La victoria del ultraderechista Javier Milei, que asumirá como nuevo presidente el próximo 10 de diciembre, ha sacudido el panorama político de la Argentina. Desde Rialta, hemos querido preguntar a un grupo de escritores, periodistas e intelectuales argentinos de varias generaciones qué opinan sobre las causas de este ascenso, sus implicaciones para el campo cultural y cómo ven, de manera general, el futuro cercano de su país. A continuación, las respuestas que recibimos.
Pablo Baler (Buenos Aires, 1967), novelista
Argentinian Psycho
Hay algo más que una circunstancial afinidad entre las imágenes de Javier Milei blandiendo la motosierra y esa memorable escena en American Psycho donde un Christian Bale arrebatado persigue, motosierra en mano, a una despavorida mujer semidesnuda. Con este símbolo de la violencia suma hoy Argentina una cuenta más al largo collar de metáforas del desmembramiento de su cuerpo político.
En Estados Unidos, desde el ascenso de Trump al escenario público, la frase que más se repitió como reacción ante sus abominables payasadas era: “sería cómico si no fuera aterrador”. Lo dijeron, por ejemplo, cuando recomendó inyectar lavandina para combatir el COVID, cuando propuso que los molinos de viento causan cáncer, o cuando sugirió que también entre los nazis se puede encontrar buena gente. Milei suscita una reacción similar. El ascenso de este nuevo chantapufi de feria, monstruo con peluca y patillas de caudillo menemista sería cómico si no fuera aterrador.
El miedo no radica en sus hiperbólicas promesas de campaña (riñones al por mayor y venta de algún que otro pibe, dolarización de la economía o supresión del Banco Central) sino en la revitalizada coalición de autócratas, oligarcas y ultraliberales, hoy irónicamente alineados tras el outsider anticasta. Con el incauto aval de la mitad de la población, esta pandilla de latifundistas se prepara a relajar leyes laborales, revertir regulaciones, desbaratar el precario entramado de asistencia social, privatizar los recursos del Estado y eliminar ministerios como el de Salud o Educación. Y esto sin mencionar el espíritu militar con el que defenderán, en nombre de Dios y María Santísima, los inalienables derechos de las grandes multinacionales y la mesa chica.
Llamar al grupo que lideró este batacazo electoral de noviembre La Libertad Avanza es el sumun del doublespeak orwelliano. Ni “avanza”, ni “libertad”. Peor aún, al doublespeak del siglo XX le subieron la apuesta con el renovado gesto político del siglo XXI: el gaslighting. No basta hoy con que los conceptos tergiversen la realidad; ahora las víctimas deben ser responsabilizadas por las indecencias de los victimarios. A la flamante vicepresidenta Victoria Villarruel, apologista del terror de Estado, se le cae la saliva pensando en las futuras represiones. El mesiánico Milei, rodeado de banalizadores del Holocausto judío como Martin Krause, no vacila en presentarse como un dedicado estudioso de la Torá. Y estos tránsfugas que hoy nos venden el globo del “cambio”, sueñan con las viejas políticas implementadas por Martínez de Hoz, descendiente de una de las familias ganaderas más antiguas de la Argentina y precursor de nuestro histórico derrumbe económico. Naturalmente, quienes señalan todas estas veleidades, son criticados por promover una “campaña del miedo”.
Claro que los padres de la derrota no se quedan atrás. Todos los avatares del peronismo se resumieron en otras versiones del gaslighting: Massa, el pusilánime capitán del naufragio, nos levanta el pulgar desde el fondo del océano, y la Cristina (presencia ubicua, ubicuamente desaparecida) dejó un país hundido en la indigencia mientras con la boquita estirada por el bótox nos repite: “La patria sos vos”.
