Imagen de portada del disco ‘grllxs', 2022, de Abel Lescay
Imagen de portada del disco ‘grllxs', 2022, de Abel Lescay

Al disco Grillxs de Abel Lescay debemos “regarlo como flor de precipicio”, porque emerge como un acto de resistencia en sí. El autor de las 6 canciones que conforman el álbum fue uno de los tantos manifestantes que tomaron las calles en el estallido social del 11 julio de 2021, poco después Abel Lescay es detenido siendo víctima de la violencia de un Estado incapaz de gestionar una crisis provocada por sus continuas torpezas políticas y económicas. Lo arrancan de su casa a la fuerza y comienza un ciclo de represión sobre el cuerpo del músico. Si bien hay que entender que como parte de sus privilegios y de todos los pronunciamientos al respecto de su causa se logra que bajo una medida cautelar pueda producir este disco, también se puede decir que salta a la vista el acto estoico que es producir arte en condiciones adversas. Lescay entonces se vuelve ese gran músico (por mérito propio) que también forma parte de un entramado político que tiene sus propias pujas, por consiguiente, la música del autor se vuelve más política de lo que era antes.

Incluso antes que se pudiera escuchar Grillxs ya se podía afirmar que iba a ser una producción importante y que no debía ser entendida ni atendida como un disco más, sino también debía ser tomada como una obra de resistencia en un contexto sociopolítico adverso; tanto fue así, que el disco se produce a raíz de un crowdfunding. Fuera de toda institucionalidad, los músicos y productores que tuvieron que ver con el disco están fuera de los discursos hegemónicos oficiales. No quiere decir esto que la esencia de Grillxs esté centrada en una rabia antigubernamental –excepto el tema “Libérense”–, por el contrario, su estética quiere beber de la meditación como una forma de conexión con la naturaleza, una forma también de salvarse uno mismo.

Independiente del contexto sociopolítico valioso para el análisis que da nacimiento al álbum, Abel Lescay vuelve a demostrar que su proyección musical es singular en el panorama de la música contemporánea cubana. Grillxs es un álbum de 6 temas, corto en duración, comparado con lo convencional del mercado, pero con una fuerza discursiva inmensa. El propio autor en su página de Facebook nos presenta el disco como: “un álbum de música llegada de la naturaleza. Siguiendo y utilizando los códigos sonoros de los grillos, del mamoncillo, el sonido de las hojas del agua”.

Literariamente no me imaginaba el disco de otra forma, el dolor que arrastra Abel Lescay en su lirismo, en conjunto con todo la tradición del haiku que consume, hace que a este concierto de un monte provinciano se le sumen conceptos orientales de poesía, y versos que no exceden casi nunca el margen endecasílabo para dar imágenes concretas contrastando con el misterio del aullido, una voz apagada, y acordes ansiosos. Es difícil musicalmente ser tan flexible y componer en cada tema literariamente algo orgánico a esa sonoridad. Por esto, otro triunfo que anotarle al álbum es la organicidad con que se produce el maridaje de la música con la poesía. Los textos logran ser meditativos cuando quieren, logran darse el lujo de ser conversacionales cuando el género y la intención comunicativa lo permiten, logran acompañar una voz singular que se resuelve en estos temas fantásticamente.

La poesía habita en este disco, se reconoce una línea estética que necesita madurar mientras evita las fatídicas rimas fáciles que existen en algunos versos; pero en general, la brillantez de su funcionalidad sobre el constructo musical, el valor conceptual y estilístico de muchísimos versos, hacen de este álbum una victoria literaria en el panorama de la música contemporánea cubana, cuando la canción de autor es destrozada por intentos trovadorescos que se exigen dentro de ellos mismos la profundidad pero parten en un viaje buscando un océano en el que naufragan, mientras sueltan versos rostizados de sol e incoherencia.

Grillxs es bastante acertado en su organización, el orden en el que están organizados los temas es inmejorable, el concepto piramidal del álbum es lúcido, y el tema elegido para posicionar esa intención comunicativa también lo es. Grillxs resulta, sin ser paisajista, un canto a la naturaleza, por eso, es la esencia de la naturaleza misma cantando. La condición de provinciano de Abel Lescay se le hace notar muchísimo: los charcos, los grillos, la lluvia y el platanal hacen un coro en el polipasto que alimenta la condición bejucaleña del disco. Su organización lo hace compacto, una puesta teatral que produce imágenes que invitan a la escucha, un acierto total en el ritmo de consumo, y en cómo maneja el plano ideotemático sin llegar a agobiar en ningún plano al consumidor, aunque sinceramente no creo que vibre en la nota de lo popular.

