Juan Villoro (FOTO Milenio)

Cum hac indole virtutum atque vitiorum… meruit
[Con esta índole de virtudes y de vicios… militó]
Tito Livio sobre Aníbal

En las memorias sobre su padre, el filósofo Luis Villoro (Barcelona, 1922 – México, 2014), Juan Villoro indaga y se cuestiona sobre el sentido vital y la razón de ser no sólo de su progenitor sino de sí mismo. Aunque no se trata de una biografía, nos enteramos de las etapas sucesivas de una vida. Aunque no es un ideario, conocemos las convicciones detrás del hombre. Aunque tampoco sea un libro de confesiones, quedamos con la inquietud de habernos asomado por el reojo de la cerradura. Y es verdad que la intención no es hacer un perfil de personalidad, pero terminamos por entender ciertas motivaciones surgidas en la infancia y en el medio familiar que animaron el itinerario de Luis Villoro. Después de todo, el saldo más profundo de esta obra está constituido por varias intuiciones y lecciones sobre los roles de padre e hijo, ya abstraídas de apellidos y contextos.

Hay muchas maneras en que un hijo puede escribir sobre su padre. Algunos dirán acaso que las hay tantas como casos particulares. Con todo, La figura del mundo (Random House, 2023) se inscribe dentro del género –amplio en sus registros pero tributario de ciertos tópicos– de los testimonios sobre padres célebres.

Juan Villoro en brazos de su padre Luis Villoro FOTO Proceso | Rialta
Juan Villoro en brazos de su padre Luis Villoro (FOTO Proceso)

Aquí radica la primera paradoja que representa la condición de posibilidad del libro: la notoriedad de una figura pública va muchas veces de la mano con un desconocimiento relativamente grande de esa misma persona por parte de los familiares más cercanos. Esta observación queda constatada al final de la obra, cuando el hijo llega –gracias a una conversación franca con su madre– a la anagnórisis sobre la identidad emocional de su padre, para entonces fallecido hace muchos años.

Quien dijera de este libro que se reduce a la condición de arreglo floral ante la efigie paterna del recuerdo, se equivocaría. Hay pétalos y hay también espinas. Y me parece que más que la actitud de un jardinero o florista, Juan Villoro ha optado por la postura del botánico, que selecciona, define, descubre la filiación, da cuenta del entorno y describe las condiciones de vida, en este caso, de un árbol frondoso y robusto. Todo esto lo ha conseguido. Sin embargo, este botánico es el retoño de su objeto de estudio, dispuesto para su disección, por lo demás, en el laboratorio que es la memoria del que lo estudia. Esta reflexión constituye pues un juego de espejos (“espesos”, escribí primero por un lapsus que me parece significativo).

De todo ello el autor está consciente, y dedica no pocos párrafos a tratar de elucidar esta circunstancia hasta cierto punto insalvable.

Cubierta de La figura del mundo de Juan Villoro | Rialta
Cubierta de ‘La figura del mundo’, de Juan Villoro

El subtítulo del libro, “El orden secreto de las cosas”, implica de suyo un credo racionalista. Las cosas no están arrojadas en un caos, sino que tienen un orden, se trate de condiciones históricas de las sociedades o de las relaciones de los individuos consigo mismos y con los demás. Sin embargo, es también cierto que este orden permanece vedado, secreto, a cualquiera que no se interese y se esfuerce por revelarlo. Móviles, motivaciones, causas y conexiones representan el descubrimiento y objetivo de quien se impone por tarea la elucidación. A este esfuerzo, a la vez familiar y social, corresponde La figura del mundo.

De este modo el libro es una apuesta por la transparencia, con todo y que esto implique por momentos una transgresión del silencio, o del tabú, sobre la privacidad de la vida de los padres. Silencio que, en buena ley, tiene sus razones respetables. Pero, ante el dilema, el autor ha decidido abrirse de capa, y abrir también puertas y ventanas, acaso buscando una ráfaga de aire fresco o una claridad particular con haces de reconciliación.

