de muchos cuba- nos asentados en Estados Unidos. Me pregunto, sin embargo, cuánto más puede durar esa cubanía trasplantada, dislocada, híbrida, en fin; es decir, más allá de una segunda generación, y aun y cuando apoye su existencia, o super- vivencia, mejor dicho, la cultura de los demás «latinos» —puesto que esos cubanos no serían ya sólo cubanos, sino cubano-latinos. Viene aquí a cuento, espero, una breve presentación autobiográfica que puede servir para explicar mi interpretación del asunto en cuestión. Salí de Cuba a los veinte años, poco más de medio año antes del triunfo de la Revolu- ción, con el objeto de completar mis estudios, lo que hice, primero, en Puerto Rico y, a continuación, en Estados Unidos, donde desde 1959 hasta 2001, cuando me trasladé a Madrid, me desempeñé como profesor universitario. Creo que, como crítico y docente, me cuento entre los pioneros en ocuparse de la literatura y la cultura de los hispano-estadounidenses, ya que empecé a impartir cursos sobre la literatura chicana y neorrican (la de los puertorrique- ños de Nueva York) en 1970, aproximadamente, a la vez que me involucraba en las actividades de los estudiantes hispánicos, a través de las cuales manifes- taban estos —eran entonces, animados por el auge del movimiento a favor de los derechos civiles, o contra la discriminación, que agitaba Estados Unidos, muy radicales— su sentido de pertenencia a las comunidades étnicas de sus padres o abuelos, y su rechazo de la cultura estadounidense en cuanto que ésta los discriminaba por su origen étnico. Debo decir que, en lo personal, nunca me sentí, a pesar de esos intere- ses, «latino», sino, únicamente, cubano (y eso a pesar de no haber vivido nunca en Miami), bien que —qué remedio— americanizado. El haberme seguido percibiendo como cubano, debe haber reforzado en mí, al mismo Julio Rodríguez Luis 286 encuentro287 tiempo, el sentimiento de sentirme exiliado, bien que, estrictamente, no lo sea. De modo que, pasado —o superado— un período de admiración por los logros iniciales de la Revolución, me he afirmado en un odio (no puedo llamarlo de otro modo) visceral al castrismo que ha destruido mi patria; odio que me impide, como una barrera de tipo moral, regresar a ella ni siquiera de visita. Obviamente, en mi incapacidad para identificarme con los demás hispano-estadounidenses, intervienen factores personales y cultu- rales en los que no es el momento de indagar, pero, en su base está, sin duda, esa tendencia del cubano a sentirse diferente respecto a otros inmi- grantes de que ya hablé antes. Por otra parte, mi experiencia en el trato de los jóvenes hispanos en Estados Unidos me ha hecho concluir que la cultura que domina en ellos es la del país donde viven, al igual que su verdadera lengua es el inglés, aun- que es claro que persisten elementos residuales, tanto en su cultura como en su habla, de la cultura de padres y abuelos. Y lo mismo se aplica a los hijos y nietos de los emigrados cubanos. Con la salvedad de que su conexión con la cultura ancestral ha sido, en general, más fuerte, o más duradera, debido a que la extracción social burguesa de la mayoría de los primeros exiliados cubanos —entre los que se contaban los padres de esos jóvenes— hacía que tuviesen una conciencia cultural más firme, gracias a su educa- ción, que la de otros inmigrantes hispanos de origen campesino u obrero y peor educados (e, incluso en el caso de los inmigrantes cubanos del mismo origen, también un mejor dominio del español que el que demuestran los puertorriqueños de clases pobres, cuya habla se hallaba ya al llegar a Esta- dos Unidos muy corrompida por el inglés). Esto explica, por ejemplo, las raíces cubanas de alguien como la novelista Cristina García, a pesar de haberse criado en Estados Unidos. Mayra Montero o Achy Obejas —quien también escribe en inglés, como García— se marcharon de Cuba a edades en que ya habían echado raíces en la Isla. Sin restar méritos a las obras de García, Obejas, Dolores Prida, Elías Muñoz, o Roberto Fernández, todas ellas ejemplos sobresalientes de la litera- tura cubano-estadounidense (excluyo de la categoría a Montero, que vive en Puerto Rico y escribe en español), no me parecen comparables, en el impacto que han tenido, con las de los mejores escritores chicanos, Tomás Rivera y Sandra Cisneros, ni tampoco con la del dominicano-estadounidense Junot Díaz. Por impacto quiero decir su efecto en la literatura estadounidense, que es a la que pertenecen ya Cisneros y Díaz, publicados por editoriales impor- tantes de Estados Unidos y por la revista The New Yorker (espaldarazo que equi- vale a la entrada en el canon literario del país). Ambos escritores retratan a inmigrantes mexicanos y dominicanos y sus circunstancias; incluso, emplean a México y a la República Dominicana como escenarios, pero, de algún modo que se les escapa a otros escritores hispano-estadounidenses (incluidos la mayoría de los de origen mexicano y puertorriqueño), gracias a su dominio del inglés y a factores relacionados con esa maestría y con su visión del mundo en que viven, Cisneros y Díaz (Rivera, quien murió muy joven, escribió en español De exilios, diásporas e identidades híbridas encuentroNext >