< Previousque crecimos con el comunismo. Pero, una vez que avanzas, te percatas de que, como en cualquier otra ciudad, cada cual puede diseñar su propia trama urba- na y encontrar a la gente que más le interesa. Al principio, solía verme con antiguos colegas de movidas en La Habana, pero mi antena fue girando hacia otras partes de la cultura del exilio en Estados Uni- dos con las que no había crecido, como el caso de Cruz Azaceta, que ha estado en algunas de mis exposiciones y al que dediqué un largo ensayo: «El éxodo como poética». Posiblemente, mi mayor sorpresa fue encontrar e investigar en directo sobre un grupo de creadores que provenían directamente de la experien- cia del Mariel o de la onda expansiva provocada por este grupo, y que permane- cía velado en buena parte de la cultura cubana. Desde el punto de vista estético no eran vanguardistas, pero coincidían en su potencia creativa, su tozudez frente a todos los obstáculos, censuras y marginaciones por las que habían pasado, y en la incomodidad que establecían dentro de la cultura de Cuba y del exilio. Era notorio que la «gente de bien» les rehuía, incluso algunos que hoy los elogian, algo que supe rápidamente por la cantidad de alertas que recibí para que no me acercara a ellos. Aunque eso fue, como puedes imaginar, el detonante para que hiciera exactamente lo contrario y los buscara con un interés y una afinidad que no me decepcionó. De muchas de esas estancias en Miami sale buena parte de mi libro La balsa perpetua, el dossier de homenaje a Mariel que preparé para Encuentro, así como una serie de artículos publicados en España, donde no era habitual (tam- poco lo es ahora) un acercamiento a Miami que no estuviera más o menos encorsetado por la serie Miami Viceo la versión deScarface, de Brian de Palma. En tus libros vuelves, una vez y otra, a Berlín. Berlín es una ciudad que evoca el futuro y me fascina por distintas razones. Es la ciudad más creativa del poscomunismo, y ha conseguido armar, con todas las letras, una cultura de su transición. Una cinematografía, un arte, un pensamiento, una literatura, con los impactos del derribo del Muro y los pro y los contra de la reunificación. En Berlín encuentro respuestas a mi vida anterior como habanero y a mi vida actual como barcelonés. Comparada con la Habana que yo viví, Berlín se diferencia en muchísimas cosas, pero tiene una semejanza: genera, compulsiva y casi exclusivamente, cultura e ideología. Comparada con Barcelona, que es una ciudad exageradamente estructurada, donde cualquier movimiento cultural se institucionaliza, y donde tenemos hasta una galería para los grafiteros, Berlín tiene el atractivo de su anarquía y su transitoriedad, del carácter efímero de su movimiento cultural. Además, allí viven o han vivido algunos fotógrafos con los que he trabajado, como Frank Thiel, Boris Mikhailov, Sergio Belinchón y Dani & Geo Fusch (los autores de la serie Stasi Secret Rooms). Queda, por último, Barcelona. Barcelona es la que más conozco y la que considero «mi ciudad». Después de dieciséis años aquí, me siento barcelonés a casi todos los efectos y con casi todos los defectos. Es curioso, porque ésta ha sido también la ciudad más difícil de todas en las que he vivido. En Barcelona colaboré, desde mi llegada, con Ajo- blanco, Lateraly La Vanguardia. Por invitación de su director, Josep Ramoneda, IVÁN DE LA NUEZEN PERSONA 28 encuentro29 estuve en el Centro de Cultura Contemporánea desde su fundación en 1994. Allí, impartí cursos en el Instituto de Humanidades e hicimos Cuba: la isla posible. Como escritor, he dado tumbos por editoriales asentadas en la ciudad, como Destino, Península o el grupo Mondadori, donde he encontrado, parece, una tranquilidad editorial. He sido crítico de ensayo durante seis años seguidos en El Periódico de Catalun- ya. Fui nombrado director de exposiciones del Instituto de Cultura de la ciudad, y también serví copas en un bar durante un buen tiempo o trabajé en la revista de una famosa discoteca. He impartido clases en