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‘Análisis de la forma’, de Ana G. Ramos: una seductora sintomatología

Este cuaderno ensaya una poética del escamoteo, emparentada con el discurso publicitario, biónica, que articula así una idea de la hibridación del sujeto contemporáneo.

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Un título como Análisis de la forma (Ediciones La Luz, 2022), de Ana G. Ramos, no emboza en modo alguno su propósito inmersivo en la política de la composición que implementa o en la mecánica discursiva, además de formular una invitación a sopesar el troquelado de los atributos enunciativos, las atribuciones semánticas y de diseño.

Para el juego activar a Jo ─sin abrir nodos de destino (Reconstrucción de matrices progresivas, Placa madre…) en ventanas simultáneas─, a título de comodín metatextual, en una tentativa de captura de las claves de la ficción aquí orquestada.

Instrucciones susceptibles de cierta referencialidad, no mediante indicios vinculantes sino justamente por rehuir tales asideros, revelando tal vez un potencial para la subversión del sistema de valores de un determinado circuito poético. De cualquier manera, instrucciones a la medida de la As maquina.

La máquina, criatura pulsional, siempre gestiona alguna pugna. Se sigue que el lenguaje en modo poético es pugna. De tal pugna, tal forma.

Pensar la forma como lo que sobreviene a tal pendencia. Como una blanca tela de Rauschenberg.

La autora, que usufructúa un código, se instala en la cabina del referido artefacto y oficia el acarreo. Pero antes se ha pertrechado (la máquina) con aquellas instrucciones, mismas que portan los valores lingüísticos reputables de nutrir el logaritmo (para la consecución de determinadas prestaciones o pertinencias literarias, digamos). Redondeada la entrada por ordenanzas que apuntan a la plusvalía de un idiolecto, a una modulación individual.

Informado el entramado neuronal de un espacio inflacionario, compete al dato que anima la As Máquina desestimar (por defecto) cualquier afeite lírico, engarzar y educar sintácticamente frases que asientan un tono, que observen pulcritud y talante expresivo, con renovación de útiles lexicales y usanzas poéticamente suculentas (prosopopeya, elipsis, aliteración, p. ej.). Es así como la máquina tuitea sintagmas de este tenor:

Poder ambulatorio para venerar.[1]

Se procede atendiendo a criterios de eficiencia (dígase economía lingüística y justa exposición para la polinización del insecto-lector). La forma es también intervención más o menos fortuita de sentido en el proceso, orientado a estabilizar los parámetros de cierta morfología. La desestimación de florituras y accesorios inútiles desbroza el curso a la idea o concepto como soportes.

Los artefactos que moran en estas páginas están administrados por una lógica que genera sus propias crisis y soluciones merced a un instinto autoorganizativo de la ficción poética.

Chirimbolos, más que artefactos.

Imaginar (al incidirse en el área sensible del anclaje), que Jo salta de un nodo (o nicho) a otro reencarnando en zoófito. O en un cíborg. Oportuna la metáfora (del cíborg) para el caso de una poética (metafictiva) que discursa sobre su propia artificiosidad. En interés de lo conectivo, la esperpéntica concurrencia de dispares materias (biológicas-tecnológicas-vegetales…) y el pragmatismo para la optimización (actualización) de dispositivos que hacen del espacio un uso político.

Imaginar un hábitat concreto que queda simbólicamente replanteado en las conexiones que perpetra el homúnculo poético. Los títulos mismos, emancipados de nexos explícitos con la semántica que discurre por el cuerpo poemático, constituyen piezas neutras y flexibles, que refrendan interacciones fundadas en la complejidad.

Necesidad de adoptar registros de otro marbete. Normalizar la exogamia. Tal práctica delinea un sitio incómodo, el sitio de lo sintomático, de la bastardía que destila un sujeto incierto. Así, nos movemos entre fórmulas imperativas (prohibitivas) y exhortativas, si bien, tanto receptor como vehículo son apenas un pretexto para la presentación:

Para dudas o consultas escribir dentro del papel de
arroz y conectar. Pretender el arranque. No responder.[2]

[…]

Cuando lave la cota de maya, tender por debajo de los
brazos para evitar marcas y estiramientos.[3]

La forma como perversión del sentido, o el discurso de la disfuncionalidad.

Las instrucciones de uso, o los chirimbolos mismos, solapan las fallas (que cortocircuitan en el pensamiento, digamos) porque lo que venden en todo caso es la falla, porque la avería es lo que otorga aquí validez al constructo. Se trataría de ensayar roturas, pues.

