Abel Lescay

En el claro de un bosque un sátiro danza, a la medianoche, alrededor de la hoguera. En sus labios tiene la flauta que le robó a Ian Anderson, icónico músico de Jethro Tull. La sopla y brinca en una sola pierna, con el cabello suelto, mientras un aquelarre de brujas, ninfas y seres del bosque le acompañan. En el centro del fuego el fauno mayor, Abel Lescay, se contonea con la percusión rítmica y sensual de la música urbana, mientras canta “Bailarini”.

Grillxs, el primer disco en solitario de Abel Lescay, es un álbum conceptual que narra su largo viaje de ida y vuelta hacia la noche y la iluminación del retorno. Se sustenta en la interrelación explicita entre los temas, que se apoyan en la cuidada producción musical de David D Omni, para establecer una claridad sonora que complementa la base lírica desde un nexo instrumental orgánico, capaz de trascender en una experiencia operística. El disco es un producto que se cierra sobre sí mismo y gravita en la flauta de Marlon Castro, quien conduce al oyente enternecido tras su estela, como un flautista de Hamelín, por esta orgía de sátiros y ninfas. La libertad de Lescay para desarrollar esta obra, financiada a través de una campaña de crowdfunding en la plataforma Verkami, le permite a su autor ejercer las funciones de productor, compositor e intérprete, y viajar con facilidad entre diferentes ritmos musicales (bossa-nova, punk, jazz, trap), a la par que nos lleva por sus inquietudes creativas, por su amplio universo sonoro. Comparte su mundo, adentrándonos en un terreno onírico donde las imágenes se entremezclan sin llegar a convertirse en pesadillas. Sueños lúdicos del transeúnte de la vida al que le bastan seis canciones para conformar un mundo. Un día corto, pero el tiempo vivido intensamente siempre da esa sensación.

El viaje comienza con “Anairó”. Es la llegada al sitio elegido después de un extenso viaje.

Un río al final de una larga carretera para despertar los sentidos entumecidos por el asfalto, el cansancio y el sol del mediodía. Justo como encontrar el amor. El piano violentado por la fuerza y la rapidez con que se presionan las teclas recuerda incesantemente al estilo de Charly García en temas como “No llores por mí, Argentina” y “Cerca de la revolución”. Tienen la cadencia de los pasos sobre el camino. Una marcha constante e ininterrumpida. Se mezcla el repiquetear de las teclas con la poesía lírica de Lescay. Es la cadencia de la respiración y la breve pausa antes de continuar el viaje. Una canción introductoria para adentrarse en la gran fiesta que se viene en el claro del bosque, donde solo el placer sobreviene y se exalta. La primera presentación de los sátiros, del que canta y de la flauta suave que aparece y que baila, para terminar a la vera del río, con el murmullo del agua que corre.

“Awa” aparece en tono de bossa-nova, suave y plácida. Con la llegada al espacio del recreo, el tranquilo éxtasis del amor, de aquello que solo se desea observar, disfrutar, sentir, sin dominación alguna. La calma del charco donde la corriente de agua se torna imperceptible. El espejo límpido que refleja el cielo en la tierra. “Awa” es un atardecer antecedido por la potente luminosidad del sol del mediodía que se siente en “Anairó”. Si la canción iniciática del disco es la entrada al monte, esta es la llegada al paraíso. La contemplación y el ensimismamiento del paisaje, las notas cálidas de la paz exterior. Una canción para meter los pies en la claridad del mundo. Mirar alrededor y contemplar el tono del bosque, los pájaros en las ramas, las lagartijas, las jutías. Reposo merecido para lo que se avecina.

Abel adora su Bejucal natal. Pueblo de casas bajas, con dos calles principales donde transita la vida, su parque frente a la iglesia y su museo municipal para exaltar la memoria de unos pocos acontecimientos históricos. El río que avanza a un par de kilómetros del centro del pueblo y su naturaleza circundante fascinan a Lescay y son su primordial inspiración. Hijo ilustre del barro y los mangales, de perseguir cocuyos en las noches del verano, no se deja seducir por las grandes urbes y siempre regresa a su barrio, a su casa, a su paz de monte.

Portada del disco ‘grllxs 2022 de Abel Lescay | Rialta
Portada del disco ‘grllxs’ (2022), de Abel Lescay

En “Grillos” caen las horas primeras de la noche. En la oscuridad, el bosque muestra todo su esplendor y las hogueras comienzan a encenderse. Los animales salen a recibir a los extraños, a recibirse en ellos. Ensordece y encanta la fragilidad del mundo, el descubrimiento de lo abisal. El agua comienza a correr, a desperezarse. Los insectos se traspapelan y su canto comienza a mezclarse con las pulsaciones de la sangre que corre por las venas. Aumenta la intensidad y el regocijo de quien se siente a gusto, de quien pasa de la contemplación a fundirse con el encanto del universo y lo siente suyo. La sensación ante lo sublime, ese quedarse detenido y extasiado a la vez, ante lo desencadenante. La profundidad del mismo sueño y de la propia vida onírica. “Grillos” te inmoviliza, te absorbe. El preciosismo de los arreglos musicales y la voz de Lescay que te susurra al oído, que te lleva con él a montar la canoa, a cruzar el Mississippi con Huck y Tom. Y al regreso, la gran fiesta de recibimiento de los iluminados.

