'El encuentro', Eldy Ortiz, de la serie 'Sujeto omitido'
'El encuentro', Eldy Ortiz, de la serie 'Sujeto omitido'

Encuentro. El encuentro me ha dejado un estado ligeramente aturdido. Después de observar ese niño-cosaco, ese niño-puño-cerrado, ese niño-de-un-país-que-ya-no-existe, tengo la sensación de estar en un punto muerto, a la deriva, suspendido entre el sueño y la vigilia. Zombi. Frente a mí, El encuentro se convierte en documento, en ilustración de una historia que se cuenta a través de la pena. Micropenalidades del tiempo. Infrapenalidades, más bien. Zombi. Zombi. Ruinas. Ayer leí un cuento de Borges que se llama “Las ruinas circulares”. En ese cuento el hombre gris besa el fango y se despierta con el grito inconsolable de un pájaro. Un día ese hombre soñó con un corazón que latía. Lo soñó durante catorce lúcidas noches. Un corazón del grandor de un puño. No lo tocaba. Se limitaba a atestiguarlo, a observarlo; tal vez, dice Borges, a “corregirlo con la mirada”. Estenografía. Frente a Eldy Ortiz (La Habana, 1994) es imposible mantener un registro acelerado y corrido. Trato, en un efecto de reducción casi estenográfico, de captar, al vuelo, algunas ideas. No uso grabadora. (La entrevista que sigue, con preguntas y respuestas, fue posterior a este encuentro). Prefiero conservar, en este caso, como rastros, algunas abreviaturas de todo lo que dice, de todo lo que me muestra en el tercer piso del edificio Bolívar. Nos encontramos en una zona que se conoce como Santa Felicia, en el municipio Marianao. Abreviatura. Eldy, prefiero no grabar. De todo lo que hablemos quedarán sólo fragmentos, huellas. Con esas huellas luego trabajaré. Ya no creo en la totalidad. Ni en la totalidad ni en los virtuosismos de la memoria. Creo que en ningún virtuosismo. Hay que olvidar. En tu pintura noto también esos quiebres. Tus pinturas son como gestos congelados; como crímenes fotografiados; como stills-de-películas-que-ya-no-existen. Caballete. Estoy frente a Eldy Ortiz en su cuarto-estudio-taller. En una esquina un caballete que antes perteneció a un pintor famoso, inmenso, sostiene tres lienzos en blanco. Al lado, sobre una mesa, en desorden, decenas de tubos de pinturas y pinceles sin limpiar. Dos ventanas abiertas dejan ver el Obelisco de 100 y 31. Lo que está en juego en las pinturas de Eldy Ortiz es el sitio del significado, es la imposibilidad de mostrar ese significado más allá del fragmento, de la microescena, del relato contado sin punto final; del relato que siempre se escabulle. Caballete/pizarra. Caballete/paisaje. Caballete/teatro. Caballete/película de terror. El caballete se rompe. La pintura cae al piso. Las palabras se dispersan. Óleo. Prefiero el óleo, Edgar. Lo prefiero desde que estaba en San Alejandro. La textura es distinta. El proceso es distinto. El tiempo es distinto. El óleo tarda más en secar y permite alongar el pensamiento en torno a una obra. El óleo huele distinto. Se debe preparar en lugares abiertos. No huele especialmente bien. Epifenómeno. Coloboma. Eldy padece desde su nacimiento un defecto congénito, una extraña anomalía llamada Coloboma. El iris de su ojo izquierdo tiene forma de lágrima. La mirada como una facultad autóctona, autotélica, posiblemente redentora de la mente. Cartapacio. Imágenes fantasmas. Ley de impureza. Cuerpo conativo. Vibración. (Ab)uso. La violencia sintiendo un amor rabioso por la violencia.

Eldy, estas preguntas tienen la intención de ser un cabotaje en derredor de tu obra. Esto no deja de ser pretencioso, es verdad. Pero si tuvieras que definir los puertos principales de tu territorio creativo, ¿cuáles serían?

Para empezar, creo que soy un creador de imágenes. Imágenes que tienen un efecto poderoso para comunicar ideas, sensaciones y pensamientos. Me refiero a imágenes estáticas, sobre todo. Me refiero a la fotografía, el dibujo y la pintura. Estos serían los puertos que transito, en donde enfatizo mi interés por el estatismo en las imágenes. Creo que las imágenes estáticas condensan experiencias, que pueden ser utilizadas por otras personas para construir su propio discurso.