la Facultad de Arquitectura y he programado más de cien proyectos de exposición. Excepto desde la perspecti- va de rico, creo que me he inmiscuido en la ciudad desde casi todas sus aristas. Sé por mi experiencia que la solidaridad existe, y que la más desinteresada no es la que aparece en los periódicos ni la que se ejerce como política de Estado. Des- pués de veinte años escribiendo ensayos o haciendo exposiciones, que considero ensayos visuales, siento una multitud de gratitudes, pero, salvo la hipoteca de nuestra casa, tengo la sensación de haber saldado mis deudas. A propósito de esta idea que apuntas de las exposiciones como ensayos visuales, hablemos de lo visual, de la importancia de lo visual en tus ensayos. Porque en ellos pueden rastrearse todas las líneas trazadas por el hombre sobre la Tierra: ciu- dades, fronteras, mapas, cartografías… Para mí no hay diferencia entre una fuente visual y una escrita. De hecho, más que fuentes, son estímulos que se desplazan por los textos e intervienen en ellos sin jerarquías. Las razones de esta manera de trabajar son varias, y no siempre muy claras. Pero, sobre todo, obedecen a una convicción personal: considero que un escritor o pensador que viva en esta era de la imagen tiene que saber transmitir la cultura que emana de los discursos visuales. No hago otra cosa que reflejar este mundo en el que la gente chatea, hace zapping, está trastornada por la publicidad, recurre al pantallazo desde su ordenador, escu- cha música electrónica y puede alcanzar la libertad de ser, en definitiva, el dj del hilo musical de su propia vida. Lo raro es que estos asuntos tengan tan escasa presencia en la literatura cuba- na y que, incluso, la aparición de un simple teléfono parezca un elemento extraño en tantas narraciones. En los últimos diez años, me he dedicado a escribir sobre autores que han alojado al arte o a los artistas como protagonis- tas de su literatura. Ese es el caso de Don Delillo, Paul Auster, César Aira, José Carlos Somoza, Ignacio Vidal Folch, Roberto Bolaño y unos cuantos más. Ellos han hecho en esta época lo mismo que hicieron en otros tiempos Wilde, Chesterton o Henry James, quienes convirtieron el arte en un asunto narrati- vo, prácticamente, en una zona de la novela. Supongo que ha de pesar también el ejemplo de tu padre, René de la Nuez, dibu- jantey caricaturista. Crecí viendo a mi padre dibujar cada día. Mi tío Raúl, que vive en Miami y que por edad es más como un hermano, es también artista plástico. Otro tío, muy cercano de la línea materna, fue Guerrero, caricaturista y bohemio. Para mí era un hecho cotidiano ver a Servando Cabrera Moreno, Arístides, Muñoz IVÁN DE LA NUEZEN PERSONA encuentroBachs, Fontanarrosa o Chumy Chúmez. A Gory lo recuerdo desde pequeño, porque era, junto a otros artistas que salieron de la Escuela Nacional de Arte, amigo de andanzas de mi tío Raúl. Desde siempre, he tenido más amigos artistas plásticos que escritores. Me siento más cómodo con ellos, tal vez, porque mezclan una visión más pragmática del mundo con un proceso creativo más atrevido y, sin duda, menos neurótico. Por otra parte, nunca tuve problemas con las generaciones: podía pasar horas con Jesús de Armas, Posada o Díaz Peláez y, de ahí, encontrarme con Glexis Novoa o Pedro Vizcaíno y ponernos a darle vueltas a las cosas que queríamos hacer. Recuerdo diálogos y diálogos con Arturo Cuenca, Dania del Sol, Abdel Hernández, Torres Llorca o Juan-Si, que fueron muy fructíferos para mí y para todo mi trabajo posterior. Yo fui educado en un desprejuicio absoluto hacia la cultura popular, la calle, la gente de la noche, la vida en su sentido más amplio. Sin embargo, he tenido muy poco tiempo para estar con mis padres, y he llegado a estar bastantes años sin poder ver a mi madre. Que esto le haya pasado a millones de cubanos de varias generaciones, no puede servir para ver como «natural» —más bien, todo lo contrario— esa política de castigo que, entre otras cosas, es absurda, miserable e hipócrita. Y cuando hablo