Se abre el pórtico y “los colores del charco” en la canción “Anairó” acompañan a un riff de piano que será un recuerdo contundente en la sonoridad del álbum. Un riff que bebe mucho y en algún plano se asemeja un tanto a la estética hip hop, los arreglos de silencios y bloques parando la fuerza de la canción inaugural refuerzan los textos que por militar en busca de esa nostalgia liberadora se desmarcan de la posesividad de la construcción del amor romántico. El propio autor define al tema “Anairó” como “una brujería, pa’ que se vaya lo malo con amor”.

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En medio del virtuosismo de una ambientación musical que está anunciando a qué punto puede llegar el disco, la dirección en que va a girar –justamente en el centro de todo eso– se ejerce una búsqueda espiritual a partir de una despedida amorosa: un poema-canción que busca su escenario singular en llenarse de preguntas para desenterrar el “misterio de las almas enredadas”.

Seguidamente, entra en escena la bossa-nova “Awa”, un canto a la lluvia y su cauce que tiene su fin primero en hacer un despliegue de musicalidad de la mano del jazz. Resulta curioso la titulación del tema, que transgrede esa forma conservadora de ver el lenguaje y lo trasmuta en una expresión de coloquialidad familiar, en este sentido lo vuelve más provinciano, íntimo, y latinoamericano. Un tema lúdico que hace a la música el centro de atención mientras una poesía concreta acompaña este derroche sonoro. “Awa” demuestra la versatilidad del álbum, que va desde temas más conceptuales a otros de más júbilo, como es este, con esa carga fresca que trae el bossa. Es un total acierto que sea el segundo tema pues no solo relaja la exaltación del riff de “Anairó”, sino que también prepara esa conexión que se necesita para adentrarse al centro del disco. El bossa no deja caer el ritmo, pero capta la intensidad con otros colores que se apegan mucho más a lo que va ser la columna vertebral de la obra, y es precisamente la canción “Grillxs”.

En el tercer tema está el kilómetro cero del álbum, a los pies de sus 3:05 minutos existe uno de los picos más altos en la búsqueda musical. Abel presenta al tema Grillxs en su muro de Facebook como “un canto de fantasmas” porque ciertamente la voz en el tema conduce a un trance fantasmal, versos muy bien cuidados que ambientan junto con la música un coágulo de poesía, un lugar apacible del vacío para beber del propio tiempo. Luego de llevarte a este espacio ya el tema cumple su cometido, con una notable influencia del haiku y lo oriental, pero conservando esa occidentalidad de la cual Abel como sujeto no puede escapar, hace que el sistema referencial no sea hermético ni se diluya en pajas vanas. Su entramado, los coros, construyen un paisaje sublime que se desmarca del dolor, dejando el sonido del monte a la escucha como una morfina inevitable cuando agoniza la canción.

Luego de uno de los puntos más álgidos conceptualmente hablando entra en escena el tema “Bailarini”. Sinceramente lo primero que pensé fue: “¿un reguetón aquí? ¿Abel Lescay se está autosaboteando?”

Mientras escuchaba: “Ella me miró intensamente, como una lagartija” comprendí que el autor quería darle un giro al CD desde un extrañamiento que el tema ciertamente logra. Después de un punto álgido y sublime, introduce un reguetón bastante convencional sin muchos arreglos –solo los precisos—y con una intención burlesca:

Esta noche el reloj se para
Cuando las bailarinas
bailen la melodía marrana
Yo la hice fuera de tono
Pa que los bobos la criticaran.

La intención desafiante existe, una intención que va directamente contra esa casta de consumidores y artistas blanqueados que desestiman la legitimidad de la música popular, poniendo en tela de juicio sus intenciones estéticas, comunicativas, etc. Es un triunfo enorme que un músico de formación académica se sitúe en este lado discursivo mientras se saca de la chistera un tema como “Bailarini”, con una factura musical envidiable que construye una trasgresión importante al utilizar el gemido masculino no gutural para adornar las sonoridades, ya que normalmente el mercado tiene una práctica extendida en el gemido estereotipado de la mujer para explotar su hipersexualización. Construir la sexitud desde el gemido no gutural del hombre me transporta a esa parte de la memoria donde Axl Rose gemía en “Welcome to the Jungle” fuera de la heteronormatividad.

