Fotograma de ʻ10:30 p. m. Summerʼ, Jules Dassin, dir., 1966

Ese momento del relámpago lo vemos
como un animal recogido sobre el tejado
bajo la tormenta de verano
inmóvil
adherido a la chimenea
Marguerite Duras dice que los policías pasan por la calle
en un bazuquear de botas
Rodrigo Paestra quieto bajo la tormenta
Rodrigo Paestra se escondió allá arriba en el tejado
un bulto humano adherido a la chimenea
empapado
María
desde el balcón enfrente, lo ve
gracias a un relámpago
lo sabe allá arriba
—Está en los tejados, ha dicho
María no puede parar de beber
mientras mira hacia los tejados
Rodrigo Paestra acaba de matar a su mujer
y al amante de esta
hace unas horas
la lluvia cae sobre Rodrigo Paestra
la lluvia cae sobre los trigales
sobre los techos
sobre las calles oscuras
a veces sólo un relámpago lo muestra todo
luego de dos horas amanecerá
Rodrigo Paestra caerá como una rata del tejado, dice Marguerite Duras
dice que el alba será hermosa
rosada
la Duras es quien apunta este amanecer
y no otro
rosada, dice
la balada es para el relámpago
ese momento en la madrugada en que se nos revela Rodrigo Paestra
y vemos la verdad
ahí sabemos que vamos a morir
junto con Rodrigo Paestra
todos
acribillados a balazos
o embestidos por un rayo
los policías rodearán la ciudad para que no escape Rodrigo Paestra
a diez metros de distancia
María clama una conducta humana
al bulto
del asesino
le canta
un canto humaniza
ablanda los huesos
María cruza un pequeño pasillo acristalado
cuando ha dejado de llover, dice Marguerite Duras
hay un sombrajo
gotea lluvia
es noche cerrada
ahora un cuarto de luna ilumina el patio
pasan los guardias otra vez
conversan banalidades
son seis
la vertiente del tejado, dice Marguerite Duras
donde se esconde Rodrigo Paestra
María canta una canción más rápidamente cada vez
una canción que suena mucho este verano
está desesperada
el alcohol ha contribuido
a la bocaciega
de la desolación
cuando Rodrigo Paestra se desliza hacia el Rover que conduce María
el canalillo del tejado hace un ruido que despierta a alguien

él es una flor negra
en el asiento trasero, dice Marguerite Duras
luego alejados ya del pueblo
fuman juntos dentro del auto
Rodrigo Paestra y María se miran mientras fuman
él es quien la mira temblando de frío
y de algo de más
que emana
algo que no puede comprenderse aún
ella lo devora, dice Marguerite Duras
Rodrigo Paestra disparó a la cabeza de su mujer
cuando los encontró amándose
dice que al otro la bala le atravesó el corazón
los trigos maduros y encrespados, dice Marguerite Duras
la mirada absolutamente vacía de Rodrigo Paestra
mientras conduce María bebe coñac
humea su pelo
y yo me detengo en esas palabras
trigales, dice

he mirado hacia la portañuela de Rodrigo Paestra
el hombre como hombre
la Duras no ha referido nada sobre este asunto de la portañuela
pero a mí se me antoja evaluar su hombría
y relacionar su mirada glacial con el miembro viril
su poderío
relacionar ambas cosas
con el doble asesinato de esta mañana

tal vez tengamos que detenernos en una imagen imposible:
los dos cadáveres expuestos en el Ayuntamiento
los cadáveres atraen moscas
casi una niña ella
en la postura que están colocados los cuerpos
un desarreglo
la maroma del acto
los efectos colaterales del hecho
postular a los amantes
Marguerite Duras no nos informa sobre ello
pero
yo
humanos malogrados
salgo a buscar
ahíta de sangre

María dice que volverá por él a las doce del mediodía
lo maneja hasta el trigal
Rodrigo Paestra se desploma bajo los altos trigos
María bebe aún más
manzanilla
coñac
y luego en el hotel cede al sueño
–el despertar de los alcohólicos debe ser solitario, dice Marguerite Duras–
las mesas puestas para el desayuno
blancas, dice
María tiene una hija de cuatro años
Judith
María la atrae a Judith hacia así
y la empuja hacia afuera
dice Marguerite Duras que Judith se deja
mirar y empujar por su madre
–mi madre también hacía estas cosas
atraer y empujar como un acto reflejo–
hay que ver de todas formas la iglesia de San Andrés
los tres Goyas, dice Pierre
Pierre es el marido de María
(tendrías que leerte el libro)*
la tormenta ha terminado
vuelve el calor
ya no queda una gota de lluvia en los canales

Rodrigo Paestra estuvo casado sólo dieciocho meses
el sol ha llegado ya a la galería de balaustrada
en el campo se han ido irguiendo las flores, dice Marguerite Duras
el trigal oculta a Rodrigo Paestra
reparo en los segadores
el camino ya no lleva a ningún sitio
es el que va a sus campos, dice
María regresa a las doce en punto
van los cuatro: María, Pierre, Judith y Claire
Claire es amante de Pierre
la voz se le hace mieles, dice Marguerite Duras
oh dios
mieles
Marguerite Duras es un narrador testigo parcial
que sigue a María y su entorno
Pierre está hecho de esa dulzura de María, dice

tengo la certeza de que Marguerite Duras
ha omitido algunas cosas
para que yo escriba más tarde sobre ellas
y trate de llegar a la mente del asesino
incluso a su portañuela
semiabierta
la ferocidad que sale de ahí
el centro de su vida toda
ahí
latiéndose
la Duras lo ha omitido
para que demos con el relámpago sobre el tejado
y María vuelva a descubrir el bulto allá arriba
aterido
ya echado a perder
María abre la portezuela trasera del Rover
y vuelvo a escribir sobre la portañuela de Rodrigo Paestra
portezuela
portañuela
(tengo un corrector automático en la mente)
qué inútil es hallarle el sentido
si todo queda por decirse
luego el instante causal
aquel relámpago que iluminó los tejados
cuando fue descubierto por la mujer trigueña
que bebía

María se adentra en el trigal
que es como
cabello dorado
el calor atroz
encuentra a Rodrigo Paestra enroscado
como
un niño
se ha volado los sesos
tal cual hizo a su mujer esta mañana
María coge una espiga
la suelta
alcanza otra espiga y la suelta
y otra más

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María no ve su hermosa nuca destacar sobre el trigo
no hay que decir más
su hermosa nuca sobre el trigo
su nuca
el trigo
ni una
palabra
más.


*Las diez y media de una noche de verano

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Rosie Inguanzo (La Habana, 1966). Escritora, actriz, profesora. Ha publicado la novela La Habana sentimental (Bokeh, Leiden, 2018), y los libros de poesía La vida de la vida (Hypermedia, South Carolina, 2018) y Deseo de donde se era (Nos y Otros Editores, Madrid, 2001). En Miami, donde reside desde 1985, ha cultivado una trayectoria en el teatro. Es doctora en español y literatura iberoamericana por la Universidad Internacional de la Florida. A Rosie puede vérsele caracterizando a su alter ego, Eslinda Cifuentes, en los performances que realiza junto al violinista y compositor Alfredo Triff.

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