de mi familia creo que no debo andarme con rodeos. Mis padres abrazaron con fervor la Revolución, entre otras cosas, para que yo tuviera una vida mejor que la suya. Me parece que su paradoja es obvia: yo he elegido por mi cuenta y no estoy allí, en el futuro que se supone que fue creado para mí. Ahora bien, esa distancia en años y kilómetros nunca ha llegado a convertirse en una ruptura emocional, ni ha habido por su parte un solo reproche a mis decisiones. Por mi parte, seguramente, lo mejor de ese engendro que soy se lo debo a ellos. Hablemos del ensayo. En Cuba y el día despuéstú te propusiste, además de un intento de esclarecer el futuro, reunir a diversos ensayistas pertenecientes a tu gene- ración. Se trataba, creo, de una importante apuesta por un género con poca suerte. Más que una antología generacional, Cuba y el día despuésfue, con alguna excepción, la reunión de un grupo que había compartido un proyecto común relacionado con la renovación del ensayo cubano. Puede que llegara a des- tiempo, porque lo ideal hubiera sido que ese libro se hubiera publicado en Cuba quince años atrás. Pero al final quedó como testimonio coral de un grupo de ensayistas que, a partir de la segunda mitad de los 80, se esforzó por transformar un género que había sido devastado en los años 70por el sovietismo y el dogma imperante. A eso que hicimos se le llamó «nuevo ensayo» o «nuevo pensamiento», y hay que remontarse veinte años atrás para entenderlo con algún acierto. De pron- to, unos veinteañeros atacan con ferocidad a las líneas maestras de los funda- mentos cubanos y ponen sobre la mesa al posestructuralismo, la teoría crítica, el pensamiento débil, el neoconservadurismo, el neomarxismo (aunque este mérito no fue original: Jameson, por ejemplo, había sido muy bien introduci- do por Desiderio Navarro y Esther Pérez en Criteriosy en Casa), las nuevas aproximaciones a la identidad latinoamericana (Benítez Rojo, Bartra, Nelly Richard, Subercaseux, Lechner), o las tesis de apropiación cultural. En general, IVÁN DE LA NUEZEN PERSONA 30 encuentro31 todo lo que se movía alrededor del debate modernidad-posmodernidad. No se trataba, únicamente, de un asunto «extranjerizante». Al mismo tiempo, nos interesaban autores cubanos poco frecuentados u olvidados. Hasta el punto de que algunos de los viejos ensayistas nos denostaron como reencarnaciones de Mañach o Lamar Schweyer. Algunos de nosotros estábamos muy próximos al arte que se hacía en la Isla en ese momento y, si queríamos escribir o reflexionar sobre éste, era necesario manejar unos códigos teóricos afines a sus poéticas. Recuerdo con aprecio y agradecimiento a varios profesores de la Facultad de Historia, donde estudié, pero este movimiento no salió ni podía salir de la universidad, donde casi todos los temas que abordábamos, y el estilo en que lo hacíamos, eran tabúes. Tam- bién es de justicia reconocer a revistas no académicas que alojaron buena parte de lo que se hizo en este campo: La Gaceta de Cuba, Cine Cubano, o El Caimán Barbudo, donde recuerdo textos de Omar Pérez rompedores y polémicos. O la revista de corta vida Naranja Dulce, que iba por un camino interesante. Por otra parte, el nuestro fue un movimiento muy localizado, exclusivamente habanero y, todo hay que decirlo, apoyado, a veces, en algunos familiares que viajaban y nos actualizaban con lo que se publicaba en el mundo. Recuerdo la primera, y única, biblioteca independiente que conocí y data de esos años. La organizó y dirigió Ernesto Hernández Busto, en su propia casa, y casi todos aportamos pero, sobre todo, usufructuamos sus libros de filosofía. Fuimos precoces y voraces, seguramente, con más de una empanada mental, pero el hecho de que algunos se hayan hecho un hueco en el mundo editorial europeo, u obtenido premios, como el Anagrama de Rafael Rojas, confirma que tampoco íbamos tan desencaminados. ¿No terminó por frustarse la esperanza puesta por ti al coordinar ese volumen? Cuba y el días despuésintentó recuperar algo del espíritu del cual te