Ya avanzado en la lectura de St. Louis Blues, me pregunté si Laura Demaría alcanzaría a dar respuesta al dilema secreto que plantea y despliega esta, su primera novela. Y tuve la imagen de un tapiz hecho para abrigarse en las noches de invierno, un cobertor que la voz narrativa deshilvanaba con la paciencia de una Penélope en tributo a las figuras que desaparecían de ese mismo tapiz a medida que el relato progresaba. También comprendí que, de una manera sorprendente, es decir literaria, todos estábamos allí, incluidos en ese lento deshacerse de los lazos verificables, de las lealtades tomadas y desplazadas, de los ritos amarillos por falta de alimento terrestre. Si algo vinimos a buscar, algo nos falta para quedarnos. Es lo que nos decimos todos en voz baja, como si mostrásemos la hilacha, según reza el dicho chileno, o lográsemos tapar el sol con un dedo para cuidar y sanar en una falsa sombra nuestras heridas que son de verdad.

“Siento que escribo en miniatura”, escribe la narradora. Y esta cualidad, esta “prosa chica”, como dice enseguida, tiene la virtud de hacernos escuchar el ruido de fondo que traen las grandes marejadas, un rumor maligno, pero también regenerativo, que limpia lo que toca. El tiempo, aquí, actúa con una elegancia sin derecho a réplica, y cada cual acepta su derrotero sin rencores ni venganzas, por trágico o banal que sea el lugar que ha de ocupar al final del trayecto.

Pero vuelvo a la pregunta inicial que, sin explicitarla de ningún modo, la narración plantea como dilema. ¿Valdrá la pena? ¿Salvarán algo estas palabras? ¿Guardarán la imagen de lo que alguna vez fuimos? La suspensión es el oficio de los fantasmas, y el relato abre a cada página una puerta por donde salir a encontrar las frases que, en un flujo casi respiratorio, sirven de respuesta a la escritura de Demaría. Y allí me quedo, mirando a su narradora como si, con este texto pulido y brillante, la definición misma del lector que soy en este momento estuviese contenida en la grieta donde ella se ha metido. Como si la propia tangibilidad o existencia de St. Louis Blues quedara atrapada en el dilema que la tensiona, entre que podría haber ocurrido allá y lo que hubiera podido ocurrir acá. Hasta que llegan las palabras para ponerla en su lugar.

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