‘Normalización’, de El Ciervo Encantado
‘Normalización’, de El Ciervo Encantado (FOTO Lázaro Saavedra)

Hay una frase que se repite en muchos filmes norteamericanos: Are you okay? Por lo general, se le pregunta al personaje al que acaban de dar una golpiza descomunal o ha tenido un accidente aparatoso, o lo ha perseguido un enorme dragón que le ha chamuscado la punta de los cabellos y la ropa.

Are you okay? Pregunta alguien que, evidentemente, no ha estado atendiendo; y lo peor es que la otra persona responde que sí, y que mejor se van.

‘Normalización’, de El Ciervo Encantado
‘Normalización’, de El Ciervo Encantado (FOTO Lázaro Saavedra)

En 1978 una FIFA todavía no tan corrupta como la actual inauguraba la Copa Mundial de Fútbol en la Argentina de Videla. A 500 metros del estadio donde se celebraba el evento estaba la cárcel por la cual pasaron cientos de personas, muchas de las cuales nunca más regresaron a sus casas. Se reafirmaba el sportwashing. Esa aberración comenzada en 1936, con la organización de los Juegos Olímpicos en la Alemania de Hitler, y permite a los gobiernos aparentar que nada sucede mientras detrás de los eventos deportivos corre la sangre. Si hasta el momento el deporte era sinónimo de vida, a partir de entonces serviría también como pantalla para alejar la atención de lo verdaderamente importante: el horror y la falta de libertad.

‘Normalización’, de El Ciervo Encantado
‘Normalización’, de El Ciervo Encantado (FOTO Lázaro Saavedra)

En su libro Everything Was For Ever, Untilit Was No More, el autor ruso Alexei Yurchak nos presenta el testimonio de Ianna, una mujer que identificó las primeras luces de la Perestroika en la publicación, por parte de una revista literaria del Estado soviético, de poemas de Nikolái Gumiliov, que hasta esa fecha había estado prohibido; sus textos solo podían leerse en arrugadas páginas clandestinas.

El poeta había sido asesinado en 1921 por la Checa, policía secreta bolchevique, por ser una de las principales figuras de la poesía acmeísta, al igual que su pareja, la Ajmátova. Se dice que Máximo Gorki acudió a Lenin para salvar la vida del escritor cuando este fue arrestado, pero que no pudo llegar a tiempo con el perdón del gobernante; ya los asesinos habían cumplido su sentencia.

‘Normalización’, de El Ciervo Encantado
‘Normalización’, de El Ciervo Encantado (FOTO Lázaro Saavedra)

En Cuba, la vida parece transcurrir en la más completa normalidad. Las personas continúan trabajando en lugares donde les pagan salarios que apenas alcanzan para malvivir. Cada día los precios de todo aumentan en una inflación nunca experimentada, destapada luego de la maravillosa Tarea Ordenamiento, que el gobierno implementó a finales de 2020, en medio de una pandemia que sacudía la economía mundial y, aún más, la de un archipiélago que desde hace décadas sobrevive mayormente de las remesas que envían los exiliados, pues no existe algo así como una producción nacional.

A la etiqueta #SOSCuba, propuesta supuestamente por la disidencia, se le opone la campaña del gobierno Cuba Vive. Así se encuentra uno con esas consignas: Cuba Vive y trabaja, Cuba Vive y respira, Cuba Vive y abraza, Cuba Vive y renace…

‘Normalización’, de El Ciervo Encantado
‘Normalización’, de El Ciervo Encantado (FOTO Lázaro Saavedra)

Venceréis, pero no convenceréis, decía Miguel de Unamuno a los militares bajo el mando de Franco, representado por el general Millán-Astray en el acto por Día de la Raza, el 12 de octubre de 1936 en la Universidad de Salamanca. Hasta ese día el escritor no se había opuesto públicamente a las fuerzas que habían tomado por la fuerza el gobierno español.

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En esa ocasión rompió su silencio para echarles en cara: “Venceréis, porque tenéis sobrada fuerza bruta; pero no convenceréis, porque convencer significa persuadir. Y para persuadir necesitáis algo que os falta en esta lucha, razón y derecho. Me parece inútil pediros que penséis en España”

Por su parte, el mutilado Millán-Astray, enfebrecido, le contestaba: ¡Viva la muerte! ¡Muerte a la inteligencia!

‘Normalización’, de El Ciervo Encantado
‘Normalización’, de El Ciervo Encantado (FOTO Lázaro Saavedra)

Según el Centro para la Democracia en las Américas, solo en 2022 han llegado a Estados Unidos casi 178 000 cubanos, lo cual sobrepasa con creces los éxodos del Mariel de 1980 y de los balseros de 1994.

