'Amigas', Fidelio Ponce, 1937 (FOTO Art Museum of the Americas)
'Amigas', Fidelio Ponce, 1937 (FOTO Art Museum of the Americas)

Siempre que el rito gris

Cuando con lauros encumbren al rastrero;
cuando en concilio secreto se decidan
la salida del sol, el color de la tarde,
la duración precisa del instante
en que es posible llorar a los fantasmas;
cuando los timoratos hagan sonar los címbalos
y a coro la febril jauría ruja
en el umbroso zaguán del ermitaño;
deja el pan a medio hornear y haz tus maletas.
Siempre que el rito gris de los epígonos
se hace caudal impúdico y asciende,
mueren en lento eclipse las opciones.

Vacío

No sé qué rara sensación queda en los parques,
qué eco de inaudibles risas rebotando en las tapias,
qué memoria desgranada por el viento y la lluvia,
como un otoño, una derrota;
no sé qué luz se acumula en los ojos sin brotar,
qué amarga pesadez en las vértebras
del anciano que despierta a su costumbre de pueblo,
qué inercia mortecina lo empuja a vestirse,
a recorrer su ruta entre portales cerrados,
qué languidez en el regreso
a su habitual soledad de mesa y cama;
no sé qué frío,
qué eternidad de remordimientos indecibles,
qué turbia resignación en la mirada se empoza y cruje,
qué mudez barre las plazas
bajo el arco distante de la luna;
no sé qué aliento subsiste en la garganta
para llenar la música,
ni de qué sirven los templos, los jardines,
la soberbia experiencia de las normas;
no sé qué queda, qué resiste,
qué sobrevive a la desolación,
cuando se van los jóvenes.

Imago Mundi

Mira el mundo.
Mira las olas retornar sobre la roca afilada
en incansable intento de vencer sus márgenes.
Mira la roca hacerse arena y sedimento para nuevas rocas,
para nuevos mares insaciables.
Mira los templos abatidos y las esfinges sin rostro
desafiando los milenios vanamente
bajo las nubes ajenas,
bajo los astros de supuesta eternidad.
Mira el instante en que transcurre el tiempo.
Mira el tiempo y la existencia atados
en el breve chispazo del rocío,
y en el lento suplicio de la historia,
y en el insondable pozo de nuestra incomprensión.
Mira la lluvia anegar los valles
y los témpanos flotar a la deriva, disolviéndose, evaporándose,
dejando en el agua su rastro de agua antigua y libre.
Mírate flotar a la deriva.
Mira tu rastro, tu libertad, tu disolución entre otros rastros
como estelas que se borran,
como guerras que se olvidan
con sus causas y sus víctimas y su heroísmo de agua.
Mira Ur en ruinas, Numancia en ruinas, La Habana en ruinas,
tu propio cuerpo en ruinas frente al imposible anhelo
de continuar, de mantener, de persistir:
témpanos disolviéndose, islas que se hunden,
reinos breves e insaciables desafiando vanamente su final.
Mira los reyes caer decapitados
y los estandartes ondear entre trompetas
mientras los ejércitos marchan con euforia de niños
contra el ejército inclemente del futuro.
Mira el futuro.
Mira las selvas arder,
las turbulencias del fuego crepitar y erguirse
dejando su resplandor de oro en el azul
para ser blanco de nube, y luego barro, luego polvo y raíz
para otras selvas, otros fuegos, otro barro idéntico e inerte.
Mira el barro cobrar vida, aspiración de abstractas lejanías,
orgullo de existir allá en la cumbre, en Ur,
en los versos de Enheduanna o Shakespeare,
y en la memoria de tus hijos, indeleble.
Mira el barro en su porfía con la muerte,
venciendo sin vencer, día tras día:
extinciones, nacimientos, supernovas en la noche húmeda
de sexo y tempestad, de sangre y semen.
Mira la noche, la oquedad del cielo sobre tu cabeza,
la oquedad de tu cabeza construyendo templos bajo el cielo,
esfinges ya sin rostro, ya abatidas antes de su creación,
ejércitos flotando a la deriva, estandartes disolviéndose,
trompetas, reinos, rastros leves, pugilato de agua antigua y libre
contra la roca afilada,
contra el lento suplicio de las causas.
Mira las causas y sus víctimas.
Mira la guerra de los muertos eufóricos
crepitar y expandirse bajo las nubes ajenas,
bajo el peso de su propio anhelo,
máscaras para llenar de supuesta eternidad
la historia de un instante, el mundo en una chispa
de rocío.
Mira el rocío evaporarse.
Mira el futuro, mira el mundo.

Clasificados

Vendo
pequeños dispositivos textuales
capaces de estallar en la mente del lector,
bombas semánticas, textos de artificio
que se alojan con premeditación
en los recodos críticos del mundo:
en libros, en paredes,
en la piel tatuada de las liebres,
y en las constelaciones digitales del absurdo.
Vendo pequeños estallidos mentales,
pequeños actos de insubordinación,
puertas paradójicas
en el laberinto ubicuo y sin salidas.
Si no los compras no importa:
más que el dinero
me interesa el resplandor de la conciencia,
el chispazo siempre inoportuno
de la libertad.

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DANIEL DÍAZ MANTILLA
Daniel Díaz Mantilla (La Habana, 1970). Licenciado en Lengua Inglesa, narrador, poeta, ensayista y editor. Ha publicado las colecciones de relatos Las palmeras domésticas (Premio Calendario 1996), en·trance (Premio Abril 1997), El salvaje placer de explorar (Premio Alejo Carpentier 2013, Premio Anual de la Crítica Cubana 2014); la novela Regreso a Utopía (2007); los cuadernos de poesía Templos y turbulencias (2004), Los senderos despiertos (Premio Fundación de la Ciudad de Matanzas 2007), Gravitaciones (2018), y Words Colliding / Colisiones verbales (edición bilingüe, 2023).

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