La multipremiada artista chilena Cecilia Vicuña celebra por primera vez una exhibición individual en Nueva York, la ciudad donde ha residido desde 1980. El museo Guggenheim es la institución que acoge la muestra nombrada Spin Spin Triangulene, que reúne piezas realizadas en la década del sesenta junto a trabajos actuales de una de las pioneras del arte conceptual en América Latina.
Este ha sido para Vicuña un año de grandes sucesos en la escena del arte contemporáneo mundial. En abril último, recibió el espaldarazo del León de Oro a la Trayectoria durante la 59 edición de la Bienal de Venecia, máximo galardón concedido en el marco de ese evento.
El Guggenheim presenta ahora hasta el 5 de septiembre toda la amplitud de la práctica multidisciplinar de la artista chilena: “pinturas, obras sobre papel, textiles, películas, una instalación de Quipu específica para el lugar, una actuación única de un Quipu “vivo”, y nuevas pinturas y obras sobre papel creadas específicamente para esta exhibición”, informa el museo.
Vicuña es reconocida principalmente por sus esculturas textiles basadas en los quipus incas, que protagonizan el evento del Guggenheim, las cuales viene realizando desde hace décadas. Pero su trabajo también comprende una gran variedad de formas que combinan materiales naturales y artesanías populares.
“A mediados de la década de 1960, Vicuña comenzó su serie Quipu, esculturas blandas hechas con hebras suspendidas de lana anudada y sin hilar, a veces combinadas con objetos encontrados”, agrega el museo. “El Quipu era un anudado hecho con hilos de colores para transmitir una compleja información narrativa y numérica, un sistema creado en los Andes de Sudamérica y posteriormente abolido por los colonizadores europeos. Vicuña reimagina sus Quipus como una respuesta poética contra las disparidades culturales, ecológicas y económicas”.
La artista, de 74 años, empezó su trayectoria con pinturas al óleo inspiradas en la cosmogonía indígena; luego, ha realizado esculturas, fotografías, collages, instalaciones, videos, performances y libros de arte, en los cuales las subjetividades decoloniales desafían las narrativas hegemónicas del orden neoliberal y abogan por la libertad de expresión.
Sus primeras pinturas figurativas, exhibidas en el museo neoyorquino, “fueron concebidas como un acto descolonizador para subvertir la tradición petrolera impuesta a la cultura indígena por la conquista europea”, explica la nota de presentación.
Asimismo, se exponen “las Palabrarmas o «armas de palabras», que son acertijos y poemas metafóricos y políticamente comprometidos que muestran su concepción del lenguaje como una entidad viva”.
Como puede constatarse en la muestra del Guggenheim, la carrera de la artista se ha caracterizado por una defensa de las culturas ancestrales reforzada por la experiencia del exilio, que para ella comenzó en Londres, en los setenta, tras la instauración de la dictadura de Augusto Pinochet en su país natal. Sus trabajos han persistido a lo largo de los años en la búsqueda de un sentido de justicia social, haciendo énfasis en políticas feministas, ecologistas e indigenistas.
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