Miguel Coyula
Miguel Coyula

¿Te consideras un(a) cineasta independiente? ¿Por qué?

Sí. El tipo de cine que hago, tanto por sus características de contenido como por las de lenguaje, ha sido rechazado de todas las instituciones que financian el cine mundial (tanto industrial como el cine de arte). Nunca he querido hacer compromisos para que mis proyectos encajen en un perfil, por eso no he tenido otra opción que pagarlos de mi bolsillo, o con favores de amigos.

¿Qué criterios –económicos, políticos, culturales– han condicionado tu autonomía creativa para hacer cine en Cuba?

Al final de mi primer año en la EICTV estuvieron a punto de expulsarme. No porque mis películas tuvieran contenidos abiertamente políticos, sino por la metodología de trabajo. Exijo un control absoluto de muchas disciplinas (fotografía, edición, guion) en mis películas. Por eso tuve claro que tenía que continuar de la misma forma que comencé antes de entrar a la escuela. Casi solo. Durante años he desarrollado conocimientos de edición, fotografía, música, sonido, efectos especiales, para poder hacer cine en casa. Cuando he sido productor en mis películas ha sido por necesidad, no por vocación. Siempre me han interesado personajes inadaptados e intentar hablar de las zonas oscuras del ser humano y la sociedad. La teoría del cine imperfecto me ha interesado siempre no en su interpretación más didáctica (que muchas veces ha generado obras bastante deficientes), sino en su sentido ético de hacer un cine distinto a las hegemonías narrativas de la industria.

Desde los años noventa, el campo cinematográfico cubano ha experimentado importantes transformaciones, entre ellas, la pérdida de la hegemonía productora del ICAIC. En este panorama, ¿hacia dónde apunta la denominación “cine independiente” en el caso cubano? ¿Tiene sentido hablar de cine independiente hoy?

Es un área difícil, no sólo en Cuba sino en el mundo. Existen muchas gradaciones en los niveles de autonomía. Siempre he pensado que se debe ser independiente en contenido y forma, por encima de la forma de financiamiento. Hablar de lo que no se puede hablar ha sido siempre mi obsesión, hacer un cine incómodo. No creo que el ICAIC haya perdido la hegemonía productora, más bien parcialmente la ha recuperado con su Fondo de Fomento regido por el decreto ley 373. El mismo dice que los contenidos deben estar dentro de las libertades que permite la Revolución cubana, y esto se extiende no sólo la producción sino a la hegemonía en los cines y salas de exhibición de todos el país.

Recientemente, el Gobierno cubano ha legislado sobre el cine nacional. ¿Cómo impacta el decreto ley 373 las condiciones de posibilidad de los cineastas? ¿En qué medida responde a los intereses y las demandas del gremio?

Supongo que los cineastas que no están interesados en hacer un cine que toque frontalmente los puntos más incómodos de la realidad cultural y sociopolítica actual, no tienen nada que temer. Me alegro que hayan llegado a un acuerdo gobierno y cineastas. Muchos son artistas que respeto. Algunos tienen dudas, pero aparentemente la mayoría ha firmado para sacar su carnet de creador audiovisual independiente en el ICAIC, la institución gubernamental que tiene censuradas muchas de sus películas anteriores. Las limitaciones fundamentales quedan ambiguas porque los cineastas que no quieran filtrar sus contenidos y sean rechazados por el fondo, tendrán que recurrir a una producción fuera de la ley, convirtiéndose entonces en posibles blancos de la policía y la Seguridad del Estado, cosa que por otro lado ya he vivido de cerca incluso antes del decreto por intentar mostrar mi película Nadie en una casa privada. Hay muchos temas (no sólo Fidel Castro) de los que no se puede hablar en la Cuba actual. También hay muchos otros de los que sí se puede hablar. Y hay otros que se pueden edulcorar, cifrar, o callar. Pienso que cada cual debe hacer lo que sienta, y si creen que pueden hacerlo dentro del ICAIC, adelante. Es como un matrimonio.

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Ahora recuerdo un dialogo de Melancolía cuando Charlotte Rampling les dice a los recién casados: “Disfrútenlo mientras dure.”

¿Cómo evalúas el modelo de desarrollo cinematográfico que supone la puesta en vigor del Fondo de Fomento? ¿Cuáles son sus principales beneficios y limitaciones?

El Fondo de Fomento existe bajo la sombra del decreto. Es imposible separarlos.

¿Cuáles son los desafíos, los límites y las posibilidades para el desarrollo de una industria audiovisual en la Cuba actual? ¿Cómo será el cine cubano del futuro?

No tengo una bola de cristal para ver el futuro. Hacer mis películas me toma demasiado esfuerzo y tiempo. Estoy en una realidad tan distinta de la industria que realmente no me detengo mucho a pensar sobre eso. Que hablen los especialistas.

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MIGUEL COYULA
Miguel Coyula (La Habana, 31 de marzo de 1977). Graduado de la especialidad de Dirección en la Escuela Internacional de Cine y Televisión (EICTV) de San Antonio de los Baños. Entre sus cortos están Idea (documental, 1998), Buena onda (1999), Bailar sobre agujas (1999), todos producidos en la EICTV. Como realizador independiente ha dirigido los cortos Pirámide (1996), Válvula de luz (1997) y El tenedor plástico (2001). Su opera prima, Cucarachas rojas (2003), mereció varios premios internacionales. Memorias del desarrollo (2010), basado en la novela homónima de Edmundo Desnoes, fue votada la mejor película cubana de ese año por la International Film Guide. Nadie (documental, 2017) es su más reciente largometraje. Actualmente trabaja en la producción del largometraje de ficción Corazón azul.

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