Lo que une estos tres puertos es la necesidad de contar una historia, tomando esencial importancia el hecho narrativo. La narración a través de la imagen se convierte en un riesgo, teniendo en cuenta que otras manifestaciones artísticas proyectan de una manera más efectiva su dimensión temporal. Esta restricción es un detonante necesario en la conducción de mi propuesta estética.

 Sé que te ha interesado mucho leer a Nietzsche. En Así habló Zaratustra, Nietzsche dice: “Le gusta mirar a la cara todas las cosas que duermen”. Yo creo que a ti te gusta mirar a la cara todas las cosas que duermen. Yo creo que tus piezas, tanto pictóricas como fotográficas, retratan la inmanencia del ocultamiento, de lo velado. Deshacen la duermevela de los cuerpos. ¿Qué crees?

Me interesa la complejidad de la condición humana y las contradicciones que se establecen en las relaciones interpersonales. Esto me motiva a explorar la oscura psicología de personajes y combinar su condición melancólica y, a veces, abyecta, con atmósferas oníricas e inquietantes.

Es importante poner una lupa sobre aquellas fisuras que se producen en las relaciones de poder entre los seres humanos. Para mí es necesario no desviar la mirada de las cosas que no son “evidentes”. Busco mostrar el lado oculto que las personas esconden por cuestiones sociales, éticas y morales. Es necesario poner la mirada ahí, porque muestra quiénes somos y lo complejos que podemos ser. El dolor y la angustia son sentimientos que padecemos y están presentes en el día a día. El arte es una manera de exorcizar todo eso.

De la serie 'Sujeto omitido', Eldy Ortíz
De la serie ‘Sujeto omitido’, Eldy Ortiz

Aunque son imágenes eminentemente visuales, poseen una vibración que destroza la mirada. Romper la mirada. ¿Has pensado en eso? ¿Has pensado en romper la mirada?

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Pienso que uno simplemente mira y no hay nada en eso, salvo la intención. No me he propuesto romper la mirada, al contrario, mi intención siempre ha sido mantener la mirada. Lo que sucede, a veces, es que mis imágenes exponen hechos y situaciones complejas, te enfrentan al cuerpo expuesto, violentado físicamente, inacabado, imperfecto; y cuesta mirar esto.

Tus pinturas parecen basadas en la paradoja. Son imágenes que tienen en su centro una contradicción. Un centro rizomático, por demás. Una contradicción que es la del fragmento, la porción, el fotograma desmembrado de una película-que-ya-no-existe. Parecen declararle la guerra a la totalidad. Uno tiene que imaginarse un antes y un después, un arriba y un abajo. ¿Es la intención?

Sí.

Llevas en el cuello un colgante. No lo sé, pero parece un amuleto. Es un reloj. Es una maquinaria, más bien. Lo curioso es que es una maquinaria de reloj detenida, congelada. ¿Cuál es la relación entre el tiempo y tus piezas?

Mis imágenes coquetean con la permanencia, están ancladas eternamente en el presente, sin un pasado o futuro evidentes. Abren paso a la pluralidad narrativa con el objetivo de desarrollar posibles desenlaces para la obra, sólo limitados por la imaginación de cada espectador.

Eldy Ortiz, 2021
Eldy Ortiz, 2021

La mecánica del tiempo, en tus pinturas y fotografías, cambia su engranaje. ¿Pudiéramos hablar del destiempo del suplicio?

El pintor y fotógrafo Saul Leiter dijo: “Cuando practico la fotografía no pienso en la pintura. La fotografía tiene que ver con el acto de encontrar. La pintura es muy distinta, tiene que ver con el acto de hacer”. Ya el hecho en sí, el hecho de fotografiar o pintar, propone manejar tiempos distintos. Cuando te enfrentas a un lienzo en blanco construyes un imaginario desde cero, en la fotografía, en cambio, tu lienzo es la realidad.

Esta agonía de abordar el tiempo lo padeces de manera distinta en ambas. El suplicio que aparece en las piezas es escenificado de diferentes formas en cada una. La relación con el artista, en el caso de la pintura, es más visceral e introspectiva. En la fotografía se aborda desde un distanciamiento, elaboras el suplicio a partir de lo real. Pienso que el destiempo nace como resultado, te ubica en un momento específico por el que está pasando el personaje y no puede escapar.

