Francis Bacon, Painting (detalle), 1946. The Museum of Modern Art
Francis Bacon, Painting (detalle), 1946. The Museum of Modern Art

sí, ja, yo mismo,
sentado en el fondo excremental, parado, arriba, abajo, dormido,
torcido, retorcido, oyendo
sin oír el diálogo inconcluso del miedo, la flor del pánico,
pero todo el que se dedica a algo así se convierte en un torniquete paranoico,
sí, ja, por qué no,
algo así como un bucentauro, algo así como un hipocentauro, un algo-allí
hegelianescamente trastocado, porque sin duda es natural, simiescamente natural, él no está loco, él no está loco, él no está loco,
bueno, no tendrían que pensar así pero ésa es su naturaleza,
tra lá lá, la naturaleza, natura naturans, lucrecio-helvecio,
se comportan como animales, es un hecho,
sospechan de todo de todo sospechan, es un hecho,
en primer lugar de sí mismos pero como todo esto es insoportable (¿quién dijo
que la libertad existe?) el pánico
los impulsa unos contra otros y los detiene unos frente a otros
como el loco en el teléfono no nunca he tenido nada que ver con eso
(entre las paredes celulares del teléfono, los pequeños ladrillos sesquisexagimales),
quiero decir: con el negocio de denunciar gente y cobrar por ello,
explotador de mujeres, sí, rufián itinerante, sodomizador de adolescentes,
brujo sin sonrisa (y proxeneta con sonrisa), extorsionador de amigos (torsión
y distorsión, tensión y distensión, como la música),
en fin, en fin: todo sin pies ni cabeza, eso sí,
no hay nada más esperanzador que escribir,
escribir, escribir, escribir, escribir,
caída libre

ahora? tú me conoces ahora?
en el quirinal, por así decirlo, nombre en sí mismo loco,
de modo que la locura es la más alta comedia,
en efecto: la commedia dell’arte, histrión-colodión, vibrión colérico
(cualquiera hubiera podido ver
que el asunto se estaba volviendo realmente peligroso: about the crack, about
the kraken),
acusar el impacto, a lo largo de un eje,
e-je, e-je, de un horizonte, la resonancia primero,
después el impulso, la pulsión, el acto
(el arte-facto) del tragar, factor de clavicémbalos,
mientras se hace otra cosa, lo más importante
como lo más secundario, adiós, eliott, adiós, pound,
adiós, mallarmé, blanchott, dante, lezama,
adiós, mocsart, mocsart, mocsart, adiós, director de orquesta del rey (¿rey
él mismo?), adiós,
adiós, dios, adiós, artificio, adiós, adiós, adiós,
no importa qué, no importa cómo, no importa cuándo,
yo mismo soy esa estupidez y estoy metido en esa estupidez,
en ese fascismo, esa nariz obstruida por un catarro perpetuo,
esa necedad, esa necesidad de la necedad, esa necedad de la necesidad,
esa dureza, esa cerrazón, esa crueldad, ese no hacer nada,
porque si bien no hay nada peor que alguien que no hace nada,
es decir: que hace la nada, porque no se ve lo que hago,
perceptio in-perceptible, mientras aquello se ve y no se realiza,
pero el tiempo de la confusión es esa misma concomitancia,
maleza, maleza, maleza, maleza, claro del bosque,
y selva selva selva selva selva,
esa igualación absurda, ese plano único,
ese único plano vertical sin una sola hendidura (el diente duro, fósil, el silicato
de musil)
de madres homosexuales con hijos homosexuales con padres homosexuales
con nietos homosexuales: una sola familia,
el plano de las moscas posadas en la espalda,
donde lo que se ve y no se realiza
es igual que lo que no se ve y se realiza,
cómo podría ser de otra forma si hasta el mismo lenguaje nos traiciona,
nos vende, sin reclamo, dicho sea de un modo patético (dictum occidentalis),
que castiga ya con su látigo el ojo apotropaico (percipit et percipere),
sí, ja, yo mismo,
por donde se ve que un tono es más que suficiente,
un tono es un plano, una pendiente o declive,
una pista para deslizarse, un brasero para extinguirse,
esa forma de durar que es el extinguirse

