Imagen promocional de ‘Everything Everywhere All at Once’
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Hay que imaginar un Sísifo feliz.
Albert Camus

Con la publicación definitiva de su novela The Legion of Time en 1952, Jack Williamson forjaba uno de los términos más fascinantes de toda la ciencia ficción. John Barr, su protagonista, debe tomar una decisión aparentemente trivial, pero de consecuencias nefastas (¿acaso provechosas?) para la subsistencia de la humanidad: la elección de un guijarro edificará los motivos políticos para el establecimiento de un régimen opresivo y totalitario, mientras que la conservación de un imán será la génesis fortuita de una sociedad cuasi-mí(s)tica, utópica. Es así que, nacido de esta divergencia (a)temporal, el Punto Jonbar trasciende el ámbito literario y se generaliza como un concepto aplicable a cualquier hecho de ficción.

Este fenómeno científico-filosófico da lugar a una bifurcación generadora de universos que, históricamente, ha asumido el apelativo de “ucronía”: cada decisión supone la posibilidad de una nueva existencia, el origen de un mundo-otro que parte desde el nuestro, pero no demora en acentuar sus diferencias. Contendiendo con Doctor Strange in the Multiverse of Madness (2022) como el filme más destacado sobre realidad(es) alternativa(s) en lo que va de año, la última pieza de la productora A24 hace de la premisa ucrónica su principal recurso narrativo.

Everything Everywhere All at Once (2022) llega enriquecida por un dadaísmo sensorial que potencia, todavía más, la condición paródico-existencialista de su argumento. Sus directores, Los Daniels (Dan Kwan y Daniel Scheinert), armonizan con maestría la relevancia de dos contextos supuestamente ajenos: por una parte, los conflictos cotidianos de la protagonista; por la otra, la salvación y el equilibrio de un multiverso frágil, amenazado. La película recuerda, de momento, a otros baluartes de la sci-fi más introspectiva como The Butterfly Effect (2004) y Mr. Nobody (2009), cintas que coquetean con diversos postulados científicos y los presentan ante el gran público. El principio de la entropía, la superstición de la paloma o el efecto mariposa, entre otros, resultan los más relevantes.

Evelyn Quan Wong (Michelle Yeoh) es una emigrante china que arribó a los Estados Unidos siendo muy joven, con un equipaje de aspiraciones y en el zénit de su pasión amorosa. Ya en la actualidad, su matrimonio con Waymond Wang (Ke Huy Quan) se encuentra al borde de una ruptura irreversible, los canales de comunicación con su hija Joy (Stephanie Hsu), adolescente y lesbiana, no pasan por su mejor momento y su padre, el rígido e inflexible Gong Gong (James Hong), planea visitarla en medio de todo este caos íntimo, familiar.

Por si fuera poco, la Internal Revenue Service (Servicio de Impuestos Internos o IRS), representada por la inspectora Deirdre Beaubeirdre (Jamie Lee Curtis), le realiza una auditoría a su negocio. Esta atmósfera opresiva y angustiosa contribuye a exteriorizar, tal vez, el deterioro de la calidad de vida en el entorno de la clase media estadounidense, al tiempo que funciona como catalizador para el talento innato de la protagonista: la exploración de rutas vitales múltiples, inagotables.

Everything… se suma a una extensa lista de largometrajes producidos por A24 desde 2013, año de fundación del estudio. Poco a poco, las señas de identidad de dicha compañía han ido persuadiendo a la comunidad cinéfila, satisfecha por el justo balance entre la estética “independiente” y el atractivo “comercial” que propone A24. Uno de sus directores más distintivos, Yorgos Lanthimos, estabilizó su carrera en el mercado hollywoodense gracias a la dupla The Lobster (2016) y The Killing of a Sacred Deer (2017), representantes de la tragicomedia negra y el thriller psicológico, respectivamente. Ahora, Los Daniels apuestan por una psicodélica aventura espiritual que ya casi ronda los cien millones recaudados y, al parecer, ha complacido a una buena parte de la crítica especializada.

Algunos sitios recopiladores de reseñas le otorgan puntuaciones muy favorables, como sucede con el 95% de Rotten Tomatoes. Otros, algo más conservadores, prefieren “apostar al seguro” y se conforman con avalar las virtudes indudables del filme. Así se muestran IMDB y Metacritic, con sus respectivos 82% y 81%. Estas calificaciones, sin embargo, también han contribuido a amplificar el éxito universal de la pieza, llamada a contender por varias estatuillas durante la próxima gala de los Oscar. Y es que Everything…, a solo unos meses de su estreno, ya recibió un ingenioso homenaje intertextual en Minions: The Rise of Gru (2022), cinta animada que marca la pauta de la taquilla estival. Pinta para clásico, sin dudas.