¿Cómo termina la escena de American Psycho? Mal. La mujer espantada baja y baja por una escalera circular que desciende fractalmente hacia el infinito. Christian Bale, que casualmente interpreta el papel de un banquero de Wall Street, lanza la motosierra con tal buena puntería que la alcanza. Ella queda despedazada en el piso, sumergida en un charco de sangre que no termina de expandirse. Tras la victoria electoral, Trump felicitó a Milei compartiendo un mandato que es también un deseo: “Make Argentina great again!” La Argentina, sin embargo, en su infinita misericordia, siempre encuentra la forma de estar peor. Si acaso ese es nuestro destino, no hay que perder las esperanzas.
Diego L. García (Buenos Aires, 1983), poeta y ensayista
Que llegue al gobierno alguien que dice que “la justicia social es una aberración”, negacionista del terrorismo de Estado (ha hablado del “curro de los derechos humanos”), alguien que afirma que “todas esas políticas que culpan al ser humano del cambio climático son falsas”, con diputados que comparan los derechos LGBTIQ+ con una discapacidad, haciendo gala de una personalidad psicopática de manual, genera una tristeza que supera toda búsqueda de explicaciones. Uno ya tiene claro que vivimos en una época donde la coherencia y la razón han quedado atrofiadas por el resentimiento; el combustible: una cultura de arquetipos virtuales y violencia discursiva sumada al deber del éxito egoísta como único reconocimiento (donde el otro es sólo un like, una silueta que aplaude, nunca una persona). Se suspenden los valores básicos. Emerge el fascismo como espíritu antihumano y –paradójicamente– antipatriótico (es este un fascismo financiero). Ahí precisamente estamos hoy en la Argentina.
Con respecto a la literatura: será sin dudas una resistencia necesaria. Ayer pensaba que la poesía puede resguardarnos del “lenguaje de la crueldad”, porque nunca podrán entrar en ella. Nunca la entendieron ni la entenderán. Al menos estos personajes nuestros, bastante bizarros y ridículos, chatos, que encaran con escasa inteligencia la destrucción de lo común. A eso apuntan: a disolver el tejido social, a vaciar de sentido todo deseo fuera del consumo. Será un tiempo para pensar con más intensidad, para escribir con más intensidad, y para amar y educar del mismo modo.
Abel Gilbert (1960), compositor, periodista y ensayista
Hay algo francamente perturbador en la victoria de Javier Milei y que puede proyectarse hacia otros países latinoamericanos. El fracaso del socialismo realmente existente –por llamarlo de una manera benévola– y las vertientes progresistas no habilita salidas superadoras por izquierda. La derecha y ultraderecha ganan entre otras razones porque exhiben las ruinas y desarreglos como un espectáculo disciplinador y alienante. Queda asociado al “comunismo” hasta la discusión sobre el papel del Estado en la regulación de la economía. El exilio venezolano, mal pago en sus trabajos, precarizado hasta la médula, ha sido un propagador boca a boca de ese sofisma en Argentina. Lo ha legitimado con la propia experiencia. “Yo estaba ahí, nadie me lo ha contado”.
A Milei lo eligieron los millonarios, deseosos de terminar con el populismo, la clase media furiosamente antiperonista y millones de pobres que habían dejado de creer en nada porque lo han perdido todo: trabajo, educación, seguridad. Todos pasaron por alto sus excentricidades: la condición de enviado celestial, la especialidad en sexo tántrico, la comunicación telepática con los perros y su flamante novia imitadora de la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner. Había una herida previa, capaz de obnubilar toda razón política. La devaluación del peso argentino arrastró a las palabras. Cómo no azorarse de la confesión del ultraderechista en Córdoba, cuando explicó hasta dónde llegaba su compromiso afectivo con la provincia si su perro Conan era oriundo de ella. Si es capaz de decir eso y ser aclamado, ¿no se puede a estas alturas enunciar cualquier cosa, hasta la más brutal? El campo de la cultura dijo NO a Milei casi en bloque. Pero no pudo hacer nada. Eso muestra hasta qué punto está partida la sociedad y qué poco pueden interesarles los bienes simbólicos a millones de pobres, necesitados de un nuevo mesías.
