Existe, en la poesía escrita en lengua inglesa, una larga y curiosa tradición de textos sobre animales: de Tennyson a Ted Hughes, estas criaturas han ejercido una poderosa e inexplicable atracción sobre muchos poetas de primer orden. O quizás no tan inexplicable, después de todo: es evidente que en la mayoría de los casos no se trata de que los escritores hayan desarrollado un súbito interés por la etología, sino de aprovechar el potencial alegórico de los diferentes animales.

Así, para Wallace Stevens, los pavos reales que aparecen en algunos de sus poemas son probablemente símbolos de la inescrutabilidad del Universo; Robinson Jeffers y Ted Hughes escriben sobre águilas y cuervos para articular un poderoso “correlato objetivo” de su nihilismo… los ejemplos podrían continuar.

En el caso de Robert Penn Warren, obsesionado –según su amigo Harold Bloom– con las más abstrusas especulaciones metafísicas sobre el conocimiento, el tiempo y la historia, el halcón se convierte en el portador de una sabiduría inalcanzable para los hombres, un conocimiento esotérico tan inaccesible como la perfección de los arquetipos platónicos.

Halcón nocturno

De un plano de luz a otro, con alas que atraviesan
la geometría y las orquídeas que erige el crepúsculo,
desde la oscura cumbre, a horcajadas de la última
estruendosa avalancha de luz sobre los pinos,
el halcón desciende.
Sus alas siegan otro día, su movimiento
Es como el de una afilada cuchilla de acero,
escuchamos la caída silenciosa de los árboles del Tiempo.
La copa de cada árbol soporta el peso en oro de nuestros errores.
¡Mira! ¡Mira!, ahora asciende hacia la última luz
aquel que no conoce el Tiempo ni el error
Y bajo cuyo ojo, implacable, el mundo irredento se inclina hacia las sombras.
Hace ya mucho que el último zorzal ha callado, el último murciélago
Vuela ahora trazando un agudo jeroglífico. Su sabiduría
también es ancestral e inmensa. La estrella está inmóvil, como
los arquetipos platónicos, sobre la montaña.
Si no hubiera viento podríamos, creo, escuchar
cómo la Tierra gira sobre su eje, o cómo la Historia gotea en la oscuridad,
como una tubería herrumbrosa en el fondo del sótano.

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