Becca D’Bus (FOTO Ben Matchap)
Becca D’Bus (FOTO Ben Matchap)

I am a delicate Asian flower.
Drag is a civil rights issue.
I live in Singapore.
@beccadbus

Becca D’Bus vive en Singapur. Decidió vivir en Singapur y no en Houston por la comida. Becca D’Bus, o Eugene Tan, como casi todos en Singapur, está obsesionado con la comida.

Eugene Tan come plácido y delicado, obsesionarse no tiene relación con el peso corporal. A mí me parece que mientras come, Becca saca conclusiones sobre la existencia, la represión y el arte. De hecho, no cometí la indiscreción de mirarle masticar para no ir más allá de esas conclusiones. Aunque sí noté que Becca me contemplaba saborear los huevos negros, los noodles, los dumplings, todo aquello erótico e indescriptible que es posible ordenar en un restaurante de comida china.

Becca recién se hizo la manicura. El sábado actuó sin arreglarlas. Yo me fijé, cuando nos conocimos en la cena de Art Pals en TWorks, que llevaba uñas amarillas y plateadas, noté que la pintura tendría unas tres semanas, y supuse que Eugene había sido descuidado con sus manos. Regresé de Singapur con las uñas mochas de tanto mordisquearlas, es el resultado de los nervios, de obsesiones minúsculas que causan heriditas. Sobre las manos de Becca en el cuerpo de Eugene, la mesa, las servilletas, los palitos chinos, la soja, el jengibre, la masa, el puerco, el pollo, ¿no quieres un poco más?, sobre todo eso ligero y sabroso, puedo decir que está lo que aprendí de mi art pal en Asia.

Aprendizaje, dícese con la boca llena, dícese de la penalización de los hombres que tienen sexo con otros hombres en Singapur,[1] dícese de Becca D’Bus:

He settled on Becca D’Bus (pronounced “back of the bus”), which referenced the American civil rights movement and Rosa Parks, the African-American activist who, back in the days of segregation, refused to give up her seat at the front of the bus to move to the back. “In Singapore, I think people just think I named myself after a bus, which is fine”, he deadpanned.[2]

La mesa servida es un mosaico de delicias culinarias. Becca danza con sus manos perfectas y usa exquisitamente los palitos chinos. No se trata del vapor o el tamaño del bocado, sino de bailar. El baile de la comida china es uno ardiente, a veces te quema la boca y tienes que disimular, a veces es orgásmico y toca apretar los muslos para que pase rápido el efecto. No le pregunté insistentemente sobre ser drag queen en Singapur, no me puse periodística sobre la censura y el odio, pero me hice una idea romántica de lo que es ser una Becca D’Bus en una isla con abundantes rascacielos.

Eugene me mostró algo más íntimo que un performance o una noche de cruising. Cuando salimos de una exposición bastante ingenua sobre el chin-chin (la “pinga” en lenguaje coloquial japonés), estábamos al doblar de un mercado: mall infinito situado en un edificio arquitectónicamente impresionante de la Little India. Eugene sabe que todas las tiendas de Singapur fueron para mí exégesis del metaverso. Llega a ser grotesca la cantidad insuperable de tiendas en ese país. Supongo que la gente se obsesiona con el consumo porque comprar es excitante y egoísta. Por eso, cuando tomé una de esas cadenas plásticas que Eugene usa para diseñar, ya la había visto como tirantes en su bolso Shark y en sus collares en Instagram, supuse que mi compra constituía un pequeño tributo a la intimidad del paseo.

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Becca D’Bus (FOTO Moonrise Studio)
Becca D’Bus (FOTO Moonrise Studio)

Lo que experimenté durante esas horas es indescriptible, solo pensaba en lo que desearía mi madre. Por supuesto que noté cómo miraban intimidados los hombres a Eugene y no me pasmé, lo disfruté. Eugene y yo pasábamos de unas cajas doradas neobarrocas y kitsch a gafas Ray-Ban, Solaris, a copias de perfume estridentes y dulcísimos, a Giorgio Armani passione auténtico, a excesiva exposición de comida. Lo que en realidad aprendí no es de dónde saca el hilo y la tela para crear a Becca D’Bus, sino que Eugene me ha dado un probado de algo que ama.

¿Qué ama Eugene?

¿Qué es el amor para Becca D’Bus?

No sé.

Pero compartir conmigo ese lugar tenía un sentido amoroso y perfecto.

Para Eugene, agotada del mundo, de ida y vuelta, la isla tropical no es exactamente el sitio del amor. El amor podría ser una pizza en un bar gay. El amor podría ser flirtear con el muchacho de la tienda de los perfumes impagables. El amor podría ser despedirnos en un aeropuerto a Rah y a mí. Quizá me perdí una conversación sobre el amor entre Eugene, Aki y Rah. Me la perdí porque estaba bostezando y porque tenía ganas de llorar. Me fui a la habitación a soltar todo el llanto y estoy segura de que hablaron de amor. Amor trans. Amor queer. Amor.