hablo, aun- que no fue del todo posible porque habían pasado muchas cosas en esos quince años que van desde 1986a 2001. Da igual, la antología nos la debíamos como grupo y ahí está. Sólo por eso, tengo la impresión de que valió la pena. Mirada con distancia, tiene otras cosas resaltables, como la apuesta por un ensayo literario, el testimonio de una dispersión generacional, el énfasis de la voz en primera persona que ponen todos los participantes o el simple derecho de imaginar, o temer, el futuro sin otra agenda que la propia conciencia. Si a esto le añadimos que el libro generó otra antología de respuesta en Cuba, que reivindicaba a otros ensayistas, otra territorialidad y otra ideología, pues, resulta entonces que operó también como estímulo para la polémica, lo cual no está nada mal. A juicio tuyo, ¿qué razones han dificultado la aparición de ensayismo en la lite- ratura cubana de las últimas décadas? El ensayo ha estado muy desfavorecido en Cuba, por la sencilla razón de que es el territorio de la literatura que primero choca con la ideología y, en un modelo como el cubano, cualquier fisura con la ideología oficial, o con sus santos guar- dianes, o con el termómetro aplicado a ese fundamento por encima de toda ley que es «con la Revolución todo, contra la Revolución nada», puede colocarte sin IVÁN DE LA NUEZEN PERSONA encuentrocontemplaciones en el campo enemigo. Esto por no hablar de que la ideología que imperaba cuando nosotros estudiamos, y contra la que nos rebelamos como ensayistas, es, posiblemente, la más dogmática en la historia de la enseñanza cubana: aquella cosa soviética que ni siquiera enseñó marxismo. Existen otras razones para dificultar la aparición de ensayistas, y no todas son exclusivamente cubanas. El ensayo es una piedra en el zapato de un mundo edi- torial, hablo, al menos, de la lengua castellana, donde gobiernan cada vez más los comerciales y no los editores. Si a esto le sumas que los nuevos escritores de ensayo tienen que sobrepasar la frontera de lo que la industria editorial entiende como «cultura cubana», tropiezas con todo tipo de problemas. Desde los que sólo le ven posibilidades a quien habla exclusivamente de Cuba, hasta la propia naturaleza de esta zona de la literatura. Porque mientras el ensayo, casi por su esencia, tiende a desmantelar los estereotipos, la literatura cubana de las dos últimas décadas se ha sostenido sobre una exasperante abundancia de clisés y folclorismos, así que no es raro que los ensayistas parezcan marcianos. Tenemos, por otra parte, a la academia, especialmente la norteamericana, que aun con sus magníficas excepciones, ha enclaustrado al ensayo en la categoría de non-fiction. Allí, muchos ensayistas con talento literario pueden verse obli- gados a restringir su creatividad, debido a la rigidez en los esquemas que imperan sobre el texto, las citas, etc. Muchos de esos nuevos ensayistas corren el mismo riesgo del nadador que se pasa al waterpolo: está obligado a perder estilo para ganar en contundencia. Lo positivo es que estamos en un momento de incertidumbre total, de crisis de las ideas que sostenían a todos los espectros ideológicos, y no hay mejor momento para pensar de otra manera y ensayar el mundo. Ha surgido recientemente un espacio que bien podría propiciar el ensayismo: la blogosfera. Asistimos a la creación de blogsde escritores, pensadores o diletantes cubanos. Esos blogshan sido (o pretendido ser) fuentes noticiosas y de debates, aunque las discusiones provocadas dejan mucho que desear (y conste que tal vez no sea achacable esto último a los bloggers). ¿Qué te parece un panorama así? En el momento en que respondo este cuestionario, hay más de sesenta millo- nes de blogsen el mundo. Ahora mismo, por ejemplo, estoy barajando una exposición únicamente con artistas virtuales, o supuestamente virtuales, que operan en espacios como My Space. Los problemas que enfrento, además de encontrar el formato adecuado (que ya es problema), se deben a que las cate- gorías que solíamos usar —autoridad o currículum, profesionalismo o diletan- cia, ficción o realidad, privado o público, máscara o identidad— aluden a fronteras rebasadas casi por completo en este mundo. Los blogs, que son sólo una posibilidad dentro de ese mundo infinito de la Red, abren un campo democrático sin precedentes. Son la primera experiencia ciudadana extraterritorial, la primera que tiene todas las herramientas para romper las parcelas políticas que viven sociedades divididas, como la cubana y, probablemente, serán la primera fuente de antropología de la era virtual acerca de los usos y costumbres de estos humanos de hoy. Los blogsdecretan el fin de la impunidad de las políticas reconocidas, sean estatales, culturales o personales, y el comienzo de la impunidad de la gente IVÁN DE LA NUEZEN PERSONA 32 encuentro33 sin nombre. Hay algo plebeyo y libertario en todo eso. Y en toda esa gente que te puede decir horrores y que, desde ahora, no necesitan tener una «firma» acreditada para hacerlo. Sólo por eso, y por encima de las mediocri- dades y calumnias que puedan alojar, y que también existen en los medios convencionales, no lo olvidemos, me parecen una magnífica tribuna y una sutura a las carencias de una democracia que está bajo mínimos. Estos criterios valen también para afrontar el ámbito cubano y para pensar sus blogs, especialmente aquellos que se ocupan de la información, la opinión y las noticias. Ahora bien, estos blogscubanos —mejores o peores, más o menos disfrutables— tienen como punto de partida una anomalía. Mientras que la mayor parte de la oferta informativa, o de opinión, en Internet parte de una saturación de los medios convencionales —como los periódicos—, los blogs cubanos parten de una carencia casi absoluta en este sentido. Lo que en otros se ha dado a posteriori, en los cubanos ha sido un a priori. Esta singula- ridad puede entrañar alguna desventaja y, tal vez, explique parte de los pro- blemas que enfrentan los bloggers. Si repasas algunos bloggersque sirven de modelo a los cubanos, digamos Jean- François Fogel o Arcadi Espada, enseguida te das cuenta de que estos eran ya profesionales muy curtidos de la información, con un amplio conocimiento de las posibilidades e imposibilidades del periodismo convencional. Mientras, los cubanos parten de un periodismo que, por lo general, ha sido muy precario, y poco o nada democrático. Otra desventaja que tienen los blogscubanos reside en el protagonismo que tiene en ellos la política. Y la política es, entre todas las esferas de la vida cubana, la más primaria y la más ilegítima. ¿Por qué? Lo que llamamos política cubana resulta, en un 90por ciento, de una serie de prácticas que vienen del impacto de la Revolución y que están viviendo la caída final de esa inercia, la última curva de su parábola. Hablamos de unas políticas en las que resulta normal, por ejemplo, detentar el poder durante 50años. O no someterse seriamente a consulta. O pasar el mando político a los familiares como quien traspasa una ferretería a sus hijos. Lo jodido es que esto vale para todas nuestras orillas, incluidas las más anticastristas, donde hay políticos que llevan también su medio siglo de liderazgo, sin consulta entre la masa que dicen representar y abonados a políticas, más o menos, secretistas de lobbiesy otras intrigas. No veo por qué no pueden haber referendos o consultas entre los exi- liados para definir los liderazgos y las políticas que nos representan. Mi posición con la política cubana es, tal vez, algo brusca, pero la verdad es que respeto bastante poco lo que emana de ahí. Buena parte de los políticos cubanos se han dedicado a hacer mal su trabajo, pero al mismo tiempo no se han cortado un pelo a la hora de pedir cuentas y lealtades a otros ámbitos que, al menos, sí saben hacer el suyo: deportistas, artistas, músicos, médicos o intelectuales en general. Un mínimo gesto de dignidad, una pequeña dosis de amor propio, por parte de esas otras esferas, sería poner en su sitio a toda esta gente que no ha hecho más que