Else Lasker-Schüler: poemas

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Una antigua alfombra del Tíbet

Amantes, tu alma y mi alma
en un Tíbet de alfombra se entretejen.

Rayo en rayo, apasionados colores,
astros que por los cielos se enamoran.

Reposan nuestros pies en el precioso paño,
vastedad de mil puntos y mil más.

Dulce hijo de Lama en el trono de almizcle,
¿desde cuándo tu boca besa la mía,
y mejilla a mejilla, en irisada urdimbre de los tiempos?

Doctor Benn

Lloro
Mis sueños caen hacia el mundo.

En mi oscuridad
ningún pastor se aventura.

Mis ojos no muestran el camino
como los astros.

Siempre mendigo ante tu alma:
¿lo sabes?

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Si fuera ciega-
Pensaría que yazgo en tu cuerpo.

Todas las flores llevaría
a tu sangre.

Múltiple y rica soy,
nadie quien puede cosecharme.

O mis dones llevan
hogar.

Quiero enseñarme tiernamente a ti;
tú ya sabes nombrarme.

Mira mis colores,
negro y estrella.

Y no me gusta el frío día,
tiene un ojo de vidrio.

Todo está muerto,
sólo tú y yo no.

Despedida

Pero nunca viniste con la noche–
yo sentada en manto de estrellas.

…Si a mi puerta golpeaban,
era mi propio corazón.

Ahora de cada jamba pende,
también ante tu puerta;

rosa de fuego que se extingue entre becerros
en el marrón de la guirnalda.

El cielo te pinté de color zarzamora
con sangre de mi corazón.

Pero nunca viniste con la noche–
…yo de pie en zapatos dorados.

Mi pueblo

(A Paul, mi amado hijo)

Se carcome la roca
de donde broto
y mis canciones a Dios canto…
Súbitamente caigo del camino
y me deslizo toda en mí,
lejos y sola sobre muro de lamentos
hacia el mar.

Tanto me he desaguado
de mi sangre
y su crepitación de mosto.
Y siempre, siempre el eco
en mí,
si al este, pavoroso,
carcomido esqueleto de roca,
mi pueblo
clama a Dios.

Sulamita

¡Oh, de tu boca dulce yo aprendí
venturas en exceso!
Ahora siento los labios de Gabriel
quemar mi corazón…
Y la nube nocturna bebe
mi profundo sueño de cedros.
¡Oh, cómo clama a mí tu vida!
Y me consumo
en pesadumbre que florece
y en el vasto universo me disipo,
en el tiempo,
en la eternidad,
y se abrasa mi alma en los colores de la tarde
de Jerusalén.

Estigia

Oh, quisiera dormir sin desear…
Si de un caudal supiera, como mi vida hondo,
fluiría con sus aguas.

Sebaot

Oh Dios, te amo en tu manto de rosas,
cuando del jardín sales, Sebaot.
Tú, Dios adolescente,
Tú, poeta,
de tus aromas bebo solitaria.

Se alzó a ti el florecer primero de mi sangre,
ven pues,
Dios dulce,
Dios amigo de infancia:
el oro de tu puerta se funde ante mis ansias.

Caos

Los astros, pálidos de espanto, huyen
del cielo de mi soledad,
y el ojo negro de la medianoche
mira fijo, más y más cerca.

¡Ya no me puedo hallar
en este abandono de muerte!
Como si, a mundos de distancia de mí misma,
me viera envuelta en gris noche de miedo…

¡Quisiera que un dolor se desatara,
me derribara, cruel,
y hacia mí me atrajera bruscamente!
Y un ansia de creador
me volviera a mi tierra
bajo el seno materno.

Desolada mi tierra madre,
ya no florecen allí rosas
en el cálido aliento.
¡Ah, si tuviera a alguien muy amado,
para en su carne hundirme!

Fin del mundo

Hay en el mundo un llanto
como si Dios hubiera muerto,
y la sombra plomiza que desciende
pesa como una lápida.

Ven, cobijémonos más cerca…
Yace la vida en todo corazón
como en sarcófagos.

¡Oh, tú! Besémonos muy hondo…
A la puerta del mundo está llamando una nostalgia
de que tendremos que morir.


* Sobre la traducción: ver créditos.

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