El cineasta francés Jean-Marie Straub, uno de los altos representantes de la modernidad fílmica europea y del cine como instrumento de indagación política del presente, falleció en Suiza la madrugada de este 20 de noviembre, a los 89 años, informó la Cinemateca de ese país.
“He hablado con la señora Straub, su última esposa. Ha fallecido a las seis de la mañana en su casa de Rolle”, declaró a la agencia francesa de noticias AFP Christophe Bolli, responsable de comunicación de la Cinemateca Suiza, para confirmar la información dada poco antes por el diario francés Le Monde.
Straub y su pareja de décadas, Danièle Huillet, fallecida el 9 de octubre de 2006, fueron responsables de una de las obras más inclasificables de la modernidad fílmica, emparentada con las búsquedas formales de realizadores como el chileno Raúl Ruiz y los alemanes Hans-Jürgen Syberberg y Alexander Klugue.
De acuerdo con el obituario publicado por Le Monde, “los ‘Straub’, como se les llamaba, son los padres de una de las obras más bellas y exigentes de la historia del cine, caracterizada por la puesta en imágenes y sonidos de textos literarios o musicales, de autores ‘amigos’ como Bertolt Brecht, Friedrich Hölderlin, Johann Sebastian Bach, Arnold Schönberg, Cesare Pavese, Elio Vittorini, Pierre Corneille o Franz Kafka. Obra conducida en todo momento por una artesanía irreductible, firmemente anclada en un principio ético a la par que estético, el de reducir los medios de la puesta en escena a su más estricta necesidad”.

Nacido el 8 de enero de 1933 en Metz, Jean-Marie Straub se interesó por el cine después de la guerra, primero marcado por las películas de Jean Grémillon, que descubrió gracias al crítico Henri Agel, quien las presentaba, entre otras, en el cineclub La chambre noire, de esa ciudad francesa, así como por la obra de Jean Renoir y de Robert Bresson.
Fue tanto su entusiasmo por esas películas, que la programación y animación del cineclub acabó recayendo en él tiempo después. Y dado su deseo de escribir sobre cine, estudió literatura en el Lycée Fustel-de-Coulanges, de Estrasburgo, y luego se licenció en la Universidad de Nancy.
En 1954 se mudó a París y comenzó estudios en el Lycée Voltaire, en la clase preparatoria del Instituto de Estudios Cinematográficos Avanzados (antiguo nombre de la célebre escuela de cine La Fémis), del que fue expulsado tres semanas después de su ingreso. Allí conoció a Danièle Huillet, quien sería su compañera y la codirectora de los filmes que elaborarían en conjunto.
Tras entrar en contacto con los fundadores de la nouvelle vague, por entonces jóvenes críticos vinculados a la revista Cahiers du Cinema, entre ellos Jacques Rivette, François Truffaut y Jean-Luc Godard, y el influyente crítico André Bazin, Straub los llevó a su cineclub en Metz, para presentar las películas de Fritz Lang realizadas en Estados Unidos o las de Alfred Hitchcock, Charlie Chaplin, Roberto Rossellini y Kenji Mizoguchi, algunos de los paradigmas de la generación que acabó reciclando el cine clásico y reimaginando la forma de hacer películas.
Como artista polifacético, fue director, guionista, productor y actor, y realizó tres decenas de películas, varias de ellas remontajes de filmes previos, y la mayoría en coautoría con Huillet.
Machorka Muff (1963) fue su primer filme, al que siguieron No reconciliados (1965), Crónica de Ana Magdalena Bach (1968), El novio, la actriz y el proxeneta (1968) y Othon (1969).
En la década de 1970 su estilo se hizo mucho más radical con títulos como Introducción al acompañamiento de Arnold Schoenberg a una escena cinematográfica (1972); Lecciones de historia (1973), con la que obtuvo el Premio Especial del Jurado en el Festival Internacional de Cine de Estambul; Moisés y Aaron (1974); Los perros del Sinaí (1976); Toda revolución es tirar los dados (1977) y De las nubes a la resistencia (1979).
Prosigue en las décadas siguientes con Too Soon, Too Late (1981); Class Relations (1984), Mención de Honor en el Festival de Cine de Berlín; La muerte de Empédocles (1987); Black Sin (1989); Cézanne (1989); Antígona (1992); ¡Lothringen! (1994); Abran paso al mañana (1997) y ¡Sicilia! (1999). Esta última ganó el Premio de la Crítica en el Festival Internacional de Cine de São Paulo, en Brasil.
Sus últimas obras fueron Estos encuentros con ellos (2005); Europa 2005 – 27 de octubre (2006) e Itinerario de Jean Bricard (2008).
La revista Cahiers du Cinema, de cuya etapa heroica fue protagonista, consideró que el fallecimiento de Straub, apenas tres meses después de la desaparición física de Jean-Luc Godard, “marca la desaparición de una época, un pensamiento y una práctica del cine”.
El realizador, guionista y crítico Pascal Bonitzer, en un artículo de la década del setenta, señala que “Straub y Godard se sitúan en los dos extremos de la modernidad cinematográfica. Del cine, cada uno aguanta un poco; forman los dos focos de la elipse en la que el mundo del cine se ha abierto, aplastado, descentrado […]. Fueron así durante mucho tiempo los cineastas-pilares de nuestra revista (…) y seguirán siendo para siempre faros en nuestra cinefilia”.
Prosigue Cahiers du Cinéma: “Pero, a diferencia del cine de collages y superposiciones de Godard, el de los Straubs habrá llevado hasta el final el gesto de concentración y radicalidad de Dreyer y Bresson, pero también de Cézanne, quizás su gran referente. Lejos de un rigor dogmático del que sólo les han acusado los ciegos, este radicalismo debe entenderse en el sentido etimológico: un apego indefectible a las raíces del cine […] pero también a las fuentes del viento, la luz del sol, la sensualidad de los elementos y la naturaleza (en una fidelidad a Lumière y Griffith). Y, a través de todo esto, había una conciencia histórica y de estridencia política única: pocas películas nos han hecho sentir tanto cómo el pasado nos está mirando, empujándonos, obligándonos”.
En 2017, Straub recibió el Leopardo de Honor en el Festival de Cine de Locarno por la obra de su vida. Pero acaso el homenaje más entrañable se lo hizo un cineasta contemporáneo, también anclado a una manera radical de representar el mundo. El portugués Pedro Costa, en ¿Dónde yace su sonrisa escondida? (2001), observa a Straub y Huillet mientras emprenden el montaje de la tercera versión de su película ¡Sicilia!, y consigue revelar el alma de un proceso de trabajo único en la historia del cine.
Colabora con nuestro trabajo Somos una asociación civil de carácter no lucrativo, que tiene por objeto principal la promoción y fomento educativo, cultural y artístico. En Rialta nos esforzamos por trabajar con el mayor rigor profesional en la gestión, procesamiento, edición y publicación de los contenidos y la información. Todos nuestros contenidos web son de acceso libre y gratuito. Cualquier contribución es muy valiosa para nuestro futuro. ¿Quieres (y puedes) apoyarnos? Da clic aquí. ¿Tienes otras ideas para ayudarnos? Escríbenos al correo [email protected]. |