Daniel Lipara (Buenos Aires, 1987), poeta y traductor
Quizás por primera vez en este país, un presidente ganó diciendo lo que verdaderamente va a hacer. El plan es transparente, y se puede consultar en su plataforma electoral. Eliminar el peso argentino y dolarizar la economía; privatizar la educación y la salud pública; abrir la libre venta de armas, de órganos y de bebés; negar el cambio climático; derogar el derecho al aborto y al matrimonio igualitario; privatizar las empresas del Estado, incluyendo las que administran recursos estratégicos como el petróleo, el gas y el litio; privatizar –cito– las ballenas y el mar. El presidente y vicepresidenta electos revindicaron la última dictadura militar; cuestionan abiertamente la cifra de desaparecidos; niegan que haya habido un plan sistemático de desaparición y de tortura y de asesinatos y de robo de bebés en centros clandestinos de detención mientras las abuelas de esos bebés siguen buscándolos. Nadie podrá sorprenderse: Milei ya avisó.
Números. El 70% de las medidas económicas que propone el gobierno electo coinciden con las políticas económicas impulsadas por Cavallo, Menem y de la Rúa que llevaron al país a uno de los estallidos sociales, económicos y políticos más virulentos de la historia reciente, dejando un saldo de 41 muertos, millones de personas en la pobreza indigencia y una economía quebrada donde los bancos se quedaron con los ahorros de miles. Números. El 68% de las medidas económicas de Milei coinciden con las del ministro de Economía de la dictadura, Martínez de Hoz. Hay cuatro diferencias: dolarizar, váuchers para la educación, quitar la redistribución de ingresos entre provincias y prender fuego el Banco Central.
Imaginemos un país apoyado sobre unos pocos resortes flojos. El vaivén puede tirar, literalmente, a millones de personas a la pobreza o la indigencia en un par de días. Nunca sé muy bien cómo explicar esto para personas que viven en otros países. Parece ciencia ficción, y lamentablemente no lo es. Los resortes flojos son inflacionarios. Están atados a una relación complejísima –económica y psicológicamente hablando– con el dólar. Si el dólar sube, suben automáticamente los precios. Si se cree que va a subir el dólar, suben los precios por las dudas, disparando el costo de vida. Pero el salario no sube. La economía argentina es un botón con un asiento eyectable. Son vitales las regulaciones, desde las tarifas hasta el transporte, el control de la tasa de cambio, las políticas de derechos laborales y de jubilación digna, y un gobierno que tenga cierta sensibilidad social para que la especulación financiera no se lleve puesto al que apenas llega a fin de mes. Quiero decir, el impacto y las consecuencias del arsenal de medidas económicas que viene anunciando Javier Milei no va a ser a largo plazo. No va a ser una curva lenta de transformación macroeconómica. Él lo sabe y está anunciando un programa para contener la protesta social inminente: palos y tiros.
El domingo de las elecciones, mi pareja y yo preparamos chilaquiles (sí, chilaquiles porteños) y caminamos hasta la otra punta de la ciudad, donde está la escuela en la que voto. Nos tomamos un Uber de regreso. El conductor tenía unos sesenta años. Sin quitar los ojos del retrovisor, me dijo muy tranquilo que acá en Argentina no hubo treinta mil desaparecidos. Que “terrorismo interno”, hubo. Este es el futuro inmediato de la Argentina; perder un consenso básico a cuarenta años de la recuperación de la democracia; demonizar y destruir a los organismos de derechos humanos que son para nosotres el faro más potente del mundo; empujar la conversación pública a la derecha extrema y al negacionismo. Me pregunto qué impacto tiene este desplazamiento en el campo de la acción. Esto es lo que veo en el futuro inmediato para la Argentina. Violencia contra las diversidades identitarias y los colectivos LGTBIQ, contra la ola verde del feminismo, contra el ambientalismo, contra los movimientos populares y los partidos de izquierda. Veo un gobierno alineado con el genocidio en Palestina. Veo más homofobia, xenofobia, transfobia, machismo, sexismo, racismo y delitos de odio. Veo camiones hidrantes. Veo el humo de los gases lacrimógenos y personas corriendo con la remera tapándoles la nariz. Veo robocops con escudos y escopetas apuntándole a mi tío, a mi hermana, a mis amigues. Eso veo.