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En sus casi dos horas y media de duración, la película abraza diversos tópicos propios del melodrama familiar y la comedia slapstick, alternando el testimonio sentimental de los personajes con escenas que sustentan su hilaridad en la violencia física, exagerada pero inofensiva. Desde sus primeros minutos, Everything… sondea el territorio de los conflictos generacionales, revelando ciertas oposiciones (no excluyentes) al interior de la estirpe doméstica de la protagonista. Aun así, Evelyn no emula, con su hija, la actitud de rechazo total que asumió su padre hacia ella: nuestra heroína ya ha aceptado la sexualidad de Joy, aunque todavía conserve sus reservas a la hora de hacerla pública.

De igual forma, la temática migratoria y el arraigo respecto del país natal son, también, asuntos que amplían el trasfondo argumental de la cinta. La celebración del Año Nuevo chino (lunar en Oriente; solar en Occidente) acoge el progreso de la trama, al tiempo que su simbología vernácula favorece el reconocimiento de una identidad propia, ancestral. En tierras de Asia, precisamente, tuvo lugar el Punto Jonbar más importante de todo el filme, la decisión más desgarradora de Evelyn: el “abandono” de su padre en favor de una vida nueva junto a su futuro esposo Waymond. En Everything…, la nacionalidad no es un dilema lacerante e incisivo, sino un persistente barniz que permea el metraje y lo enriquece.

En cuanto a su amplitud (sub)genérica, la película se complace en viajar de una estética a otra, generando una suerte de pastiche paródico que deviene risible y lacrimógeno a partes iguales. Desde los axiomas más populares de la ciencia ficción,[1] pasando por el malabarismo inherente a las coreografías del cine de artes marciales hasta llegar al nihilismo más mordaz y recóndito, todo cabe bajo la voluntad desacralizadora de Los Daniels.

Así, el itinerario interdimensional de Evelyn Wong resulta potenciado por el “salto-verso”, un fenómeno científico-tecnológico que le permite a su usuario acceder a las habilidades, el cuerpo y los recuerdos de alguna de sus versiones multiversales, siempre y cuando sea cumplida una determinada cuota de circunstancias absurdas e improbables. Esta, precisamente, es la condición sine qua non para la puesta en práctica del Algoritmo del Camino Estocástico, un concepto que agrupa en su ejecución toda la “cientificidad” y/o “extravagancia” de la cinta. Everything… crea un sistema de normas y regulaciones (i)lógicas para luego, sin previo aviso, desmontarlas en medio de su propia vorágine narrativa.

Pero, incluso más que todo lo anterior, este filme acontece como una oda camusiana hacia el despropósito de la supervivencia humana, la escasez de sentido vital y la búsqueda (¿ingenua? ¿necesaria?) del optimismo. Jobu Tupaki, la villana de turno, es un ser omniversal que ha percibido todas las realidades al unísono, rechazando así el suceso de la espontaneidad y malogrando su ignorancia existencial. Esta revelación del espíritu la induce a compartir su experiencia con todo el multiverso y, según parece, no hay mejor alternativa para esto que la devastación total.

Evelyn, por su parte, recibirá la misión de contener a dicho ente, fundándose entre ellas una rivalidad capaz de agrietar los cimientos del mundo/los mundos conocido(s). En medio de toda esta epicidad incontenible, Waymond Wang desata su potencial (¿anti?)belicista y pone en práctica su propio método para enfrentar la hostilidad que pulula a su alrededor. Finalmente, nuestra protagonista queda extasiada ante la maravillosa coincidencia que identifica a cada una de las versiones de su esposo: la amabilidad.

Así, Everything… culmina un viaje en torno a sí misma que ha implicado la exploración multiversal (Evelyn-actriz, Evelyn-cocinera, Evelyn-dedos-de-salchicha), el regocijo estético ante cada uno de estos escenarios y la evolución dramática de sus personajes. Como si debiéramos llevar la roca, otra vez, hasta la cima de aquella colina, esta película nos convida a disfrutar del descenso mientras nos burlamos (y arrepentimos) de todo lo que pudo haber sido. What if…


Notas:

[1] Y del relato de aventuras en general, según lo describiera Joseph Campbell en su ya célebre The Hero with a Thousand Faces (1949): la salvaguarda de la realidad conocida, un héroe que no está consciente de su responsabilidad y una amenaza peligrosa y avasalladora.

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SENÉN ALONSO ALUM
Senén Alonso Alum (Pinar del Río, Cuba, 1997). Licenciado en Filología por la Universidad de La Habana en 2020. Ejerció como investigador literario en el Centro de Estudios Martianos (CEM) desde su graduación hasta 2022. Ha publicado poemas y ensayos en el medio independiente La Jeringa, en el blog de cine En Raccord, en el Portal Digital del CEM, en el boletín de crítica y pensamiento Puntal, en las revistas Librínsula, El Caimán Barbudo, Opía Magazine, AM:PM, El Estornudo, Honda, Casa de Las Américas y Cine Cubano. Es graduado del XXII Curso de Técnicas Narrativas que se impartió en el Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso (2020-2022).

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