Riders on the storm
into this house we’re born
The Doors
Y ahora que dejamos
la tierra y nos lanzamos sin más hacia la altura,
se cierra el cielo, se abre el ojo
de la tormenta.
La gente se inquieta, se agarra
de las manos, se persigna.
Yo también tenso los músculos
lavo los días, destilo recuerdos.
Estoy dejando atrás la tierra de mis vientos,
abajo queda la casa materna
con sus muebles ajados y sus sauces
y la luz y el trueno entre las ramas.
No sé adónde voy, adónde ya estoy yendo,
soy una pregunta que se eleva entre las nubes
un silencio que escucha su mitad vacía,
su espejo hacia la nada.
Estoy cantándome canciones de cuna
que tiñen el cielo como una luz de invierno.
Beso mi corazón para que crezca.
Yo, álgida de qué,
ahora río a contraluz de la tormenta.
En la máquina alada a punto de caer,
es otra la lluvia y otro el nubarrón
que me sacuden.
Al final el avión se estabiliza,
y aparece el oro del horizonte siempre lejos.
La gente aplaude, llora, grita,
somos más mortales
porque besamos la muerte.
Yo callo,
esta es mi tierra
no me espanta el aguacero
ni el corcovado viento que lame las ventanas,
este es el cielo de mis lluvias
nada puede dañarme,
conmigo van la noche y la tormenta.
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