Florencia Lobo (Tucumán, 1984), poeta
En Argentina quienes estamos en la vereda opuesta (ética, moral, ideológicamente) de lo que propone el gobierno electo sentimos que cambiamos futuro por pasado. Y miedo, incertidumbre.
Es muy triste y preocupante que justo en el año en que se cumplen cuarenta años de la recuperación de la democracia en Argentina, sube a gobernar electo por el propio pueblo un equipo que pone en tela de juicio algunos de los consensos alcanzados después de tantas luchas y que niega o relativiza los crímenes de la última dictadura cívico-militar.
Es triste ver a tantas personas eufóricas con el resultado, que no reparan en que de un momento a otro serán parte de las afectadas por las políticas que el nuevo gobierno quiere llevar adelante. En ese sentido, es tan dolorosa como cierta la imagen que circuló por ahí de alguien dándose un tiro en el pie, contentísimo.
Y es preocupante la escalada de acciones de índole fascista, de dichos antidemocráticos, por parte de algunos seguidores de Milei, fomentada (y esto es lo peor) por él y su propio círculo.
Si el presidente electo realmente lleva adelante todo lo que se propone, va a ser una tragedia para el país (me refiero a la privatización de la educación, de la salud, de “todo lo que se pueda privatizar”, como él mismo dijo; a la quita de subsidios de todo tipo, a la liberación despiadada del mercado). En principio, hay que ver si efectivamente puede hacerlo, porque lo cierto es que no tendrá mayoría en el Congreso. Si respeta la democracia y allí se le pone un freno, no le será tan fácil, espero. Más que nunca los espacios que ahora pasan a ser oposición deberán estrechar lazos, unirse, mantenerse firmes para defender tantos derechos conquistados, las cosas que más o menos funcionaban a pesar de la crisis.
Escuché decir ayer a Álvaro García Linera que los anacronismos neoliberales como este tienen patas cortas. Ojalá sea así. Habrá que resistir y recuperar el rumbo cuanto antes.
Nick Cave decía tiempo atrás en su blog The Red Hand Files que no existe el problema del mal. Lo que existe es el problema del bien. (Siglos de pensarse esto filosóficamente al revés).
En realidad, el mundo es un lugar cruel, injusto. La naturaleza lo es, no es raro que todo lo que es parte de ella tienda a serlo (¿por qué no lo haría?). Lo loco, entonces, es que en ese entorno naturalmente hostil y caótico exista la búsqueda del bien, una y otra vez, una y otra vez. ¿Por qué un mundo que tan a menudo es cruel insiste en ser bello y en ser bueno?, se pregunta Cave, y no aparece respuesta.
Pero, qué duda cabe, existe la gente que puja por el bien, por el bien común, a pesar del entorno hostil (donde el egoísmo existe, los negacionistas existen, la injusticia existe…).
No sé si el amor vence al odio. Todo es mucho más complejo y caótico. Pero sí sé que sería imposible vivir en el mundo sin tener la certeza, aunque mínima a veces, de que, a pesar de todo, la búsqueda del bien común sigue teniendo un lugar acá entre nosotros. Y que a pesar de las tormentas siempre eso resiste. Necesito pensar en cosas así hoy. Y, para enfrentar lo que viene, para no bajonearse, es urgente tener más presente que nunca a gente como Nora Cortiñas o Estela de Carlotto, a las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, que ya deberían haber dado nombre a alguna unidad de medida para definir lo bueno del mundo. Habrá que agruparse bajo paraguas así en esta lluvia que empieza. Bajo pañuelos así.