Ahora recuerdo ese primer capítulo de Vigilar y castigar, de Foucault: “Suplicio”. Ciertamente, los cuerpos en tus pinturas y dibujos, sobre todo, parecen cuerpos suplicantes. ¿Crees que son cuerpos suplicantes?

Yo creo que sí. Los personajes que presento están cautivos de sus pensamientos, estados de ánimos y situaciones. Este estado de aparente “quietud” en las escenas, es la consecuencia de un poder que neutraliza y doblega el sufrimiento en pos de un modelo social específico. Estos cuerpos mutilados, trasgredidos, no deben verse tal cual, sino como una metáfora del malestar social. El suplicio está en la contención, en el “estar” atrapados.

El suplicio está muy relacionado con el espectáculo, con el teatro. De alguna manera, noto en tus pinturas un grado de exageración que, elípticamente, pudieran entenderse como una puesta en escena. ¿En qué sentido la teatralidad infiltra tu creación?  

La teatralidad recae en la gestualidad, en las composiciones alcanzadas a través de la plasticidad del cuerpo desproporcionado. Se infiltra en las imágenes elaboradas conscientemente para mostrar situaciones específicas de la vida, no la vida tal y como la conocemos, sino una ficción que se nutre de la misma.  En este sentido, podríamos hablar de la construcción de una puesta en escena, habitada por personajes que muestran una expresividad altisonante y exagerada.

Sin embargo, asumo la elaboración de mi proceso pictórico a la manera de un director de cine. Construyo mis pinturas eligiendo qué personajes protagonizarán las escenas, seleccionando qué planos serán visibles y recreando la narración en ajustes que calibren la carga dramática de cada pieza. Evidencio el enigma fragmentado del relato en una idea de tensión narrativa.

De la serie 'Reverie', Eldy Ortiz
De la serie ‘Reverie’, Eldy Ortiz

Decía Walter Benjamin que el arte debería ser “proyectil” y no “proyecto”. Estoy parado frente a El encuentro. Estoy parado frente a ese niño-cosaco. Estoy parado frente a una “apariencia” con orejas de conejo que lo acecha. El encuentro es como una flecha que tienes/tenemos todo el tiempo frente a tu/nuestro pecho. Ojalá fuera una flecha despuntada. Hay veneno en la punta de la flecha. Coméntame sobre la violencia en El encuentro y en tus otras piezas.

A veces la violencia aparece en la obra por sí sola, como resultado de la pincelada o el color. Me interesa el umbral de la violencia, no el acto per se. Me interesa el momento previo o posterior, la situación que hace posible el acto violento. En la realidad existe violencia, ya incorporada de manera natural. Yo te muestro la consecuencia, te paro frente a ella y te obligo a mirar. Intento arrebatar esta normalidad provocando un extrañamiento, poniendo al espectador en una encrucijada donde no tiene otra opción que decidir. Preferiblemente, acudimos a la “tranquilidad”, pero hemos conocido la extrema violencia que esta contiene. En El encuentro percibimos esta tensión previa a lo que posiblemente desembocaría en una acción violenta.

Esta violencia no deja de ser solapada, en cierto grado. ¿Qué relación estableces entre tus pinturas y la realidad cubana?

Mis pinturas, a pesar de mostrar ese lado terrible de los seres humanos, son, paradójicamente, una especie de refugio. La realidad es mucho más degenerada y violenta que lo que muestra mi obra, lo creo y lo padezco. He tenido la posibilidad de tener contacto real con la carne mórbida. He vislumbrado la debilidad del cuerpo, la asfixia de las almas a mi alrededor y he presenciado desde muy cerca la muerte. Esto hace de la obra un lugar propicio para el desahogo, para el vómito.

En la sociedad actual nos obligan a creer que todo está bien, que la búsqueda de la perfección nos salvará. Nos alejan de nuestra existencia, nos fuerzan a apartarnos de lo que es natural como individuos. La gente se convierte en un mero instrumento y todo el sistema se transforma en un monstruo ideológico, que aplasta a las personas reales.

El encuentro ocupa la posición de honor en la sala de tu casa. Pero en el cuarto-taller existe un sobre. Un cartapacio con retratos verdinegros. Es la serie Registro. Decenas de retratos (y no sólo). Tus retratos traslapan la carne. Imágenes fantasmas. ¿Qué es un retrato para ti?