Como señalo antes, la titulación del disco es bastante eficiente, por esto, otro pilar conceptual se va a titular “Autorretrato”, donde se vuelve a optar por una fórmula musical que teletransporte a quien la escucha hacia un lugar apacible en busca del “yo”. Escuchando el tema no pude evitar recordar aquella frase de Jorge Luis Borges donde reflexiona sobre el sujeto: “El budismo niega el yo. Una de las ilusiones capitales es la del yo. El budismo concuerda así con Hume, con Schopenhauer y con nuestro Macedonio Fernández. No hay un sujeto, lo que hay es una serie de estados mentales”.

Abel Lescay entiende el tema “Autorretrato” como un manifiesto del sujeto que se construye y expresa a partir de una infinidad de variaciones líricas propuestas. La búsqueda desencadena una serie de imágenes que conectan nuestros sujetos y sus puntos en común. Muchas veces hemos sido “el ojo que juzga y luego llora” o “el rostro del perro asustado”.

Vuelve el orden del disco a jugar un papel crucial pues es todo un acuerto que el rock and roll “Libérense” quede al final del álbum, para así poder evitarlo palmariamente mientras subimos de nuevo hasta “Anairó”. Por el contexto en que se produjo el disco, se intuía que dentro de su composición iba a existir al menos un tema controvertido, político, frontalmente agresivo, pero lastimosamente lo que llega a grabarse es una rabia musical casi sin ninguna sustancia en el discurso y muy desparramado estéticamente. Abel Lescay es producto entonces de una piel curtida por la represión, a partir de este dolor es entendible que el músico se polarice en su discurso y lo articule en una reactividad frente a todo lo que articule un autoritario Estado cubano. No se puede desestimar este tipo de dolor porque a la larga es un intento de sanar desde lo reaccionario.

En esas pocas luces nace este rock and roll convencional pero totalmente inorgánico a la letra que lo acompaña, que sinceramente, no le hace ningún favor. Mientras se escucha:

…los CDR me tienen vigilado
Pero mi espíritu esta liberado
Soy un enemigo del Estado
Con mi guitarra y mi pelo despeinado

Enseguida me asalta el calificativo infantil, y ciertamente se vuelve una manera amable de llamarle al reconocer dentro del tema, tanto camino trillado, tanta laguna común. Su pobreza de análisis sociopolítico, el flow de David Blanco desentonado que a veces flota en el tema, lo hace muy poca cosa comparado con todo lo anterior. Aun así, el tema no se libra de tener buenos momentos, como cuando se escucha el coro de “singao…” en tono cómico, o mientras se escucha el verso “los policías son los primeros presos”.

El tema en cuestión también rompe un tanto con la organicidad del propio disco provocando un choque estético desagradable a la hora del consumo, no musicalmente, pero si en las formas discursivas. Es un tema antisistémico en el entramado sociopolítico cubano, pero sigue sin ser un tema antihegemónico frente al sistema mundo, y esto contrasta con la proyección ecologista del disco. La canción será incongruente si utiliza el ecologismo como una de las tantas formas de posicionarse dentro del marco del mercado sin entender en toda su anchura el término y su historial de resistencia.

Pese a todo lo contrario, al final del camino queda un álbum cuidado e irreverente dentro de la música contemporánea cubana, sus esencias naturalistas y antisistémicas hacen de este disco una aventura imperdible. Grillxs vibra como arte de resistencia que extiende su plano ideotemático desde el amor hasta el perreo combativo. La versatilidad de la que goza el disco nos lleva por un ciclo de extrañamientos eficientes que hacen proliferar la carga conceptual, sobre todo en los temas “Grillos” y “Autorretrato”, que se erigen como un salmo curador de ese vínculo existente del hombre con la naturaleza, para lograr así que prestemos nuestra escucha en las hojas más verdes del tiempo.

Por obvias razones las instituciones culturales cubanas le darán la espalda al disco Grillxs, seguramente mandarán algún que otro opinologo a decir que los triunfos del álbum vienen a partir del posicionamiento político de Abel Lescay. Debemos por esto regar el disco como “flor de precipicio”, porque se encuentra aglutinado en este, no solo un valor musical, sino también una hábil pieza discursiva de la música contemporánea cubana que logra conectar con el canto a la naturaleza, al sujeto y a la resistencia sociocultural. El álbum añora en sí mismo una Cuba donde haya un coro de grillos libres.

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