sacar capital político y económico del conflic- to cubano y no ha tenido, o no ha querido tener, imaginación para salirse del esquema de la confrontación que tan bien le va. IVÁN DE LA NUEZEN PERSONA encuentroIVÁN DE LA NUEZEN PERSONA 34 encuentro Hablamos de un estilo político basado en la sobreactuación, los golpes de pecho, el patrioterismo, la adjetivación y la descalificación del contrario; que apenas se ha dedicado a abrir un campo de operaciones en positivo, con un discurso que no sea el negativo del otro. La balsa perpetua alterna capítulos de teoría con capítulos de narración. El mapa de salfue publicado dentro de una colección de narrativa. Y, aunque apare- ció en una colección dedicada a la ensayística, Fantasía rojase cierra con un curio- so ejercicio narrativo. ¿Cuáles son las razones que te han llevado a practicar esa intersección entre narración y ensayo? Me he inventado un eslogan que intento seguir a rajatablacada vez que me pro- pongo un nuevo proyecto: «ensayar es ensanchar». Me gusta entender el ensa- yo en su aserción teatral, como una aproximación previa e imperfecta a una realidad que no está constituida del todo y, por lo tanto, no es todavía la «función real». Entre las tareas de un ensayo, al menos de los míos, están aquellas que te permiten armar los planos de un escenario futuro, de una posi- bilidad por venir. Al principio, nunca fui demasiado consciente de la propor- ción de narrativa, fuentes visuales y aparato teórico que se mezclaban en mi trabajo. En cualquier caso, no tengo una fórmula fija ni siempre esas mezclas se dan de la misma manera, pues, desde el tema hasta el estado de ánimo influyen en una escritura no académica como la mía. EnLa balsa perpetua, un abordaje convive al lado del otro. En El mapa de sal, todo aparece mezclado, como un texto compacto. Otras veces, esa narrativa apa- rece de manera abrupta para chocar con la racionalidad de lo que se está argumentando, como en la narración final de Fantasía roja, que es casi una rebelión dentro del propio libro, una especie de venganza hacia algunos de los personajes que intervienen en los capítulos anteriores; un regalo que me hice para poder manipularlos tal y como ellos manipularon la realidad cubana con sus fantasías. Siempre me han interesado los ensayistas que te mueven el suelo y te sitúan en otra frontera, liberados de cualquier corsé. Aquellos que tienen la capacidad de trastornarte y reniegan del estudio acabado y bien cerradito que no duda en poseer la verdad, sólo la verdad y nada más que la verdad, con su drama griego de café con leche y su invariable fórmula de planteamiento-nudo-desenlace. Me fascina leer a Georges Bataille, que es capaz de escribir un libro como La oscuridad no mientey advertir desde el comienzo que éste «no se dirige a los hombres cuya vida no es interiormente violenta». O a Eliot Weinberger, en Rastros kármicos, capaz de fechar entre 1499y 1991un artículo de apenas cuatro páginas, a la vez que define a Islandia como «la sociedad más perfecta del mundo, de la cual ninguna otra tiene nada que aprender». O al primer Vázquez Montalbán, que en sus crónicas de los años 60bajo el seudónimo de Jack el Decorador, consigue renovar la crítica de diseño desde unos episodios que pueden ser considerados, al mismo tiempo, un libro de crítica, la antolo- gía de unos pequeños tratados de frivolidad, una novela negra y la parodia de todo eso. O al Roger Bartra de La jaula de la melancolía. O al Miguel Morey de Deseo de ser piel roja. O al Gustavo Pérez-Firmat de Life on the Hyphen... 