La represión de voces y organizaciones disidentes tiene una larga y sombría tradición dentro del totalitarismo cubano. En los últimos meses, opositores políticos, artistas y periodistas independientes y muchos otros integrantes de la sociedad civil en la isla han denunciado una escalada en los niveles de acoso policial y parapolicial por parte de agentes del Estado.
Esa otra epidemia –en aviesa comorbilidad con el virus Covid-19 y sus saldos de muerte, depresión y aislamiento social, y con la agudización de la incesante crisis económica– es diseminada y ejercitada rigurosamente por el mismo Estado que debería proteger y garantizar sus plenos derechos a la ciudadanía.
Este noviembre las cosas parecieron precipitarse hacia su ápice de arbitrariedad y absurdo, luego de que el día 9 fuera detenido el rapero contestatario Denis Solís. El gran crimen de Solís consistiría en eso que, a falta de mejor nombre, llamaremos su “pecado original”: el atrevimiento de interpelar directamente al poder en Cuba. Respecto al crimen específico, procesable y sancionable, ya sabemos que en predios del totalitarismo este llega a veces después de la condena misma: Solís ya estaba condenado cuando un oficial de policía entró en su casa sin permiso y sin orden judicial. El cargo de “desacato”, a ojos del poder, ya estaba inscrito en el propio derecho del individuo a defender su intimidad. Solís termina lanzando improperios sin reparos a un agente, pero sobre todo al poder del Estado y la fuerza de sus aparatos represivos que han irrumpido –empleándose a sí mismos como sebo– en el espacio privado de un ciudadano que disiente de ese poder abstracto y desafía su fuerza concreta. El policía tomó buena nota del exabrupto y el rapero luego sería condenado, en juicio express (“atestado directo”), que duró apenas dos jornadas y sin garantías procesales, a ocho meses de privación de libertad en el reclusorio de Valle Grande.
Compañeros de Solís, miembros del Movimiento San Isidro (MSI), un grupo de “artivismo” político basado en ese barrio de La Habana Vieja, se apresuraron a hacer pública la detención arbitraria del rapero. Tras varias gestiones indagatorias, el MSI conoció sobre el proceso sumario a que fue sometido y se apresuró a denunciar la injusticia del mismo.
Las autoridades decidieron suprimir los gestos de protesta pacífica en las inmediaciones de la estación de las calles Cuba y Chacón y desde entonces integrantes del MSI y varias personas solidarias con la causa se acuartelaron en Damas 955, sede de la organización.
Desde el 16 de noviembre, emprendieron desde allí una singular campaña de protesta cívica: los “susurros poéticos” (lecturas de poemas) sentados en círculos alternaban, en sus “directas” a través de redes sociales, con el reclamo de libertad inmediata para Denis Solís e, incluso, episodios de interpelación frontal (incluido algo de “perreo” en plena calle) a los efectivos de la Seguridad del Estado que bloqueaban esa cuadra del barrio de San Isidro en La Habana Vieja.
Cuando el miércoles 18 de noviembre los sitiadores resolvieron cortar el suministro de alimentos que una vecina intentaba llevar hasta la sede del MSI, nueve de las personas recluidas decidieron, en respuesta, declararse en huelga de hambre; cuatro de ellos también se negaron a beber agua. Algunos sostuvieron la huelga durante varios días, y otros se sumaron más tarde.
A medida que pasaban los días fue creciendo el apoyo a los huelguistas dentro y fuera de la isla, y fue creciendo también, sobre todo en redes sociales, la exigencia de solución inmediata para el caso San Isidro, incluida la revisión del caso y la libertad para Denis Solís. Una parte de la ciudadanía mostró su preocupación, en especial, por la salud del artista Luis Manuel Otero y el rapero Maykel Osorbo, quienes habrían sostenido su huelga de hambre y sed alrededor de una semana.
El 26 de noviembre en la noche, la Seguridad del Estado –agentes disfrazados de personal de salud pública– allanó violentamente la casa de Damas 955 y arrestó a 14 personas (para entonces, cinco de ellas permanecían en huelga de hambre). La excusa, que luego amplificarían los medios oficiales, fue el presunto incumplimiento del protocolo contra la Covid-19.
La mayoría de quienes estaban en la sede del MSI fueron liberados algunas horas más tarde. Maykel Osorbo continuó su huelga de hambre durante varios días en su domicilio, según informaron sus compañeros. El paradero de Luis Manuel Otero no se conoció durante varias jornadas; al impedírsele regresar a su domicilio en San Isidro, fue internado contra su voluntad en un hospital habanero donde finalmente abandonó su huelga.
Los acuartelados en San Isidro han permanecidos estrechamente vigilados: confinados en sus casas o limitados en sus movimientos. Sin embargo, el 27 de noviembre (27N) había ocurrido algo inédito. Ese día un grupo de jóvenes artistas e intelectuales fueron hasta el Ministerio de Cultura (Mincult) para exigir explicaciones por el caso San Isidro y, en general, para demandar sus derechos ciudadanos a la libertad de expresión y la libertad de creación, es decir, para condenar las prácticas sistemáticas de censura y represión por parte del Estado. Durante el transcurso del día, el número de plantado creció hasta que en la noche se contaban varios cientos.
Mientras en los alrededores del Ministerio se desplegaba un gran dispositivo de seguridad que incluía, según algunos testimonios directos y videos en redes sociales, decenas de efectivos de civil dispuestos a ahogar la protesta, los manifestantes eligieron una treintena de representantes para dialogar con los funcionarios ministeriales. Tras algunas horas de reunión, se alcanzaron varios acuerdos que fueron aceptados, antes de marcharse en plena madrugada, por los participantes del 27N.
Esos acuerdos fueron incumplidos rápidamente por el gobierno que a partir de entonces dio el pistoletazo a una campaña de descrédito y asesinato de carácter tanto contra el MSI como contra los representantes del 27N. El 4 de diciembre, el Mincult decidió quebrar unilateralmente el diálogo acordado con el grupo de 30 artistas e intelectuales elegidos democráticamente por los ciudadanos reunidos aquella noche insospechada, largamente insólita y ejemplar en la Cuba de las últimas seis décadas.
Convencidos de la importancia de estas jornadas, los equipos editoriales de Rialta y El Estornudo han dado seguimiento conjunto durante un mes a los sucesos de San Isidro y del 27N, sus consecuencias, y diversas interpretaciones sobre los mismos. De tal manera lo seguiremos haciendo en nuestras respectivas plataformas. Aquí, el lector podrá encontrar además buena parte de la repercusión en redes sociales y en medios de prensa cubanos e internacionales. Este repositorio, elaborado al filo del acontecer, no pretende ser exhaustivo. En cambio, proponemos una mirada compleja a estos eventos probablemente trascendentales para Cuba.
Nota
La última actualización del repositorio se realizó el 5 de diciembre de 2020. Ver aquí una copia de la cobertura de Rialta y El Estornudo archivada en Wayback Machine.