Eduardo Ponjuán
'Destellos', Eduardo Ponjuán, óleo sobre tela, 2022

Siete mensajes entre Julián y yo (vía Whatsapp).
A veces nos escribimos mensajes largos como cartas.
Aquí yo solo escribo el primer mensaje. O respondí alguna pregunta. Muy breve.
Julián está fuera de Cuba hace más de veinte años. Yo muchísimo menos.

1.

¡Mijito, ayer vi un alción! Estaba yo arriba de uno de esos botes que te pasean por el río y cuando aquel remero me grito en su francés, casi incomprensible para mí: “Tiens! Volià Martin–pêcheur!”[1] yo me quedé tieso. Justo acababa de cerrar el celular y leer lo que me decías de la mancha azul en La cascada de Eduardo. Las coincidencias rarísimas. Ese suspiro por las regiones. Aquel pájaro le entró al agua con mucha fuerza, pero salió sin nada en el pico. Estuve pensando en escribirle a Eduardo, ya que tú no le escribes a nadie, y contarle que te he mandado todas las fotos de la exposición. Y que a todos los cuadros le quieres agregar algo de tus libros de poemas de hace más de veinte años. Que andas diciendo que se vería bonita una mancha azul tratando de cazar algo en La cascada. Una mancha azul entre las luciérnagas. Nunca voy a entender por qué últimamente te ha dado por la abstracción. Pero te aclaro que, aunque no quieras un pájaro azul y pequeño en detalle, jamás Eduardo dejaría caer una mancha en esos paisajes incisivos y engañosos. Aunque puede ser que sí, que entre tantas luciérnagas se vea bonito un alción feliz de pico largo. Minuciosamente detallado.

'Cascada', Eduardo Ponjuán, óleo sobre tela, 2022
‘Cascada’, Eduardo Ponjuán, óleo sobre tela, 2022

2.

Saliendo de Shakespeare and Company. Fui a comprarme otra jaba. No sé si te dije que boté la jaba en el metro. Sonará como tú quieras, pero yo ya no puedo estar sin una jaba de Shakespeare and Company. Es como cuando me dio por los kimonos de segunda mano. Hoy todavía me duele aquel kimono, el estampado con las dos chinas tomando té en sus tazas de porcelana, que me perdieron en la lavandería. Por suerte ni las llaves ni el celular iban en la jaba. El celular lo tenía en el bolsillo del abrigo y las llaves en el pantalón. Dos bolsillos que me salvaron de no volverme loco si hubiera perdido cualquiera de las dos cosas. Tu Julián que anda sin cabeza. Cada día más. En la jaba solo iba País de nieve. Aún no sé cómo pude olvidar esa jaba con el frío de Niigata adentro. El vagón estaba vacío. Puse la jaba en el asiento de al lado y ahí la dejé. ¡Qué maravilla de libro es País de nieve! Esa Komako como personaje me encanta. Todo en ese libro suena a desamor, lo mismo la tetera que la noche en calma. Si no hubiera sido por los cuadros del País de nieve de Eduardo que me mandaste no hubiera cogido el País de nieve de Kawabata del librero. No sé por qué no había leído a Kawabata. En el País de nieve de Eduardo creo que el cuadro que más me gusta es Birches. Esas capas de ironía. Es como dar clic en nationalgeographic.com. Hurgar un buen rato en las reservas de bosques de abedules de Pinterest y después dejarme colgando en la casi abstracción. La factura de cada tronco. Como teclas de piano. ¿Tú crees que esa obsesión de Eduardo por lo abedules viene de Robert Frost? Acuérdate que antes de que Robert se meza en los abedules hay una loa a la escarcha. Ahí donde Robert dice que la escarcha es la cúpula rota del cielo. Ahora mismo me han daba unas ganas terribles de cambiarle el título a esa novela que no termino y ponerle Nieve. A secas.

'Zorra en luna llena', Eduardo Ponjuán, óleo sobre tela, 2022
‘Zorra en luna llena’, Eduardo Ponjuán, óleo sobre tela, 2022

3.

—¿Y cómo se llama la expo de Eduardo?

—¿Ya no te lo dije? Cartas a Theo.

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—Dile a Eduardo que hay cartas que nada más se escriben para mirar el sol naciente. Horas hasta el cenit. Son muchos los ciegos que están en satori por mirar al sol. Da igual los soles que le ha calcado al mismísimo Vincent. Los caballetes que permanecían en el sótano. Igual están los pies untados de sol. Suelas de 24 quilates cuando refulgen siempre sobre la escarcha. Para leer cartas debajo del sol lo único que hace falta es un par de botas cómodas. No importa que sean las botas pintadas por el mismísimo Vincent. Hasta Heidegger, cuando miró las botas pintadas por el mismísimo Vincent, solo se interesó por el viento helado, el yermo barbecho del campo invernal. Todo eso preso debajo de las suelas (Vincent lo ve todo del mismo color. Ve la hoja blanca de la carta del mismo color amarillo que vería un alud sobre las blue mountains).

'On the Road', Eduardo Ponjuán, óleo sobre tela, 2020
‘On the Road’, Eduardo Ponjuán, óleo sobre tela, 2020

4.

