Alex Loret de Mola, 1952-1994
Alex Loret de Mola, 1952-1994

1
Cuéntame algo. ¿Algo? Algo.
Háblame, Alex. Manifiéstate.
Tetas inflamadas de adolescentes
que ahora son viejas y cubiertas
con telas oscuras. Fila india
de imágenes que pasan, desde
el pezón al cielo, una tarde caliente y
sin camisa. Al momento del parto
los seres entran al mundo como
perros por su caza.

2
Había perdido todo sentido
del tiempo, del antes y el después, lo
que achacaba, por supuesto, al
efecto del baile. Había enfermado y
localizaba su enfermedad en un pie,
la punta del zapato por más señas, por
mucho que le explicaran que su mal
estaba en otra parte. Se creía cojo,
“un Byron”, un enfermo, “wie Beethoven”
(sic), y llegó a ser cojo y sordo
en respuesta sicosomática al
tropiezo. No era poeta y decía, creía,
ser actor. Estas son mis notas
sobre su caso, reordenadas cada vez
que me descuidaba o me alejaba
de mi escritorio. Debo advertir que
colocaba todo en cualquier orden,
ordenamiento chino, decía (no japonés,
detestaba lo japonés), ya que lo
cronológico siempre le resultó
extraño. Habló de xenocronías y de
cenas de cenizas, mezcló mis escenas
con diplomas y certificados, cartas,
postales y anotaciones instantáneas.

3
Que alguien sea crucificado entre dos
ladrones puede ser el producto de la
casualidad o la maldición. Pero que ese
alguien exclame: “¡En verdad os digo
que nos veremos hoy en el paraíso!”
solo puede ser la idea de un guionista.

4
El falicismo era una perversión,
como todos sabían. Debajo de las luces
de los reflectores bailaban, brillaban,
las llamas de fuego y azufre los
devoraban, y todos recibían castigo.
La discoteca era el infierno, le
decían Disco Inferno, el disco de
Lucifer. Ellos eran sus discóbolos.
Lo lanzaban lejos, el disco de oro
de alguna balada de vinilo,
mensaje social, oh aquellas
atrocidades de Disco-Tex and the
Sex-O-Lettes puertorriqueñas.

5
Cuando le hago el amor al Elegua
primordial llego al entendimiento
perfecto del dios negro. El dios se mete
y se me entrega, y echo a un lado los
pruritos: Jove es el cisne, el ratero
y el ratón, animal heráldico. Lo he
conocido, quiere decir que he
complacido a aquel que lo conoce
todo, el pasado y el presente, lo de
arriba como lo de abajo, el top es
bottom y el bottom es top, quarks
enredados, enlodados, hemos
entendido, hemos sentido, hemos
sabido, y las mujeres saltaron de
las costillas, fuera del fuego.

6
En el momento de deshacerse de todas
las banderas, lo que hizo la chusma fue
crear más banderas. Un exceso de trapos.
En el momento de destruir las consignas,
la chusma se regaló más y más consignas, se dio
más y más enseñas, se arrebató creando signos.

7
No hay Escocia ni hay nada
solo hay Dios, que es el nombre
de todas las cosas. No hay
Camagüey. No hay vírgenes
ni pietás, no me las traigas.
Llévatelas, no quiero verlas.
Llévate ese libro. Es duro ir
hacia Dios, es muy duro. Pero
eso es lo que he hecho, lo
que debo pagar. ¿Recuerdas
cuando decidimos retirarnos
a un monasterio budista, acabados
de salir de la Discoteca? El Hueco.
Ahora voy a otro hueco. Recorro
el camino de vuelta. Para lo que
me queda en el convento, bromeó.
Moriré antes que mi madre,
piénsalo.

8
Nunca las manos ocupadas.
La pinta de vino malo en la faja
o en el bolsillo trasero, lista
para empinártela. Discreción
lo primero, que nadie te vea.
Quítate del medio. No
interrumpas la vista de nadie.
Mira al suelo, podrías encontrar
algo. Todo cae al suelo.

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9
Le habían hecho un pequeño altar
de santo, una capilla de enfermo que daba
al patio interior y al jardín. Una celda
de monje para un joven magro y cerúleo,
icónico y lacónico, flanqueado por su
aristocrática madre y su padre exsenador
como una sagrada familia en exilio,
aparecida y desapercibida, venida a menos
en algún barrio de Miami South,
no lejos de The Falls, el mall y un
terreno For Sale cubierto de esparto
cortado como un Hockney (cuánto
hubiera dado él) casi todas las
cosas suceden sin que nadie las note,
las cosas sagradas, dijo, al menos.
Solo al describirlas cobran existencia,
musicalizadas o esculpidas. De otra
manera, mueren sin que nadie
las vea. Pero yo lo había visto a él,
le grité, entre lágrimas, y eso contaba.

Alex Loret de Mola, 1952-1994
Alex Loret de Mola, 1952-1994
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