Para Becca, extasiada del mundo, con maquillaje primaveral, la isla tropical es un antro que reniega de esa extensión apabullante de los rascacielos. El amor podría ser una rutina de belleza. El arte milenario del maquillaje habla de los ojos, la provocación, el misterio. Fantaseo con ser maquillada por Becca. Amor make up. Amor con boost de duración. Amor.

Nunca había visitado IKEA, y aunque lo habíamos planeado, ya no quería ir porque estaba exhausta y sin dinero, afortunadamente, a última hora me convencí. Recuerdo estar en Alexandra Rd y llegar 10 minutos antes de lo acordado. I’m across the rd, leo. Y veo a Eugene saludarme excéntricamente desde las alturas, cruzar la avenida por ese pasadizo aéreo y descender por las escaleras mecánicas. Sé que exagero cuando le abrazo fuerte y le brindo de unas patatas que recién acababa de comprar. I’m across the rd, qué hermoso título para un poema, pensé, aunque Eugene no quiso comer de mis patatas y aunque un abrazo no fue suficiente para agradecer que insistiera en traerme a esa tienda. Nótese que en Singapur nada es suficiente, de hecho, IKEA tiene tres sucursales en la ciudad. Nótese que Eugene no se emociona ni llora nunca, dice que tiene el corazón de hielo, pero yo sé que acepta mi abrazo sudado y exagerado porque mi atropellado inglés no deja explicar lo que consigue un abrazo.

En IKEA me hice una idea total del hábitat Eugene que es el hábitat de Becca D’Bus. Allí venden unos contenedores que sirven para ordenar sus herramientas, dice que los tiene en su casa y que son muy útiles. Vi el interés que ponía en los detalles fijándose en lo bizarro dentro de los decorados perfectos. Para su padre enfermo escogió unas servilletas con brócolis y zanahorias. Para un nuevo vestido, las sábanas en descuento. La mejor área es el área de los descuentos, el área de las devoluciones. A veces me pregunto si soy de esa especie que se ha considerado siempre “fuera de temporada”. Si no somos artículos llevados a casa con esperanza, que después de observados bien, nos volvemos innecesarios. Sillas que ya no son para este verano, camas que ya no sirven para sueños placenteros, unicornios de cristal rebajados.

Por esta sensación personal de “inutilidad” nunca entro a las tiendas “de marca”, me avergüenza, aunque fui una adolescente que en las vacaciones disfrutaba de la fábula Pretty Woman y la deriva de Julia Roberts, bien temprano supe que eso no sería para mí. Becca me hala del brazo, primero entramos a una en la que nos acosaron como si fuéramos traficantes o ladrones, luego entramos a Loewe, donde el acoso era peor porque ocultaba un tono condescendiente y servicial. Claro, yo lo necesito todo, necesito esos zapatos negros con pinturas de uña color rojo de tacón, también necesito el de las rosas rojas frágiles que cuelgan desechas, los necesito porque yo no sé andar con zapatos de tacón, en realidad, no sé andar con casi ningún zapato. Eugene me dice, ya saben que no vamos a comprar, hay que entrar, pero yo sé que dice, hay que entrar para molestar, para desobedecer, para joder la armonía de la boutique y del mundo perfecto que nos han metido en la cabeza desde que somos adolescentes. Por suerte, nos alcanzó Zarina y seguimos el viaje por donde se imponían gloriosos Louis Vuitton y Dior. Paseamos como los humanos atroces que no van a comprar, pero van a olfatear, a sentir las texturas, a ordenar un café frío y a resingar. Somos un problema. Somos el tacón con forma de pintura roja encajándose en el fango, pero un fango rosa que huele a sakura. Somos esa especie caótica, extranjera y frívola (por qué no) que viene a ser observada con desdén por los que llevan bolsas de compra y siguen con sus vidas aburridas y armónicas.

Hay existencias problemáticas ante los ojos del otro (en el reino del aburrimiento y la armonía esto no es un reto). Pero ser un problema, ser una piedra, un rayo de emoción y risa y color y ropa artesanal zambulléndose entre la alta costura, me parece la manera más bella de expresar la libertad. Eugene es demasiado libre, me digo a mí misma. ¿Cuán libre será Becca en el escenario? Pasearse con Eugene Tan es estrepitoso, que sufran o gocen, no nos importa, ¿quieres que te lleve a Singapur?, solo si es para provocar la ira o la sorpresa: For your information. Ugly. Contemporary inclusive. Hay cosas que Eugene me contó sobre otras drags que me molestaron mucho. A veces se es problema hasta en los lugares donde se espera empatía y respeto.