- Anuncio -Maestría Anfibia

“Bailarini”, por su parte, supone la celebración de los sátiros y las ninfas. Bailan alrededor de una hoguera impertérrita. Lescay se divierte con el lenguaje inclusivo, mezclando géneros y vocablos en el éxtasis de su libertad creadora. Una canción seductora en la que nadie queda inmóvil. La extraordinaria fiesta de Dionisio a la medianoche, el hechizo de las brujas y de la voluptuosidad. “Bailarini” se apoya en la esencia del trap y rompe con cualquier estigma creativo. Polifacética y divertida, como su autor. Bailan los gogos andróginos sobre las ramas de los árboles, se pasan el taco de mano en mano, y se embeben con el humo mientras Abel entra y sale de la hoguera central. Brinca, canta, se enreda como un contorsionista. Los ojos en blanco y la carcajada en el rostro. Alumbrado por el vaivén del fuego. El cazo cargado del brebaje de las plantas levantado sobre su cabeza, vertiéndose para empapar el rostro. Bebiendo todos a la vez. Orgiástica festividad del aquí y el ahora, sin límites inscriptos por la moralidad.

Y después, todos dormidos. Abrazados.

“Autorretrato” es una canción resacada, de madrugada. Una confesión en tono de jazz que se hace a los amigos íntimos. Es el momento de estar acostados, dejándose llevar por los primeros pensamientos que vienen a la cabeza. Sin sobrepensar. El cuerpo amodorrado y la mente ágil, hilando el sinsentido que gana en coherencia a medida que se expresa. Un derroche de imágenes y notas que se sublevan, que ascienden como mismo asciende el día. “Autorretrato” es la canción de los insomnes, de aquellos que no se permiten dormir tras el arrebato. La magia de Abel está en ese constante cambio de registros musicales que se reciprocan en consecuentes estados de ánimo. Se transmuta en su propia creación, en el ejercicio despiadado de sinceridad creativa. Es una amalgama de historias y sensaciones, lluvia, espanto, rencor, dolor, agradecimiento, pálpito. Se funde, se evapora, “como la piedra enterrada en el fango”. Está, para aquellos que quieran buscarlo. Consciente de sí mismo.

La atmósfera sonora del disco está reforzada por la utilización de sonidos ambientes. El susurro del viento y el canto de las cigarras convidan a la inmersión total en el espacio frondoso. Un exquisito cuidado musical que dimensiona las sensaciones oníricas. Funciona como segunda voz, subterránea y potente. Cada elemento es utilizado con la exactitud de un instrumento musical, lutieres que transfiguran la naturaleza en un ejercicio de alquimistas. Refuerzan la línea melódica, habitando el mismo espacio bajo la confluencia de los astros. Domesticada la substancia hasta el punto de encerrar el río en un palo de agua artesanal creado por ellos mismos.

Con el sol naciente y elevado llega el momento de salir de vuelta al mundo. Después de la intensa noche de iluminación, llega el momento de llevar la palabra a los otros. “Libérense” es punk pornopararicardeado con un Ian Anderson encarnado en sátiro que guía a los participantes de la noche. Celebrar el sol naciente, la nueva era. Se avecina un nuevo día, una nueva realidad. Una nueva promesa. Exuda rabia y anarquía a partes iguales mientras. Mientras tanto, desandan los pasos que daban la mañana anterior. Regresan con el pecho descubierto, con los instrumentos musicales como únicas armas. Los rostros maquillados con el fango del río, pinturas de guerra tradicionales. Y el rencor diluyéndose en la felicidad y el arrebato de la multitud, en la euforia. De nuevo, Abel Lescay parte de su experiencia personal y no encuentra nada más sincero que declararse un enemigo del Estado. Lo es, se lo han dejado claro, pero no lo carga como un estigma o el crucifijo sobre la espalda. Lleva la marca de Caín con orgullo. Dispuesto a dar batalla por los nuevos tiempos. Levantado sobre el tumulto grita: Libertad.

Colabora con nuestro trabajo
Somos una asociación civil de carácter no lucrativo, que tiene por objeto principal la promoción y fomento educativo, cultural y artístico. En Rialta nos esforzamos por trabajar con el mayor rigor profesional en la gestión, procesamiento, edición y publicación de los contenidos y la información. Todos nuestros contenidos web son de acceso libre y gratuito. Cualquier contribución es muy valiosa para nuestro futuro.
¿Quieres (y puedes) apoyarnos? Da clic aquí.
¿Tienes otras ideas para ayudarnos? Escríbenos al correo [email protected].

Deja un comentario

Escriba su comentario...
Por favor, introduzca su nombre aquí