Con esta serie me interesaba registrar de manera documental las distintas fases de uno mismo. Me atraía el hecho de explorar, a través del retrato y de estas figuras, la idea de construir partes de un gran autorretrato; sin embargo, cada retrato es considerado como una entidad individual. Esto se iría convirtiendo en una especie de exploración interna. Muchos fueron creados a partir de mi imaginación, sin referentes fotográficos y sin ningún modelo físico. Luego me apoyé en imágenes cuando sentí que no era suficiente, aunque el referente siempre quedaba muy difuso con respecto al resultado. Quería lograr un registro de personajes que luego pudieran ser utilizados para protagonizar posibles historias desarrolladas en los lienzos. El retrato lo veo como un registro, una búsqueda de la esencia como identidad.

'Whistler's mother remake', Eldy Ortiz
‘Whistler’s mother remake’, Eldy Ortiz

Eldy, dime si estoy equivocado. Tu posición dentro del paisaje del arte contemporáneo en Cuba es un poco outsider, ¿verdad?

Mi intención no ha sido enmarcar mi trabajo en una posición específica dentro del arte contemporáneo en Cuba. Cuando trabajo no pienso en eso. Creo que esta variable está en dependencia de las posibilidades que te brinda el mundo exterior. Por supuesto que me interesa mostrar mi obra y que cumpla con su fin.

Estudiaste en Academia Nacional de Bellas Artes San Alejandro y luego Diseño Escénico en la Universidad de las Artes de Cuba (ISA). ¿Por qué estudiaste Diseño Escénico?

Una vez culminado mis estudios en San Alejandro opté por la carrera de Artes Visuales en el ISA. Desafortunadamente desaprobé las pruebas y terminé decidiéndome por Diseño Escénico. Este giro repentino removió otras inquietudes que más adelante he aprovechado en mi obra.

¿Cómo el Diseño Escénico incide en tus obras? En tu fotografía, sobre todo, creo que incide mucho. Son composiciones milimétricamente estudiadas. ¿Es así?

El Diseño Escénico es una carrera que brinda conocimientos sobre el diseño de luces, escenografías y vestuarios. Estudiarla, hizo que fuera más consciente de las atmósferas, espacios y composiciones donde se desenvolverían mis personajes. Incidió en la importancia de cómo afecta la luz en los objetos, en las personas. En cómo puede enmascarar o desenmascarar elementos. Fueron necesarios los conocimientos que me brindó acerca del teatro, abriendo mi diapasón a un universo más allá de las artes plásticas. Entender estos otros códigos me dio herramientas para enfrentar mi trabajo de manera diferente.

Tu fotografía documental quizá sea la más difundida. ¿Cuándo sales a la calle qué buscas?

Me interesa tener un registro del contexto que me rodea, busco la indeterminación cuando salgo a la calle. Me place encontrar escenas que introducen una dimensión narrativa más allá de la apariencia documental de cada imagen. Siento la necesidad de mostrar determinado punto de vista que, además de enfrentar la verdad contada por la realidad, emane una historia paralela. Busco la belleza en lo cotidiano, la poesía desgarradora que nace cuando se encuentra el momento decisivo, aunque para mí se trate del momento (in)decisivo: el camino incierto entre el hecho y la ficción.

De la serie 'Pneuma', Eldy Ortiz
De la serie ‘Pneuma’, Eldy Ortiz

¿Por qué prefieres el óleo?

Por el significado que tiene para mí enfrentarme a determinados procesos que no acaban, que se mantienen vivos. Prefiero el óleo por la materia que lo compone y los materiales que intervienen en su ejecución. La base del óleo es el aceite, la grasa, y esto lo asocio con la carne, con la piel que envuelve cada uno de mis personajes. Cuando pinto con óleo obtengo resultados de mayor plasticidad, siento que me permite un mejor juego con las texturas, dotando de cierta personalidad a los seres que creo. Se dice, incluso, que cuando seca, las moléculas en su composición química siguen eternamente vivas.

¿Por qué prefieres la fotografía analógica?