Esas son los dígitos de los que llegan. Hay cifras que nunca sabremos exactamente: los muertos en el mar que separa nuestras costas de las de la Florida, los que quedaron en el camino en la selva de El Darién o en el Río Bravo, los que andan desperdigados por el mundo, intentando conseguir una vida mejor. Sin papeles, sin techo, sin abrigo, sin tierra, sin comida, sin nada. Sin patria, pero con esperanzas.

‘Normalización’, de El Ciervo Encantado
‘Normalización’, de El Ciervo Encantado (FOTO Lázaro Saavedra)

Hypernormalisation nombra Yurchak a ese estado de aparentar y sobrevivir. Un equilibrio conseguido cuando los habitantes de un país intentan mantener el statu quo por desconocer lo que acontecerá después del esperado cambio. ¿Habrá un cambio en realidad? ¿Se caerá el gobierno? Y si así fuera, ¿hacia dónde caerá? ¿Todo tiempo futuro será mejor?

‘Normalización’, de El Ciervo Encantado
‘Normalización’, de El Ciervo Encantado (FOTO Lázaro Saavedra)

No recuerdo exactamente qué cadena de acontecimientos hizo posible que yo llegara una noche cualquiera a Las Carolinas a ver Visiones de la Cubanosofía, de El Ciervo Encantado. Lo que sentí allí fue como ese primer vuelo de un adicto a la heroína, ese que dicen que se persigue luego, aumentando las dosis de consumo sin conseguir nunca más aquella primera sensación. No es así en mi caso, digamos que es un estado mental que solo alcanzo con nuevas dosis de El Ciervo Encantado en mis venas, con ese apabullamiento de visualidad, música, desempeño actoral, textos y subtextos que encuentro en cada obra de este grupo teatral del que me considero adoradora.

Desde entonces hasta hoy, ha llovido un poco. El Ciervo Encantado estuvo, primero, dando funciones en la casa de El Vedado donde falleció Máximo Gómez, y luego llegaron al lugar que ocupan desde hace unos años, en 18 entre Línea y 11, en el mismo barrio habanero. Hasta allí llegué este viernes para disfrutar de Normalización, performance en escena de Lázaro y César Saavedra Nande bajo la dirección de Nelda Castillo. La puesta podrá verse viernes, sábados y domingos hasta el 18 de diciembre.

Vaya usted preparado para dejarse seducir por un bombardeo de adrenalina que complementa la música de Rammstein, Nino Bravo y Bad Bunny. Acuda dispuesto a disfrutar del maravilloso desempeño escénico de estos dos jóvenes. Aguante sus lágrimas antes las imágenes dolorosas de los cubanos vagando por el mundo, de la voz desagarrada de Celia Cruz mientras relata que no pudo ver a su madre antes de morir porque se lo impidió el gobierno cubano.

Coja su tiza y escriba en las paredes del Ciervo el nombre de sus hermanos, de sus amigos, de sus hijos, de sus vecinos que ya no están en esta tierra, que emigraron a cualquier parte del mundo. Desde Groenlandia hasta Australia siempre habrá un cubano que apechuga y trabaja, que manda su poco dinero para alimentar a su familia mientras el gobierno presume de salud y educación gratuitas en un país donde escasean medicamentos y cuadernos escolares tanto como médicos y maestros.

Tengo un amigo ruso que dice que en su país es frecuente escuchar este adagio: “¿Estás bien? No te acostumbres”. En Cuba habría que modificarlo levemente, entonces: “¿Estás bien? No te lo creas.”

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ADRIANA NORMAND
Adriana Normand (Berlín, 1976). Se graduó del primer curso del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso. Ha participado en antologías como El Ojo de la Noche: nuevas cuentistas cubanas (Letras Cubanas, La Habana, 1999); El hombre extraño y otros minicuentos (Luminaria, Sancti Spiritus, 2003) y El retrato ovalado (Unión, La Habana, 2015). Su libro Photomatum mereció el Premio Dador del Instituto Cubano del Libro en 2003 y fue publicado en 2007 por la Editorial Extramuros. Textos suyos han aparecido en Hypermedia Magazine.

3 comentarios

  1. Excelente. Nada que me asombre tampoco: ya me tienes acostumbrada.
    Envidia sí que siento, eso sí. Por mis muchos años y por unos pies que se resisten a dar unos pocos pasos.
    No me quejo: si sembré en ti la semilla de la continuidad, estoy feliz.
    Gracias, Adriana.

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