Matías Méndez (Buenos Aires, 1997), poeta
Es un poco difícil pensar el futuro tan rápido, creo que la mayoría estamos en shock a pesar de que sabíamos que lo más probable era este resultado. Creo que el miedo más grande está en lo que habilita esta victoria de Milei, que habilita violencias hacia minorías, principalmente, y había ámbitos, personas, proyectos que no planteen como su principal fuerza, su principal ventaja, la idea de ganancia, la idea de mercancía.
Y creo que todes quienes nos manejamos desde otros valores tenemos bastante miedo de que esa violencia se vea más legitimada, aunque quizá no venga desde Milei directamente. Creo también que el miedo está más en el programa que hay detrás de Milei, tanto de Mauricio Macri como de Victoria Villarroel, su vicepresidenta, que sí tiene vínculos más directos con los militares, por ejemplo.
En cuanto a lo personal, el trabajo relacionado a la literatura, a las editoriales, bueno, vemos aún más difícil sobrevivir en estos ámbitos, en donde ya estaba siendo complejo con como venía siendo todo, y pinta un poco más difícil.
Al mismo tiempo, hay que reconocer que ganó de manera democrática, entonces tampoco quiero compararlo directamente con otros momentos más oscuros del país. Tenemos miedo, pero creo que es un poco el shock del momento, y creo que, a medida que pasen las primeras semanas, vamos a poder dilucidar un poco más cuál es el plan de este próximo gobierno.
Leila Mesyngier, periodista, directora de revista Anfibia
La victoria de Javier Milei abre nuevas preguntas sobre el futuro de la democracia, justo cuando se cumplen 40 años. Durante 2023 los y las argentinas votamos varias veces y podemos asegurar que el sistema electoral funciona, sigue fuerte y sano, a pesar de las denuncias por fraude de algunos sectores en la búsqueda de inestabilidad política. Pero el nuevo presidente es un economista que se hizo famoso como comentarista de televisión, no tiene experiencia en la gestión del Estado, no cuenta con una estructura que le permita ocupar las segundas y terceras líneas de funcionarios públicos –desde el balotaje cada día confirman y desmienten nombres y cargos– ni mayorías legislativas. Además, lo rodean discursos negadores de los acuerdos básicos que supimos construir en estas cuatro décadas: el Nunca Más ante los crímenes de la última dictadura militar, la educación y la salud gratuita, un Estado que interviene para mejorar las condiciones de vida. Aun sabiendo que la situación actual es grave –hay 40% de pobreza, sólo por nombrar un punto–, las promesas de campaña (dolarización, ajuste fiscal, discurso antipolítico) suenan a recetas conocidas que, como ya sabemos, sólo van a empeorar nuestras existencias. La puerta abierta a las violencias y la represión de las protestas, a la incapacidad de dialogar, a las pulsiones autoritarias y antiderechos, al antisemitismo y a la derecha radicalizada son conflictos con los que tendremos que lidiar los próximos cuatro años.
Ernesto Picco (Santiago del Estero, 1982), periodista
Lo que tenemos en frente es mucho más que un cambio de presidente. Incluso más que un cambio de época. Crisis económicas graves hemos vivido unas cuantas en Argentina. Y la lucha por la memoria hay que darla siempre. El cambio más profundo, que ya tomaba forma antes de la elección, es ontológico.
La Libertad Avanza propone institucionalizar desde el gobierno un sistema de valores que reserva las condiciones de existencia a lo que cada uno/a tenga para el mercado. En que todo se puede comprar y vender. En el que cada quien compite por su cuenta para sobrevivir. Quienes se identificaron con la energía arrasante de Milei, creyendo quizás en una especie de vengador de los hastiados, le han puesto fin a un gobierno que ha fracasado, sin haber podido cumplir aquel lema de volver mejores. Ahora veremos a qué le han dado comienzo.