Comencé mi acercamiento a la fotografía con una buena cámara digital para principiantes. Me daba un montón de posibilidades, por lo que decidí utilizarla y procesar mis propias imágenes. A los dos meses de tenerla me aburrí y empecé a usarla ocasionalmente, sin tomarla demasiado en serio para mi obra. Un amigo me acercó, más adelante, a la fotografía fotoquímica o analógica, explicándome los resultados que esta podría darme.  Vengo del universo de la pintura con un procedimiento que te involucra físicamente. Es un mundo de mezclar pigmentos, aceites, aglutinantes, diluyentes, barnices, etc. Son procesos muy artesanales y hay que dedicarles tiempo si se quiere obtener buenos resultados. La fotografía analógica tiene eso: un curso artesanal. Existe una belleza y un misterio en las imágenes, siendo completamente aleatoria y dando paso a posibles accidentes. Es un proceso químico y físico, por lo que el producto puede sorprenderte.  Estos resultados no son inmediatos y se necesita estar muy claro a la hora de disparar y proceder con calma en cada disparo. Es un noble arte para entrenar la paciencia.

¿Por qué prefieres la calma a la imprudencia de los logros fáciles?

Creo en el goce del proceso creativo. Si no involucras el tiempo, la paciencia y la calma, el resultado, para mí, no vale la pena.

De la Serie 'Registro', Eldy Ortiz, 2020
De la Serie ‘Registro’, Eldy Ortiz, 2020

¿Por qué prefieres los colores fauvistas en tus pinturas?

Cuando estudiaba en San Alejandro recibí clases de pintura con la profesora y artista visual Rocío García. Ella impartía un taller llamado Los Nuevos Fieras, donde nos enseñaba a usar los colores puros, estridentes, contrastes complementarios, sin mezclar demasiado los pigmentos con el objetivo de obtener colores vivos en las pinturas.

Rocío nos acercaba a este lenguaje fauvista de algunos expresionistas europeos en las primeras décadas del siglo XX.  Este taller tuvo gran impacto en mí por esta nueva forma de utilizar el color que antes no había experimentado. Con el tiempo ha ido mutando, sin embargo, estas enseñanzas están incorporadas en el modo que utilizo los colores. Es algo de lo que no he podido ni quiero desprenderme, porque comunica de manera más efectiva lo que quiero decir.

¿Por qué prefieres, a veces, sólo dibujar?

Para mí es importante la relación entre la línea como expresión plástica y el papel como soporte iniciático porque producen un diálogo intimista. Esto convierte al dibujo en un refugio para el autoanálisis psicológico. No los asumo como bocetos en relación con mis pinturas, sino como obras terminadas e independientes. El dibujo tiene una espontaneidad y franqueza que lo convierte en un lenguaje directo que otras manifestaciones no pueden replicar.

¿Por qué prefieres pasar largas temporadas sin dibujar?

Cuando paso largas temporadas sin dibujar es porque estoy inmiscuido en proyectos fotográficos. También siento que como artista es necesario tomar distancia con relación a la obra, para reflexionar sobre lo que has venido haciendo y adquirir nuevas experiencias. Las obras se convierten en un contenedor donde arrojas vivencias e influencias artísticas que absorbes con el paso del tiempo. El regreso y encuentro que se produce con la obra es importante para su madurez.

¿Por qué, sobre estos miles de dibujos que me muestras, sobrevuela un dolor, un castigo? Miro estos miles de dibujos y me siento parte de una ceremonia. El ceremonial de la pena. El juego de los dolores. ¿Cómo puedes conservarlos? ¿Cómo puedes no deshacerte de ellos?

Creo que la respuesta está en el dolor, lo demás es superficial, no existe. Esta sensación está de manera terebrante en mis dibujos. Es una búsqueda constante de reflexión sobre nuestros deseos, traumas y experiencias que permanecen velados y enterrados en el lado oscuro de la sociedad.

¿Cómo no conservarlos? Mi obra soy yo y expone mi punto de vista sobre el ser humano. A lo mejor no es lo que las personas quieren ver de sí mismas, pero es necesario reflexionar sobre estas cuestiones. Esto pudiera rozar, para algunos, los límites de lo ético y lo moral, pero creo necesario indagar en la oscuridad, para vislumbrar claramente la luz.

De la Serie 'Registro', Eldy Ortiz, 2020
De la Serie ‘Registro’, Eldy Ortiz, 2020
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EDGAR ARIEL
Edgar Ariel Leyva González (Holguín, Cuba, 1994). Periodista, investigador y crítico de arte. Máster en Estudios Teóricos de la Danza (2020) en la Universidad de las Artes de Cuba (ISA) y Licenciado en Periodismo (2018) en la Universidad de Holguín. Es egresado del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso. Actualmente investiga sobre la configuración de la estética poscrítica en Cuba. Forma parte del Staff de Rialta.

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