35 Me gustan esos autores que te retan a leerlos sin brújula y que se resisten a ser sintetizados o escolarizados fácilmente. Y, tal como te dije antes, no tengo problemas para asumir como ensayos a formatos que están fuera de la litera- tura en su sentido más convencional. Tu libro más reciente concluye con la aparición de Paul Lafargue, autor de El derecho a la pereza. De la lectura de El mapa de salcreo haber sacado en con- clusión un conocimiento último, una oportunidad final para el hedonismo. ¿Sig- nifica el hedonismo un conocimiento último cuando tanto conocimiento sosteni- do se tambalea o se ha venido abajo? En la autobiografía de Paquito D’Rivera, Mi vida saxual, él cita una frase extraordinaria de ChocolateArmenteros: «yo no trabajo, yo toco trompeta». Siguiendo la lógica de ese maestro, puedo decirte que no entiendo el hedonis- mo como la experiencia gemela del ocio, ni mucho menos como la parte mal- dita o contraria al trabajo. Es algo más interesante e imaginativo. Algo así como la extensión del estilo creativo de los músicos, que siempre nos ha dado un poco de envidia a todos los demás. Intento darle una perspectiva gozosa o placentera a la creatividad, lo mismo si se trata de un libro o del proyecto colectivo de una exposición. En El mapa de sal , y en el último capítulo de Fantasía roja—«El hombre nuevo en Berlín»— el hedonismo apuntala una cierta fantasía anarquista. Es por eso que rastreo una pista que me lleva a Paul Lafargue (El derecho a la pereza), a Bertrand Russell (Elogio de la ociosidad) y a Slavoj ˇ Ziˇzek(Las metástasis del goce). Hay una especie de ética punk en todo eso; una ligera apología del presente como único futuro posible. Hoy se dan las condiciones tecnológicas y vitales para que noche y día, hogar y estudio, placer y trabajo dejen de estar dividi- dos por fronteras tan estrictas. Hay una expansión de lo que podríamos lla- mar un modo de vida artístico que viene acompañado por las nuevas tecnolo- gías, y en el que desde un músico de hip hophasta un editor puede armar su propuesta en unos pocos metros cuadrados, o en su propia casa. Mi hedonismo tiene que ver con todo esto, y también con una curiosidad por explorar mundos que, en principio, no son el mío. El hedonismo es, asimismo, un punto de fuga a esta vida de supervivientes que tenemos, a este sistema que funciona mezclando la moralina con el agobio económico, que es la manera más expedita de expandir el sentimiento de culpa por todas las esferas de la vida y así, como diría el lobo feroz, dominarnos mejor. IVÁN DE LA NUEZEN PERSONA encuentro1 —La política es el arte de lo posible. Así disparaba Bismarck a la línea de flotación de los maximalistas. Pero esa apuesta instrumental y maquiavélica llega algo gastada a nuestra época; de tan utilitaria, ha dilapidado su utilidad para estos días. Entre otras cosas, porque los ámbitos aludidos en ella —la política y el arte (no hablemos ya de lo posible)— han perdido capacidad para ofrecer alternativas a la incertidumbre en la que estamos atrapados. Política y arte —arte y política— parecen bailar, hipnotiza- dos, la coreografía de su enfrentamiento; el simulacro perfecto de sus mutuas gratificaciones. En los préstamos sucesivos entre estos mundos, la política parece estetizarse. —Se ha convertido en la esfera de los puros medios, de la gestualidad absolu- ta e integral de los hombres— sostiene Agamben. En sentido contrario, el arte se ocupa de establecer legitimidades políticas, superpoblado como está de discursos y programas dedicados a apuntalar asuntos tales como la reunificación de países divididos o el rostro amable de dictaduras diversas, nacionalismos o cosmopolitismos, transiciones a la democracia o estra- tegias turísticas. En este intercambio, a menudo los artistas se contagian con algunos virus de la política —retórica, demagogia, mesianismo—, que se añaden a aquellos que nos suenan como más propios del arte, especialmente, el de la representación. —Esa indignidad de hablar por otros— la definía angustiado Foucault. Como la política está cada vez más alejada de la vida, el más reciente arte político asume, entonces, el deber de acercarse a ella por cualquier camino. —El arte con la vida. Esta ecuación tiene sus décadas. Peter Burger trabajó arduamente en ella duran- te los años 70del siglo pasado, hasta concluir que el norte de la vanguardia artísti- ca no era otro que romper la frontera entre el arte y la vida, de manera que su fra- caso radicaba, consecuentemente, en