Jean-Luc Godard: Ha muerto uno de los grandes destructores del cine

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Jean-Luc Godard (1930-2022)
Jean-Luc Godard (1930-2022)

Susan Sontag escribió alguna vez que Jean-Luc Godard ingresó a la historia del cine “como su primera figura premeditadamente destructora”. Y, a ciencia cierta, el excepcional director francés fue, durante toda su vida, un revolucionario; un realizador que con cada nueva obra empujaba los límites expresivos, temáticos y reflexivos del séptimo arte. Desde su trascendental ópera prima, A but de soufflé (1959), uno de los acontecimientos más importantes de la cultura artística del pasado siglo, y a lo largo de una trayectoria creativa que sobrepasó el centenar de películas y abarcó siete décadas de ininterrumpido trabajo, Godard estuvo siempre meditando, “en imágenes”, acerca de las posibilidades del arte cinematográfico.

Godard falleció este martes, 13 de septiembre, a los 91 años de edad por suicidio asistido, práctica legal en Suiza, donde residía el director hace varias décadas. “No estaba enfermo, simplemente estaba agotado. Así que tomó la decisión de acabar. Era importante para él que su disposición se supiese”, explicaron al diario Libération fuentes cercanas al realizador. Patrick Jeanneret, consejero de la familia, confirmó después que Godard “acudió a la asistencia jurídica en Suiza para la muerte voluntaria tras ser diagnosticado con múltiples patologías incapacitantes”. Con su muerte, se pierde una figura esencial no sólo del cine, sino del arte y la cultura de la segunda mitad del siglo XX y principios del XXI. A su proteico pensamiento creativo debe muchísimo el semblante actual del cine mundial. Después de su irrupción en los turbulentos años sesenta, el séptimo arte no fue el mismo.

Nacido en París en 1930, Godard fue una de las voces líderes de la vanguardia fílmica que emergió en las páginas de Cahiers du Cinéma. Tras participar del singular grupo de críticos nucleados alrededor de la famosa revista, consagrados a la misión de transformar radicalmente las concepciones del cine, pasó junto a muchos de sus colegas a integrar el colectivo de directores de la Nouvelle Vague. Con François Truffaut, Claude Chabrol, Éric Rohmer, Alain Resnais, Agnès Varda, entre otros, renovó en la práctica el lenguaje cinematográfico y forjó la noción de autoría aún vigente en nuestros días.

¿Qué distinguía a Godard entre todos ellos? Era, sin duda alguna, el más iconoclasta y experimental. Y lo fue hasta en el momento de su muerte. Su propensión a romper las normas emanaba de una sensibilidad que no se agotó jamás: siempre inquieta, irreverente, heterodoxa… Su último filme, El libro de imágenes (2018),resultó tan inaudito e irritante al estrenarse en el Festival de Cannes como aquellas primeras producciones de los años sesenta y setenta. En ningún otro autor cinematográfico se palpa la coherencia creativa que mostró Godard a lo largo de su carrera.

Además de un artista extremadamente inventivo y original –cada nueva película suya constituía una búsqueda de inéditas formulaciones estéticas–, el realizador de Week-end fue un intelectual comprometido con las épocas disímiles que llegó a habitar. Su indomable actitud política se manifestó tanto al concebir su cine como una herramienta de pensamiento, y un instrumento de participación crítica en el mundo, como en su toma de partido en las luchas sociales enfocadas en abrir espacios de representación y en conquistar derechos para los desfavorecidos. Godard era un hombre militante y un agitador; algo que se hizo especialmente innegable en las producciones de los setenta, cuando su identificación con el maoísmo, por ejemplo, impregnó el sentido mismo de sus irreverentes diseños visuales. Para este realizador, el lenguaje cinematográfico existía sólo en la tensión entre ética, política y estética.

Sin obras como Vivir su vida (1962), El desprecio (1963) o Pierrot el loco (1965), por sólo mencionar algunas de sus primeras audaces creaciones, accidentes de un catálogo signado por la reinvención constante, es imposible comprender el ascenso de la modernidad en el cine. Godard fue un forjador de mundos… Sus películas se deben ver, en conjunto, como un laboratorio en que se experimenta todo el tiempo, se exploran nuevas formas y estilos: la puesta en escena, el lugar de los personajes en el relato, la manera de articular la narración, los usos expresivos y dramatúrgicos de la fotografía y, más que nada, del montaje, cambiaron con la aventura fílmico-vanguardista del último maestro sobreviviente de la Nouvelle Vague. Quizá eso explique por qué Godard es uno de los creadores más influyentes en la historia del cine. Influencia que no sólo se deriva de su estilo experimental, sino de su actitud/política creadora: modelo primero para la mayoría de esos jóvenes realizadores que alguna vez han aspirado a cambiar los destinos del cine.

Hoy, Jean-Luc Godard es admirado alrededor del mundo; honrado en todas las grandes plataformas cinematográficas y estudiado con vehemencia en universidades y escuelas cinematográficas… Tras la desaparición física, el mito seguirá creciendo. Sin dudas, su imaginario lúcido y fértil mantendrá esas obras en el centro de las discusiones del arte contemporáneo.

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Ángel Pérez (Holguín, Cuba, 1991). Crítico y ensayista. Compiló y prologó, en coautoría con Javier L. Mora y Jamila Media Ríos, las antologías Long Playing Poetry. Cuba: Generación Años Cero (Casa Vacía, 2017) y Pasaporte. Cuba: poesía de los Años Cero (Editorial Catafixia, 2019). Tiene publicado el libro de ensayos Las malas palabras. Acercamientos a la poesía cubana de los Años Cero (Casa Vacía, 2020). En 2019 fue ganador del Premio Internacional de Ensayo de la revista Temas, en el apartado de Estudios de Arte y Literatura. Textos suyos aparecen en diversas publicaciones de Cuba y el extranjero. Vive en La Habana.

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