La escultura en el Salón de Mayo, como todas las otras manifestaciones plásticas colectivas, aun aquellas que son especialidades, oscila entre dos modos de presentación. Los organizadores, en efecto, a nivel de la estética, es decir, del espíritu de las formas, pueden elegir entre una homogeneidad de estilos, de tendencias, o una diversidad de expresiones y, a nivel de la presentación propiamente dicha, entre una contradicción cualitativa, por reducción del número de exponentes, o una ampliación cuantitativa de la sección de escultura. Son, en suma, los eternos problemas de la elección entre la unidad en la concepción, forzosamente coherente pero en ocasiones empobrecedora, y la variedad, posiblemente más enriquecedora pero algunas veces desconcertante por la dispersión que ella determina. Parece que este año en París el principio adoptado haya sido subrayar la diversidad de expresiones plásticas y, en consecuencia, la extraordinaria reserva de individualidades que tiene, en el terreno de la escultura, la Escuela de París.

La exposición de La Habana, a través de una selección forzosamente arbitraria, pero al final significativa, refleja perfectamente el espíritu en que ha sido realizada la participación de los escultores en la manifestación parisina. En una suerte de microcosmos, ella testimonia la vitalidad creadora, la inventiva y la profundización de expresiones que nunca han cesado de desarrollarse en las riberas del Sena, ya sea en el terreno del lenguaje plástico individual, en el de la elaboración de principios estéticos inéditos, en el de la experiencia de nuevos materiales o en el de las investigaciones de contenido. La competencia entre escultores que han venido del mundo entero, de cierta forma la emulación, por sus poderes estimulantes, ha suscitado renovaciones de la vanguardia artística internacional.

A este movimiento incesante, a este inapreciable retoñar intelectual, los escultores de Amé­rica Latina han aportado una contribución importante, frecuentemente decisiva. Y Cuba, tan pequeña en el mapa, no es sólo grande, por el ejemplo político que da, en el corazón de todos los hombres enamorados de la justicia y de la libertad, sino también por la calidad de sus artistas que trabajan en Francia, en el corazón de todos los aficionados del arte moderno.

Fiel reflejo de lo que fue en París, la escultura del Salón de Mayo en La Habana pone de relieve la decisión que se tomó de dar prioridad a la calidad antes que a la cantidad. Ciertamente, muchos otros escultores pudieron haber sido representados (algunos lo merecían por su talento), pero de todos modos era imposible mostrarlo todo, y sin dudas tampoco hubiera sido deseable. Tal cual es, esta exposición tiene el indiscutible mérito de ofrecer al visitante, poco al corriente de lo que se hace en Francia, un panorama restringido pero bastante justo, en fin de cuentas, de las investigaciones que allí se practican en escultura.

En efecto, desde la forma pura hasta los planos tensos y desde la organización arquitectónica de los volúmenes hasta las formulaciones expresionistas, a las anécdotas voluntariamente literarias y a una manera de intimismo poético, todo, o casi todo, se encuentra allí. Sin hablar de ciertas elaboraciones surrealizantes y de las experiencias de los objetivistas, juego de palabras que designa a la vez, en francés, a los espíritus que discuten y a los artistas que, para negar el valor afectivo de la escultura tradicional, fabrican deliberadamente objetos.

Para una primera toma de contacto en tierra cubana con la Escuela de París, la manifestación en La Habana merece (y no sólo debido a la escultura) ser considerada un éxito desde ahora. Ella demuestra que a pesar de los ataques del imperialismo norteamericano que se ejerce en todos los terrenos (político, militar, económico y creativo), la fraternidad de los pueblos, también ella, puede manifestarse a todos los niveles. Al igual que la libertad cubana no dejará de existir por orden expresa de Washington, su propaganda de los medios artísticos de New York a París tampoco dejará de ejercer su prestigio en el mundo.

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