no haber conseguido ese propósito. Pero, ¿de qué vida nos hablaban, y nos hablan aún, estas y otras teorías? Sin duda, no de la actual, sino de la vida de antes. Aquí y ahora, y a contracorriente de lo que propone el sueño de la vanguardia, lo que marca la experiencia del mundo no es la vida, sino la supervivencia, que es la continuación de la vida por otros medios (eso sí, más precarios). En las formas extremas de apoteosis global — tecnología o precariedad, desesperación o seguridad, turismo o éxodos forzados— 36 encuentro En paracaídas o con paraguas Arte, política y supervivencia IVÁN DE LA NUEZ37 el arte de sobrevivir sería, tal vez, el de una política de adaptación a esta situación en la que no se encuentran formatos institucionales que consigan alojar con solven- cia las nuevas variantes vitales. Por otra parte, si bien es cierto que Duchamp, Tzara o Beuys se habían lanzado con ardor a quebrar ese muro entre el arte y la vida, también es verdad que ésta no ha sido una batalla exclusiva de los vanguar- distas. Un decadente como Oscar Wilde avanzó lo suyo en amalgamar los dos mundos y pocos han pagado tan caro el experimento de esta fusión. No hable- mos ya de Gilbert K. Chesterton, quien consiguió —siempre mediado por su colosal ironía— una fábula sobre el arte como anarquía. Alguna novela de Ches- terton podría ser materia obligatoria de estudio por parte de las actuales agencias del arte político que crecen en Occidente. —Cambio tres Toni Negri por un solo Chesterton —digo yo—. Todos los Negri —remato— por El hombre que fue jueves. 2 La siguiente coincidencia no puede ser del todo casual. Una reafirmación tan enfática del arte político como fue la penúltima Dokumenta de Kassel, y un ata- que tan feroz a este tipo de arte, como el que suele esgrimir el novelista francés Michel Houellebecq, escogieron la misma figura para nombrar sus antitéticos alegatos: Plataforma. Esa similitud nominal entre una estética de izquierdas y una cínica de derechas nos induce a considerar las cosas de otra manera. Proba- blemente, las plataformas que más nos convengan no sean las que aluden a su aserción como programao estrategia, sino aquellas que aluden a su sentido físi- co. A esas balsas capaces de ofrecer parada y resuello a los supervivientes. Aque- llos que se han movido entre la diferenciación zoológica del multiculturalismo (cada bestia en su jaula) y la disolución absoluta del estándar global. O los que se han sacudido de encima el comunismo real y les ha venido encima el capitalis- mo real e intentan mantenerse a flote sin muchas alforjas: a veces, tan sólo con la imaginación que da la supervivencia. Desde ese panorama, tanto la política como el arte encuentran protección para sí mismos. Una cae lenta y cuidadosamente sobre el terreno, protegida de los impactos abruptos. El otro pone la revuelta sobre la mesa, pero a resguardo de cualquier consecuencia, con el paraguas a punto, mientras llueve sin contemplación para los otros. En lo que llamamos arte contemporáneo encontramos, desde su misma defi- nición, un leninismo inquietante y amnésico, que subestima las zonas más tene- brosas de esa tradición en la que se reconoce y de la que se nutre para su crítica del statu quodel capitalismo de hoy. Crítica imprescindible que, sin embargo, acostumbra a pasar por alto, como si se tratara de una nota al pie o un accidente menor, el hecho de que la relación entre la política y el arte ha estado arbitrada, desde la izquierda en el poder, por una censura estructural que engrana la lógica del funcionamiento de la cultura. No es creíble un arte político, ni una política artística, desde la izquierda, que no se desmarque de esa historia censora. Se lla- men Rusia, China o Cuba los países. O Gulag, Revolución Cultural o umap sus estructuras represivas. O Lenin, Mao o Fidel Castro sus artífices. Sólo entonces se podrá volver el rostro hacia las democracias occidentales, e hincarles el diente de la crítica a conciencia. IVÁN DE LA NUEZEN PERSONA encuentroNext >