He leído en algún lado que el gobierno del Frente de Todos perdió políticamente con el amague y la marcha atrás frente a Vicentin. Y socialmente con la foto de la fiesta de Alberto en Olivos en plena pandemia. Creo que es así. Y que nos va a salir carísimo.
El desafío de la época que comienza va a ser no deshumanizarnos todavía más con el modelo de país que se viene, que asocia la libertad con el individualismo salvaje. Habrá que recuperarse de la tristeza, reordenarse, y trabajar para construir nuevos sentidos comunes. Sobre todo, habrá que rescatar la idea de la libertad. Y reconstruir su lazo, que está en las raíces de la democracia moderna, con la igualdad y la fraternidad. Porque nadie se salva solo. Ojalá podamos.
Milagros Porta (Buenos Aires, 2002), narradora y editora
La situación en Argentina está muy delicada. Para empezar, diría que es la primera vez que un partido político anuncia desde la campaña electoral con tanta explicitud sus políticas de ajuste brutal y su posicionamiento ambiguo ante el pasado histórico, hasta rozar la reivindicación de la última dictadura cívico-militar argentina.
Llama la atención esta explicitud que convive con un discurso lleno de inconsistencias, donde los diferentes representantes de La Libertad Avanza se dicen y se desdicen sobre propuestas que van desde la venta de órganos hasta la libre portación y circulación de armas. Todo esto en un contexto, por supuesto, de posverdad y de levedad del realismo capitalista que sustenta esta discursividad no sólo violenta, sino plagada de noticias falsas, que desplaza la discusión pública (si es que hay algo que podamos llamar así) hacia la derecha.
La victoria de Milei no sólo canaliza un estado generalizado de impotencia por el 40% de pobreza y el 120% de inflación que hay en Argentina, sino que también sintoniza con el modo en que las políticas progresivas de un gobierno peronista que no pudo cumplir las expectativas económicas son asociadas con esta decadencia generalizada y precarización de las condiciones de vida. De modo que la gente vota políticas culturales y sociales opuestas a las que pueda asociar con el oficialismo en curso.
Entre otras causas, no podemos olvidar la pandemia del COVID, que generó también resquemor social, las políticas de confinamiento (que en lo personal me parecieron uno de los logros del gobierno actual), que generaron mucho malestar, además de las muertes, por supuesto. Y no podemos dejar pasar cómo se articulan estos partidos de ultraderecha que empiezan a surgir en todo el mundo, como el bolsonarismo o el trumpismo, con el poder económico, el poder mediático y el poder judicial.
En Argentina está todo este asunto del lawfare, la persecución judicial a cuadros políticos de relevancia del progresismo. Y en cuanto al poder mediático, medios como Clarín han asumido abiertamente haber hecho un periodismo de guerra frente al gobierno de Cristina Fernández de Kirchner durante mucho tiempo.
Entonces, hubo una difusión de la figura de Javier Milei muy arraigada en un personalismo, en la excentricidad del personaje, en el contexto del giro subjetivo de la política a nivel global, que le dio una visibilidad inédita y colaboró, por supuesto, con el crecimiento de su popularidad y su valoración positiva, al darle programas en prime time.
Y, bueno, del poder económico qué decir, es clarísimo que las políticas de ajuste neoliberales que viene a plantear Milei le son convenientes a ciertos sectores para la concentración de la riqueza y a ciertas empresas, etc.