El manual ha suplantado al implemento y no ahorra en pormenores relativos a instalación, técnicas de conexión a tierra, diseño, componentes, etc. Mimetiza capacidades operatorias de interactividad, participación, activación o desactivación:

Si la imagen se detiene y se cuadricula realice
búsqueda automática y descarte repeticiones. Para
guardar, presione “ok”.
[4]

Pero hablábamos de un código, de un usufructo. Entonces esto tendría que ser conectado con la adscripción de la autora a cierto proyecto de grupo: KTP-3. Importa aquí, de momento, ceñirse a una idea de reciclaje que alega más cierta apertura pragmática, cierta instrumentalización de los discursos artísticos y producciones simbólicas de los multimedios, que rutinas transtextuales sobrentendidas (asimilados bagajes de la praxis literaria contemporánea). Multimedialidad y transdiciplinariedad.

Una movida (acéfala) donde se despliegan distintas artimañas, niveles de apropiación, reescritura y colaboración (programas que actúan sobre otros programas, extendiéndose, perfeccionándose, etc.). En paráfrasis de unos versos de Charles Bernstein, no se trataría de un sistema operativo sino de un entorno operativo. En tal biosfera un código es susceptible de mutación…

Del empalme entre la As máquina y KTP-3 formas como estas. Ambas máquinas hablan (conceptualmente) alguna lengua franca, comparten (allende prompts estilísticos) logaritmo. Presumible que en fase de salida se obtengan útiles literarios, reivindicando para la ficción, todo lo semióticamente manipulable:

Pequeño trozo de papel de arroz
conserva valores predeterminados
del asunto, cualquier asunto, dicho
sea de paso.[5]

Un estado de cosas (indirectamente) esculpe también la topia, el lugar que se tantea o ensaya, un estado de cosas (tangible y) asimilable, de algún modo, a los dictámenes estabilizadores de la tradición. Un estado de cosas que tiene correlato al interior de generosa poesía (profesada hoy en Cuba).

Los momentos recursivos que mientan a la vanguardia son aquí menos una declaración de filias (subrayado que se antojaría gratuito) que la intuición que arrima estas configuraciones a un reducto autotélico, conforme se declina un gesto indicativo.

El expediente de la forma como el tráfico sutil o la tensión re-velada entre un inside/outside, complejizando desde lo autorreferencial una economía entre nociones no fatalmente excluyentes (ficción/realidad).

La forma del Análisis… respira un ethos ácrata, más que disruptivo, aunque también. Primicia de una poética del escamoteo, emparentada con el discurso publicitario, biónica, que articula así una idea de la hibridación del sujeto contemporáneo.

Obvio que, con la circulación de bienes como este, ni la provincia luce menos yerta ni el gulag de la Cultura merma un gramo de hegemonía, tan solo emerge un territorio simbólico potencialmente (al menos) capaz de organizar un desorden en el orbe normativo que rige una parte exigua de esa realidad (no por pedestre, menos pertinente). Un lugar, en consecuencia, donde dejan de imperar sus mezquinos imperativos.

Si Totalitarismo tiene emporio en Futuro (al tenor de cierta narrativa especulativa), madrugados vamos; si suyo es el oficio de anquilosar los rotores constitutivos del lenguaje, emascular sus potencias, o acaso necrosar el tejido de acepciones con pericia, una remoción como la antedicha comprende cruda maniobra de higiene. A paseo obsolescencia de usos (bisutería y rouge).

Imaginar a Job extrenando disfuncional taconeo poético/político. Probable que la IA, capaz de su textura, aborte una imagen desafecta a taxonomías.

¿Forma analiza a Análisis? ¿A Análisis Forma analiza?

Pensarla como síndrome abismado en cuerpo-corpus, un calambre que se apodera de la línea. O sea, modelada entre límites (propios o exógenos) y facultades (propias). Por lo demás, cero beligerancia, puro utilitarismo.

Se indexa así un desarreglo en la legalizada belleza (Sanguineti dixit) con esta investigación poética que arroja, quizás antes que todo, una seductora sintomatología.


Notas:

[1] Ana G. Ramos: Análisis de la forma, Ediciones La Luz, Holguín, 2022, p. 27

[2] Ibídem, p. 15.

[3] Ibídem, p. 36.

[4] Ibídem, p. 37.

[5] Ibídem, p. 7.

HUGO FABEL
HUGO FABEL
Hugo Fabel Zamora López (La Habana, 1983). Tiene publicados los libros La sopa y el cuchillo (Ediciones Bayamo, 2015), Lengua de cocodrilo (Ediciones Aldabón, 2016), El día de la marmota (Casa Vacía, 2019) y Matar al buda (Casa Vacía, 2023), todos de poesía. Textos suyos han sido incluidos en publicaciones dentro y fuera de la isla. Es miembro del proyecto KTP-3 de reciclaje multimedial. Fluctúa según los movimientos contractuales del sargazo. Vive en Bayamo, Cuba.

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Comentarios

1 comentario

  1. Roza y frisa la petulancia exegética como modo de enfatizar el distingo, la singularidad. Desafío admirable, como sobre todo logra Hugo Fabel en sus poemas.

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