cobarde, sin duda, cobarde hasta la náusea,
necio, egoísta, vil, envidioso,
resentido (y estúpido), oportunista (y estúpido),
astuto, astuto, más astuto que el más astuto
de los campesinos astutos, un campesino avergonzado, desvergonzado, vergonzante,
un desfachatado gandul de campo con su casaca impecable de ciudadano endeble,
rata de alquería, tísico contra-hecho, paralítico lleno de odio,
enfermo de mil enfermedades y de ninguna, inmortal como cualquiera
de esos moribundos
que agotan la paciencia de un buda con sus quejas
absurdas, premeditadas, letales de toda letalidad,
esa carne débil que gime y asesina: en una palabra: el común de los mortales: tú
mismo,
el campo (el agro) como estigma, el campo
como el campo-santo, la santurronería más abominable,
la máxima mediocridad, algo que co-linda con el genio,
pero que no es el genio, sino el retintín pentáclito de la cabeza vacía,
y lo peor de todo: aburrido,
dios mío, aburrido, el colmo del aburrimiento (le vrai point de l’ennui),
aburrido hasta la enfermedad, enfermo hasta el aburrimiento,
la destrucción (la desesperación) como un mecanismo automático,
el pensamiento como el mero rechinar sin fin del eslabón gastado y desnudo,
obsceno, verdaderamente obsceno, un exhibicionismo sin atenuantes,
esfínteres incontrolados, el no va más de la muerte,
la desvergüenza del viejo, no la meditación, la meditación como lo excluido,
el pensar como lo ignorado, la frente feliz de lo absolutamente maligno,
obsceno, sin duda, humano, demasiado humano, sí, ja, yo mismo,
la monomanía crítica del mantenido,
la perfidia invencible del moribundo,
el latiguillo demoledor de la decadencia,
sin tiempo, la bestia de los tiempos, el traste que pendulea,
también, todo es verdad, yo mismo, es cierto, yo mismo,
el rayar de la lata sobre el piso, zinc sobre la losa, losa sobre el zinc,
el grito sinusoidal del maniático asesino, portador del hacha, de la pluma y del
corta-plumas, el grito,
el alucinante martilleo verbal del que tropieza
y se queda extasiado en una sentencia (en su propia sentencia),
repitiendo lo mismo lo mismo lo mismo lo mismo,
sin compasión, ya verán, voy a empuñar un látigo,
libros enteros de ese yo monstruosamente hinchado, transportado
hacia cimas de falsedad nunca antes vistas (el Hipertego),
esa pequeña alimaña engendrada por el coágulo amarillo de la estupidez,
el corazón maligno de la provincia, la chata conciencia en la pulgada cuadrada
de los ojos
sí, ja, yo mismo, la provincia,
sin jueves, sin nieve, el odio más devastador porque sí, porque sí,
la retórica más absurda, el fango, san regodeo,
nadie me conoce, nadie sabe quién soy, paf, paf, yo mismo,
el mal porque sí, el mal de la siesta,
del oso del perro del triángulo en el rectángulo,
el mar de fondo, como una tela, los asesinos comiendo,
una dilatación del diafragma: eso es todo,
como la música, si sale bien, pero eso no es una idea,
eso es nietzsche, eso es otra vez nietzsche, la rabia de occidente,
perro rabioso-gracioso de occidente, de occidente gracioso-rabioso, el rabi-
horcado,
el gigante putrefacto y su apéndice ranúnculo,
no es que haya que estar por encima de todo eso: ninguna aclaratoria,
sin embargo quizá sí una especie de bio-grafía?,
inclinado sobre la página con los ojos brillantes,
sí, ja, yo mismo,
no hay tiempo para eso: no hay tiempo para nada