Becca D’Bus (FOTO Moonrise Studio)
Becca D’Bus (FOTO Moonrise Studio)

Voy a YouTube, antes no lo hice, el primer video se titula Get ready with Becca DʼBus, Singaporeʼs biggest drag queen. Hay un primerísimo plano en el que Becca D’Bus saca la lengua, me enamoro. Me enamora que diga “favorite things”. Emerson College in Boston. Theater Offensive a queer theater Company in Boston. Street Theater named Desire. Cruising areas. Sexual risks. House of fries. Commotion. Me enamora su disidencia sexual, su regordeta figura, su álter ego, su destreza para transformarse. Me enamora que su gesto performativo parta de una seducción paródica. Me enamoran esas libras de problemas tan teatrales.

Lamento perderme esto: Drag shows in May! RIOT! Hosted by Becca D’Bus. Lo lamento muchísimo porque ya estoy en Cuba.

Durante mi experiencia en Per°Form Open Academy of Arts and Activations, gracias a la invitación del agudísimo Keng Seng, aprendí demasiado de las tragedias contemporáneas, aprendí en una escucha activa de artistas y pensadores situados en lugares como la decolonización o el activismo o lo trans. Fue fascinante y angustiante, sobre todo, por cómo se me quedó la palabra “execution” en el corazón. Aún no encuentro cómo traducir mi agradecimiento, o cómo repensar todo lo experimentado.

Amor.

¿Qué pienso yo del amor?

No sé.

Yo estaba de luto, de duelo por la muerte de mi primo. Escogí hacer el performance en español y a Eugene le pareció que hice muy bien en no explicar, sino en actuar en mi propia lengua. Creo que Noorlinah Mohamed, una de las coordinadoras del programa, que no dejó de llorar porque fuera posible mi viaje, hizo bien en unirnos. No solo porque Eugene y yo somos acuario, no porque adoráramos comer o hablar con borrachos, sino porque sentimos esa curiosidad extrema por lo que hay de erótico en jugar: jugar a la escena, jugar a la rebelión, jugar a la desobediencia, jugar a inventarse un cuerno. Me tomo las cosas demasiado en serio, es verdad, pero al performar, siempre disfruto la incertidumbre de no saber, un tanto ridícula, un tanto desquiciada, un tanto desentonada. A Eugene le sucede parecido, creo. Imagino sus monólogos e intervenciones como Becca D’Bus, el humor ácido, los ojos entornados, las pestañas de plumas y el azul metálico. El arte de drag queen como un autorretrato grotesco, no hay moderación en su performance, no es posible. Tampoco existen problemas en ese tiempo sublime en el que se puede ser la más grande drag queen de Singapur, ¿quieres que te lleve al problema?, sí, mami.

Y esto qué significa, grande, gruesa, gigantesca, tela de algodón y polyester, soja, me he pedido un cóctel que sabe a vinagre de manzana y tiene burbujas. Y esto qué significa, boca, selfie, helado, reventar taxes, tener sueños, malgastar, mortificar. Y esto qué significa, ríe, bebe, es mejor el éxtasis para ser Becca D’Bus. Y esto qué significa, no mirar a los niños ni hacerles gracias en la calle. Y esto. No sé. Y aquello. En su Instagram el statement, “Drag is a civil rights issue”, pero esto no hace falta decir qué significa, y claro que yo no puedo, yo solo vi cómo esta idea se manifestaba en el espacio público, en el ámbito artístico, en la mesa de un bar, en existir problemáticamente por esa isla tan tropical como la cubana.

Becca D’Bus vive en Singapur. Decidió vivir en Singapur y no en Houston por su oficio. Becca D’Bus, o Eugene Tan, como nadie en Singapur, está obsesionado con ser el problemón que es.

Becca D’Bus (FOTO Aaron Han)
Becca D’Bus (FOTO Aaron Han)

Notas:

[1] Singapur se prepara para eliminar la penalización con la que viven desde hace casi un siglo: la del sexo entre hombres. No solo deja dudas y genera jubilo, sino también piensan en la aceptación que tendrá la comunidad LGBT+ de la conservadora isla. Esta ley es una herencia que el imperio británico les dejó a los ciudadanos de Singapur. La sección 377a habla sobre la penalización a los hombres que tienen sexo con hombres.

[2] Mayo Martin: “Becca D’Bus: Larger than life”.

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MARTHA LUISA HERNÁNDEZ CADENAS
Martha Luisa Hernández Cadenas, Martica Minipunto (Guantánamo, Cuba, 1991). Teatróloga, poeta y performer. Coordinadora del Laboratorio Escénico de Experimentación Social (LEES). Entre su obra reciente se encuentran los performances Nueve (2017) y Extintos, aquí no vuelan mariposas (2018); las intervenciones La última ópera china (2018) y Las fundadoras (2019). Fundadora de la editorial independiente ediciones sinsentido. Ha publicado el poemario Días de hormigas (Premio David de Poesía 2017, Ediciones Unión, 2018). Ganadora del Premio de ensayo La Selva Oscura por su investigación Notas de un simulador. La crítica teatral de Calvert Casey (1960-1965) y del Premio de Teatrología Rine Leal por su libro ESTA OBRA HABLA DE TI Y DE MI. Ensayos para (des)a(r)mar la experimentación escénica en Cuba (2012-2018).

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