Y, finalmente, entre las causas que se me vienen ahora a la cabeza es importante analizar cómo su partido, La Libertad Avanza, interpretó las tecnologías de construcción de la subjetividad contemporánea: las redes sociales, Tik Tok… Bueno, hay un trabajo ahí que tanto las izquierdas como el peronismo, el kirchnerismo y otros sectores de centro no han podido comprender del todo y con el cual han empezado a experimentar en una fase muy avanzada de la campaña. Por ende, en el terreno de la juventud han ganado lo que ellos llaman la batalla cultural contra el “marxismo cultural” y la “ideología de género” y todo eso, por el modo en que intervienen en las subjetividades que recién están en formación, de adolescentes que no consumen televisión, noticias en diarios, sino en Twitter, en Tik Tok, en Instagram, etc.
También es interesante la apelación a esta idea de mesianismo en todo este discurso de “las fuerzas del cielo” que están apoyando para que ganara Milei que venía a ser un enviado bíblico casi.
Lo que viene es un experimento anarcocapitalista, de esa raigambre liberal-libertaria estadounidense, con un proyecto económico neoliberal impuesto a fuerza de represión, debilitamiento de los movimientos sociales y estigmatización de la lucha callejera y la movilización popular. Ya el expresidente Mauricio Macri, que es una de las cabezas detrás del triunfo de Javier Milei, ha hecho en una entrevista una apología de la guerra civil, porque está incentivando a que lo que él llama “los jóvenes” salgan a frenar a quienes llama “los orcos”, cuando salgamos a manifestarnos. Hay una monstrificación del otro político, del adversario convertido en enemigo, que pasa a ser “un orco”. No es ninguna novedad en la política argentina, ni en la política latinoamericana en general.
En cuanto a la cultura, ya dijeron que piensan degradar el ministerio de cultura en secretaría. Y toda su energía va a estar puesta en el recorte. Tienen la idea de hacer un 33% de reducciones que pueden implicar muchos despidos.
Estamos en estado de movilización permanente y tratando de organizarnos no sólo por las políticas culturales y económicas, sino por las políticas de memoria, verdad y justicia. Porque los represores que pidieron en masa votar a La Libertad Avanza ya le están pidiendo impunidad a través de una carta al próximo presidente Javier Milei.
Por ende, estamos bien despiertos, bien despiertas, y a la espera de novedades, porque la inconsistencia que caracteriza el proceder de este partido ahora se articula también con la fusión que han hecho con una gran parte del Pro Juntos por el Cambio, que responde a una derecha más tradicional. Y vemos este tironeo entre el expresidente Mauricio Macri y el futuro presidente Javier Milei por diferentes puestos, designaciones, ministerios. Entonces, ni siquiera sabemos si nos espera efectivamente este proyecto anarcocapitalista o si nos espera la continuación del macrismo que ya conocemos y que el pueblo no eligió, porque ni siquiera decidió presentarse a la elección para presidente Mauricio Macri, sabiendo que no tenía ninguna chance de ganar. Y, sin embargo, ahí lo tenemos armando designaciones y planes de gobierno. Vamos a estar muy atentos.
Lo preocupante no es Javier Milei, que es un liberal libertario y no un ultraderechista como dicen todos acá. Lo preocupante son los intelectuales zurdos que siguen enterrados en el siglo XX. El marxismo, el fascismo y la socialdemocracia no le dejaron espacio a las ideas liberales libertarias en el último siglo. Ya están aquí. La revolución liberal llegó y todos se mojan los pantalones. El Estado en su justa dimensión. Un Estado eficiente que les sirva a los ciudadanos, no a las élites y oligarquías, tanto de derecha como de izquierda, que se han sembrado en las instituciones del Estado por décadas. Principalmente la izquierda Gramsciana que ha copado todo a su paso.
De Perón hasta hoy, como un tango mal bailado, torpe y ridículo, patético.
Bonjour, Buenas tardes,
Hemos leido con mucha atenciôn las opiniones precedentes.
Qué làstima que un pais como Argentina haya caido tan bajo. Como lo dice José Prats Sariol «como un tango mal bailado, torpe ridiculo, PATETICO !
Se dice que un pais tiene un gobierno que se merece…
Atentos saludos desde Francia.