la desproporción que hay entre este yo y todo lo que está allá afuera,
porque la semejanza es siempre menos perfecta que la diferencia,
pero esta diferencia-asimetría habla de dos des-iguales como de dos des-conocidos (yo mismo: el uni-verso),
ninguna idea, ninguna alguna, ningún ninguno,
violador de cadáveres, charlatán desvergonzado,
enfermo, enfermo, enfermo, enfermo,
nulidad de café, mascota de prostíbulo, jovencito senil,
cobarde a toda hora, sí, ja, yo mismo,
manoteador en un hueco de escalera, animal sin naturaleza, hijo sin madre,
ya verán, ya verán,
vertical-hiper lógico-geométrico/matemático, cerebro frío, mente fría,
escalofriantemente fría, perfección del desecho, belleza del cataclismo,
ya verán, infelices, ya verán, voy a empuñar un látigo,
si: ciego en su sillón, oscuro en su frente, intelecto medio,
corazón mediado, mitad humano, mitad desconocido,
extirpado del alma, carne de muerte lista para el holocausto,
sí, ja, yo mismo,
las razas impuras, de tanto mezclarse entre sí, producen naturalezas fuertes,
en las que los humores han sustituido al pensamiento,
las razas puras, de tanto no mezclarse entre sí, producen naturalezas enfermas,
en las que los humores han invadido el pensamiento,
en el primer caso: más que un animal y menos que un hombre,
en el segundo caso: algo ya-no-humano,
en ambos casos: la histeria en lugar del pensamiento,
llamo “raza” al work in progress que es la política y la economía de una cultura,
llamo “naturaleza” al estado medio o co-eficiente de esa economía,
cómo decirlo, cómo decirlo, cómo no decirlo,
el corazón es la inteligencia, este equi-librio, este wishful thinking,
el co-razón desbocado para no pensar en lo otro,
lo que sustituye al pensar: el bailoteo del estómago,
algo que fue pensar y que ahora es centelleo,
sí, ja, yo mismo, esfuerzo inútil,
impulso, intención-tensión de recordar algo,
algo, algo, qué, qué cosa,
algo que debió ser dicho, algo que debió ser hecho,
eso es lo que me mantiene despierto,
eso es lo que me entumece el brazo,
rígido como un phalus, rigor vitalis post mortem,
qué era, qué era, cómo era,
con eso ya no habría amenaza,
murmullo, cerco, deshierarquización, ocaso,
pero lo olvidé: ¿cómo pude olvidarlo?,
ay dios mío, defecarse sobre uno a falta de mejor cosa,
viajar de un lado para otro, el sueño imposible
de la nieve, lo imposiblemente blanco,
así, pues, adiós a la idea,
adiós, adiós, adiós, adiós a todo eso,
qué fue lo que olvidé, a lo mejor no olvidé nada,
entonces, ¿de dónde este centelleo?,
algo sucedió ¿qué? antes del nacimiento,
¿antes del nacimiento? ¿después del nacimiento?,
la historia partida en dos, el hombre partido en dos,
la congelación perpetua,
la pululación perpetua de los ojos, el exilio de los ojos, la migración
de los ojos,
el cuchicheo que no cesa, el dolor como lo secundario,
pero el dolor es primero, primero, primero,
¿dónde está lo primero?
he aquí la mano, he aquí la mano, he aquí la mano que busca,
he aquí el aquí, el astillado,
la garra que raya con la uña, trazando la trayectoria del olvido,
a quienes no puedes hablar porque sería monstruoso y abyecto,
a quienes no puedes comprar porque sería todavía más monstruoso
y abyecto,
seres perdidos, nada vale la pena,
todo vale un segundo: lo que dura una tontería,
una frase, un milagro: infinitesimalmente nada,
todavía se sonríe: invocación de una sonrisa
que se congela en el acto: adiós, adiós al corazón y a la inteligencia,
sintiendo crecer su pelo en el cilindro tapiado,
animal desconocido gritando, asesinando, engañando, simulando-pensando
el artificio de la eternidad en el continuo calcáreo sin extensión y sin tiempo
que hace las veces de cabeza del fracasado factor de clavicémbalos,
gilles de rais literario, padre de toda perceptio, corrector-corruptor al abrigo
humectante de la lógica,
sí, ja, por qué no, yo mismo, thomas bernhard

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