- Anuncio -Maestría Anfibia

Porque lo íntimo y lo público están aquí indisociablemente enlazados, las generaciones más jóvenes que frecuenten este libro encontrarán un testimonio de primera mano de hechos capitales del pasado inmediato de México, del que Luis Villoro fue a su vez un actor importante desde su papel como intelectual contestario. Hablo de la persecución de disidentes políticos, de la demagogia retórica del Estado, de la paranoia y enajenación dispensadas sistemáticamente por los medios masivos de comunicación, pero también de la creación de centros de educación media y superior, de la acogida de exiliados políticos, de la presencia de la España peregrina en México y de los grupos detrás de proyectos culturales y editoriales. En realidad, en el libro asoma a cada paso la pluma, no sólo del novelista y ensayista, sino del cronista y periodista cultural que también es Juan Villoro.

Luis Villoro | Rialta
Luis Villoro

Y entre estas claves secretas que dispensa, una sobre su padre es particularmente elocuente. Luis Villoro Toranzo estudió en un internado jesuita en Bélgica durante su adolescencia. Allí, entre otras cosas, aprendió latín y griego. Los padres, como parte de los ejercicios escolares, dividían a los alumnos en romanos y cartagineses. En palabras del autor:

Una pulsión lejana alimentaba las sucesivas tareas políticas de mi padre. En el internado de Saint Paul había luchado en el bando cartaginés. En esos pupitres, el país de Aníbal, Asdrúbal y sus desmesurados elefantes aún resistían contra el imperio. Estudiar, saber latín, significaba vencer a Roma. Desde entonces, él aprendió a no tener familia, ciudad, país concreto. Su guerra púnica sería abstracta, intensa, sostenida.[1]

Luis Villoro se identificó siempre con los enemigos de una Roma que se convertiría en el imperio de su tiempo. Para entender las concomitancias con el presente que incendiaban al filósofo, baste recordar los rasgos de ese imperio “depredador” tal como lo describió el historiador Ralph Turner:

En el curso de las guerras Roma forjó los instrumentos de su dominación imperial. Además de las legiones, estos instrumentos fueron: 1) colonias militares y civiles situadas en lugares estratégicos; 2) calzadas, sobre las que sus tropas podían movilizarse con rapidez, y 3) la política del “divide y vencerás”, que manteniendo separados a sus enemigos, disminuyó su capacidad de resistencia. La incautación de minas, bosques, canteras y salinas, tanto como de tierras, dio a Roma los recursos naturales de las áreas conquistadas. De hecho, el desarrollo del espíritu de empresa fue incidental dentro del auge de la explotación política… Así, la dominación política y los negocios se desarrollaron juntos. ‘La guerra dio origen, en Roma, al capitalismo’.[2]

Retomando el tema clásico de las guerras púnicas, el cantante Giorgio Gaber interpretaba en 1970 una canción de Virgilio Savona que decía:

Intenta pesar a Aníbal
ahora que sólo es cenizas
y dime cuántos gramos
la balanza señalará.
Intenta pesar a Aníbal
y te darás cuenta de lo que queda
de un gran general.
                         (Prova a pesare Annibale)

Juan Villoro, con La figura del mundo, no sólo nos cuenta la suerte de esas cenizas, repartidas entre territorio zapatista en Chiapas y una parroquia de Copilco en la Ciudad de México, sino que ha hecho del libro mismo una balanza para pesarlas y ponderarlas. Tal vez su Aníbal –de quien nos ofrece un retrato como aquel de Tito Livio en un famoso pasaje– no llegó tampoco, como el cartaginés, a derrotar a Roma, pero le dio a su hijo de doce años, entre las plazas convulsas y las canchas deportivas de 1968, no pocas razones para quererlo y admirarlo. Un triunfo, en definitiva, más importante.


Notas:

[1] Juan Villoro: La figura del mundo. El orden secreto de las cosas, Random House, México, 2023, p. 142.

[2] Cfr. Ralph Turner: Las grandes culturas de la humanidad, Fondo de Cultura Económica, México, 1948, pp. 806-813.

Colabora con nuestro trabajo
Somos una asociación civil de carácter no lucrativo, que tiene por objeto principal la promoción y fomento educativo, cultural y artístico. En Rialta nos esforzamos por trabajar con el mayor rigor profesional en la gestión, procesamiento, edición y publicación de los contenidos y la información. Todos nuestros contenidos web son de acceso libre y gratuito. Cualquier contribución es muy valiosa para nuestro futuro.
¿Quieres (y puedes) apoyarnos? Da clic aquí.
¿Tienes otras ideas para ayudarnos? Escríbenos al correo [email protected].

Deja un comentario

Escriba su comentario...
Por favor, introduzca su nombre aquí