Ayer tuve que ir a leer solo a Montmartre. Tú en vez de estar dando paseos en botes, y visitando viñedos como una vieja burguesa por el Rin, tenías que haber venido a quedarte unos días conmigo en esta ciudad. Así no hubiera ido a leer solo. No soporto a ninguno de esos diletantes con los que estas viajando. Me encantaría oír qué se habla en uno de esos botes. Ayer tampoco tenía ganas de ver a nadie. Dos autores de la editorial leerán fragmentos de sus respectivas novelas que verán la luz en otoño. Algo así decía la invitación. La muchacha que leyó conmigo me gusta mucho. Solo la conocía de nombre. Margot. Vive en Lille. Tiene su novela ya terminada. Leyó el capítulo final menos las dos últimas páginas. Le dije que yo no estaba seguro de que mi novela fuera a terminarse en otoño. Que a lo mejor en la invitación debía decir que una era para el otoño y la otra para finales del invierno. Quería preguntarme una cosa de Cuba y de mi primera novela. No soporto que me pregunten sobre ninguna de las dos cosas. ¿Qué podría hablar yo de Cuba ahora mismo? Si yo soy casi Eduardo pintando paisajes irreales. Donde no ves ni una sola palma. Al final la pregunta de Cuba no era de Cuba. Era sobre un texto muy corto que yo había escrito sobre Severo Sarduy. Le recité un pedazo de “La conspiración de los necios” de Ángel Escobar porque su novela se llama Los necios. No me acordé del poema completo. De Ángel Escobar siempre tengo ganas de hablar. La pregunta de la novela era una bobería. Más bien que a su novia la novela le había gustado mucho. Con lo de la novia respiré aliviado porque por un segundo pensé que estábamos flirteando. Evidentemente yo ya no sé ni lo que es flirtear. A ella la novela también le gustó. Bustos y rimas le parecía un excelente título para una novela desde la primera vez que lo oyó. Quiso saber si ya yo no escribía poesía. Le dije que no. Seguro por eso es que tu título suena a poesía del XIX –me dijo. Mientras estuve leyendo la veía con la vista clavada en mis medias de colores. Todo el tiempo. Le enseñé las medias de Eduardo en el celular. La idea de la tendedera en la galería. Eduardo ya se me ha vuelto una constante. Sobre las medias me habló no sé qué de la crisis de la representación. Su abuela materna vive en Arles. La última vez que fue a Arles vio una visita guiada por un trigal. Llevaban pulóveres estampados del Trigal con cuervos. También recuerda un puesto con souvenirs de orejas. Todas en cerámica de diferentes tamaños. Luego estuvimos hablando con otras personas. Yo hablé bien poco. La verdad. Al final se despidió con un Nos vemos, prócer piadoso. Se le quedó grabado eso del necio Escobar.

'Cántaros quebrados' Eduardo Ponjuán, instalación, dimensiones variables, 2022
‘Cántaros quebrados’ Eduardo Ponjuán, instalación, dimensiones variables, 2022

5.

—¿Y tú qué piensas escribir de esa expo?

—Aún no tengo idea. A lo mejor empiezo a escribir de ti como pretexto.

—Huelo esa pizca de sarcasmo. Pero te digo que hay una especie de viaje mudo e inmóvil que nos une bastante a Eduardo y a mí. Y esos paisajes son eso. Deberías decir de una vez que es una expo de total abstracción. El otro día cuando decía lo del alción como mancha me refería a la abstracción anímica en esos cuadros. Pero luego empezaste a decir que si el oficio esto y lo otro. ¡Ah!, y también nos une el viaje en carretera.

—Tú lo que estás loco porque se vuelva a hablar de ti en esa isla. Jjjjjjj! ¿Qué carretera?

—No sé de qué isla tú me hablas. Pero la carretera siempre será la carretera de On the Road.

—La luz en ese cuadro me encanta.

—Supón que vamos en un Dodge enfilando esa curvita peligrosa, ¿Tú quién prefieres ser: Sal Paradise o Dean Moriarty?

—Yo en ese libro siempre voy a ser Old Bull Lee. Y tú sabes que yo prefiero un Cadillac.

'Satori', Eduardo Ponjuán, óleo sobre tela, 1990
‘Satori’, Eduardo Ponjuán, óleo sobre tela, 1990

6.

—¿En qué es lo primero que tú piensas cuando te dicen: Ponjuán?

—Es una escena que ocurre en China. Luna llena. Afuera de un almacén gigante hay unos envoltorios de guaguas Yutong que están siendo mordisqueados por un zorro. En uno de los envoltorios se puede leer la palabra porcelana.

'Cartas a Théo', Eduardo Ponjuán, instalación, dimensiones variables, 2019-2022
‘Cartas a Théo’, Eduardo Ponjuán, instalación, dimensiones variables, 2019-2022

7.

Ahora mismo debería escribirte una carta en papel. Hablar de mi razón destruida a medias. Luego voy a esperar a que me disparen uno de esos dos niños que juegan a los cowboys. O voy morirme de risa. Y ya.


Notas:

* Este texto forma parte de las palabras al catálogo de la exposición Cartas a Théo, de Eduardo Ponjuán, que se inauguró el pasado viernes 16 de diciembre de en la galería habanera El Apartamento y permanecerá abierta hasta marzo de 2023.

[1] “¡Aquí viene el martín pescador!”

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